Probablemente 1991 era un mal año para lanzar a un nuevo "action hero" empapado en toda la gloria que acompañó al género la década previa. Los últimos en lograrlo, Jean-Claude Van Damme y Steven Seagal, fueron lo suficientemente prudentes (ellos o, mejor pensado, sus respectivos agentes) de arrancar sus carreras a finales de los ochenta. Y, además, aportando un algo de novedoso, o diferente, al decantarse por las artes marciales como técnica. El problema del nuevo aspirante, Brian Bosworth, era su incondicional adscripción al modelo Schwarzenegger. Armario empotrado de músculos absurdos, mandíbula cuadrada y hostia pura como método favorito de defensa. Añadamos la estética que gasta en este, su primer "gran" film (y único), "Frío como el acero". Es como muy de los ochenta pero en su vertiente más hortera y cutre, entonces ya demasiado démodé. Incluida una horrorosa "mullet" a modo de guinda. Un "bonito" cuadro que, en su momento, a un amigo y a mí nos echó para atrás. No fuimos a ver "Frío como el acero" al cine. La alquilamos en vídeo, pero ni la terminamos. A él Bosworth le parecía un nazi. Y a mi me cayó gordo por el rollo "portero de discoteca chusca" que gasta. Tampoco fuimos los únicos en reaccionar tan negativamente. La peli no pegó como se esperaba y la carrera del actor quedó relegada ya de por vida a subproductos de acción directos para vídeo-club y dirigidos por "astros" del nivel del omnipresente Fred Olen Ray ("Pánico en el Concorde") o el insulso Allan A. Goldstein ("Riesgo límite"). Entre la primera tanda de esas mismas basurillas localizamos, justo, una secuela bastarda de "Frío como el acero" únicamente destinada al mercado españolo, "Frío como el acero. Buscando venganza". En realidad el film se titula "One Tough Bastard" / "One man´s justice" y el personaje responde a un nombre parecido, pero no igual. La cosa empeora entrados en el siglo XXI, con Bosworth protagonizando películas cristianas ("El poder de la cruz") o navideñas repletas de actores decadentes y, seguramente, tan adictos a las enseñanzas divinas como lo fueran previamente a drogas, alcohol y otros vicios.
Pero en 1991 el colega Brian estaba en su apogeo físico. Es tan "perfecto" que casi parece una caricatura, cosa extensible a toda la película, por su tono exagerado, el abuso de macarrismo sideral, sus buenas dosis de violencia e incluso un puñado de tetas (pegadas a cuerpos de infarto). Y es que, claro, partiendo de la base que todo gira en torno a una banda de moteros mega-malísimos que, asociados a la mafia, esparcen la "villanería" y preparan un atentado de grandes dimensiones, pues la cosa da para un montón de chuloputismo, barbas, chollas, hermillas, motazas, tacos a tutiplén, tipos extremadamente sudorosos, duros y cabreados (la testosterona chorrea por los bordes sin miramiento alguno), una banda sonora trufada hasta el agotamiento de hard-rock, AOR y algo de heavy metal (incluida aparición de un grupo tocando rodeado de strippers) y muchas, muchas, muchísimas hostias, especialmente las que proporciona un Brian Bosworth que, empujado por el FBI, se infiltra en el clan motard para pararles los pies.
Y sí, durante un buen rato el ritmo es acelerado y la locura considerable. El director, Craig R. Baxley, tira de unas maneras dinámicas y ágiles, sin dar respiro al espectador, trufando el lienzo de explosiones, disparos y algunos "stunts" dolorosos (por supuesto, sin gota de CGI). Pero Baxley, que venía de la coordinación de dobles de acción, tampoco era un gran director. Su debut para la gran pantalla, "Acción Jackson", es una de las "action movies" más flojitas de su dorada década, a pesar de disponer de todos los elementos necesarios para lograr un pleno (entre ellos Carl Weathers y la idea de revitalizar el "blaxploitation"). Tampoco fue nada memorable la siguiente, "Dark Angel. Ángel de la muerte", en la que Dolph Lundgren se enfrentaba a un alien lanzador de cortantes cd´s. Fui a verla al cine con resultados discretitos. Tal vez debería darle un nuevo muerdo. Así pues, llegado cierto punto, "Frío como el acero" comienza a desinflarse. Los peligros de arrancar con tanto brío. Jodido mantenerse. Y durante la segunda mitad comienzas a perder interés... hasta que, vale, el clímax se recupera. Aunque, bueno, la sensación final es de que, siendo un producto bastante visible y ameno, se queda a medio gas. Hacer notar las similitudes con algunas otras películas del género por entonces aún recientes. Por ejemplo, Bosworth parte el brazo de un villano usando una dolorosa técnica popularizada por Steven Seagal. Y el final, final, es directamente una copia del de "La jungla de cristal". Todavía más llamativo resulta que los dos malos principales, Lance Henriksen y William Forshyte, pocos años después harían roles bastante parecidos en, justo, una de Van Damme ("Blanco Humano") y una de Seagal ("Buscando Justicia").
Otros rostros majos que asoman son los de Sam McMurray como el supuesto compañero de Bosworth, opuesto a él, dando a entender que estamos ante el patrón de una pura "buddy movie", aunque luego no se desarrolle a fondo. Richard Gant, el forense poseído por Jason en el noveno "Viernes 13". A Paulo Tocha -gran apellido- lo hubiese ignorado de no haber mirado su alucinante filmografía. Ha estado nada menos que en "Ninja Terminator", "Contacto Sangriento" (+ otras de Van Damme) o "Depredador 2". Y es que, en realidad, con tanto motero y tanto "stunt", hay un porrón de secundarios / dobles de acción con currículums vistosos y coloristas, como es el caso de Robert Winley, al que puedes ver en "Jake Speed: La aventura de África", la serie "Sledge Hammer!", "Libertad para morir" (otra vez Van Damme) y nada menos que "Terminator 2: El juicio final". Así pues, daré un salto para detenerme en Kevin Page, el yuppie reventado a balazos por "Ed-209" en "Robocop" o la inevitable "partenaire" femenina, Arabella Holzbog, quien tampoco lograría nada en su carrera, participando a posteriori en subproductos de calibre de "Cornasaurios 2" o "El hombre holograma".
El caso del guionista, Walter Doniger, es un poco atípico. Comenzó su carrera en los cincuenta, tanto escribiendo como dirigiendo muchísima serie de televisión. Se detiene en 1983 para regresar en 1991 con "Frío como el acero" que resultaría ser su último crédito antes de jubilarse y palmar en 2011.
Les dejo la caratula completa del VHS, cortesía de nuestro "consigueitor" particular Enorm.
sábado, 1 de marzo de 2025
jueves, 27 de febrero de 2025
MINUTOS MUSICALES 31: EL MEJOR DE "TOY DOLLS"
Está científicamente demostrado que, en general, cualquier debut es siempre lo mejor de la carrera del respectivo artista/creador. Vale, tal vez no sea "lo mejor", pero sí contiene una energía especial, única, que, seguramente, ya no se repetirá jamás de los jamases. Hay quien atribuye ello a la desesperación, al innato deseo de epatar, a la frescura de aquel movido por la pasión, sin haber caído presa aún de rutinas, obligaciones laborales o el contentar a sus devotos. Tal vez, donde más se note sea en lo musical. Y, muy concretamente, en el "género" (se supone que no lo es, pero ya nos entendemos) del punk rock y sus muchas variantes. Raro, rarísimo es el grupo cuyo segundo, tercer, quinto o sexto larga duración iguala y, mucho menos, supera al primero. Tal vez se deba a que semejante "estilo" basa su esencia en lo puramente enérgico, ya sea a la hora de componer como a la hora de crear las letras. Y la energía, inevitablemente, se desgasta con el paso del tiempo. Claro que luego vienen los gustos personales. Quiero decir, puedes considerar mejor el LP de debut de tu banda favorita, pero mantener una relación especial, peculiar, con cualquiera de los que siguieron. Eso mismo me pasa a mi con "Toy Dolls".
He contado muchas veces ya cómo descubrí a este legendario trío británico, capitaneado desde su arranque a finales de los setenta por el peculiar Michael Algar, más conocido como Olga (capaz de generar una voz inconfundible a la hora de canturrear -"de castrado", según él-). Estaba yo currando en un vídeo promocional para una panda de pintores amateurs cuando uno me cedió una cinta de casete de los interfectos con el fin de ilustrar sonoramente su segmento. Quedé prendado al escuchar. Aquel era el material vigoroso, chispeante y divertido que andaba buscando como loco desde hacía algunos años. Ocurrió en 1993 y fue lo que comúnmente llamamos amor a primera vista. Resultó ser punk... aunque en aquel momento eso daba igual. Como lo da el hecho de si podemos considerar al grupo adecuado para la etiqueta. Sinceramente, veo muy poco de punk genuino en "Toy Dolls". Los consideraría más una caricatura del mismo, pero una muy bien dibujada, tal y como atestigua la imagen que les mostraba en la parte trasera en uno de sus discos. Llevaba varias semanas consumiéndolos pero todavía no los había visto en carne y hueso. Eran tiempos sin internet y costaba lo suyo informarse a fondo sobre ciertos temas minoritarios, así pues representaban todo un enigma. Cuando finalmente vi dicha imagen, aluciné. Eran EXACTAMENTE como los había imaginado, casi salidos de la serie "The Young Ones", lo que aumentó mi devoción.
He contado muchas veces ya cómo descubrí a este legendario trío británico, capitaneado desde su arranque a finales de los setenta por el peculiar Michael Algar, más conocido como Olga (capaz de generar una voz inconfundible a la hora de canturrear -"de castrado", según él-). Estaba yo currando en un vídeo promocional para una panda de pintores amateurs cuando uno me cedió una cinta de casete de los interfectos con el fin de ilustrar sonoramente su segmento. Quedé prendado al escuchar. Aquel era el material vigoroso, chispeante y divertido que andaba buscando como loco desde hacía algunos años. Ocurrió en 1993 y fue lo que comúnmente llamamos amor a primera vista. Resultó ser punk... aunque en aquel momento eso daba igual. Como lo da el hecho de si podemos considerar al grupo adecuado para la etiqueta. Sinceramente, veo muy poco de punk genuino en "Toy Dolls". Los consideraría más una caricatura del mismo, pero una muy bien dibujada, tal y como atestigua la imagen que les mostraba en la parte trasera en uno de sus discos. Llevaba varias semanas consumiéndolos pero todavía no los había visto en carne y hueso. Eran tiempos sin internet y costaba lo suyo informarse a fondo sobre ciertos temas minoritarios, así pues representaban todo un enigma. Cuando finalmente vi dicha imagen, aluciné. Eran EXACTAMENTE como los había imaginado, casi salidos de la serie "The Young Ones", lo que aumentó mi devoción.
Debatiblemente "auténticos" desde una perspectiva "punkista" aparte, lo que nadie puede discutir es que eran -y son- un combo absolutamente incomparable. Su sonido, su voz, su rollo alocado, su estética. No hay, no ha habido y no habrá nadie como "Toy Dolls".... o casi. Mantienen cierto vínculo, discreto pero existente, con los norteamericanos "The Dickies". De hecho, Olga llegaría a unirse a ellos en un directo y ambos lo petaron de modo parecido -y una excusa "punkista" de lo más trillada y facilona-, ejecutando una versión aceleradísima del tema musical de una exitosa serie infantil. Los yankis con "Banana Splits" y los ingleses con "Nellie the elephant", su único "hit", especialmente en el país de donde son originarios que, según ha declarado siempre su líder, posteriormente pareció rechazarlos sistemáticamente hicieran lo que hicieran. Tuvieron que salir al exterior para triunfar, con especial fijación en Japón, donde son verdaderos héroes (también es normal que, gastando una personalidad tan única, provoquen sentimientos extremos de odio o amor).
En lo que a mi respecta, me volví super-fan de los "Toy Dolls". Compré absolutamente todo cuanto pude. El resto de su discografía, vídeos de conciertos, camisetas... lo que fuese. Nada saciaba mi sed. Los adoraba. Tuve la "suerte" de coincidir en el tiempo con el lanzamiento del que muchos consideran uno de sus mejores discos -incluido su frontman-, "Absurd-Ditties", LP que les devolvió un poco a primera plana. Dos años después, a la par con el siguiente, "Orcastrated" (y el anodino + temporal cambio de nombre a "Toy Dollz"), los vi en directo. Diría que disfruté muchísimo, pero mentiría porque nunca me han gustado los conciertos.
En lo que a mi respecta, me volví super-fan de los "Toy Dolls". Compré absolutamente todo cuanto pude. El resto de su discografía, vídeos de conciertos, camisetas... lo que fuese. Nada saciaba mi sed. Los adoraba. Tuve la "suerte" de coincidir en el tiempo con el lanzamiento del que muchos consideran uno de sus mejores discos -incluido su frontman-, "Absurd-Ditties", LP que les devolvió un poco a primera plana. Dos años después, a la par con el siguiente, "Orcastrated" (y el anodino + temporal cambio de nombre a "Toy Dollz"), los vi en directo. Diría que disfruté muchísimo, pero mentiría porque nunca me han gustado los conciertos.
Así iban las cosas cuando, inevitablemente, nuestro idilio comenzó a apagarse. Sus nuevos trabajos eran cada vez más mediocres. Repetitivos. De primeras me quedé con el de debut como lo más, "Dig that groove baby". Y sí, es un gran disco, hasta las trancas de temas inolvidables (la misma "Nellie the Elephant", "Stay Mellow", "Fiery Jack"...) pero, con el paso de los años, fui asumiendo que mis genuinamente favoritos no eran aquel, ni "Absurd-Ditties" (que ha perdido algo de "punch"). Tampoco el segundo "A far out disc", por mucho que me guste (y no menos el tercero, "Idle Gossip", con momentos potentes pero lastrado por su patosa producción), el "number one" vendría a ser aquel con el que debutaron en la década de los noventa, "Fat Bob´s Feet".
En realidad pertenece a un trío de LP´s por los que siento una muy especial estima. Lo encabezan "Bare Faced Cheek" y "Wakey Wakey!". Concretamente, este último contiene el tema que acabó sonando en el documental sobre los pintores y, por tanto, la primera vez que oía a "Toy Dolls", así que sería normal la preferencia. No obstante, como digo, este y "Bare Faced Cheek", aunque juntos vienen cargados de composiciones altamente gozosas ("Howza bouta kiss babe?!?", "Fisticuffs in Frederick Street", "The Ashbrooke Launderette...", "One Night In Moscow (& We'll Be Russian Home!) -esta es la que suena en el dichoso documental-", "Blaze Of The Borough") no alcanzan la perfección. Muy al contrario, eso sí ocurre con "Fat´s Bob Feet", al que no le sobra ni un solo tema. Se puede escuchar de principio a fin sin que uno sienta el deseo, a veces incordiante, de querer saltarse un surco o dos.
Y, por si fuera poco, los tres comparten otras virtudes. Las maravillosas portadas a base de dibujos graciosos. Un sonido algo más guitarrero que los previos, pero sin abusar -ni "heavymetalizarse"- como ocurriría poco después. Una energía inagotable. Coros pegadizos. Ritmos adictivos. En fin, que me encantan, y adoro "Fat Bob´s Feet". ¿¿Cómo no iba a ponerme palote un disco titulado "Los pies del gordo Bob"??
Y, por si fuera poco, los tres comparten otras virtudes. Las maravillosas portadas a base de dibujos graciosos. Un sonido algo más guitarrero que los previos, pero sin abusar -ni "heavymetalizarse"- como ocurriría poco después. Una energía inagotable. Coros pegadizos. Ritmos adictivos. En fin, que me encantan, y adoro "Fat Bob´s Feet". ¿¿Cómo no iba a ponerme palote un disco titulado "Los pies del gordo Bob"??
A la hora de elegir una muestra sonora, considerando lo mucho que me mola todo el contenido, pues ha costado, pero la lógica decía que me decantara por, justo, la que da título al pifostio, es decir...
martes, 25 de febrero de 2025
A MENINA DO SEXO DIABÓLICO
“A menina do sexo diabolico” es, probablemente, una de las películas porno más desquiciadas, curiosas y entretenidas de cuantas he tenido a bien ver. Porno con un pie en el terror y, más concretamente, en el subgénero de "rape & revenge" con el que, indiscutiblemente, casa bastante bien. Y es que es más rara que un perro verde.
Comienza como un pizpireto porno al uso, brasileño, que suelen ser más cerdos, y con secuencias "teen" que pronto se tornan explícitas. Aunque el film no engaña a nadie; la primera escena ya es una declaración de principios, con la protagonista, una adolescente virgen, haciéndose un dedo en la ducha ante la desesperación de sus padres que no comprenden por qué su niña pasa tanto tiempo en el cuarto de baño. Acto seguido, un estudiante vendrá a buscarla en su descapotable y, pronto, decidirán ir a la playa donde darán rienda suelta al instinto (aunque el muchacho acaba penetrando a la damisela, un poco contra su voluntad). Todo transcurre de manera más o menos alegre y divertida, intercalando escenas sexuales de la adolescente con otras de orgías grupales y acrobáticas al más puro estilo brasileiro, sin que nada diste mucho de una producción porno de las mismas características salvo por lo entretenido del material de transición, lo que ocurre entre polvo y polvo, que recibe mayores atenciones de lo habitual sin que por ello falten escenas típicas del cine marrano brasileño, con animales apareándose o nuestra protagonista masturbándose ante dos caballos que copulan. Todo eso es un poco asqueroso, pero bueno —al menos en esta cinta no interactúan humanos y cuadrúpedos—.
El tema es que, en un momento de la película, nuestra protagonista va a pasar unos días a una casa de campo propiedad de sus tíos. Allí establece una relación con un bigotudo primo suyo que la desvirga (por segunda o tercera vez). Y nace el amor. Pero sus otros tres primos envidiosos, ávidos de sexo y sangre, llevan a la muchacha en medio del campo, la atan al suelo, la violan violenta, gráfica y cruelmente y, después, le cosen el cuerpo a balazos, abandonándolo a su suerte en medio de la nada.
La providencia querrá que el cadáver resultante sea localizado por el primo bigotudo, quien termina poseído inmediatamente por el espíritu de la muchacha quien, escopeta en mano, montará un cristo importante con la familia (no olvidemos que aquí todos son primos), no dejando títere con cabeza en un tour de force a la Charles Bronson, pero con muchas más cantidades de sangre y un recital de sobreactuación facial que da gusto ver.
Una película porno de lo más burra y descarada que, desde luego, no me ha dejado en absoluto indiferente. Una pornochanchada juvenil que se convierte en algo parecido a “La última casa a la izquierda”, pero con mucha más mala idea y violencia. Me ha gustado bastante… es muy curiosa.
Otro punto gracioso de la cinta es que se aprovechan los títulos de crédito finales para anunciar las películas ya disponibles de la productora, entre las que se encuentran “Quinta dimensao do sexo” “24 horas do sexo explícito” o “48 horas do sexo hallucinante” del ínclito José Mojica Marins ¡Y se nos recomienda verlas!
No en balde, "A menina do sexo diabolico" es una producción de Mario Lima, productor de todo el porno que hizo Marins en los 80. Precisamente, se suponía que este iba a encargarse de dirigirla, pero finalmente no lo hizo porque estaba harto del género y decidió poner punto y final a esta etapa. No obstante, instó a Mario Lima a que, además de producirla, también la dirigiera, y resultó ser la mejor película del lote.
Por otra parte, “A menina do sexo diabolico” está protagonizada por Makerley Reis, actriz recurrente del porno brasileño que, a finales de los 80, se metió en la política del país presentándose a las elecciones como concejala por Sao Paolo, haciendo los mítines en topless y ejecutándolos de manera sensual y sugerente. Por ese motivo, a partir de entonces, se la conoció popularmente como “La Cicciolina de Bexiga”, ya que es obvio que la joven, natural precisamente de Bexiga, imitaba las maneras de la más popular y polémica porno-diputada italiana.
Con todo, “A menina do sexo diabolico” sería la última película de Mario Lima tanto en la producción como en la dirección, hasta que 14 años después, en 2001, volvió al redil eventualmente con “Dr. Bartolomeu e a clínica do sexo”.
Muy interesante la breve, sucia y salvaje filmografía de Mario Lima, siempre asociado con el gran Mojica Marins.
sábado, 22 de febrero de 2025
JUEZ, JURADO Y EJECUTOR
Padeciendo yo "justicieritis" aguda, y gastando la película semejante título -¡patrio!-, difícil, muy difícil iba a ser que no corriera al vídeo-club más próximo a alquilarla esperanzado. Y difícil, muy difícil iba a ser también que el resultado no se saldara con la palabra que comienza por D y acaba en "ción". Así pues, otra más palasaca, de esas que no veía desde aquel primer y poco notorio intento. Hasta que, ¡yes!, la otra palabreja maldita, que arranca con un N y concluye con "gia", comenzó a dar por culo y decidí hacerme de nuevo con ella y repetir, preparado, preparadísimo esta vez, sabiendo perfectamente a lo que me exponía. Y, claro, "asín" no vale, porque el consiguiente golpe duele menos e incluso terminas encontrándole virtudes al pifostio, aunque anden muy muy ocultas entre esos maravillosos drops y esas rayacas propias del ripeo-de-vhs que me pasó mi bien amado Enorm (la caratula completa también se la debemos a él. Si es queeee...)
John Willis es un poli duro como una roca. Le han matado al compañero, así que, nada más comenzar la película, anda ya vengándose, liándola a tiros y matando a todo al que se le ponga por delante, incluso si son señoras. Paralelamente, un psicópata sale libre de su encierro y, raudo, se dirige a los lúgubres túneles del metro neoyorquino a recuperar su banda de malandrines, que viven ahí, ocultos entre la oscuridad. No tardarán nada en comenzar a robar y asesinar a viandantes confiados. El poli se alía con una periodista que investiga el asunto (sí, terminarán yaciendo) y decide pararles los pies, a lo bruto y aunque le quiten la placa y la dignidad.
En realidad este producto del año 1988 luce como título original el chanante "Underground", a veces mutado a "Underground Terror" por aquello de darle más color. Pero no, no hay terror. Ni acción. Estamos ante un puro y duro thriller de segunda. Bien facturado en general, decente, con su notoria dosis de violencia, algún leve arrebato de gore gráfico (poca cosa) pero más bien plomizo. Notas que tenía potencial, pero se queda a medio gas (consecuencias del escaso montante, presupongo), aunque no va exenta de pequeños buenos momentos y, muy especialmente, un policía justiciero protagonista que funciona gracias a su tremenda mala hostia. Por ejemplo: uno de los villanos intenta robarle el bolso a una pava y ¿¿qué hace nuestro madero??, pegarle tres tiros por la espalda mientras huye. ¡Toma cha!. Sí, claro, es uno de los malos, pero en el momento de la ejecución él no lo sabe con seguridad, lo revienta únicamente por querer robar un monedero. Si eso no es expeditivo, ya me dirán qué es. Tampoco le tiembla el pulso a la hora de eliminar esbirros arrepentidos de sus actos que solo pretenden ayudar. E incluso se diría que disfruta acabando con el jefe de la pandi -considerar esto un spoiler les convierte a ustedes en unos ingenuos-, exigiéndole a berridos que le mire a los ojos previo remate. Todo ello ante la horrorizada reacción de la periodista, allí presente. En eso, como digo, la peli se me ganó y recordó al "Harry Callahan" de 1971, cuando se movía de manera ambigua entre la legalidad y la ilegalidad, sin despeinarse.
A semejante mastuerzo con placa lo interpreta un muy adecuado Doc Dougherty, quien debutaba acá y luego haría unas cosas más, moviéndose entre productos televisivos y roles muy secundarios para películas más o menos conocidas. Un carrerón parecido al de su guapa "partenaire", Forbes Riley, cuyo crédito más curioso es el protagonismo previo en uno de los slashers más toscos que se recuerdan, "Splatter University", según las artes directivas de un Richard W. Haines apunto de entrar a formar parte de la factoría Troma. Y así ocurre también con el resto, auténticos supervivientes que lo mismo te salen en un blockbuster, haciendo de policía o abogado o barrendero, que en un subproducto.
Con el personal que hay tras la cámara la cosa cambia levemente. Muchos de los principales responsables de "Juez Jurado y Ejecutor" tenían las manos manchadas de puro zetismo, habiendo participado en títulos rimbombantes, algunos hoy considerados de puro culto. Quizás el más llamativo sea Brian O´Hara, co-guionista y responsable de la "story". Como director se encargó en 1999 de la famosa e infame comedia transgresora "Rock 'n' Roll Frankenstein", muy políticamente incorrecta, con chistes homofóbicos, auténtico maltrato animal... allá ande iba provocaba sarpullido. El otro guionista, Bob Zimmerman, escribió también el libreto de un popular slasher de tercera regional, "Silent Madness", además de meter la zarpa como técnico en "Pesadillas de una mente enferma", "La casa del terror (Don´t go in the house)" o "Aberraciones sexuales del conde Drácula".
Igualmente en tareas de machaca curró mucho James McCalmont, director de "Juez, Jurado y Ejecutor". Puedes ver su nombre en una galería interminable de títulos -antes y después de sus propios y únicos dos largometrajes- que van desde "Mi diabólico amante" a "El silencio de los borregos". Previo a la reseñada, venía de co-firmar un aburrrrrido tostón pos-apocalíptico titulado "Infierno en Safehaven" junto a otro que ha pasado unas cuantas veces por acá, Brian Thomas Jones.
Y terminamos con el primer nombre que aparece en los créditos de "Juez, Jurado y Ejecutor", Steven D. Mackler, productor, cuyo currículum va bien surtido de "joyas" como "Neon Maniacs" (reseñada en nuestro pest-seller), "Deadtime Stories", "Infierno en Safehaven" por supuesto, así como la película que el co-culpable de aquella, Thomas Jones, venía de hacer solano, "The Rejuvenator". Otra cosa titulada "Voodoo Dawn", según guion de John Russo y con papelillo para un entonces aún novato Tony Todd y, por fin, un poco de "cualité" con "El pico de las viudas", aunque tampoco le serviría ya de mucho.
Es curioso que siempre ande/mos hablando de que si Fred Olen Ray, Jim Wynorski, David DeCoteau, Charles Band, etc, etc... pero como vemos, el campo del cine de explotación y bajo presupuesto norteamericano de los ochenta era bien vasto, habitado por un montón de señores que, aunque jamás destacaron demasiado, dejaron sus pequeñas huellas en forma de sendos productos entrañablemente pestilentes. Y anda que no mola nadar entre toda esta roña a cambio de noventa minutos medianamente sufrientes.
John Willis es un poli duro como una roca. Le han matado al compañero, así que, nada más comenzar la película, anda ya vengándose, liándola a tiros y matando a todo al que se le ponga por delante, incluso si son señoras. Paralelamente, un psicópata sale libre de su encierro y, raudo, se dirige a los lúgubres túneles del metro neoyorquino a recuperar su banda de malandrines, que viven ahí, ocultos entre la oscuridad. No tardarán nada en comenzar a robar y asesinar a viandantes confiados. El poli se alía con una periodista que investiga el asunto (sí, terminarán yaciendo) y decide pararles los pies, a lo bruto y aunque le quiten la placa y la dignidad.
En realidad este producto del año 1988 luce como título original el chanante "Underground", a veces mutado a "Underground Terror" por aquello de darle más color. Pero no, no hay terror. Ni acción. Estamos ante un puro y duro thriller de segunda. Bien facturado en general, decente, con su notoria dosis de violencia, algún leve arrebato de gore gráfico (poca cosa) pero más bien plomizo. Notas que tenía potencial, pero se queda a medio gas (consecuencias del escaso montante, presupongo), aunque no va exenta de pequeños buenos momentos y, muy especialmente, un policía justiciero protagonista que funciona gracias a su tremenda mala hostia. Por ejemplo: uno de los villanos intenta robarle el bolso a una pava y ¿¿qué hace nuestro madero??, pegarle tres tiros por la espalda mientras huye. ¡Toma cha!. Sí, claro, es uno de los malos, pero en el momento de la ejecución él no lo sabe con seguridad, lo revienta únicamente por querer robar un monedero. Si eso no es expeditivo, ya me dirán qué es. Tampoco le tiembla el pulso a la hora de eliminar esbirros arrepentidos de sus actos que solo pretenden ayudar. E incluso se diría que disfruta acabando con el jefe de la pandi -considerar esto un spoiler les convierte a ustedes en unos ingenuos-, exigiéndole a berridos que le mire a los ojos previo remate. Todo ello ante la horrorizada reacción de la periodista, allí presente. En eso, como digo, la peli se me ganó y recordó al "Harry Callahan" de 1971, cuando se movía de manera ambigua entre la legalidad y la ilegalidad, sin despeinarse.
A semejante mastuerzo con placa lo interpreta un muy adecuado Doc Dougherty, quien debutaba acá y luego haría unas cosas más, moviéndose entre productos televisivos y roles muy secundarios para películas más o menos conocidas. Un carrerón parecido al de su guapa "partenaire", Forbes Riley, cuyo crédito más curioso es el protagonismo previo en uno de los slashers más toscos que se recuerdan, "Splatter University", según las artes directivas de un Richard W. Haines apunto de entrar a formar parte de la factoría Troma. Y así ocurre también con el resto, auténticos supervivientes que lo mismo te salen en un blockbuster, haciendo de policía o abogado o barrendero, que en un subproducto.
Con el personal que hay tras la cámara la cosa cambia levemente. Muchos de los principales responsables de "Juez Jurado y Ejecutor" tenían las manos manchadas de puro zetismo, habiendo participado en títulos rimbombantes, algunos hoy considerados de puro culto. Quizás el más llamativo sea Brian O´Hara, co-guionista y responsable de la "story". Como director se encargó en 1999 de la famosa e infame comedia transgresora "Rock 'n' Roll Frankenstein", muy políticamente incorrecta, con chistes homofóbicos, auténtico maltrato animal... allá ande iba provocaba sarpullido. El otro guionista, Bob Zimmerman, escribió también el libreto de un popular slasher de tercera regional, "Silent Madness", además de meter la zarpa como técnico en "Pesadillas de una mente enferma", "La casa del terror (Don´t go in the house)" o "Aberraciones sexuales del conde Drácula".
Igualmente en tareas de machaca curró mucho James McCalmont, director de "Juez, Jurado y Ejecutor". Puedes ver su nombre en una galería interminable de títulos -antes y después de sus propios y únicos dos largometrajes- que van desde "Mi diabólico amante" a "El silencio de los borregos". Previo a la reseñada, venía de co-firmar un aburrrrrido tostón pos-apocalíptico titulado "Infierno en Safehaven" junto a otro que ha pasado unas cuantas veces por acá, Brian Thomas Jones.
Y terminamos con el primer nombre que aparece en los créditos de "Juez, Jurado y Ejecutor", Steven D. Mackler, productor, cuyo currículum va bien surtido de "joyas" como "Neon Maniacs" (reseñada en nuestro pest-seller), "Deadtime Stories", "Infierno en Safehaven" por supuesto, así como la película que el co-culpable de aquella, Thomas Jones, venía de hacer solano, "The Rejuvenator". Otra cosa titulada "Voodoo Dawn", según guion de John Russo y con papelillo para un entonces aún novato Tony Todd y, por fin, un poco de "cualité" con "El pico de las viudas", aunque tampoco le serviría ya de mucho.
Es curioso que siempre ande/mos hablando de que si Fred Olen Ray, Jim Wynorski, David DeCoteau, Charles Band, etc, etc... pero como vemos, el campo del cine de explotación y bajo presupuesto norteamericano de los ochenta era bien vasto, habitado por un montón de señores que, aunque jamás destacaron demasiado, dejaron sus pequeñas huellas en forma de sendos productos entrañablemente pestilentes. Y anda que no mola nadar entre toda esta roña a cambio de noventa minutos medianamente sufrientes.
martes, 18 de febrero de 2025
EMMANUELLE (2024)
Emmanuelle es enviada a Hong Kong donde trabaja para un hotel de alto copete que está generando pérdidas. Su misión consiste en descubrir que es lo que no está funcionando. Todo parece ir sobre ruedas, salvo por el libertinaje que se respira en esos ambientes ricos, con scorts que se ofrecen en la piscina y casetas privadas donde se folla con total impunidad. Y Emmanuelle se deja envolver por ese ambiente guarrindongo de las élites en China. Así que se tira a todo lo que se menea, macho o hembra, como mujer independiente y feminista que es. Hasta que conoce a un enigmático chino que hace cosas raras fuera del hotel al que nunca va a dormir, y se obsesiona con él, entrando en su particular mundo de abstinencia sexual, perversión y perfume caro.
Es unánime. El "reboot" de “Emmanuelle” es una bosta considerable. En fondo y forma. No ha gustado a las élites intelectuales a las que parecía ir dirigida, ni ha gustado a los fans, entre los que me encuentro. Pero nobleza obliga y tuve que visionar esta nueva versión, pese a que, desde el primer momento, todo pintaba bastante mal.
Sin embargo, celebro que “Emmanuelle (2024)” sea una película fallida en todos los aspectos. Fallida porque es brutalmente aburrida, inmensamente aburrida, criminalmente aburrida. Con una estética tan aséptica y digital como la de un anuncio de cruceros. Y fallida porque, en el afán de la producción por darle la vuelta como a un calcetín al concepto “Emmanuelle” y convertirlo en una suerte de “50 sombras de Grey” sofisticado, lo que se consigue es un extraño efecto contrario. Aquí tenemos a una Emmanuelle empoderada, una ejecutiva poderosa… pero en esencia, y en parte gracias a los homenajes/guiños que se hacen a la versión de hace 50 años, al final obtenemos un sexploit. Fino, de clase alta y en esencia feminista, pero como se trata de versionear un clásico que trata de una mujer muy caliente que se entrega prácticamente a cualquiera con el fin de saciar su desmedido apetito sexual, el resultado es el mismo de cualquier entrega de Emmanuelle, una película de explotación sexual. La nueva Emmanuelle se regala a cualquiera que le haga tilín hasta que al final es echada a los perros para que la devoren por parte del hombre al que ama. Lo mismito que en la película de Just Jaecking. Lógico, hay que defender al clásico, así que la manera de justificar la jodienda indiscriminada de Emmanuelle, e incluso el eterno concepto de mujer objeto de la que también este "reboot" hace gala, es haciéndola un poco más inteligente de lo que era el personaje cuando lo interpretaba Sylvia Kristel y, obvio, fichar a una mujer para que dirija la cinta, en este caso la esteta franchute Audrey Diwan.
Por lo demás, otros puntos en común con el clásico setentero serían la escena del avión, con la que abre créditos esta nueva película, el butacón de mimbre estratégicamente colocado en una secuencia vital de la misma, y la subtrama de sumisión en torno al maromo al que conoce en su hotel, que al igual que en el original (en donde lo hacía su marido), se la ofrece a otros para que sea penetrada de manera exótica por macarras.
Todo esto sin la gracia, la potencia visual y ¿por qué no? el erotismo que tan bien supo crear Just Jaecking a base de visillo trasparente y medias en el objetivo de la cámara. Y es que quizás yo ya ande más cerca del pensar de un viejo verde que del de un treintañero woke y vegano, pero lo cierto es que, mientras “Emmanuelle (1974)” es todavía una obra cumbre del cine erótico capaz de generar erecciones en su enésimo visionado 50 años después de su estreno, esta cosa franchute estrenada mundialmente en el Festival de San Sebastián, no sirve ni para hacerse una mala paja, siendo asimismo vulgar y rancio como lo era el film original. Lo del avión en la de los setenta era una cosa… esa secuencia rozó el fenómeno social, de hecho, todavía funciona con esa Emmanuelle lúbrica, sugerente y atrevida. Aquí, le da un condón al tipo, se da media vuelta y, hale, folla que te folla en el retrete del avión. En silencio. Como si le estuviera explotando un grano. Horroroso.
Tras buscar muchas actrices para interpretar a Emmanuelle, puesto que el proyecto lleva en marcha más años de los que os pensáis, la elegida para encarnar el papel por el que Sylvia Kristel se convirtió en un icono internacional es Noémi Merlant que, bueno, si la Kristel podía ser Emmanuelle, a ver por que no lo iba a poder ser esta. A Merlant la pudimos ver en otra película para élites, “Un año, una noche” del extraño Isaki Lacuesta. También destaca la presencia de Naomi Watts, ya talludita, como jefa de Emmanuelle en esa empresa hotelera, y que está tan desubicada y perdida en esta película, que casi le dan ganas a uno de darle el pésame. Y no, guarros, no hay escena lésbica entre la Watts y la Merlant.
“Emmanuelle”, que poco después de ser vetada en nuestro país y movilizar a un buen número de españoles a Francia para poder verla, hizo unas cifras en taquilla del todo escandalosas, es lo que es por méritos propios. Y por méritos propios, también, “Emmanuelle (2024)” apenas congregó 12.000 míseros espectadores. Para ver la de la Kristel había hostias. Para ver la de la Merlant no había ni cines dispuestos a exhibirla.
Un bluff.
sábado, 15 de febrero de 2025
LA DAMA VENGADORA
Por muchas simpatías que le tenga a David DeCoteau, y "téngoselas", considero que no dispone ni de una maldita película medianamente decente en toda su filmografía. Es el peor del triunvirato formado junto a los otros astros de la mal llamada "serie B de los ochenta", Fred Olen Ray y Jim Wynorski. Obviamente, "La dama vengadora", su primera incursión en el cine de "acción" (así, entre comillas) tras mucho terror (y mucho porno) no iba a cambiar mi percepción.
Llevaba años deseando dedicarle unas líneas. Pero macho, ha costado lo suyo dar con ella... hasta que apareció mi amigo Enorm y obró el milagro. No es que fuese inédita para mis ojos, por supuesto la alquilé en su época y, por supuesto, la detesté desde el minuto uno. Simplemente que la considero ideal para formar parte de nuestro vasto catálogo. Incluso necesaria.
Como decía, DeCoteau cambia temporalmente cuchillos y cuchilladas por tiros y hostias, aderezado todo ello con la más fácil de la excusas narrativas, una venganza. A Maggie, jovenzuela encabronada encerrada en un correccional, le matan al hermano. Deduce que, siendo mexicana la novia de aquel, los culpables deben dedicarse al narcotráfico y compartir nacionalidad (¡en serio!). Por todo ello, se disfraza de "Sarah Connor" y emprende su justa cruzada.
Llevaba años deseando dedicarle unas líneas. Pero macho, ha costado lo suyo dar con ella... hasta que apareció mi amigo Enorm y obró el milagro. No es que fuese inédita para mis ojos, por supuesto la alquilé en su época y, por supuesto, la detesté desde el minuto uno. Simplemente que la considero ideal para formar parte de nuestro vasto catálogo. Incluso necesaria.
Como decía, DeCoteau cambia temporalmente cuchillos y cuchilladas por tiros y hostias, aderezado todo ello con la más fácil de la excusas narrativas, una venganza. A Maggie, jovenzuela encabronada encerrada en un correccional, le matan al hermano. Deduce que, siendo mexicana la novia de aquel, los culpables deben dedicarse al narcotráfico y compartir nacionalidad (¡en serio!). Por todo ello, se disfraza de "Sarah Connor" y emprende su justa cruzada.
Inevitablemente, siendo una película de DeCoteau, la cantidad de acción propiamente dicha se reduce mucho, abundando el diálogo. Además, uno jodidamente mal parido, con algunas perlas para el recuerdo. Toda "La dama vengadora" ("Lady Avenger" en v.o., año 1988) es muy tosca, patosa diría yo. Encima, durante la primera mitad al director le da por profundizar en la tragedia de lo acontecido, rollo dramón de sobremesa, por lo que tenemos escenas de lamentos y lloriqueos para parar un tren... pero, claro, interpretadas, en general, por peña no muy capacitada. Aunque, seguramente, la que se lleve el anti-Oscar en ese rango sea la misma protagonista, Peggy McIntaggart, mona, con buen físico, todo lo que ustedes quieran... pero una actriz dolorosamente negada. Cuando va de chica dura, en fin, resulta brutalmente anti-carismática, parece que el revólver que sujeta le va demasiado grande y caerá de sus manos en cualquier momento. Venía de interpretar a mujeres despendoladas en plan extra para títulos de solera como "Superdetective en Hollywood 2" o "Cuando llega la noche". Tras su protagonismo en "La dama vengadora", continuó por la misma senda con "Phoenix the Warrior" o "Heartstopper", ignota película de John Russo con Tom Savini. La vimos también en "Pasado de rosca" junto a Tommy Chong (la otra mitad de Cheech), "Los ojos del diablo", el tardío slasher "Camp Fear" y cuatro mierdas más, destacando la ultra-chunguez "Quigley", una comedia de quinta categoría con perrito, grabada en vídeo y a base de mentalidad beata, para "lucimiento" de un acabadísimo Gary Busey. Lo que nos viene a güevo porque, justamente, teniendo "La dama vengadora" al DeCoteau más ochentero a los mandos, da la sensación que una Quigley, concretamente Linnea, hubiese encajado como perlas en el rol de justiciera. Era la musa del director por entonces, así pues, suponiendo que no pudo participar por compromisos ajenos, Peggy McIntaggart acabó ejerciendo de sustituta. Dicha ausencia canta aún más al localizar entre el reparto a una de las compañeras habituales de Linnea, Michelle Bauer que, como es de ley, lo enseña todo y más. A su lado, ese ignoto astro del cine "cult" llamado William Butler, de cuyos méritos he hablado ya mucho por acá (al parecer se llevó fatal con David DeCoteau durante todo el rodaje). Otro rostro curioso y destacable es el del veterano James R. Sweeney, quien también curraría para Fred Olen Ray en "Terminal Force", además de sendas incursiones en subsubproductos como "Hobgoblins" (reseñada en nuestro pest-seller) o "Hollow Gate".
Keith Kaczorek, uno de los guionistas, dedicaría el resto de su carrera a la animación. Muy adecuado. También el productor con nombre de mafioso, Marco Colombo, metería mano en ese campo, y del modo más bizarro. "Titanic, la película animada" era algo así como "la versión estilo Disney" del trágico suceso, perpetrada por algunos nombres de peso en el "exploitation" italiano, nada menos. Tras ello, Colombo y DeCoteau unieron fuerzas de nuevo, pariendo una ristra interminable de roña hasta el 2014.
Siendo "La dama vengadora" de la década que es, los villanos segundones son una panda de "punkis" algo creciditos, a los que les encanta joder por joder, gritar mucho, sobredialogar innecesariamente, reírse de todo, cargar las tintas y, obvio, matar como si nada. Cada vez que aparecen, les acompañan una serie de tonadillas musicales acordes a su naturaleza que no suenan demasiado mal. Por desgracia, en los créditos no figura información al respecto, y tampoco han dado de sí mis pesquisas. Si alguien ahí fuera sabe de qué grupo se trata, que me escriba porfaplis.
En fin, ¿qué más puedo decir? "La dama vengadora" es lo que recordaba, y lo que esperaba ver en esta segunda -y última por lo que a mi respecta- incursión, un truñazo lleno de momentos absurdamente risibles. ¿Tiene sus "tics" zetosos y ochenteros medianamente graciosos? Sí, los tiene. Pero para nada justifican esas "reviews" entusiastas que he leído por ahí, perpetradas por "hipsters" empachados de tanta nostalgia retro-cochambrosa y tanto "cool"-ismo de chichinabo. Dios, como los odio.
Keith Kaczorek, uno de los guionistas, dedicaría el resto de su carrera a la animación. Muy adecuado. También el productor con nombre de mafioso, Marco Colombo, metería mano en ese campo, y del modo más bizarro. "Titanic, la película animada" era algo así como "la versión estilo Disney" del trágico suceso, perpetrada por algunos nombres de peso en el "exploitation" italiano, nada menos. Tras ello, Colombo y DeCoteau unieron fuerzas de nuevo, pariendo una ristra interminable de roña hasta el 2014.
Siendo "La dama vengadora" de la década que es, los villanos segundones son una panda de "punkis" algo creciditos, a los que les encanta joder por joder, gritar mucho, sobredialogar innecesariamente, reírse de todo, cargar las tintas y, obvio, matar como si nada. Cada vez que aparecen, les acompañan una serie de tonadillas musicales acordes a su naturaleza que no suenan demasiado mal. Por desgracia, en los créditos no figura información al respecto, y tampoco han dado de sí mis pesquisas. Si alguien ahí fuera sabe de qué grupo se trata, que me escriba porfaplis.
En fin, ¿qué más puedo decir? "La dama vengadora" es lo que recordaba, y lo que esperaba ver en esta segunda -y última por lo que a mi respecta- incursión, un truñazo lleno de momentos absurdamente risibles. ¿Tiene sus "tics" zetosos y ochenteros medianamente graciosos? Sí, los tiene. Pero para nada justifican esas "reviews" entusiastas que he leído por ahí, perpetradas por "hipsters" empachados de tanta nostalgia retro-cochambrosa y tanto "cool"-ismo de chichinabo. Dios, como los odio.
martes, 11 de febrero de 2025
THE MORTICIAN
Este producto que no llega ni a festivalero, es de un incompetente que asusta, sobre todo porque, por el motivo que sea, a priori tiene pinta que no va a estar mal. Todo indica que se trata de una película de terror protagonizada por Method Man (de Wu-Tang Clan) que, además, formó parte de la sección oficial Panorama del festival más prestigioso del mundo, el de Berlín, en su edición de 2011, compartiendo espacio con el cine de autor español —y de corte social— como la inadvertida “Amador” de Fernando León (goarrr!!) de Aranoa. Sin embargo, de terror poco, es una engañifa. Por otro lado sería una película muy de la década pasada, estando rodada en el por entonces novedoso 3D y con una cámara, la "Red One", que aunque se presentaba como el vídeo digital del futuro siendo a principios de los años 10 lo último en tecnología y la herramienta definitiva para sustituir al celuloide, en 2013 ya estaba absolutamente obsoleta porque, en la era digital, los avances se suceden a la velocidad del rayo. Y en pleno 2025, ya nadie quiere oír hablar de la proyección 3D, ni mucho menos de la "Red One". Así que imagínense lo anticuada que se ha quedado esta película en poco más de 14 años.
Estar seleccionada en Berlín no significa nada y, quiero pensar, que lo estuvo por la condición británica del director, Gareth Maxwell Roberts, porque por otro motivo no se entiende. Y es que “The Mortician” es en realidad una "serie B" —bordeando la Z— con un guion tan mal elaborado, una trama tan tonta y de un resultado tan insípido, que cuesta mucho entender cómo fue seleccionada en cualquier sección de cualquier festival que no sea "Brigadoon" en Sitges, máxime cuando se trata de Berlín quien acoge esta película en su seno.
Es mala a rabiar.
Un médico forense retraído y solitario, es testigo de cómo alguien tira al río un cadáver recién asesinado. También se da cuenta de que un niño ha visto todo, por lo que un buen día el asesino acude a la morgue para intimidar al forense y de paso advertirle que, si en algún momento ve al niño por allí, deberá decírselo. Al mismo tiempo, los agentes de la condicional ponen a su servicio a un tipo con el fin de que cumpla con los trabajos sociales de la libertad condicional. Este resultará ser el tío del niño testigo del crimen que, mira tú por donde, se esconde en la morgue donde estos dos operan. Juntos, se enfrentarán al matón y, durante el periplo, además, exorcizarán sus demonios internos.
La sinopsis aún me ha quedado dinámica para lo que es una película que no avanza ni a trompicones y aburre al más pintado, sin la más mínima pizca de suspense o emoción, ni razón de ser.
Por supuesto, su director, Gareth Maxwell Roberts, es un esteta, y se va a rodar a un Nueva Orleans desolado tras el huracán Katrina, lo que da a la ambientación un toque post-apocalíptico y fecha la acción en un tiempo indeterminado. Todo apunta a que puede que los hechos de “The Mortician” sucedan en un futuro cercano, por eso resulta chocante que el forense vista con ropas de la época victoriana, o utilice cachivaches, cámaras de fotos y demás utensilios propios de aquella misma. Y como en ningún momento se da explicación a esos contrastes, uno termina del todo desconcertado.
Pero para desconcierto el de la barba de Method Man… Desconozco si es por temas de agenda, compaginación de rodajes o qué, pero lo cierto es que en algunas secuencias el rapero muestra una barba completa y frondosa, suya, natural, y en otras la lleva recortada. Para hacerla parecer completa y que no destruya el raccord ¡se la rellenan con pintura! Por lo que de un plano a otro vemos mutar la barba de la manera más bochornosa. Asimismo, Method Man, actor más bien tirando a discretito, vale para hacer de chuloputas o de negrata, pero que como médico forense de aspecto victoriano, retraído y asustadizo, como que no… es una de las peores ideas de casting que yo recuerde. Ahora, entiendo todo cuando vemos que su personaje, aun principal, solventa la papeleta a base de frases cortas y monosílabos; el deseo de cualquier mal actor con mucho afán de protagonismo.
No deja de parecerme gracioso que en reviews firmadas por usuarios en las distintas bases de datos de Internet, llame la atención un pequeño detalle; un “mortician” es el de las pompas fúnebres, un enterrador, por así decirlo. Un enterrador no se encarga de hacer autopsias, de eso se encarga un médico cualificado, es decir, un forense. De manera que algunos usuarios se quejaban del título, puesto que, según esto, la película debía haberse titulado “The Coroner”. Una chorrada como cualquier otra. Probablemente la producción pensase que las funciones de un enterrador son las mismas que las de un forense… en cualquier caso da lo mismo.
Por lo demás, y por apuntar algunos nombres, tenemos los de Dash Mihok, visto en “La delgada linea roja” o Edward Furlong, aceptando un papel de una sola sesión. Aparece por el set un día, y luego su intervención se va repartiendo a lo largo del metraje para que tenga presencia en toda la película… cuando no rodó más de dos horas.
Muy mala, pero ha dado para hablar de ella un poquito.
Estar seleccionada en Berlín no significa nada y, quiero pensar, que lo estuvo por la condición británica del director, Gareth Maxwell Roberts, porque por otro motivo no se entiende. Y es que “The Mortician” es en realidad una "serie B" —bordeando la Z— con un guion tan mal elaborado, una trama tan tonta y de un resultado tan insípido, que cuesta mucho entender cómo fue seleccionada en cualquier sección de cualquier festival que no sea "Brigadoon" en Sitges, máxime cuando se trata de Berlín quien acoge esta película en su seno.
Es mala a rabiar.
Un médico forense retraído y solitario, es testigo de cómo alguien tira al río un cadáver recién asesinado. También se da cuenta de que un niño ha visto todo, por lo que un buen día el asesino acude a la morgue para intimidar al forense y de paso advertirle que, si en algún momento ve al niño por allí, deberá decírselo. Al mismo tiempo, los agentes de la condicional ponen a su servicio a un tipo con el fin de que cumpla con los trabajos sociales de la libertad condicional. Este resultará ser el tío del niño testigo del crimen que, mira tú por donde, se esconde en la morgue donde estos dos operan. Juntos, se enfrentarán al matón y, durante el periplo, además, exorcizarán sus demonios internos.
La sinopsis aún me ha quedado dinámica para lo que es una película que no avanza ni a trompicones y aburre al más pintado, sin la más mínima pizca de suspense o emoción, ni razón de ser.
Por supuesto, su director, Gareth Maxwell Roberts, es un esteta, y se va a rodar a un Nueva Orleans desolado tras el huracán Katrina, lo que da a la ambientación un toque post-apocalíptico y fecha la acción en un tiempo indeterminado. Todo apunta a que puede que los hechos de “The Mortician” sucedan en un futuro cercano, por eso resulta chocante que el forense vista con ropas de la época victoriana, o utilice cachivaches, cámaras de fotos y demás utensilios propios de aquella misma. Y como en ningún momento se da explicación a esos contrastes, uno termina del todo desconcertado.
Pero para desconcierto el de la barba de Method Man… Desconozco si es por temas de agenda, compaginación de rodajes o qué, pero lo cierto es que en algunas secuencias el rapero muestra una barba completa y frondosa, suya, natural, y en otras la lleva recortada. Para hacerla parecer completa y que no destruya el raccord ¡se la rellenan con pintura! Por lo que de un plano a otro vemos mutar la barba de la manera más bochornosa. Asimismo, Method Man, actor más bien tirando a discretito, vale para hacer de chuloputas o de negrata, pero que como médico forense de aspecto victoriano, retraído y asustadizo, como que no… es una de las peores ideas de casting que yo recuerde. Ahora, entiendo todo cuando vemos que su personaje, aun principal, solventa la papeleta a base de frases cortas y monosílabos; el deseo de cualquier mal actor con mucho afán de protagonismo.
No deja de parecerme gracioso que en reviews firmadas por usuarios en las distintas bases de datos de Internet, llame la atención un pequeño detalle; un “mortician” es el de las pompas fúnebres, un enterrador, por así decirlo. Un enterrador no se encarga de hacer autopsias, de eso se encarga un médico cualificado, es decir, un forense. De manera que algunos usuarios se quejaban del título, puesto que, según esto, la película debía haberse titulado “The Coroner”. Una chorrada como cualquier otra. Probablemente la producción pensase que las funciones de un enterrador son las mismas que las de un forense… en cualquier caso da lo mismo.
Por lo demás, y por apuntar algunos nombres, tenemos los de Dash Mihok, visto en “La delgada linea roja” o Edward Furlong, aceptando un papel de una sola sesión. Aparece por el set un día, y luego su intervención se va repartiendo a lo largo del metraje para que tenga presencia en toda la película… cuando no rodó más de dos horas.
Muy mala, pero ha dado para hablar de ella un poquito.
sábado, 8 de febrero de 2025
POLICE FORCE
Durante mi obsesión juvenil por consumir toda suerte de películas sobre andanzas justicieras, llegué a un punto en el que, tras devorar los títulos respetados y respetables, e inyectarme una dosis de sus coetáneos italianos, tuve que recurrir a un escalón todavía más bajo (aunque no el último, ese pertenece al "actioner" filipino): subproductos norteamericanos directos al vídeo-club por cortesía de nombres tan poco recomendables como los de Joseph Merhi & Richard Pepin, David A. Prior o Cirio H. Santiago. Entre muchos más, todos igual de insalubres. La única condición que les ponía era la existencia de cierto parecido con "Paul Kersey" o, sobre todo, "Harry Callahan". Es decir, poli encabronado buscando venganza y armado con juguete de gran calibre. Así, de memoria, recuerdo haberme papeado, siguiendo tal estrategia, películas como "The Big Score" de/con Fred Williamson (se rumoreaba -erróneamente- que partía de un guion para el propio "Harry Callahan" finalmente no realizado), "L.A.Heat" (del amigo Merhi), "Max Force" (con John Matuszak -el "Sloth" de los "Goonies"- impartiendo justicia) o "Juez, Jurado y Ejecutor". "Police Force" tenía, a primera vista, todos los números para encajar en la lista. Ya desde su tremenda caratula (se la dejo abajo, cortesía -lo mismo que el respectivo ripeo- de mi queridísimo Enorm), cuyo póster lució en mis paredes un tiempo (supongo que los del vídeo-club iban a tirarlo y conseguí que me lo regalaran), el original yanki -donde se la conoce como "Nightstick", año 1987 por cierto- ultra-macarra (y ultra-engañoso... más incluso que la versión pal mercado hispano), su trama de base... hasta el apellido del héroe, Calhoun -muy fonéticamente parecido a "Callahan"-.
Y sí, Calhoun es un poli duro -tampoco demasiado-, en perpetua lucha contra sus superiores (nos lo presentan con la típica escena heroica, en la que se hace pasar por médico para detener a un psycho armado. Retrotrae a aquella de "Callahan" fingiendo ser piloto en "Harry, el fuerte"). Será el responsable de pillar a una banda de hermanos malísimos que amenazan con infestar Nueva York de bombas si no les dan dinero (por número, método e intenciones, diríanse la combinación perfecta entre el "Scorpio" de "Dirty Harry" y los terroristas jipis de su tercera entrega, "Harry, el ejecutor"). ¿Exagero? Bien, ¿y si les digo que uno de los actores de "Police Force" es John Vernon, quien interpretara al alcalde en el clásico de Don Siegel, y aquí da vida a un poderoso hombre de negocios extorsionado? Dato tan descarado como cuando Sylvester Stallone fichó para "Cobra" a Reni Santoni y Andrew Robinson (socio y enemigo de "Callahan" respectivamente en el primer film).
Por desgracia, todos esos paralelismos con mi poli favorito se quedan en la superficie, porque "Police Force", a pesar de sus esforzados intentos a base de ritmo acelerado y cierta sutil estilización, termina resultando más bien desaboría. ¿Motivo? pues que estamos ante un telefilm en toda regla, y de los ochenta, cuya naturaleza queda del todo delatada cuando en el reparto localizamos a dos veteranos por entonces más que habituales en estas lides, Robert Vaughn y un Leslie Nielsen apuntito de zafarse de semejante infierno para renacer como "Frank Drebin" (y, a su modo, meterse en otro infierno, el del encasillamiento). Al "Harry Callahan" de mentirijillas lo interpreta Bruce Fairbairn, actor habitual en series bien conocidas (como "La Masa", "Los ángeles de Charlie", "El coche fantástico", "Remington Steele", "Los vigilantes de la playa"...), quien también habría nadado ocasionalmente entre subproductos. Ese mismo 1987 venía de interpretar a otro policía en "Cyclone, al filo de la muerte" del omnipresente Fred Olen Ray. Pero previamente contaba con un crédito de lo más exótico como protagonista, "Vampire Hookers" para -otra vez tú- Cirio H. Santiago, nada menos. Le complementa David Mucci, el matón feúcho finalmente decapitado en "Prom Night", como uno de los villanos.
Por tanto, y por supuesto, el 99% de la carrera de Joseph L. Scanlan, director de "Police Force", se desarrolló entre los márgenes de una pantalla cuadrada. Estaba cantado, vamos.
Al productor, Sandy Howard, ya lo hemos tratado por acá. Un auténtico hombre de cine, capaz de apadrinar desde productos de primera, a cosas más cochambrosas o, como es el caso, telefilms. Graciosamente, no era aquella la primera vez que me decepcionaba, ya lo hizo cuando convirtió a Wings Hauser en un poli no sucio, pero sí frío, de nombre "Stoney".
Que "Police Force" se parió para la caja lerda lo denota también cierta censura moral. Entre la poquísima chicha que hay, tenemos la ejecución de un policía por parte del criminal de turno. Cuando vemos a aquel en el suelo, apunto de recibir el balazo, distinguimos una cantosa aplicación de látex pegada a la frente. Es evidente que su finalidad consistía en falsear un supuesto impacto mortal... pero no llegamos a presenciarlo.
En el tercer acto, los malos exigen que sea Calhoun quien les lleve las maletas con el dinero, previa instrucción telefónica (otra conexión con "Harry, el sucio"), además, han secuestrado a su chorba, por lo que el policía acude más que motivado. No obstante, ni siquiera así se enfunda en el "look" ultra-chanin del cartel yanki, ni saca un pistolaco como el de la caratula del vídeo-club, algo que podría haber sospechado viendo la foto promocional de la parte trasera en la que sujeta una pistolica mas bien mierdosa.
Y sí, Calhoun es un poli duro -tampoco demasiado-, en perpetua lucha contra sus superiores (nos lo presentan con la típica escena heroica, en la que se hace pasar por médico para detener a un psycho armado. Retrotrae a aquella de "Callahan" fingiendo ser piloto en "Harry, el fuerte"). Será el responsable de pillar a una banda de hermanos malísimos que amenazan con infestar Nueva York de bombas si no les dan dinero (por número, método e intenciones, diríanse la combinación perfecta entre el "Scorpio" de "Dirty Harry" y los terroristas jipis de su tercera entrega, "Harry, el ejecutor"). ¿Exagero? Bien, ¿y si les digo que uno de los actores de "Police Force" es John Vernon, quien interpretara al alcalde en el clásico de Don Siegel, y aquí da vida a un poderoso hombre de negocios extorsionado? Dato tan descarado como cuando Sylvester Stallone fichó para "Cobra" a Reni Santoni y Andrew Robinson (socio y enemigo de "Callahan" respectivamente en el primer film).
Por desgracia, todos esos paralelismos con mi poli favorito se quedan en la superficie, porque "Police Force", a pesar de sus esforzados intentos a base de ritmo acelerado y cierta sutil estilización, termina resultando más bien desaboría. ¿Motivo? pues que estamos ante un telefilm en toda regla, y de los ochenta, cuya naturaleza queda del todo delatada cuando en el reparto localizamos a dos veteranos por entonces más que habituales en estas lides, Robert Vaughn y un Leslie Nielsen apuntito de zafarse de semejante infierno para renacer como "Frank Drebin" (y, a su modo, meterse en otro infierno, el del encasillamiento). Al "Harry Callahan" de mentirijillas lo interpreta Bruce Fairbairn, actor habitual en series bien conocidas (como "La Masa", "Los ángeles de Charlie", "El coche fantástico", "Remington Steele", "Los vigilantes de la playa"...), quien también habría nadado ocasionalmente entre subproductos. Ese mismo 1987 venía de interpretar a otro policía en "Cyclone, al filo de la muerte" del omnipresente Fred Olen Ray. Pero previamente contaba con un crédito de lo más exótico como protagonista, "Vampire Hookers" para -otra vez tú- Cirio H. Santiago, nada menos. Le complementa David Mucci, el matón feúcho finalmente decapitado en "Prom Night", como uno de los villanos.
Por tanto, y por supuesto, el 99% de la carrera de Joseph L. Scanlan, director de "Police Force", se desarrolló entre los márgenes de una pantalla cuadrada. Estaba cantado, vamos.
Al productor, Sandy Howard, ya lo hemos tratado por acá. Un auténtico hombre de cine, capaz de apadrinar desde productos de primera, a cosas más cochambrosas o, como es el caso, telefilms. Graciosamente, no era aquella la primera vez que me decepcionaba, ya lo hizo cuando convirtió a Wings Hauser en un poli no sucio, pero sí frío, de nombre "Stoney".
Que "Police Force" se parió para la caja lerda lo denota también cierta censura moral. Entre la poquísima chicha que hay, tenemos la ejecución de un policía por parte del criminal de turno. Cuando vemos a aquel en el suelo, apunto de recibir el balazo, distinguimos una cantosa aplicación de látex pegada a la frente. Es evidente que su finalidad consistía en falsear un supuesto impacto mortal... pero no llegamos a presenciarlo.
En el tercer acto, los malos exigen que sea Calhoun quien les lleve las maletas con el dinero, previa instrucción telefónica (otra conexión con "Harry, el sucio"), además, han secuestrado a su chorba, por lo que el policía acude más que motivado. No obstante, ni siquiera así se enfunda en el "look" ultra-chanin del cartel yanki, ni saca un pistolaco como el de la caratula del vídeo-club, algo que podría haber sospechado viendo la foto promocional de la parte trasera en la que sujeta una pistolica mas bien mierdosa.
martes, 4 de febrero de 2025
LA FAMILIA MONSTER
“La familia Monster” es un clásico de la televisión de los años 60 en forma de sitcom. Tras algunas emisiones discretas, en España logró cierta repercusión durante los años 80 dentro del programa contenedor infantil y juvenil “La bola de cristal”. Debido a sus características —nos mostraba a una familia de monstruos viviendo entre mortales en un algún lugar de los Estados Unidos—, se convirtió en una serie de culto con un fandom que ha permanecido fiel durante décadas. Obviamente, la serie, de contenido absolutamente naif, es un producto muy de su época que se gastaba un humor muy blanco y para todos los públicos. A posteriori tuvo que sufrir remakes protagonizados por actores que no tenían la misma gracia del reparto original, como en la insufrible serie “La familia Monster, hoy” de 1988, e incluso telefilmes insulsos como “La familia Monster: La película” —curiosamente dirigido por el “Exterminador” Robert Ginty— del 95, o el especial navideño “The Munsters: Scary Little Crhistmas” de 1996.
Y claro, da la casualidad que al señorito Rob Zombie todo lo que tenga que ver con el “monstruísmo” y demás parafernalias se la pone gorda. Resulta que (¡Oh, sorpresa!) es un fan, y de los grandes, de “La Familia Monster”. Y en pleno 2022 decide hacer su propia adaptación de la clásica serie. En principio la cosa no pinta mal, porque sus nuevas versiones de “Halloween” son sustancialmente mejores que cualquiera de las que se han realizado en los últimos años a costa de la megalomanía de David Gordon Green. Pero pronto aparecieron los primeros trailers de esos nuevos "Monsters" e, innegablemente, la cosa pintaba mal, muy mal. Las críticas le hundieron en el fango. Hasta las de sus fans más entusiastas. ¿Pero, con, o sin razón?
No siendo yo en absoluto fan de “The Munsters” (vi la serie como todo hijo de vecino y me puede hacer cierta gracia, pero poco más), no me dejé llevar por el clamor popular y decidí darle una oportunidad a la película. Al fin y al cabo, por mala que fuese, no dejaba de ser una comedia fantástica y desenfadada que, a poco que hiciera, debería resultar entretenida. Y maldita sea la hora en la que me puse a ver esta nueva “Familia Monster”.
El amigo Zombie se casca una precuela, mostrándonos la vida del abuelo y su hija Lily en Transilvania, así como la creación, por parte de un científico loco y su criado Igor, de Herman Monster en el laboratorio; el posterior enamoramiento de Lily y Herman y como deciden dejarlo todo para irse a vivir el sueño americano en compañía del abuelo, para formar una familia en los Estados Unidos. Bajo ese hilo conductor se van sucediendo los gags y, el resto, que entronca directamente con el primer capítulo de la serie, ya es por todos conocido.
La verdad es que Zombie le pone cariño y respeto por el material, no escatima en escenarios extraños, lúgubres y coloridos. Tanto cariño y respeto, de hecho, que en su afán, colorinches aparte, decide ser fiel al tono y humor de la serie de los años 60. Un humor que, a todas luces, ya incluso en los 80 -cuando más pegó aquí- estaba demodé.
Pero es que todo está mal en esta adaptación; Sheri Moon Zombie como Lily Monster… a ver, está bien caracterizada y demás, pero no pega. No pega ni con cola; La incorporación de toda suerte de monstruos, puesto que la acción se ambienta en esa hipotética Transilvania de época indeterminada de la que provienen los Monsters, es una excusa para poder tirar de guiños, homenajes y referencias, tantas como a Zombie le viene en gana, incluido un Conde Orlock, con todo el look del Nosferatu del “Phantasma II” de Tobe Hooper, como interés romántico de Lily Monster antes que Herman fuera creado. Y así podría seguir un rato.
Pero al margen de todo esto, “La familia Monster” es una adaptación a la que, probablemente, le vendría mejor estar rodada en blanco y negro, aunque no es ese (ni los anteriores) su principal problema. Los problemas reales son, por un lado, su look de vídeo digital que tira de espaldas, con ese uso de las luces rojas y verdes en la iluminación que le dan textura de cortometraje dosmilero de Dani Moreno; Ese reparto desprovisto de carisma y que repite con más pena que gloria los tics y chascarrillos de los Monster originales; el excesivo metraje que roza las dos horas y, sobre todo, el SOBERANO aburrimiento que nos provoca desde el minuto uno. “La familia Monster” de Rob Zombie puede que sea una de las comedias menos divertidas que existen.
En definitiva, lo peor que le pasa a “The Munsters” es que es terriblemente insulsa, una de esas películas que no sirve ni para odiarlas. Simplemente al terminar te quedas con la sensación de no haber visto nada, ni bueno, ni malo. Y eso es lo peor que le puede suceder a cualquier producto audiovisual.
En su momento vi capítulos sueltos de la serie de los 80 y eran malos, vi el telefilm de Robert Ginty y era más que flojo, pero, yo creo que la existencia de esta nueva adaptación, con todos los medios puestos al alcance de un director con ya más de 20 años de experiencia como es Zombie, hace parecer aquellos productos televisivos y baratos en ningún caso obras maestras, pero sí trabajos realizados por profesionales medianamente capacitados.
Es que, esto de los Monsters, de puro insípido no se como se le ha dado luz verde para ser estrenado.
sábado, 1 de febrero de 2025
GROTESQUE
Casi todo lo que supe por primera vez, tanto de "Grotesque" como su director, Joe Tornatore, fue gracias a la prensa especializada francesa y, más particularmente, "Mad Movies", mi genuina biblia, fuente de conocimientos. En la sección de novedades y/o rodajes en marcha, por alguna extraña razón siempre más centrada en subproductos y morralla casi marginal, aparecía el cartel de la reseñada. O uno de ellos, concretamente aquel con una ilustración muy decente propia de todo un Bernie Wrightson -no me consta que sea suya, pero lo parece-, cosa que, ya de por sí, me llamó la atención. No mucho después, y todavía dentro de esos mismos parámetros, supe de la siguiente obra de Tornatore, "Crystal eye: el ojo de cristal", un "exploit" algo tardío -1991- de "Indiana Jones". Entonces lo tuve claro, tocaba seguirle la pista.
Y aquí viene lo gracioso. Por la misma época fue noticia -pero este en prensa más convencional- Giuseppe Tornatore, director de films tan respetados y premiados como "El profesor" y, sobre todo, "Cinema Paradiso". En mi joven, ingenua y aún no muy ilustrada mente, y dado que Joe es la versión inglesa de Giuseppe, por un momento pensé que eran el mismo cineasta y, como Héctor Olivera, intercalaba productos de prestigio con morralla ultra-comercial. Evidentemente me equivocaba. Pero ya me dirán si no es hilarante casualidad el parecido formal de ambos nombres, operando exactamente durante el mismo período.
Pues entonces, ¿¿quién es Joe Tornatore?? Bien, se trata de un actor reciclado a director. Comenzó como "gorila extra" en "El planeta de los simios", siguiendo con papeles ínfimos en mucha serie y clásicos setenteros de la explotación como "Cleopatra Jones" o "América Violenta". Ascendió unos peldaños al interpretar a un sicario en "El Golpe" y otro matón en "McQ". Viendo que la cosa no terminaba de despegar y, supongo algo insatisfecho (merece la pena resaltar que volvió a enfundarse en la piel de gorila anónimo para la serie televisiva basada en "El planeta de los simios"), decidió dar el salto a la dirección.
Fue en 1976 con una de acción, "Zebras" (de la que él mismo rodaría una secuela / remake en 1987,"Código Zebra"). Acarició las mieles de un cine medianamente serio con "El Vengador", thriller según novela de Mario "El Padrino" Puzo protagonizado por dos ya mohosos Rex Harrison y Rod Taylor, que Tornatore co-dirigió con otro que tal bailaba, el amigo Matt Cimber (aunque la cosa pinta más a sustitución desesperada, especialmente considerando los tres años de separación entre su confección y estreno) y, al final, se rindió a la evidencia: vayamos a lo fácil, hagamos una de terror, esta "Grotesque".
Como decía arriba, supe de ella gracias a los gabachos y, al contrario de lo que ocurría con algunos de los productos de naturaleza atípica anunciados en sus páginas, sí llegó a nuestros estantes videoclubistas, cortesía de "MidWest" / "Record Visión", cuyas inmensas tragaderas impulsaban a que distribuyeran de todo, sin importar categoría. La vi, no me gustó y la olvidé. Hasta que, como siempre, intervino la maldita nostalgia y decidí darle una nueva oportunidad.
Unos punkis malotes acuden a una casa en pleno monte porque han oído que oculta un secreto. Convencidos de que se trata de dinero, machacan a la familia que en ella se hospeda esperando que suelten prenda. Esta viene compuesta por un padre que se dedica a fabricar efectos especiales para películas de terror, su esposa, su hija y la amiga. Los punkis irán arrasando con todos hasta que, ¡oh sorpresa!, el cacareado secreto aparece en forma de un tipo deforme (valga el chiste) y muy cabreado.
Hasta aquí la primera parte de una película compuesta de, errrr, tres cachos y dos giros. Esta está más o menos decente, un "home invasion" en toda regla con los villanos pandilleros del cine de los ochenta, unos punks tan exageradamente malvados, amorales, retorcidos y ridículos como cabría esperar... y debe ser. Vale. Normalmente el anunciado primer giro argumental me lo tomaría positivamente, un modo eficaz de rescatarme del sopor... pero en "Grotesque" el efecto obtenido es de cortada de rollo total. En plan "No me jodas, después de toda la paciencia invertida, toca comenzar de nuevo". Entran en escena la policía, que detiene a los punkis supervivientes, y otro miembro más de la familia agredida clamando justa venganza. Este segmento se marca un desenlace más propio de "The Twilight Zone". Y cuando parecía todo dicho, el film da un último giro. Pero no comentaré nada al respecto porque, en fin, es verlo para creerlo. Pueden tomárselo como una genialidad o un insulto a sus inteligencias (en caso de tenerlas).
¿Resultado? Pues un caos. Uno algo aburrido, sí, aunque tampoco como para rasgarse las vestiduras. Curioso en su esencia pero a kilómetros de ser imprescindible... y hablo de una distancia como la que separa nuestro planeta de "Alfa Centauri". E, incluso así, me quedo corto.
Por una cuestión ya de moral, es obligado que nos detengamos en el asunto de los efectos especiales a los que se dedica el supuesto padre de la supuesta familia. No hace falta decir que ello reserva algunas sorpresas graciosas como, por ejemplo, que al hombre le mole rodar cortos caseros en los que, maquillado de monstruo, ataca a su esposa. Bien, según lo presenciado y dialogado, dichos cortos se suponen grabados en vídeo, pero es evidente que han sido confeccionados con los mismos 35 mm que el resto de "Grotesque", además de su aspecto profesional y que nunca rebelen quien ejerció de cámara para la ocasión. Aunque todavía queda una sorpresa más. Los punkis acuden al taller del hombre y una de las chavalas, en pleno acto sexual, agarra una máscara y se la enfunda. Esta resulta ser la calavera de "Halloween 3", hoy tan célebre. Inevitablemente uno se pregunta aquello de ¿es que acaso el tipo que la diseñó para el clásico de Tommy Lee Wallace se encarga de los efectos especiales en "Grotesque"? pues no, pero sí. El interfecto responde al nombre de John Naulin. Siendo todavía novato curró en "Halloween 3" responsabilizándose del atrezo, incluidas las cacareadas máscaras. Vamos, que se agenció algunas y, supongo, ya adulto y metido de lleno en el film de Joe Tornatore, ante la necesidad las rescató del armario... sin ningún afán homenajeador ni tributante -recuerden, estamos en 1988, y entonces esas cosas no pasaban... gracias a dios- era una simple y lógica cuestión de reciclaje económico.
Mientras que, como director, Tornatore firmó a continuación la mentada "Crystal eye: el ojo de cristal", "Demon Keeper" para Roger Corman (intenté verla, pero su aspecto telefílmico me pudo) o una de vampiros en 2009 titulada "Immortally Yours", para retirarse cuatro años después tras un cortometraje, nunca abandonó del todo su faceta como actor. Siempre paralelamente a la de filmmaker y dentro de parámetros televisivos o con roles muy segundones en algunos títulos llamativos como "F.I.S.T. Símbolo de fuerza" junto a Stallone. Según los datos consultados -esperemos que correctos-, amplió dicha dedicación a la de especialista, ejerciendo como tal en "Cuando llega la noche" de Landis y "Golpe en la pequeña China" de Carpenter. Fascinante trayectoria la suya. Me recuerda un poco a la de otro todoterreno, John "Bud" Cardos.
Pero para marcianadas, el guionista de "Grotesque", un tal Mikel Angel. Considerando que se encargó de escribir los libretos de varias películas de Tornatore, asumí que era este mismo oculto tras seudónimo, porque pinta de serlo, tiene. Y lo es, aunque no del director, al parecer el caballero en realidad se llamaba George Theakos y comenzó a teclear en 1971, tarea desarrollada para ilustres como el ya mentado Matt Cimber (de ahí la conexión con Tornatore) y Gary Graver (concretamente en "Evil Spirits", indirectamente conectada con el Kevin Bacon del cine "exploitation", Fred Olen Ray, donde Mike Angel también ejerce de actor). Además, en una ocasión se atrevió a dirigir. El resultado, "The Love Butcher", fue tan terrible que quedó en sus latas, sin distribuir. Siete añazos después una de sus protagonistas, Robin Sherwood, logró cierto renombre por su papel en "Yo soy la justicia". Así las cosas, un productor rescató del film de Mikel Angel, encargó al Don Jones de "The Forest" rodar nuevas escenas para darle algo más de prestancia y, esta vez sí, se estrenó (sin hacer mucho ruido, asumo).
¿Agotados ya? Pues aún no hemos hablado del reparto. Por supuesto "Grotesque" se erige como vehículo para la ya entonces perdidísima Linda Blair, también productora ejecutiva. Aquí la muchacha demuestra con creces ser una actriz bastante mediocre. Su catálogo de cucamonas es del todo hilarante. La acompaña otra churri muy de su época, la guapísima Donna Wilkes, alias "la "Angel" original". También andan por ahí Tab Hunter, más conocido por su protagonismo en el "Polyester" del vendido / ladrón de John Waters. Otro "clásico desviado", Guy Stockwell, quien interpretaría al temible dueño del circo en "Santa Sangre". O Charles Dierkop, nombre poco conocido, rostro incomparable, que ha aparecido en un montonazo de títulos, algunos de Joe Tornatore. Justo, con él coincidió en "El Golpe".
Mención aparte merecen los ultra-estereotipados y ya creciditos punkis. Vienen comandados por Brad Wilson, cuya interpretación "over the top" (curiosamente rebajada tras el primer giro) nos recuerda al "Zed" / Bobcat Goldthwait de las "Locas academias de policía", pero en versión "seria". Le secundan Nels Van Patten, de la longeva casta de los Van Patten (de ahí que asome por "Jóvenes Guerreros" junto a su hermano James), dando vida a un agotador villano de agotadora risa burlona. Y no podía faltar el bueno de Robert "Maniac Cop" Z´Dar, al que despachan con demasiada facilidad. Aunque para presencias inevitables, la del inmortal George "Buck" Flower ejerciendo de coordinador de producción o alguna monserga parecida. Este caballero necesita un libro biográfico -o un documental- pero ya.
A la hora de ilustrar la reseña, me he decantado por el llamativo cartel "estilo Wrightson" que tanto me impactó de chaval. No obstante, disponiendo como dispongo de la caratula del VHS -algo maltrecha-, pues me ha sido imposible evitar colársela completa justo a continuación.
Y aquí viene lo gracioso. Por la misma época fue noticia -pero este en prensa más convencional- Giuseppe Tornatore, director de films tan respetados y premiados como "El profesor" y, sobre todo, "Cinema Paradiso". En mi joven, ingenua y aún no muy ilustrada mente, y dado que Joe es la versión inglesa de Giuseppe, por un momento pensé que eran el mismo cineasta y, como Héctor Olivera, intercalaba productos de prestigio con morralla ultra-comercial. Evidentemente me equivocaba. Pero ya me dirán si no es hilarante casualidad el parecido formal de ambos nombres, operando exactamente durante el mismo período.
Pues entonces, ¿¿quién es Joe Tornatore?? Bien, se trata de un actor reciclado a director. Comenzó como "gorila extra" en "El planeta de los simios", siguiendo con papeles ínfimos en mucha serie y clásicos setenteros de la explotación como "Cleopatra Jones" o "América Violenta". Ascendió unos peldaños al interpretar a un sicario en "El Golpe" y otro matón en "McQ". Viendo que la cosa no terminaba de despegar y, supongo algo insatisfecho (merece la pena resaltar que volvió a enfundarse en la piel de gorila anónimo para la serie televisiva basada en "El planeta de los simios"), decidió dar el salto a la dirección.
Fue en 1976 con una de acción, "Zebras" (de la que él mismo rodaría una secuela / remake en 1987,"Código Zebra"). Acarició las mieles de un cine medianamente serio con "El Vengador", thriller según novela de Mario "El Padrino" Puzo protagonizado por dos ya mohosos Rex Harrison y Rod Taylor, que Tornatore co-dirigió con otro que tal bailaba, el amigo Matt Cimber (aunque la cosa pinta más a sustitución desesperada, especialmente considerando los tres años de separación entre su confección y estreno) y, al final, se rindió a la evidencia: vayamos a lo fácil, hagamos una de terror, esta "Grotesque".
Como decía arriba, supe de ella gracias a los gabachos y, al contrario de lo que ocurría con algunos de los productos de naturaleza atípica anunciados en sus páginas, sí llegó a nuestros estantes videoclubistas, cortesía de "MidWest" / "Record Visión", cuyas inmensas tragaderas impulsaban a que distribuyeran de todo, sin importar categoría. La vi, no me gustó y la olvidé. Hasta que, como siempre, intervino la maldita nostalgia y decidí darle una nueva oportunidad.
Unos punkis malotes acuden a una casa en pleno monte porque han oído que oculta un secreto. Convencidos de que se trata de dinero, machacan a la familia que en ella se hospeda esperando que suelten prenda. Esta viene compuesta por un padre que se dedica a fabricar efectos especiales para películas de terror, su esposa, su hija y la amiga. Los punkis irán arrasando con todos hasta que, ¡oh sorpresa!, el cacareado secreto aparece en forma de un tipo deforme (valga el chiste) y muy cabreado.
Hasta aquí la primera parte de una película compuesta de, errrr, tres cachos y dos giros. Esta está más o menos decente, un "home invasion" en toda regla con los villanos pandilleros del cine de los ochenta, unos punks tan exageradamente malvados, amorales, retorcidos y ridículos como cabría esperar... y debe ser. Vale. Normalmente el anunciado primer giro argumental me lo tomaría positivamente, un modo eficaz de rescatarme del sopor... pero en "Grotesque" el efecto obtenido es de cortada de rollo total. En plan "No me jodas, después de toda la paciencia invertida, toca comenzar de nuevo". Entran en escena la policía, que detiene a los punkis supervivientes, y otro miembro más de la familia agredida clamando justa venganza. Este segmento se marca un desenlace más propio de "The Twilight Zone". Y cuando parecía todo dicho, el film da un último giro. Pero no comentaré nada al respecto porque, en fin, es verlo para creerlo. Pueden tomárselo como una genialidad o un insulto a sus inteligencias (en caso de tenerlas).
¿Resultado? Pues un caos. Uno algo aburrido, sí, aunque tampoco como para rasgarse las vestiduras. Curioso en su esencia pero a kilómetros de ser imprescindible... y hablo de una distancia como la que separa nuestro planeta de "Alfa Centauri". E, incluso así, me quedo corto.
Por una cuestión ya de moral, es obligado que nos detengamos en el asunto de los efectos especiales a los que se dedica el supuesto padre de la supuesta familia. No hace falta decir que ello reserva algunas sorpresas graciosas como, por ejemplo, que al hombre le mole rodar cortos caseros en los que, maquillado de monstruo, ataca a su esposa. Bien, según lo presenciado y dialogado, dichos cortos se suponen grabados en vídeo, pero es evidente que han sido confeccionados con los mismos 35 mm que el resto de "Grotesque", además de su aspecto profesional y que nunca rebelen quien ejerció de cámara para la ocasión. Aunque todavía queda una sorpresa más. Los punkis acuden al taller del hombre y una de las chavalas, en pleno acto sexual, agarra una máscara y se la enfunda. Esta resulta ser la calavera de "Halloween 3", hoy tan célebre. Inevitablemente uno se pregunta aquello de ¿es que acaso el tipo que la diseñó para el clásico de Tommy Lee Wallace se encarga de los efectos especiales en "Grotesque"? pues no, pero sí. El interfecto responde al nombre de John Naulin. Siendo todavía novato curró en "Halloween 3" responsabilizándose del atrezo, incluidas las cacareadas máscaras. Vamos, que se agenció algunas y, supongo, ya adulto y metido de lleno en el film de Joe Tornatore, ante la necesidad las rescató del armario... sin ningún afán homenajeador ni tributante -recuerden, estamos en 1988, y entonces esas cosas no pasaban... gracias a dios- era una simple y lógica cuestión de reciclaje económico.
Mientras que, como director, Tornatore firmó a continuación la mentada "Crystal eye: el ojo de cristal", "Demon Keeper" para Roger Corman (intenté verla, pero su aspecto telefílmico me pudo) o una de vampiros en 2009 titulada "Immortally Yours", para retirarse cuatro años después tras un cortometraje, nunca abandonó del todo su faceta como actor. Siempre paralelamente a la de filmmaker y dentro de parámetros televisivos o con roles muy segundones en algunos títulos llamativos como "F.I.S.T. Símbolo de fuerza" junto a Stallone. Según los datos consultados -esperemos que correctos-, amplió dicha dedicación a la de especialista, ejerciendo como tal en "Cuando llega la noche" de Landis y "Golpe en la pequeña China" de Carpenter. Fascinante trayectoria la suya. Me recuerda un poco a la de otro todoterreno, John "Bud" Cardos.
Pero para marcianadas, el guionista de "Grotesque", un tal Mikel Angel. Considerando que se encargó de escribir los libretos de varias películas de Tornatore, asumí que era este mismo oculto tras seudónimo, porque pinta de serlo, tiene. Y lo es, aunque no del director, al parecer el caballero en realidad se llamaba George Theakos y comenzó a teclear en 1971, tarea desarrollada para ilustres como el ya mentado Matt Cimber (de ahí la conexión con Tornatore) y Gary Graver (concretamente en "Evil Spirits", indirectamente conectada con el Kevin Bacon del cine "exploitation", Fred Olen Ray, donde Mike Angel también ejerce de actor). Además, en una ocasión se atrevió a dirigir. El resultado, "The Love Butcher", fue tan terrible que quedó en sus latas, sin distribuir. Siete añazos después una de sus protagonistas, Robin Sherwood, logró cierto renombre por su papel en "Yo soy la justicia". Así las cosas, un productor rescató del film de Mikel Angel, encargó al Don Jones de "The Forest" rodar nuevas escenas para darle algo más de prestancia y, esta vez sí, se estrenó (sin hacer mucho ruido, asumo).
¿Agotados ya? Pues aún no hemos hablado del reparto. Por supuesto "Grotesque" se erige como vehículo para la ya entonces perdidísima Linda Blair, también productora ejecutiva. Aquí la muchacha demuestra con creces ser una actriz bastante mediocre. Su catálogo de cucamonas es del todo hilarante. La acompaña otra churri muy de su época, la guapísima Donna Wilkes, alias "la "Angel" original". También andan por ahí Tab Hunter, más conocido por su protagonismo en el "Polyester" del vendido / ladrón de John Waters. Otro "clásico desviado", Guy Stockwell, quien interpretaría al temible dueño del circo en "Santa Sangre". O Charles Dierkop, nombre poco conocido, rostro incomparable, que ha aparecido en un montonazo de títulos, algunos de Joe Tornatore. Justo, con él coincidió en "El Golpe".
Mención aparte merecen los ultra-estereotipados y ya creciditos punkis. Vienen comandados por Brad Wilson, cuya interpretación "over the top" (curiosamente rebajada tras el primer giro) nos recuerda al "Zed" / Bobcat Goldthwait de las "Locas academias de policía", pero en versión "seria". Le secundan Nels Van Patten, de la longeva casta de los Van Patten (de ahí que asome por "Jóvenes Guerreros" junto a su hermano James), dando vida a un agotador villano de agotadora risa burlona. Y no podía faltar el bueno de Robert "Maniac Cop" Z´Dar, al que despachan con demasiada facilidad. Aunque para presencias inevitables, la del inmortal George "Buck" Flower ejerciendo de coordinador de producción o alguna monserga parecida. Este caballero necesita un libro biográfico -o un documental- pero ya.
A la hora de ilustrar la reseña, me he decantado por el llamativo cartel "estilo Wrightson" que tanto me impactó de chaval. No obstante, disponiendo como dispongo de la caratula del VHS -algo maltrecha-, pues me ha sido imposible evitar colársela completa justo a continuación.
martes, 28 de enero de 2025
THE LAS VEGAS STRANGLER
“The Las Vegas Strangler”, estrenada de tapadillo y en cines para adultos bajo el título de “No tears for the dammed”, es una de esas películas a las que posteriormente se les perdió la pista y, llegados los 80, fue considerada oficialmente extraviada e ilocalizable, sin una sola copia disponible. Hasta que, como suele ser habitual, un día algún investigador da con su paradero (en este caso las buenas gentes de Vinegar Syndrome), la restauran y ponen en circulación.
“The Las Vegas Strangler” forma parte de un maravilloso "pack" que recopila un buen número de estas películas L&F (lost & found, perdidas y encontradas), junto a joyas de lo ignoto como puedan ser “Barbara” o “The rare blue apes of cannibal isle”.
Algunas bobinas recuperadas estaban muy deterioradas e incompletas y, finalmente, lo que tenemos en circulación es un montaje lo más fiable posible al original, un 90%. El final de esta versión queda amputado abruptamente, porque no había más película con la que contar. No importa, nada de todo eso afecta a la comprensión de su trama. Y es que, en cualquier caso, tampoco hay mucho que comprender, porque plantea una historia simple, cristalina y deliciosamente misógina.
Se trata de una de las muchas consecuencias fílmicas de “Psicosis”, esta vez deambulando por los derroteros del “sexploitation”, dando como resultado una de las primeras muestras de cine de asesinos en serie mezclado con dosis de sensacionalismo, tetas, culos, e incluso porno soft, con una serie de secuencias sin mucha relación con lo que nos cuenta la película, y que tienen toda la pinta de ser insertos que, en su momento, introdujeron los responsables de la primera versión. Estos son de folleteo, con culos peludos y masculinos culebreando en posición concupiscente.
Una pizpireta prostituta parece quedar prendada de un apuesto caballero, que acude al local en el que ella trabaja a beberse su whisky. Tras una mala experiencia con un cliente, esta es rescatada por el galán, que le saca de ese antro y, rápidamente, se casa con ella en Las Vegas.
Todo parece ir muy bien entre el matrimonio, pero resulta que el individuo, en sus ratos libres, asesina a toda mujer que se cruza en su camino, dejando una marca muy diferenciable; les corta mechones de pelo con las mismas tijeras de costura con las que las mata. Por supuesto, nuestro asesino es un tipo traumado por culpa de su madre, una señora castradora y dominante, y cierta pulsión homosexual que lo acompaña desde niño, motivo por el cual también rechaza a los gays, golpeándolos cuando estos le seducen al detectarlo en bares de copas como a un igual.
Está francamente bien esta “The Las Vegas Strangler”, probablemente sea una de las películas más retorcidas y atrevidas de la época. No es tan grafica como otras muestras del género (Herschell Gordon Lewis ya andaba por ahí haciendo de las suyas) pero las intenciones quedan claras, amén de no cortarse a la hora de incluir, dentro de los personajes principales y como la buena de la función, a una prostituta con todas sus letras, cosa que me resultó extraña por muy "exploit" que sea la película. Al margen de esto, lo que sucede con “The Las Vegas Strangler” es que, a pesar de estar incompleta, se sigue con facilidad porque, en esencia, es muy entretenida y desquiciada, llena de tetas y chotos, algún que otro numerito de burlesque y picaruelo, y un buen puñado de asesinatos a los que, eso sí, se les escatima la sangre. Pero es de esas películas que, más allá de aparecer en las latas tras lustros perdidas en cualquier sucio almacén (cada vez hay más), le deja a uno la sensación de haber visto una joyita, una obra a tener en cuenta, y más cuando la mayoría de estos productos vindicados a través de la arqueología cinéfila, suelen ser, por norma general, un auténtico mojón de vaca. Este no, este, sin ser una maravilla, es estupendo.
Del director, William Collins, poco se sabe. No aparece acreditado en ninguna película más, a parte de esta. Se trata de un cineasta local de Las Vegas que utilizó su ciudad natal para ambientar la cinta, así como retratar lugares arquetípicos de la zona o filmar varios de los distintos espectáculos que allí se podían ver.
sábado, 25 de enero de 2025
QUINTA AVENIDA
Traduciendo literalmente uno de sus dos títulos originales, "Fifth Avenue" (el otro, mucho más adecuado y conocido, es "Bits & Pieces") "Quinta Avenida" parapeta un auténtico desvarío que, perfectamente, podría encajar en una lista de "malas pero divertidas". Además, fue parida el sagrado 1985... ¿se puede pedir más?
Arthur sufrió muchas vejaciones por parte de su madre cuando era chaval. Por ello, acabó matándola. Ya adulto, se ha convertido en un auténtico misógino que secuestra a mujeres golfas, las disfraza de su progenitora y descuartiza. Eso mismo le ha pasado a la amiga de la prota, quien se enamorará del policía que investiga el crimen y, juntos, terminarán enfrentados al temible psicópata.
Hacer un recuento de todas las anti-virtudes de "Quinta Avenida" supone un auténtico esfuerzo. Probablemente me deje algunas pero, oiga, mejor para ustedes. Más sorpresas.
De entrada, por el trauma con su madre y el hecho de que existe un maniquí disfrazado de esta con el que el asesino parlotea, la cosa recuerda mucho a "Maniac". Luego, que el tipo vista con una camisa blanca y su corbata (siempre susceptibles de recibir salpicaduras tras cometer un crimen, aunque al día siguiente luzcan como nuevas) y mutile a sus víctimas -todas "bimbos". A veces cuesta distinguirlas, e incluyo aquí a la protagonista- tumbándolas en una mesa de sacrificios, trae a la memoria los desmanes de "Fuad Ramses" en "Blood Feast", el clásico de Herschell Gordon Lewis. Cosa ampliada a la incapacidad de ambos intérpretes. Los dos "histrionan" que da gusto. Hasta la risa. Aunque, por desgracia, el gore de la reseñada es menos explícito. Mucho líquido rojo, pero casi siempre fuera de cámara.
¿He dicho risas? "Quinta Avenida" reserva unas cuantas de esas involuntarias, las que molan. Tal vez, lo mejor recaiga sobre la historia de amoríos entre la protagonista y el policía. Ella, como decía, rubia, guapa y joven. Él, un señor de mediana edad, medio calvo, con mostacho y no muy agraciado. Primero tienen un encuentro algo tenso en comisaría. Terminan haciendo las paces y él se compromete a llamarla en caso de que haya novedades. Al día siguiente cumple, aunque el motivo no es la investigación del crimen, sino para preguntarle si quiere acompañarle a la playa. Ella, a pesar del trauma de saber que su amiga ha sido descuartizada como quien dice ayer, accede encantada. Y van, y nos comemos una larga escena de ambos jugueteando en la arena, besándose y amándose a base de alegre tonadilla pop, imágenes que se intercalan con otras del asesino cazando y mutilando a otra de las amigas de la protagonista (una vez más, de look perturbadoramente parecido).
Pero no acaba aquí la cosa, seguidamente el poli y la rubia deciden pasar la noche en un jacuzzi, a base de más besos y carantoñas. Y luego, junto a la chimenea. Al menos aquí la chica siente algo de remordimientos... aunque le duran poco. Pero bueno ¿¿es que este poli no curra o qué?? ¿¿no debería estar investigando?? más le valdría, ya que, de mientras, el psycho-killer acude hasta casa de los padres de la protagonista y los asesina -menuda gafe-. Otro momento de órdago porque, primero, papá, al que le encanta situarse frente a su equipo estéreo e imitar las maneras de un director de orquesta, es un señor de unos cincuentaymuchos, gordo y barbudo. Mientras que mamá está un rato rica (tan rubia como -y casi igual de joven que- su hija) y nos regala un desnudo ultra-gratuito a base de teta siliconada.
En fin, ya ven un poco por donde van los tiros. Y hay más. Al parecer en 1985 estaban de moda los locales de strippers a los que acudían marujas para ver a tipos de aspecto afeminado contorsionarse en tanga, así la película los explota a conciencia, mostrando imágenes que parecen totalmente reales... y un par de veces. Es de semejante sucio antro de donde salen las "mujeres golfas" que el asesino captura, incluida la chica prota, aunque ella únicamente fue a tomar apuntes para una tesis doctoral, ¡aaaro! ya saben lo de la doble moral yanki, la heroína debe ser casta y pura.
Quizás lo más decente de "Quinta Avenida" sea el desenlace. Pero no diré más, que ya he largado demasiado.
El culpable de este cristo responde al nombre de Leland Thomas, quien dirigía por primera y última vez. Lo mismo que el co-guionista, Michael Koby... nada que ver con el Michael Coby de infausta memoria.
El reparto viene trufado por una serie de actorzuelos a los que les falta el talento (el que hace de poli es especialmente negado) o les sobra la capacidad de sobreactuar y efectuar escalofriantes cucamonas. Algunas de las víctimas del psycho-killer hicieron luego algo de carrera, casi siempre en función de extra y/o sin acreditar y, también casi siempre, tirando de sus encantos físicos. Destaco únicamente a Sandy Brooke, que venía de marcarse un rol para "Sledgehammer", el infame slasher grabado en vídeo por David A. Prior, y terminaría dándolo todo en subproductos de Fred Olen Ray y David DeCoteau. Vale, no es que sea algo de lo que presumir, pero al lado de Leland Thomas, los señores Prior, Ray y DeCoteau eran Coppola, Scorsese y Spielberg.
Ya no se hace mierda como esta. Lamentémonos al unísono.
Arthur sufrió muchas vejaciones por parte de su madre cuando era chaval. Por ello, acabó matándola. Ya adulto, se ha convertido en un auténtico misógino que secuestra a mujeres golfas, las disfraza de su progenitora y descuartiza. Eso mismo le ha pasado a la amiga de la prota, quien se enamorará del policía que investiga el crimen y, juntos, terminarán enfrentados al temible psicópata.
Hacer un recuento de todas las anti-virtudes de "Quinta Avenida" supone un auténtico esfuerzo. Probablemente me deje algunas pero, oiga, mejor para ustedes. Más sorpresas.
De entrada, por el trauma con su madre y el hecho de que existe un maniquí disfrazado de esta con el que el asesino parlotea, la cosa recuerda mucho a "Maniac". Luego, que el tipo vista con una camisa blanca y su corbata (siempre susceptibles de recibir salpicaduras tras cometer un crimen, aunque al día siguiente luzcan como nuevas) y mutile a sus víctimas -todas "bimbos". A veces cuesta distinguirlas, e incluyo aquí a la protagonista- tumbándolas en una mesa de sacrificios, trae a la memoria los desmanes de "Fuad Ramses" en "Blood Feast", el clásico de Herschell Gordon Lewis. Cosa ampliada a la incapacidad de ambos intérpretes. Los dos "histrionan" que da gusto. Hasta la risa. Aunque, por desgracia, el gore de la reseñada es menos explícito. Mucho líquido rojo, pero casi siempre fuera de cámara.
¿He dicho risas? "Quinta Avenida" reserva unas cuantas de esas involuntarias, las que molan. Tal vez, lo mejor recaiga sobre la historia de amoríos entre la protagonista y el policía. Ella, como decía, rubia, guapa y joven. Él, un señor de mediana edad, medio calvo, con mostacho y no muy agraciado. Primero tienen un encuentro algo tenso en comisaría. Terminan haciendo las paces y él se compromete a llamarla en caso de que haya novedades. Al día siguiente cumple, aunque el motivo no es la investigación del crimen, sino para preguntarle si quiere acompañarle a la playa. Ella, a pesar del trauma de saber que su amiga ha sido descuartizada como quien dice ayer, accede encantada. Y van, y nos comemos una larga escena de ambos jugueteando en la arena, besándose y amándose a base de alegre tonadilla pop, imágenes que se intercalan con otras del asesino cazando y mutilando a otra de las amigas de la protagonista (una vez más, de look perturbadoramente parecido).
Pero no acaba aquí la cosa, seguidamente el poli y la rubia deciden pasar la noche en un jacuzzi, a base de más besos y carantoñas. Y luego, junto a la chimenea. Al menos aquí la chica siente algo de remordimientos... aunque le duran poco. Pero bueno ¿¿es que este poli no curra o qué?? ¿¿no debería estar investigando?? más le valdría, ya que, de mientras, el psycho-killer acude hasta casa de los padres de la protagonista y los asesina -menuda gafe-. Otro momento de órdago porque, primero, papá, al que le encanta situarse frente a su equipo estéreo e imitar las maneras de un director de orquesta, es un señor de unos cincuentaymuchos, gordo y barbudo. Mientras que mamá está un rato rica (tan rubia como -y casi igual de joven que- su hija) y nos regala un desnudo ultra-gratuito a base de teta siliconada.
En fin, ya ven un poco por donde van los tiros. Y hay más. Al parecer en 1985 estaban de moda los locales de strippers a los que acudían marujas para ver a tipos de aspecto afeminado contorsionarse en tanga, así la película los explota a conciencia, mostrando imágenes que parecen totalmente reales... y un par de veces. Es de semejante sucio antro de donde salen las "mujeres golfas" que el asesino captura, incluida la chica prota, aunque ella únicamente fue a tomar apuntes para una tesis doctoral, ¡aaaro! ya saben lo de la doble moral yanki, la heroína debe ser casta y pura.
Quizás lo más decente de "Quinta Avenida" sea el desenlace. Pero no diré más, que ya he largado demasiado.
El culpable de este cristo responde al nombre de Leland Thomas, quien dirigía por primera y última vez. Lo mismo que el co-guionista, Michael Koby... nada que ver con el Michael Coby de infausta memoria.
El reparto viene trufado por una serie de actorzuelos a los que les falta el talento (el que hace de poli es especialmente negado) o les sobra la capacidad de sobreactuar y efectuar escalofriantes cucamonas. Algunas de las víctimas del psycho-killer hicieron luego algo de carrera, casi siempre en función de extra y/o sin acreditar y, también casi siempre, tirando de sus encantos físicos. Destaco únicamente a Sandy Brooke, que venía de marcarse un rol para "Sledgehammer", el infame slasher grabado en vídeo por David A. Prior, y terminaría dándolo todo en subproductos de Fred Olen Ray y David DeCoteau. Vale, no es que sea algo de lo que presumir, pero al lado de Leland Thomas, los señores Prior, Ray y DeCoteau eran Coppola, Scorsese y Spielberg.
Ya no se hace mierda como esta. Lamentémonos al unísono.
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