sábado, 5 de julio de 2025

PAGANINI HORROR

Mientras hace siete días veíamos al Luigi Cozzi más despendolado, hoy toca centrarse en el "profesional", el artesano cumplidor, el director de cosas ultra-mediocres destinadas únicamente a rejuntar unas cuantas buenas liras para morir olvidadas. Toca hablar de "Paganini Horror", concebida por el cineasta -recurriendo, según el mercado, al seudónimo habitual de Lewis Coates - en plena etapa gris de su trayectoria, dejando atrás aquellos títulos que, no por menos chuscos, le habían proporcionado velados momentos de notoriedad, y viendo un futuro -el suyo y el del negocio- bastante poco halagüeño (justificadamente, añado).
Un grupo de pop-rock horterísimo anda en crisis. No logran componer un gran "hit", lo que cabrea como una mona a su agente. En eso que el teclista consigue la partitura original de una pieza inédita compuesta en su día por el célebre violinista Niccolò Paganini, con la idea de adaptarla a sus maneras. La elección del músico les viene de coña -al grupo y a la película misma- ya que arrastra la leyenda de haber vendido su alma al demonio a cambio de capacidades y gloria.
Embriagados de entusiasmo, deciden contratar a un famoso director de películas de terror para hacerles un vídeo-clip chévere que rodarán, nada menos, en la misma mansión veneciana donde Paganini hizo el diabólico trámite y, ya puestos, asesinó a la parienta (esto último invención de la película). Como es de ley, al poco de andar por ahí retozando y dándole lustro al instrumental, aparecerá ¿el fantasma? del violinista con ganas homicidas y pasarán un montón de cosas raras, entre ellas la apertura de un portal al mismísimo infierno.
Bien, "Paganini Horror" viene fechada el año 1988, ya con el cine fantástico "fetuccini" -sobre todo aquel de naturaleza "explioter"- dando sus últimos estertores. Según datos consultados, Cozzi pretendía inyectar a la trama su obsesión con los universos paralelos y demás zarandajas metafísicas, pero el productor, el célebre Fabrizio de Angelis -a quien como mecenas debemos buena parte de lo mejor del terror italiano de los ochenta (incluidos "clásicos" de Lucio Fulci o Enzo G. Castellari) y otros tantos furruños como director bajo el alias de Larry Ludman- le dijo que se dejara de monsergas y rodara una de terror convencional. Extrañamente, la versión que he visto sí lleva parte de todo ese material, así pues, o se trataba de un "director´s cut" (cosa bien dudosa, no es algo que se estile entre artesanos del ítalo-"trash") o en el guion original de Cozzi el asunto era todavía más desmadrado. Este venía co-escrito a medias con una de las actrices del film, la legendaria -y ya bajo tierra- Daria Nicolodi, entonces ex esposa y ¿ex? mano derecha de Dario Argento, quien le había negado sus créditos en aquellas películas de autoría compartida, incluida la intocable "Suspiria". Dicha elección narrativa -lo de las dimensiones y bujeros astrales- se agradece, porque otorga a "Paganini Horror" un algo levemente distinto, sin caer en la monotonía propia del slasher que, en principio, parece. No obstante, tampoco la salva de ser el pedazo de mediocridad que finalmente es, condimentada por actores acartonados y limitados, diálogos idiotas, truculencia discretita, ausencia de tetismo e incapacidad de provocar ninguna sensación salvo la del aburrimiento más atroz en infinitas dosis cuánticas.
Luigi Cozzi pudo desquitarse poco menos de treinta años después, desvariando a gusto en  "Blood on Méliès´Moon". Algo es algo. Y, diré más, con todo lo "pura" que es "Paganini Horror" en su condición de "película de verdad" rodada a base de granulosos 35 milímetros y bla, bla, bla, me quedo con el despropósito digital posterior. Resulta bastante menos mortecino y denota el gozo que su director invirtió al realizarlo, todo lo contrario que el título ahora reseñado.
Por lo demás, pues un Donald Pleasence visto y no visto cumpliendo la papeleta a cambio de un bocata (luciendo esa sonrisilla golfa a la que solía recurrir para disimular las pocas ganas), un puñado de actores habituales de esta clase de materia (la negadísima Jasmine Maimone estuvo en "Demons", Pascal Persiano -gran apellido- en "Demons 2", Maria Cristina Mastrangeli repetiría en el futuro con el Cozzi más digital y Pietro Genuardi se prestaría a actuar en "Las puertas del infierno" de Umberto Lenzi o "Mi novia es un zombie" de Michele Soavi) y, como solía ser habitual, un maravilloso póster confeccionado -muy evidentemente antes de rodarse la película, pues la coincidencia de elementos es mínima- por ese "mostro" llamado Enzo Sciotti.