martes, 14 de enero de 2025

NI TE CASES NI TE EMBARQUES

Cuando se habla de la primera película para lucimiento de Martes y 13 en formato trío, “Ni te cases ni te embarques”, se tiende a decir que es malísima y no hace honor al talento del grupo. A mí de chaval me encantaba, años después me pareció floja y anoche me volvió a parecer genial. Esto va como va.
Desde luego es graciosa y está entretenida, si bien es cierto que es una de esas películas que vende a su trío protagonista, en principio alejado del cine y, una vez se tiene el cartel que los anuncia, el producto resultante es lo de menos. Por eso, en el montaje hay secuencias que no tienen continuidad o que, directamente, se pasan la narración por el forro de las pelotas, porque la historia en el fondo da lo mismo.
No obstante,  me resulta una película curiosa y, fríamente, sentencio aquí que se trata, sin duda alguna, de la mejor de cuantas hicieron Martes y 13, muy por encima de “La loca historia de los tres Mosqueteros” de mi amado Mariano Ozores y, por supuesto, sustancialmente por encima de esos dos despropósitos de Álvaro Sáenz de Heredia que son “Aquí huele a muerto (Pues yo no he sido)” o “El Robobo de la Jojoya”, que, siendo más actuales que la que nos ocupa, sobreviven peor al implacable paso del tiempo. De chaval más o menos me gustaban ambas, pero vistas hoy… las películas de Martes y 13 como dúo son lo peor de lo peor, carentes de gracia y con una sobredosis de chascarrillos propios de los humoristas que ya son de otro tiempo (ergo, no funcionan).
Sin embargo “Ni te cases ni te embarques” aguanta algo mejor por varios factores, a saber; su intencionalidad. Quizá las películas al servicio de humoristas son un producto que se explotó más en los 90, por lo que en “Ni te cases ni te embarques” todavía no existía del todo ese pensar de convertir secuencias directamente en sketches, así, en lugar de tener una película de Martes y 13, tenemos a Martes y 13 en una película. Se trata de uno de esos films concebidos por Bermúdez de Castro para forrarse que, sí, está protagonizado por Martes y 13, pero que funcionaría igual de bien protagonizado por Antonio Ozores, Juanito Navarro o Raúl Sender, por ejemplo. Es ese tipo de cine de comedia español de los 80, solo que con el aporte juvenil y gamberro de Josema, Millán y Fernando.
Por otro lado, el estilo de los humoristas aún no se había definido del todo en 1982 —estaban empezando en verdad—, no eran ese muestrario de tics y chascarrillos que volvía loca a toda España y, aquí, podemos decir que más que haciendo humor, que lo hacen, están asumiendo la faceta de actores que coleaba desde sus inicios. Martes y 13 venían de tener una formación actoral, pero, sin duda, el que más se luce en esta película como tal es Fernando Conde, que se come a los otros dos caricatos con patatas. Asimismo, tenemos a un todoterreno tras las cámaras como es el director Javier Aguirre, rentando su profesión con las películas de Parchís en ese momento, haciendo un break para una cosa un poco más pequeña destinada a los cómicos de moda, mientras que en su tiempo libre le da a lo que realmente le gusta, que es el cine experimental. Tiene un guion endeble que él no ha escrito, pero coloca la cámara donde toca y dirige a los actores de manera más bien correcta, sin que se le rasguen las vestiduras por ello y sin hacer ningún esfuerzo. Otra cosa es que en el montaje hicieran el desbarajuste maravilloso que es esta película a nivel argumental, cuyo resultado el espectador no tiene en cuenta porque, al fin y al cabo, y aun siendo más cine que otras muestras posteriores del subgénero, el público natural, que es España entera, disfruta de los parabienes de Martes y 13 en una película.
Otro punto a favor, y que también se estilaría en productos del mismo corte a posteriori, es que, aunque es una película al servicio de unos cómicos muy famosos, se aprovecha para introducir a otros menos populares. Así, si en los vehículos para lucimiento de Chiquito de la Calzada teníamos a Bigote Arrocet acompañando al malagueño, en esta tenemos a una estupenda Beatriz Carvajal absolutamente desmelenada, interpretando a una gallega como ya solía hacer en sus intervenciones televisivas de la época. Añádanle una suerte de reparto de actorazos de primer orden haciendo los roles secundarios, como puedan ser Agustín González, Amparo Soler Leal, Alejandro Enciso o Luis Barbero. También tenemos por ahí a un niño pequeño que molesta a nuestros protagonistas y no es otro que Juan Diego Botto.
O sea, que al final "Ni te cases ni te embarques" se prodiga como una película muy divertida y desenfadada con la que uno se echa unas risas.
Aludiendo a la picaresca española, la cosa va de tres jóvenes parados que, para subsistir, tienen que recurrir a pequeños timos que siempre les salen mal. Hasta que un buen día, tras una serie de circunstancias, deciden abrir una agencia matrimonial, la excusa perfecta para que se sucedan toda suerte de disparatadas situaciones. No hay más.
Tontorrona y facilona, la película contiene desde gags muy graciosos hasta otros bastante vergonzantes, pero siempre dentro de un campo de acción agradable y entretenido, que se torna genial cuando roza lo políticamente incorrecto —mezclar un mismo gag discapacidad y homosexualismo, como sucede en un determinado momento,  no es moco de pavo — y eso que del humor del grupo no hay más que pinceladitas.
Se estrenó en el mejor momento de Martes y 13 como trío (antes de convertirse en fenómeno social tras la marcha de Fernando Conde) y llevó a los cines a una marabunta de personas, casi 800.000, sin que la película llegara a trascender en el imaginario popular como sí lo hicieron las que vendrían ya en su época de esplendor. Asimismo, Millán, en sus memorias “En mis 13”, decía que no se había hecho buen cine para Martes y 13 y esta película era una muestra de lo poco que se confiaba en ellos para el medio, diciendo que no les dejaron meter mano ni en el guion, ni en la dirección, ni en la elaboración de gags… ahora les digo yo ¿no presumís de que erais actores? Pues ahí tenéis una película en la que interpretáis, hacéis humor, y la paleta de colores es tan amplia que os desenvolvéis con trabalenguas, slapstick , humor visual y textual, por obra y gracia del equipo del señor Bermúdez de Castro, que por aquella época ya viajaba en "Rolls Royce". Yo creo que es un trabajo del que sentirse orgulloso más que del que renegar visto lo visto.
A reivindicar y redescubrir como la estupenda obra de derribo que es.