viernes, 28 de mayo de 2021

EL INQUILINO

José Antonio Nieves Conde,  militante de la Falange Española, también era un intelectual de la época que se dedicaba al cine, y, como tal, dejaba entre ver ciertos ramalazos progresistas en sus películas que, pese a su condición política, le trajeron no pocos problemas a la hora de exhibir en salas. Lo demostró en “Surcos” y, de manera más evidente, en esta “El inquilino” protagonizada por un estupendo Fernando Fernán Gómez que va para arriba y para abajo durante toda la película.
La premisa es sencilla. Un matrimonio con cuatro niños pequeños es desahuciado cuando el edificio en el que habitan va a ser derribado. Esto obligará a Evaristo a buscar un piso lo antes posible. El problema está en que con el sueldo que tiene, aun pluriempleado, no le llega para pagar el alquiler de algo medianamente digno. El grueso de la película lo conforma el cómo Evaristo se las ingenia para conseguir un trabajo que haga aumentar sus ingresos y cómo se las apaña para conseguir algún tipo de vivienda.
Obviamente se trata de una comedia de corte social  de las que se estilaban en la época, que arremete contra la especulación del suelo y denuncia la precaria situación a la que se han de enfrentar los curritos a la hora de establecer un domicilio. En la comunidad cinéfila, “El inquilino”, ha trascendido por eso mismo, por el contenido social, el lúdico no lo llegan ni a tener en cuenta, es como si la calidad de un producto se midiera en función al mensaje que transmite. De hecho, leer las comparaciones con “El Pisito” por parte de los plumillas esnobs de siempre  me resulta un cliché, porque, salvo por la crítica social que vierte esta película —que es mucha— ni de coña Nieves Conde era Ferreri, ni tenía la visión e inventiva de este. Ambos directores se encuentran en las antípodas uno de otro.
La otra puta mierda que dicen los cinéfilos es esa obviedad que reza que la realidad que refleja esta película sigue vigente a día de hoy. Probablemente sea cierto, pero,  si sigue vigente o no, me da absolutamente lo mismo, es irrelevante a la hora de calibrar una comedia. Como si ahora tuviéramos que comprar viviendas en Marte, me la suda.
Lo cierto es que “El inquilino”, es una película española de 1958 del montón, ni muy buena, ni muy mala; correcta, con momentos que francamente son divertidos —como cuando Evaristo cree que un gitano está poniendo su chabola en venta y le pide precio— y otros que hacen que la película entre en bucle —la corrida de toros del final—. En resumidas cuentas, una película que sirve para echar un ratillo. Sin más.
Más interesante resulta el trato que el film recibió por parte de la censura franquista, que vio herida su susceptibilidad precisamente por el mensaje que suelta (y de ahí el que haya trascendido). Tras su estreno en 1958, “El inquilino”, fue retirada por el régimen porque se estaba programando en las salas una película que resultaba subversiva. Nieves Conde tuvo que rodarle un nuevo final feliz, así como someter el metraje a diversos cambios y cortes y, así, pudo reestrenarla al gusto de la censura en el año 1963. Esa versión manipulada es la más común y corriente, la que durante años se ha proyectado en televisión y la que ha visto el público mayoritario que, aun saneada, sigue soltando exactamente el mismo mensaje, y sigue denunciando la especulación inmobiliaria. Vamos, que al final, daba lo mismo haber estrenado esta versión que la otra. Por otro lado, el corte original de 1958, fue recuperado por el equipo de documentación de  Radio Televisión Española y, asimismo, se emitió en televisión. De hecho, es una de las versiones que circula por Internet para descargarse.
Como sea, cualquiera de las dos versiones sirve para, como he dicho antes, entretenerse un rato con una comedia española muy del montón.
Ustedes mismos.