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martes, 5 de octubre de 2010

LAS AVENTURAS DE ZIPI Y ZAPE

Cuando este país molaba, y los grupos musicales infantiles proliferaban y salían de debajo de las piedras, a alguien se le ocurrió juntar a dos gemelos gitanos, teñir a uno de ellos de rubio, colocarles unas canciones, que aún ligeramente superiores a la media de los grupos infantiles de aquella época, lo mismo valdrían para Parchís, que para Regaliz que para Chispita, les pusieron unos chalecos rojos sobre camisas blancas, corbatas y pantalones cortos, y supongo que (solamente supongo) bajo previo pago de derechos a la editorial Bruguera, salieron al saturado mercado discográfico los “Zipi y Zape”, dúo musical de moda, que no duró más de un asalto, pero que, eso si, les dio tiempo a rodar una película cuanto menos rara.
Me extraña francamente, que esta película de indiscutible y lógica estética “pop”, no sea a día de hoy reivindicada por modernos de diversas cataduras, así como me extraña que al dúo musical protagonista, no se les recuerde como si se recuerda a otros de su época. Su condición de “Gipsy Childs” y de grupo pasajero, les convierte en el grupo “outsider” por excelencia. Dan miedo. La película comienza con los dos hermanos en compañía del resto de compañeros del cole, entrando en clase, tarareando una cancioncilla que desde el principio incita a la chavalería a no estudiar, a favor de andar por ahí haciendo el gamba. En cuanto entran, ven a Sapientín sentado en su pupitre estudiando. Zipi y Zape lo ven, y el gitano teñido de rubio se dirige hacia el con gesto de querer matarle o robarle, alzando un poco las manos y sacando el mentón en tono amenazante. Su pelo rubio, me hizo pensar en la película LOS ULTIMOS GOLPES DE EL TORETE, donde para interpretar al vaquilla, lo más normal era que lo interpretara el francés Bernard Seray, también rubiales (el vaquilla era castañoso, pero tirando a rubete). Si lo hubiera interpretado este chico, Luis María Valtuille, lo hubiera bordado.
Chascarrillos obvios a parte, hay que decir, que si bien me ha costado un huevo dar a día de hoy con esta película, también es cierto que en su momento, fan como era yo en mi infancia de este tipo de productos, encontraba la película tremendamente pesada. Eso no fue óbice para que yo la viera varias veces, pero si que me parecía aburrida, y para nada digna de los tebeos, de los cuales era incondicional absoluto. En mi opinión, Escobar es el mejor de la factoría Brugera, y Zipi y Zape, los mejores personajes. Que les follen el culo a Mortadelo y Filemón, y sobretodo, ahora que está de moda, que le follen a Vázquez (¿En serio que os molaban Anacleto o Las Hermanas Gilda?... ¡¡NO ME CREO UNA MIERDA!!).
Vista hoy la película, me ha parecido una película cojonuda, rara, zopenca, chunga y estrepitosamente desenfrenada. Y sobretodo (y esto es lo que me ha molado) anárquica.
La adaptación que se hace del cómic, es fiel hasta el punto donde tiene que serlo, es decir, están Peloto, Don Minervo, Sapientín, los vales para las bicicletas, el cuarto de los ratones, Don Pantunflo y Jaimita, pero te los presentan en la primera media hora de película. Se nos deja claro de donde salen los personajes y una vez contentos con el cumplimiento de “las obligadas normas de la adaptación de un cómic a la pantalla”, se pasan todo eso por los cojones, para hacer lo que al director (y guionista) le sale de la punta de la polla, así pués en un enrabietado y delirante “Tour de force”, desfilan por la pantalla los personajes que no salen en el cómic, así como todo aquello que se le ocurriera a quien fuera; Oliverio, su chofer Bautista, la tía Enriqueta (brutal Mary Santpere), los gángsteres que secuestran a Oliverio, los Angeles de Charlie, e incluso un cutre “increíble Hulk” gordinflas y morado, que parece sacado de cualquier circo de la época. Aparece también un detective, que aunque en ningún momento se le llama por ese nombre, es Sir Tim O´theo, ¿Cosa de los derechos?
A partir del desfase, se cargan la posible esencia que en un principio pudiera desprender la película del cómic. Esa escasa esencia, radica en los mejores momentos de la película, perpretados por Don Pantunflo y Doña Jaimita, estupendos Joan Monleón y Marta Angelat, que no solo son clavados a sus personajes, si no que nos ofrecen las escenas más divertidas, y llegamos al delirio cinéfilo, cuando vemos que el bigote de don Pantunflo, calcadito al de los tebeos, está pintado con un lápiz de ojos grueso, y está hecho sin disimular, abiertamente. Eso es maravilloso.
De agradecer es, que durante la película el dúo no se cante más de tres canciones, bastante agradables por cierto, y que de ritmo anda mas que servidita.
Yo anoche lo pasé pipa, luego no entiendo como de niño me parecía un tostón. Quizás es porque es una peli adelantada a su tiempo.
No deja de ser curioso, el hecho de que para encargarse de esta película se optara por el director de origen Chileno Enrique Guevara, que venía directamente de hacer lo más sucio del cine “S” de catadura erótica, como por ejemplo ORGASMO CALIENTE o la parodia EN BUSCA DEL POLVO PERDIDO, y que tras dar rienda suelta a su creatividad tanto en el guión como en la dirección de esta película, desapareció, dejando ya su filmografía huérfana hasta nuestros días.
Las otras no se como serán, pero esto es una obra, que espero que con el tiempo, se le rinda el culto que se merece.

viernes, 14 de octubre de 2022

J.R. CONTRAATACA

Secuela directa de “Le llamaban J.R” y rodada inmediatamente después de aquella con el fin de seguir capitalizando la franquicia que Paco Lara Polop se había sacado de la manga a costa (y pitorreo) de la serie “Dallas”, y sin pagar ningún tipo de copyright al respecto (que se sepa).
Esta secuela, “J.R. contraataca”, es un poco más de lo mismo aunque sustancialmente peor, pero inconscientemente incorrecta, brutalmente incorrecta diría yo, porque la premisa principal consiste en curarle un repentino homosexualismo que le ha venido a J.R. Con ese comportamiento inadecuado no tiene derecho a heredar el emporio Palace y, entre unos y otras, procurarán devolverle la hombría de las maneras más básicas y elementales, mientras por otro lado lidia con los chupópteros.
Al final del anterior film, y al igual que en la temporada en curso de la serie que parodia, a J.R. le pegan un tiro dejando la puerta abierta para esta secuela que comienza con J.R. ingresando en el hospital y descubriendo el espectador que no ha muerto a causa del disparo, solamente tiene un perdigón incrustado en un testículo. Contrata así un guardaespaldas enano (interpretado por un enorme Pepe Carabias) que vigilará que ninguna fémina se acerque a J.R., pues al mantener sexo peligra la salud de su testículo.
Por otro lado, entes envidiosos que ansían el poder de Palace, conspirarán contra el potentado inyectando hormonas femeninas en el whisky que este bebe a diario,  generando así una homosexualidad repentina en nuestro protagonista.
La sal más gruesa, la homofobia más salvaje y el peor de los gustos juntos de la mano en este guion de Juan José Alonso Millán dirigido por el propio Lara Polop, que se ventilan todo el trabajo en un par (o tres) de jornadas con la idea de estrenar pronto y recoger los frutos antes de que se pase el tirón de la serie.
Suena a tópico, pero el humor de la película es tan basto y se ceba tanto con los homosexuales —incluso llegan a definir el termino “pederasta” como “maricón perdido”— que a día de hoy sería tristemente cancelada. De hecho, me pregunto sinceramente si no será este el hecho por el que la película no está, como sí lo está su antecesora, circulando libremente en plataformas de streaming, ni que sea Flixolé, con completa libertad. Por suerte, siempre nos quedará la mula.
Poco más que decir… al margen de esta curación del gay J.R. made in Pepe da Rosa —que asimismo se adjudica parte de su argumento en los créditos—, la película es cutre y chabacana a más no poder, mala como un delincuente, sin embargo su visionado resulta entrañable si no nos tomamos muy en serio el mismo y, lógicamente, naturalmente y mientras se tenga sentido del humor, se ríe uno mucho con los chistes de maricones, más que porque sean buenos, simplemente porque existen y porque hoy serían condenados a muerte. Por supuesto, los espectadores sabíamos a lo que veníamos.
Por lo demás, Antonio Garisa, Mary Santpere, Guillermo Montesinos, José Carabias etcétera, etcétera, como en la primera, se lo pasan divinamente frente a las cámaras soltando diálogos cafres y haciendo su dinerito.
“Le llamaban J.R” llevó a los cines a casi un millón de espectadores; se estrenó en el momento preciso. “J.R. contraataca” por el contrario llegó ya con la fiebre de “Dallas” un tanto paliada, apenas movilizó a los cines de barrio a doscientos y pico mil espectadores. Muy poco.
Al final de la película un Pepe da Rosa metidísimo en el rol de J.R. amenaza con un contundente “¡Volveré! ¡Volveré!” a sus enemigos. Obviamente no hubo trilogía, y da la sensación de que mientras la producción trabajaba en esta secuela, ya se olía que no iban a hacer muchas más películas con el personaje.

martes, 25 de marzo de 2025

SU MAJESTAD LA RISA

En la España de 1980 el fenómeno del vídeo club todavía no estaba instaurado de manera masiva -aunque tampoco tardaría demasiado- y, cuando alguien quería explotar las habilidades de algún humorista en formato largo fuera del ámbito televisivo, una de las opciones consistía en levantar una producción y construir una película a su servicio.
Es por esto que, a imagen y semejanza de lo que unos años después sería habitual en vídeo de la mano de productoras/distribuidoras como Olimpy o Boulevar, se concibe, para total lucimiento del humorista Arévalo y sus chistes, esta “Su majestad la risa” que, por su propia naturaleza y su estructura de programa televisivo de sketchs, pobre como un "homeless", resulta ser una de las películas más extrañas del cine español. Y es rara porque aquí, como si una cinta de casete de gasolinera se tratara, más que la presencia del propio Arévalo, los reyes de la función son los propios chistes. Entonces, la película está estructurada de manera que, mayormente, vamos a escuchar en formato 35 mm los “greatest hits” de Arévalo. Pero sucede una cosa muy curiosa, y es que se recrean diferentes escenarios, no para escenificar chistes, sino para que Arévalo los cuente en distintas atmósferas. Así, tenemos a un anciano (Arévalo disfrazado) que acude a una emisora de radio a contarle chistes al locutor, y esto servirá como nexo de unión para que veamos al cómico en distintos escenarios ataviado con distintos disfraces, contando una y otra batería de chistes. Entonces, si por ejemplo la acción se traslada a una barbería, tenemos a Arévalo en plan barbero, cortándole el pelo a un cliente al que, a su vez, le cuenta unos cuantos chistes. Lo mismo sucede cuando la acción transcurre en una panadería; no se da pie a un chiste ficcionado en torno al lugar, sino que Arévalo cuenta se los cuenta a otro panadero mientras amasan pan. No chistes de panaderos, sino de gangosos, por ejemplo. Y, totalmente surrealista, en una secuencia con su diseño de producción y su vestuario, se sienta a una mesa a varios miembros de un circo (un domador, el jefe de pista, payasos...) para que, desde un atril, un Arévalo disfrazado de mujer les cuente chistes… Un segmento perturbador y sin sentido alguno.
Por supuesto, y como homenaje a los espectáculos de variedades, consciente la producción de que una hora y media de Arévalo se puede hacer un poco paliza, incluye actuaciones musicales de gente que lo petaba en el momento como puedan ser María Jesús y su acordeón, Regaliz o Parchís, que nos ofrecen sus canciones en contextos metidos con calzador en la película. También se nos ofrece un par de numeritos de variedades interpretados en un escenario por la estupenda Mary Santpere. Y poco más…
Sin embargo, el resultado de todo este artefacto es tosco, cutre y desasosegante. El paso de los años puede haber incrementado tal sensación, pero ya en la época esto debía ser un producto menos y sin relevancia alguna, por lo que, en un 1981 en el que la gente iba al cine a tropel, “Su majestad la risa” apenas consiguió reunir 177.000 espectadores (hoy a una comedia española que consiga hacer esos número se la pone un monumento en medio de la plaza del pueblo).
La verdad es que el visionado se hace verdaderamente duro gracias a una dirección que consiste en poco más que dejar una cámara ahí  rodando. Y es que el director de este “entretenimiento”, un clásico del cine policíaco de los años 50, Ricardo Gascón, llevaba ya dos décadas sin ponerse detrás de la cámara y está claro que se encontraba algo oxidado, además de intuir que esto era un encargo meramente alimenticio.
Gascón, cuya carrera deambuló entre la dirección y la "ayudantía", no obstante, deja su marca con algunas referencias cinéfilas: el título con el que se bautiza esta colección de chistes es un homenaje directo al film de los años 40 “Su majestad la farsa”, para lucimiento de Eddie Cantor, del mismo modo que, para rellenar metraje, opta por meter una escena en la que algunos personajes van al cine y ven en pantalla el clásico de capa y espada español “Don Juan de Serrallonga”, dirigida en los años 40 por el propio Gascón. Ese momento en concreto es bastante alucinógeno porque, con la excusa de meter a Arévalo en el cine, Gascón recicla aproximadamente 6 o 7 minutos de su vieja película, y la vemos ahí como si nada.
El director fallecería siete años después, con 78 años, siendo este el colofón de su carrera.
Más allá de todo lo comentado, la gracia de “Su majestad la risa” radica en que sus ediciones en vídeo de la época eran la hostia de difíciles de conseguir. Hasta ahora, que alguien ha ripeado la cinta y puesto en circulación en las redes.

viernes, 5 de agosto de 2016

UN, DOS, TRES, ENSAIMADAS CADA VEZ

Lo más curioso de esta película, es que presentaba por primera vez para el cine a Kim Manning, la célebre azafata del “Un, Dos, Tres”, y ese es motivo más que suficiente para titular a la película igual que el programa televisivo por antonomasia de los 80. En realidad, se trata de una película Mallorquina tan mal contada y tan aburrida que no hay por donde cogerla. Algo sobre un hotel que va a ser embargado que se entremezcla con una trama política, y tres mafiosos que andan haciendo por ahí de las suyas, todo ello en torno a una valiosa joya. Entre esas aburridas historias, como chiste recurrente, siempre, las ensaimadas. Y el hacer hincapié en que están en Mallorca, para que se vea que una película ha salido de la tierra.
Absolutamente horripilante, una cosa espantosa. Hay que verla para hacerse una idea de lo que estoy diciendo.
Y poco más… hoy es cortita la reseña.
El elenco lo componen actores autóctonos como Xecs Forteza, al lado de actores como Luis Escobar o clásicos de la escena Catalana como JoanMonleón, Ovidi Montllor, Mary Santpere o Pau Llull.
Dirige la cosa Joan Solivellas que fue asistente de Mariano Ozores en “Los Bingueros” y “Los Energéticos” y tras rodar su primer corto, rueda esta “Un, dos, Tres, Ensaimadas cada vez”. Nunca jamás volvió este señor a tener que ver con nada parecido al cine.
La vieron en el cine 17.668 espectadores, intuyo que únicamente en las Islas Baleares.

viernes, 22 de enero de 2016

¡BRUJA, MÁS QUE BRUJA!

Partiendo de la base de lo interesantísimo que me parece el cine popular español de los años 60, 70 y 80, hay que tener en cuenta también que muchos de los que cultivaban este tipo de cine, ya en la era de la Ley Miró, se pasaron al bando intelectualoide, no fuera que les fuera a caer encima el yugo de la Miró encima, y si bien, no renegaron del cine que venían haciendo hasta ahora, si que supieron excusar su existencia ante el juicio al que se sometió en los noventa al cine español de consumo. Por citar un par de nombres, los más palpables y prestigiosos a posteriori, fueron José Sacristán y Fernando Fernán Gómez. El primero me interesa muy poquito. Nada de hecho. Ni cuando perseguía a las Suecas. Del segundo, otro gallo canta, ya que como autor y director, me parece una de las propuestas más interesantes de cuantas ha habido en el cine español. Porque si, al final adquirió prestigio y llegó a pedantear con cosas como “El viaje a ninguna parte” por otro lado estupenda película o con “Mi hija Hidelgart”, también es el responsable de obras maestras del cine español como por ejemplo “El Extraño viaje” que es cojonudísima –y tontea, además, con el género fantástico por mucho que digan- combinando todo esto con cosas más populares como “La Venganza de Don Mendo” o “Los Palomos”.
Pero es que además del Fernando Fernán Gómez alagado por la intelectualidad del cine español, ese que es entrevistado durante horas en el pretencioso documental de David “te odiamos a ti  y a toda tu familia” Trueba, tenemos otro Fernando Fernán Gómez que no atina y cuyas películas no gustan a nadie. Ese es el que aquí reivindico, por supuesto. De ese tipo está “Pesadilla para un Rico” tan mala (pero divertida) que es para mear y no echar gota, verla y no acabar de creerla, y que los estudiosos omiten a la hora de  hacer sus retrospectivas en honor al director, y la que nos ocupa, que los mismos plumillas de los que os hablo, no han tenido los cojones de defenestrar, ni ignorar ni pronunciarse al respecto porque de tonta y de jodidamente extraña, es muy probable que los hijos de puta no sepan ni que cojones están viendo.
Pero es muy sencillo; se trata de una comedia negra, negrísima, que también tontea ligeramente con el fantástico que además es un musical y también es una zarzuela. Además de eso, está rodada con un presupuesto tan ínfimo –los productores no se estiraban ni lo más mínimo- que podría considerarse una película de Serie Z.
Fernán Gómez leyó en su momento en la prensa, como en un pueblo de estos perdidos de la mano de dios, un individuo, con el afán de rejuntarse y pacer en el lecho de la esposa de su tío,  parte a este la cabeza en dos con un hacha. Cuando le preguntaron que como es que había hecho esto, dijo al juez que había sido alentado por la bruja local, en realidad, una señora con mucha jeta que vivía de sacarle los cuartos a la credibilidad de estos gañanes de pueblo
A Fernán Gómez le entusiasmó este asesinato tan de aquí, de la españa negra, y decidió hacer una película al respecto, pero lejos de hacer la típica crónica negra del asunto –como si haría Paul Naschy con “El Huerto del Francés”- , el caso en concreto le parece tan  divertido que decide transformarlo en una comedia. Es más, lo convierte en una Zarzuela cinematográfica. Con lo que tenemos una cosa muy rara, tomada como a chufla, en la que cada dos por tres los actores se ponen a hacer playback de Zarzuelas, interpretadas por voces enormemente distintas a las de ellos… mientras, en tono casi vodevilesco, vemos los avatares de este muchacho que quiere quedarse con la mocita que es la mujer de su tío.
No gustó a nadie, en cines la vieron unos discretos 300.000 espectadores, pero a mí esta chabacanería –porque es cutre como ella sola- me parece una película estupenda, entretenida y un claro reflejo de lo loco que estaba el cine español de la transición. Que lastimita comparado con el de ahora.
Así, tenemos vestidos con boina y haciendo de gañanes de pueblo rozando la sobreactuación, al propio Fernán Gómez, a Paco Algora, y bien moza y mostrando su par de tetas bien puestas a Emma Cohen, quien siendo radicalmente más joven que Fernando Fernán Gómez, pronto este le convertiría en su compañera sentimental hasta el día de su muerte.
Haciendo de la bruja que da título a la película, una magnífica Mary Santpere, graciosa como ella sola.
Muy curiosa la película. Para guardarla en un dvd.

lunes, 10 de octubre de 2022

LE LLAMABAN J.R.

Durante el año 1982 en España, en tiempos en los que la televisión más que una opción de entretenimiento era religión, se emitió con gran éxito la teleserie —o más bien culebrón— “Dallas” creada por David Jacobs. Se convirtió, por obra y gracia de la providencia, en un fenómeno social a nivel internacional con gran calado, curiosamente, en nuestro país. De su poblada galería de personajes obtuvo especial popularidad uno en concreto bastante cabrón, J.R. Ewing, interpretado con total pericia por Larry Hagman. El tal J.R. era un magnate petrolero texano que utilizaba su poder, su influencia, la extorsión y la mentira para conseguir sus fines, y, a pie de calle, donde todo el mundo comentaba en petit comité las fechorías de esta figura, se comenzó a extender la inclusión de expresiones recurrentes en nuestro lenguaje que incluían a J.R. “Eres más malo que J.R.”, por ejemplo, salía de la boca de miles de españolitos en los primeros años de la democracia española.
Al mismo tiempo, triunfaba en televisión desde hacía casi una década el cómico Pepe da Rosa, que con una suerte de chascarrillos y cantando unas sevillanas satíricas en las que el cómico hacía alarde de un ingenio muy por encima de lo que se estaba acostumbrado en el humor de aquellos años, se metió al público en el bolsillo con tonadillas que aludían a la actualidad televisiva; Alcanzó el cenit de su éxito haciendo la sevillana “A J.R.” (a la que se le atribuye de manera casi oficial que es el primer rap escrito en nuestro país, aunque da Rosa lo ejecutó de manera inconsciente) en la que analiza a modo de tanguillo, con una mala leche muy marcada, los contenidos de la serie de marras, pero con anterioridad ya había triunfado con “Los cuatro detectives”, canción dedicada a Colombo, Banachech, McLoud y Kojack, personajes televisivos también muy queridos y, posteriormente, triunfaría con “Los lagartos de la tele”, sevillana dedicada a otro fenómeno televisivo como fue la serie “V”.
El caso es que su canción “A J.R.” y el furor general que estaba teniendo la serie “Dallas”, no podían pasar desapercibidos para el mundo del cine de la época que se adjudicaría una serie de éxitos de taquilla expoliando, a modo de parodia, los bombazos televisivos del momento. Nace así, orquestada por el mítico Paco Lara Polop, esta “Le llamaban J.R.” que parodia de forma muy cafre y a la española la trama de la serie “Dallas” con la popular canción de Pepe da Rosa siempre de fondo y con el total protagonismo del cómico sevillano.
El lujo americano de los escenarios de “Dallas” se ven aquí reducidos a poco más que un chalet con piscina, en lo que en la ficción viene a ser un cortijo andaluz de nombre Palace. Eso sí, el elenco, está compuesto por nombres de lo más granado del cine español dando vida a los gerifaltes de la teleserie americana en su versión castiza, por lo que la Sue Ellen de la serie original aquí vendría a ser rebautizada como Eli, la Pamela de “Dallas” aquí sería Canela, Bobby sería Tobi, y J.R. mantendría sus siglas, esta vez para dar nombre a un tal Jerónimo Romero.
Aquí J.R. sería el hijo de los guardeses de un cortijo andaluz que está a punto de ingresar en el seminario para ser cura, hasta que recibe la noticia de que va a heredar el macro-dominio de Palace, así como la empresa familiar, la Chorizo Egüik Company and Huevos Corporeision. A partir de ahí, el bueno de J.R. se convierte en poco más que un negrero y, al igual que sucedía en la teleserie americana, se desarrollan las tramas en torno a la extorsión, el chantaje y el abuso de poder, aderezado todo con unas gotitas del todavía coleante destape autóctono y mucho humor de sal gruesa, haciendo especial hincapié en los chistes homófobos. Todo un muestrario de incorrección política que haría las delicias de la infame Carolina Iglesias y el resto de comicastros millennials abanderados del “buenismo” y que han puesto de moda la palabra “cancelación”. Estos son la nueva censura, pero ese sería otro asunto. Aquí no habían ni nacido.
Además la película, supongo que rodada deprisa y corriendo, aparece en los cines en un momento en el que la serie original está de especial actualidad, puesto que en el final de la temporada que se emitiese en aquél momento de 1982, al J.R. original le pegan un tiro, cosa que deja al país en suspense a la espera de la siguiente temporada. “Le llamaban J.R.” aprovecha esa situación hasta las ultimas consecuencias siendo J.R. asimismo disparado al final de la película y dejando al espectador a dos velas, anunciando el desenlace de este acontecimiento en una próxima película que se materializaría un año después bajo el título de “J.R. Contraataca” (y que verán aquí reseñada próximamente).
A día de hoy, y cada vez menos, “Le llamaban J.R.” es recordada por el público mayor de 40 como un clásico del humor de los 80, pero en realidad se trata de un artefacto cuya vida útil se reduce a los dos o tres meses que la película habría de permanecer en cartel. Todo está rodado para que funcione en ese intermedio entre temporada y temporada, y mientras la canción de da Rosa sonara en radio y televisión. En 1985, tres años después de su estreno, “Le llamaban J.R.” ya era una película vieja.
Por lo demás, es mala, chabacana, por momentos ridícula y los chistes funcionan a duras penas, pero yo creo que es un producto que tiene en general cierta gracia, ya sea por los motivos por los que fue concebido, ya sea porque se trata del ejemplo de cine exploit que mejor refleja el carácter del español medio de aquellos años tanto detrás de la cámara como en la platea, que tomaba coñac, fumaba puros y veía en la tele la misa de los domingos, el fútbol, “Dallas” y escuchaba la música y se mondaba de la risa con el genial Pepe da Rosa.
El reparto, lleno de astros, lo componen nombres como los de Antonio Garisa, Guillermo Montesinos, Mary Santpere, Miguel Rellan, Alfonso del Real, Luis Barbero o el entrañable José Riesgo —Julián en Barrio Sésamo—, todos en estado de gracia y pasándoselo muy bien haciendo esta película, y actrices propias del destape, aquí quizás más vestidas que de costumbre, como puedan ser María Salerno, Pilar Alcón o Mónica Cano.
A mí, en general, me gustan este tipo de películas.
Pueden disfrutar de los fotocromos para cine, que ya colgamos en este blog en su momento, pinchando aquí.