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viernes, 12 de marzo de 2010

LA GRAN AVENTURA DE LOS PARCHÍS

No me avergüenza en absoluto reconocer que soy un gran fan de los grupos infantiles de los 80, de cuando nosotros los treintentones éramos absolutamente ingenuos en nuestros gustos; un chaval de hoy si juega a un videojuego, jugará al más violento, nosotros jugábamos al "Pacman" y si el chaval de hoy escucha música, escucha a los triunfitos o "Andy y Lucas", nosotros escuchábamos "Parchís" y "Enrique y Ana".
No me pidan que me meta en el reproductor de mp3 un disco de estos grupos infantiles, que, quizás por gracia, le pegue un repasillo y listo, pero si me piden que vea una de sus películas, la veré con agrado, e incluso si sale en dvd es posible que acabe pillándomelo. Así pasó con la reciente edición de las películas de "Parchís", que salieron en un pack la mar de cuco y me hice con el. Y ahora he decidido pegarles un buen repaso, aunque no empezaré por las españolas dirigidas por el gran Javier Aguirre, que va, esas están muy bien, lo curioso (y apestoso a la vez) son las tres o cuatro que se hicieron entre medias en otros países de Latino américa, todas oscuras y siniestras… como "La gran aventura de Parchís", facturada en Argentina, pero rodada en Brasil.
El grupo "Parchís" goza de un gran éxito a nivel prácticamente mundial, y estando en Argentina, toman un vuelo hacia Río de Janeiro acompañados de su cuidadora Betty. "Parchís" cantan mucho en las playas de allí, se pierden en la jungla (que bien podría ser el parque de tu barrio) y son capturados por una tribu caníbal, aunque al final acaban siendo todos muy amiguitos.
A priori, podemos pensar que una peli de "Parchís" que transcurre en la jungla, puede ser algo al menos entretenido. Como cualquier otra de las que pueblan su filmografia. Pero esta en concreto no tiene gracia ninguna. Las situaciones son absurdas y el contenido, en general, podría aburrir a un tipo que hubiera estado años encerrado en un cuarto oscuro. Directamente no se puede ver. El tema canciones, que cada dos por tres y sin venir a cuento (en las de Javier Aguirre ese aspecto estaba un poco más cuidado), "Parchís" se ponen a canturrear, parecen directamente las que desecharon de los discos, cuando no versiones. Con lo cual el aburrimiento es doble, porque ni una de ellas despierta en absoluto la siempre eficaz nostalgia. Una peste.
Hay una escenita en la que el pelirrojo gracioso del grupo toma unas fotos en bikini a las niñas, que, directamente, en los tiempos que corren, podría ser tildada de pornografía infantil.
El director de esta bazofia es un tal Mario Sábato, con una filmografía más o menos extensa y variada, que cuenta con algunas entregas de la popular saga de "Los Superagentes" y repitió con el grupo en "La magia de los Parchís" y "Parchís contra el hombre invisible".

jueves, 18 de marzo de 2010

PARCHíS ENTRA EN ACCIÓN

"Parchís entra en acción" pone fin a la saga y a la colaboración de "Parchís" con Javier Aguirre. Y quizás el fracaso de esta se deba a dos factores: A) Los chavalitos ya estaban creciditos, y B) la película es un tostón de padre y muy señor mío.
Esta vez se deja el rollo lacrimógeno y estudiantil, imperando hasta el momento, para meter a los "Parchís" y al gordo Rodrigo Valdecantos en una intriga tonta que, lejos de provocar nuestra hilaridad como pasaba con la formula anterior, nos provoca esa sensación de “¡¡Que se acabe ya!!” propia de sus pelis argentinas.
Resulta que el futbolista Cardona ficha por un equipo español y los "Parchís" se desviven por conseguir un autógrafo suyo, con tan mala suerte que se presentan en el estadio de fútbol el mismo día que unos mafiosos le secuestran, con lo que la policía piensa que han sido ellos y el líder de la banda es, como no, "el flaco". "Parchís" tendrá que rescatar al futbolista y deshacer todo este entuerto.
Se quita de en medio a "Don Matías" de un plumazo, que solo aparece en una escena, cuando hasta ahora había sido el “leitmotiv” de la saga, pero se mantienen los personajes de "Don Atilio" y el "Cipri", que esta vez, pensando que el secuestrador es "el flaco", se encargarán de hacerle la vida imposible.
Mala de solemnidad. No continuó la saga y pronto moriría la formación "Parchís" tal y como la conocemos para, poco a poco, irnos colando otros componentes como Chus y Michel (posteriormente convertidos en "Platón") y llegar a unos derroteros en los que "Parchís" no grababan discos, no contaba con ni un solo componente original, pero actuaban en las fiestas de los pueblos hasta bien entrado 1990, y con mas pelillos en los huevos que en la cabeza.
Luego vendría "Parchís 92", estrategia fallida por parte de las discográficas de relanzar el grupo… pero esa sería otra historia.
Me quedan dos pelis más de las argentinas. Ahora ya tengo que darle prioridad a la paciencia.

viernes, 19 de julio de 2019

PARCHÍS, EL DOCUMENTAL

Obviamente un documental como este, es esperado como agua de Mayo por todo aquél que fuera niño en los ochenta y hoy ronde una edad comprendida entre los 40 o 50 años, tan solo por el hecho de que se trata sobre un documental sobre Parchís.
Por otro lado, tenía constancia desde hace algún tiempo de que este documental se rodaba y  los palos que iba a tocar, por lo que me olí en su momento algo de sensacionalismo al respecto, motivo por el cual, generaba, por un lado, cierto interés, y por otro, cierta desconfianza.
No obstante, el trailer ya hacía calentar los motores con muy buena pinta, alentándonos de que lo que íbamos a ver podía estar muy bien, y tras el su estreno recientemente en Netflix y el hype generado por todo tipo de espectadores en las redes sociales, espectadores estos que, la mayoría de las veces, se han quedado a en la superficie de lo que en realidad es una historia muy compleja, no me podía imaginar que el documental al que me iba a enfrentar era tan jodidamente bueno, superando, con creces, mis expectativas. Es una obra de referencia desde ya,  no solo en lo concerniente a los documentales sobre el mundo de la música, sino de los documentales en general.
La estructura es la normal y lógica: cabezotes parlantes. Y se resuelve a través de entrevistas a  CASI TODOS los artífices del fenómeno Parchís (no falta ni Rodrigo Valdecantos, ni Javier Aguirre…) se nos cuenta la creación, auge, mega-auge, caída y descenso a los infiernos del grupo infantil más popular de todos los tiempos, pero todo ello mostrado con un ritmo y, creo, que un rigor a prueba de bombas. Un documental que cuando intuyes que se va a terminar, te da pena que se termine.
Entonces, la parte buena del asunto viene en todo lo que se puede suponer más amarillista. No es que “Parchís, el documental” tire de sensacionalismo y cotilleo barato. En absoluto. Lo que pasa es que es un documental que se centra en acontecimientos de hace ya casi cuarenta años, y todos los protagonistas hacen un ejercicio de honestidad y cuentan lo bueno, lo malo y lo regular de lo que supuso el fenómeno Parchís.
Las conclusiones que saco acerca de su visionado son que Parchís era la máquina de hacer dinero de una serie de mafiosos con muy mala leche, que cuando hay dinero a nadie le importa el bien estar de unos niños, mucho menos (o principalmente) a sus padres que les echan a los leones de la misma siniestra y egoista manera que los padres de las víctimas infantiles de Michael Jackson hicieron de mamporreros para él. Y estos actos se justifican con esa sentencia tan manida de que “los niños estaban a gusto”.  Sin embargo, creo que las secuelas de esta fama desmedida, que no se ha cobrado ninguna tragedia, como bien dicen al final del documental, si que ha dejado ciertas secuelas en sus componentes, que gestionan con peor o mayor suerte. Por ejemplo, David, hacia el final del documental, cuenta al resto de sus compañeros que cuando se fue a vivir a Nueva York hace ocho años, no podía imaginarse que en su propio trabajo, una compañera le iba a reconocer y que todo el mundo le iba a felicitar por su paso por el grupo. Sinceramente, creo que este caballero está fantaseando con lo que a él le hubiera gustado que hubiera sucedido. Puede que sea cierto lo que cuenta, pero por cómo lo cuenta, y por el mero hecho de que es el único miembro de Parchís al que más ha transformado el paso del tiempo —es de todos los componentes el que menos se parece al niño que fue— hacen que, desconfiado como soy, no me lo crea, y considere que lo que pasa ahí es que, igual, no lleva demasiado bien el hecho de pasar de ser todo a no ser nada. Sólo digo que pueda ser posible.
Por lo demás, a todo lo que ya conocemos, y sin llegar a ser una cosa del todo  sensacionalista y desmesurada, a la historia de Parchís súmenle desmadre, alcohol, drogas, sexo a destiempo, pederastia, frustraciones, envidias, corrupción por parte de los empresarios, discusiones con los coreógrafos y señoras adultas a las que se follaba Tino en la pubertad. Pero como lo estoy contando yo, si es sensacionalista…
Altamente recomendable, como documento histórico y como documental. Al finalizar, hasta he aplaudido.
Dirige con maestría Daniel Arasanz con amplia experiencia en el mundo del documental sobre música, y que ya era popular por un documental que, paradójicamente, y pese al contraste de envolturas de ambos, era más amable que este: “Venid a las cloacas: La historia de La Banda Trapera del Río”.

sábado, 13 de marzo de 2010

LA GUERRA DE LOS NIÑOS

La primera de las películas de "Parchís" viene con el aval que supone tener tras las cámara a Javier Aguirre, curioso realizador con una extensa filmografía en la que conviven por igual películas de corte ultra-popular -como estas de "Parchís" o, por ejemplo, "Soltera y madre en la vida", alguna de Paul Naschy ("El jorobado de la morgue", "El gran amor del Conde Drácula"), una con Martes y 13 ("Martes y 13, ni te cases ni te embarques"), Landismo puro y duro con "Una vez al año ser hippy no hace daño"... sin olvidarnos del gran "Torrebruno" y su "Rocky Carambola"- con cortometrajes de corte radicalmente experimental ("Espectro Siete: 7 objetos luminosos y 5 complementarios") para nada comerciales, en los que predominan el manejo de los colorines al compás de incomprensibles soniditos. Una carrera y una actitud envidiable que le coloca a la cabeza de los directores españoles que a mí me pueden llegar a interesar.
Y estas “guerras de los niños” reportaron mucho dinero a Bermúdez de Castro y demás productores, que veían en el grupito de sosos críos el cuerno de la abundancia.
Sin hacer referencia en la película a "Parchís" propiamente dicho, como sí ocurría en la anteriormente reseñada, Aguirre se quita de un plumazo a los dos “Parchises” más bobos, Gemma y Oscar (rubito de cara angelical posteriormente sustituido por repelente pelirrojo, Frank…) y, siendo Tino, Yolanda y David los protagonistas, les suma la presencia del gordo Rodrigo Valdecantos (que debía ser familia de alguien de la producción) haciendo de Carlitos “El Flaco”, quien prácticamente, y a posteriori, termina siendo el personaje más querido, y autentico protagonista de las pelis de "Parchís" (memorable la escena en la que, destornillador en mano, fuerza la cerradura de una pastelería y se la come entera).
"Don Matías" es el director de buen corazón de un colegio publico, en el que si las familias no andan bien de pasta, no les cobra la cuota, por lo que un empresario, "Don Atilio", le expropia los terrenos. "Parchís" y "el Flaco" harán todo lo imposible para evitarlo.
Lo que me llama la atención de esta primera parte de los avatares de "Parchís", es que es tremendamente violenta. Hay una escena en la que el perro “Superman” ataca al ayudante de "Don Atilio" y, acto seguido, acuden los "Parchís" a darle una paliza, tirándole al suelo y dándole patadas y puñetazos. En el visionado de anoche me dejó cuanto menos impactado. "El Flaco" resuelve todos sus problemas rompiendo un palo de madera en la cabeza de cualquiera que se pone en su camino y, durante todo el metraje, ¡no dejan de delinquir!, lo mismo dan una curra a alguien, que roban vehículos, que secuestran a un tío y lo torturan físicamente, lanzándole flechas al estomago y cortándole mechones de pelo a tijera. 
En definitiva, un producto que, a pesar de los años, de los momentos edulcorados y del babosismo, sigue entreteniendo, gracias en parte a que no se abusa de las canciones, escogidas con lupa, y se da prioridad a una buena historia y a unas situaciones del todo estimulantes para los niños…. y para los tipos raros como yo.
Además del dominio del tempo del que hace alarde Aguirre, por supuesto.
En el reparto dos de las hermanas Hurtado, Manuel Alexandre y el gran Ricardo Merino.

miércoles, 24 de marzo de 2010

LA MAGIA DE LOS PARCHÍS

Seguimos (ya a trompicones y haciendo esfuerzo) con la filmografía de "Parchís" llegando a la conclusión de que sus películas españolas se ven con agrado, mientras que con las argentinas hay que tener una paciencia infinita.
"La magia de los Parchís" no es tan mala como "La gran aventura de los Parchís", pero en definitiva es un coñazo de aúpa, siguiendo la tradición de cine argentino (como en la mayoría de estas) en las que se filma un espectáculo sobre un escenario y luego se rellena con una endeble historia.
Mientras "Parchís" y su mánager hacen el cafre en un teatro en el que pronto actuarán, un mago fracasado y su hija les observan durante los ensayos puesto que están viviendo allí “de extranjis” con el permiso del dueño del teatro. Los gags y las actuaciones se sucederán durante la película, sin lograr conseguir en nosotros ni una sonrisilla o ápice de nostalgia.
Se ve que los “Regaliz”, otro grupo de la época, intentaba conseguir el mismo éxito de "Parchís", así que, casi como aquel que recibe limosna, podemos ver una actuación de estos en la película, haciendo una versión infantiloide de “You can´t stop the music” de los “Village People”. Quizás los "Regaliz" no obtuvieron el éxito de sus amiguitos, pero hay que reconocer que la única peli que protagonizaron, "Buenas noches señor monstruo", le da mil patadas a las de "Parchís".
En una de las canciones animan a todos los extranjeros a irse a vivir a España, pues este país es la polla (¿). ¡Aaaah, fueron ellos!.
Mala de cojones.

lunes, 15 de marzo de 2010

LA SEGUNDA GUERRA DE LOS NIÑOS

La segunda entrega de las aventuras españolas de "Parchís" deja la innovación a un lado y ofrece exactamente lo mismo que la anterior, pero acentuando aquellos gags, chascarrillos o personajes que habían sido más celebrados en los cines. Por ello, el triunvirato roba-planos y protagonista, que deja un poco de lado al resto, lo forman Tino, "El flaco" y el perro "Superman". Un animal, un gordito ajeno al grupo y el líder de este, que pronto despegaría para fracasar como solista adolescente. Por eso, al dejar 
arrinconados a cuatro de los componentes de un grupo infantil, y dar mayor protagonismo a elementos secundarios, llego a la conclusión de que el éxito de estas películas no estaba en tener en sus filas a "Parchís", si no en el buen hacer de su director, Javier Aguirre.
Esta vez, "Don Atilio" considera el subir las cuotas de su colegio, con lo que muchos niños se quedan sin acceso y, claro, "Parchís" tienen que cambiar el viaje a "Disney World" que acaban de ganar en un concurso de jóvenes talentos por el segundo premio, que son 300.000 pesetas, y así pagar las cuotas que faltan y solucionarlo. Pero la rabia les inunda y deciden recuperar el dinero de la única forma que saben: Delinquiendo, extorsionando y con violencia.
Lo mismo pero con un poquitín más de espectáculo (solo un poco más), el gordo dando estacazos en la cabeza y, en definitiva, más que una secuela un remake de "La guerra de los niños" que, a poco que sintamos nostalgia, disfrutaremos de lo lindo.

martes, 16 de marzo de 2010

LAS LOCURAS DE PARCHÍS

Seguimos con el mismo rollo de las dos anteriores, pero cambiando un poco el escenario. Es decir, para la ocasión la mayor parte de la acción transcurre en el campo.
En esta ocasión, "Don Atilio" decide meter en el colegio de los "Parchís" a su hija, y pasan dos cosas: que rápidamente la toman asco y que David se enamora perdidamente de ella. Pronto ese asco se convertirá en gran amistad y, por consecuencia, cuando "Don Atilio" decida trasladarla a un internado, "Parchís" -acompañados del violento de "el flaco"-, intentarán sacarla de allí.
Sin superar a la primera, indudablemente esta sería la que le sigue en cuanto a factor entretenimiento, si bien es cierto que la formula ya se repite demasiado, el babosismo se multiplica por tres (en la primera, "Don Matías" acabó en el hospital, en la segunda el perro "Superman" fue quien casi la palma y en esta, la hija de "Don Atilio"… como sabía el éxito que tendrían los rollitos lacrimógenos el bueno de Aguirre) y el rollito “teen” que se gasta Tino, a parte de trasnochado, da un poquito de grima.
Por lo demás, ya saben: imposible aburrirse con una peli de "Parchis" -de momento-.

lunes, 5 de enero de 2009

EL REGRESO DE LOS PERROS CALLEJEROS

Como consecuencia del éxito mundial de las películas de José Antonio de la Loma, los mexicanos también quisieron sacar una buena tajada, así que con dos cojones y muy poca vergüenza, rodaron este "El regreso de los perros callejeros" en el que, quitando las persecuciones de coches, la violencia explicita y aumentando las dosis de sexo, se nos cuenta prácticamente la misma historia de “El Torete”, centrando las fechorías en un delincuente juvenil bautizado por los mexicanos como “Perro”.
Perro se quedó en la calle desde muy pequeño, aprendiendo a robar y a buscarse la vida como puede. Un día es pillado por la policía después de robar unas máquinas (que vete tu a saber para qué sirven) y en plena orgía erótica. Es recluido en un centro de menores, donde estará hasta que cumpla la mayoría de edad. Seguidamente, pasará a ser tutelado por un cura y, así, evitar que lo enchironen.
Me la puse anoche a las cuatro de la madrugada, y la disfruté como un enano. Me entretuve muchísimo y eso que es muy mala. Totalmente blanca, apenas muestran un par de hurtos sin importancia, aunque para la policía son delitos gravísimos… es infantiloide a más no poder, en ocasiones parece que en lugar de una de maleantes, estamos viendo una de "Parchís". Los diálogos son completamente idiotas, escritos por un autentico mentecato… a destacar éste que paso a reproducir a continuación : - "Perro, me han dicho que estás viviendo con una mujer…." – "No. Bueno, en realidad si…" - "Y dime, ¿goza mucho cuando hacéis el amor?" – "No…. Bueno, algunas veces". Diálogos así de estúpidos hay durante toda la película, por lo que te echas unas buenas risas, aunque no sea esa la intención de los artífices de semejante joyita.
Con esta no piqué en su momento. Yo la veía siempre en las estanterías de los videoclubes y al mirar las fotos de la contraportada y comprobar que “El Torete” no aparecía por ningún lado, no la alquilé sabiendo que se trataba de un timo, pero hice mal, si tenemos en cuenta que esta película, con todo su patetismo, es mucho mas divertida que cualquiera de las perpetradas por De la Loma.
A todo esto hay que añadirle la maravillosa caratula. Que chula, con esa navaja rajando de la que brota la sangre. Bien, pues no hay ni un solo rajamiento en toda la película, aunque en los últimos minutos de peli sí que se ceban con “Perro”, dejándole la cara como un mapa bañado en sangre.
El director, Giliberto Gazcón, es una especie de José Antonio De la Loma mexicano,  obsesionado con la delincuencia de su país, y que se forjó una filmografía extensa a base de películas de maleantes. Solo que. mucho me temo, Gazcón no usaba delincuentes reales, solo actores.
Ésta tiene dos secuelas, "Perro Callejero1 y 2", con el prota, Valentín Trujillo, a la cabeza de ambas. Además en los USA, "Perro Callejero 2" se editó en vídeo como "Street Warriors 2", con lo que la presentaban como secuela directa de nuestro "Perros Callejeros". Manda huevos.

viernes, 12 de mayo de 2017

LOS PORNOAFICIONADOS (LA PERSEGUIDA HASTA EL CATRE)

Genuina clasificada “S” que tiene como  principal virtud el estar algo más entretenida que las otras. No mucho más, pero vaya, me la comí del tirón, sobretodo, porque como el protagonista, Emilio Linder, aparece poniéndose las botas en esta película, uno está atento para ver si en algún momento captamos alguna penetración real. Y diría que es posible que en algún momento si que penetre a alguna de las mozas. Como fuere, se lo está pasando muy bien. Luego, en entrevistas diría que no había sexo en estas películas, pero si después de los rodajes. No obstante, también dijo que no había hecho porno nunca. En cualquier caso, para desmentir su declaración, tan solo habría que echarle un ojo a “Una rajita para dos”.
“Los Pornoaficionados (La perseguida hasta el catre)” no deja de ser una película idealista. Cuenta la historia de dos jóvenes cineastas que tratan de hacerse un hueco en el cine rodando porno, por lo que seducen a dos jovencitas de las que se acaban enamorando y con las que filman mil y una secuencias pornográficas en Súper 8. Al final uno decide irse a Madrid a probar fortuna en el mundo del cine convencional, mientras que el otro decide quedarse en Valencia, lugar donde se desarrolla la acción, a seguir con el porno, que procura un dinero fácil. Parece una declaración de principios por parte del director.
Con esta premisa se suceden las secuencias de folleteo soft, en un agonizante tour de force por llegar a los 90 minutos de metraje, por lo que rellenan el mismo, también, con metraje que nada aporta a la trama, como pueda ser la actuación completa del famoso cantante Valenciano José Marqués, o unos bailes modernos en la discoteca.
El tono de comedia se hace patente desde el subtítulo que acompaña al título principal, “La Perseguida hasta el catre”, en referencia a una broma que los protagonistas hacen en medio de una de sus orgías fílmicas.
Poco  más que decir, una película “S” concebida para saciar las lívidos de los españolitos de la transición a poco análisis se puede someter. Pero dentro de la bazofia que, en sí, nos ofrece el género, esta está simpática, y es de lo mejorcito.
Por otro lado, su director es de lo más interesante; Tras la cámara, y firmando con el pseudónimo de Félix Varón, tenemos a Ismael González. Un loco del cine de arte y ensayo, amigo personal de Françoise Truffaut que durante los años 60 se encargó de la distribución en España de películas de autor para salas especializadas.
En su filmografía como director tenemos un montón de cortometrajes de arte y ensayo hasta que en los ochenta, y con la proliferación de las películas-vehículo para grupos infantiles, rodó “La canción de los niños” con Rodrigo Valdecantos (el “flaco” de las películas de Parchís), para poco después, y de manera alimenticia pasarse a la producción y dirección de películas “S” y, también, porno.
De hecho, gran amigo de Jess Franco, conocida es la anécdota que cuenta, que estando los dos compartiendo estudio dónde montaban sus respectivas películas, se apostaron, con la nueva ley que legalizaría el cine X, a ver cual de los dos rodaba más filmes porno en una semana. Jess Franco rodó tres. La apuesta la ganó Ismael González que rodó cuatro.
Por lo demás, citar algunos títulos de la filmografía de González, que son música para mis oídos… por lo demás, habría que verlos: “El Orgasmo y el Extasis”, “Yo amo a Hitler” o “Escuela de grandes putas”, formarían parte de la peculiar filmografía de este amante del cine de Truffaut.
Junto a Emilio Linder, tenemos al actor catalán Joan Monleon, el único que no se presta al folleteo en la película y a un par de actrices “S” cuyos encantos relativos he visto pasear en otras películas de la misma índole, pero cuyos nombres soy incapaz de recordar.
Tiene su gracia el asunto.

martes, 5 de octubre de 2010

LAS AVENTURAS DE ZIPI Y ZAPE

Cuando este país molaba, y los grupos musicales infantiles proliferaban y salían de debajo de las piedras, a alguien se le ocurrió juntar a dos gemelos gitanos, teñir a uno de ellos de rubio, colocarles unas canciones, que aún ligeramente superiores a la media de los grupos infantiles de aquella época, lo mismo valdrían para Parchís, que para Regaliz que para Chispita, les pusieron unos chalecos rojos sobre camisas blancas, corbatas y pantalones cortos, y supongo que (solamente supongo) bajo previo pago de derechos a la editorial Bruguera, salieron al saturado mercado discográfico los “Zipi y Zape”, dúo musical de moda, que no duró más de un asalto, pero que, eso si, les dio tiempo a rodar una película cuanto menos rara.
Me extraña francamente, que esta película de indiscutible y lógica estética “pop”, no sea a día de hoy reivindicada por modernos de diversas cataduras, así como me extraña que al dúo musical protagonista, no se les recuerde como si se recuerda a otros de su época. Su condición de “Gipsy Childs” y de grupo pasajero, les convierte en el grupo “outsider” por excelencia. Dan miedo. La película comienza con los dos hermanos en compañía del resto de compañeros del cole, entrando en clase, tarareando una cancioncilla que desde el principio incita a la chavalería a no estudiar, a favor de andar por ahí haciendo el gamba. En cuanto entran, ven a Sapientín sentado en su pupitre estudiando. Zipi y Zape lo ven, y el gitano teñido de rubio se dirige hacia el con gesto de querer matarle o robarle, alzando un poco las manos y sacando el mentón en tono amenazante. Su pelo rubio, me hizo pensar en la película LOS ULTIMOS GOLPES DE EL TORETE, donde para interpretar al vaquilla, lo más normal era que lo interpretara el francés Bernard Seray, también rubiales (el vaquilla era castañoso, pero tirando a rubete). Si lo hubiera interpretado este chico, Luis María Valtuille, lo hubiera bordado.
Chascarrillos obvios a parte, hay que decir, que si bien me ha costado un huevo dar a día de hoy con esta película, también es cierto que en su momento, fan como era yo en mi infancia de este tipo de productos, encontraba la película tremendamente pesada. Eso no fue óbice para que yo la viera varias veces, pero si que me parecía aburrida, y para nada digna de los tebeos, de los cuales era incondicional absoluto. En mi opinión, Escobar es el mejor de la factoría Brugera, y Zipi y Zape, los mejores personajes. Que les follen el culo a Mortadelo y Filemón, y sobretodo, ahora que está de moda, que le follen a Vázquez (¿En serio que os molaban Anacleto o Las Hermanas Gilda?... ¡¡NO ME CREO UNA MIERDA!!).
Vista hoy la película, me ha parecido una película cojonuda, rara, zopenca, chunga y estrepitosamente desenfrenada. Y sobretodo (y esto es lo que me ha molado) anárquica.
La adaptación que se hace del cómic, es fiel hasta el punto donde tiene que serlo, es decir, están Peloto, Don Minervo, Sapientín, los vales para las bicicletas, el cuarto de los ratones, Don Pantunflo y Jaimita, pero te los presentan en la primera media hora de película. Se nos deja claro de donde salen los personajes y una vez contentos con el cumplimiento de “las obligadas normas de la adaptación de un cómic a la pantalla”, se pasan todo eso por los cojones, para hacer lo que al director (y guionista) le sale de la punta de la polla, así pués en un enrabietado y delirante “Tour de force”, desfilan por la pantalla los personajes que no salen en el cómic, así como todo aquello que se le ocurriera a quien fuera; Oliverio, su chofer Bautista, la tía Enriqueta (brutal Mary Santpere), los gángsteres que secuestran a Oliverio, los Angeles de Charlie, e incluso un cutre “increíble Hulk” gordinflas y morado, que parece sacado de cualquier circo de la época. Aparece también un detective, que aunque en ningún momento se le llama por ese nombre, es Sir Tim O´theo, ¿Cosa de los derechos?
A partir del desfase, se cargan la posible esencia que en un principio pudiera desprender la película del cómic. Esa escasa esencia, radica en los mejores momentos de la película, perpretados por Don Pantunflo y Doña Jaimita, estupendos Joan Monleón y Marta Angelat, que no solo son clavados a sus personajes, si no que nos ofrecen las escenas más divertidas, y llegamos al delirio cinéfilo, cuando vemos que el bigote de don Pantunflo, calcadito al de los tebeos, está pintado con un lápiz de ojos grueso, y está hecho sin disimular, abiertamente. Eso es maravilloso.
De agradecer es, que durante la película el dúo no se cante más de tres canciones, bastante agradables por cierto, y que de ritmo anda mas que servidita.
Yo anoche lo pasé pipa, luego no entiendo como de niño me parecía un tostón. Quizás es porque es una peli adelantada a su tiempo.
No deja de ser curioso, el hecho de que para encargarse de esta película se optara por el director de origen Chileno Enrique Guevara, que venía directamente de hacer lo más sucio del cine “S” de catadura erótica, como por ejemplo ORGASMO CALIENTE o la parodia EN BUSCA DEL POLVO PERDIDO, y que tras dar rienda suelta a su creatividad tanto en el guión como en la dirección de esta película, desapareció, dejando ya su filmografía huérfana hasta nuestros días.
Las otras no se como serán, pero esto es una obra, que espero que con el tiempo, se le rinda el culto que se merece.

lunes, 6 de enero de 2020

EL FABULOSO MUNDO DE LA CANCIÓN INFANTIL

“El fabuloso mundo de la canción infantil” es una obra con valor enciclopédico. El periodista Jorge Lérida, motivado seguramente por la nostalgia y cubriendo un hueco en el mercado editorial —que yo sepa, hasta ahora no había nada relacionado con el tema—, se marca un libro absolutamente imprescindible para conocer más a fondo el fenómeno de la canción infantil que tan bien funcionó en nuestro país y en latinoamerica en el periodo comprendido entre mediados de los setenta y mediados de los ochenta. Y digo que tiene valor enciclopédico porque es un libro de consulta en el que está todo. Lérida, nos sumerge en el mundo de la canción infantil a través de fichas biográficas de todos y cada uno de los interpretes de la época a las que adorna con vistosas fotos y anécdotas, así como nos habla de aquellas bandas sonoras de series televisivas a las que, para la ocasión, ponían música estas estrellas infantiles. En ese sentido están todos reseñados, desde los mastodontes Enrique y Ana, Parchís o Torrebruno, hasta los que tuvieron una vida corta y efímera como por ejemplo Caramelos o Antonio y Carmen, pasando por escenas más localistas en las que se movían conjuntos como Canicas o Zipi y Zape. No se olvida tampoco de programas infantiles como “Dabadabadá” o “Barrio Sésamo” ni los discos que aparecieron al amparo de estos programas o los famosos recopilatorios tipo “Discolandia”. Además Lérida va al grano; no aporta apenas literatura y sí un montón de datos útiles que convierten esta obra prácticamente en un libro didáctico. Asimismo, el entretenimiento está servido en todas y cada una de las páginas. Es muy gratificante conocer las biografías de estos grupos así como conocer los orígenes y circunstancias de cada uno de ellos, haciéndote volar a otros tiempos y poniendo la nostalgia a flor de piel. Un libro que, para los cuarentones, viene como caído del cielo. Sin embargo, se detiene en aquellos grupos de los 80 olvidándose por completo de la decadencia del género no entrando en ningún momento en los 90 y olvidándose de productos también entrañables de cuando aquello daba sus últimos coletazos ya sea Bom Bom Chip, ya sea Jordi o, entrando ya en el nuevo milenio, cosas como Melodie o Raulito, igualmente interesantes. ¿Quizás material para un nuevo volumen? Espero que sí. Como sea, “El fabuloso mundo de la canción infantil” es un libro de lo más entretenido, bien escrito, entrañable y en una edición estupenda por parte de Diábolo ediciones, que no debe faltar en nuestras bibliotecas, amén de ser un objeto estupendo en el que queda recogido todo este universo fascinante. Después de este, ya no puede salir nada más, y si lo hace, será, sin duda, sustancialmente peor. Muy recomendable.

viernes, 19 de enero de 2024

TREBOL NEGRO: SIDA, MALDICIÓN DESCONOCIDA

La cinematografía mexicana es inmensa e inabarcable, y más si nos detenemos en los parámetros de la serie B/Z. Ahí los mexicanos no tienen parangón ni remilgo alguno a la hora de explotar, con el fin de vender el mayor número de entradas posible, algunos de los temas sociales más escabrosos del momento.
Por otro  lado, la enfermedad del SIDA fue un filón en este sentido, no solo para los gerifaltes de la industria B, sino también para los estudios de Hollywood que, con otras formas y maneras, supieron explotar las consecuencias del virus (por ejemplo, con “Philadelphia”). Jess Franco lo intentó en los ochenta, así que podemos hablar, sin temor a errar, de un subgénero en toda regla y llamarlo “sidaxploitation”. Y ahí, por supuesto, México es el país líder.
Sin embargo, ninguna película es tan salvaje, incisiva y anárquica con respecto al tema como esta “Trébol negro (SIDA, maldición desconocida)”, que además de contar con muy poquita vergüenza, se rodó en el año 1991 (aunque las bases de datos la fechan en 1996), cuando todo estaba más claro con respecto al SIDA y tenía menos sentido explotar el tema. Sin embargo, tiene el aspecto de una película de principios de los 80. El director Ismael Rodríguez Jr. (hijo de Ismael Rodríguez Sr.) se rueda, yo creo que sin ser demasiado consciente, una obra maestra del despropósito.
El caso es que da la sensación que el guion inicial fuera simplemente una historia de venganzas en torno al juego y las infidelidades, y que, para darle más morbillo a la cosa, añadieran en última instancia la subtrama con el SIDA por medio. El resultado es una película tan amoral como estúpida, que se corona como uno de los hitos de la comedia involuntaria.
Un traficante de drogas, que alardea de lo mucho que le gusta arponearse (inyectarse heroína), descubre en la consulta del doctor que ha contraído el SIDA. Pero no queda muy convencido ya que, según él “yo soy macho, el SIDA es de maricones”, así que, pese a las advertencias de su médico no hace caso alguno, y continúa su vida de vicioso como si nada. En una partida de cartas, en la que un mafioso le está sacando ingentes cantidades de pasta, decide meterse un pico. Pronto pasa un niño gordo —que se parece al Piraña— a recoger los vasos de las mesas, cuando se topa con la jeringuilla del individuo llena de sangre. “¿Qué pasa, te da asco mi sangre?” le pregunta. “¡Pues toma!” y acto seguido, con una maldad incalculable, le clava la jeringuilla infectada de SIDA en el brazo al niño. Se lo llevan sin darle más importancia a un asunto tan grave, pero el juego de cartas continúa, y como a nuestro protagonista ya no le queda más dinero, decide jugarse a su novia (lógicamente infectada de SIDA) perdiéndola en la partida. A partir de ahí la película es un desmadre de venganzas, traiciones, trafico de drogas y acción ¡sin apenas tiros! en el que se pueden imaginar el desenlace.
Lo cierto es que todos los personajes son unos cretinos y el tratamiento que se le da al virus de inmunodeficiencia adquirida es poco menos que denunciable (el protagonista es tan malo y desalmado, que va por ahí contagiando el SIDA con total ligereza), además de resultar escasamente creíble la poca información al respecto que manejan los personajes, pero a su vez, todo eso es lo que convierte a este film en un entretenimiento sin parangón.
Y es que, al margen del descerebre general (el protagonista que se va muriendo de SIDA según avanza la película, es el mayor villano, el más malvado que yo he visto en una película) “Trébol negro (SIDA, maldición desconocida)” es condenadamente entretenida, con sus muchos personajes liándola cada vez más parda y más gorda. Es un poco “Ebola Syndrome” mezclado con las aventurillas de Parchís, y rebañado en muy, muy mala leche.

jueves, 12 de agosto de 2010

¡QUE NO PARE LA MÚSICA!

Esta película la vi de estreno en su momento, siendo yo un tierno infante, y en una sala a rebosar. Claro en 1980, había dos fenómenos sociales aceptados prácticamente por toda la población Española; Uno era los Parchís, y el otro los Village People. No en vano, los primeros cantaban canciones adaptadas de los segundos en sus discos… Y si, el rollo Gay era más que palpable en aquél grupo, pero yo creo que la mayoría de sus fans españoles, no lo sabía. Sin embargo, a pesar de la aceptación Española hacia esta peli, en los USA fue un autentico fracaso, no solo por lo mala que era (que lo es y mucho), si no porque los putos Heavys, comenzaron una cruzada contra el “Disco”, que lo destruyó por completo (Y eso que si o si, el “Disco” le da mil patadas en todos los sentidos al Heavy, es más musical y mejor tocado) y está película llegó a las pantallas estadounidenses en ese momento. Aquí sin embargo, con los años de retraso que nos caracterizas, la película les parecía a nuestros padres, de lo más moderno.
Y después de perderle la pista a la peli tras aquel visionado en el cine (en la tele creo que no la han puesto, en video-clubes, no me suena de haberla visto y en dvd todavía no se ha editado), me topo después de una ardua búsqueda con un excelente dvdrip en versión original con subtítulos en castellano. Qué ganas tenía de ver esta chorrada…
Y en esta “Disco-movie” para el lucimiento del grupo, aunque lanzando mensajes totalmente gays en sus escenas (Cuando cantan Y.M.C.A, es tan exagerado, con luchadores y gimnastas de por medio, que se convierte en un momento totalmente delirante), también es cierto que se oculta un poquillo todo ese mariconeo y buscan hacerlo en una escena con tensión sexual entre una de las protagonistas y el indio Felipe, que a pesar de su pinta de maricón, accede con muecas de aceptación sexual, a la seducción de esa señorita, dicho sea de paso, mas fea que mis cojones recién salidos del agua. Se reivindica un “todo vale sexual”.
La peli cuenta como un joven compositor (Un Steve Guttemberg súper sobreactuado, jovial y lleno de energía y entusiasmo… demasiado incluso) que se considera un genio, compone unas canciones que sin duda, le harán llegar a lo más alto, así que el paso siguiente es conseguir unos cantantes que las canten adecuadamente, así pues, ficha al indio que tiene viviendo en casa (¡) y maricón disfrazado que se va encontrando, maricón disfrazado que pasa a formar parte del grupo. Cuando ya están todos juntos, alguien pregunta que por qué van vestidos así, a lo que Guttenberg responde que “porque son gente de la villa” Ya está, ya tenemos nombre para el grupo: “Village People”.
La película, a un ritmo tan trepidante que no se puede ni soportar, va desenvolviéndose entre numeritos musicales de los Village People, y los avatares que han de pasar Steve Guttemberg y Valerie Perrine en su transito de la nada a la fama, en una comedia totalmente alucinógena, hortera y enloquecida, con, de nuevo, el indio Felipe dando la nota, haciendo un extraño ruido con la boca, que parece una sirena.
Es tan genuina, que parece una parodia… En BOOGIE NIGHTS, por ejemplo, veíamos a Rollergirl en sus patines, y la peña con un aspecto setentero más o menos bien conseguido, pero aquí vemos a Steve Guttemberg con patines, ¡Por qué de verdad estaban de moda! Y unos peinados ridículos, junto con camisetas cortadas a la altura del estomago para los chicos, que de veras te planteas si no era de cachondeo todo aquello. Por supuesto que no… eso era así.
La peli dura dos horazas, es del todo estúpida, pero la vemos con agrado porque es muy curiosa.
Los Village People salen poco en escena, en realidad son unos secundarios que solo aparecen para cantarse la cancioncita de turno, pero claro, eso lo sabemos cuando ya llevamos la película muy avanzada, y estamos muy metidos en la locura. Es muy rara.
La dirigió una antigua actriz llamada Nancy Walker, que así, películas como tal, no volvió a dirigir nunca, y los Village, sacaron un disco después de esto, en el que cambiaban de imagen (iban mas maricones, pero ya no iban disfrazados de nada) para ver si se levantaban de la monumental caída del “Disco” y ya después de aquél y hasta el día de hoy, los Village People viven de recopilatorios y haciendo bolos con una nueva formación bastarda, en la que solo quedan de la original, el indio Felipe y el soldado Alexander, el resto, unos mariquitas cualesquiera.

martes, 25 de marzo de 2025

SU MAJESTAD LA RISA

En la España de 1980 el fenómeno del vídeo club todavía no estaba instaurado de manera masiva -aunque tampoco tardaría demasiado- y, cuando alguien quería explotar las habilidades de algún humorista en formato largo fuera del ámbito televisivo, una de las opciones consistía en levantar una producción y construir una película a su servicio.
Es por esto que, a imagen y semejanza de lo que unos años después sería habitual en vídeo de la mano de productoras/distribuidoras como Olimpy o Boulevar, se concibe, para total lucimiento del humorista Arévalo y sus chistes, esta “Su majestad la risa” que, por su propia naturaleza y su estructura de programa televisivo de sketchs, pobre como un "homeless", resulta ser una de las películas más extrañas del cine español. Y es rara porque aquí, como si una cinta de casete de gasolinera se tratara, más que la presencia del propio Arévalo, los reyes de la función son los propios chistes. Entonces, la película está estructurada de manera que, mayormente, vamos a escuchar en formato 35 mm los “greatest hits” de Arévalo. Pero sucede una cosa muy curiosa, y es que se recrean diferentes escenarios, no para escenificar chistes, sino para que Arévalo los cuente en distintas atmósferas. Así, tenemos a un anciano (Arévalo disfrazado) que acude a una emisora de radio a contarle chistes al locutor, y esto servirá como nexo de unión para que veamos al cómico en distintos escenarios ataviado con distintos disfraces, contando una y otra batería de chistes. Entonces, si por ejemplo la acción se traslada a una barbería, tenemos a Arévalo en plan barbero, cortándole el pelo a un cliente al que, a su vez, le cuenta unos cuantos chistes. Lo mismo sucede cuando la acción transcurre en una panadería; no se da pie a un chiste ficcionado en torno al lugar, sino que Arévalo cuenta se los cuenta a otro panadero mientras amasan pan. No chistes de panaderos, sino de gangosos, por ejemplo. Y, totalmente surrealista, en una secuencia con su diseño de producción y su vestuario, se sienta a una mesa a varios miembros de un circo (un domador, el jefe de pista, payasos...) para que, desde un atril, un Arévalo disfrazado de mujer les cuente chistes… Un segmento perturbador y sin sentido alguno.
Por supuesto, y como homenaje a los espectáculos de variedades, consciente la producción de que una hora y media de Arévalo se puede hacer un poco paliza, incluye actuaciones musicales de gente que lo petaba en el momento como puedan ser María Jesús y su acordeón, Regaliz o Parchís, que nos ofrecen sus canciones en contextos metidos con calzador en la película. También se nos ofrece un par de numeritos de variedades interpretados en un escenario por la estupenda Mary Santpere. Y poco más…
Sin embargo, el resultado de todo este artefacto es tosco, cutre y desasosegante. El paso de los años puede haber incrementado tal sensación, pero ya en la época esto debía ser un producto menos y sin relevancia alguna, por lo que, en un 1981 en el que la gente iba al cine a tropel, “Su majestad la risa” apenas consiguió reunir 177.000 espectadores (hoy a una comedia española que consiga hacer esos número se la pone un monumento en medio de la plaza del pueblo).
La verdad es que el visionado se hace verdaderamente duro gracias a una dirección que consiste en poco más que dejar una cámara ahí  rodando. Y es que el director de este “entretenimiento”, un clásico del cine policíaco de los años 50, Ricardo Gascón, llevaba ya dos décadas sin ponerse detrás de la cámara y está claro que se encontraba algo oxidado, además de intuir que esto era un encargo meramente alimenticio.
Gascón, cuya carrera deambuló entre la dirección y la "ayudantía", no obstante, deja su marca con algunas referencias cinéfilas: el título con el que se bautiza esta colección de chistes es un homenaje directo al film de los años 40 “Su majestad la farsa”, para lucimiento de Eddie Cantor, del mismo modo que, para rellenar metraje, opta por meter una escena en la que algunos personajes van al cine y ven en pantalla el clásico de capa y espada español “Don Juan de Serrallonga”, dirigida en los años 40 por el propio Gascón. Ese momento en concreto es bastante alucinógeno porque, con la excusa de meter a Arévalo en el cine, Gascón recicla aproximadamente 6 o 7 minutos de su vieja película, y la vemos ahí como si nada.
El director fallecería siete años después, con 78 años, siendo este el colofón de su carrera.
Más allá de todo lo comentado, la gracia de “Su majestad la risa” radica en que sus ediciones en vídeo de la época eran la hostia de difíciles de conseguir. Hasta ahora, que alguien ha ripeado la cinta y puesto en circulación en las redes.

viernes, 10 de junio de 2022

BOLERO

Cuando la Cannon, de puro resultona, consiguió que una potente major como Metro Goldwin Mayer se hiciera cargo de la distribución en cines de su catálogo en ciernes, era de esperar que, tarde o temprano,  Menahem Golan y Yoran Globus la cagasen por el camino. Y es que los entrañables israelíes ponían sobre la mesa los cojones y las excentricidades por encima de la razón. Ahora, tampoco perdamos de vista el matrimonio formado por John Derek y Bo Derek cuyo modus operandi no era otro que el exhibicionismo y el retraso mental —no hay que olvidarse de que Bo Derek es a día de hoy un icono del cine, pero lo es por guapa, no por talentosa—, atributos estos con los que se rodaron cuatro películas que vistas hoy, sin duda resultan obras maestras del descerebre. Cualquiera diría que estaban dirigidas por un orangután en celo y protagonizadas por tres kilos de ternera. “Bolero” es el máximo exponente de todo esto que digo y el motivo por el que Frank Yablans de Metro Goldwin Mayer rescindió su importante contrato de distribución con Cannon, al querer mantener el nombre de su compañía bien alejado de esta caterva de deficientes mentales con ínfulas artísticas.
“Bolero” en sí misma es un despropósito. Se trata de un drama de aventuras de corte erótico, con los ojos puestos en los clásicos de los 70 (“Emmanuelle” y demás) que, ambientado en los años 20, cuenta una historia que realmente importa un pijo; Una mujer adinerada, víctima de la más pura represión en su educación, se despendola al graduarse y emprenderá, junto a una amiga y su chófer, un viaje por el mundo con el fin de encontrar al maromo que habrá de desvirgarla, siendo los principales aspirantes un jeque árabe —que la embadurna en miel y, teniéndola cachonda perdida, se queda dormido antes de penetrarla—, y un torero andaluz con muchas propiedades que se la folla al amanecer e incluso llega a enamorarla, sin embargo cuando mejor van las cosas, le coge un toro y le deja impedido de cintura para abajo, lo que hará plantearse a nuestra protagonista si merece la pena estar con un hombre que no puede darle placer. En lo sucesivo, intentará seducirle montando a caballo en pelotas para ver si así se le endereza la cosa al hombre. Mientras, el jeque árabe intentará secuestrarla y llevársela consigo con el fin de penetrarla, pero no lo conseguirá porque el chófer de nuestra protagonista es más bruto que un arado y detiene con sus manos desnudas el avión donde el jeque pretende llevarse a nuestra amiga. ¿Suena bien, eh? Pues vista es todavía mejor.
Se trata de una de las películas más ridículas de la historia, con los diálogos más estúpidos escritos por mano humana, pero además de todo eso, y de su ostentosa pompa, el contenido erótico roza el porno soft. La mera excusa de la existencia de la película, además, es eso, mostrar el palmito de Bo Derek y poder verla hacer el amor con galanes latinos buscados ex profeso para que hagan juego con la diva. Quizás a día de hoy esas secuencias resulten más horteras que pornográficas, pero en 1984 quizás si eran motivo de algarabía.
El caso es que durante la concepción de la cinta, Menahem Golan no paraba de sugerir tanto al director John Derek, como a su esposa, que rodaran escenas eróticas más explícitas, cosa esta a la que los Derek se negaron porque, ir más lejos de lo que habían rodado era ya entrar en terrenos de porno hardcore, por lo que se negaron a meter más folleteo a una película que ya era todo el rato eso. Como fuere, antes de su exhibición en cines, se le preparó un pase de prueba de la película a Frank Yablans que al verla quedó horrorizado, no solo por el alto contenido erótico, sino por la gilipollez que en sí era. Además, la junta de censores otorgaría a la película una “X” como una catedral, lo que reduciría la exhibición de esta a cines porno. Yablans sugirió así a Golan que cortara material erótico para poder exhibirla en cines normales, cosa a la que este se negó y, en consecuencia, Metro Goldwin Mayer se negó a distribuir la película.
Menahem Golan no se amilanó con la decisión de Yablans y la solución que tomó fue estrenarla él mismo bajo distribución de la  propia Cannon, como ya había hecho antes del acuerdo con metro, y para que no le encasquetasen una X, decidió estrenarla sin calificación alguna. Haciendo esto, incumplía partes de las cláusulas del contrato de distribución con Metro, por lo que Yablans se acogió a eso para rescindir su contrato y, ya de paso, quitarse a esta puta gente de encima. Cannon siguió después operando por su cuenta y riesgo.
“Bolero”, que tuvo una campaña de promoción brutal para ser una película sin calificar, a duras penas consiguió recuperar sus costes, siendo un fracaso total y absoluto no solo de público, sino también de crítica, consiguiendo en su carrera nueve nominaciones a los premios razzie de los cuales se llevó seis. Asimismo, a día de hoy es una película de absoluto culto, como pueden serlo todas las ejecutadas por los Derek.
El caso es que, estúpida y vergonzante como es, está un rato entretenida precisamente por estúpida y vergonzante, y resulta imposible no descoyuntarse de la risa en escenas como la del jeque árabe lamiendo el cuerpo embadurnado de miel de Bo Derek, que más que provocar excitación provoca asco, o cuando el personaje del pobre George Kennedy intenta parar una avioneta que va a despegar con sus propias manos. Lo cierto es que cada cinco minutos viene algo, ya sea una escena risible, ya sea un dialogo subnormal, que convierten “Bolero” en una cinta altamente disfrutable. Y los pajilleros que no sean excesivamente tontos, obtendrán el doble de disfrute, si es que son capaces de centrarse un poquito en la película y tener las manos quietas.
Otro de los disparates es contar con la presencia de Olivia d’Abo, que se despelota cada dos por tres teniendo en el momento del rodaje ¡¡13 años de edad!!
Como parte de la película se desarrolla en España, el reparto tiene una gran presencia española, así que, junto a Bo Derek y el anteriormente mentado George Kennedy, tenemos a una jovencita Ana Obregón que se buscaba la vida en los USA como buenamente podía —y que participó en una serie de películas, durante su carrera como actriz, a mi juicio estupendas— y a la que también se le concede una escena erótica, así como tenemos pequeños papeles para Mirta Miller, que se encargará de meterse en la cama con el bueno de Kennedy o la perra Mary, esa perrita deliciosa que salía en todas las películas españolas de la época y que dio vida al perro Superman en las películas de Parchís.
En un principio el papel de Ángel, el galán andaluz, estaba previsto que lo interpretara Fabio Testi, pero tenía una especie de afección cutánea muy visible que era difícil de camuflar con el maquillaje, por lo que pronto fue sustituido por Andrea Occhipinti, galán italiano que tiene cierta retirada a Hugh Jackman y al que hemos podido ver en cosas tan populares como “El destripador de Nueva York” o “Cuchillos en la oscuridad”.
John Derek, después del fracaso, rodaría alguna película más al servicio de su esposa, quizás más descerebrada incluso que esta, pero de eso ya hablaremos en otra ocasión, porque pienso verme toda la filmografía de este matrimonio que permaneció unido, no obstante, hasta el fallecimiento de él en 1998.
“Bolero” es una película que en su momento era “muy de padres”, porque estaba destinada mayormente al público adulto. Bien; recuerdo a la perfección a mis señores padres viniendo del cine y echando pestes de la película tras verla. A mí, me encanta.

lunes, 4 de agosto de 2014

DUELO DEL DRAGÓN Y EL TIGRE

Las “Brucexploitation” trajeron como consecuencia, que los clones de Bruce Lee se volvieran estrellas zetosas que lograban atraer culos a las butacas. Por eso, Bruce Le (con una sola “e”) llegado un punto de su carrera en el que era consciente de que, a pesar del nombre impuesto para el cine que recaía sobre sus hombros, explotar la imagen del pequeño Dragón ya era una cosa secundaria, se lanzó a la piscina con estas cosas de artes marciales contemporáneas mezcladas con unas buenas dosis del cine de agentes secretos, la locura reinante en este tipo de productos aquella época, y los elementos primordiales a la hora de fabricar un éxito: Sexo, violencia y modernismo.
Por eso, Bruce Le, para esta película cargó todo de esos elementos, más uno que, también, se puso de moda en el cine de kung fu serie Z de aquellos años: El Europeísmo.
Así que en esta ocasión, Le, se alía con los italianos en la producción y se viene a rodar a España una historia en la que él es el elegido, junto al agente Inglés Richard (interpretado por el pobre Richard Harrison, al que estos putos Chinos tanto putearon) para encontrar una formula secreta que circula en manos malosas. Esta formula, descubierta por científicos españoles posteriormente asesinados, puede ser súper perniciosa para la humanidad, así que deben encontrarla como sea, contando que mientras que el Inglés es un mujeriego que puede echarlo todo a perder por oler un coño, el Chino es un ser impulsivo y violento. Echarlo todo a perder, no es para nada descabellado.
Lo que es descabellada es la puta película, de las más malas de esta gentuza que me he echado a los ojos y no del todo divertida, como parecía en un principio. Lo que, como siempre digo, es motivo de elogio en esta casa, y no de denuncia.
Y es que, si de primeras apunta a que todo va a ser un desmadre incomprensible, pulpero y postmoderno como lo era “La saga de Bruce Lee” (aquella en la que todos los clones de Bruce Lee aparecen juntos), pronto la cosa pierde fuelle y pasa a ser una peli de artes marciales de las mas flojas, con unas coreografías de lo más sosas, y con un imperante aburrimiento por bandera. Pero destacaré que la primera media hora es un tremendo delirio con tetas por todos lados;  Solo por el partido de tenis que juegan las chicas del harén de Richard Harrison, ya merece la pena ver la película, porque si los desnudos gratuitos siempre están a la orden del día en este tipo de films, en este ya no es que sean gratuitos, es que se consigue que te descojones de una bella señorita de enormes tetas… porque, ¿Qué coño hacen jugando al tenis con toda la indumentaria del tenis femenino, pero haciéndolo con las tetas al aire? Todo eso acompañado por cámaras lentas que realzan esos movimientos mamarios.
Por otro lado, siempre es habitual que en estas pelis, todo el mundo sepa hacer Kung fu… Vale que Richar Harrison haga sus movimientos, pero ver a Tito García, secundario del cine español de toda la vida, que aparecía en las películas de “Parchís”(pincha aquí para ver su jeto), haciendo un par de movimientos de Kung Fu… eso es para mear y no echar gota. Vamos lo mejor de la película.
Por otro lado, decir que si los Japoneses años atrás se colgaron la medalla de hacer una escena de Kárate con un hombre enfrentándose a un toro en un tendido, Bruce Le tomó buena nota de aquella película, “KarateBull Fighter”, y aquí plagia casi plano por plano ese enfrentamiento, solo que vemos claramente que cuando Bruce Le arrea al toro, este es claramente un muñecote, y lo entremezcla con planos del toro yendo a su bola por el tendido. No tuvo huevos a meterse con un toro de verdad. A su favor decir, que esta escena es, además de infinitamente más ridícula que la de “Karate Bull Fighter”, mucho menos violenta afortunadamente.
Y salvo estas estridencias tan míticas (“Duelo del Dragón y el Tigre” es una película muy popular, por lo obvio,  dentro del circuito de aficionados al cine de artes marciales) como reconocibles y que le otorgan valor a la cinta, el resto de la misma no es demasiado destacable, ni entretenida, ni rara. Eso si, la galería de secundarios, con los españoles a la cabeza, no tiene desperdicio. Junto a Bruce Le y Richard Harrison, y el anteriormente mentado Tito García, tenemos a Nadiuska, Bolo Yeung, José Riesgo o Hwang Jang Lee.
En la dirección solo sale acreditado Bruce Le, pero las malas lenguas dicen que Richard Harrison metió algo de baza, y que el hombre que de verdad la dirigió fue Luigi Batzella, responsable del “Nazixploitation” “La Bestia en calor” entre otras.
Mala… pero de esas con encantillo.

jueves, 5 de diciembre de 2013

I LOVE HITLER

Extraña película perteneciente al catalogo del enigmático Francisco Herrera, que cuenta en su poder con los derechos de los films rodados por los cineastas del tercer Reich, además de aparentar cierta simpatía por lo nazi en general, así mismo poseedor de los derechos de las películas de Germán Monzó y tantas otras joyas inencontrables que, de vez en cuando,  edita en DVD y la mal distribuye por según que establecimientos. Y de vez en cuando también,  te topas con uno, y si es de interés (por lo general el catálogo de este señor siempre lo es) puedes comprarlo. Como me ha sucedido a mí con este “I Love Hitler” en una tienda de segunda mano, a un precio más que justo, 1 Euro.
El DVD entero es un poema; desde las ilustraciones de dentro del digipack, que nada tienen que ver con la película (un dibujo de lo más corrientucho en el que reza la inscripción “Hail Hitler”) hasta lo de tratar de edición especial para coleccionistas un disco que viene pelado de extras, aunque, eso si, plagado de trailers de las películas nazis de Leni Riefenstahl (“El triunfo de la voluntad”, “Olimpiada”) u otras del mismo palo como “Adolph Hitler, Mi lucha” convenientemente remasterizadas y dobladas al castellano para la ocasión. Vamos, todo de lo más cantoso.
Y en una edición como esta, donde reza que “El número de expediente está en trámite”, la obsesión  de la distribuidora es la piratería, y si un DVD estándar lleva un anuncio anti-piratería, este lleva cuatro seguidos, además de otro sobre dolby surround, para un producto que está en mono. ¡Que país!.
Vayamos a la película; “I Love Hitler” es una especie de obra de ficción, medio documental, medio experimental y medio surrealista, y en definitiva una cosa rara cuyo interés radica, precisamente, en la rareza, que sin un hilo argumental va combinando mogollón de escenas de archivo del “führer” y de la guerra mundial, con filosofadas baratas pretendidamente profundas y cómicas que pegan sin parar los protagonistas, Emilio Linder (según los créditos del DVD, Emil Von Linvder), Lázaro Escarceller, prota absoluto, y  Fabián Conde con una marioneta de Hitler, haciendo de mago ventrílocuo o algo así. Todo ello para explicar que el dictador del mostachillo no murió, si no que escapó a España y desde entonces vive como comediante en algún pueblo perdido. Y se nos da a medio a entender que Hitler es  en realidad Lázaro Escarceller, todo ello en distintas localizaciones que van desde un cementerio, pasando por el campo, terminando en el museo de cera.
Una paranoia que encima pretende más de lo que ofrece, con un carácter cinematográficamente español por aquello de que hasta las filosofadas profundas hay que tomárselas a cachondeo, y de ideología un tanto ambigua, al igual que la de su distribuidor.
No dejan de ser curiosos los momentos en que, a sabiendas de que la película posteriormente será doblada, se filma a los actores de espaldas mientras oímos largas parrafadas, o comprobamos que Lázaro Escarceller suelta sus diálogos pausadamente y mirando detrás de cámara entre frase y frase. Obviamente, el director le está dictando lo que tiene que decir y el hombre se limita a escucharlo y repetirlo. O esas bocas que nunca coinciden con lo que oímos, simplemente, porque al no saberse el guión, decían cualquier cosa y en doblaje se ponía el texto.
No obstante, absolutamente toda la película despide ese rollo experimental involuntario y surrealista que la convierte en una cosa curiosa y a tener en cuenta, solo en los casos más extremos de cinefilia, porque es mala como ella sola. Se podría decir que el material filmado sirve de mera excusa para mostrar lo que el director quiere mostrar realmente, que son ese mogollón de material de archivo perteneciente al "No-Do" o documentales sobre Hitler.
Ahora vayamos a lo que interesa: Junto al trío protagonista, destacar la presencia de Paco Porras, el vidente de las hortalizas… Sí, al que arrastran por el mar en “F.B.I. Frikis buscan incordiar”, en una de sus primeras incursiones en el cine, como travestí que aparece un momentín  en un teatro y, tras las cámaras, fabricante de la marioneta de Hitler.
La película viene producida por Juan Piquer Simón, que firma su participación con el avergonzado seudónimo de Alfredo Casado. Váyanse ustedes a saber, con la de mierda que filmó como director, por qué oculta su función como productor ejecutivo en este caso.
Y por último, de la dirección se responsabiliza un tal Félix Varón. Bien, pues este director no existe. En realidad es el seudónimo que utilizó Ismael González, otro misterioso cineasta que dentro de las muchas facetas que desarrolló a un nivel de cine, digamos, siempre marginal, destaca por haber dirigido unos cuantos documentales, películas infantiles a mayor gloria del gordito que salía en los vehículos de “Parchís”, Rodrigo Valdecantos, así como productos porno que firmó o bien con su nombre o con el de Félix Varón,  tales que “Escuela de grandes putas” o “Los Pornoaficionados”.
Muy interesante todo. Y por 1 Euro, la cosa está que te cagas. En un lugar de honor dentro de mi dvdteca. Pero por los 19,95 Euros que pide Herrera desde su página web, como que no.

viernes, 5 de octubre de 2018

LIGERAMENTE VIUDAS

De entre todos los trabajos alimenticios que realizó Javier Aguirre, que van desde el cine de terror a mayor gloria de Jacinto Molina, el cine infantil al servicio de Parchís,  o la comedia pura y dura  —no está nada mal para un señor que lo que le gusta hacer es cine meramente experimental, lo que el llama “anti-cine”—, de entre todos los palos que tocó durante el tardo franquismo, justo antes de la llegada del destape (al que Aguirre se acercó ya en los años 90 con la desfasadísima “El amor sí tiene cura”), si existe una película que yo utilizaría para mostrarle a un neófito lo que es la españolada, puede que, con permiso de algún landismo recalcitrante, le  hiciese ver esta “Ligeramente viudas” que probablemente se encuentra entre lo peor de su director, pero que contiene todos los clichés que ha de tener el subgénero en sí mismo. Porque tenemos un par de individuos que se dedican a ligar guiris, tenemos dos viuditas que se descocan para la ocasión, tenemos una trama de enredo que tarda en aparecer, pero que cuando lo hace, lo hace con contundencia, tenemos picardías, corsés y  todo el contenido picante que una película española podía tener en 1976, y tenemos a Saza (lo cual es un aliciente), así como un poco de sainete, otro poco de vodevil, y el heterosexual que para salvar una situación se hace pasar por mariquita. Un compendio de todo. Filmes de los sesenta pueden carecer del elemento pseudo erótico así como filmes de los setenta pueden carecer de cierta mentalidad mojigata por parte de los personajes que, sin embargo, aquí sí tienen, entonces, siendo mejor o peor película, lo que sí que es “Ligeramente viudas” es una españolada en toda regla.
Cuenta la historia de dos mujeres de personalidades opuestas que pierden a sus respectivos maridos en un accidente, así que deciden afrontar juntas su nuevo estado civil. Pasado un tiempo prudencial, decidirán  disfrutar de su recién adquirida libertad, por lo que, para divertirse, deciden cazar a un par de solteros vividores y “ligaguiris”, que para lo que ellas los quieren les sobra y les alcanza. Claro que mientras que una tan solo se quiere pegar unos revolcones, la otra anda pensando en  tener una actitud más pasiva con los hombres, lo que generará un sin fin de conflictos en lo que en realidad es una carrera sin frenos hacia las segundas nupcias.
En  realidad, nada nuevo que no se hubiera visto en pleno 1976 nos ofrece Javier Aguirre en esta cinta más allá del compendio de clichés, por otro lado tan manidos, de los que antes les hablé, pero al igual que cualquier españolada, ver esto después de la siesta en el sofá se convierte, sin duda, en una agradable y divertida experiencia, máxime si le pilla a uno con la risa tonta.
Al margen de todo esto, especialmente reseñable me  parece el momento en el que los protagonistas van al cine y entran a ver “El asesino están entre los 13”, película que unos meses antes había estrenado Aguirre. La gracia está en que entre nuestros protagonistas y dos señores que hacen las veces de acomodadores, van comentando lo que van viendo en la pantalla, acertando de pleno en las carencias de la película con sus comentarios, esto es, que si no pasa nada, que si hablan mucho, que si tarda en salir la sangre. Un ejercicio de metacine que se me antoja lo mejor de la película, y muestra la capacidad que tiene el director para reírse de sí mismo. Claro, que supongo que el hecho de odiar el cine alimenticio que hizo siempre Aguirre, ayudaría a la eficacia del gag. Vamos, que probablemente Javier Aguirre tan solo escribiera lo que pensaba sobre su anterior película mientras redactaba el guion de esta.
En los papeles estelares, Esperanza Roy, María Kosti, Paco Valladares, José Sazatornil “Saza” y Blacky.
Para echar un ratillo, alcanza de sobra.

lunes, 14 de junio de 2021

NO DESEARÁS AL VECINO DEL QUINTO

“No desearás al vecino del quinto”, aun con su fama de chabacana, es una película importante para el cine español porque, por un lado, tenemos la que durante más de 30 años se erigió como el mayor taquillazo de la producción patria con casi cinco millones de espectadores (hasta que llegó alguno y la reventó) y, por otro, tenemos aquí la piedra angular del denominado “landismo” —subgénero de la comedia española  a la que se adscriben todas esas películas de humor cafre y cañí, llenas de tópicos sexuales y políticamente incorrectos que, indefectiblemente, estaban protagonizadas por Alfredo Landa— que tantos y tantos títulos dio a nuestra cinematografía. Se trata de una buena muestra de lo que, por aquél entonces, era el gusto del español medio cuando se decidía ir al cine. Los gustos hoy no han cambiado demasiado, el modelo “8 Apellidos Vascos” viene a confirmarlo porque, siendo justos, y aunque sean otros tiempos, ambas comparten similar intención y resultado.
No obstante, “No desearás al vecino del quinto” sería un film de carácter festivo, colorido, de simpática apariencia  a la que los años han perjudicado severamente y, si la vemos hoy, nos enfrentaremos a un ladrillo insulso que poca justicia le hace a otros títulos del “landismo”, sin lugar a duda alguna infinitamente más divertidos y edificantes, pero menos conocidos y considerados. “No desearás al vecino del quinto” es una mamarrachada.
Cuenta la historia de un par de hombres en un pueblo de provincias; El primero un individuo que, para evitar problemas con los maridos celosos de las clientas de su boutique, finge ser homosexual, por lo que su negocio es prospero, mientras que el segundo es un ginecólogo muy atractivo al que le va como el culo, porque los maridos, celosos como son, no permiten que sus mujeres vayan a la consulta de un hombre tan guapo que, para más inri, ha de tocarles los bajos.
Cuando por trabajo el ginecólogo acude a Madrid, se encuentra en una discoteca a su vecino homosexual, el de la boutique, sólo que bien acompañado por dos jovencitas con las que se morrea alternativamente. Cuando este le explica que lo del homosexualismo es una tapadera para que le dejen trabajar tranquilo, ambos se harán amigos inseparables ya que allí, en Madrid, no solo nadie les conoce, sino que, aprovechando el ginecólogo su estancia, y alegando que está harto de pasarse las tardes jugando al parchís en casa de sus suegros, se sumergirá, junto con su nuevo amigo, en una vorágine de sexo descarnado y juerga, que incluye orgías y demás variantes propias de la libertad sexual. En definitiva, el tema de la película gira en torno a la dificultad masculina para obtener sexo. Va de que en España no se folla, hablando en plata.
En pleno 1970, con el régimen franquista en pleno apogeo, tanto la temática como el mensaje no eran del todo oportunos, por lo que poco le faltó para no estrenarse por culpa de la censura. Sin embargo, la pericia del productor, el genio de José Frade, supo capear la situación, estrenándola sin mayores problemas. La cinta fue mostrada al censor con la más variada amalgama de títulos, a saber: “Yo engaño sin daño”, “Es cosa de hombres” o “Ama a tu prójimo… y verás” Todos fueron prohibidos salvo el que todos conocemos que, en el fondo, es tan picarón y provocativo —y propio de la época— como cualquiera de los otros. 
La película es también una muestra de lo relativo e impredecible que es todo en la vida, porque cuando se estrenó en Madrid, “No desearás al vecino del quinto” fue un fracaso absoluto; de hecho, se estrenó el 26 de Octubre de 1970 en varios cines de la capital para dos semanas después desaparecer de la cartelera debido a la floja afluencia de público y dejar paso en las salas a algo más comercial. Sin embargo, cuando cuatro meses después se estrenó en Barcelona, arrasó, y el boca a boca se puso en marcha. En Sevilla fue un éxito apoteósico y esto se fue contagiando al resto de regiones donde se iba estrenando, por lo que las salas de Madrid se vieron obligadas a reestrenarla, esta vez sí, con el enorme éxito por el que es conocida. Y el merecimiento es doble, ya que acercarse a los cinco millones de espectadores con tan solo 35 copias exhibidas, en contraposición a las 300 o 400 con las que se estrena hoy en día una película media, supone un gran mérito y muchas, y agradecidas semanas en cartel.
Por la parte actoral, decir que Alfredo Landa no está demasiado memorable, al igual que ninguno de sus compañeros. En especial, el coprotagonista Jean Sorel. Resulta que el director, Ramón Fernández, venía de trabajar en otra película en Italia, por lo que al contactar con el productor Frade para hacer esta, gestionaron todo para que la película se materializara en coproducción. Fernández estaba prendado del actor, Jean Sorel, que había trabajado recientemente para Visconti, así como para Dino Risi, e incluso Luis Buñuel en 
“Belle de Jour” —y en las antípodas de todo ello, trabajó incluso con Lucio Fulci— así que le contrataron. El resultado de su actuación es como si pusieran un mueble al lado de Alfredo Landa, y este le soltara sus frases de diálogo a lo inerte. Aunque por otro lado, tenemos a clásicos de la escena de comedia española como Doña Isabel Garcés, Margot Cottens o Adrián Ortega, que nunca están mal.
En cuanto a las labores de dirección de Ramón Fernández,  correctas, sin estridencias.
La película, como ya les he venido diciendo, es un ladrillo, lo gracioso que pudiera tener se quedó en 1970, pero sólo por histórica, por tener una entidad propia y el ostentoso récord de ser la nº 1 en taquilla del cine español durante 31 años —ninguna película española lo ha sido durante tanto tiempo— bien merece que le echemos un ojillo aunque sea de soslayo.
Por otro lado, incluso a día de hoy, bate récords de audiencia en televisión cada vez que se emite, así que José Frade aún debe estar frotándose las manos.

viernes, 31 de mayo de 2024

DISCO, IBIZA, LOCOMÍA

¿Podríamos considerar a Locomía una “boyband”? yo supongo que sí. Como fuera, lo que vengo a decir es que recuerdo a la perfección cuando salió a la palestra la “boyband” Locomía, creo que fue en un magazine de los de al medio día en la televisión pública. Iban vestidos como Parchís, pero de manera extravagante y daban vueltas, sin mucho orden, a sus abanicos, amanerados como ellos mismos y ofreciendo un tipo de música (¿eurohouse?, ¿eurobeat?) de la que en esos momentos yo era un enemigo acérrimo. A las pocas semanas de su irrupción en radio y televisión, Locomía ya estaban sonando en todas partes, y lo único que generaba en mí era rechazo y desasosiego.
Sin embargo, independientemente de los gustos, el periodo y el grupo se quedaron grabados en mi psique y, desde hará cinco o seis años, quizás por nostalgia, he desarrollado el gusto por estas músicas discotequeras de primeros de los 90 como quien no quiere la cosa. Y al menos la canción que les hizo famosos, “Locomía”, me parece un temazo con una producción increíble y una línea de bajo agresiva y absolutamente sampleable. Una canción muy bien hecha y que  hoy suena mejor que hace 35 años.
Muchos debieron pensar igual que yo, porque lo cierto es que estos últimos tiempos Locomía han pasado de estar condenados al ostracismo a ser reivindicados como grupo de dance autóctono, más allá del público homosexual que tampoco se encuentra entre su más fieles seguidores, quizás por el hecho de que en plenos 90 Locomía, a pesar de su evidente pluma, se mantenían bien dentro del armario con todas sus consecuencias. Cosas de su descubridor y productor, José Luis Gil, que con muy buen ojo quiso recolectar las ganancias de su público potencial: mujeres adolescentes de habla hispana que hacían de estos sus referentes sexuales.
A raíz de dicho revival, se rodó una estupenda serie documental de Pablo Aguinaga y Mariano Tomiozzo, que nos contaba con pelos y señales la fascinante historia de Locomia, además de presentarnos a su líder, Xavier Font, como alguien oscuro y turbio que manipulaba a sus amigos a antojo y gestionaba el dinero que ganaban en Ibiza con sus bailes de abanicos. Se lo gastaba, como él mismo dice: “En alguna joya. Y yo no uso bisutería”. Font en ese documental es la viva imagen del megalómano.
Dos años después se estrena en nuestros cines, por todo lo alto, una película biopic que básicamente viene a contar lo mismo pero a modo de ficción y, suavizando mucho algunos pasajes con respecto a la serie. Nos cuenta, sin salirse ni un ápice de la fórmula del biopic, cómo un individuo metido de lleno en la industria musical, José Luis Gil, consigue, en palabras del propio personaje, que “una anécdota ibicenca se convirtiera en un grupo de éxito internacional”. Así somos testigos de los primeros pasos de Locomía como diseñadores de moda de andar por casa y gogós de discoteca que, al ser descubiertos por Gil, se convierten en el combo dance más importante del país y latinoamérica. Pero claro, la banda tiene un handicap y es que a pesar de la poderosa puesta en escena con el rollo de los abanicos, cantan como perros, motivo por el cual es el propio productor quién se encargaría de grabar las voces principales. Locomía, pues, tenían que limitarse a bailar y tirar de playback. Sin embargo, el líder, Xavi Font, no es capaz siquiera de hacerlo en condiciones, por lo que es semi-expulsado de Locomía, sembrándose así el caos y la sinrazón en un entramado que incluye drogas, fiesta, juicios, contratos, copyright y hasta la suplantación de identidad…
Tengo debilidad por los biopics, más aun si estos se centran en entorno musical, y, “Disco, Ibiza, Locomía”, que además se mira en el modelo americano —incluyendo dinámicas secuencias de grabación de tracks como ya habíamos visto en “Bohemian Rapsody”, “Straight Outta Compton” o “Rocket Man”—, me ha resultado una película vibrante y enloquecida con la que he disfrutado mucho. Y es que, fiel a los hechos que ya se contaban en el documental, no se deja ninguno de los escándalos en el tintero y la película empieza y acaba justo de la manera que ha de hacerlo. Y está muy bien… pero no es tan buena como la serie documental, esa sí que es una maravilla.
Como fuere, tenemos en el reparto a Jaime Lorente que se mete en la piel de Xavi Font otorgándole más pluma de la que hacía gala el personaje real, al mismo tiempo que gasta dejes propios del otro personaje real de la cultura popular al que interpretó hace poco, Ángel Cristo en “Cristo y Rey” —pero que está bien a rasgos generales—. Tenemos a Blanca Suárez haciendo de Blanca Suárez y un actor que está genial y contribuye a que la película entera merezca la pena aunque el fenómeno Locomía nos importe tres cojones: el argentino Alberto Ammann, quien pasa de un registro sereno en la también estupenda “Upon Entry” al histrionismo de un productor musical con una forma de hablar muy concreta llevada por el actor a cotas casi paródicas, convirtiéndose, sin duda, en lo más celebrado de la película ¡Menuda transformación! Disimular el acento argentino en esta ocasión sería lo de menos.
Dirige la función, con un pulso narrativo envidiable y una velocidad de vértigo, Kike Maíllo. “Eva” y “Toro” serían sus películas de mayor importancia. Pero esta es la más interesante.