sábado, 16 de enero de 2021

DAGON, LA SECTA DEL MAR

Si damos un repaso a la trayectoria de la "Fantastic Factory", encontramos mucha y dolorosa incapacidad: "Faust, la venganza está en la sangre", "Beyond Re-Animator", "Arachnid", "Rottweiler", "La monja". Incluso cuando intentaron ir más "en serio" con "Darkness" o "Romasanta, la caza de la bestia". Tal vez, por eso mismo, "Dagon, la secta del mar" sobresalga como algo especial. No es que sea mejor, en realidad es una película regulera tirando a malucha, pero estaba un poco por encima del resto del catálogo. Seguramente se lo debamos a su director, el gran y fallecido Stuart Gordon, que aunque tampoco anduvo muy inspirado, al menos aportó sendos fugaces destellos de talento que compensaban el despiporre general. Pero vamos, si tenemos en cuenta que los responsables de "Dagon, la secta del mar" son el director, el guionista (Dennis Paoli) y el productor (Brian Yuzna) de "Re-Animator", es para echarse a llorar.
Y como en aquella, la base aquí es un escrito de H.P.Lovecraft, que vomitó todo el asco que sentía por la vida marina en una historia en la que un pueblo pesquero, adorador de un dios monstruoso que habita los abismos, poco a poco va mutando en pez. Hasta allí llegan unos turistas que, evidentemente, lo pasarán canutas.
La lista de "pros" y "contras" de "Dagon, la secta del mar" es notable. En el primer grupo tenemos algo de atmósfera, unos efectos prácticos decentes (con secuencia gore bastante angustiosa), la agradecida ausencia de sustos baratos, un héroe atípico (por inútil) y varios rostros entrañables en el reparto como José Lifante o Paco Rabal. En el segundo, pues unos efectos infográficos de vergüenza ajena, unos cuantos actores limitados, la a ratos insufrible falta de ritmo, demasiados momentos para la risa involuntaria (ese "They fuuuck herrr!" que suelta Rabal en la versión original con un inglés mas bien zarrapastroso) y un clímax tópico que provoca cierta modorra.
Como con muchas otras aportaciones de "Fantastic Factory", "Dagon, la secta del mar" la vi en el Festival de Sitges. E igual que en todas aquellas ocasiones, al terminar, los medios y el público no sabían cómo reaccionar. Llegada la rueda de prensa, Julio Fernández, productor ejecutivo, se sentía obligado a pedir disculpas ("Estamos aprendiendo" era la excusa recurrente). Y, eventualmente, algún periodista lanzaba preguntas capciosas, como aquella en la que uno preguntó a Stuart Gordon si la película era "una serie B o una serie Z", a lo que el director, no sin cierta sorna, respondió con un seco "Si!" en castellano. Aunque lo que nunca olvidaremos es el shock de oír hablar a Macarena Gómez. Nadie sabía si comenzar a descojonarse o aproximarse a ella y abrazarla.
En definitiva, "Dagon, la secta del mar" es una cosa muy muy mediocre pero que no muta directamente en basura gracias a aislados momentos de buen hacer. Y, después de todo, tampoco aburre tanto como podría. Algo es algo.