"Brad" y "Janet" han dejado de ser aquella pareja inocente recién casada que eran al arranque de "The Rocky Horror Picture Show" para convertirse en un matrimonio en crisis. Acuden a la grabación de un famoso programa de televisión dedicado a solventar esa clase de entuertos y, justo, terminan concursando. Durante la refriega, declaran enfermo mental a "Brad" y lo encierran en una institución (dispuesta en el mismo plató), mientras que "Janet" pasará a estrella mediática. Tras todo ello se oculta un misterioso personaje con intenciones altamente pérfidas.
Efectivamente, "Shock Treatment" es la "secuela", por así decirlo, del clásico de las sesiones a medianoche. Una que, irónicamente, todavía fracasó más en su paso por salas. Tanto que ha tardado muchos años -viene fechada en 1981, seis después de la otra- en recibir alguna clase de reconocimiento. O conocimiento, pues todavía los hay que ignoran su mera existencia. Siguiendo los mismos pasos de "Rocky Horror...", "Shock Treatment" nunca llegó a estrenarse legalmente en nuestro país, siendo reducida su difusión a sendos pases en una televisión digital, de cuando su precedente se hizo medianamente popular por acá y había cierta demanda. Ahí es donde yo la consumí por primera vez y, créanme, aunque como película en sí no me gustó demasiado, caí rendido a su banda sonora. Efectivamente, es tan musical como "Rocky Horror...", labor esta firmada en ambos casos por el talentoso Richard O´Brien (quien, igualmente, encarna un rol bastante más destacado esta ocasión. De hecho, suyo es el careto del cartel). Personalmente prefiero las composiciones que hizo para "Shock Treatment", tal vez porque gastan un toque algo más "new wave" -era la época después de todo-, tanto como para terminar pillándome el respectivo CD, que todavía conservo con cariño al lado de mis otros "musicales excéntricos" favoritos, la misma "Rocky Horror...", "El fantasma del paraíso" o "La tienda de los horrores".
O´Brien no es el único que repite. Hay unos cuantos más delante de la cámara (Patricia Quinn, Charles Gray, Nell Campbell...) y detrás, como el productor Lou Adler y el director Jim Sherman de extraña carrera, una a la que puso fin, más o menos, el fracasazo de "Shock Treatment". ¿¿Y por qué ello?? Bueno, hay quien dice que fue cosa de las expectativas. La peña esperaba más de lo mismo, y no, la película ahora reseñada es bastante diferente de "The Rocky Horror Picture Show", comenzando por el hecho de que sus dos protagonistas vienen interpretados por actores distintos. Susan Sarandon ya no quería saber nada del asunto, así que ficharon a la adecuadísima Jessica Harper, quien ya había dado buena cuenta de sus capacidades vocales en la mentada "El fantasma del paraíso". El "Brad" original, Barry Bostwick, sí estaba interesado, pero compromisos previos se lo impidieron, así que terminó sustituido por Cliff De Young, que encaja muy bien en el rol, le pone mucho interés (además, hace doble papel) pero no tuvo demasiada suerte el resto de su carrera. Basta decir que terminaría currando para "The Asylum".
Puede que también contribuyera al descalabro la trama. En realidad es muy sencilla, muy elemental, pero es el cómo está estructurada donde vienen los problemas. Richard O´Brien siempre se ha quejado de que ello se debió al exceso de reescrituras que sufrió el guion, uno destinado, principalmente, a ridiculizar la televisión y, también, el lado más conservador de la sociedad estadounidense. Y sí, "Shock Treatment" resulta algo caótica, confusa y estridente. Además, todo se desarrolla a gran velocidad y cuesta un pelín incluso no quedarse rezagado... aunque eso sería más bien una virtud, porque aburrida tampoco es. Si la desmelenada historia no te atrapa, lo harán sus barrocos decorados, el abuso de colores chillones (sobre todo rojo, a su vez en alto contraste con el muy presente blanco), los llamativos atuendos de algunos personajes (los mismos uniformes de los médicos), el continuo cambio de puntos de vista (mucha refilmación de pantallas de televisión) y el tono casi "cartoon" de todo ello. Nada realmente grave. De hecho, en mi más reciente revisionado me ha gustado bastante más. Es cierto que las canciones siguen siendo mi parte favorita (con especial preferencia por "In my own way" y "Breaking Out", el tema más "punkero" cortesía de unos ficticios "Oscar Drill and the Bits") y las escenas donde suenan están muy bien resueltas en un sentido visual (me mola especialmente la que acompaña a "Lullaby", rodada de una sola tacada -y a la primera toma- con la cámara desplazándose de una ventana a otra según les tocaba canturrear a los actores). Así que sí. Tenía preparado un chiste sobre que, a diferencia de lo habitual tratándose de musicales, en "Shock Treatment" sobran las escenas de diálogo, pero no, toda ella está muy decente y merecería una justa revalorización.
No obstante, sigo insistiendo que, si no han escuchado su banda sonora, se están perdiendo algo muy bueno. En un principio iba a convertir esta reseña en una dosis más de nuestros eventuales "Minutos Musicales", pero prefiero centrarme en soltar rollo respecto a la película y, si quieren saber cómo suena, se pasan por YouTube y buscan, que ya son ustedes mayorcitos.
Por cierto, uno de los actores secundarios es nada más y nada menos que Rik Mayall, quien pocos años después alcanzaría la gloria como comediante gracias a la serie "The Young Ones". En "Shock Treatment" pueden verle joven, pizpireto y cantando y bailando con soltura. El chaval era un portento, desde luego.