Del fenómeno “The Room”, queda nada más que lo que dé de sí la película.
Conscientes sus máximos representantes, Tommy Wiseau y Greg Sestero, que el film que perpetraron allá por 2003 se convirtió en una especie de circo y, 20 años después, todavía les permite viajar por el mundo haciendo presentaciones y ganando algún dinerito, la manera natural de afrontar sus carreras posteriormente es continuando un poco la senda de aquello que les dio éxito. Pero me da la impresión que ni ellos mismos comprenden el por qué “The Room” es única e irrepetible. En su ingenuidad, los intentos de exprimir el fenómeno no les salen ni medianamente bien; ahí está ese binomio titulado “Best F(r)iends” —que algún día aparecerá reseñado por aquí— o la película de tiburones acometida por Wiseau, inconsciente de que “The Room” nada tiene que ver con esa corriente dentro del cine independiente consistente en hacer películas voluntariamente malas y/o bizarras, y más con el subgénero en boga que es el de tiburones asesinos. No van por ahí los tiros de su película más popular, aunque el recibimiento por parte de los seguidores de esos subproductos le han hecho creer al desgraciado que sí. Wiseau y Sestero no logran repetir “The Room” ni aunque lo intenten.
Sin embargo, en ese sentido, si alguno de los dos puede salir ganando, es Wiseau, porque a su infame personalidad hay que sumarle una tremenda ingenuidad derivada de un evidente problema de salud mental. No así Sestero, que es un individuo normal y corriente. Si se adscribe a esta manera de hacer (y ver) cine, es probablemente porque no le queda otra. Entonces, podemos verle acompañando a Wiseau en el reparto de cualquier película independiente y mercenaria, asumiendo el choteo que trae consigo su mera presencia, pero, a las primeras de cambio, para desmarcarse saca un libro contando su experiencia en esa locura que fue “The Room”, el aclamado “The Disaster Artist”, o emprende algún tipo de producción que lo desvincule de todo el universo Wiseau —aunque utilice su nombre con fines promocionales—.
Así llegamos al debut de Greg Sestero como director, que además protagoniza, escribe y produce. Una película barata, normal y corriente esta “Miracle Valley”. En ella, un fotógrafo de aves se va con su pareja a ojear unas especies, cuando, en medio del desierto, topan con una siniestra secta que les complicará la existencia. Trama sencilla, mil veces vista y terriblemente insulsa en manos del novato director.
Sestero con esta película no quiere saber nada del estilo “The Room” ni de la serie Z en la que sobrevive como actor desde hace más de 20 años —recordemos que su primer papel relevante fue como joven André Toulong en una de las más sosas secuelas de “Puppet Master”, “Retro Puppet Master”—, por lo que deja entrever sus influencias que van desde el cine independiente de sectas (al estilo “Red State”, “El Infinito”) hasta el "rape & revenge" (según el director, tiene muy presente “Las colinas tienen ojos”) pasando por, obvia e irritantemente, Quentin Tarantino, al que no copia más porque no sabe y al que detectamos en los posmodernos títulos de crédito de “Miracle Valley”. También hay un poco de gore, porque Setero sabe que la chicha vende.
¿Cuál es el resultado de todo este mejunje? La nada más absoluta. Greg Sestero quiere hacer una película de corte personal, seria y con posibilidades de ser presentada en los diversos festivales de cine fantástico y/o independiente que pueblan el mapamundi. Es un tipo soso e insulso, casi dan ganas de darle una colleja para que espabile, y eso se transmite en una película cuya mayor virtud es que es tan aburrida, que cada 5 minutos nos vemos tentados a dar al stop de nuestro reproductor. Porque no pasa nada. Y aguardamos pacientemente, y sigue sin pasar nada. Y fin.
Sin embargo, es lo que podíamos esperar de un tipo como él. Lo contrario sería encontrarnos con una película vibrante y emocionante, porque eso iría contra natura, del mismo modo que no localizamos película de su colega Tommy Wiseau que, aun comedida, no sea excesiva, porque Wiseau es excesivo.
Lo que nadie puede negar es que, en ese sentido, ambos son auténticos autores.
Como sea, este “Miracle Valley” es lo peor de lo peor. Pero no lo peor de lo peor que hace risa, sino lo peor de lo peor que es inaguantable. Y eso es un handicap con respecto a las otras películas en las que el actor/director ha participado de alguna manera, porque en la sala en la que se proyecte no va a haber chascarrillos ni vítores, solo bostezos.
Sin embargo, y quizás por los tiempos que corren en el que los formatos cinematográficos se han estandarizado, técnicamente resulta bastante competente, por lo que no se la puede considerar una película genuinamente mala o cine "trash". Es sencillamente, un coñazo. Uno de los más grandes.
Por lo demás, Sestero se escribió el guion en tan solo 13 días, y se encarga de parte de la fotografía (que me parece cojonuda, lo que falla es el resto), demostrando que, al final, a rasgos generales no es un completo incapaz.
Durante la producción de “The Disaster Artist” de James Franco, Greg Sestero hizo buenas migas con los hermanos Franco, en concreto con el más desconocido de los tres, Tom, que se atreve a producir íntegramente la película, así como marcarse un cameito.
Insufrible. Véanla solo dependiendo de si su nivel de curiosidad es lo suficientemente alto como para enfrentarse a un collage realizado por los alumnos de educación especial de cualquier colegio concertado de la periferia.