La primera vez que tuve conocimiento de una edición videográfica española de "Blob, masa mortal", fue yendo de mercadillos. Allí la localicé, pero por desgracia su formato no era VHS, ni tan siquiera Beta, sino Video-2000. Y el precio un tanto exagerado, así que ahí se quedó. Tiempo después, mi amigo Enorm, que también fue testigo de aquella primera vez, la encontró en VHS, la compró a cambio de una suma muy razonable y, conocedor de mi deseo y morbo enfermizo, me la prestó (¡gracias querido!). Esperé al momento adecuado para disfrutarla, consciente de su condición de rareza y de que tenía que consumirse y consumarse con todos los sentidos activados. Quedé con mi otro amigo videoadicto Mr.Pajarillo y, aquella misma noche, la metimos en el reproductor y le dimos al "play". Bien, al terminar, y a pesar de las tremebundas ganas que arrastraba desde hacía tiempo, no sabía qué coño podía decir/escribir sobre ella. Estaba lo que se dice totalmente desarmado.
Después de reflexionarlo mucho, llegué a la conclusión de que la única manera posible de comenzar un ¿análisis? de "Blob, masa mortal" era a través del film original que motivó su existencia, es decir, "The Blob", la primera, el clásico, la de 1958. En teoría su título oficial español es "La masa devoradora", pero yo la conocía como "La burbuja del terror". La primera vez que la vi fue en Super 8. Mis padres tenían una de esas versiones resumidas que uno podía comprar o alquilar antes de la aparición del vídeo, y fueron unas cuantas las ocasiones en las que la vimos proyectada en la pantalla. A veces marcha atrás, lo que la hacía especialmente divertida. No pasaron muchos años hasta que supe que existía también una secuela de aquella vieja película, pero la verdad es que desconocía por completo que había llegado a estas tierras y tampoco tenía especial interés en consumirla.
Por lo visto el productor de la original, Jack H. Harris (impulsor también del posterior remake y de títulos tan atractivos pal fan como "Equinox", "El monstruo de las bananas" -la primera peli de John Landis, "Dark Star" -la primera de John Carpenter-, "Ojos" -de Irvin Kershner, con guión de Carpenter- y "Prison Ship" -¡¡de Fred Olen Ray!!-) llevaba tiempo queriendo parir esa segunda parte, ya que la primera había sido un exitazo, pero por alguna razón no lo logró hasta pasados 14 años y en parte fue gracias al interés que en ella puso un actor y director televisivo joven y hambriento de éxito, Larry Hagman, sí, el legendario "J.R." de la no menos legendaria serie "Dallas".
Todo eran buenas intenciones por parte de Harris y Hagman, el problema fue que, en 1972, las cosas habían cambiado mucho para Estados Unidos. Aún andaba calentita la revolución hippie y el cine se encontraba en plena convulsión. Larry Hagman apenas contaba con 30 tacos, así que imaginaos el percal. Resumiendo, "Blob, masa mortal", conocida en v.o. como "Beware! The Blob" o "Son of Blob", terminó convertida en una comedia altamente improvisada. Según declaraciones del guionista original, se pasaron su libreto por el forro de los cojones. En general la improvisación es un sistema que me mola, pero no cuando se resuelve a base de interminables diálogos y monólogos que los actores sueltan para rellenar el silencio de forma desesperada (como es el caso). Todo acabó resultando muy caótico, anárquico y, ¡¡yes!!, muy hippie. De hecho estos tienen una notable presencia en el film, o se les ve en plena fiesta psicodélica o son motivo de chistes y chascarrillos. Y, acorde a todo eso, la peli está rodada muy toscamente, con una cámara nerviosa que se pasa casi todo el metraje apoyada en el hombro del operador y una fotografía algo cerda y oscura. En este campo merece la pena destacar la presencia nada menos que de Dean Cundey, futuro colaborador de John Carpenter y Steven Spielberg (!!!), que aquí, joven e inexperto, limitó sus tareas (como bien se indica en los títulos de crédito) a las "secuencias con animales", que no son muchas (??).
Pero el de Dean Cundey no es el único nombre (+ o -) famoso asociado a este descalabro, hay más. Tenemos a Robert Walker Jr. (quien recientemente asomó en este blog por su protagonismo en "Olivia: Dulce asesina"), Carol Lynley, el gran Gerrit Graham en un rol muy pequeño, Dick Van Patten (sí, el de "Con ocho basta") y otros que tampoco necesitan presentación como Burgess Meredith (el entrenador de "Rocky Balboa") o Sid Haig (la última musa de Rob Zombie, haciendo casi de extra). Como vemos, muchos de ellos eran -y serían- rostros habituales de la caja tonta, entorno natural del mismo Hagman, que venía de dirigir algunos capítulos de una serie y, tras "Blob, masa mortal", no volvería a comandar nada más (y no me extraña). Él también se marca un papelillo como vagabundo. Y no podemos olvidarnos de Doug Wesbick encargándose de ciertas escenas de animación, quien no mucho después repetiría en tan sórdidos ámbitos con "Las aventuras de Flesh Gordon". Poco imaginaba él entonces que terminaría involucrado en algunos de los films más legendarios e importantes de la historia del cine fantástico (mira "Imdb" si te pica la curiosidad).
Para hablar del argumento de "Blob, masa mortal", tenemos dos opciones. O leemos y hacemos caso a lo que dice en la parte de atrás de la caratula, o directamente le damos al "play" para percatarnos de que todo lo ahí descrito es, en cierto modo, falso. Dice así: "El geólogo GODFREY CAMBRIDGE, trae a su casa de una expedición en el Polo Norte un interesante trozo de roca rojiza dentro de un envase herméticamente cerrado. Por extrañas circunstancias, la tapa del envase se abre cayendo la roca al suelo a la vez que se convierte lentamente en una repugnante masa gelatinosa..." bla, bla. Bien, el tal GODFREY CAMBRIDGE (¿por qué en mayúsculas?) es un "nigga" algo tonto y gordo que va desesperado por tirarse a su injustamente atractiva mujer. Para demostrarnos que es científico (apellido aparte), vive en una tienda de campaña montada en su propia sala de estar (??). Eso de que es geólogo y que viene del Polo Norte se me escapó. Lo que está claro es que "las extrañas circunstancias" que liberan al "blob" son, simplemente, que la palurda de su esposa encuentra el frasco en el congelador, lo abre y lo deja expuesto al aire, de ahí que la masa se descongele y comience a devorar. El amigo GODFREY no tarda en caer en sus pringosas zarpas, justo cuando estaba sentado frente al televisor viendo... ¡¡el "The Blob" de 1958!!.
Sigamos con el texto de la caratula, termina así: "¿Qué es esa extraña "cosa" que les ataca vorazmente?, ¿de dónde procede?, ¿quién lo envía?". En fin, ninguna de estas preguntas son respondidas a lo largo de la película, así que ¿¿qué demonios importa??. Lo que sigue a la liberación de la criatura son un puñado de escenas, sin verdadero hilo narrativo o estructura, en las que, por un lado "the blob" se come a alguien, y por otro, la pareja prota y sus amigos hippies se lo pasan bien, corren de aquí para allá y, en fin, no sé, que todo es muy desquiciante y aburrido.
"Blob, masa mortal" apesta a "locuras de juventú", a gamberrada de la que, años después, todos sus implicados se avergonzarían. Eran tiempos de desfase y cachondeo, ¿quién podría culparles?. Bueno, para comenzar los admiradores del film original, claro, cuyo clasicismo, calidad y convencionalidad queda a millares de kilómetros de distancia de lo aquí comentado. Seguidamente, cualquier fan del cine de ciencia ficción con un mínimo gusto. Tercero, cualquier cinéfilo que se precie. Y cuarto, yo, que me cago en las muelas y los premolares de Larry Hagman.
Más allá de sus efectos especiales más o menos potables (aunque los del film original, o los de su imitación italiana, "Caltiki, el monstruo inmortal", son incluso mejores, a ratos esta burbuja del terror en color parece directamente zumo de tomate), no hay nada salvable en "Blob, masa mortal". Como comedia es terrible, no hace puta gracia. Y como peli de ciencia ficción, no hay por donde cogerla. Digamos que toda la parte final intenta centrarse más en ese apartado, cuando el invasor se cuela en una bolera, y vienen los agentes de la ley a detenerla y tal y pascual (obviamente, el sheriff es especialmente malcarado y antipático, ¡hey, man, es la autoridad, y la autoridad no mola!), pero a esas alturas estás tan aturdido por su estridencia, que ya todo te la sopla y solo quieres que la jodida peli termine cuanto antes, y lo hace con un gag tan malo como los previos.
Sí amigos, "Blob, masa mortal" es horrible. Así de simple, no tiene ni encanto. Pero por rara, merecía la pena que apareciera en este blog, masa mortal. Y aquí la tienen. Créanme si les digo que esto ha sido un auténtico sacrificio para mi, ¡aunque sepa a ciencia cierta que ninguno de ustedes lo merece!.
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domingo, 29 de diciembre de 2013
lunes, 10 de octubre de 2022
LE LLAMABAN J.R.
Durante el año 1982 en España, en tiempos en los que la televisión más que una opción de entretenimiento era religión, se emitió con gran éxito la teleserie —o más bien culebrón— “Dallas” creada por David Jacobs. Se convirtió, por obra y gracia de la providencia, en un fenómeno social a nivel internacional con gran calado, curiosamente, en nuestro país. De su poblada galería de personajes obtuvo especial popularidad uno en concreto bastante cabrón, J.R. Ewing, interpretado con total pericia por Larry Hagman. El tal J.R. era un magnate petrolero texano que utilizaba su poder, su influencia, la extorsión y la mentira para conseguir sus fines, y, a pie de calle, donde todo el mundo comentaba en petit comité las fechorías de esta figura, se comenzó a extender la inclusión de expresiones recurrentes en nuestro lenguaje que incluían a J.R. “Eres más malo que J.R.”, por ejemplo, salía de la boca de miles de españolitos en los primeros años de la democracia española.
Al mismo tiempo, triunfaba en televisión desde hacía casi una década el cómico Pepe da Rosa, que con una suerte de chascarrillos y cantando unas sevillanas satíricas en las que el cómico hacía alarde de un ingenio muy por encima de lo que se estaba acostumbrado en el humor de aquellos años, se metió al público en el bolsillo con tonadillas que aludían a la actualidad televisiva; Alcanzó el cenit de su éxito haciendo la sevillana “A J.R.” (a la que se le atribuye de manera casi oficial que es el primer rap escrito en nuestro país, aunque da Rosa lo ejecutó de manera inconsciente) en la que analiza a modo de tanguillo, con una mala leche muy marcada, los contenidos de la serie de marras, pero con anterioridad ya había triunfado con “Los cuatro detectives”, canción dedicada a Colombo, Banachech, McLoud y Kojack, personajes televisivos también muy queridos y, posteriormente, triunfaría con “Los lagartos de la tele”, sevillana dedicada a otro fenómeno televisivo como fue la serie “V”.
El caso es que su canción “A J.R.” y el furor general que estaba teniendo la serie “Dallas”, no podían pasar desapercibidos para el mundo del cine de la época que se adjudicaría una serie de éxitos de taquilla expoliando, a modo de parodia, los bombazos televisivos del momento. Nace así, orquestada por el mítico Paco Lara Polop, esta “Le llamaban J.R.” que parodia de forma muy cafre y a la española la trama de la serie “Dallas” con la popular canción de Pepe da Rosa siempre de fondo y con el total protagonismo del cómico sevillano.
El lujo americano de los escenarios de “Dallas” se ven aquí reducidos a poco más que un chalet con piscina, en lo que en la ficción viene a ser un cortijo andaluz de nombre Palace. Eso sí, el elenco, está compuesto por nombres de lo más granado del cine español dando vida a los gerifaltes de la teleserie americana en su versión castiza, por lo que la Sue Ellen de la serie original aquí vendría a ser rebautizada como Eli, la Pamela de “Dallas” aquí sería Canela, Bobby sería Tobi, y J.R. mantendría sus siglas, esta vez para dar nombre a un tal Jerónimo Romero.
Aquí J.R. sería el hijo de los guardeses de un cortijo andaluz que está a punto de ingresar en el seminario para ser cura, hasta que recibe la noticia de que va a heredar el macro-dominio de Palace, así como la empresa familiar, la Chorizo Egüik Company and Huevos Corporeision. A partir de ahí, el bueno de J.R. se convierte en poco más que un negrero y, al igual que sucedía en la teleserie americana, se desarrollan las tramas en torno a la extorsión, el chantaje y el abuso de poder, aderezado todo con unas gotitas del todavía coleante destape autóctono y mucho humor de sal gruesa, haciendo especial hincapié en los chistes homófobos. Todo un muestrario de incorrección política que haría las delicias de la infame Carolina Iglesias y el resto de comicastros millennials abanderados del “buenismo” y que han puesto de moda la palabra “cancelación”. Estos son la nueva censura, pero ese sería otro asunto. Aquí no habían ni nacido.
Además la película, supongo que rodada deprisa y corriendo, aparece en los cines en un momento en el que la serie original está de especial actualidad, puesto que en el final de la temporada que se emitiese en aquél momento de 1982, al J.R. original le pegan un tiro, cosa que deja al país en suspense a la espera de la siguiente temporada. “Le llamaban J.R.” aprovecha esa situación hasta las ultimas consecuencias siendo J.R. asimismo disparado al final de la película y dejando al espectador a dos velas, anunciando el desenlace de este acontecimiento en una próxima película que se materializaría un año después bajo el título de “J.R. Contraataca” (y que verán aquí reseñada próximamente).
A día de hoy, y cada vez menos, “Le llamaban J.R.” es recordada por el público mayor de 40 como un clásico del humor de los 80, pero en realidad se trata de un artefacto cuya vida útil se reduce a los dos o tres meses que la película habría de permanecer en cartel. Todo está rodado para que funcione en ese intermedio entre temporada y temporada, y mientras la canción de da Rosa sonara en radio y televisión. En 1985, tres años después de su estreno, “Le llamaban J.R.” ya era una película vieja.
Por lo demás, es mala, chabacana, por momentos ridícula y los chistes funcionan a duras penas, pero yo creo que es un producto que tiene en general cierta gracia, ya sea por los motivos por los que fue concebido, ya sea porque se trata del ejemplo de cine exploit que mejor refleja el carácter del español medio de aquellos años tanto detrás de la cámara como en la platea, que tomaba coñac, fumaba puros y veía en la tele la misa de los domingos, el fútbol, “Dallas” y escuchaba la música y se mondaba de la risa con el genial Pepe da Rosa.
El reparto, lleno de astros, lo componen nombres como los de Antonio Garisa, Guillermo Montesinos, Mary Santpere, Miguel Rellan, Alfonso del Real, Luis Barbero o el entrañable José Riesgo —Julián en Barrio Sésamo—, todos en estado de gracia y pasándoselo muy bien haciendo esta película, y actrices propias del destape, aquí quizás más vestidas que de costumbre, como puedan ser María Salerno, Pilar Alcón o Mónica Cano.
A mí, en general, me gustan este tipo de películas.
Pueden disfrutar de los fotocromos para cine, que ya colgamos en este blog en su momento, pinchando aquí.
Al mismo tiempo, triunfaba en televisión desde hacía casi una década el cómico Pepe da Rosa, que con una suerte de chascarrillos y cantando unas sevillanas satíricas en las que el cómico hacía alarde de un ingenio muy por encima de lo que se estaba acostumbrado en el humor de aquellos años, se metió al público en el bolsillo con tonadillas que aludían a la actualidad televisiva; Alcanzó el cenit de su éxito haciendo la sevillana “A J.R.” (a la que se le atribuye de manera casi oficial que es el primer rap escrito en nuestro país, aunque da Rosa lo ejecutó de manera inconsciente) en la que analiza a modo de tanguillo, con una mala leche muy marcada, los contenidos de la serie de marras, pero con anterioridad ya había triunfado con “Los cuatro detectives”, canción dedicada a Colombo, Banachech, McLoud y Kojack, personajes televisivos también muy queridos y, posteriormente, triunfaría con “Los lagartos de la tele”, sevillana dedicada a otro fenómeno televisivo como fue la serie “V”.
El caso es que su canción “A J.R.” y el furor general que estaba teniendo la serie “Dallas”, no podían pasar desapercibidos para el mundo del cine de la época que se adjudicaría una serie de éxitos de taquilla expoliando, a modo de parodia, los bombazos televisivos del momento. Nace así, orquestada por el mítico Paco Lara Polop, esta “Le llamaban J.R.” que parodia de forma muy cafre y a la española la trama de la serie “Dallas” con la popular canción de Pepe da Rosa siempre de fondo y con el total protagonismo del cómico sevillano.
El lujo americano de los escenarios de “Dallas” se ven aquí reducidos a poco más que un chalet con piscina, en lo que en la ficción viene a ser un cortijo andaluz de nombre Palace. Eso sí, el elenco, está compuesto por nombres de lo más granado del cine español dando vida a los gerifaltes de la teleserie americana en su versión castiza, por lo que la Sue Ellen de la serie original aquí vendría a ser rebautizada como Eli, la Pamela de “Dallas” aquí sería Canela, Bobby sería Tobi, y J.R. mantendría sus siglas, esta vez para dar nombre a un tal Jerónimo Romero.
Aquí J.R. sería el hijo de los guardeses de un cortijo andaluz que está a punto de ingresar en el seminario para ser cura, hasta que recibe la noticia de que va a heredar el macro-dominio de Palace, así como la empresa familiar, la Chorizo Egüik Company and Huevos Corporeision. A partir de ahí, el bueno de J.R. se convierte en poco más que un negrero y, al igual que sucedía en la teleserie americana, se desarrollan las tramas en torno a la extorsión, el chantaje y el abuso de poder, aderezado todo con unas gotitas del todavía coleante destape autóctono y mucho humor de sal gruesa, haciendo especial hincapié en los chistes homófobos. Todo un muestrario de incorrección política que haría las delicias de la infame Carolina Iglesias y el resto de comicastros millennials abanderados del “buenismo” y que han puesto de moda la palabra “cancelación”. Estos son la nueva censura, pero ese sería otro asunto. Aquí no habían ni nacido.
Además la película, supongo que rodada deprisa y corriendo, aparece en los cines en un momento en el que la serie original está de especial actualidad, puesto que en el final de la temporada que se emitiese en aquél momento de 1982, al J.R. original le pegan un tiro, cosa que deja al país en suspense a la espera de la siguiente temporada. “Le llamaban J.R.” aprovecha esa situación hasta las ultimas consecuencias siendo J.R. asimismo disparado al final de la película y dejando al espectador a dos velas, anunciando el desenlace de este acontecimiento en una próxima película que se materializaría un año después bajo el título de “J.R. Contraataca” (y que verán aquí reseñada próximamente).
A día de hoy, y cada vez menos, “Le llamaban J.R.” es recordada por el público mayor de 40 como un clásico del humor de los 80, pero en realidad se trata de un artefacto cuya vida útil se reduce a los dos o tres meses que la película habría de permanecer en cartel. Todo está rodado para que funcione en ese intermedio entre temporada y temporada, y mientras la canción de da Rosa sonara en radio y televisión. En 1985, tres años después de su estreno, “Le llamaban J.R.” ya era una película vieja.
Por lo demás, es mala, chabacana, por momentos ridícula y los chistes funcionan a duras penas, pero yo creo que es un producto que tiene en general cierta gracia, ya sea por los motivos por los que fue concebido, ya sea porque se trata del ejemplo de cine exploit que mejor refleja el carácter del español medio de aquellos años tanto detrás de la cámara como en la platea, que tomaba coñac, fumaba puros y veía en la tele la misa de los domingos, el fútbol, “Dallas” y escuchaba la música y se mondaba de la risa con el genial Pepe da Rosa.
El reparto, lleno de astros, lo componen nombres como los de Antonio Garisa, Guillermo Montesinos, Mary Santpere, Miguel Rellan, Alfonso del Real, Luis Barbero o el entrañable José Riesgo —Julián en Barrio Sésamo—, todos en estado de gracia y pasándoselo muy bien haciendo esta película, y actrices propias del destape, aquí quizás más vestidas que de costumbre, como puedan ser María Salerno, Pilar Alcón o Mónica Cano.
A mí, en general, me gustan este tipo de películas.
Pueden disfrutar de los fotocromos para cine, que ya colgamos en este blog en su momento, pinchando aquí.
viernes, 22 de enero de 2021
HARRY Y TONTO

“Harry y Tonto”, dirigida por Paul Mazursky, utiliza la amistad entre un anciano y su gato para mostrarnos una atípica road movie cuyo afán es concienciar al espectador sobre la soledad del aciano cuando llega a determinada edad y se queda solo en el mundo, pese a haber tenido unos cuantos hijos durante su larga vida. Se trata de una película bonita, quizás, demasiado calmada. Un melodrama salpicado con algunos gags tirando a serenos que, con la paciencia necesaria (es lenta como una babosa) puede llegar a encandilar al espectador, porque se trata de una película tierna y amable que, con sus altos y bajos, al final deja un buen sabor de boca.
Paul Mazursky, quizás medio popular en nuestro país por realizar comedias que no gustaron a nadie, como por ejemplo, “Un ruso en Nueva York” con Robin Williams demasiado contenido, o “Presidente por accidente”, con Raul Julia, Sonia Braga y Richard Dreyfuss cuyo cartel de cine prometía un desmadre que en realidad nunca tiene lugar en la película, es, no obstante, para los americanos, un autor con muy buena prensa entre intelectuales.
En realidad, Paul Mazursky lleva una carrera paralela a la de John Cassavetes: Mazursky también es actor, guionista y productor, y está especializado en una suerte de comedias de tipo realista con toques dramáticos que, por lo general, suelen ser una seña de identidad. Pero es que además, Mazursky, imita a Cassavetes, da la sensación de que quisiera hacer las mismas películas que él —de hecho, “Tempestad”, es un émulo del estilo y tono del cine de Cassavetes. Es más, cuenta con el propio Cassavetes, y con Gena Rowland como protagonistas—. Así, Mazursky llega a parecerse tanto que casi cuenta distinguir sus películas, si bien, Mazursky tiene una querencia por cierta estética cómica que le identifica. Casi todas sus películas parecen más graciosas de lo que en realidad son. Y esas pinceladas de locura que nunca llega a materializarse del todo son las que le convierten en un Cassavetes accesible, más para todos los públicos, sin alejarse demasiado del cine de arte y ensayo que al final, camuflado de producción hollywoodiense, es lo que practica en su cine.
“Harry y Tonto”, es una buena muestra de esto que les digo y, probablemente, una de sus mejores películas.
Estrenada en nuestro país en pequeñas salas de arte y ensayo (el “Publi 2” en Barcelona, o el “Lumiere” en Madrid) donde congregó a 52.000 gafapastas de los años 70 que fueron a verla en versión original subtitulada, “Harry y Tonto” es, a día de hoy, una película completamente olvidada. Tras su paso por esas salas no tuvo vida comercial en vídeo y, si acaso, algún que otro pase televisivo esporádico, con lo que podemos considerarla una película rara, misteriosa y desperada. Una película que, casi, no existe. En Estados Unidos su relevancia posterior a su estreno tampoco ha sido mucho mayor, y eso que es un film que fácilmente podía ser recordado como el que le consiguió un oscar a Art Carney como mejor actor protagonista, arrebatándoselo nada menos que a actores como Jack Nicholson, que optaba a la estatuilla por “Chinatown”, Al Pacino, nominado por “El Padrino II”, Dustin Hofman por “Lenny” y Albert Finney por “Asesinato en el Orient Express”.
Carney era un actor eminentemente televisivo, muy querido por la audiencia gracias a su intervención en la mítica sitcom “The Hooney Mooners” junto a Jacky Gleason, pero sin experiencia en cine, por lo que alzarse con la preciada estatuilla sorprendió a propios y extraños.
El caso es que el guion de “Harry y Tonto” estuvo dando vueltas por los estudios sin nadie que se atreviese a producirlo y con actores como James Gagney o Cary Grant rechazando el papel principal. Cuando Mazursky tuvo la idea de darle el papel de Harry a Art Carney dio en el clavo, porque Carney era muy querido para el público televisivo, y, por este motivo, el estudio dio vía libre al proyecto pensando que, si fracasaba en el cine, en sus pases televisivos seguro que resultaría un éxito. Lo que nadie se podía esperar es que por su interpretación, Carney, consiguiera un Oscar.
También fue un reto porque Carney en 1974, tenía 52 años de edad, justo 20 menos que el personaje al que daría vida, pero finalmente su interpretación fue efectiva y gracias a muy poco maquillaje, al teñirle al actor unas canas y dejarse el bigote, Carney, da el perfil perfectamente. Su sobria interpretación hizo el resto.
En el reparto, a parte de Carney, y que nos pueda interesar por aquí, tenemos a la clásica Ellen Busrtyn y, muy de los 70, tenemos a Larry Hagman, al igual que Carney, actor de amplia carrera televisiva que igual en España se hizo más popular de lo que debía gracias a su interpretación del mítico J.R. en la serie “Dallas”. En “Harry y Tonto”, es uno de los muchos hijos que Harry va a visitar.
En cuanto al gato, Tonto, aunque en la película sale acreditado como un solo gato llamado igualmente Tonto, la realidad es que fueron tres los gatos los que le interpretaron, todos ellos muy inteligentes y disciplinados, y que hicieron buenas migas con el equipo. A Art Carney no le gustaban los gatos; tras trabajar 24 horas con uno acabó siendo un gran amante de los mismos. Por otro lado, el amaestrador de Tonto, quiso regalarle uno de los gatos actores a Paul Mazursky que se moría de ganas por quedarse con uno de los que había dirigido. No pudo ser porque su esposa tenía alergia a los mininos, así que se quedó con las ganas.
Si les gusta el cine reposado, tranquilo, sin muchos giros en la historia, les recomiendo esta película, pero, más aún, si les enternecen ese tipo de películas en las que un humano estrecha lazos con su mascota. En ese caso “Harry y Tonto” les llegará al corazón –spoiler- sobre todo en su tristísimo final – fin del spoiler-.
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