sábado, 23 de agosto de 2025

MAJARETA, LAS OBSESIONES DEL AUTOR DE "PINK FLAMINGOS"

Existen dos palabros que no me he cansado de teclear los últimos tiempos, vendido y mangante. Y aunque la cantidad de individuos merecedores de ambos calificativos son legión, en la mayoría de las ocasiones iban dirigidos a uno solo, John Waters. Sí, el director de "Pink Flamingos", "Cosa de Hembras", "Hairspray" o "Cecil B. Demente". Y, ya puestos, el autor del libro que vengo a reseñar hoy, "Majareta" (acompañado del subtítulo que encabeza esta entrada).
Antes de descubrir su verdadera naturaleza, y como joven y tonto que era, fui fan de John Waters. Justo, a esa vergonzante etapa de mi existencia pertenece el momento en el que decidí adquirir este libro, originalmente nacido como "Crackpot. The obsessions of John Waters" el año 1986, que no es otra cosa que una recolección de distintos artículos del cineasta publicados originalmente en revistas como "Rolling Stone" o la legendaria "National Lampoon". Pero antes de entrar en materia -y antes de sacarme el libro de encima mediante "Wallapop", a precio desvergonzadamente alto, por supuesto. Aquellos interesados no merecen un castigo menor-, y a modo de "aclaración y declaración final" del por qué considero vendido y mangante a John Waters, paso a la siguiente extensa introducción, una que publico acá con el afán de no tener que volver a insistir más en ello, ni tener que justificar mis ataques a un individuo tan INCOMPRENSIBLEMENTE querido y respetado en ambientes contra-culturales, o "undergrounds" o "indies", donde, por justicia, debería ser más repudiado e insultado que en ningún otro sitio. Pero, en fin, ya sabemos cómo funciona toda esta mierda.
John Waters destruyó el cine underground. Lo aniquiló. Plagiando sin decoro a los Hermanos Kuchar, pero añadiendo al caldo todos los ingredientes propios de un producto comercial destinado a complacer a la audiencia (elementos chocantes y provocadores, el humor facilón y la adecuada duración demandada por exhibidores), deformó la esencia del cine marginal, acercándolo al convencional, alcanzando el éxito y, por tanto, dando a un nivel generalista la imagen de que ESO era el underground. Y, claro, así "sí MOLA". Nada que ver con esas pelis raras y aburridas de colorines chisporroteando por la pantalla, o interminables planos de objetos inanimados. De esta guisa tan divertida, cafre y digerible -es decir, el John Waters style- "yo también quiero y puedo. Y de paso justifico mi incapacidad formal, porque lo imperfecto es COOL". Un principio que se ha repetido a lo largo de la historia con todos los movimientos contra-culturales, oscuros e ignorados por la masa embobada hasta que han tenido éxito a través de la edulcoración y, seguidamente, han sido amoldados, deformados y comercializados para acabar convertidos en lo supuestamente oficial, influyendo sobre todo en las generaciones posteriores, tan jóvenes, impresionables y, por ende, tan gilipollas, que, partiendo de una base ya equivocada en sus preceptos, se han limitado a añadir más leña al fuego hasta mutarlo de tal manera que, como más se acumulan los años, menos reconocible resulta.
Gracias a ello, y gracias a John Waters, el cine underground se convirtió en sinónimo de transgresión de saldo, escatología y escándalo. Nunca con un fin sincero y/o "respetable", del tipo "defender la libertad de expresión" ni nada parecido. Simplemente se trataba de llamar la atención del "Media". De búsqueda de fama. Y es que no hemos de olvidar que John Waters era un niño pijo habitando los barrios altos de Baltimore, e hizo, básicamente, lo que siempre hacen los adinerados, mangar a aquellos situados en cierta penumbra (en este caso los Kuchar, que habitaban el Bronx y eran de clase humilde), rebozar lo hurtado en comercialidad y lanzarlo con ayuda de un considerable respaldo económico. Si a la ecuación sumamos la favorable respuesta de un público eminentemente imbécil, ignorante y maleable, dispuesto a reírle las gracias al que tira del chiste más obvio, o el camino más corto, o el pedo más sonoro, pues misión cumplida. John Waters devino el personaje famoso que soñaba en ser. Y eso es lo que le ha toca arrastrar el resto de una carrera que, inevitablemente, ha ido en declive, porque jamás hubo verdadero amor tras nada de todo aquello. Llegado el momento, puso el culo perfectamente en pompa para complacer al estudio de rigor -véanse "Hairspray" o "Cry-Baby"-, pero la cosa no cuajó e intentó regresar a unas esencias tan prostituidas que ni siquiera él fue capaz de replicar -véanse "Los asesinatos de mamá", "Pecker" o la última, "Los Sexoadictos"-. Y, por ello, sus películas han ido de mal en peor y de peor en fatal. Pero a él le da igual, le "impogta un cagajo", porque consiguió lo que quería. Y se presta feliz, interpretando su papel de "rey del mal gusto", riéndole las gracias al mainstream cuando este, desinformado, superficial y perezoso como es, se queda con la etiqueta más elemental. Así pues, no debe de sorprendernos ver a John Waters en fiestas llenas de VIPs y sonrisas "Profident" o dándole la réplica a un roedor de CGI que confiesa haber visto "Pink Flamingos" en una de las películas de "Alvin y las ardillas". Cuando Hollywood necesita a alguien que represente lo transgresor y provocador de forma suficientemente segura y "limpia", acuden al director de "Vivir Desesperadamente" quien, como buen perrito, obedecerá esperando su hueso. Lamentable pirueta que parece no afectar a los enemigos de la llamada "Meca del Cine", supuestamente atrincherados en la contra-cultura, lamiendo con delectación los orines de Waters, sin cuestionarle nada, y con la misma complacencia que lamen los de otra rata vendida a la que hacen la vista gorda, Lloyd Kaufman
Era especialmente crispante en los 90 ver fanzines -patrios- con aspiraciones de ser los más "cool" de la estantería a base de "undergroundismo", echar mano del careto de John Waters para la portada. No había una elección más obvia, fácil y desinformada posible (junto a tantas otras temáticas recurrentes del periodo como Russ Meyer, Joel-Peter Witkin, "Nekromantik", etc, etc)
El colmo de los colmos ha sido descubrir recientemente que cierta platea gay -aquella especialmente devota de Waters y, obvio, Divine- incluye al cineasta como víctima JUNTO A LOS KUCHAR como blanco de sendos expolios por parte de otros directores. Ignorando, o no queriendo ver, que el primero en mangar -de aquellos- es, ha sido y siempre será el mismo John Waters. ¡¡Manda cojonazos!!.
Dicho ello, toca centrarse en los contenidos de "Majareta". Por supuesto sería absurdo esperar una reseña complaciente y ultra-positiva por mi parte. He leído -segunda vez en mi vida- perfectamente condicionado por todo lo expuesto. Aún así, voy a intentar que ello no domine demasiado mis emociones.
Al ser una recolección de textos, pues pasa lo mismo que con cualquiera de su naturaleza, los hay mejores y peores. Personalmente he preferido aquellos más versados en el cine, la única pasión que comparto con el director de "Cry-Baby". Y me han sobrado los más alejados de la materia, especialmente cuando roza la ficción.
El respectivo desglose quedaría del siguiente modo:

"La visita a Los Ángeles de John Waters": Waters nos habla de aquellos antros peculiares que visitar en Los Ángeles. Naturalmente, la cosa pretende ir de contra-guía turística, aunque no menciona de ningún lugar que despierte mi interés.

"¿Dónde está el talento creativo?": Uno de los mejores artículos, básicamente centrado en las artes de los cineastas "exploitation", o de bajo presupuesto, para promocionar sus películas en los años 50 y/o 60, con especial fijación en uno de los héroes del autor, William Castle.

"Relato Cortante (101 cosas que odio)": Lo más parecido a ficción que hay en el libro y, en resumidas cuentas, una chorrada.

"La historia de Pia Zadora": Aquí Waters ejerce de reportero y entrevista a la actriz, conocida por sus supuestas malas películas, entre ellas "The Lonely Lady", comentada por Víctor en su día. Del montón.

"En la cárcel": Ya conocen el interés del director de "Pink Flamingos" por los criminales. Tanto como para, en una ocasión, ejercer de profesor de cine en algunos centros penitenciarios. Aquí cuenta la experiencia y trata de justificarse un poco.

"Relato Optimista (101 cosas que amo)": Tan chorra y prescindible como el otro.

"Ganarse la cena cantando": Primero nos habla de viejas salas de strip-tease y luego se centra en sus desventuras dando conferencias y visitando extraños festivales. Bien, interesante.

"Por qué me gusta el National Enquirer": Cumpliendo con su imagen ¿premeditada? de amante del mal gusto y la horterada, Waters confiesa lo mucho que ama una publicación normalmente considerada puro amarillismo de tercera.

"¡Señoras y señores... los chicos más majos de la ciudad!": Aquí se enrolla a fondo respecto al programa televisivo de baile para adolescentes que inspiró la trama de "Hairspray". Del montón.

"Cómo hacerse famoso": Otro de los eminentemente chorras. Waters ofrece varias opciones para lograr la fama, todas ellas supuestamente transgresoras y graciosas.

"Placeres Culpables": Puede que este sea mi favorito. El autor reconoce abiertamente que le mola el cine de arte y ensayo más radical, y comenta algunos de sus títulos preferidos de manera desenfadada. El único que me ha dejado con ganas de más.

"Por qué me gustan las Navidades": Supongo que podemos tildar de cínico este texto. Ya sabemos lo falso que es John Waters. A diferencia de él, a mi las Navidades me encantan de modo real y honesto. No obstante, el artículo está entre los simpáticos.

"Cómo no hacer una película": El cineasta habla de sus trifulcas en Hollywood, buscando financiación y procurando producir éxitos. Siendo mi tema predilecto, y a pesar de quien lo firma, es de los disfrutables.

"Je vous salue, Marie!": Prolongando un poco el de "Placeres Culpables", Waters se centra en este film de Jean-Luc Godard que, como sabrán algunos, fue un auténtico escándalo en su época. Reflexiona al respecto con su habitual sorna. Bien, interesante.

"Harto de famosos": Harto de John Waters, llegamos al final con un artículo en el que, una vez más, saca a la cotilla que lleva dentro y comenta chascarrillos sobre famosos o famosillos. Sin más. Pasable.

En resumidas cuentas: Si no eres fan de John Waters, o tu interés por su persona está dentro de lo racional, puedes pasar un ratillo majo leyendo y luego lo devuelves a la biblioteca, lo regalas, lo vendes o lo tiras. No creo que valga la pena repetir.
Si, por el contrario, eres fan... bueno, no deberías estar leyendo este blog.