
Kim Chapiron dirige esta película, centrándose sobretodo en el aspecto visual y el montaje.
Tras una reyerta en una discoteca, unos jóvenes van con unas chicas que acaban de conocer a la casa de campo donde habitan. Al llegar se encuentran con el siniestro guardés y otros extraños seres, mezcla entre deformes y retrasados mentales.
La película realmente no cuenta nada demasiado interesante. Además, cuesta comprender lo que está pasando, y el terror tarda en llegar demasiado. Hasta el ultimo cuarto de hora no hay nada de chicha. Eso sí, mientras la estamos viendo, nos acompaña la sensación de que nos van a sorprender y, sobretodo, va a dar mucho miedo... pero jamás ocurre.
Da igual, porque estéticamente es un hostiazo en toda la cara, y está bastante entretenida, gracias en parte a la exageradísima sobreactuación de Vincent Cassel y los diálogos, totalmente machistas y violentos.
Los chavales caen mal, pero no por cursis o babosos, sino porque, al contrario de lo que pasa en las películas americanas, aquí son una autentica panda de cabrones que gritan, roban, buscan camorra y practican el vandalismo. Todo ello acompañado con lo mas granado del Hip-Hop francés como banda sonora.