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jueves, 24 de mayo de 2012

CEBO PARA UNA ADOLESCENTE

Francisco Lara Polop, en sus comienzos, antes de rendirse ante una industria que pedía tetas y cachondeo, no solamente hizo sus trabajos de mayor calidad, sino que ya arrastraba consigo un cierto gusto por el morbo y el amarillismo. Y eso es lo que nos ofrece “Cebo para una adolescente”, morbo y amarillismo, con el handicap de que estando vivo Franco, poco se podía mostrar en pantalla. Lara Polop llegaba al límite, en cualquier caso.
Tras acabar sus estudios de Inglés, 
una adolescente es contratada como secretaria por una empresa bilingüe. El jefe se encapricha de ella y la colma de regalos y atenciones, sacando a su familia del cuchitril donde viven y metiendolos en un piso confortable.
Durante un viaje a Londres, el jefe la enamora y se la beneficia, con falsas promesas de amor eterno. A la vuelta, todo cambia, sometiendo a esta a un ninguneo y un desprecio, teniéndola en cuenta únicamente para satisfacer sus bajos instintos. Claro que ella está enchochada… hasta que conoce a un joven periodista del cual se enamora de verdad. Al descubrirlo, el jefe somete a la chica a un chantaje que le hará la vida imposible.
Mucho oficio es el que detecto tras ver esta película, ejecutada con una destreza y un dominio de las cámaras, del cual, unos años después, Lara Polop se olvidaría en pro de las películas “S” y demás morralla, que por otro lado tanto dinero recaudaba. La película engancha desde el minuto uno, porque intuimos por donde van a ir los tiros y queremos ver como se va desarrollando el entuerto.
Con el guión escrito por el propio Lara Polop junto a Manuel Summers – que hace las veces de compositor del soundtrack- la baza gorda, trama interesante a un lado, son el dominio del tempo y sobretodo los actores, que están soberbios. Así tenemos a una jovencita y extremadamente bella Ornella Muti, que está para comérsela en bikini, o con esos setenteros pantalones que llegan casi hasta los sobacos, al francés Phillip Leroy, que entre peli gabacha y “poliziesco” Italiano todavía tenía tiempo para hacerse alguna peliculilla en las españas, y sobretodo un Emilio Gutiérrez Caba con pelazo y patillas, que trata por todos los medios, parecerse al Al Pacino de la época, al de “Serpico” o “Tarde de perros” y para ello no escatimará en imitar look, gestos y miradas del actor. Algo delirante y curioso, y supongo que normal para la época.
Por otro lado, los madrileños disfrutamos el doble de esta película, al hacer un buen uso de exteriores reconocibles. Un gustazo el poder ver los cines de la Gran Vía de aquella época y las pelis que proyectaban, así como el parque del retiro, el de atracciones e incluso el extrarradio. Mucho mejor que muchas vídeo-guías turísticas, oiga.
Con todo, una buena muestra de lo que podía haber sido el cine español, si hubiese seguido por estos derroteros. Pero…

lunes, 21 de enero de 2019

EL ASALTO AL CASTILLO DE LA MONCLOA

“El asalto al castillo de la Moncloa” en realidad no trae nada nuevo. Lo que nos ofrece, no es otra cosa que una vieja película de dominio público, que en este caso es la titulada “Los amantes del desierto”, que cae en las manos de un señor con alma de “Exploiter” como era Francisco Lara Polop y que realiza un redoblaje de esta película introduciendo unos diálogos cómicos que casi nunca le van bien a las imágenes. Eso ya lo vimos en la popular “Woody Allen Nº 1, Lily la tigresa” de Woody Allen y en tantas otras, aunque aquí en España fueron pioneros Tono y Mihura con  su “Un bigote para dos”, inencontrable en su versión original.
Sin embargo, lo que hace especial a esta película es el contexto histórico en el que la situamos, nada menos que tras las primeras elecciones generales de nuestro país en la llamada transición democrática, época esta que afectó en todo momento a nuestra cinematografía y en la que, en consecuencia, más chistes de política se inventaban.
Así que con la  ayuda de Manuel Castiñeiras y Juán Portillo “Top” (quien fuera pareja radiofónica de Luis Sánchez Polack “Tip”, antes de que este se uniera en matrimonio humorístico con José Luis Coll) Polop se escribe unos diálogos que giran en torno a la política de aquellos días con Alfonso Suárez y Felipe González a la cabeza del asunto, y se montan un argumento cogido con hilos bajo los que soltar una retahíla de chistes y chascarrillos en torno a la situación política que se vivía en la España de aquél ya lejano 1978. Mariano Ozores, qué ya hacía estos experimentos por placer con sus hermanos y amigos, se encargaría de adaptar los diálogos a las imágenes bajo dirección de Polop.
Y el caso es que el experimento queda de lo más curioso, teniendo en cuenta que los diálogos escritos para la ocasión son soltados con total naturalidad por actores de doblaje profesionales de los de toda la vida, o sea, cojonudos, por lo que estos quedan bien encajados en la acción y totalmente creíbles. “El asalto al castillo de la Moncloa” es, finalmente, una enorme broma.
La película se estrenó en salas, congregó casi 130.000 espectadores y el negocio sale redondo, sin embargo, amén de las críticas que tachan a la película de oportunista (cosa que es cierta y que sus artífices en ningún momento ocultaron) salta la polémica cuando Carmen Sevilla, protagonista de “Los amantes del desierto”, ve la película y al verse doblada y soltando por su boca toda esa ristra de chistes sobre socialistas, sobre UCD y sobre la oposición, entra en cólera. La actriz se siente utilizada e interpone una querella contra Francisco Lara Polop por utilizar su imagen de esa manera en la cinta, alegando que esta podía verse seriamente dañada. Sin embargo, de poco le sirvió esta demanda a la actriz,  puesto  que fue desestimada al tratarse “Los amantes del desierto” una película en dominio público con la que el cineasta podía hacer lo que le viniera en gana. Carmen Sevilla, sufrió lo suyo con este tema cual plañidera, pero lo cierto es que la broma no era para tanto.
Por otro lado, el principal reclamo de la película, además de tratarse de un producto de mera actualidad, era la presencia en el doblaje de Tip y Coll, que hacen las veces de narradores de los hechos acontecidos.
Está claro que “El Asalto al castillo de la Moncloa” en su momento debió resultar un producto fresco y altamente divertido. Vista hoy, la cosa no deja de tener gracia, pero se queda tan anclada en su momento, en 1978, que es como descifrar un jeroglífico. No nos enteramos de nada. No es como esas comedias de Pajares y Esteso en las que de vez en cuando se soltaba un chiste político de la época, sino que se trata de una catarata de referencias una tras otra, sin tregua, y en la que se frivoliza con temas como la legalización del amancebamiento, el aborto y la píldora “antibaby”, conceptos, estos ya antidiluvianos. Sin embargo, ese es su handicap, ya que se trata de una astracanada cuya condición de película es lo que menos importa; se concibió para ser consumida en ese año 1978 y, con las mismas, que fuera olvidada también ese año 1978. Una película del aquí y el ahora, que hoy se puede disfrutar de ella más como concepto que como película, porque en resumidas cuentas de película tiene más bien poco. En todo caso sería como una cinta de “Chistes del golpe” de Arévalo en formato celuloide. Vamos, que no es una película tanto como un ejercicio humorístico. Y un sacacuartos.

viernes, 14 de octubre de 2022

J.R. CONTRAATACA

Secuela directa de “Le llamaban J.R” y rodada inmediatamente después de aquella con el fin de seguir capitalizando la franquicia que Paco Lara Polop se había sacado de la manga a costa (y pitorreo) de la serie “Dallas”, y sin pagar ningún tipo de copyright al respecto (que se sepa).
Esta secuela, “J.R. contraataca”, es un poco más de lo mismo aunque sustancialmente peor, pero inconscientemente incorrecta, brutalmente incorrecta diría yo, porque la premisa principal consiste en curarle un repentino homosexualismo que le ha venido a J.R. Con ese comportamiento inadecuado no tiene derecho a heredar el emporio Palace y, entre unos y otras, procurarán devolverle la hombría de las maneras más básicas y elementales, mientras por otro lado lidia con los chupópteros.
Al final del anterior film, y al igual que en la temporada en curso de la serie que parodia, a J.R. le pegan un tiro dejando la puerta abierta para esta secuela que comienza con J.R. ingresando en el hospital y descubriendo el espectador que no ha muerto a causa del disparo, solamente tiene un perdigón incrustado en un testículo. Contrata así un guardaespaldas enano (interpretado por un enorme Pepe Carabias) que vigilará que ninguna fémina se acerque a J.R., pues al mantener sexo peligra la salud de su testículo.
Por otro lado, entes envidiosos que ansían el poder de Palace, conspirarán contra el potentado inyectando hormonas femeninas en el whisky que este bebe a diario,  generando así una homosexualidad repentina en nuestro protagonista.
La sal más gruesa, la homofobia más salvaje y el peor de los gustos juntos de la mano en este guion de Juan José Alonso Millán dirigido por el propio Lara Polop, que se ventilan todo el trabajo en un par (o tres) de jornadas con la idea de estrenar pronto y recoger los frutos antes de que se pase el tirón de la serie.
Suena a tópico, pero el humor de la película es tan basto y se ceba tanto con los homosexuales —incluso llegan a definir el termino “pederasta” como “maricón perdido”— que a día de hoy sería tristemente cancelada. De hecho, me pregunto sinceramente si no será este el hecho por el que la película no está, como sí lo está su antecesora, circulando libremente en plataformas de streaming, ni que sea Flixolé, con completa libertad. Por suerte, siempre nos quedará la mula.
Poco más que decir… al margen de esta curación del gay J.R. made in Pepe da Rosa —que asimismo se adjudica parte de su argumento en los créditos—, la película es cutre y chabacana a más no poder, mala como un delincuente, sin embargo su visionado resulta entrañable si no nos tomamos muy en serio el mismo y, lógicamente, naturalmente y mientras se tenga sentido del humor, se ríe uno mucho con los chistes de maricones, más que porque sean buenos, simplemente porque existen y porque hoy serían condenados a muerte. Por supuesto, los espectadores sabíamos a lo que veníamos.
Por lo demás, Antonio Garisa, Mary Santpere, Guillermo Montesinos, José Carabias etcétera, etcétera, como en la primera, se lo pasan divinamente frente a las cámaras soltando diálogos cafres y haciendo su dinerito.
“Le llamaban J.R” llevó a los cines a casi un millón de espectadores; se estrenó en el momento preciso. “J.R. contraataca” por el contrario llegó ya con la fiebre de “Dallas” un tanto paliada, apenas movilizó a los cines de barrio a doscientos y pico mil espectadores. Muy poco.
Al final de la película un Pepe da Rosa metidísimo en el rol de J.R. amenaza con un contundente “¡Volveré! ¡Volveré!” a sus enemigos. Obviamente no hubo trilogía, y da la sensación de que mientras la producción trabajaba en esta secuela, ya se olía que no iban a hacer muchas más películas con el personaje.

viernes, 26 de marzo de 2021

CHRISTINA Y LA RECONVERSIÓN SEXUAL

Producción clasificada “S” producida por Andrés Vicente Gómez en extraña co-producción con Estados Unidos junto a  Harry Alan Towers (quien también produjera en algún momento algunos títulos de Jess Franco) y dirigida por Francisco Lara Polop que, como es de suponer, no aporta absolutamente nada  al subgénero más allá de un título en castellano la mar de musical y chanante, el hecho de que puede que sea una de las últimas producciones clasificada “S” que se estrenó en salas (ya en 1984), y la refrescante presencia de Jewel Shepard , scream queen y diva screwball de baja alcurnia a la que hemos visto hasta las amígdalas en “Movida en la universidad”, “My Tutor” o “El regreso de los muertos vivientes” y que, si bien destaca por unos atributos físicos extraordinarios, aquí finge muy mal estar pasándoselo bien en las escenas de folleteo.
La gracia del asunto es que tiene toda la pinta de que “Christina y la reconversión sexual” planeaba convertirse en una suerte de Emmanuelle de los 80, y para ello, se toma prestado al personaje principal de unas novelas eróticas firmadas por Blakeli St. James que fueron best seller en su época, en las que una rica heredera, Christina Van Bell, malgasta su fortuna y se folla a todo bicho viviente.  Por supuesto, la película que nos ocupa, adapta todo ese material como buena película “S”, como por inercia, sin ganas, sin brío.
Así, consta de una sucesión de escenas que desfilan por la pantalla en las que a la tal Christina le pasa de todo; Desde ser secuestrada por unos terroristas, hasta tener que vérselas con una organización de lesbianas luchadoras para, en todo momento, acabar haciendo el amor con unos y otros de la manera más lúdica.
Se ve que en un principio, y al ser una producción destinada a ser rodada en España, Towers concibió esta película con la idea de fuese dirigida por Jesús Franco, pero las relaciones no debieron ser muy cordiales en anteriores experiencias y, Franco, directamente ni contestó las llamadas de Towers. Para su sustitución, se pensó en otro artesano del entorno, que no fue otro de Paco Lara Polop.
Por supuesto, la película es un coñazo insufrible en la que lo único que cuenta son las escenas de sexo, y estas son toscas y chabacanas, casi anti libido, pero tiene cierta gracia, por ejemplo, ver la interactuación en un par de escenas de la Shephard con el bueno de Emilio Linder. Mientras que ella no parece muy cómoda en esas escenas de follambre, Linder parece ponerse las botas. Obviamente, damos por hecho que ambos están interpretando, así que, a todos los efectos, con su manita introduciéndose en lugares donde no se debe, Linder resulta infinitamente mejor actor… él sí que parece gozar.
En aquel 1984, las salas X ya estaban legalizadas y había un circuito marginal más especializado para el cine de folleteo, por lo que “Christina y la reconversión sexual” llegó demasiado tarde y, aunque debió salir rentable, apenas la vieron unos escasos 36.000 espectadores. La clasificación “S” agonizaba.
Por otro lado, La Shephard, habló en su blog en 2013 a cerca de esta película, ya que se trata de la única de cuantas rodó en la que fue la principal protagonista, y renegó bastante. Dice que le vendieron una película erótica de buen gusto con desnudos artísticos al lado de la Torre Eiffel, y se encontró regateando con el productor  negociando en cuantas escenas aparecería desnuda, pasando más frío que vergüenza y rodando en exteriores de tapadillo, cuando se ya habían ido los guardias a las 7 de la mañana del lugar estipulado para el rodaje.
Como curiosidad se le puede echar un ojillo pero, vaya, más cine “S” desalmado y sin vida, aunque, paradójicamente, histórico para nuestro país.
Junto a la Shephard y Emilio Linder, vemos en pantalla a Tony Isbert, Emiliano Redondo y una actriz acreditada como ¡¡Pepita Full James!!

viernes, 9 de junio de 2023

LA MUJER DEL JUEZ

En un principio “La mujer del juez” nace, casi en exclusiva, como vehículo para el lucimiento no ya de Norma Duval, la súper vedette a la que tantos españolitos de la transición le dedicaron sus prácticas onanistas, si no para el de su escultural físico. De hecho, el póster promocional de la película no es más que una ilustración de la secuencia en la que vemos a la Duval en todo su esplendor. Y lo que importaba era su cuerpo y nada más que su cuerpo. Daba lo mismo hasta la propia actuación de la muchacha que, además, aparece doblada por una actriz del medio, porque, guapa a rabiar, Norma no es que fuese una gran actriz precisamente (el co-protagonista, Miguel Molina, hijo del cantante Antonio Molina que a posteriori sí que desarrollaría una —irregular— carrera como actor, tampoco era especialmente diestro pronunciando frases, así que también su intervención es doblada).
El caso es que, quizás de pura chorra, con la tontería de querer mostrarnos las tetas de Norma Duval, entre Paco Lara Polop, director y principal promotor de la película y Julián Ibáñez, se escriben un thriller de corte erótico que se anticiparía a la corriente americana de los 90 con “Instinto Básico” a la cabeza y que, generando un desarrollo y un clímax malsano y malrollero (y sexista, y misógino, y…), resultaría ser una de las mejores películas de las muchas que dirigió Lara Polop. Porque el film es resultón y eficaz, con una trama a priori trillada que se va complicando hasta captar por completo la atención del espectador y, encima, se consigue que el momento en el que Norma Duval se despelota no sea del todo gratuito porque se integra muy bien en lo que es la trama. Y luego, al final, otro pequeño giro. Y cuando termina, uno acaba exclamando: Chapó.
Tenemos a un señor juez interpretado por el estupendo Manuel Tejada, que anda hasta el cuello de trabajo y, en la otra mano, tenemos a su sumisa esposa que, harta de gastar un dinero que no se acaba en insulsas compras, se aburre en el hogar conyugal cosa mala. Así que, en una de estas, acaba manteniendo una relación sexual con el joven dependiente de diecisiete años de la zapaterías donde se deja la pasta.
Jugueteando amorosamente en el cobertizo propiedad de los progenitores del adolescente, la mujer del juez y el muchacho son sorprendidos por el vecino de esta que pasa por allí en bicicleta —y que ya le tenía echado el ojo a la jamba porque está muy buena—, justo un rato antes de descubrirse que la mujer de este ha fallecido en un aparatoso accidente. Se sospecha del vecino, pero el encontronazo casual con la mujer del juez le sirve de coartada. No obstante, como ha pillado a esta fornicando con el chaval, la chantajeará haciéndole participar en sus juegos de corte sexual, si no quiere que desvele su affaire con el muchacho. Naturalmente la cosa se irá complicando.
Pues está muy bien, sobre todo, porque pese a la ranciedad de su diseño de producción y la tosquedad de toda la película en sí, rodada en una época en la que el hecho de filmar con película barata otorgaba al cine español un tono muy característico, y sin grandes alardes ni técnicos ni estéticos, consigue una película de una factura pobretona, pero que se ve compensada por la solvencia de lo que nos cuenta con una historia curiosa y bien escrita que logra que le veamos las tetas a Norma Duval, pero con consistencia. Y vaya si se las vemos.
“La mujer del juez” no fue un gran éxito de taquilla, aunque pasaron por caja casi medio millón de espectadores, pero sí que fue un gran éxito en vídeo de alquiler, con aquellas cintas que iban en las fundas gordas y mullidas de Izaro films, que la distribuyó.
En el reparto, junto a la Duval, el Tejada y el inútil de Micky Molina tenemos a un Héctor Alterio que da gusto verlo —las secuencias en las que se encuentra con la Duval en fiestas de sociedad y en las que la mira con cara de sátiro son tan inquietantes como involuntariamente divertidas— luciendo prolongada calvicie y bigotazo, tenemos a  Beatriz Elorrieta y, eterno, Antonio Gamero.

miércoles, 7 de enero de 2009

LA PATRIA DEL RATA

El rata es un delincuente juvenil encarcelado tras hacer mil y una diabluras. Gracias a un amigo suyo que mueve unos hilos, es liberado como si fuese uno de los presos políticos excarcelados tras la muerte de Franco, aunque lo que de verdad quiere el amigo es que el criminal se una a un grupo terrorista que va a formar. El rata no acepta la proposición, ya que quiere enmendar su vida, así que recurre a los distintos partidos políticos de izquierdas a pedir trabajo, aprovechando su condición de preso que ha luchado contra Franco y se encuentra que, precisamente, por ser preso político los partidos no quieren saber nada de él, así que, de nuevo, se ve obligado a delinquir, atracando un banco que termina en secuestro y una niña minusválida de por medio.
Una película de maleantes bastante sobria, que se centra más en desenmascarar a la izquierda de la transición que en endiosar al delincuente, aunque eso también está: Las escenas dulzonas del rata con la niña minusválida, parecen extraídas directamente de "E.T." para que veamos lo bueno que es el tipo en realidad.
Dirigida por Francisco Lara Polop, artesano que rodó clásicos de la comedia más cafre y chabacana como "Virilidad a la Española" con Fernando Esteso o "Le llamaban J.R." y "J.R. Contraataca", películas que parodiaban la serie de t.v. "Dallas" para lucimiento del cómico Pepe Da Rosa , "La patria del rata" viene escrita por ¡¡¡Manuel Summers!!! Desconozco si está basada en algún delincuente real, pero esto huele a ficción mas que a otra cosa.
Se deja ver bastante bien, está entretenida, pero dista mucho de películas como las que vengo reseñando hasta ahora. 
Además “El Rata” tira de metralleta, y eso se agradece.

lunes, 10 de octubre de 2022

LE LLAMABAN J.R.

Durante el año 1982 en España, en tiempos en los que la televisión más que una opción de entretenimiento era religión, se emitió con gran éxito la teleserie —o más bien culebrón— “Dallas” creada por David Jacobs. Se convirtió, por obra y gracia de la providencia, en un fenómeno social a nivel internacional con gran calado, curiosamente, en nuestro país. De su poblada galería de personajes obtuvo especial popularidad uno en concreto bastante cabrón, J.R. Ewing, interpretado con total pericia por Larry Hagman. El tal J.R. era un magnate petrolero texano que utilizaba su poder, su influencia, la extorsión y la mentira para conseguir sus fines, y, a pie de calle, donde todo el mundo comentaba en petit comité las fechorías de esta figura, se comenzó a extender la inclusión de expresiones recurrentes en nuestro lenguaje que incluían a J.R. “Eres más malo que J.R.”, por ejemplo, salía de la boca de miles de españolitos en los primeros años de la democracia española.
Al mismo tiempo, triunfaba en televisión desde hacía casi una década el cómico Pepe da Rosa, que con una suerte de chascarrillos y cantando unas sevillanas satíricas en las que el cómico hacía alarde de un ingenio muy por encima de lo que se estaba acostumbrado en el humor de aquellos años, se metió al público en el bolsillo con tonadillas que aludían a la actualidad televisiva; Alcanzó el cenit de su éxito haciendo la sevillana “A J.R.” (a la que se le atribuye de manera casi oficial que es el primer rap escrito en nuestro país, aunque da Rosa lo ejecutó de manera inconsciente) en la que analiza a modo de tanguillo, con una mala leche muy marcada, los contenidos de la serie de marras, pero con anterioridad ya había triunfado con “Los cuatro detectives”, canción dedicada a Colombo, Banachech, McLoud y Kojack, personajes televisivos también muy queridos y, posteriormente, triunfaría con “Los lagartos de la tele”, sevillana dedicada a otro fenómeno televisivo como fue la serie “V”.
El caso es que su canción “A J.R.” y el furor general que estaba teniendo la serie “Dallas”, no podían pasar desapercibidos para el mundo del cine de la época que se adjudicaría una serie de éxitos de taquilla expoliando, a modo de parodia, los bombazos televisivos del momento. Nace así, orquestada por el mítico Paco Lara Polop, esta “Le llamaban J.R.” que parodia de forma muy cafre y a la española la trama de la serie “Dallas” con la popular canción de Pepe da Rosa siempre de fondo y con el total protagonismo del cómico sevillano.
El lujo americano de los escenarios de “Dallas” se ven aquí reducidos a poco más que un chalet con piscina, en lo que en la ficción viene a ser un cortijo andaluz de nombre Palace. Eso sí, el elenco, está compuesto por nombres de lo más granado del cine español dando vida a los gerifaltes de la teleserie americana en su versión castiza, por lo que la Sue Ellen de la serie original aquí vendría a ser rebautizada como Eli, la Pamela de “Dallas” aquí sería Canela, Bobby sería Tobi, y J.R. mantendría sus siglas, esta vez para dar nombre a un tal Jerónimo Romero.
Aquí J.R. sería el hijo de los guardeses de un cortijo andaluz que está a punto de ingresar en el seminario para ser cura, hasta que recibe la noticia de que va a heredar el macro-dominio de Palace, así como la empresa familiar, la Chorizo Egüik Company and Huevos Corporeision. A partir de ahí, el bueno de J.R. se convierte en poco más que un negrero y, al igual que sucedía en la teleserie americana, se desarrollan las tramas en torno a la extorsión, el chantaje y el abuso de poder, aderezado todo con unas gotitas del todavía coleante destape autóctono y mucho humor de sal gruesa, haciendo especial hincapié en los chistes homófobos. Todo un muestrario de incorrección política que haría las delicias de la infame Carolina Iglesias y el resto de comicastros millennials abanderados del “buenismo” y que han puesto de moda la palabra “cancelación”. Estos son la nueva censura, pero ese sería otro asunto. Aquí no habían ni nacido.
Además la película, supongo que rodada deprisa y corriendo, aparece en los cines en un momento en el que la serie original está de especial actualidad, puesto que en el final de la temporada que se emitiese en aquél momento de 1982, al J.R. original le pegan un tiro, cosa que deja al país en suspense a la espera de la siguiente temporada. “Le llamaban J.R.” aprovecha esa situación hasta las ultimas consecuencias siendo J.R. asimismo disparado al final de la película y dejando al espectador a dos velas, anunciando el desenlace de este acontecimiento en una próxima película que se materializaría un año después bajo el título de “J.R. Contraataca” (y que verán aquí reseñada próximamente).
A día de hoy, y cada vez menos, “Le llamaban J.R.” es recordada por el público mayor de 40 como un clásico del humor de los 80, pero en realidad se trata de un artefacto cuya vida útil se reduce a los dos o tres meses que la película habría de permanecer en cartel. Todo está rodado para que funcione en ese intermedio entre temporada y temporada, y mientras la canción de da Rosa sonara en radio y televisión. En 1985, tres años después de su estreno, “Le llamaban J.R.” ya era una película vieja.
Por lo demás, es mala, chabacana, por momentos ridícula y los chistes funcionan a duras penas, pero yo creo que es un producto que tiene en general cierta gracia, ya sea por los motivos por los que fue concebido, ya sea porque se trata del ejemplo de cine exploit que mejor refleja el carácter del español medio de aquellos años tanto detrás de la cámara como en la platea, que tomaba coñac, fumaba puros y veía en la tele la misa de los domingos, el fútbol, “Dallas” y escuchaba la música y se mondaba de la risa con el genial Pepe da Rosa.
El reparto, lleno de astros, lo componen nombres como los de Antonio Garisa, Guillermo Montesinos, Mary Santpere, Miguel Rellan, Alfonso del Real, Luis Barbero o el entrañable José Riesgo —Julián en Barrio Sésamo—, todos en estado de gracia y pasándoselo muy bien haciendo esta película, y actrices propias del destape, aquí quizás más vestidas que de costumbre, como puedan ser María Salerno, Pilar Alcón o Mónica Cano.
A mí, en general, me gustan este tipo de películas.
Pueden disfrutar de los fotocromos para cine, que ya colgamos en este blog en su momento, pinchando aquí.

jueves, 24 de octubre de 2013

LA MANSIÓN DE LA NIEBLA

El debut en la dirección de Francisco Lara Polop, director legendario de la comedia española que trajo a nuestras pantallas éxitos tan grandes cómo “Virilidad a la española” con Fernando Esteso o “Le llamaban J.R.” para lucimiento de Pepe Da Rosa, pero también cosas más sórdidas como “Cebo para una adolescente” o “La patria del Rata” de menor calado en el subconsciente popular, se adscribe al género fantástico y a los míticos 70 mm. tan populares a finales de los 60 y primeros 70.
Según TODAS las bases de datos consultables y por consultar, la película está co-dirigida por otro grande de la comedia  como es Pedro Lazaga, sin embargo, en la película no hay ni un solo nombre, o pseudónimo, que así lo acredite.
Cuenta la historia de diferentes personajes, que en medio del campo, y por culpa de la niebla, dan a parar todos a la misma mansión.  Allí, se les cuenta los problemas que hubo tiempo atrás a causa de un vampiro. Trasteando por la mansión, cada personaje irá presenciando extrañas muertes, extraños poltergeist y demás parafernalias “fantaterrorificas”.
“La Mansión de la niebla”, coproducida con Italia, y con título internacional de “Murder Mansion” (entre otros cuantos), digamos que tiene un montón de cosas buenas, pero tantas como malas, y si equilibramos la balanza el resultado se inclina más hacia las malas. Porque adolece de lo de siempre, a saber: Ritmo nulo, desarrollo confuso, guión no del todo sólido e imperante aburrimiento. Así, una atmósfera totalmente envolvente, momentos de horror más que convincentes, escenografía y fotografía perfectas, no logran imponerse al coñazo que, a rasgos generales, supone sentarse frente a “La Mansión de la niebla”.  De poco sirve que diga que, en el lado positivo, sea deudora, y recree con eficacia, los entornos de las películas detectivescas a lo Agatha Christie, tipo “10 Negritos” o, más en su línea, “La Bestia debe morir”, sin ser una de esas en las que hay que averiguar quien es el asesino, ya que anda más bien encaminada a territorios “zombies”, a pesar de que se hable en su argumento, constantemente, de un vampiro.
Y es que con el cine de terror español setentero si, técnicamente, una película es impecable  pero no se apoya con lo narrativo, la cosa sirve para bien poco, porque, al contrario, si un coñazo es técnicamente una chapuza, igual con las dosis precisas de inutilidad se torna buena… no sería este caso, porque, a pesar de la buena prensa que acompaña a esta película por parte de, como no, el fandom especializado, que siempre se deja llevar por la pasión a la hora de evaluar sus géneros favoritos,  “La mansión de la niebla” está demasiado bien hecha y las interpretaciones son demasiado dignas para que la tengamos en cuenta como “peli chunga”, por lo que solo se queda en coñazo, que es lo peor que le puede pasar a una película. Eso si, un coñazo bonito. Demasiado bonito para mandarlo a quemar, ya que lo momentos buenos, son demasiado buenos y, hasta por momentos, da miedo, provoca inquietud. Pero no son tantos como para tenerla en cuenta… y así sucesivamente.
En definitiva, que la película se queda en tierra de nadie, y tajantemente, no ha obtenido repercusión a posteriori porque es la definición misma de sosería.

sábado, 4 de enero de 2025

ESOS LOCOS CUATREROS

Nos sabemos hasta el dedillo la cantinela de lo muy mucho que cinematográficamente molaron los años ochenta. Y aunque, desde hace ya una temporada, hay quien intenta aplicarlo a los noventa (y más pronto que tarde ocurrirá con los primeros dos mil), los ochenta siguen reteniendo ese áurea especial. Sea o no justificada. Personalmente, además, opino que lo mejor de la década se encontró, justamente, en medio: 1985. Por lo menos mirado desde la perspectiva de nuestra situación geográfica, donde algunos films llegaban un año (o más) tarde de su lanzamiento autóctono por ahí los USA (país que produjo lo más destacado de la dichosa época, guste o no) Y a 1985 pertenece "Esos locos cuatreros" lo que, ya de entrada, denota ciertas garantías.
¿¿Qué ocurriría si cogiéramos a un cowboy de la vieja escuela, un auténtico buen chico, heroico, noble y puro, típico de las rancias películas del oeste producidas en los años cuarenta, y lo trasladáramos a un entorno más "realista" y salvaje, menos romántico, de tan significativa época y género?? Justo, es con ese contraste con el que juega, durante los agradecidos 82 minutos que dura la función, el guionista y también director, Hugh Wilson, quien experimentaba su momento de mayor esplendor tras haber estrenado un año antes el super-hit "Loca academia de policía". Supongo que, por ello, la "major" de turno confió en él para que hiciera lo que le saliera del choto. Y lo hizo. Pero fracasó. De ahí que su carrera, a pesar de algún título intermedio medianamente llamativo ("La ratera", "Tess y su guardaespaldas"...), no volviese a relucir igual. Murió en 2018. Descanse en paz.
Rex O'Herlihan se define a sí mismo como el vaquero cantante. Viste de pulcro blanco. Es prodigiosamente rápido con el revólver (eso sí, jamás mata, su especialidad consiste en disparar a las manos de sus contrincantes). Canta como los pájaros y, por supuesto, es bondadoso y guapo. Las mujeres se pirran por él. ¡AH! y rechaza cualquier clase de bebida alcohólica, lo suyo es la leche. Literalmente. Además, tiene otra cualidad, se sabe de memoria todos los clichés adscritos al western. Todas las fórmulas narrativas y recurrentes por lo que, como dice él, puede ver el futuro. Así las cosas, aplicará sus talentos para ayudar a unos granjeros que viven atormentados por el villano de turno y sus lerdos secuaces.
"Esos locos cuatreros" llamó bastante la atención en nuestras tierras porque, justo, fue aquí donde se rodó. No resulta muy complicado deducir que el escenario exterior elegido fue el de tantos y tantos espagueti westerns, Almería y sus alrededores (para los interiores se recurrió a los "Estudios Bronston" sitados en Madrid). De ahí que la revista "Fotogramas" (conocida también como "Fotogrumos") visitara el plató y se sacara de la manga un completo reportaje que tuve el inconmensurable detalle de escanear y compartir con todos ustedes, por si gustan aquí disponen de la primera página, y aquí de la segunda y última. Es lógico pues que, a lo largo del film, pululen muchos rostros autóctonos, como los de Fernando Rey encarnando a otro de los villanos (considerando su culto bagaje previo, debió fliparlo colores al soltar todas esas frases tan absurdas), Emilio Linder, Charly Bravo y muchos otros que sabrán reconocer aquellos más puestos que yo. También ello se extiende al personal detrás de las cámaras, con José Luis Alcaine dedicándose a la dirección fotográfica, Gil Parrondo a la artística, Julián Mateos a los decorados o Francisco Lara Polop como... er... "production manager", que no se qué cojones implica ello. De productor asociado tenemos a Hervé Hachuel, ¿franchute? de lustrosa carrera todavía activa afincado en nuestras tierras y perfectamente reivindicable (hizo algo de ruido en 1986 dirigiendo "Banter" y en 1991 con "Besos en la oscuridad", producción de un Roger Corman experimentando con las españas como posible país colaborador, aunque la cosa no prosperó).
Por supuesto, y sin salirnos de nuestras fronteras, el título patrio no tiene ninguna relación con el original. La película nació como "Rustlers' Rhapsody" (el que la muy posterior "The Ballad of Buster Scruggs" de los hermanos Coen guarde algunos puntos de conexión en su título, y su arranque parodiando la misma temática con varios elementos parecidos, pensaba que era delirio mío... no obstante, no soy el único que se ha dado cuenta), pero por entonces, como bien sabemos, los distribuidores españoles vivían convencidos de que cualquier comedia con tintes más o menos modernos se vendería mejor si llevaba la palabra loco o loca en el título -precisamente gracias al super éxito con la academia de maderos del mismo Hugh Wilson, lo que justifica especialmente su utilización en el caso que nos ocupa-, táctica de la que existen mil ejemplos y se llegó a estirar cual chicle.
Efectivamente, "Esos locos cuatreros" es ochentera de pies a cabeza. Ya no se hacen "de risas" como esta
. Combina un tipo de humor más terrenal con gotas de "slapstick" (no falta el trompazo directo a la entrepierna) y algo de agradecido "spoof" (aunque sin llegar a los dulces excesos de unos ZAZ), sobre todo por la ristra de gags de puro meta-cine, como la ya reseñada continua alusión a los tópicos narrativos del western (incluida una graciosa cita a aquellos de producción italiana) No obstante, y a diferencia de mucha de la comedia de entonces, el nivel de mal gusto es bajo. Muy bajo. Casi parece diseñada para ser consumida por toda clase de audiencias. De ahí que la violencia esté muy suavizada y los clásicos chistes de drogas (las raíces que come el prota y le ponen contento) u homofóbicos tan propios del momento tengan presencia, pero sin abrumar. A colación de esto último, se juega muchísimo con la idea de que Rex O'Herlihan no sea lo suficientemente macho y dude de su hombría. Justamente, una de las ocurrencias más inspiradas consiste en que, tras asumir los villanos que no hay manera humana de acabar con él, buscan a otro cowboy cantante e igualmente buen chico para hacerle frente, lo que iniciará un conflicto a la hora del inevitable duelo: Perderá aquel cuyo curriculum sea menos moralmente intachable. Si encima nos buscamos al mismísimo hijo del mismísimo John Wayne para encarnar a dicha némesis, pues todos contentos.
Recuerdo perfectamente cuando "Esos locos cuatreros" fue lanzada en su día. De ver el trailer en la tele, el mencionado artículo en "Fotogramas" y luego su presencia por video-clubs. Pero jamás llegué a consumirla. Jamás. Tal vez porque no sea yo muy de western. O porque, sabiendo que España andaba metida, me daba pereza, suponiéndola cutre y deprimente. Gracias a los servicios de streaming gratuitos me estrené hace escasos días. ¿Y? Pues no les voy a engañar, me entretuvo bastante, divirtió comedidamente y dejó un poso agradable. Solté alguna risa salerosa... pero únicamente a ratos. Tampoco es, ni mucho menos, una comedia brillante y desternillante. En ese apartado flojea. Y la mezcla de humor super-tonto con humor super-absurdo eventualmente desconcierta. Cuando no resulta gracioso, el delirio en busca del efecto cómico se torna, simple y llanamente, surrealismo casi inquietante. En fin, no sabría decir... pero hasta eso hace de ella algo medianamente visible.
El reparto principal (equipo hispanoparlante aparte) no podía ser más llamativo. Un joven y guapo Tom Berenger. El gran G.W. Bailey como borrachín del pueblo. Así de primeras puede que no les suene, pero si digo que dio vida al "Teniente Harris" en las academias, seguro que saben de quien hablo. Justo, su segunda entrega se rodó a la par que el film reseñado, de ahí la presencia casi anecdótica del actor en aquella. Marilu Henner, la pechugona -cualidad muy explotada a lo largo de su carrera- protagonista femenina de la serie "Taxi" y que venía de asomar sus encantos en otro "spoof" fallido comercialmente hablando pero -en mi opinión- superior, "Johnny Peligroso". El super televisivo Andy Griffith (volvería a verse inmerso en la comedia paródica once años después con "Espía como puedas"). Y, hablando de ello, no perderse la escueta pero antológica intervención de Jim Carter en plan pistolero malcarado... ¿quién? el inmortal y bigotudo "Déjà Vu" de ese clásico imperecedero del "spoof" titulado "Top Secret". Lo complementan Sela Ward, Brant von Hoffman (otro habitual cadete de la academia loca y el cine de Hugh Wilson), Christopher Malcolm (tiene una carrera fascinante, aunque los más enfermos le reconocerán como uno de los pilotos rebeldes de "El imperio contraataca") o Billy J. Mitchell (el manager de "Nick Rivers" en... sí, tu otra vez, "Top Secret").
Lo crean o no, entre los productores yankis de "Esos locos cuatreros" localizamos nada menos que a Walter Hill... ¿cómo se quedan?.

miércoles, 29 de noviembre de 2017

MEGATON YE YÉ

Producido por Francisco Lara Polop, el debut en la pantalla de Jesús Yague sería un film para el lucimiento de una banda pop que en 1965 estaba de moda: Miky y los Tonys.
Por un lado tenemos la historia de un cantante melódico, Juan,  que se enamora de una jovencita recién llegada a Madrid. Esta relación pronto se ve truncada por motivos laborales ya que ella se tiene que marchar a París. Así, Juan, toma contacto con una banda ye yé que está obteniendo cierta popularidad, Miky y los Tonys, que se presentan a distintos concursos musicales a la vez que, como si de los cuatro de Liverpool se tratase, van a debutar en la gran pantalla con una película para su lucimiento. La película no cuenta nada más.
Con cierto sabor a la Nouvelle Vague, y al cine francés de los años 60, lo cierto es que a Yagüe le queda una película absolutamente afrancesada. En el momento de su estreno, en la prensa, alabaron la influencia que el director pudiera tener de Jaques Remy. Dice el director que toda la similitud que su película pudiera tener con la Nouvelle Vague no fue más que una casualidad. Él rodó la película a su ritmo, con su estilo, y le quedó de aquella forma de manera involuntaria, porque por aquél entonces, el director ni tan siquiera conocía a Remy—luego, cuando vio una de sus películas para ver esas similitudes que se le achacaban, en cuanto descubrió a Bresson se volvió admirador—.
Por otro lado, aún siendo una película vehículo para el lucimiento de Miky y los Tonys, estos quedan casi en un segundo plano.
Con unos gags surrealistas totalmente discordantes con el tono general de la película, y con una duración de poco más de hora y cuarto, “Megatón Ye Yé” se deja ver tranquilamente, aunque no se sepa quienes son  músicos para los que el film está concebido. Entretenidilla.
Completa el reparto, otro cantante, Mochi y una jovencisima María José Goyanes, así como Luis Sánchez Polack “Tip”, tiene un pequeño cameito.
Siendo una película de los años sesenta, llama la atención, cuando los protagonistas se dan un paseo por la Gran Via Madrileña al principio de la película, ver la cartelera que reinaba en los cines de la zona aquellos días, estando en cartel, en el Palacio de la música “Lawrence de Arabia”, mientras que, el cine que no soy capaz de ubicar y en el que nuestros protagonistas se detienen, están proyectando un mondo, nada menos que “Este perro mundo”. Curioso.
La película congregó en su momento unos nada desdeñables 538.000 espectadores.

lunes, 9 de enero de 2017

LA MASAJISTA VOCACIONAL

En pleno destape, José Frade y quizás en consecuencia de las “Comedias Sexy” Italianas –ya saben, las protagonizadas por Lino Banfi y AlvaroVitali mayormente-, o al menos con ese tono, y como revulsivo a los reyes del género que por aquél entones eran Pajares y Esteso, Francisco Lara Polop se pone a dirigir, con muy poquitas ganas, esta “La Masajista Vocacional” que a su vez es, probablemente, la película más zafia y de mal gusto de la historia de nuestro cine de tetas y culos. Al menos en intenciones, que mostrando carne tampoco es que sea una película que destaque en calidad o cantidad.
También se adscribe a ese género que en los ochenta fue también que son las comedias que transcurren en hospitales.
Es una película de meter mano. Eso es. Porque al final lo que tenemos aquí es a un puñado de señores salidos metiendo mano a una masajista titulada, que va vestida como una puta, ya sea en el hospital, o en el lecho dónde deja que un babeante Quique Camoiras, la pegue unos sobos de órdago. Todo ello en pro del humor, pero a pesar de la presencia de grandes del género como Juanito Navarro o Raúl Sender, la cosa no termina de cuajar. Y es que el protagonismo cae en Paco Cecilio que no tiene carisma ninguno.
La cosa va de un famoso pelotari que recibe un pelotazo en los cojones, por lo que tendrá que ir al hospital completamente quebrado.
Allí, recibirá los servicios de una masajista que tiene unas manos maravillosas, y un culo esplendido, por lo que la cosa se complicará, ya que escayolado como está, en salva sea la parte, las erecciones que le pueda provocar la masajista con su sola presencia, pueden ser fatales. Así que su mejor amigo se pasará la mayor parte de la película intentando evitar que este se ponga cachondo, cosa difícil, porque la masajista es una cachonda de tomo y lomo, además de una idiota que se deja manosear y meter mano, ya que ni se entera, ni tiene voz, ni voto, y permanece pasiva ante el acoso sexual al que es sometida por todo macho que aparece la historia.
Como ven, pura poesía, firmada, en el guion, por Juan José Alonso Millan.
Miren que soy fan de la españolada, del destape y de todo aquél cine español de los ochenta, pero que quieren que les diga, con “La Masajista Vocacional”, no puedo. Me parece una película estúpida y me caen muy mal sus personajes, Además, es especialmente mala, y puede confundir a los neófitos que pueden pensar que todas las películas de destape eran así de estúpidas. Nada más lejos de la realidad.
El ver a Quique Camorras haciendo de sátiro, detrás del culo de la masajista, a la que da vida Adriana Vega (ella estupendísima, eso si), corriendo en gayumbos con topos mientras masculla obscenidades, puede resultar gracioso, claro que si, pero también da mucha, mucha grima.