“Mala uva” sería un ejemplo de ese cine español de presupuesto medio-bajo que se estiló durante la década de 00 y que pobló las carteleras de nuestras salas comerciales en periodos no superiores a una semana. Si llegaban a una segunda semana de exhibición, era compartiendo pantalla con otra película que, con mucha más vida, ya estaba dando sus últimos coletazos. En definitiva, no acudía a verlas ni el Tato. Pero se facturaron unas cuantas de esta categoría. Categoría que, quizás, han tenido que pasar de 18 a 20 años para que, retrospectivamente, seamos conscientes de que existía (lo del presupuesto medio-bajo) y que, cuajadas de ayudas de diferentes entidades gubernamentales o no, si consultamos los datos de estas películas en la base del Ministerio de Cultura, nos escandalizaremos al ver que, ni tan siquiera, llegaban a cubrir sus presupuestos. Es más, la mayoría de las veces no se llegaba a recaudar ni la mitad de lo que habían costado —y eso que obviamos en estas recaudaciones los pases fantasma que se programaban con el fin de llegar al mínimo de recaudación necesario para recibir más subvenciones, que ese sería otro tema—.
Al margen de estos tejemanejes, las películas, películas son, y en ningún caso estas pueden quedar exentas (o sí) de interés.
Así, llegamos a esta “Mala uva” del año 2004 cuya repercusión en su momento fue visto y no visto, así como a día de hoy es una película casi invisible.
Se trata de una suerte de comedia negra en la que un ex asesino a sueldo retirado se ve en una situación económica complicada; invirtió en viñedos que se han visto destrozados por culpa de un gusano que arrasa con las cosechas. Por otro lado, y en esta tesitura, es extorsionado por antiguos clientes que le requieren para un último trabajo: Tiene que vigilar a cierto individuo y, si se le ordenarse, matarlo. Si se niega, harán llegar a la policía un dossier con sus actividades pasadas como asesino a sueldo. No le queda más remedio entonces, que completar el trabajo. Durante su vigilancia, nuestro protagonista vivirá toda serie de estrafalarias situaciones, que van desde lidiar con vecinos de lo más desquiciados a enamorarse de una policía que, de alguna manera, le complicará el desempeño de su último trabajo.
Dirigida por Javier Domingo, que tras un par de cortos debutaba para la gran pantalla, y con un libreto escrito por él mismo al que el protagonista, el propio Sancho Gracia, le pega unos últimos retoques, “Mala uva” es una película muy extraña, primero porque es confusa e imperfecta, y segundo porque es lineal en su desarrollo. Y nunca pasa nada. Así que básicamente nos encontramos ante una película en la que Sancho Gracia se encuentra con gente, charla con ellos del tiempo y, eventualmente, apunta con un rifle a un individuo del edificio contiguo al que Sancho Gracia se encuentra. El desenlace, de lo más tonto, se resuelve con un gag estúpido, y aquí paz y después gloria.
Sin embargo, no puedo decir que sea una mala película, porque, ante la extrañeza de la historia que se nos cuenta y la serenidad con la que se ejecuta, uno la ve entera sin mayores estridencias.
Otro punto curioso es la elección de los actores. El casting de “Mala uva” está compuesto por actores veteranos (Sancho Gracia, Terele Pavez, Asunción Balaguer o Agata Lys) con otros más jóvenes (Aina Clotet, Carles Gilabert o Fernando Aguilar) con una característica en común en esta película: Quizás por la falta de experiencia del director Javier Domingo con los actores, estos en algunas escenas nos ofrecen interpretaciones estupendas (en el caso de Sancho Gracia, alguna antológica, como cuando maldice asomado a la ventana…) que se van combinando con otras bochornosas en las que, más que interpretar, los actores parece que estén leyendo (incluido aquí también Sancho Gracia). Pero esa irregularidad interpretativa contribuye al aire de extrañeza que desprende toda la película, así que, al menos como rareza, esto acaba beneficiándola. Caso aparte sería la aparición estelar de Gurruchaga, en su línea y siempre eficaz, o ese actor pelirrojo tan bueno y tan desaprovechado como es Enrique Martínez que, actoralmente, se prodiga como lo mejor de la película.
Por lo demás, todo esto que les cuento, no acaba siendo en absoluto relevante como para que esta cinta trascienda como título de culto, raro, misterioso o desperado, sino como una del montón —con cierta gracia—, aséptica, discreta, de las muchas que se rodaron en aquellos años y que ya irán desfilando por aquí de vez en cuando. El interés de estas radica en que no se acuerda de ellas ni Dios. Pero yo, sí.
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lunes, 17 de enero de 2022
viernes, 28 de enero de 2022
¡HASTA AQUÍ HEMOS LLEGADO!
Otra de esas películas de los primeros años de la década 00 facturada como si de un churro se tratase. Y en este caso nunca mejor dicho, porque la película, cancelada y silenciada a día de hoy como si se tratara de una maldición del diablo, es mala a rabiar, técnicamente incompetente y artísticamente subnormal. Esto no sería sorprendente de no ser porque tras la dirección se esconde la prestigiosa guionista Yolanda García Serrano, ganadora de un premio Goya en los 90 por el guion de “Todos los hombres sois iguales” y eficaz colaboradora de gente como Joaquin Oristell o Manuel Gómez Pereira.
García Serrano debutó en la dirección de películas en el año 1997 con el film “Amor de hombre” para el que contó con la pluma de Juan Luis Iborra a la hora de confeccionar el guion. Después vendría “Km. 0”, una película de esas que en su momento resultaban solventes, pero que vistas a día de hoy nos queda claro que de solventes, nada. De hecho, me hizo mucha gracia una reseña extranjera de la película en Letterboxd que decía qué “era como una película porno, pero sin el porno”. García Serrano ahí tampoco estaba sola, contaba, una vez más, con la ayuda de Iborra. “¡Hasta aquí hemos llegado!” sería la primera vez que se enfrenta ella solita a una película encargándose del guion y de la dirección. De tan horrorosa que es, tan mal montada y tan desastrosa, uno diría que algo falla tras las cámaras. Desde luego, nada tiene que ver con sus dos incursiones en la dirección anteriores, ni el guion puede competir con el de sus otras comedias colaborativas y para todos los públicos. Y es que, como diría Pumares, las otras películas se las debió hacer un primo, porque cuando García Serrano se queda completamente al mando, sucede “¡Hasta aquí hemos llegado!”. Cualquiera diría que es una broma de mal gusto. Para redondear la faena, le otorga un papel protagonista al asqueroso de Carlos Sobera, que encima, como si de Jean Claude Van Damme en “Doble Impacto” se tratara, no sale de plano puesto que interpreta a dos gemelos. Sobera interpreta ambos papeles como si estuviera presentando un programa de televisión, y así pasó, que un par de años después triunfaría precisamente presentando concursos. Y ahí sigue el muy cabrito. Así que esta película es ideal para ver si se odia a Sobera.
La cosa va de un insoportable individuo de alto copete al que le va la vida fatal. Se acuesta con la mujer de su jefe porque su mujer se acuesta con un psicólogo, su hija no le hace ni puto caso y, para más inri, un buen día descubre que la empresa para la que trabaja le ha convertido en cómplice de una estafa. El individuo, lejos de amilanarse, decidirá darle la vuelta a la tortilla y destapar el entramado, al mismo tiempo que intentará recuperar la confianza de su familia de la manera más estúpida posible: Haciéndose pasar por un hermano gemelo que tiene. Y encima, le sale bien.
Posiblemente de las películas que más me ha costado ver enteras en mucho tiempo. Tan mala en todos los aspectos que me pregunto cómo Yolanda García Serrano, miembro respetable de las elites del cine español, cuando vio el corte final, no reculó a la hora de estrenar esto o, al menos, firmarla bajo seudónimo a lo Alan Smithee. O por lo menos, saber su opinión sincera sobre la película. El caso es que, aunque eventualmente, a posteriori, ha dirigido algún corto, algún episodio de algo televisivo o un segmento en la película “¡Hay Motivo!”, no ha vuelto a meterse en el embolao que supone dirigir un largometraje, quizás porque gracias a “¡Hasta aquí hemos llegado!” se ha dado cuenta de que dirigir a lo bestia, sin ayuda de nadie, no es lo suyo. Como fuere, sigue escribiendo para infinidad de películas o series, que eso sí se le da bien.
El esfuerzo (o no esfuerzo) de llevar la película a cabo dio lo mismo, porque en cines congregó a los casi 50.000 espectadores de rigor en una producción de estas características, lo que traducido a mi idioma significa que en realidad la verían, como mucho, un par de miles de personas. Ustedes ya me entienden.
En el reparto junto a Sobera, hacen lo que pueden Natalia Dicenta, que posiblemente sea una de las actrices con más morbo de este país, Elisa Matilla, Javier Pereira muy jovencito y Sancho Gracia haciendo de Sancho Gracia.
García Serrano debutó en la dirección de películas en el año 1997 con el film “Amor de hombre” para el que contó con la pluma de Juan Luis Iborra a la hora de confeccionar el guion. Después vendría “Km. 0”, una película de esas que en su momento resultaban solventes, pero que vistas a día de hoy nos queda claro que de solventes, nada. De hecho, me hizo mucha gracia una reseña extranjera de la película en Letterboxd que decía qué “era como una película porno, pero sin el porno”. García Serrano ahí tampoco estaba sola, contaba, una vez más, con la ayuda de Iborra. “¡Hasta aquí hemos llegado!” sería la primera vez que se enfrenta ella solita a una película encargándose del guion y de la dirección. De tan horrorosa que es, tan mal montada y tan desastrosa, uno diría que algo falla tras las cámaras. Desde luego, nada tiene que ver con sus dos incursiones en la dirección anteriores, ni el guion puede competir con el de sus otras comedias colaborativas y para todos los públicos. Y es que, como diría Pumares, las otras películas se las debió hacer un primo, porque cuando García Serrano se queda completamente al mando, sucede “¡Hasta aquí hemos llegado!”. Cualquiera diría que es una broma de mal gusto. Para redondear la faena, le otorga un papel protagonista al asqueroso de Carlos Sobera, que encima, como si de Jean Claude Van Damme en “Doble Impacto” se tratara, no sale de plano puesto que interpreta a dos gemelos. Sobera interpreta ambos papeles como si estuviera presentando un programa de televisión, y así pasó, que un par de años después triunfaría precisamente presentando concursos. Y ahí sigue el muy cabrito. Así que esta película es ideal para ver si se odia a Sobera.
La cosa va de un insoportable individuo de alto copete al que le va la vida fatal. Se acuesta con la mujer de su jefe porque su mujer se acuesta con un psicólogo, su hija no le hace ni puto caso y, para más inri, un buen día descubre que la empresa para la que trabaja le ha convertido en cómplice de una estafa. El individuo, lejos de amilanarse, decidirá darle la vuelta a la tortilla y destapar el entramado, al mismo tiempo que intentará recuperar la confianza de su familia de la manera más estúpida posible: Haciéndose pasar por un hermano gemelo que tiene. Y encima, le sale bien.
Posiblemente de las películas que más me ha costado ver enteras en mucho tiempo. Tan mala en todos los aspectos que me pregunto cómo Yolanda García Serrano, miembro respetable de las elites del cine español, cuando vio el corte final, no reculó a la hora de estrenar esto o, al menos, firmarla bajo seudónimo a lo Alan Smithee. O por lo menos, saber su opinión sincera sobre la película. El caso es que, aunque eventualmente, a posteriori, ha dirigido algún corto, algún episodio de algo televisivo o un segmento en la película “¡Hay Motivo!”, no ha vuelto a meterse en el embolao que supone dirigir un largometraje, quizás porque gracias a “¡Hasta aquí hemos llegado!” se ha dado cuenta de que dirigir a lo bestia, sin ayuda de nadie, no es lo suyo. Como fuere, sigue escribiendo para infinidad de películas o series, que eso sí se le da bien.
El esfuerzo (o no esfuerzo) de llevar la película a cabo dio lo mismo, porque en cines congregó a los casi 50.000 espectadores de rigor en una producción de estas características, lo que traducido a mi idioma significa que en realidad la verían, como mucho, un par de miles de personas. Ustedes ya me entienden.
En el reparto junto a Sobera, hacen lo que pueden Natalia Dicenta, que posiblemente sea una de las actrices con más morbo de este país, Elisa Matilla, Javier Pereira muy jovencito y Sancho Gracia haciendo de Sancho Gracia.
lunes, 11 de enero de 2021
TOCANDO FONDO

El guion es francamente malo, tomando para sí todos los clichés de la comedia española clásica, como emulando a los tiempos del destape, pero olvidándose de construir una trama de enredo, quizás por estar rodada en plenos 90 y no querer desviarse del estilo de comedia imperante en el cine español de la época. Es como si Cuerda estuviera haciendo una película que le importa un bledo. Es toda ella tan mala, que el resultado final del film es, tan solo, un muestrario de escenas. Y esto no la deja exenta de ser una curiosidad interesante.
“Tocado Fondo” toma, como acontecimiento social del que servirse, la crisis vivida por el país en los años noventa que, dicho sea de paso, fue una tontería comparada con la que estamos viviendo actualmente. Fulgencio (que nombre de protagonista más “ozoriano”, por cierto) es un joven de provincia que, teniendo en Madrid a su novia licenciada en veterinaria trabajando, decide trasladarse a la capital con el fin de empezar a trabajar en el negocio de su tío. Este posee un almacén de productos de papelería que está más lleno de abrigos de pieles, latas de fabada o animales vivos que del material del que principalmente se sustenta, y es que el señor tío se está enriqueciendo gracias a la crisis existente, haciendo chanchullos varios con mercancías de toda índole. Y listo.
“Tocando Fondo” fue concebida sobre el papel bajo el título de “Crisis”, pero el Ministerio de Cultura no permitió este título, en principio, para no coincidir con una película francesa llamada igual, aunque creo intuir que podría ser por cautela; no resultaba muy oportuno una película titulada “Crisis”, dada la crisis que el país atravesaba. Así pues, finalmente se tituló “Tocando Fondo” y, para mantener incólume el espíritu de la película, a este se le añadió el subtítulo “La película de la crisis”, resultando esto igual de incauto que el título inicial, pero de mayor comicidad.
Con todo el desbarajuste, resulta una comedia efectiva sin ser una cosa disparatada y que, gracias a sus millones de defectos y chapuzas, a día de hoy cobra un valor trash añadido, que en su momento no poseía.
Contradictoriamente, José Luis Cuerda, afirmó durante la rueda de prensa en su estreno, que se trataba de una película de la que estaba plenamente satisfecho, y no como con “El bosque animado” de la cual quedó insatisfecho a los pocos minutos de verla proyectada para el público —curiosamente, hoy, “El bosque animado está considerada un clásico de nuestro cine, mientras que de “Tocando Fondo” no se acuerda ni el Tato—. Quizá lo dijo en beneficio de la (truncada) carrera comercial de la película. También pecó de arrogante al afirmar con total convicción que con “Tocando Fondo” había realizado una película dentro de los registros de Billy Wilder. Con dos cojones. Sin embargo, muchos años después, poco antes de su fallecimiento, en una entrevista en la que se le preguntaba por todas sus comedias, al llegarle el turno a “Tocando Fondo”, el director, intentando pasarla por alto, afirmaba que no recordaba nada del rodaje de aquella película.
El reparto destaca por la sensación que dan todos los actores de estar ahí por el cheque, porque si Antonio Resines, como el dueño de este almacén de la discordia está dentro de lo que se puede esperar de él y resulta efectivo, también es cierto que Jorge Sanz, posiblemente sea uno de los peores actores de este país y, aquí muy particularmente, está para matarlo. Hay una escena en la que tanto el personaje de Jorge Sanz como el de Resines se emborrachan, desembocando esto en un diálogo de corte filosófico-etílico-barato, que provoca bochorno.
Asimismo, Icíar Bollaín, actriz que todavía no había desempeñado la tarea de directora por la que hoy es famosa —de hecho, ese mismo año rodaría el que fue su segundo cortometraje, “Los amigos del muerto”—, está igualmente espantosa. Eso sí, podemos ver sus domingas al aire, que son chupadas por Jorge Sanz en una escena de un gratuitísmo feroz. También tenemos como secundario a Manuel Alexandre. Completan el cast Sancho Gracia, Lola Baldrich y Fiorella Faltolyano, todos actuando con una desgana que casi dan ganas de invitarles a una mariscada, a ver si así se animan.
Si pueden échenle un ojo. No les hará ningún mal
martes, 30 de noviembre de 2010
SIN DIOS

Un tele-predicador evangelista y su esposa, deciden llevarse el negocio a Los Ángeles, donde compran una casa, que de primeras, está llena de Punks que no se quieren marchar. Pronto la cosa degenera, haciendo esta parejilla unos ritos Satánicos y ya la película se convierte en una cosa que no hay por donde cogerla. Hasta el mismo Satanás aparece por ahí para mordisquearle la cara a un adorador suyo.
Comienza la película y por su factura, e incluso por el aspecto de los actores, da la sensación de que estamos viendo una película setentera. Todo indica que es de esa época, pero no. Al ver los títulos finales, resulta que estamos viendo una película nada menos que de 1991.Luego, yo me pregunto ¿Es que está ambientada en los años 70? No creo, entonces, ¿Cómo es posible?
Lo cierto es que la película se desarrolla en un ambiente de comedia, el cual no logro detectar si voluntario o no (aunque tiene toda la pinta de que si) que me pone especialmente nervioso, precisamente por eso, por no poder detectarlo. A eso hay que sumarle el estúpido Satanás que aparece en la película, que surge a través de un pentágono, se pasea un poco ante sus atomitos adoradores, hace un poco el cabra y se larga (¡). Su aspecto es del todo desternillante, pero, insisto, no se si intencionadamente o no.
La dueña de la casa a la que los protas se mudan, tiene un hijo obeso, un niño interpretado por un adulto, o eso figura ser, o es que interpreta a un retrasado mental, que también podía ser, que en cada escena de las muchas en las que aparece, sale disfrazado de un súper héroe diferente, se suelta un par de chorradas y acaba, también, adorando a Satán. Todo esto sería lo más destacable de la peli, por que por lo demás, aún con un par de momentos verdaderamente delirantes, lo cierto es que ofrece poca cosa, amén de lo poco truculenta que resulta, a pesar de lo terrorífico del asunto que trata.
De título original SPEAK OF THE DEVIL, llega a nuestras tiendas con el título con el que es conocida en Alemania, THE UNGODLY, pero yo me quedo con el Español, mucho más coherente con la película, SIN DIOS, y es que efectivamente, la película es eso, un “Sin Dios”.
Dirige el cotarro un directorcillo Alemán de octava categoría, con un par de productos de estos changos sin gracia llamado Rápale Nussbaun, al que se le sitúa como responsable de una cosa titulada THE AMOROUS ADVENTURES OF DON QUIXOTE AND SANCHO PANZA.
Dos años después de esto, estiró la pata. Contento debía estar.
lunes, 4 de marzo de 2024
CUBA LIBRE
Otro de esos films españoles a medio camino de ninguna parte, tan propios de la década 00, sería este “Cuba libre” que si bien su paso por las pantallas fue efímero, mediáticamente sí tuvo algo de revuelo al tratarse de una de las últimas películas que protagonizó José Luis López Vázquez. Sin embargo, esto es un pequeño despropósito desprovisto de gracia que se saldó con una asistencia de tan solo 53.000 espectadores a las salas donde se estrenó.
Cuenta la historia de un grupo de ocupas capitaneado por un anciano de 80 años, que realizan sus actividades culturales en la casa que mantienen ocupada. Durante la celebración del cumpleaños del anciano, son desalojados, por lo que, huyendo de la policía, acaban introduciéndose en la embajada cubana, justo el día que Fidel Castro convoca elecciones democráticas. Ante la confusión reinante, se cerrarán las puertas de la embajada, dando pie a distintas situaciones entre los funcionarios y los ocupas.
Durante poco menos de una hora y cuarto, el espectador es testigo de una sucesión de secuencias que, al igual que la película misma, no llevan a ninguna parte. No obstante, nunca nos aburrimos en demasía gracias a lo bochornoso de muchas de las situaciones que provocan risa involuntaria, y a la presencia de López Vázquez, ya muy mayor y cierta dificultad para recordar diálogos, pero da lo mismo, porque a cada aparición suya, la película mejora. Sin embargo, uno se lleva las manos a la cabeza con algunas elecciones de casting, porque no todos están tan dignos como él.
El director, Raimundo García, cuya filmografía la componen trabajos en los que ejerció de director de segunda unidad, ha hecho tres o cuatro cosillas dentro de las que se encuentran algunos capítulos de la serie “Al salir de clase”. De esta manera, el elenco completo de punks y perroflautas que protagonizan la cinta son interpretados por actores provenientes directamente de esa serie, con un perfil tirando más a pijo, por lo que resulta la panda de ocupas menos creíbles de la historia. Daniel Huarte, al que en la vida real situamos con camisas Spagnolo y cazadoras de caza, aparece aquí con guerrera militar ¡y rastas! de modo que parece un tipo disfrazado en carnaval, así como Rodolfo Sancho se casca un graffiti de estilo hiphopero (todos ahí confunden velocidad con tocino) que no le pega ni al personaje, ni al intérprete, ni a nadie con esas pintas de joven conservador. Pero más allá de eso, la película transcurre liviana, con la presencia de actores cubanos como el gran Ildefonso Tamayo o Kimbo en las secuencias de la embajada para, de pronto, terminar de una manera poco clara y abrupta, por lo que nos quedamos viendo los títulos de crédito y preguntándonos que demonios ha pasado ahí. Es, a todas luces, una película mal hecha.
A modo anecdótico, destacar las presencias en papeles importantes de Caco Senante, el cantante tinerfeño que durante la década de 00 hizo sus pinitos como actor, aquí interpreta a un alto cargo de la embajada cubana con un acentazo canario que ni tan siquiera se molesta en esconder porque es muy parecido al cubano, o Javier Gurruchaga, dando vida estupendamente a un comisario de policía implicado en el desalojo de la casa ocupa y que, casualmente, es padre de uno de los perroflautas.
En cuanto a Raimundo García, en el año del rodaje de “Cuba libre”, 2005, ya había dado por finiquitada una trayectoria encomiable como director de segunda unidad, y finalizaría su incursión en la dirección de films comerciales con esta cinta, no sin dedicarle poco después un documental al futbolista Quini, titulado “El brujo frente al espejo”.
“Cuba libre” sería una de esas películas españolas más malas que la quina, rodadas en los dosmil, de las que no se acuerda ni dios y vengo reseñando de un tiempo a esta parte. "Cuba Libre" no sería especialmente aburrida… pero le va a la zaga.
Cuenta la historia de un grupo de ocupas capitaneado por un anciano de 80 años, que realizan sus actividades culturales en la casa que mantienen ocupada. Durante la celebración del cumpleaños del anciano, son desalojados, por lo que, huyendo de la policía, acaban introduciéndose en la embajada cubana, justo el día que Fidel Castro convoca elecciones democráticas. Ante la confusión reinante, se cerrarán las puertas de la embajada, dando pie a distintas situaciones entre los funcionarios y los ocupas.
Durante poco menos de una hora y cuarto, el espectador es testigo de una sucesión de secuencias que, al igual que la película misma, no llevan a ninguna parte. No obstante, nunca nos aburrimos en demasía gracias a lo bochornoso de muchas de las situaciones que provocan risa involuntaria, y a la presencia de López Vázquez, ya muy mayor y cierta dificultad para recordar diálogos, pero da lo mismo, porque a cada aparición suya, la película mejora. Sin embargo, uno se lleva las manos a la cabeza con algunas elecciones de casting, porque no todos están tan dignos como él.
El director, Raimundo García, cuya filmografía la componen trabajos en los que ejerció de director de segunda unidad, ha hecho tres o cuatro cosillas dentro de las que se encuentran algunos capítulos de la serie “Al salir de clase”. De esta manera, el elenco completo de punks y perroflautas que protagonizan la cinta son interpretados por actores provenientes directamente de esa serie, con un perfil tirando más a pijo, por lo que resulta la panda de ocupas menos creíbles de la historia. Daniel Huarte, al que en la vida real situamos con camisas Spagnolo y cazadoras de caza, aparece aquí con guerrera militar ¡y rastas! de modo que parece un tipo disfrazado en carnaval, así como Rodolfo Sancho se casca un graffiti de estilo hiphopero (todos ahí confunden velocidad con tocino) que no le pega ni al personaje, ni al intérprete, ni a nadie con esas pintas de joven conservador. Pero más allá de eso, la película transcurre liviana, con la presencia de actores cubanos como el gran Ildefonso Tamayo o Kimbo en las secuencias de la embajada para, de pronto, terminar de una manera poco clara y abrupta, por lo que nos quedamos viendo los títulos de crédito y preguntándonos que demonios ha pasado ahí. Es, a todas luces, una película mal hecha.
A modo anecdótico, destacar las presencias en papeles importantes de Caco Senante, el cantante tinerfeño que durante la década de 00 hizo sus pinitos como actor, aquí interpreta a un alto cargo de la embajada cubana con un acentazo canario que ni tan siquiera se molesta en esconder porque es muy parecido al cubano, o Javier Gurruchaga, dando vida estupendamente a un comisario de policía implicado en el desalojo de la casa ocupa y que, casualmente, es padre de uno de los perroflautas.
En cuanto a Raimundo García, en el año del rodaje de “Cuba libre”, 2005, ya había dado por finiquitada una trayectoria encomiable como director de segunda unidad, y finalizaría su incursión en la dirección de films comerciales con esta cinta, no sin dedicarle poco después un documental al futbolista Quini, titulado “El brujo frente al espejo”.
“Cuba libre” sería una de esas películas españolas más malas que la quina, rodadas en los dosmil, de las que no se acuerda ni dios y vengo reseñando de un tiempo a esta parte. "Cuba Libre" no sería especialmente aburrida… pero le va a la zaga.
viernes, 10 de marzo de 2023
COSA DE BRUJAS
Otro de esos títulos españoles mediocres de la primera mitad de la década 00 que llegaban a nuestras salas un tanto sin saber por qué, y que el público olvidaba tan pronto como salía de la sala. “Cosa de brujas” destaca especialmente por una interpretación absolutamente subnormal por parte de Antonio Hortelano —que da vida a un mensajero un poco cortito… pero no tanto como él lo hace parecer— y la sensación inicial de que podemos estar ante un producto funcionalmente entretenido, hasta que la cosa se va de madre y ya no sabemos que demonios ocurre pasada media hora y, lo más triste, a esas alturas ya ni nos importa.
Se trata de una película de historias paralelas descolocadas que se cruzan entre sí formando de esta manera una sola, y con un guion tan enrevesado que hay que ser muy bueno para llevarlo a buen puerto. Da la casualidad que en este caso Amalio Cuevas y Agustín Póveda, responsables de “Bazar Viena” y “El chocolate del loro” respectivamente, son guionistas para salir del paso y están más preocupados de unir los cabos de este guion que de contarnos una buena historia, que, dicho sea de paso, puesta en orden, es una auténtica chorrada.
Un individuo de pasta pone una bomba para cargarse a un socio suyo. Durante la explosión aparecen dos extraños ancianos que le lanzan una maldición consistente en que sus sueños se van a cumplir, y que sabrá el motivo de todo ello cuando vea a un gato negro con una luna llena (¿?) Veinte años más tarde, un mensajero es protagonista de una serie de extraños sucesos que le llevarán a encontrar un gato negro y a conocer a la pareja de ancianos que, asimismo, le concederán la gracia de materializar sus deseos, que no van más allá de perder la virginidad y que le toque la primitiva. Por equis circunstancias acaba muriendo, y la acción nos traslada a lo que estaba pasando mientras, a través de los ojos de los otros personajes con los que se ha ido cruzando el mensajero durante su insulso relato. Un cristo en el que abundan las malas interpretaciones, el sinsentido y sobre todo la comedia involuntaria. Es tan ridícula que, para hacerla parecer menos, en las bases de datos de Internet se la cataloga de thriller con dosis de humor. Vamos, un poco como cuando el productor de “Fotos” recomendó a Elio Quiroga que dijera en la rueda de prensa de su estreno en Sitges que su película era una comedia para así justificar el hecho de que el público se estaba partiendo el culo.
El reparto asimismo es aleatorio a más no poder, y junto a Hortelano —al que habría que ponerle un monumento— tenemos muy desfasados a Pepe Sancho (excelente actor, hasta que le sueltan un poco la cuerda… y aquí no hay cuerda) y Manuel Manquiña (cuya secuencia esnifando cocaína y el recital de gestos y convulsiones con los que acompaña la esnifada son para darle un premio), Alberto San Juan haciendo de Alberto San Juan, Jorge Sanz, Pilar Bardem y Saturnino García ¡haciendo de hijo de la Bardem! También tenemos un papel protagónico para una modelo italiana, Manuela Arcuri, que tiene bastante peso en la historia y que en su casa conocerán. Eso sí, luce tanto palmito que uno se cuestiona si la muchacha está en la película exclusivamente para eso.
El director es José Miguel Juarez, que tuvo su momento de bonanza con su ópera prima en los 90, un film al servicio del entonces de moda Jorge Perugorría titulado “Dile a Laura que la quiero”, continuó con una cosa extraña sobre conquistadores con Bud Spencer titulada “Hijos del viento” y ya, después de “Cosa de brujas” no ha vuelto a dirigir película alguna.
En definitiva “Cosa de brujas” es bastante mala, pero entre las risas y que la cosa en general ha degenerado mucho desde 2003, pues uno se sienta y la ve de principio a fin tranquilamente, sin mirar el móvil.
Se trata de una película de historias paralelas descolocadas que se cruzan entre sí formando de esta manera una sola, y con un guion tan enrevesado que hay que ser muy bueno para llevarlo a buen puerto. Da la casualidad que en este caso Amalio Cuevas y Agustín Póveda, responsables de “Bazar Viena” y “El chocolate del loro” respectivamente, son guionistas para salir del paso y están más preocupados de unir los cabos de este guion que de contarnos una buena historia, que, dicho sea de paso, puesta en orden, es una auténtica chorrada.
Un individuo de pasta pone una bomba para cargarse a un socio suyo. Durante la explosión aparecen dos extraños ancianos que le lanzan una maldición consistente en que sus sueños se van a cumplir, y que sabrá el motivo de todo ello cuando vea a un gato negro con una luna llena (¿?) Veinte años más tarde, un mensajero es protagonista de una serie de extraños sucesos que le llevarán a encontrar un gato negro y a conocer a la pareja de ancianos que, asimismo, le concederán la gracia de materializar sus deseos, que no van más allá de perder la virginidad y que le toque la primitiva. Por equis circunstancias acaba muriendo, y la acción nos traslada a lo que estaba pasando mientras, a través de los ojos de los otros personajes con los que se ha ido cruzando el mensajero durante su insulso relato. Un cristo en el que abundan las malas interpretaciones, el sinsentido y sobre todo la comedia involuntaria. Es tan ridícula que, para hacerla parecer menos, en las bases de datos de Internet se la cataloga de thriller con dosis de humor. Vamos, un poco como cuando el productor de “Fotos” recomendó a Elio Quiroga que dijera en la rueda de prensa de su estreno en Sitges que su película era una comedia para así justificar el hecho de que el público se estaba partiendo el culo.
El reparto asimismo es aleatorio a más no poder, y junto a Hortelano —al que habría que ponerle un monumento— tenemos muy desfasados a Pepe Sancho (excelente actor, hasta que le sueltan un poco la cuerda… y aquí no hay cuerda) y Manuel Manquiña (cuya secuencia esnifando cocaína y el recital de gestos y convulsiones con los que acompaña la esnifada son para darle un premio), Alberto San Juan haciendo de Alberto San Juan, Jorge Sanz, Pilar Bardem y Saturnino García ¡haciendo de hijo de la Bardem! También tenemos un papel protagónico para una modelo italiana, Manuela Arcuri, que tiene bastante peso en la historia y que en su casa conocerán. Eso sí, luce tanto palmito que uno se cuestiona si la muchacha está en la película exclusivamente para eso.
El director es José Miguel Juarez, que tuvo su momento de bonanza con su ópera prima en los 90, un film al servicio del entonces de moda Jorge Perugorría titulado “Dile a Laura que la quiero”, continuó con una cosa extraña sobre conquistadores con Bud Spencer titulada “Hijos del viento” y ya, después de “Cosa de brujas” no ha vuelto a dirigir película alguna.
En definitiva “Cosa de brujas” es bastante mala, pero entre las risas y que la cosa en general ha degenerado mucho desde 2003, pues uno se sienta y la ve de principio a fin tranquilamente, sin mirar el móvil.
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