sábado, 15 de noviembre de 2025

ROBOCOP 4, POLICÍA DEL FUTURO

Conocemos la irritante manía de los yankis por estirar sus logros hasta hacerlos sangrar. Centrándonos en el cine y, más concretamente, ciertos personajes icónicos, no existe uno más perjudicado por tal práctica que "Robocop". Considerando naturaleza, tono, maneras y esencias de su maravillosa e inmortal película de debut, "Robocop" jamás tendría que haber sufrido los envites de la secuelitis, el merchandising y todo lo demás, incluidos comics, dibujos animados y, como veremos, series televisivas. Estaba hecho para una única ocasión y luego, palacaja. Habría sido una estrategia inteligente.... cualidad esta ausente en las oficinas de Hollywood cuando es el montante el que habla. Y oiga, no pretendo arrebatarle el mérito a sus padres putativos sobre el papel, Ed Neumeier y Michael Miner, pero, visto lo visto, está claro que fue la mano de Paul Verhoeven la que otorgó todo lo bueno, único e irrepetible a "Robocop". Y a las pruebas me remito: El año 1994, Neumeier y Miner recibieron el encargo de convertir a su creación en personaje de caja tonta y a ello se pusieron (partiendo de un libreto originalmente pensado para cine). El resultado es la dolorosa prueba fehaciente de que, sin el holandés loco de por medio, la cosa no funciona igual. Ya, claro, algo totalmente extensible a las secuelas cinematográficas, pero en aquellas el guion, como saben, corrió a cargo del prestigioso Frank Miller y, contrariamente a lo que muchos dicen por ahí, soy de la opinión que el laureado comiqueante lo hizo peor, imposible. Por supuesto, este señala las presiones y exigencias de la producción como culpables de que su labor se viera enturbiada. Pero no me lo trago. El padre de "Batman: el regreso del caballero oscuro" MATÓ a "Robocop" (igual que, equis años después, mató a "The Spirit", causa que tengo pendiente revisar). 
"Robocof, cof 4, policía del futuro", fue lanzada en su día en España por "Manga Films" -bajo el subsello "Strong Video"- como continuación directa de las películas. En realidad se trataba del episodio piloto, titulado "The Future of Law Enforcement" y partido en dos para su emisión en USA. "Manga Films" llegó a editar una "quinta dosis", aunque en aquella ocasión no ocultaba su serialización incorporando, justo, los episodios siguientes al piloto. Al final la serie dio de sí 23 capítulos. Por mucho que he buscado, no he localizado más (es decir, que no hubo un "Robocop 6", aunque había oído rumores que se alcanzaron hasta ocho entregas), tal vez la cosa funcionó peor de lo esperado... quien sabe. Cualquier dato aclarador, nos escriben (Actualización: Nos aclara el amigo Javi Pueyo -y lo hace mediante foto- que, cuanto menos, hubo una sexta dosis más. Gracias caballero)
La trama principal gira en torno a un científico loco que crea una especie de entidad cibernética partiendo de cerebros humanos -extraídos en vida y de modo totalmente clandestino- dispuesta a controlar la ciudad. Con ayuda de un malvado ejecutivo de la "OCP" conseguirá acariciar su objetivo, hasta la llegada de "Robocop". Entre medias, dos tramas paralelas. Por un lado sus trifulcas familiares, por otra la misma entidad cibernética, que acaba adquiriendo la forma de la persona humana sacrificada para su creación y ayudando a nuestro robopoli favorito.
Muchas de las características reconocibles de la franquicia están ahí: los telediarios con noticias exravagantes. Los anuncios publicitarios no menos delirantes (hay uno muy decente de dibujos animados sobre un superhéroe consumista). Sendos "tics" propios de los films precedentes (la compañera de "Robocop" haciendo globos con su chicle, la cámara subjetiva mientras el robot reposa en el taller, sus intocables directrices...) de los que, sospecho, se mangan algunas escenas. No estoy seguro, ni me apetece hacer la comparación, pero diría que sendas explosiones apestan a reciclaje (una práctica bastante común en estas cosas. De hecho, el título principal, ahí con su tipografía y ese vuelo rasante por el "skyline", es el mismo del "Robocop" original). Y es que, lógicamente, ver al poli de hojalata en acción cuesta mucho dinero, algo de lo que no disponen sus artífices, así que, ya se sabe, la cosa viene muy limitada. Básicamente tenemos escenas de tiros y mamporros al principio, en medio y al final. El resto es imparable verborrea y un "Robo" "de baja" durante un buen puñado de minutos a causa de un intento por destruirle. Era normal verle sufrir desperfectos graves en las películas, pero aquí le sacan partido extra.
Quizás el aspecto más elogiable, y pura consecuencia de la presencia de Neumeier y Miner, sea la misma persona de "Robocop". Diríase que la intención por respetar su primigenia naturaleza era genuina, evitando los momentos ridículos y vergonzantes que Frank Miller incorporó a las secuelas. Aquí "Robo" es tremendamente serio, más trágico que nunca, prácticamente inexpresivo, frío, austero y habla poco. Cuando no lleva el casco, lo rodean de penumbra (tal vez para disimular el maquillaje, pero funciona de esa otra manera). Todo ello me pareció maravilloso. Aplaudible. Pero nada más... el resto no podría ir más en contra de lo que mostraban las películas (y aquí incluyo las tres), y siendo este "Robocop 4" un producto "cajatontil" de los noventa, se pueden imaginar a qué me refiero: la violencia no solo escasea, es que el mismo robopoli evita sesgar vidas, deteniendo a los villanos sin hacerles más daño que algún moratón. Y utiliza su icónica pistola lo menos posible. Tampoco el humor negro y la mala uva que Paul Verhoeven inyectó en su clásico asoman por ningún lado. Cuando acá se tira de comedia, es bufa, simplona y cargante (especialmente respecto a los personajes del científico loco y su socio, cuya cruel maldad tendría que haber sido justamente castigada con una muerte dolorosa) Y, como en "Robocop 3", que no falte el crío repelente, rematado por un final ñoño de cojones.
No soy tan tonto como parezco, y cuando me puse a ver esto lo hice sabiendo a qué me exponía y esperando lo peor. Por ello, tal vez, la primera mitad todavía entró más o menos bien. Pero cuando "Robocop" desaparece de escena, la cosa comienza a ponerse realmente pesadita. Pasa un poco como con el "Superman" de Christopher Reeve. Molaba tanto verle en su bonito atuendo, que importaba poco la calidad del material envolvente. Además, al robopoli siguen acompañándole las notas de su esplendoroso himno machacón (o una reconocible variación del mismo). Otro ingrediente que funciona.
El desconocido Richard Eden se encarga de sustituir las mandíbulas de Peter Weller y Robert Burke (aunque el doblador español es el mismo, detalle a agradecer). Claro, tampoco es que el pobre hombre aporte mucho, de ahí que su carrera posterior continuara por derroteros parecidos, todo series y telefilms.
Muerta la compañera de "Robo" en las películas, le buscan una nueva, interpretada por Yvette Nipar (ni papa). Y el resto del reparto, pues lo mismo. No repite ningún personaje de la gran pantalla, todos son sustituidos por actores y actorcillos. Destaca Cliff De Young sobreactuado como científico loco (al no palmar cuando debía, saldría en dos capítulos más).
Paul Lynch, director, arrancó su carrera con bastante buena mano responsabilizándose de dos slashers con cierta solera, especialmente el primero de ellos, "Prom Night". El otro fue "Humongous". También se implicó en la confección de la antología "Manía". Pero, salvo estos títulos, la mayor parte de su filmografía la compone mucha morralla televisiva. Eso sí, el hombre ha currado a destajo, nadie lo pone en duda.
Por si les interesa saberlo, este "Robocop" televisivo no pasó de una primera temporada gracias a las bajas audiencias y peores críticas. Otros directores interesantes implicados en la refriega fueron Mario Azzopardi y Timothy Bond. Sin embargo, y porque los yankis no aprenden, en 2001 lo intentaron de nuevo. "Robocop: Prime Directives" tenía la loable intención de retomar las maneras duras y violentas del film original, pero tampoco creo yo que colara mucho porque, en fin, ¿sabían ustedes de su existencia?. Para la ocasión se contó con otro matao oculto bajo el disfraz. Luego vendría un decepcionante remake y el continuo anuncio -¿amenaza?- de que, el día menos pensado, tendremos al madero cibernético de nuevo en nuestras pantallas, grandes, pequeñas, medianas o minúsculas.

jueves, 13 de noviembre de 2025

CUANDO LOS ÁRBOLES NO DEJAN VER "IL BOSCO 1"

En 1987 Andreas Marfori proyectaba su cortometraje "Sabbia Insanguinatta ("Gory Sand" como título internacional. Traducido al españolo sería "Arena Ensangrentada") dentro del marco del "Mysfest" o "Festival Internazionale del Giallo e del Mistero" -evento italiano dedicado al fantástico y todavía activo- donde fue muy bien recibido, a tenor de las letras que le dedicó el -siempre maravilloso- "Mad Movies" respectivo. Tras situarlo genéricamente entre la comedia y el gore, se rendía a sus capacidades -"gran dominio de la técnica"- y al hecho de estar confeccionado con medios más que solventes, cosa evidenciada por el uso de Steadycam y sonido Dolby. No era baladí, porque Marfori lo parió como parte de su paso por el prestigioso "Centro Sperimentale di Cinematografia de Roma", lo que explica su presencia, nada menos, que en nuestra "Semana Internacional de Cine de Valladolid", edición 32. Curioso.

En cualquier caso, el joven cineasta comentaba que aquel corto era un "test" para su primer largometraje, entonces titulado "Horror Queen". Dadas las circunstancias, nadie vio venir el desastre que se avecinaba.
"Horror Queen" acabó siendo materializado en 1988 gracias a unos cien millones de liras, la incorporación del mismo "Sabbia Insaguinatta" como parte de sus 85 minutos de duración y el llamativo protagonismo de Carolina Cataldi-Tassoni, hoy reconocida profesional, entonces "garantía" para el consumidor medio del terror tras sus papeles previos en dos productos marca Dario Argento, "Demons 2" y "Ópera". La diferencia es que, ahora, "Horror Queen" gastaba otro título, "Il Bosco 1", "El bosque 1". A Marfori le encanta aclarar que incluyó ese 1 como coña directa al abuso de secuelas que entonces era común en el cine fantástico. Pofale. Es posible, pero a mí me suena a efecto tardío en busca de cierta justificación. Sobre todo, considerando que en algunas muestras de prensa de la época aparece como "Presa Tenace". Aunque no adelantemos acontecimientos.
La cuestión es que hacía años que el terror italiano andaba bajo mínimos, ya casi sin dar señales de vida tras haber alegrado la existencia del aficionado desde los sesenta hasta los ochenta. Primero con altas dosis de goticismo, seguidos por la explosión del "giallo", hasta los inolvidables baños de ultra-gore licuoso protagonizados por zombies. Así, de entrada, la prensa especializada recibió al film con entusiasmo, anunciándolo como la necesaria y esperada "Nueva Ola del Horror Italiano".

Incluso Marfori logró venderla al mercado americano. Fue la inevitable "Troma" de Lloyd Kaufman (y Michael Herz) la que se llevó el gato al agua, retitulándolo "Evil Clutch" (garra maléfica, más o menos. Desconozco pues si la traducción al italiano de ese mismo título -"Presa Tenace"- vino antes o después del rebautismo por parte de los yankis) currándose un cartel tan llamativo y espectacular como la ex-factoría de New Jersey solía hacer. Desde luego, mucho mejor que el previo.

Pero claro, que "Troma" arramblara oficial y finalmente con los derechos de explotación en USA del debut de Andreas Marfori era, a la larga, una mala noticia. Más considerando las expectativas puestas en "Il Bosco 1". Conocemos de sobras, y hemos sufrido en general, el catálogo de títulos distribuidos por la compañía. Salvo excepciones, muy excepcionales, suelen tirar de auténtica roña cochambrosa rechazada previamente por todo ente humano racional dedicado al negocio. ¿Estaban pues justificados dichos temores?. Pregúntenle al fanzinero ilustre Lucas Balbo, quien dijo de todo menos bonito respecto a "Evil Clutch" en las páginas del británico "Shock Xpress". 

"Un plagio muy malo de "Posesión Infernal" dirigido por un adicto a "Fangoria" con una edad mental de trece años - y estoy siendo generoso". Así se las gastó el colega en su reseña, completada con puyas a la ausencia de una genuina trama, los interminables paseos de los protagonistas por aquello de alargar metraje, la escasa imaginación dispensada al -más o menos- generoso gore, el aburrimiento de todo ello y la incapacidad del señor director. Algo de razón tendría, porque aquella supuesta revitalización del horror “made in Italy” no fue tal.
La carrera de Marfori, no obstante, continuó. Llegaría a rodar tres películas más, de entre las que destaca el thriller de acción y disparos "Il ritmo del silenzio". Parido con miras internacionales, y lanzado en los USA como "Desperate Crimes", contaba en su reparto con una Traci Lords ya reconvertida a actriz legítima, por así decirlo. En 1993 firma "La forza della terra", comedia con presencia del filósofo del LSD Timothy Leary, y ahí acaba todo. Al menos, por un tiempo.
Como ha pasado en los USA con muchos cineastas originalmente considerados escoria (toda la ralea de "exploiters" de los sesenta hasta los ochenta) o en España (mírese el desvarío formado en torno al llamado "fantaterror"), la nueva generación italiana de fans del fantástico descubre la existencia de una película autóctona de terror a finales de los ochenta que, por singular, merece ser atendida (especialmente considerando su incursión en el catálogo de la “adorada” "Troma"). Ello insufla nueva vida a "Il Bosco 1" y a un Andreas Marfori retirado del cine y dedicado a la ventriloquía (¡¿?!). Claro, ya se conocen la cantinela, el desmadre es absoluto. Se tilda al film de legendario, se organizan tours por los lugares donde se rodó, Marfori es entrevistado, invitado a festivales especializados y el largometraje se reedita con todos los honores. No obstante, por mucho que los fans se dejen la piel intentando parapetar la verdadera naturaleza chusca del material, este es lo que es... solo que ahora no mola decirlo, a menos que sea con una sonrisilla y el ojo en efecto guiño. Así las cosas, Marfori corre a asegurar el tiro declarando que la hizo aposta de esa manera, regodeándose especialmente, como decía, en lo del 1 tras el título. Sí, ya, ahora cuéntame una de piratas, Andreito.
En cualquier caso, y dentro del tornado de descontrol, el director anuncia un "Il Bosco 1, 2" -bautismo inventado por mí, siguiendo la lógica de las cosas- rodada en formato digital y tira de "YouTube" para pedir montante. A día de hoy todavía no hay noticia de esa improbable secuela tardía, aunque sí de otro par de películas marca Marfori... por supuesto, acordes a su nuevo público, a tono con la imagen que se tenía de él, dentro del género con el que se le vinculaba y bien amarrado a las tendencias del momento. Se trata de dos extrañas coproducciones entre Italia y Rusia (¡ugh!), "Ataka sovetskikh zombi", que no falte una de muertos vivientes, y "Quest of fear", sobre un juego de mesa mortal. Todo ello parido a lo digital, claro y, desde luego, levantando muchas menos pasiones entre el fandom que aquel razonable viagra titulado "Il Bosco 1". La segunda de las películas mentadas está fechada el año 2018 y, desde entonces, Andreas Marfori no ha rodado nada más. Ni se sabe demasiado de él, ni de, por supuesto, su película de debut, beneficiada por el clásico arrebato de entusiasmo pasajero -y pajero- del fan medio, ese al que todo quisqui se apunta oportunamente y, tal como viene, se esfuma cuatro días después cual humareda (véanse los casos de "Troll 2", "Birdemic", "The Room", "Fateful Findings" etc, etc, etc...)

martes, 11 de noviembre de 2025

REVUELO EN LAS AULAS

“Revuelo en las aulas”, película cargada de buenas intenciones, es una comedia con mensaje social que trata de hacer partícipe al espectador del tipo de dictadura y totalitarismo al que están sometidos muchos estudiantes americanos por culpa de un sistema docente retrogrado que censura las artes y, peor aún, la educación sexual. El film intenta mostrar como los centros de enseñanza suelen estar, en muchos casos, regidos por absolutos ignorantes. Una comedia cuya principal premisa es concienciar al espectador, incluso por encima de que se ría.
Cuenta la historia de un grupo de adolescentes de escuela secundaria que, ante una serie de injustos suspensos ajenos a su nivel de estudio y sí con una serie de cuestiones de índole íntima, se organizan, ayudados por un profesor comprometido con sus causas, para reivindicar sus derechos e intentar cambiar el rectorado de su instituto. Entre medias, se sucederán los amoríos y los romances propios de las “teen movies”.
Se inspira en un caso real y las tres jóvenes en los que se basa el film, que incluso salen entrevistadas al final (resumiendo sus casos con breves pero certeros comentarios), fueron injustamente evaluados en sus colegios, sin ningún fundamento, por sus examinadores. Lanessa Riobe, una muchacha cuya madre tenia Sida, concienciada por el asunto comenzó a ponerse en el instituto una camiseta en la que una inscripción instaba a quien la leyera a usar preservativos. Ese motivo fue más que suficiente para que le suspendieran porque su comportamiento "no era el adecuado". Asimismo, Natalie Young fue suspendida por llevar una camiseta en la que decía “Barbie es lesbiana”, en reivindicación a la opción sexual. En clase de literatura, Rache Boim, fue suspendida por escribir una historia en la que una niña sufría una pesadilla violenta. Y solo por eso ya no le vale el aprobado. Su talento literario en realidad daba lo mismo a los docentes.
Tomando como base estos hechos, se construye la película.
Con un presupuesto de 700.000 dólares, una cantidad tan baja que lo natural es que a poco que estuviera un par de semanas en cartel sacara el doble de beneficios, fue un absoluto fracaso de taquilla. Recaudó tan solo 500.000 dólares. Por otro lado, la crítica fue demoledora con ella y eso acabó de truncar su carrera, aunque lo cierto es que la película, por sí misma, tenía todas las de perder; es un pastiche de conceptos a los que cuesta cogerle el hilo, amén de resultar aburrida como pocas. Por otro lado, todo el asunto de denuncia social resulta poco menos que cargante. Además, si el reclamo principal es el cartel, con su protagonista masculino en posición chulesca, rodeado del resto del reparto femenino y bajo las faldas de una animadora, el espectador se puede hacer una idea errónea de lo que va a ver, y cuando se encuentre con lo que de verdad ofrece “Revuelo en las aulas”, sin duda, se decepcionará. 
Como curiosidad, decir que esta película tiene el récord "Guinness" por incluir en los títulos de crédito el beso más largo mostrado en pantalla, de seis minutos de duración. Antes de que nuestros protagonistas procedan, una voz en off nos anuncia que pretenden batir dicho récord, que estaba en tres minutos y medio... o algo así. Verdaderamente infantiloide, cursi y patético, además de demostrar una cobardía supina al mostrarlo en los créditos finales, en lugar de incluirlo en el metraje de la cinta, rompiendo así el ritmo. Puede que, si lo hubieran hecho, “Revuelo en las aulas” hubiera sido, al menos, osada.
El reparto, lleno de desconocidos, se completa con cameos de menos de un minuto de gente muy famosa como Rosanna Arquette, Adam Arkin, Elisabeth Perkins o Samantha Mathis, que dan vida a padres y profesores de los alumnos.
Dirige, como el que no tiene otra cosa mejor que hacer, Josh Stolberg, dueño de una filmografía de lo más prescindible —incluido un “spoof” de los de la ultima hornada, esto es, más malo que pegar a un padre, “Los juegos del resacón”—, aunque es el guionista de cosas mucho más refrescantes que esta “Revuelo en las aulas”, como pueda ser “Piraña 3D” de Alexandre Aja.
Ni que decir tiene que, en nuestro país, la vimos gracias a los últimos años del videoclub, directamente en DVD.

sábado, 8 de noviembre de 2025

LA RESURRECCIÓN DEL MAL

Hace casi quince años aseguraba con bravuconería que jamás vería esta película. Y aquí me tienen, escribiendo sobre ella. ¡Ay, bocazas!. ¿A causa de qué solté tal sentencia? Pues acababa de pimplarme el título que la precedía, "Algunas veces ellos vuelven", telefilm basado en un relato de Stephen King cuyo éxito generó dos continuaciones directas a los estantes del vídeo-club que, dado el escaso entusiasmo provocado por aquella primera dosis, decidí ignorar. Concretamente, esta segunda juega al papel de remake disfrazado. Carece de conexión narrativa con la previa, pero viene a repetir el mismo esquema argumental salvo puntuales variaciones. Por lo que, si la presencia de King en aquella ya sería algo diluida (considerando que convertía en largometraje un relato corto), aquí directamente pasa a excusa.
Los gamberros del pueblo (el "leitmotiv" de la franquicia) son tan malos que realizan rituales satánicos. Aquello que un chaval es testigo de cómo sacrifican a su hermana de dieciocho recién cumplidas primaveras. Lógicamente ofuscado, acaba con ellos en plena celebración de la efeméride diabólica. Pasan treinta años, ahora el chaval es padre soltero de una hija apunto de cumplir mayoría de edad. Ello provoca que los gamberros regresen de los avernos con intención de usar a la moza para concluir el ritual interrumpido en su día.
Cambiar la tele por el vídeo-club (suspiro...) aporta ciertas ventajas, como poder incluir algo de sangre (muy comedida. De efectos especiales prácticos la cosa anda bien, aunque parapeten muertes tan risibles como la chavala cosida a "cartazos". Los visuales, en cambio, resultan menos convincentes, rozando por momentos un doloroso cutrismo) y unas pocas tetillas bonitas de ver. Pero ahí termina toda diferencia. Como producto noventero de terror de escaso montante, "La resurrección del mal" (traducción porculera de "Sometimes they comeback... again", "Algunas veces ellos vuelven, otra vez"), se deja ver sin mayores aspavientos. Es puro "fast food" de manual, con algunas salidas narrativas ridículas, de esas que parece que te tomen por tonto (como ver al protagonista librarse alegremente y sin mayores dificultades de la cadena que le inmoviliza. O la desesperada búsqueda de un objeto que, al final, resulta estar a la vista, fácilmente localizable...) y un "tic" muy irritante y de su tiempo, las maneras "a lá Freddy Krueger" que gasta el satánico jefe de la pandilla, es decir, "verborreando" hasta el paroxismo cada vez que asesina a alguien a base de pretendidas gracietas (algunas tan lamentablemente inimaginativas como cuando a un manco recién amputado le suelta aquello de "Gracias por echarme una mano").
A este le otorga (sobre)vida Alexis Arquette, perteneciente a la famosa casta y de rostro bastante peculiar. Llegó a dejarse ver en "Pulp Fiction" y luego fue el novio gótico de "La novia de Chucky" (donde, esta vez, él era el sacrificado durante un ritual). Posteriormente cambió de sexo, pero apenas tuvo tiempo de disfrutarlo ya que falleció en 2016.
Se enfrentan a él Michael Gross, eternamente ligado a la "sitcom" "Enredos de familia" y a otra franquicia segundona, "Temblores", y su hija, interpretada por una jovencita y muy bella Hilary Swank años antes de dar el salto a primera división. Les acompañan Patrick Renna, al que reconocía por su oronda figura y feo careto. Creía situarle en alguna película de cierto peso, pero no, se trata del tardío y aburrido slasher "Dark Ride" ("La casa del terror" en las españas). Su físico también le llevó a formar parte del cast de una comedia -igualmente tardía- de "National Lampoon", "Escuela de novatos". Otro rostro bastante familiar es el de Molly Hagan, que "En la resurrección del mal" hace de sheriff.
Igual que "Algunas veces ellos vuelven", y varias de las adaptaciones de Stephen King de esos años, produce -entre otros- el ex-"Amicus" Milton Subotsky. Guioniza Guy Riedel (siendo el único libreto de su filmografía, más centrada en labores de producción) a pachas con el director debutante, Adam Grossman. La experiencia le otorgaría puntos para responsabilizarse dos años después, bajo mandato "productil" de Wes Craven, de "El carnaval de las almas", supuesto remake de aquella cult-movie aburrida de cojones y con la que nunca he conseguido congeniar, "Carnival of Souls". Las malas críticas y, presupongo, escasa recaudación le condenaron a la inopia, salvo cuando co-escribió el guion de, justo, la tercera parte de la saga que nos ocupa, "Sometimes They Come Back... for More" ("Algunas veces ellos vuelven... a por más"), aquí marcianamente titulada "Infierno blanco" y situada esta vez en el inhóspito escenario de una base científica del ártico. No me pregunten sobre ella porque, ciertamente, mis recuerdos son escasos... casi inexistentes.

jueves, 6 de noviembre de 2025

MINUTOS MUSICALES 41: LA TEORÍA DEL PATO VOLADOR

Es cierto que los LP´s de debut de la mayoría de bandas etiquetables como punk (especialmente aquel situado a finales de los setenta) son lo más mejor de sus respectivas discografías. Hay excepciones, pero se cuentan con los dedos de una mano. Ya saben, la energía, frescura y convicción desplegadas raramente volvían a repetirse en adelante. Y, a gusto personal, uno de los más redondos, escuchable prácticamente de principio a fin, es "Pure Mania" de "The Vibrators". Viene repletísimo de joyas sonoras como -por destacar algunas- "Keep it clean", "She´s bringing you down", la fabulosa "Whips & Furs", "Stiff Little Fingers" (y sí, de ahí sacó el nombre la respectiva formación hermana), "Wrecked on you" o "Bad Time".
No obstante, no he venido aquí a hablar de semejante y recomendable "maquinario". En realidad me dispongo a hacerlo del segundo LP de "The Vibrators", un grupo que, como muchos de los que su quinta y especie, mejor habrían hecho desapareciendo con el mismo punk, porque lo que siguió fue una sombra de sus mejores tiempos. Y poca broma, que duraron muchos muchos años y sacaron no menos discos. Pero la cuestión es que, habiendo dejado el listón tan arriba con "Pure Mania", parir el siguiente era todo un reto. Uno del que salieron bastante airosos. "V2", que así se llama, no es tan bueno... pero tampoco muchísimo peor. Tiene sus buenas canciones. Se me ocurren "Sulphate", "Feel Alright" o "Destroy" (posteriormente versionada por "G.B.H.". No sería la primera banda cuyo nombre venía compuesto de siglas que reinterpretara alguna de sus canciones, otros fueron nada menos que los ¡"R.E.M."!). Aunque para el muestrario sonoro he dejado mi favorita, "Flying Duck Theory". A ver, mi favorita de ESE disco, porque si tengo que elegir un caramelo musical compuesto por los vibradores, desde luego estaría en "Pure Mania" (y "Whips & Furs" se llevaría muchas papeletas), pero la cuestión es que esta teoría del pato volador es la primera copla suya que escuché (en un recopilatorio) y le tengo cariño, además de que sí, me encanta. Por ritmo, estribillo y sentido del humor. Escuchen, disfruten, pero no olviden que "Pure Mania" es mejor y bien merecería sus atenciones o, si se da el caso, sus dineros.


martes, 4 de noviembre de 2025

I LOVE YOU

Marco Ferreri es un director de los que podríamos considerar clásicos (suyas son “El pisito” o “El cochecito”) con películas académicamente impecables de impepinable prestigio a nivel internacional. A mí, a rasgos generales, me gusta mucho. Sin embargo, se obvia, también internacionalmente, que se trata de un director tan irregular, que, si cogemos la totalidad de su obra, y en una balanza depositamos a un lado las películas buenas y al otro las malas (o rematadamente malas) de su filmografía, van a pesar estas últimas por encima de las obras maestras, lo que numéricamente convierte a Ferreri en un director malo. Sin embargo, el mundo prefiere recordarlo por la docena de películas buenas (muy buenas, intachables) que rodó durante su carrera. Ojito con decir en según qué círculos esto que digo.
Pero, por encima de la calidad de su obra, destaca la personalidad de todas y cada una de sus películas. Las buenas, porque son incuestionablemente buenas, las malas porque, además de ser muy extrañas, son inconfundiblemente “ferrerianas” y, como además nunca se habla de ellas, yo creo que es el momento de reivindicarlas.
Olvidémonos de “La gran comilona” y de los títulos que todos conocemos; “I Love You”, de la más decadente etapa de Ferreri, mediados de los ochenta y primeros noventa, es probablemente su película de la que menos se habla, y, probablemente, también de las peores. Yo la definiría como curiosa. Aunque cuesta entrar al trapo, al final toda esta locura acaba teniendo cierta gracia.
Cuenta la historia de un individuo de clase media francesa que, harto de relacionarse con el sexo femenino de manera un tanto traumática, un buen día se encuentra un llavero con la efigie de una mujer que, cuando él le silba, el llavero dice “I Love You” y eso le encanta, tanto que termina enamorándose del llavero. Las cosas se irán poniendo tensas cuando alguien, de vez en cuando, le silba al llavero y este le responde con otro “I Love You”. Los celos se apoderarán del protagonista hasta conducirle a la locura.
Una película intencionadamente surrealista, pero tonta, rara y especialmente mal rodada y montada. Y con un tono tan europeo que casi parece una parodia. Es el acercamiento de un excéntrico como Ferreri a la modernidad europea de mediados de los ochenta; algo que le queda demasiado lejos.
Lo bueno es que tenemos aquí a un Christopher Lambert recién salido de su debut en Hollywood con “Greystoke, la leyenda de Tarzán, Rey de los monos”, volviendo a la madre patria para rodar una co-producción franco-italiana de presupuesto más bien tirando a bajo.  Casi a su vez, rodaba “Los Inmortales”. El caso es que, durante su estrellato en USA, nunca dejó de participar en toda suerte de películas europeas de presupuestos medios, saltando de una a otra y alterando su nombre según nacionalidad del film, era Christopher Lambert en las americanas y Christophe Lambert en las europeas. Y el caso es que, Lambert, espantoso actor donde los haya, mientras que en las yankis acaba siendo resultón, en las europeas, muchas veces dirigido por directores de postín, se evidencia lo malo que era en realidad. En “I Love You” se nota especialmente. Todo un alarde de inexpresividad y atolondramiento interpretativo. Por momentos parece que da vida a un discapacitado.
En el reparto le acompañan actores clásicos del cine franchute como puedan ser el también internacional Jean Reno o Eddy Mitchel ("Frankenstein 90").
Es una película de Ferreri, pero el cutrerío de esta compite con cualquier “serie B” de saldo y, al margen de que en cierto modo “I Love You” es una comedia pretendidamente rara, hay que sumarle las dosis de comedia involuntaria que también la hay. El resultado, en cualquier caso, es desconcertante. Pero, por el motivo que sea, acaba funcionando.

sábado, 1 de noviembre de 2025

FRENESÍ SANGRIENTO

Hal Freeman llevaba desde finales de los setenta dirigiendo porno y andaba desesperado por debutar en el cine legítimo. Finalmente se lanza al ruedo en 1987 invirtiendo 10.000 dólares de su propia "buchaca", parte de los cuales se destinan a película de 35mm. Dadas las circunstancias va a lo seguro: terror, sangre y evitar cualquier conexión con sus húmedas obras previas, de ahí que rechazara el ofrecimiento de Ron Jeremy para formar parte del reparto. La extrañísima ausencia de tetas suele atribuirse también a eso, pero lo cierto es que se había pactado con una actriz el airearlas y esta, a último segundo, no quiso. Tuvo incluso que llamar a su novio abogado para que se presentara al rodaje y lo impidiera. Uno que se prolongó dos ajustadas semanas, en pleno desierto y con un grupito de actores dispuestos a sudar la del pulpo (salvo cuando dormitaban en el bujero donde hospedaban, irónicamente llamado "Super-8 Motel", ¡no es coña!), ingredientes propios de un producto de escaso montante como aquel, estratégicamente diseñado en un guion reescrito por Ted Newsom, al que unían sendas colaboraciones previas con Hal Freeman. Según datos consultados, el libreto original respondía al título de "Warning - No traspassing" y se encargó de teclearlo nada menos que el legendario Ray Dennis Steckler. Newsom tampoco era novato en estas lides del cine de género, venía de implicarse en la caótica confección de "Engendro Satánico".
Una panda de "tarados" y su terapeuta se instalan en medio de la nada esperando así curar sus muchos males, fobias y manías. Uno de ellos cometió parricidio siendo crío y parece que eso de matar le mola, así pues se despachará a gusto con el personal. Nada muy complicado. La idea consistía en mezclar "Diez Negritos" con "Viernes 13". O Alfred Hitchcock, por el tema psicológico y "de misterio" -la parte "Frenesí" del título-, con Herschell Gordon Lewis, por aquello del gore y tal -la parte "Blood" del título-. Y aunque incluye ciertas dosis de hemoglobina, tampoco hablamos de nada excesivo ni imaginativo, casi todo consiste en el mismo efecto de degollación a base de unos trucajes escasamente convincentes. Por lo visto el primigenio responsable era un gordaco ultra-tatuado que presumía de haber fabricado la mitad pez de Daryl Hannah en "1,2,3 Splash". A medio rodaje terminaría entre rejas cuando la policía localizó armas automáticas en su furgoneta. Aunque existe una versión un pelo más amable según la cual todo obedece a cierta borrachera descontrolada. Ya saben como funciona esto del cine roñoso, las historias detrás de las cámaras (o la cámara) suelen ser más interesantes y emocionantes que la misma película, y en el caso de "Frenesí Sangriento" se cumple rigurosamente. Por previsible que suene, es un auténtico tocho aburrido, desaborío, plagado de diálogos tontolavas y, básicamente, prescindible hasta extremos de pura salud mental.
No obstante, Hal Freeman estaba tan seguro de sus posibilidades, que creó una distribuidora paralela a la del producto guarro. Su primigenia intención consistía en estrenarla en salas de cine, pero no coló, viéndose finalmente condenada al mercado del vídeo. A día de hoy, Ted Newsom asegura que, muy probablemente, el director no sacó ni un duro de la inversión. Por eso la carrera de Freeman, básicamente, continuó en el cine pajero, aunque de vez en cuando se permitía escapaditas llamativamente bizarras del calibre de "Earthquake Survival", un vídeo didáctico presentado por Shelley Duval sobre cómo sobrevivir a un terremoto, con presencia de Brinke Stevens, así mismo responsable del guion (¿¡!?). Poca broma, que fue un auténtico "hit" en su mercado. El tipo llegó a planear junto a Ted Newsom una nueva película de terror titulada "Judgement Night", sobre un exrecluso vengándose de aquellos que lo enchironaron. Lastimosamente, falleció antes de comenzar el rodaje. Se rumorea que pudo ser a causa del Sida, pero no está del todo claro. Newsom continuó guionizando cosuchas como "Teenage Exorcist" y dirigiendo eventualmente ficciones del calibre de "The Alien Within", aunque donde realmente brilló fue responsabilizándose de documentos audiovisuales en torno a las maravillas del cine fantástico de tirón más clásico.
En el reparto de "Frenesí Sangriento" localizamos algunos nombres singulares, ultra-segundones de aquellos con impresionantes filmografías repletas de cosas llamativas. Tony Montero, por ejemplo, estuvo en el "Del espacio profundo" del inevitable Fred Olen Ray. Hank Garrett era el orgulloso currelas que, en una entrevista televisada de "El justiciero de la ciudad", presumía de haber apalizado a un delincuente. Aunque el nombre más llamativo es el de una sobreactuada Lisa Loring, la "Miércoles Addams" original, con experiencia en esto del terror de bajo costo, y que si no se ha marcado un merecido cameo en la reciente versión de "Netflix" del personaje es porque murió hace dos años. Que en paz descanse. Lo mismo que el director de fotografía de "Frenesí Sangriento", Richard Pepin, por entonces a poco de asociarse con Joseph Merhi para crear la productora "City Lights" y, con ella, toda una serie de baratuchos y olvidables thrillers urbanos.

viernes, 31 de octubre de 2025

FANZINES


jueves, 30 de octubre de 2025

PARECIDOS (IR)RACIONALES

Estaremos de acuerdo en que Mick Garris nunca ha sido un gran cineasta, pero sí un insuperable organizador de eventos. A mediados de los dos mil impulsó la creación de "Masters of Horror", celebérrima serie cuya "raison d'être" consistía en dar carta blanca a muchos de los grandes directores del cine de terror para, básicamente, hacer lo que les saliera de la pepitilla. Es cierto que no todos los implicados en las dos temporadas podrían considerarse "Masters". Y que algunos acabaron confeccionando piezas muy poco inspiradas (Don Coscarelli, Tobe Hooper, Stuart Gordon…). Supongo que llevaban tantos años arrastrados por la marea de la mediocridad que no supieron aprovechar la oportunidad. Sin embargo, hubo unos poquísimos que sí. Como Dario Argento y el que nos ocupa hoy, John Carpenter.
El respetado responsable de "La noche de Halloween", "La Cosa" o "El príncipe de las tinieblas" andaba ya una temporada anclado en la nadería más absoluta, y terminaría rodando dos capítulos para la serie de Mick Garris. El primero partió la pana. Al instante se consideró el mejor y su genuina resurrección (promesa finalmente incumplida). Cuantos más años pasan, más buena prensa adquiere. Estoy hablando de "Cigarette Burns" o, como la titularon absurdamente por acá, "El fin del mundo en 35 mm". Contaba la interesante epopeya de un buscador de películas raras que recibe el encargo de localizar una con muy muy mala reputación, "La Fin Absolue du Monde", dirigida en los setenta por un tal “Hans Backovic”. Al parecer, durante su paso por el Festival de Sitges de la época, volvió loca a la platea, que comenzó a agredir al prójimo o a sí misma. Y eso es algo que, dice la leyenda, le ocurre a todo aquel que la consume. Según iremos viendo a medida que la trama avanza, "La Fin Absolue du Monde" es, esencialmente, una pretenciosa película de arte y ensayo muy de su década, a base de impactantes imágenes surrealistas y sin genuina trama. Al final del capítulo terminaremos descubriendo que la maldad implícita en sus fotogramas obedece a una única razón, la presencia de un genuino ángel que el director logró capturar y retener.

A una trama tan llamativa y, sí, unos resultados tan estupendos, añadan el hecho de que "Cigarette Burns" no se andaba con mojigaterías a la hora de mostrar chicha. Truculencia. Gore. Cosa que resultó bien llamativa entonces porque, a diferencia de muchos de sus coetáneos, no era ese un elemento habitual en la larga filmografía de John Carpenter. Somos testigos de una decapitación que pone los pelos de punta, situada, además, en un contexto de cine "snuff", que siempre da mu mal rollo. Esto abriría otro melón, el de que "Masters of Horror" permitía a sus realizadores llevar el asunto de la violencia gráfica a los límites, aunque, finalmente, ello acabó pasándole factura a Dario Argento con sus aportaciones y, muy especialmente, a Takashi Miike con la suya. Pero no toca hablar del cineasta japonés, toca hacerlo de otro, uno alemán.
Marian Dora es un personaje sumamente misterioso. Nadie conoce su verdadera identidad. Aunque se ha dejado ver como actor brevemente en una película donde curró de machaca, básicamente su efigie no rula oficialmente por ninguna parte. En las entrevistas se sitúa a contraluz. Y tampoco suele acudir a festivales, básicamente porque le han amenazado de muerte un porrón de veces. Y con razón, añado yo. Es responsable de una serie de películas en las que se tiende a lo extremo. Aunque su verdadera "seña de identidad" consiste en que en muchas de ellas torturan y/o matan animales delante de la cámara, sin truco. Y, ocasionalmente, de modo bastante hijoputesco. Además, incluyen sexo explícito, desviado o no, escatología igualmente genuina, violencia a raudales y, en fin, que la obra de Marian Dora da mucha grima y, lógicamente, no cuenta con amplios canales de distribución. Por su nacionalidad y condición, habrá quien lo emparente con el ultra-gore germano que asoló nuestras retinas en los noventa, pero no. Aquellos eran unos papanatas sin mucho talento que se limitaban a imitar el terror yanki, solo que aumentado las dosis de carnicería. Dora estaría más cerca del Jörg Buttgereit de "Nekromantik", básicamente porque a ambos les perdía cierta pedantería, ciertas maneras "artys" que "justificaban" la brutalidad de sus imágenes, aparentemente desproveyéndolas de una intención "exploitativa" para aproximarlas a cuestiones más "respetables". De hecho, lo de Dora es especialmente exagerado. No digo ya el elemento "shock", me refiero a sus ventosidades intelectuales. Graba en vídeo, pero sacándole bastante más jugo que sus coetáneos (descarten aquí a Buttgereit, que tiraba de 16 mm). El hijo de perra sabe encuadrar, sabe iluminar y, ocasionalmente, lograr extraer belleza a las imágenes. Lástima de... todo lo demás.
En cualquier caso, y aparcando juicios morales, el "Magnus Opus" del tiparraco es una cosa larguísima de casi tres horas con la que lleva todas sus malas maneras hasta el borde del abismo. Pedantería para parar un tren. Sexo y guarradas a cholón. Y, lastimosamente, imágenes de violencia real contra animales en todo su crudo esplendor. Es aquella en la que más pueblos se pasa. La cosa gira en torno a cuatro personajes que se piran hasta un casoplón en plena montaña y allí, básicamente, se dedican a hacer todas las burradas mentadas, entre diálogos profundos y metafísicos. ¿El título? "Melancholie der Engel", es decir, la melancolía del ángel.

Déjenme añadir que, aunque costó muchísimo, finalmente logré verla entera. Fue una experiencia muy intensa y para nada divertida. Lo pasé bastante mal (obviamente, con las barrabasadas acometidas contra pobres criaturas) y sí, me dejó muy mal cuerpo. Enhorabuena Marian, lo conseguiste. La cuestión aquí es que andaba obsesionado con "Melancholie der Engel". Había leído tanto, y daba tanto miedo su mera existencia, que prefería enfrentarme a ella antes que seguir alimentando mi imaginación. Era, en cierto modo, una película legendaria y evitable. Era, por así decirlo, mi "La Fin Absolue du Monde" particular.
Con el tiempo llegué a sospechar que, tal vez, los guionistas de "Cigarette Burns" habían tomado "el clásico" de Marian Dora como fuente de inspiración para la película maldita de su trama. Hay ciertas similitudes, comenzando por el hecho de que todo en "La Fin Absolue du Monde" gira en torno a un ángel real pasándolo putas. Vale, no hay ángeles en "Melancholie..." salvo el del título, su sentido metafórico y el cartel, donde vemos la estatua de uno. Es interesante reseñar que el de la misma "La Fin Absolue du Monde" también incluye uno esculpido en mármol.


Y el de "Cigarette Burns" muestra al de "carne y hueso" que aparece en el capítulo (ver más arriba). Quizás los guionistas ni siquiera llegaron a consumir la peli del alemán torrao, solo leyeron y vieron algunas capturas, haciendo así su propia versión de lo que podría ser una cinta perversa, capaz de generar locura en sus espectadores, a base de imágenes tremebundas. Por otro lado, el director ficticio de "La Fin Absolue du Monde" es tan misterioso, enigmático y, sí, europeo como Marian Dora. Hay, también, cierta relación con la idea del cine "snuff" en "Cigarette Burns", cosa esta que revolotea continuamente en torno a "Melancholie der Engel" porque, aunque no se sesguen las vidas de “seres humanos” sin efectos de por medio -poco les falta-, sí ocurre con animales, por lo que la sensación de estar viendo "snuff" tampoco se diluye del todo.
Dora hizo su película en el año 2009, no obstante siempre menciona la cosecha audiovisual de los setenta como gran influencia, algo muy evidente. Y, ya rizando el rizo, uno de los protagonistas de "Cigarette Burns" es Udo Kier, actor alemán habitual de un cine como tirando a alternativo, radical o, directamente, marginal. Y no lo digo por sus intervenciones en las dos epopeyas de Andy Warhol / Paul Morrissey sobre "Drácula" y "Frankenstein", pal caso me refiero más al cineasta -ya fallecido-, también germano, Christoph Schlingensieff, cuya filmografía viene cargadita de esas películas entre lo "arty" y lo "shock", rodadas en 16mm desde la guerrilla, siendo su peculiar versión de "La matanza de Texas" la más conocida y que, sí, cuenta con Kier como uno de sus rostros principales.
Vivía convencido de que estos paralelismos entre "La Fin Absolue du Monde" y "Melancholie der Engel" eran cosa mía, pero no. Hace ya trece largos años alguien en un foro llegó a la misma conclusión. De hecho, lo explicaba mejor que yo sin necesitar tanta letra, le bastó con decir que la película de Dora "evoca el contenido siniestro y extremo en la elusiva "La Fin Absolue du Monde"". Totalmente. El resto del personal de ese mismo foro, no obstante, se decanta más por el famoso -y aburrido- "Begotten" de E. Elias Merhige como genuino referente.
En fin, la cuestión aquí era aportar mi versión del asunto. Podríamos acudir a los guionistas de "Cigarette Burns" para preguntarles, pero mola más que toda esta movida siga siendo un misterio. Hoy día no abundan y se agradecen.

martes, 28 de octubre de 2025

HOT TO TROT: UN CABALLO EN LA BOLSA

Se ve que, un buen día, uno de los directivos de la "Warner" descubrió en un club de comedia al bueno de Bobcat Goldthwait, extravagante cómico de micro que destacaba por su peculiar forma de berrear. Y le gustó tanto que se lo llevó consigo a ver donde lo podía colocar. Le hizo hasta un contrato.
El cómico tenía cierto talento, por lo que lo metió en la franquicia de “Loca academia de policía” y encajó como un guante. Por ende, se hizo internacionalmente famoso.
Tras aparecer como un secundario destacado en tres entregas de la serie, un par de papelitos en películas menores y un co-protagonista junto a Whoopy Goldberg en “La ratera”, llegó el momento de convertir a Bobcat en una estrella haciéndole protagonizar su propia película. Esta sería “Hot to trot: Un caballo en la bolsa”, la historia de un pobre diablo al que, tras morir su madre, le queda como herencia la mitad de la empresa familiar dedicada a la bolsa... y un caballo. Cual es la sorpresa de nuestro protagonista cuando descubre que este ¡habla! Y no solo eso, sino que le aconseja que evite vender su parte de la empresa a su padrastro, dándole una serie de directrices para el que negocio le vaya de perlas. Dicho y hecho… y así comienza el conflicto.
Una tontería de gran calibre.
 Por supuesto, tal mamarrachería resultó ser un fracaso tan estrepitoso que hundió la carrera de Bobcat Goldthwait en el fango, no levantando cabeza hasta casi dos décadas después que se recicló a cineasta indie.
Y no es para menos porque “Hot to trot: Un caballo en la bolsa” es una de las películas más espantosas que ha dado luz verde cualquier estudio. Es una chorrada sin pies ni cabeza y, lo que es peor, sin gracia ninguna. El guion estuvo dando vueltas por los despachos de la "Warner" ya que, en un principio, y tras el buen hacer de Tim Burton con las películas de Pee-Wee Herman, este iba a ser un producto para que fuera dirigido por aquel y en la línea de lo que venía haciendo. Pero, lógicamente, una vez se lo ofrecieron lo rechazó, y el guion pasó a manos del que acabó siendo su director definitivo, Michael Dinner, que recién había dirigido para "Touchtone Pictures" una resultona comedia policial con Judge Reinhold titulada “Policía por error”.
El directivo fan de Goldthwait pensó en que la película sería ideal para el cómico y le envió el libreto. Bobcat lo ojeó y quedó horrorizado. De hecho, una vez lo leyó, escribió en la portada del mismo: “¿Por qué debería hacer esto?”, y se lo pasó a su manager que, tras leer el mensajito, se lo devolvió con un signo del dólar como respuesta. Así que Bobcat aceptó. Al fin y al cabo se trataba de su primera película como total y absoluto protagonista… o casi, porque en realidad la estrella era un caballo parlanchín, en la línea de la mula Francis, que, incluso, aparecía antes que él en los créditos: Don The Horse, se llamaba.
Al animal lo doblaría el actor Elliott Gould.
La película se rodó y, tras ello, se hicieron unos cuantos pases de prueba. No funcionaba ni a hostias. De hecho, toda la parte del caballo doblada por Gould era especialmente irritante. Así que se reescribieron todos los diálogos de este y se contrató a una estrella en ciernes para que pusiera nueva voz: John Candy. Este, como vio que la cosa era una chufla con poco arreglo, lejos de ceñirse al recitar el nuevo material decidió improvisar sobre la marcha, quedando una cosa un poco más graciosa de lo que había sido hasta el momento. Y ni por esas.
Los pases de visionado en las salas de "Warner" tan solo traían trifulcas entre los directivos, así que se decidió atrasar el estreno hasta que encontraran una fecha idónea. Y estuvieron con la película aparcada un año hasta que en 1988 se decidieron a soltarla, la misma semana que la competencia estrenaba “Cocodrilo Dundee II” y “Rambo III”. Incluso, en un alarde de esperanza, se curraron una campaña promocional en la que, en carteles, marquesinas y demás se incluía un número de teléfono al que, si uno llamaba, podría escuchar la voz del caballo diciendo toda suerte de tonterías. Aún así, el resultado tras el estreno fue un tremendo hostiazo. Se trataba de una película barata, de poco menos de 9 millones de dólares de presupuesto, de los cuales apenas recuperaron 6. En consecuencia, Bobcat Goldthwait no volvería a trabajar para "Warner Brothers". Como si el pobre tuviera la culpa…
Curiosamente, el elenco cuenta con un plantel curioso de secundarios; no solo tenemos a John Candy dando voz al equino, también están Virginia Madsen -algo así como el interés romántico del personaje de Goldthwait- quien siempre admitió que aceptó el papel porque necesitaba el dinero desesperadamente; Dabney Coleman, haciendo de hombre de negocios cabrón -su especialidad- al que, para colmo de males, se le ha caracterizado de una manera un tanto exagerada, y también tenemos a cómicos de la órbita de Bobcat Goldthwaith como puedan ser Tim Kazurinsky (Sweetchuck en “Loca academia de policía”) que aparece en un par de momentos, o Gilbert Godfried que lo hace en otro par.
Precisamente, fue en el podcast de este último, en un programa en el que se reunió con Goldthwaith, que hablaron sobre esta película y salió a relucir que, durante el rodaje, cuando querían filmar los planos del caballo hablando, para que este moviera la boca, alguien le daba en el hocico con un palo. Que majetes estas gentes de Hollywood

sábado, 25 de octubre de 2025

NIGHT OF HORROR / CURSE OF THE CANNIBAL CONFEDERATES

"Night of Horror" narra la historia de un grupo de amigos que topan con los espíritus lamentosos de unos soldados confederados. Resulta que en la pandi hay una chavala idéntica a la esposa de uno de ellos, muerto en combate y cuya cabeza decapitada reposa mal enterrada en los contornos. Los fantasmas le pedirán a la chavala que la localice para darle sepultura como dios manda.
Estamos ante un largometraje de 73 minutos eminentemente amateur y rodado en Super 8 el año 1981, con actores acartonados, diálogos "rellenistas" anti-naturales, muchas carencias técnicas y lo que más ha mosqueado a aquellos que decidieron dedicarle un ratejo: aburrimiento. Podría haber colado como un corto resultón de, pongamos, quince minutos. Pero como película larga, es una auténtica tortura. Sobre todo, cierta secuencia en la que el director, Tony Malanowski, acude a una recreación de la guerra civil y filma desde la distancia, con zoom y a pulso, batallas interminables de las cuales incluye varios minutos. Leí que cinco, pero a mí me parecieron bastantes más. Cuando los fantasmas se dejan ver, son un par de tipos vestidos de soldado, en la penumbra, rodeados de niebla, estoicos y sin abrir la boca. La cámara se recrea en ellos desde todos los ángulos posibles, mientras de fondo escuchamos su "speech", tan eterno como el resto de ingredientes narrativos.
Sorprende pues cero que "Night of Horror" -de, añado, ultra engañoso cartel- despierte tantísimas hostilidades, la verdad. Básicamente se trata de un cortometraje alargadísimo. No obstante, canta mucho que nos encontramos ante un proyecto personal de su director. Uno abordado sin intención -o sin conocimiento- comercial. Desde la pureza del que crea honestamente. Incluso, tal vez, ingenuamente convencido de que está haciendo algo de valor artístico (la mención a Edgar Allan Poe, la falta total de elementos "exploitables", el ritmo pausado, los actores soltando peroratas “profundas”, etc, etc...).
Desconozco la historia oficial. De hecho, aunque he buscado, no hay datos que corroboren mi teoría. Pero diría que Tony Malanowski le mostró "Night of Horror" a algún distribuidor y este soltó aquello de "La historia es buena, pero le falta chicha. Si la haces de nuevo, explicando lo mismo, pero incorporando más sangre, chicas desnudas y acción, te la compro". Porque, en esencia, eso sería la siguiente película del -entonces- joven director, "Curse of the screaming dead", rodada un año después. Y para cuando logró que el magnate en cuestión se la adquiriera, este amplificó los elementos "exploitables" retitulándola "Curse of the cannibal confederates". El mentado resultarían ser dos, Lloyd Kaufman y Michael Herz, amos y señores de la in/famosa "Troma".
El problema es que tuve la osadía de ver "Night of Horror" y "Curse of the cannibal confederates" seguidas, sin pausa. Y cuando llegué a la segunda, las carencias amateuristas de la primera, y demás zarandaja povera, perfectamente presente también en aquella, no me impactaron tanto. Las tenía asumidas, las daba por hecho.
Así, "Curse..." termina siendo un film mucho más tradicional, elemental y previsible. Parece que esta vez cambiaron el Super 8 por 16 mm. Y que, salvo uno de los actores, el resto son distintos y algo menos incapaces (solo un poquito). Por supuesto, hay más disparos, las chicas de turno no salen desnudas, pero sí en biquini y los fantasmas estoicos parlanchines mutan a zombies agresivos de maquillaje muy renqueante. Es donde el aspecto cutre del film canta por soleares. Y eso que entre los implicados andaba todo un futuro y respetado profesional, Bart Mixon, pero no arregla mucho el desaguisado. Desde luego, lo más llamativo es la secuencia en la que los revividos se deleitan zampándose las tripas de varias víctimas, todo bastante rudimentario, aunque con especial fijación en explotar efectos de sonido masticantes, cuya insistencia consigue aquello que busca, resultar razonablemente desagradable.
Esta vez la cosa va de unos jóvenes que aterrizan en una iglesia abandonada (con presencia también en "Night of Horrors"), hurgan en su cementerio y localizan el diario escrito por el capitán de un grupo de confederados muertos en combate. Al mangarlo, aquellos resucitarán y la liarán. Suerte que los protagonistas van armados -son cazadores- y llevan balas explosivas, lo que permite ver algunos perolos zombie estallar sin mucha convicción.
Tal vez, si hubiese consumido "Curse of the cannibal confederates" antes que "Night of Horror" me habría parecido una cosa aburrida y anodina, pero dentro de los parámetros esperables del cine de su categoría (muy cerquita del "Alien Dead" de Fred Olen Ray en la que, curiosamente, participó Bart Mixon), pero al consumirlas en orden inverso, eché en falta ideas un pelo menos trilladas. Mientras sufría "Night of Horror" no cesaba de sorprenderme ante las elecciones estéticas y narrativas de Tony Malanowski, en plan "qué jeta". Reprochable, sí, pero reacción de alguna clase, ausente ante las rutinas más o menos complacientes de su siguiente intento, diseñado para contentar a las audiencias (y los distribuidores).
Desde entonces el muchacho no ha dirigido nada más que un documental sobre ¡¡la guerra civil norteamericana!!, "The Battle of Bunker Hill" del 2009. Manda cojones. Dudo que le ficharan por su "experiencia previa" en ese campo. A lo que más se ha dedicado es a montar, montones de títulos, entre ellos bastantes subproductos (algunos de David DeCoteau). Eso y defenderse de los sangrantes ataques a los que era sometido en internet, de cuando todavía no se había estandarizado eso de la agresión desalmada. Recuerdo incluso haberle leído explicando que sus películas de debut le habían servido para encontrar un hueco en la industria del cine y poder vivir haciendo aquello que más le gustaba, así que no solo no se arrepentía de ellas, sino que se sentía feliz ante su mera existencia. En tal caso, y si estaba siendo honesto, lo celebro.

jueves, 23 de octubre de 2025

VIDAS EJEMPLARES: JOSEPH MARZANO

Joseph Marzano (o Joe Marzano, según donde) vio la luz por ahí Nueva York el año 1934. A medida que sus gustos y sentidos se fueron desarrollando, adquirió una desmedida pasión por el séptimo arte. Llegada la adolescencia, y cumplidos los catorce, comienza a facturar cortos caseros. Naturalmente su gran sueño consiste en dar el salto a la profesionalidad y en 1965 invierte esfuerzos y ahorros en un primer largometraje parido desde la independencia, "Man Outside", que le sale muy "arty", muy largo (dos cruentas horas) y a la manera de un Ingmar Bergman de chichinabo. Con ella espera dar el ansiado salto al "mainstream"... pero supone un rotundo fracaso, por lo que acaba recurriendo profesionalmente a la clásica salida desesperada: cine para pajeros. Son los años sesenta y el porno es ilegal, así que opta por introducirse en el "sexploitation", sabiendo como sabe que el por entonces prometedor Francis Ford Coppola había seguido idéntica senda.
En 1967 forma parte del colectivo que rueda "Cool It Baby", tan caótica que no se puede decir exista un director responsable. Digamos que cada uno de los implicados puso un poco de su parte, incluido Joseph Marzano, quien gozó tanto de la experiencia que quiso repetir. Ese mismo año tira palante su único título propio de cierta y velada solera, "Venus in Furs". Como adaptación del célebre libro de Leopold von Sacher-Masoch es más bien tangencial, digamos que la obra forma parte de la trama, con un individuo que, al leerlo, queda hechizado y le pilla gusto a atizar y/o atar damiselas, entre otras tantas perversiones.
Aunque, como digo, el producto sea netamente "sexploitation", Marzano puede permitirse el lujo de incorporar toda suerte de experimentos visuales y demás zarandajas "artys". La naturaleza intelectual / artística del hombre es evidente. Por eso v
ive frustrado viéndose inmerso en un negocio totalmente crematístico y de ahí que muchos de los siguientes proyectos, y las relaciones con su productor Lou Campa, se enturbien y den como resultado un enorme desengaño. Muchos todavía se preguntan qué ocurrió para que la carrera del cineasta llegara a un callejón sin salida de manera tan temprana. Bien, según datos consultados, fue durante una charla con el productor y distribuidor Joseph Brenner. Este comentó a Marzano estar interesado en su trabajo y colaborar, pero añadiendo como condición que el director tendría que responsabilizarse de todo a la hora de abordar sus nuevos proyectos. Marzano dio un seco "No" por respuesta, convencido de que ya disponía de la suficiente categoría como para delegar. Brenner tomó buena nota y aquello supuso el fin de la carrera como "sexploiter", "exploiter" y ya no digamos director de cine convencional del muchacho. Con los años, "Venus in furs" terminaría formando parte de las arcas de la inevitable pero adecuadísima "Something Weird Video" (compartiendo disco con "Cool it Baby" y otra dirigida por Lou Campa, "Mini Skirt Love").

A pesar del agrio panorama, Joseph Marzano se aferró a una cámara de Super 8 con intención de seguir produciendo. En principio a base de cortometrajes. En los setenta creó una especie de colectivo con una pandilla de aspirantes. Juntos rodaban comedias que luego proyectaban en un pequeño cine. Según declaraciones posteriores, Marzano nunca gastó un duro en aquellas modestas producciones, "obligando" a los chavales a encargarse de los gastos. Aunque no solo se limitaba al formato corto, a principios de los ochenta rueda -todavía en Super 8- un proyecto de largometraje acariciado desde hacía años en honor a su admirado Hugo Haas, hombre de cine -checo- clásico, "Pounds Of Love", centrado en la historia de un gordo tímido enamorado de la mujer más inadecuada posible y el infierno que vivirá en consecuencia (dado el tamaño de cintura más que amplio de Marzano, habrá que preguntarse si no tendría algo de autobiográfica).
Justo, es en esa misma década cuando, sin comerlo ni beberlo, nuestro protagonista termina metido de lleno en la escena neoyorquina de amateurs que ruedan pelicuitas superocheras de terror a base de mucha sangre y cierto desmelene. Haciendo especialmente buenas migas con un personaje muy característico de aquel vendaval, Nathan Schiff.
Schiff, chico ambicioso, firma su primer largometraje -en Super 8- el año 1979, "Weasels rip my flesh", sobre una serie de comadrejas mutantes que atacan al personal, todo a base de mucho cutrismo enternecedor. Logra cierto éxito a niveles minúsculos, por lo que en 1980 se anima con un segundo largometraje superochista, y su genuino "hit", "The Long Island Cannibal Massacre", epopeya de truculencia descontrolada bendecida nada menos que por Rick Sullivan, editor del fanzine "The Gore Gazette", quien se encabezona en darle difusión, montando proyecciones y diciendo maravillas en las páginas fotocopiadas de su publicación.
Llega 1985 y Nathan Schiff se pone manos a la obra con un tercer largo, también ultra-gore y básicamente cómico, "They Don't Cut the Grass Anymore". Es ahí cuando los caminos de Joseph Marzano y el joven se cruzan. Nace una amistad y el veterano cineasta se anima a interpretar al policía que persigue a los jardineros asesinos de la película de su pupilo. Dicha relación esputará unas cuantas colaboraciones más. En ocasiones Schiff actúa en los cortos de Marzano, o le escribe el guion, caso de la graciosamente titulada "Kung Fu Ghandi". También está el caso opuesto, Marzano aportando ideas para los escasos cortos que Schiff dirigirá los años siguientes, como "The last heterosexual".
La implicación de Joseph Marzano en la movida en cuestión no se limita a los delirios del chaval, también colaboró con Keith Crocker en su corto "One Grave Too Many". Crocker editaba el fanzine "The Exploitation Journal" y terminaría dirigiendo un largo en Super 8 que hizo su "ruidito", "The Bloody Ape". La relación con Marzano resultó tan longeva como tomentosa. Juntos decidieron implicarse en la confección de una película pornográfica. Nuestro héroe no era del todo novato en el lúbrico género. Durante los setenta ya había intentado rodar una porno, pero quedó inconclusa por problemas financieros. Tampoco este nuevo intento gozaría de un -valga el chiste tonto- final feliz. Crocker y Marzano separarían sus caminos de mala manera, por lo que la paternidad del proyecto terminó siendo exclusividad del primero.

Paralelamente a tanta actividad básicamente por amor al arte, y con el fin de agenciarse algo de montante extra (Marzano vivía con su anciana madre en un casoplón propiedad de la arcana señora), nuestro protagonista aprovechaba su buena voz para ejercer de doblador o DJ. Cuando no, se prestaba a participar en películas "mainstream" en función de extra o roles muy pequeños. Por ejemplo, anduvo sin acreditar por "Todos rieron" e hizo de taxista -sí acreditado- en nada menos que "Los Cazafantasmas". No obstante, siguió anclado al submundo del fandom del horror, prestándose a interpretar un zombie en "Mother's Day: What a Horror!", de 1995, o formando parte dos años después de una antología grabada en vídeo, "Guilty Pleasures".
Y hablando de vídeo. A mediados de los ochenta Marzano entierra la Super 8 para volcarse en aquel nuevo formato más económico. Ya no lo soltará jamás. El aspecto más curioso es que, a pesar de haber contado con un pasado profesional en el ámbito del cine genuino rodado en celuloide, el hombre hace gala de cierta dejadez en sus nuevos proyectos. Ya era así con la Super 8, pero con el asunto magnetoscópico todas esas carencias cantan el doble. Detestaba usar trípode. Rara vez ponía cuidado a la hora de evitar contraluces. Y cuando necesitaba efectos especiales, acudía a la tienda de la esquina a por caretas y extremidades de goma, un recurso que, con los años, sería bastante habitual en este tipo de producciones caseras. Lo que de verdad le encantaba era jugar con su cámara, y efectuar crudos cromas, los disponibles entonces. Keith Crocker comentaría que ello se debía a la necesidad de gratificación instantánea propia de Marzano, algo que el vídeo le aportaba.
Finalmente, la madre del cineasta fallece. Su hija decide vender el casoplón y, en consecuencia, su "hermano raro" -Joseph- se encuentra sin techo, así que recurre a ayudas estatales, que le conceden una pequeña habitación donde traslada todas sus pertenencias, incluidas varias cámaras, gran parte de lo cual terminaría siendo robado.
En Julio del año 2000, Joseph Marzano fallece de infarto. Pocos meses antes de tan fatídica efeméride, completó "A stranger in town", secuela muy tardía de un corto previo del año 61 en la que el actor / director retoma al mismo personaje que interpretara entonces. Envejecido, carcomido por la nostalgia y sintiéndose un extranjero en la ciudad que antes amaba, al final de la vídeo-película coge un tren dispuesto a no regresar jamás. Básicamente lo que, de alguna manera, terminaría ocurriendo en la vida real.

martes, 21 de octubre de 2025

CARTA BLANCA

Los irregulares hermanos Farrelly, capaces de lo mejor y también de lo peor en esto de la comedia, tenían un guion de Pete Jones que habían comprado y les entusiasmaba. Resultó ser un proyecto que, por problemas burocráticos, les costó un imperio poner en pie. Como fuere, finalmente lo llevaron a buen puerto.
En “Carta blanca” se trata de una manera muy convincente (y con la que, sin duda, el espectador medio se sentirá identificado) lo que podíamos llamar “crisis de los 40”, esa franja de edad tan difícil para todo varón en la que comienza a tener dolores corporales que antes no tenía, el pelo se le cae más de la cuenta (o se le vuelve blanco) y tiene la convicción de que, por culpa del matrimonio, nunca volverá a disfrutar de una relación carnal con jovencitas sexys, motivo por el cual desarrolla un “salidismo” vergonzante del que no se libra ningún cuarentón, a la par que se refugia en la masturbación con más vigor y brío que en sus mejores años adolescentes.
Al margen de eso, “Carta blanca” sería una comedia gamberra del nuevo milenio, por tanto, menos ofensiva que cualquiera de décadas anteriores, pero no por eso exenta de tetas, culos y, en la línea de los Farrelly, buenas dosis de escatología. No obstante, la baza fuerte son unos diálogos y un guion en estado de gracia y bastante ingenioso.
Pero la moral americana pesa en la comedia y “Carta blanca” no podía ser menos; la moralina y el conservadurismo finalmente se alza, convirtiendo todo ese gamberrismo en lección alentadora: se hace el cafre, sí, pero para que los protagonistas se lleven un escarmiento y dejen de anhelar esos cuerpos diez que tanto desean y empiecen a valorar los ya imperfectos que tienen en casa.
Dos señores, mediana edad, triunfadores en lo laboral, maridos y padres de familia, se pasan el día hablando del sexo y de lo mucho que les gustaría follarse a tal o cual jovencita. Cuando uno de ellos es sorprendido por su esposa girándose para mirarle el culo a una mujer joven, esta no le da mayor importancia, se trata de un comportamiento propio de un señor casado de esa edad. Sin embargo, cuando son invitados a una aburrida fiesta de inauguración de la mansión de un compañero multimillonario, y estos se quedan atrás para hablar de cómo se follarían a las asistentes a dicha inauguración, una cámara les capta y, sus mujeres, y el resto de los invitados allí presentes, escuchan accidentalmente la conversación sobre tetas y vaginas amplias. Toman sus esposas conciencia de lo grave del asunto y es cuando deciden darles una semana de libertad en la que podrán hacer lo que quieran, acostarse con quien quieran, y luego volver a la monotonía de sus matrimonios. Y aquí comienza la gracia, cuando, inmersos en esa carta blanca, pasan los días y no son capaces de acostarse con una tía ya sea por ineptitud o torpeza, mientras que sus mujeres, sin proponérselo, tienen oportunidad de acostarse con hombre fácilmente. Todo muy loco, muy divertido. Hasta que es enturbiado, como ya he dicho antes, por el conservadurismo de rigor en este tipo de comedias.
Una de las cosas originales de la película, pero que los Farrelly no supieron poner correctamente en escena ya que pasó inadvertido, fue todo lo concerniente al maquillaje y peluquería. La gracia de “Carta blanca” radica en que, aunque está ambientada en la actualidad, en 2011, el vestuario y los peinados de los personajes son de los años setenta. Una vez sabido este dato, sí podemos percatarnos de ello en un visionado posterior, pero, vista de primeras, la verdad es que el espectador no se da ni cuenta, quizás porque los Farrelly tampoco quisieron exagerar ese aspecto.
Uno de los dos protagonistas cuarentones es Jason Sudeikis, emergente nueva estrella de “Saturday Night Live” por aquél entonces, cuyo contrato blindado con el programa le impedía abandonar sus grabaciones. No tenía muy claro que pudiera incorporarse al rodaje de la película, puesto que debería asistir al programa indefectiblemente y era difícil compaginarlo, máxime cuando el rodaje tendría lugar en Atlanta y el del programa televisivo en Nueva York. La preproducción del film avanzó dejando en "stand by" la presencia de Sudeikis. Asimismo, Owen Wilson enseguida dio el sí a su participación, puesto que no tenía nada pendiente. Finalmente, y tras una serie de negociaciones, “SNL” permitió a Sudeikis participar en la película, siempre y cuando pudiera compartir ambas actividades.
En la parte femenina tenemos a la estupenda y divertida Christina Applegate —quién sería el "partenaire" femenino de Jason Sudeikis en muchas ocasiones— y Jenna Fischer, otra de las divas de la nueva comedia americana, gracias sobre todo a su participación en la serie “The Office”. Como secundario de lujo tenemos al oscarizado Richard Jenkins, excelente actor donde los haya, que da vida a un viejo amigo de los protagonistas, un follador ya talludito y bronceado que se las sabe todas y se come la película él solito.
No es lo mejor de los Farrelly, pero sí una divertida película que, yo creo, disfrutarán más los espectadores de cuarenta años de edad que las pillarán todas al vuelo.
Y sale una enorme y torcida polla negra.