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martes, 26 de marzo de 2013

AL PEREIRA VS. THE ALLIGATOR LADIES

A estas alturas ya he leído mogollón de críticas de lo que es (por ahora) la última película de Jess Franco. La conclusión general, salvo por alguna excepción, es que es una de las películas más espantosas jamás rodadas. Es muy fácil decir eso de “Al Pereira vs. the Alligator Ladies”. Es muy fácil si tenemos como baremo por el que medirla el cine estándar. Visto así, efectivamente estamos ante una película espantosa, porque no hay argumento, hay planos secuencia de más de veinte minutos y personajes y situaciones que cambian y saltan en el espacio-tiempo como a ellos les da la gana. Estos críticos condenan su aburrimiento. Porque la película es aburrida, y mucho.
También los más “jessfranquianos” se rasgan las vestiduras ante la película, ciegos, porque se trata de la última del octogenario director, no calibrando en muchos momentos justamente, y elevando los desmanes del director a la categoría de arte, cuando probablemente haya algo de intención artística en según qué planos, pero también mucho de dejadez y pasotismo.
Pero todos se olvidan de una cosa: el “leit motiv” del director, lo de romper con lo establecido a la hora de hacer una película, romper con la lógica, saltarse las normas de lo cinematográficamente establecido. Porque sí, por hacer lo que a uno le salga de los huevos, no buscando esos ramalazos artísticos que muchos creen vislumbrar.
En palabras del propio Jess Franco, “el cine no tiene que ser un tocho de filosofía, no tiene ser Kierkegaard”. Así que también es absurdo buscarle lecturas sesudas a su obra.
A que lo voy es que la mayoría de los que han opinado sobre "Al Pereira vs. the alligator ladies" tienen un problema: no saben ver una película de Jess Franco.
Desde tiempos inmemoriales, Franco ha apostado por un tipo distinto de cine en el que él mismo no sabe ni cómo va a reaccionar ante un plano. Esto mismo puede que pase en el plano, que no se reaccione, por lo que se queda vacío. Es cine, porque cualquier cosa que sean imágenes en movimiento es susceptible de ser cine, incluso los vídeos caseros, pero el de Jess Franco, el de los últimos años, es otra cosa. No es cine; es Jess Franco.
A mí me la sudan bastante muchas de sus películas más míticas. Me la suda el hecho de que sean reconocidas porque se ve la sombra de la cámara o los famosos desencuadres y desenfoques. Me la suda “Gritos en la noche”, me la suda “La Reina del Tabarín”, detesto “Killer Barbys”, odio “El conde Drácula” y opino que “Las vampiras” es una mierda.
Su etapa de vídeo ya empieza a interesarme un poco más, y sus últimas películas son de las que soy fanático, porque son su cine más puro. Porque simplemente se trata de rodar y rodar, da igual el qué, si es con pasta guay, y si es con dos duros, guay también.
Son más cercanas al cine experimental que al cine de género, aunque introduzca elementos de género en todas ellas, pero no son películas experimentales ni películas artísticas. Son las maneras de rodar de Jess Franco. ¿Y en qué es experto Franco? En hacer lo que le sale de los cojones.
Dicho esto, para mayor comprensión de lo expuesto, es indispensable que vean “A ritmo de Jess”, documental sobre el rodaje de “Al Pereira vs. the Alligator Ladies”, confeccionado por nuestro compañero Naxo Fiol, donde comprobaremos que al abuelo, aun siendo experto en hacer lo que le sale de los huevos, las circunstancias tampoco se lo permiten en esta película, teniendo pues que improvisar y llevarla a buen puerto, que no es otro que terminarla. Y aun así tenemos la sensación, viéndola, de que sí, que dentro de esa locura y ese espantoso caos, el señor director ha hecho lo que le ha salido de los huevos.
De hecho, y hablando de sensaciones, la que me da a mí la película, es que se ha hecho sola. ¿No es maravilloso?
Entre contoneo de curvas y tocamientos lésbicos, nos cuentan la historia de las hijas de Fu-Manchu, lesbianas e incestuosas en sus intentos por seducir al detective Al Pereira, que harto ya de tanto folleteo, les reprocha su actitud con una sucesión de frases, y  matándolas, no una, sino dos veces, entre otras muchas cosas sin explicación ni lógica (ni puta falta que hace).
Y el resto de la película es un eterno dejarse llevar del director,  un dejarse llevar que puedes amar (como es mi caso) o puedes odiar, si es que tienes los cojones suficientes de verla hasta el final.
Antonio Mayans interpreta a Pereira, y está memorable, con todas esas frases conservadoras y chascarrillos misóginos: “Así son las veleidades de la vida: en dos segundos, dos balas matan a dos hijas de puta”, dice. Hay momentos incluso para la vergüenza ajena, pero en este “todo vale” que es “Al Pereira vs. the Alligator Ladies”, pienso que  hasta la vergüenza ajena es necesaria. En ninguna película, ni siquiera dentro de las más underground, habríamos tenido tanto valor. Pero a Jess Franco le da igual, aunque quizás se deba a la falta de conciencia de estar fabricando un momento de vergüenza ajena.
Por todo esto (y por todas esas cosas que cuentan por ahí, que si el precedente es “El Sexo está loco”, lo del espejo y la cuarta pared y demás zarandajas que se usan sólo como excusa para justificar la demencia de un señor de vuelta de todo y que rueda por puro amor al acto de rodar) y sobre todo, si no por la libertad total, sí por intentar rodar con ella, “Al Pereira vs. the Alligator Ladies” me parece la mejor película de Jess Franco en mucho, mucho tiempo. Pero hay que saber verla. No como una peli estándar, no como una peli experimental (que no lo es), ni tan siquiera como un fan del director. Hay que verla como lo que es: un ejercicio audiovisual personal, genuino, raro, desconcertante, hilarante, confuso, torpe, demencial y rodado con altas dosis de amor por lo que se hace, pero también con muchas dosis de “me importa un carajo esta mierda y quiero acabar ya”.
Maravillosa.
Muestran sus anatomías las voluntariosas Carmen Montes, Debbie Logan y  Paula Davies, como las lascivas Alligator Ladies.

jueves, 26 de diciembre de 2013

LA BAHÍA ESMERALDA

Jess Franco siempre decía que “de vez en cuando hay que hacer una película de las otras, para que vean que sabes hacerlas”. Cuando decía “de las otras” se refería a películas convencionales con su planteamiento, nudo y desenlace. Y obviamente, a pesar de lo que muchos pudieran pensar, sabía hacerlas. Muy básicas y aburridas, como las puede hacer un negado sin talento,  pero sabía.
Personalmente, son estas películas convencionales las que menos me interesan de su filmografía, porque pelis malas, las hay a puñados, y estas ni tan siquiera son tan, tan malas como para tenerlas en cuenta. Pero como curiosidad, como siempre digo, si que funcionan.
“La Bahía Esmeralda” sería una de estas películas.
Si las películas de Franco más convencionales no fueran las que menos me interesan, la verdad que hay que reconocer que cuando más en forma estuvo el abuelo, fue en la etapa comprendida entre el cine porno y justo antes del apadrinamiento de “Subterfuge”, es decir, finales de los ochenta, que es la etapa en la que trabaja para  René Chateau y hace “los depredadores de la noche” y para Daniel Lesoeur y “Eurociné” y se saca de la manga “El hundimiento de la casa Usher”, “Operación Cocaína” o esta “La Bahía esmeralda” que como ya he dicho, serían sus películas más convencionales y las que dejarían algo de dinero en tierras extranjeras.
“La Bahía Esmeralda” se estrenó en nuestros cines, distribuida por U.I.P (en aquellos años, esta empresa estrenaba, de tapadillo, montones de películas que les pudieran dejar perdidas. Rollos fraudulentos que se traían) y recuerdo perfectamente los posters en la marquesina, o, discretamente, en alguna revista de cine, que la hacían pasar, perfectamente, por un estreno norteamericano no muy grande.
Cuenta la historia de un país de Sudamérica (aunque está rodada en Tarragona) que está a punto de entrar en una guerra civil, y mientras que el presidente intenta por todos los medios poner una solución a esta situación, el corrupto Coronel Madero, hará mil y una tropelías que llevarán al país directamente al garete.
Una peli con sus tiros, sus persecuciones, su ritmo y, como no, sus imágenes de archivo.
Dentro de la filmografía de Jess Franco, tampoco sería lo más aburrido; sin ser esto la panacea del entretenimiento, está hasta distraidilla. Sería una película digna, incluso. Pero dentro de las películas convencionales, hay miles de millones mejores que esta, que está, en muchos aspectos y para ser del tío Jess, incluso cuidada.
Pero no es ese el motivo por el que  no hay que tenerla muy en cuenta. El motivo es, que al ser una película de encargo, con un guión ajeno (lo firma Lesoeur) y que Franco se limita a rodar el material que le han ordenado, lo que trasmite la maldita película es que Jess se está aburriendo haciéndola. Es todo tan correcto, tan académico, que se echan en falta todos esos zooms y desenfoques habituales de Jess Franco, que por momentos parece que vayan a hacer acto de presencia. Y sin embargo, no se muy bien por qué, tiene ese tufillo inconfundible a lo Jess Franco, lo que la convierte en una película muy rara. E interesante para tener en la videoteca (por menos de eso, tengo pelis peores).
El reparto, como siempre que Jess trabajó para “Eurocine”, “de Campañillas”: Robert Forster, George Kennedy, Fernando Rey, Silvia Tortosa, Craig Hill, además de Mayans, Lina Romay y el propio Franco. Pero la curiosidad está en que la película cuenta con la presencia de Ramón Sheen (no confundir con Ramoncín) ahora más conocido como Ramón Estevez. Y que trabajó en más ocasiones para tío Jess. No hace falta ser muy listo para saber de quien se trata. Efectivamente, es hijo de Martin Sheen y hermano de Charlie Sheen y Emilio Estevez, que además de para Franco, también trabajó para José Antonio de la Loma en “Pasion de hombre”, y ahora mismo se dedica a producir ejecutivamente la nueva serie para lucimiento de su hermano Charlie.
“La bahía Esmeralda”, junto con “Los depredadores de la noche”, es lo más parecido que nos dio Franco a una película de verdad, y ya solo por eso, yo creo que merece la pena echarle un vistazo. Pero si el cine de Jess se limitara a esto, hace tiempo que habría dejado de interesarme.
No obstante, la ultima etapa, la del vídeo y el chocheo –en todos los sentidos-, me sigue pareciendo la mejor y la más interesante.

jueves, 1 de mayo de 2014

VAMPIRESAS 1930

Detecto, tras ver muchas películas del eterno tío Jess, que funciona a base de etapas Es decir, según la época en la que se encuentra dirigiendo, sus películas pillan un estilo u otro. Digamos que en cada etapa hace, pizca más o menos, la misma película. Así que esta entraría de lleno en su “primera etapa" Y todas y cada una de ellas dejan bien claro que estamos ante un verdadero autor, de los de "aquella manera", ya desde esta primera etapa, pues viendo unos pocos planos, sabemos si tal o cual película es suya o si es de otro director. Con esto quiero decir, que las primeras pinceladas de su estilo – puede que un estilo de mierda, si, pero del todo personal-  ya están más que diferenciadas en sus primeras películas, las más académicas.  “Tenemos 18 años” era una cosa rara que iba cargada de unas maneras y un ritmo poco habituales en Franco en su carrera posterior, pero, aún así, podíamos vislumbrar a la perfección, que se trata de una de sus películas. Incluso de las mejores.
Bien pues con esta “Vampiresas 1930” les digo absolutamente lo mismo; era una cosa rara que iba cargada de unas maneras y un ritmo poco habituales en Franco en su cine posterior. Sin embargo, ciertos encuadres, trompicones de la cámara, desenfoques, planos generales exteriores y demás parafernalias, demuestran que es una película 100% Franco. Y es que, si en sus anteriores películas vemos que se ceñía a unas normas establecidas en la realización de películas, aquí ya se pasa todo eso, un poquito, por los cojones. Y añadan, también, que la incapacidad por la que, al menos en mi casa, Franco es famoso, ya es aquí patente.
Imagen, historia, desarrollo, concepción, narrativa… todo eso está ya descuidado, no hasta el límite, pero si haciendo a Jess apuntar maneras, las mismas que le llevaron a ser conocido como un cineasta libre. ¿Qué quiere decir esto? Pues que a principios de los sesenta, cuando en el cine español ya había un “star system” reconocible que hacía funcionar las películas por si solas, Franco tuvo los cojones, la suerte, y la (in) capacidad de rodar un coñazo inconexo. Salvando las distancias, que dentro de los muchos coñazos que el abuelo rodó, este se puede ver. Una comedia musical con Antonio Ozores, Lina Morgan, Antonio Garisa y Manuel Alexandre, que en absoluto funciona, que no tiene gracia, y que está muy, muy lejos de películas de aquella época como “Los Tramposos”, por poner un ejemplo. Como peli de la época, es una pedazo de mierda. Ergo, ahora si, llego a la conclusión que Jess Franco era un inútil que convirtió aquella inutilidad en arte, vendió la moto, hizo creer que lo suyo era otro rollo, nos vendió lo del anti academicismo, y aquí, cuando todavía su forma de hacer cine no era, además, su discurso, queda claro que se trataba de lo peorcito en cineastas vivos. Así que, evidentemente, la película, como comedia española de los sesenta es una porquería. Ahora, como película de Jess Franco… entonces estamos ya ante otro asunto. Y desde luego, hay que verla con las retinas ya hartas de Franco.
Cuenta la historia de unos músicos que se dedican al cine, en plenos años treinta, tienen que enfrentárselas con el cine sonoro que llega con fuerza y se ven metidos en un entuerto con una orquesta de negros llamada Vampiresas 1930… o algo así, porque hay que hacer malabarismos para entender el argumento, y yo ya no puedo hacer muchos…Y si dejamos a un lado esos guiños a “Con faldas y a lo loco” o “El cantor de Jazz” que los estudiosos de Franco se empeñan  en reseñar con el fin de hablar bien de esta mierda,  yo diré que lo bueno no son ni las referencias, ni los guiños. Es más, estos son incluso obvios. Lo bueno de la película, es el propio Jesús Franco, su mundo y su universo. Porque si bien esta película no funciona a niveles de entretenimiento (cosa esta por otro lado, que ha de ser así en el universo Franquiano), si que hay que decir, que Franco era un absoluto adelantado a su época y, en plenos años 60, dónde la mayoría de cineastas hacían algún chascarrillo sobre “lo Beatnick” sin saber muy bien de que iba la cosa en sus películas, Franco se convierte en el director más moderno de aquel entonces, construyendo una película  que gira en torno a unos músicos de Jazz. Tócate los huevos, Manuel. No folclóricos ni nada de eso, músicos de Jazz. Y viendo anoche la película, me di cuenta de eso, que era un adelantado a su época, y  dentro de sus escasas posibilidades y mínimo talento, un innovador.
Con todo, a fin de cuentas, y a pesar de sus casi dos horas, a los fans de Jess, se la recomiendo.
Por otro lado decir que Jess Franco, fue el descubridor de una pareja cinematográfica que sería fructuosa tanto dentro de la comedia española, como de la revista; la formada por Antonio Ozores y Lina Morgan. Él los juntó delante de una cámara por primera vez, él  dio un papel protagonista, por vez primera, a Lina Morgan, en el cine.
Cuando se distribuyó en vídeo a mediados de los años ochenta, todos los protagonistas de esta película ya eran veteranos. Lina Morgan en concreto, daba mucho dinero con su imagen en esos años, más que por su cine, por sus obras de teatro grabadas en vídeo  (“Vaya par de gemelas” o cosas así). Así pues, aprovechando el tirón de estas obras, las distribuidoras, tomando como reclamo una fotografía de alguna de sus revistas a modo de carátula, estrenaron en alquiler la película, haciéndola pasar por una de estas obras de teatro…y varios serían los que picaron, por supuesto.
Como el póster original capitaneado por la supuesta protagonista del film, Mikaela -¿quién cojnes será – es muy feo, adjunto el fraudulento.

lunes, 11 de enero de 2016

GRITOS EN LA NOCHE

Efectivamente, “Gritos en la noche” sería una de las primeras películas españolas de lo que hoy conocemos popularmente como “Cine Fantástico” –que precedentes hay desde los tiempos del cine mudo- y, efectivamente, se trata de una de las mejores películas de Jess Franco y, sin duda,  una buena película. Además,como se dice por ahí,  es cierto que está adelantada a su tiempo; una película de terror en tiempos en los que lo único que tenía lugar en la cartelera era –el por otro lado maravilloso- Jose Luis Ozores y sus comedietas blancas y familiares. Y es encomiable la labor técnica, esa iluminación que evoca al expresionismo, la primera aparición en pantalla de Howard Vernon como el Dr. Orloff iluminado en total penumbra mientras su primera víctima, a la cual está seduciendo, es iluminada con la luz más clara posible. Todos esos movimientos de cámara, esas posiciones imposibles y ese sabor a clásico que desprende toda la película.
Entiendo el interés general del Jess franco de esta película y época, pero, como muy bien sabrán si siguen asiduamente este blog, a mí este Jess Franco no me gusta. No me malinterpreten, si que me gusta “Gritos en la noche”, lo que pasa es que es una película tan estándar, tan formal, que no parece de Jesús Franco. Es más, carece de toda esa libertad y rebeldía con la que luego se le llenaría la boca, es totalmente académica si bien es cierto que tiene un par de ligeros ramalazos de lo que luego sería su estilo, pero yo prefiero sin dudarlo, a ese Jess Franco de los últimos años y esas locas películas fruto de la dejadez más extrema, pero también de la genialidad. Y aquí no hay nada de eso, y seamos serios, aunque “Gritos en la noche” está muy bien, puestos a ver cine de terror de la época, los  hay bastante mejores. Eso si, si que se trata de una de las primeras películas genuinamente de terror rodadas en españa, y ahí radica el mérito. Además de contar por primera vez con la presencia de un personaje esencial en la posterior filmografía y en el “Universo Franco”.
Cuenta la historia del Dr. Orloff, cuya hija desfigurada –un acierto; no se nos cuenta la historia de la chica, no sabemos que le ha pasado- descansa en una vitrina de su palacete, mientras él, ayudado por su sirviente deforme Morpho, asesina a bellas cabareteras con el fin de experimentar con sus pieles y trasplantárselas a su hija.
Mientras, un detective, investigará estos extraños asesinatos.
Un argumento que también sería una constante en la obra más de ficción del director (sin ir más lejos, en “Los depredadores de la noche” pasa más o menos lo mismo) y uno de los títulos por los que el abuelo era conocido en todo el mundo. No en vano, oliéndose los problemas que iba a tener con la censura de la época con un producto en el que había sangre, deformidades, violencia y hasta escotazos, Jesús se cuidó de ambientarla en Francia, y  montó dos versiones, la que se estrenó en España, y la internacional, dónde no se camufla el erotismo rodado. El resultado de esto, es que en España la película fue ninguneada por la crítica; incluso se le acusó de rareza y se distribuyó en cines de mala manera. Comienza entonces Jess a plantearse irse fuera, lógicamente. Sin embargo, estrenada la película en Francia, donde se tituló “L´horrible Dr. Orloff”, en  Reino Unido donde se tituló “The Demon Doctor” fue la cosa bastante mejor y así empieza el mito.
También se estrenó en Estados Unidos  en programa doble y como secuela de otra película con la que no tenía nada que ver y que se títulaba “The Horrible Dr. Hichcok”. “Gritos en la noche” pasó a titularse “The Awful Dr. Orloff” y funcionó bien a nivel de taquilla; no obstante, la critica trató a las dos películas como a la mierda, si bien es cierto que la crítica vertida por en New York Times sobre el programa doble, no deja de terner cierta gracia, ya que decía: “Por una vez, los adjetivos en los títulos no solo son descriptivos, sino también precisos”. Ole los cojones de New York Times.
Con todo ello, si, una de las mejores películas de Jess Franco, competente y entretenida, una película de verdad, pero sin una gota de la personalidad que hizo que yo me enamorase de este cineasta.
En el reparto, eficaces a más no poder, tenemos a Conrado Sanmartin como el detective Tanner, Venancio Muro saliéndose un rato de la comedia y haciendo un papel crucial en la trama, Perla Cristal y María Silva entre otros, si bien no deja de ser curioso y chocante el cameo del mítico dibujante Manuel Vázquez, gran amigo de Jess Franco, que interpreta al que hace los retratos robot de la policía en un momento de la película especialmente celebrado por mí.
Sin prejuicios; está muy bien la película.

miércoles, 25 de septiembre de 2013

DON QUIJOTE DE ORSON WELLES

Es curiosísimo el caso de “Don Quijote de Orson Welles” al que, sin duda, deberíamos llamar “Don Quijote de Jess Franco”.
Remontémonos a los años 50. Un canal de televisión encarga a Welles un mediometraje sobre el personaje creado por Miguel de Cervantes. El canal, con la cinta a medio rodar, decide que ese material es una mierda y aborta el proyecto, pero Orson Welles, sobrevalorado director clásico y excelente actor en  filmes europeos de serie B, obsesionado con España y su cultura popular, decide seguir con el proyecto, pese a que ningún estudio quiere respaldarlo y tiene que autofinanciarse él mismo.
Y aunque influyentes amigos como Frank Sinatra aportan cantidades para su financiación, Orson, como bien le contaba a Ed Wood en la fábula homónima de Tim Burton, cada dos por tres se quedaba sin un duro, con lo que paraba el rodaje.
La película, además, era del todo rara e inconexa… no había guión, los actores improvisaban y trasladaba a los protagonistas a la época contemporánea (es decir, los 50), por lo que la cosa parecía ser un alocado “spoof” en el que vemos al Quijote yendo al cine o atacando a una joven que va montada en una vespa.
Pasan los años,  y pese a que los actores van envejeciendo, Welles rueda los fines de semana material para su proyecto, sumando horas y horas de metraje, y acumulando película de 16 mm., 35 mm., gastando ingentes cantidades de dinero, para una obra que casi seguro jamás verá la luz. La obra de un loco.
En plenos ochenta, Welles no ha terminado la película y el material acumulado es un caos, y poco más que una porquería – a juzgar por el reciente visionado- que antes de fallecer queda en manos de la mujer de Welles.
Una vez muerto Orson Welles, entra en escena Jess Franco y hace con el material de este lo mismo que ha hecho Antonio Mayans con el material que Franco dejó filmado  antes de morir para “Revenge of the Alligator Ladies”: completarlo y estrenarlo.
Para ello, y con la ayuda de un productor, Franco compra el material que está en poder de la señora Welles. Como ahora le pertenece, decide montar el largometraje, obviando absolutamente  los anteriores montajes de Welles, lo que se traduce en mayor incoherencia y un uso de los filtros y las transiciones de video absolutamente demencial (y muy Franquiano), a la que añade imágenes clásicas del propio Welles, en sus estancias (misteriosas, raras y desperadas) en nuestro país.
Aprovechando que la prensa en este país la dominan una panda de ignorantes indocumentados, que existen porque de todo tiene que haber en este mundo, y sabiendo del amigo Franco, únicamente, que trabajó con Welles como segunda unidad en “Campanadas a medianoche”, se crean unas expectativas que no se cumplen y durante su estreno en el festival de Cannes la película sufre abucheos y silbidos, puesto que el académico público del festival no está acostumbrado a las extravagancias de Franco.
Bien, vista la película, he de decir que, efectivamente, he flipado con las transiciones de vídeo noventeras, los insertos y demás parafernalia, y el enloquecido y torpe montaje de Jess Franco (según los créditos, ejecutado por Lina Romay…), pero también, hay que decir que todo el material filmado por Orson Welles es una mierda.
El tío Jess se limita a montar con cierto orden y dotándolo todo de un ritmo frenético que, para nada, es propio de su cine, un montón de planos que junto a un doblaje no muy acertado en la sincronía y una voz en off que nos va explicando lo que no está rodado y no podemos ver, van construyendo una historia lo más parecida a la del Quijote que se pueda montar, teniendo en cuenta los anacronismos y el montón de filtros y gilipolladas que mete Franco, creo intuir, que porque a la vez que monta, experimenta con el  programa de edición.
Ergo, Jesús Franco, de manera siempre sui generis, lo que hace es coger una cinta muy añeja y dotarla de cierta modernidad. El resultado es una ful, pero porque lo que rodó Orson Welles también lo es, no por el montaje de Franco, que no es para nada ortodoxo, pero sí muy eficaz. Y desde luego, dejando en el revoltijo impronta de “auteur”, porque a pesar de las velocidades, efectivamente, se nota que tras ello está Jess Frank.
Bueno, una curiosidad y una buena muestra de la cara dura del tío Jess, que se lo debió pasar pipa montando aquello.
No pasa nada por echarle una ojeadilla.

lunes, 31 de octubre de 2022

KILLER BARBYS VS. DRÁCULA

Perteneciente a la etapa que más me gusta de Jess Franco —la última, la de vídeo— “Killer Barbys Vs. Drácula” sería uno de los títulos que mejor captan en lo que se convertiría el director una vez llegados al nuevo milenio y, al mismo tiempo, la película que mejor condensa todos los vicios y virtudes de Jesús Franco. Si hubiera que proyectar a algún neófito una de sus películas en vídeo y mostrar su decadencia, “Killer Barbys Vs. Drácula” sería ideal para que comprendiera esta etapa del director que dista de las anteriores porque ahora tiene carta blanca para experimentar más y, si me apuran, incluso para ser más chapuzas. Con el vídeo todo son ventajas.
Como fuere, aquí tenemos una segunda incursión de The Killer Barbies en el universo franquiano en el que tanto Silvia Supestar como sus músicos no son más que un mero adorno. Están como podían muy bien no estar y la película seguiría siendo la misma. Además que no tiene mucho sentido porque si la anterior película, “Killer Barbys”, aparece en un momento en el que, por moda (los temibles 90), se reivindicaba el cine chungo porque la gente de "Subterfuge Records" quería ir de enrollada y colgarse una medallita recuperando a Jesús Franco, para 2002, año en el que se rodó esta secuela, el posible interés que podían suscitar tanto de The Killer Barbies como Jess Franco era 
ya residual.
La cosa, sin un argumento lineal o coherente, ya que la película entera es un ir y venir de personajes al más puro estilo vodevilesco —pero sin demasiado vodevil— cuenta la historia de The Killer Barbies que ¿actúan? ¿ensayan? en las instalaciones del Tivoli World, un mítico parque de atracciones malagueño (ya cerrado). En ese mismo parque se encuentra un individuo que dice ser Drácula, siendo desacreditado cuando de repente se persona la directora de turismo de Transilvania con un ataúd que contiene la momia —muy bien conservada— del verdadero Drácula. Basta que The Killer Barbies se pongan a tocar para que, gracias a su ritmo, el vampiro despierte de su letargo y vaya mordisqueando a todo bicho viviente con el que se topa, sin que la luz natural sea un impedimento en su devenir, reflejándose los rayos de sol en la sudorosa calva de Enrique Sarasola, actor que da vida a Drácula con mucho ímpetu. Luego, distintas y demenciales subtramas se abren, sin que ninguna llegue a su desenlace. Aunque importa tres pitos que lleguen o no…
El caso es que no tenía yo a esta película entre mis favoritas del director, huelga decir que es infame, malísima, sin embargo es tan tonta, descerebrada y loca, que tras un reciente visionado, y habiendo visto auténticos bodrios insufribles dentro de la época vídeo de Franco, lo cierto es que con esta te ríes y, si me apuran, puedo llegar a decir que está entre las tres o cuatro más entretenidas. Ojo, no digo entre las tres o cuatro mejores, sino más graciosas.
Para esta majadería de Franco, entran en co-producción hispano-germana, Jacinto Santos y Carster Frank, habitual actor de Marian Dora, cabeza visible del cine extremo alemán y perpetrador de salvajadas varias con esa troupe, que aquí no solo pone sus dineros e infraestructura al servicio de Jess, sino que nos regala un papel secundario de corte cómico dándole la réplica a Dan Van Hussen, mítica figura de los espagueti western que interpreta a una suerte de Van Helsing ciego que resulta ser lo más divertido del sarao. Más divertido aún en la versión doblada al castellano de la misma, ya que, supongo que por capricho, le dobla el propio Jess Franco con su soniquete inconfundible y, claro, si a eso le añadimos el hecho de que todo el doblaje es una cutrez de narices, no pega, por lo que es difícil que el espectador al reconocerlo no suelte aunque sea una carcajada.
Del mismo modo “Killer Barbys Vs. Drácula” supondría el último papel en un largo para Aldo Sambrell, igual de mítico que Van Hussen y por los mismos motivos, interpretando al gerente del parque de atracciones que está enamorado de Silvia Superstar, esta no le corresponde y, en consecuencia, le llama puta. Sambrell además canturrea canciones de pirata en el mismo escenario del que no se bajan The Killer Barbies, con un coro de señoritas que se parten el ojete ante las cancioncillas que entona. Todo muy gratuito y sin venir a cuento.
El resto del nutridísimo reparto lo componen rostros habituales en la filmografía del tío Jess como puedan ser los de la eterna Lina Romay, Katja Bienert, Fata Morgana, Carmen Montes o José Roberto Vila que además fue contratado en calidad de guionista. Vila entregó un guion de aproximadamente 40 páginas en el que se contaba una historia de corte pop al estilo de las películas que Richard Lester hizo para "The Beatles". Pero una vez comenzado el rodaje, Jess y Lina lo abordaron como les pareció bien, improvisando situaciones sobre la marcha y no respetando en absoluto el guion por el que Vila fue contratado. Por eso en los créditos aparecen tanto Vila como Jess y Lina.
Por si eso fuera poco, se cuenta por ahí que la película se pergeñó con un dinero del productor Jacinto Santos que se sumaría al resto que pondría la producción alemana. En realidad Santos no llegaría a gastarse un duro en la misma porque, con el montante y material técnico de los alemanes, Franco rodaría esta película y todavía le sobraría para sacarse de la manga dos más, “Flores de perversión” y “Flores de la pasión”, por lo que el negocio, en el caso de que lo hubiera habido como antaño, salió redondo. Sin embargo, la película es tan caótica y poco profesional, que tras un pase en la Semana de Donosti en el que el público no tuvo piedad con ella hasta tal punto que Jess Franco salió del cine mosqueado, no llegó a estrenarse en cine en nuestro país, apareciendo en DVD años después a través de "Vella Visión", tras ser rechazada por "Manga Films" que, al escuchar el desastroso audio de la cinta, decidió cancelar su lanzamiento.
Y sin más. Un puro descerebre que, quizás, ha mejorado, contra todos los pronósticos, con el paso del tiempo. Es mala a rabiar… pero te ríes un rato.

martes, 6 de mayo de 2014

EL MIRÓN Y LA EXHIBICIONISTA

Así como el que no quiere la cosa, y aunque ya reseñé una película porno de Jess Franco aquí, hace algún tiempo, “El ojete de Lulú”, digamos que, posiblemente, las del tío Jess sean las únicas películas porno que ustedes vean por aquí reseñadas, primero porque me pegué anoche una maratón porno Franquiana –son cortas- y  porque al igual que con sus películas estándar, el porno de Jesús Franco no es porno; es otra cosa. Otra cosa más desagradable y menos sexy que el porno convencional. Y sin embargo, y como ya he dicho en otras ocasiones, el cine porno de Jess Franco, es más entretenido y divertido que cualquiera de sus comedias.
Claro que la comedia en este caso, viene que ni al pelo, porque parece que Franco no concibe el folletéo sin diversión, ergo los momentos mas lúcidos de comedia de Jess Franco están, paradójicamente, en sus películas porno.
Sin embargo, esta “El mirón y la exhibicionista”, sería de aquellas la más seria.
Cuenta la historia de un individuo que, prismáticos en mano, espía a su vecina cuando esta está tocándose o cuando sube a casa algún maromo para follarselo. Ella sabe que es espiada y esto le excita.
Bueno la peli, no es muy allá, está entretenida y listo, que ya es mucho. Pollas de actores  de la escudería Franco que hicieron porno, sin ser actores porno, y así pasa, que aquello no se levanta. Cosa que a la cámara de Jess parece no importarle lo más mínimo.
Lo gracioso es que esta película culmina con un pajote de “El mirón” del título”, que se resuelve con primeros planos del individuo mirando por los prismáticos y planos de este mismo pajeándose ¡con la misma mano con la que está sujetando los prismáticos! Una de esas chapuzas del tio Jess, que una vez más quería darle a su querida Lina Romay más protagonismo del que merecía, haciendo ver que era ella la directora de la película, firmando esta bajo el pseudónimo  de Lulu Laverne, que a su vez, es el pseudónimo que uso la Romay para protagonizar la cinta. Ya no cuela, aunque hay quien afirma que estas películas las dirigían ambos al alimón. Pudiera ser.
Más que nada, y volviendo a la escena final de masturbación del “mirón”, me queda clara una cosa, a juzgar por la chapuza de planos. Quien se pajéa, que incluso, llega a derramar su semilla asquerosamente contra el objetivo de la cámara, no es el habitual José Miguel García (también conocido como Morgan Childrum, como Joan Marille o más jocosamente como Jean Morcillón en “El ojete de Lulú” o como “Evaristo Pichales” en “Entre pitos anda el juego”). No lo digo gratuitamente, la polla de quien se masturba en primerísimo primer plano delante de la cámara, no concuerda con la de García. Es aún mas pequeñaja y los huevos más colganderos –a juzgar por lo visto en otras películas-. Es más se trata de una polla ridícula que casi queda cubierta por la mano masturbadora. Y esto que voy a decir, no es seguro, claro que no, no está contrastado ni he escuchado por ahí nada similar, pero yo diría, que quien se masturba delante de la cámara es el propio Franco. Es una corazonada. Si alguien lo supiera a ciencia cierta, que lo ponga en los comentarios…
Observaciones aparte, digamos que la película está graciosa, tiene algunos ramalazos estilísticos que llaman la atención ( esa fotografía oscura y el inquietante fondo negro en el que opera “El Mirón”, junto con la iluminación casi de película de terror), incluso la trama está bastante bien para ser una peli porno. Y es que, oigan, a ver si al final, lo mejor de la filmografía de Jesús Franco van a ser sus pelis porno…
Eso si, para masturbarse viéndola, no vale. Aunque cierto amigo mío me confesó, que le llega a excitar más que una peli porno normal y corriente.

lunes, 26 de mayo de 2014

LOS BLUES DE LA CALLE POP

“Los blues de la calle pop” –maravilloso y musical título- es una de esas películas que facturaba Jess Franco allá por los ochenta, que compaginaba con el porno y que se hacían con dos pesetas. Vamos, que no hay artificio ninguno, como mucho los actores, los hoteles dónde se alojan, quizás algo de maquillaje (en esta ocasión, los punks que aparecen en la película, lo requieren) y absolutamente nada más. Son películas de carácter amateur rodadas en 35 mm.
También conocida con el título de “Aventuras de Felipe Marlboro vol. 8”, y teniendo muy presente el cómic y las novelas de baratillo en su ejecución, cuenta la historia de un detective llamado Felipe Marlboro –en realidad es un remedo de Al Pereira al que han llamado así, quizás porque se trata de una comedia-  que es contratado  por una jovencita a cambio de 60 dólares y la utilización de su cuerpo, para que encuentre a su novio Macho Jim, un universitario que ha desaparecido. Claro que durante la búsqueda, Marlboro se encuentra con que  este hombre al que busca no es un universitario, sino un punk asesino que le va a dar algún que otro quebradero de cabeza. Vamos, básicamente le va a hacer al detective ir de un lado a otro.
La película es terrible. Cuesta mucho, con según que películas,  comprender por qué el tío Jess era tan popular y respetado, sobretodo, en algunos países de Europa.
Ya no es solo que el argumento sea una chufla, la historia una mamarrachada y en general, un aburrimiento, es que, y aunque siempre he defendido que una de las virtudes de Jesús Franco es la desgana con la que hace las películas, “Los Blues de la calle Pop” es la dejadez absoluta. Por todos es sabido que Jess daba la orden de acción, y dejaba ahí la cámara rodando hasta la extenuación. Pues aquí lo hace, y no solo en una escena erótica, sino ¡ en un paseo en coche!, un paseo en coche que no parece terminar nunca. Por si eso fuera poco hace una comedia, con lo que hace al protagonista soltar una serie de chascarrillos y chistes, cuando no, pone  a los personajes en intencionadas situaciones cómicas, que, lo miremos por dónde miremos, jamás funcionan. A Jess Franco se le daban mal muchas cosas, pero para la comedia era un completo incapaz. Con lo moderno y rompedor que era para unas cosas, hay que ver lo anticuado que era para el humor.
Pero todo  esto que acabo de explicar es lo mínimo a lo que uno se expone cuando se sienta a ver una película de Franco. Ese cutrerío, esa dejadez, ese rellenar por rellenar, esa mierda de chistes es marca de la casa, no nos pilla de nuevas.
Lo que si es cierto, y el conjunto de conceptos es lo que hacen de él un cineasta tan malo como único,  es lo adelantado que era a su tiempo, lo moderno, lo inteligente, lo experimental, misterioso, raro y desperado.
Para empezar, que su personaje principal se dirija a cámara en según que momentos, puede que esté algo manido, pero a mí en esta ocasión, no se muy bien por qué, me hace gracia, al igual que, para dar ambiente de cómic, de vez en cuando aparece algún cartelito con texto mal filmado y puesto ahí, sin orden ni concierto, que le dan ese toquecito de estilo que, insisto, le convierte en una especie de autor, al igual que la única escena sensual de la película. Largos planos del detective Malboro besando a su antagonista femenina, saliva incluída, o acariciando con los labios su poblado pubis, que están llenos de belleza. Pero también se encuentran inmersos en un caos en el que nada tiene mucho sentido ni es tomado en serio.
Jess es listo como el hambre y con la vista puesta en, si por un casual, su película pudiera dar dinero. Así que en pleno 1983, en la era Almodóvar, Jess Franco introduce en su película, como malos de la función, unos cuantos punks de aquellos de la época -para ir acorde con los tiempos- y así explotar un poco las modas imperantes del momento o no se le ocurre otra cosa más surrealista que un gangster bailaor de flamenco que atormenta a nuestro protagonista a punta de navaja, a la par que taconea mientras lo hace. Una absoluta ida de olla que sabiendo como era, más o menos, el abuelo, lo más probable es que se partiera el culo mientras lo pensaba. Y en esta ocasión la cosa si tiene más o menos gracia.
Las cotas de surrealismo suben cuando, sin venir a cuento, cada dos por tres vemos al personaje antagonista, Macho Jim, en un plano que muy bien podría ser una prueba de cámara,  delante de una pared blanca, que repite una y otra vez, como poseso, y sin saber por qué “Yo soy Macho Jim. ¡Macho Jim!”.
Así que mi veredicto es… mira que es mala esta puta película, mira que es cansina… pero ¡cojones como mola!
En el reparto, los habituales de aquella época, Antonio Mayans como el detective Malboro, firmando como Robert Foster su desmadrada interpretación, Lina Romay, esta vez, bajo el nombre de Candi Coster y el pobrecillo de José Llamas, que si en otras películas tiene que follar, empalme su polla o no, aquí tiene la ridícula tarea de llevar los pelos y los maquillajes propios de un punk. Por otro lado, el propio Jess Franco se reserva un papelito de pianista que advierte a Felipe Marlboro sobre la peligrosidad del hombre al que busca. En las pelis de aquellos años, no era raro ver a Franco y Mayans compartiendo plano y soltando bobas conversaciones.
Curiosa época de Jesús Franco esta.

lunes, 31 de julio de 2017

RIFIFI EN LA CIUDAD

A los neófitos suele gustarles esta película, porque creen estar viendo una película de Jesús Franco con una narración estándar. A mí me gusta esta película, porque ya le veo el plumero a Jesús Franco. Primero de todo, porque ya estamos ante un “exploitation” de la película francesa, adscrita al cine negro, “Rififí”. Un clásico. Esta “Rififí en la cuidad”, a parte del género, lo único que tiene en común con aquella es la presencia del actor Jean Servais, si bien es cierto que no sería la  primera película a rebufo de “Rififí” dentro de la cinematografía Europea, es decir, que ya hubo más “Rififís” Antes del de Franco. En segundo lugar, le veo el plumero porque ya va flojeando; Sus películas más aclamadas, “Gritos en la noche” o “La Reina del Tabarín”, dónde dio el máximo que podía dar en lo que a academicismos se refiere, ya quedan atrás, y por primera vez se vislumbra el estilo de ese Jess Franco torpe, chabacano, vago, del que la década de los ochenta daría buena cuenta con el cine negro que haría entonces. Esta película, aún de bajísimo presupuesto, contaba con buenos profesionales a su servicio, pero ni por esas. “Rififí en la ciudad” sería su película sementera más franquiana, y se salva de la quema por poseer una cuidada iluminación –muchas veces expresionista- y una buena dirección de fotografía. Por lo demás, puro Franco.
Una trama enrevesada, basada en la novela “Vous Souvenez vouz de Paco?” de Charles Exbrayat, que, perdonen que les diga, fui incapaz de seguir. No me enteré de nada, no por falta de atención –visualmente está bien la peli- sino por la incapacidad  del tito Jess de dotar de ritmo y coherencia a las imágenes filmadas.
Con lo cual yo solo veo a un político corrupto haciendo fechorías, a un detective que pretende nosequé, y gente yendo, viniendo y muriendo a golpe de pistola durante las casi dos horas que dura la película, aderezado todo con los personalísimos numeritos de Jazz que el director introduce en la trama sin demasiado orden ni concierto. Con todo, la vi entera sin inmutarme demasiado.
Sin embargo, las sinopsis de Internet, rezan que se trata de una película en la que  un confidente de la policía es asesinado por  los esbirros de un político corrupto, Leprince, que a su vez, es el responsable del tráfico de cocaína proveniente de centro america. Cuando se presenta a la presidencia del senado, los hombres que asesinaron al confidente, serán asimismo asesinados, por lo que un detective de vuelta de todo, intentará, por sus cojones, resolver este caso como sea.
Bueno, como curiosidad, y para completistas, no es ni de lejos lo peor a lo que nos podemos enfrentar de Franco. Y aunque ya se van viendo pinceladas de lo que se avecinaba, al final solo se trata de una mala película estándar, al menos soportable. La fascinación no brota albergada en algún recóndito lugar en sus fotogramas.
A Jesús Franco le gustaba contar, que cuando Orson Welles vino a españa con la intención de contratar un director de segunda unidad para “Campanadas a medianoche”, eligió a Jess Franco tras ver su película “La muerte silba un Blues”.
Emiliano Piedra, productor español de Welles en aquél tiempo, le dijo que ni se le ocurriera contratar a Franco, ya que era un director horroroso. Para sacarle de dudas, le sentó en una butaca  e hizo que se le proyectara este “Rififí en la ciudad”, ya que la consideraba la mayor mierda jamás filmada. Debió ponerle cualquier otra, porque, según Franco, “Rififí en la ciudad”, es la película suya que más homenajea el estilo de Welles, por lo que al terminar la proyección ordenó que se contratase a Franco inmediatamente, ya que supo vislumbrar el posible homenaje, lo cual ya adecuaba al director Madrileño a ser el segundo de Welles. Verdad o no, lo cierto es que Franco acabó siendo director de segunda unidad de Welles, y “Rififí en la ciudad” una de sus películas más respetadas.
Por otro lado, el protagonista, un popularísimo por aquel entonces Fernando Fernán Gómez que da vida al detective, cuenta que rodaron la película en Marbella, y que siendo Franco uno de los productores, gran amigo suyo y con quién se pegaba unas juergas de cojones, aceptó rodar a cambio del dinero suficiente para mantenerse en Marbella durante el rodaje de la película, y para sus juergas nocturnas. Después percibiría primas según taquillaje. Dice Fernán Gómez, que después de rodar no vería un solo duro. Y no me consta que a corto plazo la película tuviera vida comercial. Aún así, Fernán Gómez en sus memorias, no guarda una mala consideración de esta película –como si la guarda de otras muchas que hizo- ni de Jesús Franco en general, si comentando que se trataba de una película en la que el presupuesto brillaba por su ausencia, y que en consecuencia, flipaba viendo como la cosa avanzaba sin mayores problemas.
Trabajarían juntos, de hecho, en más ocasiones.

viernes, 15 de enero de 2016

EL HOTEL DE LOS LIGUES

Sin embargo –ya que estamos últimamente visionando títulos de esa filmografía que, para bien o para mal, parece no acabarse nunca- una de las etapas de las que menos se habla, es una, como ya he dicho mil veces (de hecho voy a empezar a no reseñar las pelis de Franco, porque para decir siempre lo mismo…) es la comprendida en los años 80, dónde el tío Jess rodaba, rodaba y rodaba, casi sin dinero y a razón de, casi, peli por semana, toda suerte de películas y de todos los géneros. Tiempos en los que  el pizpireto equipo (Jess, Lina, Mayans…) bien cargados con película y siempre en un hotel de la costa andaluza, se podían rodar una de aventuras y/o artes marciales, y sin salir del hotel, rodarse una película porno de miembros fláccidos o una comedieta ligera con tintes “S” para tener completados todos los posibles mercados del tío Jess. Y cuando no, una de Al Pereira.
De esta etapa descuidada, loca, chapucera e inmensamente creativa data esta popular “El hotel de los ligues” que deja claro que si bien el abuelo a la hora de abordar géneros puede que con algunos fuera más diestro, con la comedia era un autentico negado. Sin ir más lejos, cualquiera de sus pornos tiene más gracia y chistes que esta pretendida comedia que cuenta la historia de tres parejas que interactúan en sus respectivas habitaciones de hotel, bajo la voyeuristica mirada de un jardinero pervertido y palillero.
Todo funciona como tiene que funcionar, hasta que llega al hotel la tal Bombón, una mujer de mala vida que se monta ella sola, en la intimidad de su habitación, tontos numeritos cabareteros.  Esta mujer solita, logra revolucionar la vida sexual del resto de parejas.
Digamos que la película, chabacana, idiota, fea y desafortunada funciona solo porque es de Jess Franco con todo lo que eso conlleva –que es predisposición al aburrimiento y fascinación por las maneras-  pero es mala, sosa y aburrida hasta el coño de la puta. Pero claro, la necesidad de rodar impera, y esta peli nos muestra joyas en forma de imágenes. Su precio en oro vale la escena en la que Mayans y Juan Soler, juegan sin ningún motivo al tenis en la pista. Bien, se ve que eso días debió llover a mala leche por la zona, lo que dejó la pista de tenis completamente inundada. Lo curioso es que Jess podía haber situado la acción en cualquier otra parte, o cambiar incluso el supuesto guion. Pero, no, se limita a rodar la escena de tenis en la pista, como manda dios, solo que esa pista está llena de agua y en la realidad, jugar con toda esa agua, es inviable… pero no en una peli de Jess Franco… Ahora estéticamente ¡que cosa más fea, más cutre y más absurda! Pero a la vez, estos no-detalles, son los que hacen especial el cine de Franco. Por lo demás, sin novedad de ningún tipo.
Hay quien dice que “El Hotel de los ligues” es un remake un poco endulzado de otra peli de Jess, “Elles Font Tout”, pero conociendo a Jess Franco, mucho me temo que es que cogió el guion  existente e hizo otra vez la película, porque si, porque ¿Qué más da? Además en esa época el productor Lesouer estaba muy cabreado con el tío Jess porque le daba pasta para una película, con ese dinero Jess hacía dos, y robaba la segunda que luego vendía por su cuenta. Así que ¿por qué coño no hacer la misma peli las veces que me salga de los cojones?
Con todo, la gracia de la película radica en la torpeza de los bailecitos estúpidos de Lina Romay, y el hecho de que la película entera parece que está inventada sobre la marcha aunque no fuera así, sino obra de la desgana y la incapacidad de nuestro director “Trash” favorito.
Ni mejor ni peor que el resto, simplemente, una más.

martes, 27 de enero de 2009

TENEMOS 18 AÑOS

Continúo viendo la filmografía más amable de Jess Franco (es decir, sus comedias), y hoy toca su opera prima de 1959.
Dos jovencitas de 18 años de edad deciden escribir un libro contando las aventuras que han vivido durante su viaje en coche a Andalucía en navidades. A lo largo del periplo se topan con todo tipo de estrafalarios personajes, les pasan montones de cosas y todas ellas surrealistas.
Jess Franco es un reconocido fan (y gran amigo) de uno de los genios incomprendidos que ha dado la comedia clásica de nuestro país, Pedro Lazaga, de quien claramente mamó para realizar la suya propia, muy de los cincuenta en espíritu y maneras. Aunque no todo el tiempo. Ya desde el primer momento, Franco deja entrever todos los elementos (tan personales) de lo que posteriormente va a ser su cine. Y es que esta es una película de historias, tres concretamente, con un nexo de unión entre ellas que, si bien viene estructurada como un film de Lazaga, la cosa va derivando hacia el terror en su parte central, donde vemos claramente el estilo personal del director, y hacia el drama desgarrado de Juan Antonio Bardem al final (también amigo de Franco. No es una suposición, en una reciente entrevista que le hice me confesó la gran influencia que ejercieron sobre él sus amigos Bardem y Lazaga), haciendo de esta película un pupurrí de géneros, un tanto extraño y, siempre con el tono cómico de fondo, por momentos inquietante.
A todo esto, sumémosle que el guión esta escrito por el propio Franco junto con esa máquina que ha sido siempre Antonio Ozores, para una película que, en realidad, es un vehículo para que el actor se luzca, incluso más que en cualquiera suya de la época (aunque figura en los créditos al final, es el protagonista absoluto). La mezcla es totalmente explosiva.
Ozores interpreta tres o cuatro papeles, curiosamente todos los personajes negativos, construyendo malvados malvadísimos, siempre con sus chascarrillos típicos, pero demostrando unas dotes para la actuación muy desaprovechadas a lo largo de su carrera.
También tenemos en los papeles protagonistas a una jovencita Terele Pávez, que a día de hoy anda vagabundeando por las calles, haciendo ya de tipa dura y de vuelta de todo.
Destaco la parte central del film, la más genuina de Franco, en la que tras quedarse las jovencitas en medio de la carretera, son recogidas por un extraño carruaje de caballos conducido por un siniestro hombre enmascarado (Ozores) que las lleva a su castillo y les cuenta su historia: La de un joven misántropo que asesinaba en las noches de luna llena a todo aquél que se le ponía a tiro, hasta que una chica logra lanzarle ácido a la cara. Las protagonistas quedan absortas ante tales hechos y es cuando Ozores se quita la mascara y vemos su rostro desfigurado. Acto seguido, intenta dar cuenta de las chavalitas. El look de Ozores es tremendamente impactante, es exacto al de "Michael Myers"… pero estamos hablando de 1959 en España, lo que no es normal en una peli de estas características, y menos el verle con la cara desfigurada y piel quemada colgando de su mejilla. Desconozco si esta peli tuvo problemas con la censura, pero tras ver esto me figuro que sí, aunque siendo una comedia igual la dictadura del tocayo del director vio esto con otros ojos… ya me enteraré.
Otro aspecto que me ha llamado la atención, es que siendo esta una película ambientada en las fiestas navideñas, rechaza ese look meloso propio de la época como, por ejemplo "La gran familia", convirtiéndose, no se si voluntaria o involuntariamente, en una de las prducciones navideñas mas anti navideña de la historia.
Con todo, decir que yo la he disfrutado mucho. Contiene todos los elementos que a mi me gustan (recordemos que soy fan de nuestro cine cómico clásico), que nunca Ozores estuvo mejor en otra película, y que esta es rara, distinta, extraña. No me extraña que su director se ganara la fama de raro en aquella época.
Por supuesto, la música jazz de Franco está presente durante toda la cinta.
De lo mejorcito de Jess Franco.

lunes, 15 de julio de 2013

SNAKE WOMAN

La ultima etapa de Jess Franco (que podríamos comprender desde el año 2000 hasta hoy, aún teniendo presente que los títulos de finales de los noventa son del mismo estilo que estos últimos), la del vídeo digital y el no currárselo ni un poquito, habrá quien afirme que está concebida para los acérrimos de Franco. Craso error, esos solo aguantarían según qué películas de los sesenta o setenta. La ultima etapa de Franco es mucho más experimental que otra cosa, y quienes, sino disfrutarán, sí que al menos aguantarán, son el publico acostumbrado a ver cine experimental y/o de vanguardia, o el espectador curtido en mil y una batallas visionadistas, cuyas tragaderas harán normal el ritmo inexistente de estas películas. Me encuentro entre ambos tipos de espectador, y como creador, digamos que comulgo bastante con las maneras de hacer del señor Franco para según que cosas, así que por todo eso, y por tener una mente abierta para el cine, no me avergüenzo en absoluto en decir que con “Snakewoman”, he disfrutado de lo lindo. Aunque ahora, tras su muerte, parece ser que el disfrutar de una des sus películas actuales no sea vergonzante, sino de recibo, que ya saben como funciona el fandom de los cojones.
Se trata de una de esas películas del abuelo Jess en las que, si, hay un argumento. En una convencional, el argumento sería lo más importante y rellenarían la película con escenas que no aportan nada, si es que con lo inicialmente concebido no se llega a la duración mínima. Pero en una peli de Jess Franco, ese argumento es lo de menos y sirve de material de relleno. Así, aquí tenemos unos numeritos lésbicos (en los que parece que las actrices están disfrutando de verdad… o eso, o son muy buenas), un Antonio Mayans soltando proclamas en latín, y luego ya, en segundo termino, el argumento, que viene a contarnos la historia de una mujer que viene a comprar los derechos de las películas de una artista del tercer reich. Esta parece ser ahora una mujer serpiente-vampiro, que se lo monta con una chiquilla a la que tiene atormentada Mayans… y bueno, pasan cosas.
Personalmente, la filmografía de Jess Franco que más me interesa es esta última, donde deja patente las constantes de su filosofía, y donde todo ello es más palpable.
La película producida por fans americanos de tío Jess, no conoce una edición en dvd en España, aunque tuvo algún pase ocasional en salas de cine, es un absoluto delirio dónde la lógica no hace acto de presencia en ni un solo plano, las escenas eróticas rozan el porno (las tías se tocan el coño de verdad…) y donde el sonido está la leche de descuidado. Incluso habiendo sido doblada en ciertas partes, es imposible escuchar bien nada de lo que dicen.
La música casera de David Ramos, compuesta con trazas de principiante, caótica, a base de zumbidos y sintetizador,  sin embargo suena muy bien, y le confiere a “Snakewoman” un soundtrack que le viene que ni al pelo y que queda de maravilla.
Por lo demás, una Jessfranquiada más, de las de la ultima hornada, y que si sabes los derroteros por los que anda el director, ofrece justamente lo que esperas ver. Y eso incluye a dos de sus actrices recurrentes en los últimos años: Fata Morgana y Carmen Montés.
Por cierto, se supone que “Snake Woman” es un remake de “Las vampiras”. Válgame dios, que diría un gitano.

miércoles, 7 de diciembre de 2022

GALERÍA DE ESCANEOS BONITOS 21 (JESS FRANCO 2)

Imágenes extraídas de las fermosas páginas de "Mad Movies", "L´Ecran Fantastique" y otras revistas franchutes que me alegraron la adolescencia por ahí los años 80/90....

Películas de terror en la interminable filmografía de Jess Franco hay muchas. Pero películas de terror potables y que, por estética, maneras y dependencia de efectos especiales y truculencia, sean afines al género en su vertiente más moderna, o pos-setentera por llamarlo de alguna manera, solo hay dos. Puedo estar equivocado, pero creo que no. Son "Colegialas Violadas / Bloody Moon" y "Los depredadores de la noche" (resulta tentador incluir "La tumba de los muertos vivientes" o "La mansión de los muertos vivientes", pero no, esas las veo más añejas, rancias. Y de las de caníbales ni hablemos, ni siquiera son cine de terror) "Los depredadores..." es, además, de lo más soportable del cineasta, básicamente porque era un encargo que abordó aparcando un poco sus muchos tics y esa tendencia a dárselas de "auteur". Aquí Franco ejerció de artesano, gracias a dios. Siempre vigilado desde la sombra por el verdadero instigador del ambicioso proyecto, con el que por lo visto se llevó fatal, el legendario distribuidor René Chateau (al que envidio mucho porque fue ¿y es? pareja de Brigitte Lahaie)
Chateau avasalló a la prensa especializada regional para que dieran la murga con aquella película. Y así cumplieron todas, siendo "L´Ecran Fantastique" la que le dedicó más páginas y chicha. Justo ahí fue donde supe de su existencia, y quedé maravillado ante el hecho de que nuestro Jess Franco fuese el director ya que, en ésa época, le tenía en un pedestal -iluso de mí-. Aunque, honestamente, hubo un ingrediente que despertó aún más mis ansias de consumirla, el generoso mogollón de gore que prometía el material publicado, este que les dejo a continuación.
Tras mucha espera vi la película y, bueno, si quieren conocer mis impresiones, recurran a la reseña oficial. Gracias.



Y, a continuación, Jess Franco en acción, compartiendo
foto con Telly Savalas. Siempre me sorprendió verle mover
el atrezzo, eligiendo donde situarlo, ... ¿en serio era tan
quisquilloso con esas cosas? ¿y en serio había tanto dinero
invertido en el proyecto como para permitirse perder
el tiempo con semejante pijada?

viernes, 16 de noviembre de 2018

LAS ORGÍAS INCONFESABLES DE EMMANUELLE

En verdad, Jess Franco nunca llegó a concebir en el papel un exploit de “Emmanuelle” de Just Jaeckin. De hecho, “El último escalofrío”, rodada prácticamente a la vez que el clásico del erotismo, aprovechó el tirón del mismo una vez estaba la película ya montada y para estrenar y se estrenó en algunos países anglo-parlantes bajo el título de “Tender & Perverse Emmanuelle”, pero absolutamente nada tenía que ver con todo el universo de Sylvia Kristel.
Y dentro de una de las épocas más desquiciadas de Franco —los ochenta—, dando la casualidad de que la “Emmanuellexploitation” estaba en boga dejando pingües beneficios a las taquillas de los cines más desprejuiciados de medio mundo, Jesús Franco está rodando sin frenos y a toda pastilla toda suerte de películas de corte —en menor o mayor medida— erótico, en la era de la clasificación “S”.
Laura Gemser se convertía en un mito erótico de serie Z gracias a su serie de películas de “Emanuelle Negra”, que a su vez suscitaron toda suerte de copias y plagios de intenciones siempre mercantiles, que dejaban el mito creado por Jaeckin y Kristel en un universo paralelo, menos popular que sus explotaciones, y totalmente almibarado para lo que el cine europeo había creado con estas mierdecillas para pajilleros de la era pre-porno. Hacer una película sobre Emmanuelle, era una garantía de algo.
Con “Las orgías eróticas de Emmanuelle” (título que con sus dos cojones mantiene las dos emes de “Emmanuelle”, mientras que para esquivar los derechos, otros títulos le quitaban una eme  al nombre remarcando que no se trata del personaje de la Kristel), Jesús Franco no trataba más que hacer una comedieta “S” sobre infidelidades y lesbianismo, meter ahí algún elemento sensacionalista, y una crítica en forma de mofa a la imagen del macho ibérico. Por otro lado, se marca por boca de  Antonio Mayans un moderno discurso sobre nuestras costumbres sexuales. En definitiva, se trata de una película más de culos y tetas de Jess Franco.
Cuenta como un hombre de bien (Mayans) está casado con Emmanuelle. Tras un montón de orgías e infidelidades, este la perdona y vuelve con ella, hasta que un día, en plena discoteca, esta le humilla acostándose con una mujer delante de todo el mundo. Comienzan así, las idas y venidas, las violaciones, las combinaciones sexuales entre unos y otros y los chascarrillos humorísticos made in Franco.
Bastante serena y sosita, no se encuentra entre los títulos más desmadrados del Franco de los ochenta, el que opera en la costa en hoteles y parquecillos.
Como ya he  dicho, las explotaciones de “Emmanuelle” dejaban dinero a espuertas y antes de pasar a la postproducción, a los productores de Franco se les ocurrió que podían convertir esa insulsa película de folleteo soft en una más sobre las aventuras de “Emmanuelle”, así que, llamándose el personaje femenino principal Anne Marie, lo sustituyeron por el de Emmanuelle en el doblaje, y ya estaba la estafa y el negocio servidos. Se estrenó como uno más de las decenas de exploits Emmanuellescos que pululaban por los cines de barrio aquél año 1982.
Con todo, es de las entretenidillas.
En el reparto, además de Antonio Mayans, tenemos a un descacharrante Tony Skios cuyas soflamas en off sobre el poder del macho español, bien hacen a “Las orgías inconfesables de Emmanuelle” merecedora de un visionado, así como tenemos también a Muriel Montossé, quién a posteriori tendría una carrera profesional en Francia presentando toda suerte de programas televisivos.
De espectadores, 150.000 habituales de la clasificación “S”. No es de las menos taquilleras del tío Jess.

viernes, 8 de marzo de 2013

EL OJETE DE LULÚ

“El ojete de Lulú” tiene el honor de ser una de las pocas películas porno que veáis aquí reseñadas. No es gratuito, si me molesto es por dos motivos; uno, que se trata de un producto de la factoría Franco, dos, me la puse por curiosidad, por ver cómo era una porno del abuelo, y acabé consumiéndola entera.
Ahora bien: aunque las bases de datos otorgan la autoría de este film a Jess Franco, los créditos dicen que la responsable es Candy Coster, osea, Lina Romay, y me parece que en alguna ocasión  le escuché decir que, efectivamente, la había dirigido ella. Sea como fuere, no hay mucha diferencia en las maneras de cualquiera de los dos. Es más, yo juraría que efectivamente es de Franco.
Y lo cachondo es que no es menos aburrida que cualquiera de las películas de otros géneros que filmó. Es porno, sí, pero tomado a cachondeo. De hecho, demuestra aquí más originalidad que en muchas de las otras.
Cuenta la historia de un ojo del culo (el de Candy Coster) que se lamenta de que su vecino el chocho goza de una vida sexual activa, mientras que a él no se le presta atención.
La narración es, precisamente, Lina Romay manipulando el ano, mientras una voz en off se adapta al ritmo de movimiento del ojete. La dueña del mismo no para de chupar rabos y ser follada por una serie de señores, hasta que al final le petan el culo, y el ojete, lleno de semen, acaba feliz y contento. Que quieren que les diga, para ser porno, un género que detesto, me aburre y ni considero cine, está más que divertido.
Y es que Jess Franco es único hasta para filmar porno (en el caso de que sea el director… si no, da igual). Ves unas escenas y sabes que son suyas, principalmente por como están rodadas, por lo poco sexys que resultan (tías de lo más corrientuchas, y pollas fláccidas que no se ponen duras por mucho que las actrices chupen y chupen), primeros planos de Lina Romay zampando rabos (blandos) con mucho entusiasmo y muy bien comidos, todo sea dicho, mucho bello (incluido en el ojete de Lulú…) y una sordidez que hace que, a rasgos generales, más que excitar le entren arcadas al espectador. Ergo, Franco, haciendo porno, ¡hace anti-porno! (igual que, como dicen algunos eruditos, también hacía anti-cine... tanto "anti" da que pensar si no será una excusa zafia para parapetar, simplemente, la ausencia de capacidades)
Con todo, me quedo con los títulos de crédito. Aunque reconocemos por ahí a Mabel Escaño, la mayoría lo componen nombres como Pepíto Tiésez, Mela Chupen, Jean Morcillón e Iluminado Lechez… ¿Quién da más? Para Jess Franco el porno no es motivo de paja, sino de risa, de cachondeo, de gente feliz…

lunes, 23 de septiembre de 2019

DRÁCULA BARCELONA

Curioso documental de Carles Prats que reutiliza material ya filmado con anterioridad —material descartado de otro documental suyo, “Llámale Jess”— y material filmado ex profeso, para construir un raro documento en el que se nos contarán los tejemanejes y los pormenores de dos producciones que se filmaron en el mismo set y al mismo tiempo; “El Conde Drácula” de Jess Franco y “Vampyr Cuadecuc” de Pere Portabella. La primera, una adaptación más de la novela de Bram Stoker barata y descuidada y, la segunda, un film vanguardista que retrataba los entresijos de la primera, un producto totalmente artístico, curioso y atípico.
De la manera más formal posible, que es a base de entrevistas a propios y ajenos, Carles Prats nos muestra las interioridades de esas dos películas al igual que desglosa los puntos de conexión entre dos realizadores tan opuestos como Franco y Portabella, que además eran buenos amigos. Miembros del equipo de filmación de ambas películas, así como estudiosos del cine con veneración hacia ambos directores, dan sus impresiones, cuentan sus anécdotas y, en definitiva, nos explican como se realizaron esas dos películas. Así, tenemos declaraciones de, por ejemplo, Jack Taylor, Jordi Costa, Caglos Aguilag, Teresa Gimpera, Álex Zinéfilo, Esteve Rimbau o Jeannine Mestre, pero, lo verdaderamente bueno es que también podemos escuchar las versiones que dan sobre el asunto los propios Christopher Lee y Jess Franco, aunque ya no se encuentren entre nosotros, y Pere Portabella.
El resultado es una película amena, agradable y, sobre todo, interesante, que por otro lado, puede carecer de todo esto si el que se enfrente a “Drácula Barcelona”, se la traen floja los desvaríos pop de Franco o los experimentales de Portabella. Da la casualidad que por la parte que me toca, me interesan ambos.
Por otro lado, ya que Jess Franco ha muerto, algunos de los entrevistados no dudan en desmitificar  al director, no solo hablando “mal” de él, sino asegurando que nadie que le conociera personalmente, podría hablar bien de él.
Por lo demás, absolutamente funcional. Para completistas.

martes, 27 de abril de 2010

PAULA-PAULA

Esto sí es apuntar alto.
De todas las películas que he visto de Jess Franco, la que más me ha gustado es precisamente esta última. Más que nada por la actitud del director y por su condición de anti-película.
Rodada en su propia casa y sin más artificios que un par de foquitos y un par de rollos de papel "Albal" estratégicamente colocados, Franco arranca ofreciéndonos lo que parece un thriller de tercera categoría, para pronto (ni cinco minutos) sacarnos violentamente de toda ficción y mostrarnos los bailecitos eróticos de ambas protagonistas intercalados (uno de ellos mostrado con abuso de cámara lenta y ese efecto que duplica la mitad de la pantalla, creando así un rollo psicodélico muy "jessfranquiano") para centrarse en el minuto treinta, y hasta el final de la cinta, en el plano eterno de las dos Paulas montándose un numerito erótico lesbo, tan agobiante como soso, tan pesaaaaado , y ¡ojo! tan anti-erótico incluso (esas dos no ponen cachondo ni de coña) que es imposible quitarse el sombrero ante este acto terrorista de Jess Franco.
¿Aburrida? Muchísimo, es una peli de Jess Franco. ¿Sorprendente? Muchísimo, es una película arriesgada, rara e incluso una chorrada si lo miramos desde según que punto de vista. ¿Cojones? Dos y bien gordos. Franco está con una cámara haciendo precisamente eso, lo que le sale de los cojones, en su casita y dándole completamente igual si la cámara y parte del minúsculo equipo se reflejan en un espejo, o si en una peli que se resuelve en menos de diez planos, hay cinco con errores de raccord.
Como ya he dicho, un acto terrorista y, en lo suyo, una obra maestra.

viernes, 10 de abril de 2020

VAYA LUNA DE MIEL

La cosa está en que son muchos los títulos que, por inacabados, o por perdidos, permanecen inéditos para el público en lo que es la filmografía completa de Jess Franco. Y de repente, a primeros del año pasado, aparecen unas latas en los archivos de la filmoteca española que contienen integra, montada y sonorizada la película “El Escarabajo de Oro”, basada libremente en un relato de Edgar Allan Poe. Casi por casualidad se descubren estas latas y, tras revisar el primer rollo, el de créditos, se descubre que se trata de la película perdida de Franco, solo que se ve que a última hora, la producción decidió cambiarle el título de marras por el de “Vaya luna de miel”, quizás más acorde al material rodado por su definitivo tono cómico, y que es el que reza en los créditos. Pero efectivamente, se trata de “El escarabajo de oro”.
Lógicamente, este descubrimiento se vuelve un acontecimiento para los francófilos y la película se estrena en Febrero de 2019, con todos los honores, como uno más de los actos de celebración de los 30 años en activo del madrileño cine Doré como sede de la filmoteca Española. Y poco después de un año, y coincidiendo con el estado de alarma por coronavirus que ha dejado a la mitad de los españoles confinados en sus hogares, la filmoteca pone en su canal de Vimeo la película para su visionado gratuito, de manera temporal, para deleite de propios y extraños.
El caso es que cuando se encontró la película esta estaba en perfecto estado, y aunque se desconocen los motivos de porqué permaneció oculta todo este tiempo, se especula que el laboratorio donde se reveló el negativo, Fotofilm, secuestró la película por impago de facturas por parte de Franco y sus productores. Todo esto no deja de ser más que una especulación, máxime, cuando se encuentra también un documento que prueba su envío para exhibición a un cine de Barcelona. Sin embargo, no se encuentra ni una sola prueba de que “Vaya luna de miel” llegara a estrenarse.
Como fuera, el privilegio de poder verla ya pasó a mejor vida en el momento en que se compartió en Internet y cientos de usuarios tiraron de páginas de descargas de vídeo para quedarse con su copia personal de la película.
Al margen de esta historia, lo cierto es que “Vaya luna de miel” no ofrece nada excepcional. Se trata de una de las primeras películas de la etapa ochentera de Franco, etapa esta durante la cual rodó mil locuras y se rodeó de un equipo de habituales compuesto de Lina Romay, Antonio Mayans y otros tantos, y durante la cual se desata el Franco más loco y guerrillero. Así, tenemos a una mujer que, tras un seguimiento, selecciona al muchacho más rico de los que se encuentra en la playa y le seduce con malas artes. Se casan, y se van de vacaciones a Bananas —exótico lugar que se soluciona aquí, poco menos que filmando una costrosa feria o parque de atracciones de Alicante—. Allí, y debido a un equívoco, el muchacho es confundido con un tal Simón con el que comparte nombre, y en un enredo de padre y muy señor mío (para los protagonistas y para el espectador) se meten en una trifulca de mafiosos, tesoros, y un escarabajo de oro, en una comedieta medio slapstick, medio de aventuras, que se convirtió en todo un antecedente accidental de cintas de aventuras románticas al estilo de “Tras el corazón verde”, eso sí, rodada con el presupuesto que tuvo Michael Douglas para tinte del pelo en aquella película.
Se trata de un título muy del montón en la filmografía de Jess Franco, en el sentido que, ni es de las malas, malas (lo cual siempre sería un motivo de festejo), ni es de las buenas (lo cual también merecería ser festejado), si no todo lo contrario. Es una “de las otras” que diría Franco, de aquellas que poseen planteamiento, nudo y desenlace  y que por ser más convencionales, resultan a todas luces mediocres.
La comedia funciona cuando es involuntaria (porque cuando es voluntaria da vergüenza ajena) y, en general, tampoco es especialmente aburrida, pero, desde luego, es uno de los títulos más insípidos de cuantos rodó. Luego, escarabajos y joyas compradas en el chino, chinos interpretados por españoles sin apenas maquillaje, esqueletos de plástico y mucha cochambre, podredumbre y tercermundismo, aderezado por las carnes magras de una Lina Romay ya fondona, que se lo pasa teta rodando este tipo de películas.
 No posee nada especial, de no ser porque ha aparecido en sus latas cuarenta años después de ser rodada. Por lo demás, ni fu, ni fa.
Junto a Lina Romay en el reparto, tenemos a Max B. ("Cazar alnegro") doblado para la ocasión por, creo reconocer en la voz a Ricardo Palacios, Emilio Álvarez, que salía en “El fascista, la beata y su noviadesvirgada”, Antonio Mayans, o Susy Boulois (También presente en “Cazar al negro”).
Los completistas la agradecerán.