lunes, 4 de agosto de 2008

PIÑATA, SURVIVAL ISLAND

La formula es bien simple: Pilla a un grupo de jovenzuelos atontaos que tengan en común, además de poco cerebro, un aspecto agradable (vamos, que estén buenos) y enfréntalos contra algo. Eso si, asegurate de que ganen los más guapos. El "problema" reside en "contra qué" enfrentarlos... en los anales de la historia del cine de terror ha habido de todo, psicópatas, animales salvajes, criaturas del averno, tipos deformes, yo que se, de todo... pero nunca una piñata. Si hombre, una piñata, eso que se cuelga de un árbol y los demás han de atizarle con un palo para romperlo. En las fiestas suelen rellenarlo de caramelos y confeti. ¿Puede semejante y estúpida idea ser base para una buena película?. Hombre, para una buena no, pero para una peli a secas, sí.
Y eso es "Piñata, survival island", donde se nos narra la historia de una tribu que, con el fin de evitar enfermedades y sequías, mete todo los malos augurios dentro de una piñata con pinta de demonio cabezón. Y luego la tira al río (esta parte seguramente es la que se llevó el 75% del presupuesto total). Tropecientos años después, el insufrible grupo de universitarios subnormales y odiosos se trasladan a una isla para llevar acabo no se qué puto juego, y bueno, que liberan al bicho y comienza la escabechina. Una vez asentadas las bases, el resto es un aburrimiento criminal, que ni tan siquiera arreglan las contadas dosis de gore.
Sin duda, y lógicamente, el plato fuerte (el único) es la mentada piñata, cuyo aspecto en un principio hasta resulta gracioso. Pero en cuanto hacen acto de presencia los temibles CGI, lo poco de bueno que la peli ofrecía, se va al agua, con los efectos infográficos más horripilantes que se recuerdan. Especial atención merece cuando el bicho se muta en otras criaturas de aspecto distinto, que crecen en tamaño y ridiculez. De verdad, de juzgado de guardia.
Por cierto, la piñata es paternidad de los hermanos Chiodo, los de "Critters" y la sobrevalorada "Killer klowns from outer space", pero aquí, francamente, no se puede decir que se hayan lucido demasiado.