lunes, 24 de marzo de 2014

KARATE BULLFIGHTER

Antes de que Tarantino hiciera mundialmente famoso al cine Japonés, a la saga “Street Fighter” y a Sony Chiba, en una etapa posterior a la mundialmente famosa saga, este ya protagonizaba sórdidas películas de artes marciales cuyas filmaciones cámara al hombro, su violencia y sus ingentes cantidades de sangre, se alejan bastante de lo que podíamos suponer que es un icono pop. Una vez mal, los conceptos mal entendidos, como no.
Así, la trilogía basada en el karateka real Masatsu Oyama –poco más que un macarra de mal vivir de la época de la segunda guerra mundial, que sabía Karate y lo usaba indiscriminadamente- representaría al Chiba más bruto e irracional, en unas películas de la Toei bastante coñazo y cuyo atractivo radica, casi exclusivamente, en las hipotéticas peleas que el tal Oyama – que estuvo presente durante el rodaje, haciendo cambios a su antojo con el fin de quedar bien en la película- sostuvo con animales salvajes.
En este caso, y como su título indica, Oyama, entre torneo de Karate y torneo de Karate, haciendo frente a un argumento casi inexistente en el que el protagonista va dando bandazos, en el ecuador de la película se enfrenta a un toro salvaje que se ha escapado. El toro le ataca, pero este en lugar de huir, se pone a darle golpes de Karate hasta que finalmente lo mata con sus propias manos, arrancándole los cuernos, convirtiéndose en un héroe.
La escena en cuestión, aún notándose que el toro no es real en los planos en los que es descornado, es de una crueldad tal y tan sangrienta, que deja a las corridas de toros en mero espectáculo infantil. O sea, un espectáculo cuanto menos deleznable, y para nada espectacular. Estamos ante una basura de película, y una basura de escena.
Y la película tampoco vale mucho más, la verdad sea dicha.
Las que siguen a esta porquería serían  “Karate bearfighter”, la misma basura pero enfrentándose esta vez a un oso y  “Karate for life”.
En cuanto a su director Kazuhiko Yamaguchi, rodó montones de esas películas de género Japonesas tan estéticas, que le sirvieron, de nuevo, al director nombrado arriba, para marcar paquete en las tertulias cinéfilas y para cargarse de referencias a la hora de confeccionar sus películas plagio/homenaje.
Por lo que a mí respecta, y si gustándome, más o menos, la saga de “The Street Fighter”, esta del gárrulo este y el cine de artes marciales japonés (nada que ver con el siempre sorprendente cine de Kung-Fu  Hong-Konés), me importa menos que una mierda y tras ver esto, ya no es que no me importe, es que directamente, lo repudio.
Denunciado queda.