Un descendiente del Conde Drácula se gana la vida como fotógrafo de modelos desnudas al tiempo que decide instalar una discoteca en el castillo el cual habita. El constante sonido ambiente de la boité, el ir y venir de señoritas y, en definitiva, el escándalo, crispará los nervios del Conde Stanislaus y su esposa, la Condesa Olivia, familiares del fotógrafo que habitan en el sótano del castillo, y que hartos de tanta juerga urdirán un plan para acabar con tanto libertinaje. Mientras, mucha tetilla por todas partes, mucho felpudo y Giacomo Rizzo, habitual de las comedias sexy italianas, haciendo de mamporrero de la familia mientras corre para arriba y para abajo detrás de las jamelgas.
Comedia sexy bávara de finales de los 70 bastante subidita de tono y bastante adelantada a su tiempo, que a nuestro país llegó a cines en 1984 reuniendo una cifra anecdótica de poco más de 74.000 espectadores.
El caso es que, pese al extraño sentido del humor alemán que rara vez los españoles llegamos a comprender del todo, la película tiene su gracia, sobre todo en lo concerniente a algunas escenas que guardan cierta deuda con las italianadas con las que, de algún modo, esta película tiene parentesco, o con todo lo concerniente a los vampiros cabreados con su sobrino porque este ha montado una discoteca. Por lo demás, los alemanes son fríos, demasiado quizás, por eso, aunque intentan desarrollar un cachondeo erótico a la mediterránea, les sale una cosa que, pese al despelote, erotiza más bien poco, mientras que, por otro lado, desarrolla sus gags alemanes con bastante brío. Una chorradita que no hará mal a nadie que decida verla.
El dato de mayor interés sería que “Muérdeme abajo, Drácula”, supondría el debut para la gran pantalla de Carl Schenkel, que firmaría la película con el seudónimo de Carlo Omba y que después le pillaría el tranquillo al oficio llegando a dirigir películas hollywoodienses que tuvieron su tirón internacional, tan populares como “A espaldas de la ley” para el lucimiento de un primerizo Denzel Whasington, la película más odiada del ya de por sí odiado Christophe Lambert, “Jaque al asesino”, la prestigiosa “Exquisitas ternuras” o ya, con un pie puesto en su máxima decadencia, “Tarzán y la ciudad perdida” con la que prácticamente pondría fin a su escueta pero curiosa carrera. Lo que verdaderamente me hace gracia es cómo un director que debuta con un vodevil absolutamente latino, acaba haciendo cine americano más o menos competente mostrando una evolución palpable con cada nueva película que realizaba. Y todo esto, sin trascender ni lo más mínimo.
Para que me entiendan; “Muerdeme abajo, Drácula” es la rareza de su director, sería el “Delicias Holandesas” de Carl Schenkel, de no ser porque, al contrario que Verhoeven, a Schenkel, nunca lo conoció ni su puñetera madre en realidad. Pero la de Tarzán, estaba muy bien.