A estas alturas ya he leído mogollón de críticas de lo que es (por ahora) la última película de Jess Franco. La conclusión general, salvo por alguna excepción, es que es una de las películas más espantosas jamás rodadas. Es muy fácil decir eso de “Al Pereira vs. the Alligator Ladies”. Es muy fácil si tenemos como baremo por el que medirla el cine estándar. Visto así, efectivamente estamos ante una película espantosa, porque no hay argumento, hay planos secuencia de más de veinte minutos y personajes y situaciones que cambian y saltan en el espacio-tiempo como a ellos les da la gana. Estos críticos condenan su aburrimiento. Porque la película es aburrida, y mucho.
También los más “jessfranquianos” se rasgan las vestiduras ante la película, ciegos, porque se trata de la última del octogenario director, no calibrando en muchos momentos justamente, y elevando los desmanes del director a la categoría de arte, cuando probablemente haya algo de intención artística en según qué planos, pero también mucho de dejadez y pasotismo.
Pero todos se olvidan de una cosa: el “leit motiv” del director, lo de romper con lo establecido a la hora de hacer una película, romper con la lógica, saltarse las normas de lo cinematográficamente establecido. Porque sí, por hacer lo que a uno le salga de los huevos, no buscando esos ramalazos artísticos que muchos creen vislumbrar.
En palabras del propio Jess Franco, “el cine no tiene que ser un tocho de filosofía, no tiene ser Kierkegaard”. Así que también es absurdo buscarle lecturas sesudas a su obra.
A que lo voy es que la mayoría de los que han opinado sobre "Al Pereira vs. the alligator ladies" tienen un problema: no saben ver una película de Jess Franco.
Desde tiempos inmemoriales, Franco ha apostado por un tipo distinto de cine en el que él mismo no sabe ni cómo va a reaccionar ante un plano. Esto mismo puede que pase en el plano, que no se reaccione, por lo que se queda vacío. Es cine, porque cualquier cosa que sean imágenes en movimiento es susceptible de ser cine, incluso los vídeos caseros, pero el de Jess Franco, el de los últimos años, es otra cosa. No es cine; es Jess Franco.
A mí me la sudan bastante muchas de sus películas más míticas. Me la suda el hecho de que sean reconocidas porque se ve la sombra de la cámara o los famosos desencuadres y desenfoques. Me la suda “Gritos en la noche”, me la suda “La Reina del Tabarín”, detesto “Killer Barbys”, odio “El conde Drácula” y opino que “Las vampiras” es una mierda.
Su etapa de vídeo ya empieza a interesarme un poco más, y sus últimas películas son de las que soy fanático, porque son su cine más puro. Porque simplemente se trata de rodar y rodar, da igual el qué, si es con pasta guay, y si es con dos duros, guay también.
Son más cercanas al cine experimental que al cine de género, aunque introduzca elementos de género en todas ellas, pero no son películas experimentales ni películas artísticas. Son las maneras de rodar de Jess Franco. ¿Y en qué es experto Franco? En hacer lo que le sale de los cojones.
Dicho esto, para mayor comprensión de lo expuesto, es indispensable que vean “A ritmo de Jess”, documental sobre el rodaje de “Al Pereira vs. the Alligator Ladies”, confeccionado por nuestro compañero Naxo Fiol, donde comprobaremos que al abuelo, aun siendo experto en hacer lo que le sale de los huevos, las circunstancias tampoco se lo permiten en esta película, teniendo pues que improvisar y llevarla a buen puerto, que no es otro que terminarla. Y aun así tenemos la sensación, viéndola, de que sí, que dentro de esa locura y ese espantoso caos, el señor director ha hecho lo que le ha salido de los huevos.
De hecho, y hablando de sensaciones, la que me da a mí la película, es que se ha hecho sola. ¿No es maravilloso?
Entre contoneo de curvas y tocamientos lésbicos, nos cuentan la historia de las hijas de Fu-Manchu, lesbianas e incestuosas en sus intentos por seducir al detective Al Pereira, que harto ya de tanto folleteo, les reprocha su actitud con una sucesión de frases, y matándolas, no una, sino dos veces, entre otras muchas cosas sin explicación ni lógica (ni puta falta que hace).
Y el resto de la película es un eterno dejarse llevar del director, un dejarse llevar que puedes amar (como es mi caso) o puedes odiar, si es que tienes los cojones suficientes de verla hasta el final.
Antonio Mayans interpreta a Pereira, y está memorable, con todas esas frases conservadoras y chascarrillos misóginos: “Así son las veleidades de la vida: en dos segundos, dos balas matan a dos hijas de puta”, dice. Hay momentos incluso para la vergüenza ajena, pero en este “todo vale” que es “Al Pereira vs. the Alligator Ladies”, pienso que hasta la vergüenza ajena es necesaria. En ninguna película, ni siquiera dentro de las más underground, habríamos tenido tanto valor. Pero a Jess Franco le da igual, aunque quizás se deba a la falta de conciencia de estar fabricando un momento de vergüenza ajena.
Por todo esto (y por todas esas cosas que cuentan por ahí, que si el precedente es “El Sexo está loco”, lo del espejo y la cuarta pared y demás zarandajas que se usan sólo como excusa para justificar la demencia de un señor de vuelta de todo y que rueda por puro amor al acto de rodar) y sobre todo, si no por la libertad total, sí por intentar rodar con ella, “Al Pereira vs. the Alligator Ladies” me parece la mejor película de Jess Franco en mucho, mucho tiempo. Pero hay que saber verla. No como una peli estándar, no como una peli experimental (que no lo es), ni tan siquiera como un fan del director. Hay que verla como lo que es: un ejercicio audiovisual personal, genuino, raro, desconcertante, hilarante, confuso, torpe, demencial y rodado con altas dosis de amor por lo que se hace, pero también con muchas dosis de “me importa un carajo esta mierda y quiero acabar ya”.
Maravillosa.
Muestran sus anatomías las voluntariosas Carmen Montes, Debbie Logan y Paula Davies, como las lascivas Alligator Ladies.
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martes, 26 de marzo de 2013
jueves, 26 de diciembre de 2013
LA BAHÍA ESMERALDA
Personalmente, son estas películas convencionales las que
menos me interesan de su filmografía, porque pelis malas, las hay a puñados, y
estas ni tan siquiera son tan, tan malas como para tenerlas en cuenta. Pero como
curiosidad, como siempre digo, si que funcionan.
“La Bahía Esmeralda” sería una de estas películas.
Si las películas de Franco más convencionales no fueran las
que menos me interesan, la verdad que hay que reconocer que cuando más en forma
estuvo el abuelo, fue en la etapa comprendida entre el cine porno y justo antes
del apadrinamiento de “Subterfuge”, es decir, finales de los ochenta, que es la
etapa en la que trabaja para René Chateau y hace “los depredadores de la noche” y para Daniel Lesoeur y “Eurociné”
y se saca de la manga “El hundimiento de la casa Usher”, “Operación Cocaína” o
esta “La Bahía esmeralda” que como ya he dicho, serían sus películas más
convencionales y las que dejarían algo de dinero en tierras extranjeras.
“La Bahía Esmeralda” se estrenó en nuestros cines,
distribuida por U.I.P (en aquellos años, esta empresa estrenaba, de tapadillo,
montones de películas que les pudieran dejar perdidas. Rollos fraudulentos que
se traían) y recuerdo perfectamente los posters en la marquesina, o, discretamente,
en alguna revista de cine, que la hacían pasar, perfectamente, por un estreno
norteamericano no muy grande.
Cuenta la historia de un país de Sudamérica (aunque está
rodada en Tarragona) que está a punto de entrar en una guerra civil, y mientras
que el presidente intenta por todos los medios poner una solución a esta
situación, el corrupto Coronel Madero, hará mil y una tropelías que llevarán al
país directamente al garete.
Una peli con sus tiros, sus persecuciones, su ritmo y, como
no, sus imágenes de archivo.
Dentro de la filmografía de Jess Franco, tampoco sería lo
más aburrido; sin ser esto la panacea del entretenimiento, está hasta distraidilla. Sería una película digna, incluso. Pero dentro de las películas
convencionales, hay miles de millones mejores que esta, que está, en muchos
aspectos y para ser del tío Jess, incluso cuidada.
Pero no es ese el motivo por el que no hay que tenerla muy en cuenta. El motivo
es, que al ser una película de encargo, con un guión ajeno (lo firma Lesoeur) y
que Franco se limita a rodar el material que le han ordenado, lo que trasmite
la maldita película es que Jess se está aburriendo haciéndola. Es todo tan
correcto, tan académico, que se echan en falta todos esos zooms y desenfoques
habituales de Jess Franco, que por momentos parece que vayan a hacer acto de
presencia. Y sin embargo, no se muy bien por qué, tiene ese tufillo
inconfundible a lo Jess Franco, lo que la convierte en una película muy rara. E
interesante para tener en la videoteca (por menos de eso, tengo pelis peores).
El reparto, como siempre que Jess trabajó para “Eurocine”, “de
Campañillas”: Robert Forster, George Kennedy, Fernando Rey, Silvia Tortosa,
Craig Hill, además de Mayans, Lina Romay y el propio Franco. Pero la curiosidad
está en que la película cuenta con la presencia de Ramón Sheen (no confundir
con Ramoncín) ahora más conocido como Ramón Estevez. Y que trabajó en más
ocasiones para tío Jess. No hace falta ser muy listo para saber de quien se
trata. Efectivamente, es hijo de Martin Sheen y hermano de Charlie Sheen y
Emilio Estevez, que además de para Franco, también trabajó para José Antonio de la Loma en “Pasion de hombre”, y ahora mismo se dedica a producir
ejecutivamente la nueva serie para lucimiento de su hermano Charlie.
“La bahía Esmeralda”, junto con “Los depredadores de la
noche”, es lo más parecido que nos dio Franco a una película de verdad, y ya
solo por eso, yo creo que merece la pena echarle un vistazo. Pero si el cine de
Jess se limitara a esto, hace tiempo que habría dejado de interesarme.
No obstante, la ultima etapa, la del vídeo y el chocheo –en
todos los sentidos-, me sigue pareciendo la mejor y la más interesante.
jueves, 1 de mayo de 2014
VAMPIRESAS 1930
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Bien pues con esta “Vampiresas 1930” les digo absolutamente
lo mismo; era una cosa rara que iba cargada de unas maneras y un ritmo poco
habituales en Franco en su cine posterior. Sin embargo, ciertos encuadres,
trompicones de la cámara, desenfoques, planos generales exteriores y demás
parafernalias, demuestran que es una película 100% Franco. Y es que, si en sus
anteriores películas vemos que se ceñía a unas normas establecidas en la
realización de películas, aquí ya se pasa todo eso, un poquito, por los cojones. Y añadan,
también, que la incapacidad por la que, al menos en mi casa, Franco es famoso,
ya es aquí patente.
Imagen, historia, desarrollo, concepción, narrativa… todo
eso está ya descuidado, no hasta el límite, pero si haciendo a Jess apuntar
maneras, las mismas que le llevaron a ser conocido como un cineasta libre. ¿Qué
quiere decir esto? Pues que a principios de los sesenta, cuando en el cine
español ya había un “star system” reconocible que hacía funcionar las películas
por si solas, Franco tuvo los cojones, la suerte, y la (in) capacidad de rodar
un coñazo inconexo. Salvando las distancias, que dentro de los muchos coñazos que el abuelo rodó, este se puede ver. Una comedia musical con Antonio Ozores, Lina Morgan,
Antonio Garisa y Manuel Alexandre, que en absoluto funciona, que no tiene
gracia, y que está muy, muy lejos de películas de aquella época como “Los
Tramposos”, por poner un ejemplo. Como peli de la época, es una pedazo de
mierda. Ergo, ahora si, llego a la conclusión que Jess Franco era un inútil que
convirtió aquella inutilidad en arte, vendió la moto, hizo creer que lo suyo
era otro rollo, nos vendió lo del anti academicismo, y aquí, cuando todavía su
forma de hacer cine no era, además, su discurso, queda claro que se trataba de
lo peorcito en cineastas vivos. Así que, evidentemente, la película, como
comedia española de los sesenta es una porquería. Ahora, como película de Jess
Franco… entonces estamos ya ante otro asunto. Y desde luego, hay que verla con
las retinas ya hartas de Franco.
Cuenta la historia de unos músicos que se dedican al cine,
en plenos años treinta, tienen que enfrentárselas con el cine sonoro que llega
con fuerza y se ven metidos en un entuerto con una orquesta de negros llamada
Vampiresas 1930… o algo así, porque hay que hacer malabarismos para entender el
argumento, y yo ya no puedo hacer muchos…Y si dejamos a un lado esos guiños a
“Con faldas y a lo loco” o “El cantor de Jazz” que los estudiosos de Franco se
empeñan en reseñar con el fin de hablar
bien de esta mierda, yo diré que lo
bueno no son ni las referencias, ni los guiños. Es más, estos son incluso obvios.
Lo bueno de la película, es el propio Jesús Franco, su mundo y su universo.
Porque si bien esta película no funciona a niveles de entretenimiento (cosa
esta por otro lado, que ha de ser así en el universo Franquiano), si que hay
que decir, que Franco era un absoluto adelantado a su época y, en plenos años
60, dónde la mayoría de cineastas hacían algún chascarrillo sobre “lo Beatnick”
sin saber muy bien de que iba la cosa en sus películas, Franco se convierte en
el director más moderno de aquel entonces, construyendo una película que gira en torno a unos músicos de Jazz.
Tócate los huevos, Manuel. No folclóricos ni nada de eso, músicos de Jazz. Y
viendo anoche la película, me di cuenta de eso, que era un adelantado a su
época, y dentro de sus escasas
posibilidades y mínimo talento, un innovador.
Con todo, a fin de cuentas, y a pesar de sus casi dos horas,
a los fans de Jess, se la recomiendo.
Por otro lado decir que Jess Franco, fue el descubridor de
una pareja cinematográfica que sería fructuosa tanto dentro de la comedia
española, como de la revista; la formada por Antonio Ozores y Lina Morgan. Él
los juntó delante de una cámara por primera vez, él dio un papel protagonista, por vez primera, a
Lina Morgan, en el cine.
Cuando se distribuyó en vídeo a mediados de los años
ochenta, todos los protagonistas de esta película ya eran veteranos. Lina
Morgan en concreto, daba mucho dinero con su imagen en esos años, más que por
su cine, por sus obras de teatro grabadas en vídeo (“Vaya par de gemelas” o cosas así). Así
pues, aprovechando el tirón de estas obras, las distribuidoras, tomando como
reclamo una fotografía de alguna de sus revistas a modo de carátula, estrenaron
en alquiler la película, haciéndola pasar por una de estas obras de teatro…y
varios serían los que picaron, por supuesto.
Como el póster original capitaneado por la supuesta
protagonista del film, Mikaela -¿quién cojnes será – es muy feo, adjunto el
fraudulento.
lunes, 11 de enero de 2016
GRITOS EN LA NOCHE

Entiendo el interés general del Jess franco de esta película
y época, pero, como muy bien sabrán si siguen asiduamente este blog, a mí este
Jess Franco no me gusta. No me malinterpreten, si que me gusta “Gritos en la
noche”, lo que pasa es que es una película tan estándar, tan formal, que no
parece de Jesús Franco. Es más, carece de toda esa libertad y rebeldía con la
que luego se le llenaría la boca, es totalmente académica si bien es cierto que
tiene un par de ligeros ramalazos de lo que luego sería su estilo, pero yo
prefiero sin dudarlo, a ese Jess Franco de los últimos años y esas locas
películas fruto de la dejadez más extrema, pero también de la genialidad. Y
aquí no hay nada de eso, y seamos serios, aunque “Gritos en la noche” está muy
bien, puestos a ver cine de terror de la época, los hay bastante mejores. Eso si, si que se trata
de una de las primeras películas genuinamente de terror rodadas en españa, y
ahí radica el mérito. Además de contar por primera vez con la presencia de un
personaje esencial en la posterior filmografía y en el “Universo Franco”.
Cuenta la historia del Dr. Orloff, cuya hija desfigurada –un
acierto; no se nos cuenta la historia de la chica, no sabemos que le ha pasado-
descansa en una vitrina de su palacete, mientras él, ayudado por su sirviente
deforme Morpho, asesina a bellas cabareteras con el fin de experimentar con sus
pieles y trasplantárselas a su hija.
Mientras, un detective, investigará estos extraños
asesinatos.
Un argumento que también sería una constante en la obra más
de ficción del director (sin ir más lejos, en “Los depredadores de la noche”
pasa más o menos lo mismo) y uno de los títulos por los que el abuelo era
conocido en todo el mundo. No en vano, oliéndose los problemas que iba a tener
con la censura de la época con un producto en el que había sangre,
deformidades, violencia y hasta escotazos, Jesús se cuidó de ambientarla en
Francia, y montó dos versiones, la que
se estrenó en España, y la internacional, dónde no se camufla el erotismo
rodado. El resultado de esto, es que en España la película fue ninguneada por
la crítica; incluso se le acusó de rareza y se distribuyó en cines de mala
manera. Comienza entonces Jess a plantearse irse fuera, lógicamente. Sin
embargo, estrenada la película en Francia, donde se tituló “L´horrible Dr.
Orloff”, en Reino Unido donde se tituló
“The Demon Doctor” fue la cosa bastante mejor y así empieza el mito.
También se estrenó en Estados Unidos en programa doble y como secuela de otra
película con la que no tenía nada que ver y que se títulaba “The Horrible Dr.
Hichcok”. “Gritos en la noche” pasó a titularse “The Awful Dr. Orloff” y
funcionó bien a nivel de taquilla; no obstante, la critica trató a las dos
películas como a la mierda, si bien es cierto que la crítica vertida por en New
York Times sobre el programa doble, no deja de terner cierta gracia, ya que
decía: “Por una vez, los adjetivos en los títulos no solo son descriptivos,
sino también precisos”. Ole los cojones de New York Times.
Con todo ello, si, una de las mejores películas de Jess
Franco, competente y entretenida, una película de verdad, pero sin una gota de
la personalidad que hizo que yo me enamorase de este cineasta.
En el reparto, eficaces a más no poder, tenemos a Conrado
Sanmartin como el detective Tanner, Venancio Muro saliéndose un rato de la
comedia y haciendo un papel crucial en la trama, Perla Cristal y María Silva
entre otros, si bien no deja de ser curioso y chocante el cameo del mítico
dibujante Manuel Vázquez, gran amigo de Jess Franco, que interpreta al que hace
los retratos robot de la policía en un momento de la película especialmente
celebrado por mí.
Sin prejuicios; está muy bien la película.
miércoles, 25 de septiembre de 2013
DON QUIJOTE DE ORSON WELLES

Remontémonos a los años 50. Un canal de televisión encarga a
Welles un mediometraje sobre el personaje creado por Miguel de Cervantes. El
canal, con la cinta a medio rodar, decide que ese material es una mierda y
aborta el proyecto, pero Orson Welles, sobrevalorado director clásico y
excelente actor en filmes europeos de
serie B, obsesionado con España y su cultura popular, decide seguir con el
proyecto, pese a que ningún estudio quiere respaldarlo y tiene que
autofinanciarse él mismo.
Y aunque influyentes amigos como Frank Sinatra aportan
cantidades para su financiación, Orson, como bien le contaba a Ed Wood en la
fábula homónima de Tim Burton, cada dos por tres se quedaba sin un duro, con lo
que paraba el rodaje.
La película, además, era del todo rara e inconexa… no había
guión, los actores improvisaban y trasladaba a los protagonistas a la época
contemporánea (es decir, los 50), por lo que la cosa parecía ser un alocado
“spoof” en el que vemos al Quijote yendo al cine o atacando a una joven que va
montada en una vespa.
Pasan los años, y
pese a que los actores van envejeciendo, Welles rueda los fines de semana
material para su proyecto, sumando horas y horas de metraje, y acumulando
película de 16 mm., 35 mm., gastando ingentes cantidades de dinero, para una
obra que casi seguro jamás verá la luz. La obra de un loco.
En plenos ochenta, Welles no ha terminado la película y el
material acumulado es un caos, y poco más que una porquería – a juzgar por el
reciente visionado- que antes de fallecer queda en manos de la mujer de Welles.
Una vez muerto Orson Welles, entra en escena Jess Franco y
hace con el material de este lo mismo que ha hecho Antonio Mayans con el
material que Franco dejó filmado antes
de morir para “Revenge of the Alligator Ladies”: completarlo y estrenarlo.
Para ello, y con la ayuda de un productor, Franco compra el
material que está en poder de la señora Welles. Como ahora le pertenece, decide
montar el largometraje, obviando absolutamente
los anteriores montajes de Welles, lo que se traduce en mayor
incoherencia y un uso de los filtros y las transiciones de video absolutamente
demencial (y muy Franquiano), a la que añade imágenes clásicas del propio
Welles, en sus estancias (misteriosas, raras y desperadas) en nuestro país.
Aprovechando que la prensa en este país la dominan una panda
de ignorantes indocumentados, que existen porque de todo tiene que haber en
este mundo, y sabiendo del amigo Franco, únicamente, que trabajó con Welles
como segunda unidad en “Campanadas a medianoche”, se crean unas expectativas
que no se cumplen y durante su estreno en el festival de Cannes la película
sufre abucheos y silbidos, puesto que el académico público del festival no
está acostumbrado a las extravagancias de Franco.
Bien, vista la película, he de decir que, efectivamente, he
flipado con las transiciones de vídeo noventeras, los insertos y demás
parafernalia, y el enloquecido y torpe montaje de Jess Franco (según los
créditos, ejecutado por Lina Romay…), pero también, hay que decir que todo el
material filmado por Orson Welles es una mierda.
El tío Jess se limita a montar con cierto orden y dotándolo
todo de un ritmo frenético que, para nada, es propio de su cine, un montón de
planos que junto a un doblaje no muy acertado en la sincronía y una voz en off
que nos va explicando lo que no está rodado y no podemos ver, van construyendo
una historia lo más parecida a la del Quijote que se pueda montar, teniendo en
cuenta los anacronismos y el montón de filtros y gilipolladas que mete Franco,
creo intuir, que porque a la vez que monta, experimenta con el programa de edición.
Ergo, Jesús Franco, de manera siempre sui generis, lo que
hace es coger una cinta muy añeja y dotarla de cierta modernidad. El resultado
es una ful, pero porque lo que rodó Orson Welles también lo es, no por el
montaje de Franco, que no es para nada ortodoxo, pero sí muy eficaz. Y desde
luego, dejando en el revoltijo impronta de “auteur”, porque a pesar de las
velocidades, efectivamente, se nota que tras ello está Jess Frank.
Bueno, una curiosidad y una buena muestra de la cara dura
del tío Jess, que se lo debió pasar pipa montando aquello.
No pasa nada por echarle una ojeadilla.
lunes, 31 de octubre de 2022
KILLER BARBYS VS. DRÁCULA
Perteneciente a la etapa que más me gusta de Jess Franco —la última, la de vídeo— “Killer Barbys Vs. Drácula” sería uno de los títulos que mejor captan en lo que se convertiría el director una vez llegados al nuevo milenio y, al mismo tiempo, la película que mejor condensa todos los vicios y virtudes de Jesús Franco. Si hubiera que proyectar a algún neófito una de sus películas en vídeo y mostrar su decadencia, “Killer Barbys Vs. Drácula” sería ideal para que comprendiera esta etapa del director que dista de las anteriores porque ahora tiene carta blanca para experimentar más y, si me apuran, incluso para ser más chapuzas. Con el vídeo todo son ventajas.
Como fuere, aquí tenemos una segunda incursión de The Killer Barbies en el universo franquiano en el que tanto Silvia Supestar como sus músicos no son más que un mero adorno. Están como podían muy bien no estar y la película seguiría siendo la misma. Además que no tiene mucho sentido porque si la anterior película, “Killer Barbys”, aparece en un momento en el que, por moda (los temibles 90), se reivindicaba el cine chungo porque la gente de "Subterfuge Records" quería ir de enrollada y colgarse una medallita recuperando a Jesús Franco, para 2002, año en el que se rodó esta secuela, el posible interés que podían suscitar tanto de The Killer Barbies como Jess Franco era ya residual.
La cosa, sin un argumento lineal o coherente, ya que la película entera es un ir y venir de personajes al más puro estilo vodevilesco —pero sin demasiado vodevil— cuenta la historia de The Killer Barbies que ¿actúan? ¿ensayan? en las instalaciones del Tivoli World, un mítico parque de atracciones malagueño (ya cerrado). En ese mismo parque se encuentra un individuo que dice ser Drácula, siendo desacreditado cuando de repente se persona la directora de turismo de Transilvania con un ataúd que contiene la momia —muy bien conservada— del verdadero Drácula. Basta que The Killer Barbies se pongan a tocar para que, gracias a su ritmo, el vampiro despierte de su letargo y vaya mordisqueando a todo bicho viviente con el que se topa, sin que la luz natural sea un impedimento en su devenir, reflejándose los rayos de sol en la sudorosa calva de Enrique Sarasola, actor que da vida a Drácula con mucho ímpetu. Luego, distintas y demenciales subtramas se abren, sin que ninguna llegue a su desenlace. Aunque importa tres pitos que lleguen o no…
El caso es que no tenía yo a esta película entre mis favoritas del director, huelga decir que es infame, malísima, sin embargo es tan tonta, descerebrada y loca, que tras un reciente visionado, y habiendo visto auténticos bodrios insufribles dentro de la época vídeo de Franco, lo cierto es que con esta te ríes y, si me apuran, puedo llegar a decir que está entre las tres o cuatro más entretenidas. Ojo, no digo entre las tres o cuatro mejores, sino más graciosas.
Para esta majadería de Franco, entran en co-producción hispano-germana, Jacinto Santos y Carster Frank, habitual actor de Marian Dora, cabeza visible del cine extremo alemán y perpetrador de salvajadas varias con esa troupe, que aquí no solo pone sus dineros e infraestructura al servicio de Jess, sino que nos regala un papel secundario de corte cómico dándole la réplica a Dan Van Hussen, mítica figura de los espagueti western que interpreta a una suerte de Van Helsing ciego que resulta ser lo más divertido del sarao. Más divertido aún en la versión doblada al castellano de la misma, ya que, supongo que por capricho, le dobla el propio Jess Franco con su soniquete inconfundible y, claro, si a eso le añadimos el hecho de que todo el doblaje es una cutrez de narices, no pega, por lo que es difícil que el espectador al reconocerlo no suelte aunque sea una carcajada.
Del mismo modo “Killer Barbys Vs. Drácula” supondría el último papel en un largo para Aldo Sambrell, igual de mítico que Van Hussen y por los mismos motivos, interpretando al gerente del parque de atracciones que está enamorado de Silvia Superstar, esta no le corresponde y, en consecuencia, le llama puta. Sambrell además canturrea canciones de pirata en el mismo escenario del que no se bajan The Killer Barbies, con un coro de señoritas que se parten el ojete ante las cancioncillas que entona. Todo muy gratuito y sin venir a cuento.
El resto del nutridísimo reparto lo componen rostros habituales en la filmografía del tío Jess como puedan ser los de la eterna Lina Romay, Katja Bienert, Fata Morgana, Carmen Montes o José Roberto Vila que además fue contratado en calidad de guionista. Vila entregó un guion de aproximadamente 40 páginas en el que se contaba una historia de corte pop al estilo de las películas que Richard Lester hizo para "The Beatles". Pero una vez comenzado el rodaje, Jess y Lina lo abordaron como les pareció bien, improvisando situaciones sobre la marcha y no respetando en absoluto el guion por el que Vila fue contratado. Por eso en los créditos aparecen tanto Vila como Jess y Lina.
Por si eso fuera poco, se cuenta por ahí que la película se pergeñó con un dinero del productor Jacinto Santos que se sumaría al resto que pondría la producción alemana. En realidad Santos no llegaría a gastarse un duro en la misma porque, con el montante y material técnico de los alemanes, Franco rodaría esta película y todavía le sobraría para sacarse de la manga dos más, “Flores de perversión” y “Flores de la pasión”, por lo que el negocio, en el caso de que lo hubiera habido como antaño, salió redondo. Sin embargo, la película es tan caótica y poco profesional, que tras un pase en la Semana de Donosti en el que el público no tuvo piedad con ella hasta tal punto que Jess Franco salió del cine mosqueado, no llegó a estrenarse en cine en nuestro país, apareciendo en DVD años después a través de "Vella Visión", tras ser rechazada por "Manga Films" que, al escuchar el desastroso audio de la cinta, decidió cancelar su lanzamiento.
Y sin más. Un puro descerebre que, quizás, ha mejorado, contra todos los pronósticos, con el paso del tiempo. Es mala a rabiar… pero te ríes un rato.
Como fuere, aquí tenemos una segunda incursión de The Killer Barbies en el universo franquiano en el que tanto Silvia Supestar como sus músicos no son más que un mero adorno. Están como podían muy bien no estar y la película seguiría siendo la misma. Además que no tiene mucho sentido porque si la anterior película, “Killer Barbys”, aparece en un momento en el que, por moda (los temibles 90), se reivindicaba el cine chungo porque la gente de "Subterfuge Records" quería ir de enrollada y colgarse una medallita recuperando a Jesús Franco, para 2002, año en el que se rodó esta secuela, el posible interés que podían suscitar tanto de The Killer Barbies como Jess Franco era ya residual.
La cosa, sin un argumento lineal o coherente, ya que la película entera es un ir y venir de personajes al más puro estilo vodevilesco —pero sin demasiado vodevil— cuenta la historia de The Killer Barbies que ¿actúan? ¿ensayan? en las instalaciones del Tivoli World, un mítico parque de atracciones malagueño (ya cerrado). En ese mismo parque se encuentra un individuo que dice ser Drácula, siendo desacreditado cuando de repente se persona la directora de turismo de Transilvania con un ataúd que contiene la momia —muy bien conservada— del verdadero Drácula. Basta que The Killer Barbies se pongan a tocar para que, gracias a su ritmo, el vampiro despierte de su letargo y vaya mordisqueando a todo bicho viviente con el que se topa, sin que la luz natural sea un impedimento en su devenir, reflejándose los rayos de sol en la sudorosa calva de Enrique Sarasola, actor que da vida a Drácula con mucho ímpetu. Luego, distintas y demenciales subtramas se abren, sin que ninguna llegue a su desenlace. Aunque importa tres pitos que lleguen o no…
El caso es que no tenía yo a esta película entre mis favoritas del director, huelga decir que es infame, malísima, sin embargo es tan tonta, descerebrada y loca, que tras un reciente visionado, y habiendo visto auténticos bodrios insufribles dentro de la época vídeo de Franco, lo cierto es que con esta te ríes y, si me apuran, puedo llegar a decir que está entre las tres o cuatro más entretenidas. Ojo, no digo entre las tres o cuatro mejores, sino más graciosas.
Para esta majadería de Franco, entran en co-producción hispano-germana, Jacinto Santos y Carster Frank, habitual actor de Marian Dora, cabeza visible del cine extremo alemán y perpetrador de salvajadas varias con esa troupe, que aquí no solo pone sus dineros e infraestructura al servicio de Jess, sino que nos regala un papel secundario de corte cómico dándole la réplica a Dan Van Hussen, mítica figura de los espagueti western que interpreta a una suerte de Van Helsing ciego que resulta ser lo más divertido del sarao. Más divertido aún en la versión doblada al castellano de la misma, ya que, supongo que por capricho, le dobla el propio Jess Franco con su soniquete inconfundible y, claro, si a eso le añadimos el hecho de que todo el doblaje es una cutrez de narices, no pega, por lo que es difícil que el espectador al reconocerlo no suelte aunque sea una carcajada.
Del mismo modo “Killer Barbys Vs. Drácula” supondría el último papel en un largo para Aldo Sambrell, igual de mítico que Van Hussen y por los mismos motivos, interpretando al gerente del parque de atracciones que está enamorado de Silvia Superstar, esta no le corresponde y, en consecuencia, le llama puta. Sambrell además canturrea canciones de pirata en el mismo escenario del que no se bajan The Killer Barbies, con un coro de señoritas que se parten el ojete ante las cancioncillas que entona. Todo muy gratuito y sin venir a cuento.
El resto del nutridísimo reparto lo componen rostros habituales en la filmografía del tío Jess como puedan ser los de la eterna Lina Romay, Katja Bienert, Fata Morgana, Carmen Montes o José Roberto Vila que además fue contratado en calidad de guionista. Vila entregó un guion de aproximadamente 40 páginas en el que se contaba una historia de corte pop al estilo de las películas que Richard Lester hizo para "The Beatles". Pero una vez comenzado el rodaje, Jess y Lina lo abordaron como les pareció bien, improvisando situaciones sobre la marcha y no respetando en absoluto el guion por el que Vila fue contratado. Por eso en los créditos aparecen tanto Vila como Jess y Lina.
Por si eso fuera poco, se cuenta por ahí que la película se pergeñó con un dinero del productor Jacinto Santos que se sumaría al resto que pondría la producción alemana. En realidad Santos no llegaría a gastarse un duro en la misma porque, con el montante y material técnico de los alemanes, Franco rodaría esta película y todavía le sobraría para sacarse de la manga dos más, “Flores de perversión” y “Flores de la pasión”, por lo que el negocio, en el caso de que lo hubiera habido como antaño, salió redondo. Sin embargo, la película es tan caótica y poco profesional, que tras un pase en la Semana de Donosti en el que el público no tuvo piedad con ella hasta tal punto que Jess Franco salió del cine mosqueado, no llegó a estrenarse en cine en nuestro país, apareciendo en DVD años después a través de "Vella Visión", tras ser rechazada por "Manga Films" que, al escuchar el desastroso audio de la cinta, decidió cancelar su lanzamiento.
Y sin más. Un puro descerebre que, quizás, ha mejorado, contra todos los pronósticos, con el paso del tiempo. Es mala a rabiar… pero te ríes un rato.
martes, 6 de mayo de 2014
EL MIRÓN Y LA EXHIBICIONISTA
Claro que la comedia en este caso, viene que ni al pelo,
porque parece que Franco no concibe el folletéo sin diversión, ergo los momentos
mas lúcidos de comedia de Jess Franco están, paradójicamente, en sus películas
porno.
Sin embargo, esta “El mirón y la exhibicionista”, sería de
aquellas la más seria.
Cuenta la historia de un individuo que, prismáticos en mano,
espía a su vecina cuando esta está tocándose o cuando sube a casa algún maromo
para follarselo. Ella sabe que es espiada y esto le excita.
Bueno la peli, no es muy allá, está entretenida y listo, que
ya es mucho. Pollas de actores de la
escudería Franco que hicieron porno, sin ser actores porno, y así pasa, que
aquello no se levanta. Cosa que a la cámara de Jess parece no importarle lo más
mínimo.
Lo gracioso es que esta película culmina con un pajote de
“El mirón” del título”, que se resuelve con primeros planos del individuo
mirando por los prismáticos y planos de este mismo pajeándose ¡con la misma
mano con la que está sujetando los prismáticos! Una de esas chapuzas del tio
Jess, que una vez más quería darle a su querida Lina Romay más protagonismo del
que merecía, haciendo ver que era ella la directora de la película, firmando
esta bajo el pseudónimo de Lulu Laverne,
que a su vez, es el pseudónimo que uso la Romay para protagonizar la cinta. Ya
no cuela, aunque hay quien afirma que estas películas las dirigían ambos al
alimón. Pudiera ser.
Más que nada, y volviendo a la escena final de masturbación
del “mirón”, me queda clara una cosa, a juzgar por la chapuza de planos. Quien
se pajéa, que incluso, llega a derramar su semilla asquerosamente contra el
objetivo de la cámara, no es el habitual José Miguel García (también conocido
como Morgan Childrum, como Joan Marille o más jocosamente como Jean Morcillón
en “El ojete de Lulú” o como “Evaristo Pichales” en “Entre pitos anda el
juego”). No lo digo gratuitamente, la polla de quien se masturba en primerísimo
primer plano delante de la cámara, no concuerda con la de García. Es aún mas
pequeñaja y los huevos más colganderos –a juzgar por lo visto en otras
películas-. Es más se trata de una polla ridícula que casi queda cubierta por la
mano masturbadora. Y esto que voy a decir, no es seguro, claro que no, no está
contrastado ni he escuchado por ahí nada similar, pero yo diría, que quien se
masturba delante de la cámara es el propio Franco. Es una corazonada. Si
alguien lo supiera a ciencia cierta, que lo ponga en los comentarios…
Observaciones aparte, digamos que la película está graciosa,
tiene algunos ramalazos estilísticos que llaman la atención ( esa fotografía
oscura y el inquietante fondo negro en el que opera “El Mirón”, junto con la
iluminación casi de película de terror), incluso la trama está bastante bien
para ser una peli porno. Y es que, oigan, a ver si al final, lo mejor de la
filmografía de Jesús Franco van a ser sus pelis porno…
Eso si, para masturbarse viéndola, no vale. Aunque cierto
amigo mío me confesó, que le llega a excitar más que una peli porno normal y
corriente.
lunes, 26 de mayo de 2014
LOS BLUES DE LA CALLE POP
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También conocida con el título de “Aventuras de Felipe
Marlboro vol. 8”, y teniendo muy presente el cómic y las novelas de baratillo
en su ejecución, cuenta la historia de un detective llamado Felipe Marlboro –en
realidad es un remedo de Al Pereira al que han llamado así, quizás porque se
trata de una comedia- que es
contratado por una jovencita a cambio de
60 dólares y la utilización de su cuerpo, para que encuentre a su novio Macho
Jim, un universitario que ha desaparecido. Claro que durante la búsqueda,
Marlboro se encuentra con que este
hombre al que busca no es un universitario, sino un punk asesino que le va a
dar algún que otro quebradero de cabeza. Vamos, básicamente le va a hacer al
detective ir de un lado a otro.
La película es terrible. Cuesta mucho, con según que
películas, comprender por qué el tío
Jess era tan popular y respetado, sobretodo, en algunos países de Europa.
Ya no es solo que el argumento sea una chufla, la historia
una mamarrachada y en general, un aburrimiento, es que, y aunque siempre he
defendido que una de las virtudes de Jesús Franco es la desgana con la que hace
las películas, “Los Blues de la calle Pop” es la dejadez absoluta. Por todos es
sabido que Jess daba la orden de acción, y dejaba ahí la cámara rodando hasta
la extenuación. Pues aquí lo hace, y no solo en una escena erótica, sino ¡ en un
paseo en coche!, un paseo en coche que no parece terminar nunca. Por si eso
fuera poco hace una comedia, con lo que hace al protagonista soltar una serie
de chascarrillos y chistes, cuando no, pone
a los personajes en intencionadas situaciones cómicas, que, lo miremos
por dónde miremos, jamás funcionan. A Jess Franco se le daban mal muchas cosas,
pero para la comedia era un completo incapaz. Con lo moderno y rompedor que era
para unas cosas, hay que ver lo anticuado que era para el humor.
Pero todo esto que
acabo de explicar es lo mínimo a lo que uno se expone cuando se sienta a ver
una película de Franco. Ese cutrerío, esa dejadez, ese rellenar por rellenar,
esa mierda de chistes es marca de la casa, no nos pilla de nuevas.
Lo que si es cierto, y el conjunto de conceptos es lo que
hacen de él un cineasta tan malo como único,
es lo adelantado que era a su tiempo, lo moderno, lo inteligente, lo
experimental, misterioso, raro y desperado.
Para empezar, que su personaje principal se dirija a cámara
en según que momentos, puede que esté algo manido, pero a mí en esta ocasión,
no se muy bien por qué, me hace gracia, al igual que, para dar ambiente de
cómic, de vez en cuando aparece algún cartelito con texto mal filmado y puesto
ahí, sin orden ni concierto, que le dan ese toquecito de estilo que, insisto,
le convierte en una especie de autor, al igual que la única escena sensual de
la película. Largos planos del detective Malboro besando a su antagonista
femenina, saliva incluída, o acariciando con los labios su poblado pubis, que
están llenos de belleza. Pero también se encuentran inmersos en un caos en el
que nada tiene mucho sentido ni es tomado en serio.
Jess es listo como el hambre y con la vista puesta en, si
por un casual, su película pudiera dar dinero. Así que en pleno 1983, en la era
Almodóvar, Jess Franco introduce en su película, como malos de la función, unos
cuantos punks de aquellos de la época -para ir acorde con los tiempos- y así
explotar un poco las modas imperantes del momento o no se le ocurre otra cosa
más surrealista que un gangster bailaor de flamenco que atormenta a nuestro
protagonista a punta de navaja, a la par que taconea mientras lo hace. Una
absoluta ida de olla que sabiendo como era, más o menos, el abuelo, lo más
probable es que se partiera el culo mientras lo pensaba. Y en esta ocasión la
cosa si tiene más o menos gracia.
Las cotas de surrealismo suben cuando, sin venir a cuento,
cada dos por tres vemos al personaje antagonista, Macho Jim, en un plano que
muy bien podría ser una prueba de cámara,
delante de una pared blanca, que repite una y otra vez, como poseso, y
sin saber por qué “Yo soy Macho Jim. ¡Macho Jim!”.
Así que mi veredicto es… mira que es mala esta puta
película, mira que es cansina… pero ¡cojones como mola!
En el reparto, los habituales de aquella época, Antonio Mayans como el detective Malboro, firmando como Robert Foster su desmadrada
interpretación, Lina Romay, esta vez, bajo el nombre de Candi Coster y el
pobrecillo de José Llamas, que si en otras películas tiene que follar, empalme
su polla o no, aquí tiene la ridícula tarea de llevar los pelos y los
maquillajes propios de un punk. Por otro lado, el propio Jess Franco se reserva
un papelito de pianista que advierte a Felipe Marlboro sobre la peligrosidad
del hombre al que busca. En las pelis de aquellos años, no era raro ver a
Franco y Mayans compartiendo plano y soltando bobas conversaciones.
Curiosa época de Jesús Franco esta.
lunes, 31 de julio de 2017
RIFIFI EN LA CIUDAD

Una trama enrevesada, basada en la novela “Vous Souvenez
vouz de Paco?” de Charles Exbrayat, que, perdonen que les diga, fui incapaz de
seguir. No me enteré de nada, no por falta de atención –visualmente está bien
la peli- sino por la incapacidad del
tito Jess de dotar de ritmo y coherencia a las imágenes filmadas.
Con lo cual yo solo veo a un político corrupto haciendo
fechorías, a un detective que pretende nosequé, y gente yendo, viniendo y
muriendo a golpe de pistola durante las casi dos horas que dura la película,
aderezado todo con los personalísimos numeritos de Jazz que el director
introduce en la trama sin demasiado orden ni concierto. Con todo, la vi entera
sin inmutarme demasiado.
Sin embargo, las sinopsis de Internet, rezan que se trata de
una película en la que un confidente de
la policía es asesinado por los esbirros
de un político corrupto, Leprince, que a su vez, es el responsable del tráfico
de cocaína proveniente de centro america. Cuando se presenta a la presidencia
del senado, los hombres que asesinaron al confidente, serán asimismo
asesinados, por lo que un detective de vuelta de todo, intentará, por sus
cojones, resolver este caso como sea.
Bueno, como curiosidad, y para completistas, no es ni de
lejos lo peor a lo que nos podemos enfrentar de Franco. Y aunque ya se van
viendo pinceladas de lo que se avecinaba, al final solo se trata de una mala
película estándar, al menos soportable. La fascinación no brota albergada en
algún recóndito lugar en sus fotogramas.
A Jesús Franco le gustaba contar, que cuando Orson Welles
vino a españa con la intención de contratar un director de segunda unidad para
“Campanadas a medianoche”, eligió a Jess Franco tras ver su película “La muerte
silba un Blues”.
Emiliano Piedra, productor español de Welles en aquél
tiempo, le dijo que ni se le ocurriera contratar a Franco, ya que era un
director horroroso. Para sacarle de dudas, le sentó en una butaca e hizo que se le proyectara este “Rififí en
la ciudad”, ya que la consideraba la mayor mierda jamás filmada. Debió ponerle
cualquier otra, porque, según Franco, “Rififí en la ciudad”, es la película
suya que más homenajea el estilo de Welles, por lo que al terminar la
proyección ordenó que se contratase a Franco inmediatamente, ya que supo
vislumbrar el posible homenaje, lo cual ya adecuaba al director Madrileño a ser
el segundo de Welles. Verdad o no, lo cierto es que Franco acabó siendo
director de segunda unidad de Welles, y “Rififí en la ciudad” una de sus
películas más respetadas.
Por otro lado, el protagonista, un popularísimo por aquel
entonces Fernando Fernán Gómez que da vida al detective, cuenta que rodaron la
película en Marbella, y que siendo Franco uno de los productores, gran amigo
suyo y con quién se pegaba unas juergas de cojones, aceptó rodar a cambio del
dinero suficiente para mantenerse en Marbella durante el rodaje de la película,
y para sus juergas nocturnas. Después percibiría primas según taquillaje. Dice
Fernán Gómez, que después de rodar no vería un solo duro. Y no me consta que a
corto plazo la película tuviera vida comercial. Aún así, Fernán Gómez en sus
memorias, no guarda una mala consideración de esta película –como si la guarda
de otras muchas que hizo- ni de Jesús Franco en general, si comentando que se
trataba de una película en la que el presupuesto brillaba por su ausencia, y
que en consecuencia, flipaba viendo como la cosa avanzaba sin mayores
problemas.
Trabajarían juntos, de hecho, en más ocasiones.
viernes, 15 de enero de 2016
EL HOTEL DE LOS LIGUES

De esta etapa descuidada, loca, chapucera e inmensamente
creativa data esta popular “El hotel de los ligues” que deja claro que si bien
el abuelo a la hora de abordar géneros puede que con algunos fuera más diestro,
con la comedia era un autentico negado. Sin ir más lejos, cualquiera de sus
pornos tiene más gracia y chistes que esta pretendida comedia que cuenta la
historia de tres parejas que interactúan en sus respectivas habitaciones de
hotel, bajo la voyeuristica mirada de un jardinero pervertido y palillero.
Todo funciona como tiene que funcionar, hasta que llega al
hotel la tal Bombón, una mujer de mala vida que se monta ella sola, en la intimidad
de su habitación, tontos numeritos cabareteros.
Esta mujer solita, logra revolucionar la vida sexual del resto de
parejas.
Digamos que la película, chabacana, idiota, fea y
desafortunada funciona solo porque es de Jess Franco con todo lo que eso conlleva
–que es predisposición al aburrimiento y fascinación por las maneras- pero es mala, sosa y aburrida hasta el coño
de la puta. Pero claro, la necesidad de rodar impera, y esta peli nos muestra
joyas en forma de imágenes. Su precio en oro vale la escena en la que Mayans y
Juan Soler, juegan sin ningún motivo al tenis en la pista. Bien, se ve que eso
días debió llover a mala leche por la zona, lo que dejó la pista de tenis
completamente inundada. Lo curioso es que Jess podía haber situado la acción en
cualquier otra parte, o cambiar incluso el supuesto guion. Pero, no, se limita
a rodar la escena de tenis en la pista, como manda dios, solo que esa pista
está llena de agua y en la realidad, jugar con toda esa agua, es inviable… pero
no en una peli de Jess Franco… Ahora estéticamente ¡que cosa más fea, más cutre
y más absurda! Pero a la vez, estos no-detalles, son los que hacen especial el
cine de Franco. Por lo demás, sin novedad de ningún tipo.
Hay quien dice que “El Hotel de los ligues” es un remake un
poco endulzado de otra peli de Jess, “Elles Font Tout”, pero conociendo a Jess
Franco, mucho me temo que es que cogió el guion existente e hizo otra vez la película, porque
si, porque ¿Qué más da? Además en esa época el productor Lesouer estaba muy
cabreado con el tío Jess porque le daba pasta para una película, con ese dinero
Jess hacía dos, y robaba la segunda que luego vendía por su cuenta. Así que
¿por qué coño no hacer la misma peli las veces que me salga de los cojones?
Con todo, la gracia de la película radica en la torpeza de
los bailecitos estúpidos de Lina Romay, y el hecho de que la película entera
parece que está inventada sobre la marcha aunque no fuera así, sino obra de la
desgana y la incapacidad de nuestro director “Trash” favorito.
Ni mejor ni peor que el resto, simplemente, una más.
martes, 27 de enero de 2009
TENEMOS 18 AÑOS

Dos jovencitas de 18 años de edad deciden escribir un libro contando las aventuras que han vivido durante su viaje en coche a Andalucía en navidades. A lo largo del periplo se topan con todo tipo de estrafalarios personajes, les pasan montones de cosas y todas ellas surrealistas.
Jess Franco es un reconocido fan (y gran amigo) de uno de los genios incomprendidos que ha dado la comedia clásica de nuestro país, Pedro Lazaga, de quien claramente mamó para realizar la suya propia, muy de los cincuenta en espíritu y maneras. Aunque no todo el tiempo. Ya desde el primer momento, Franco deja entrever todos los elementos (tan personales) de lo que posteriormente va a ser su cine. Y es que esta es una película de historias, tres concretamente, con un nexo de unión entre ellas que, si bien viene estructurada como un film de Lazaga, la cosa va derivando hacia el terror en su parte central, donde vemos claramente el estilo personal del director, y hacia el drama desgarrado de Juan Antonio Bardem al final (también amigo de Franco. No es una suposición, en una reciente entrevista que le hice me confesó la gran influencia que ejercieron sobre él sus amigos Bardem y Lazaga), haciendo de esta película un pupurrí de géneros, un tanto extraño y, siempre con el tono cómico de fondo, por momentos inquietante.
A todo esto, sumémosle que el guión esta escrito por el propio Franco junto con esa máquina que ha sido siempre Antonio Ozores, para una película que, en realidad, es un vehículo para que el actor se luzca, incluso más que en cualquiera suya de la época (aunque figura en los créditos al final, es el protagonista absoluto). La mezcla es totalmente explosiva.
Ozores interpreta tres o cuatro papeles, curiosamente todos los personajes negativos, construyendo malvados malvadísimos, siempre con sus chascarrillos típicos, pero demostrando unas dotes para la actuación muy desaprovechadas a lo largo de su carrera.
También tenemos en los papeles protagonistas a una jovencita Terele Pávez, que a día de hoy anda vagabundeando por las calles, haciendo ya de tipa dura y de vuelta de todo.
Destaco la parte central del film, la más genuina de Franco, en la que tras quedarse las jovencitas en medio de la carretera, son recogidas por un extraño carruaje de caballos conducido por un siniestro hombre enmascarado (Ozores) que las lleva a su castillo y les cuenta su historia: La de un joven misántropo que asesinaba en las noches de luna llena a todo aquél que se le ponía a tiro, hasta que una chica logra lanzarle ácido a la cara. Las protagonistas quedan absortas ante tales hechos y es cuando Ozores se quita la mascara y vemos su rostro desfigurado. Acto seguido, intenta dar cuenta de las chavalitas. El look de Ozores es tremendamente impactante, es exacto al de "Michael Myers"… pero estamos hablando de 1959 en España, lo que no es normal en una peli de estas características, y menos el verle con la cara desfigurada y piel quemada colgando de su mejilla. Desconozco si esta peli tuvo problemas con la censura, pero tras ver esto me figuro que sí, aunque siendo una comedia igual la dictadura del tocayo del director vio esto con otros ojos… ya me enteraré.
También tenemos en los papeles protagonistas a una jovencita Terele Pávez, que a día de hoy anda vagabundeando por las calles, haciendo ya de tipa dura y de vuelta de todo.
Destaco la parte central del film, la más genuina de Franco, en la que tras quedarse las jovencitas en medio de la carretera, son recogidas por un extraño carruaje de caballos conducido por un siniestro hombre enmascarado (Ozores) que las lleva a su castillo y les cuenta su historia: La de un joven misántropo que asesinaba en las noches de luna llena a todo aquél que se le ponía a tiro, hasta que una chica logra lanzarle ácido a la cara. Las protagonistas quedan absortas ante tales hechos y es cuando Ozores se quita la mascara y vemos su rostro desfigurado. Acto seguido, intenta dar cuenta de las chavalitas. El look de Ozores es tremendamente impactante, es exacto al de "Michael Myers"… pero estamos hablando de 1959 en España, lo que no es normal en una peli de estas características, y menos el verle con la cara desfigurada y piel quemada colgando de su mejilla. Desconozco si esta peli tuvo problemas con la censura, pero tras ver esto me figuro que sí, aunque siendo una comedia igual la dictadura del tocayo del director vio esto con otros ojos… ya me enteraré.
Otro aspecto que me ha llamado la atención, es que siendo esta una película ambientada en las fiestas navideñas, rechaza ese look meloso propio de la época como, por ejemplo "La gran familia", convirtiéndose, no se si voluntaria o involuntariamente, en una de las prducciones navideñas mas anti navideña de la historia.
Con todo, decir que yo la he disfrutado mucho. Contiene todos los elementos que a mi me gustan (recordemos que soy fan de nuestro cine cómico clásico), que nunca Ozores estuvo mejor en otra película, y que esta es rara, distinta, extraña. No me extraña que su director se ganara la fama de raro en aquella época.
Por supuesto, la música jazz de Franco está presente durante toda la cinta.
De lo mejorcito de Jess Franco.
Con todo, decir que yo la he disfrutado mucho. Contiene todos los elementos que a mi me gustan (recordemos que soy fan de nuestro cine cómico clásico), que nunca Ozores estuvo mejor en otra película, y que esta es rara, distinta, extraña. No me extraña que su director se ganara la fama de raro en aquella época.
Por supuesto, la música jazz de Franco está presente durante toda la cinta.
De lo mejorcito de Jess Franco.
lunes, 15 de julio de 2013
SNAKE WOMAN

Se trata de una de esas películas del abuelo Jess en las
que, si, hay un argumento. En una convencional, el argumento sería lo
más importante y rellenarían la película con escenas que no aportan nada, si es
que con lo inicialmente concebido no se llega a la duración mínima. Pero en una
peli de Jess Franco, ese argumento es lo de menos y sirve de material
de relleno. Así, aquí tenemos unos numeritos lésbicos (en los que parece que
las actrices están disfrutando de verdad… o eso, o son muy buenas), un
Antonio Mayans soltando proclamas en latín, y luego ya, en segundo termino, el
argumento, que viene a contarnos la historia de una mujer que viene a comprar
los derechos de las películas de una artista del tercer reich. Esta parece ser
ahora una mujer serpiente-vampiro, que se lo monta con una chiquilla a la que
tiene atormentada Mayans… y bueno, pasan cosas.
Personalmente, la filmografía de Jess Franco que más me
interesa es esta última, donde deja patente las constantes de su filosofía, y
donde todo ello es más palpable.
La película producida por fans americanos de tío Jess, no
conoce una edición en dvd en España, aunque tuvo algún pase ocasional en salas
de cine, es un absoluto delirio dónde la lógica no hace acto de presencia en ni
un solo plano, las escenas eróticas rozan el porno (las tías se tocan el coño
de verdad…) y donde el sonido está la leche de descuidado. Incluso habiendo
sido doblada en ciertas partes, es imposible escuchar bien nada de lo que
dicen.
La música casera de David Ramos, compuesta con trazas de
principiante, caótica, a base de zumbidos y sintetizador, sin embargo suena muy bien, y le confiere a
“Snakewoman” un soundtrack que le viene que ni al pelo y que
queda de maravilla.
Por lo demás, una Jessfranquiada más, de
las de la ultima hornada, y que si sabes los derroteros por los que anda el
director, ofrece justamente lo que esperas ver. Y eso incluye a dos de sus
actrices recurrentes en los últimos años: Fata Morgana y Carmen Montés.
Por cierto, se supone que “Snake Woman” es un remake de “Las
vampiras”. Válgame dios, que diría un gitano.
miércoles, 7 de diciembre de 2022
GALERÍA DE ESCANEOS BONITOS 21 (JESS FRANCO 2)
Imágenes extraídas de las fermosas páginas de "Mad Movies", "L´Ecran Fantastique" y otras revistas franchutes que me alegraron la adolescencia por ahí los años 80/90....
Películas de terror en la interminable filmografía de Jess Franco hay muchas. Pero películas de terror potables y que, por estética, maneras y dependencia de efectos especiales y truculencia, sean afines al género en su vertiente más moderna, o pos-setentera por llamarlo de alguna manera, solo hay dos. Puedo estar equivocado, pero creo que no. Son "Colegialas Violadas / Bloody Moon" y "Los depredadores de la noche" (resulta tentador incluir "La tumba de los muertos vivientes" o "La mansión de los muertos vivientes", pero no, esas las veo más añejas, rancias. Y de las de caníbales ni hablemos, ni siquiera son cine de terror) "Los depredadores..." es, además, de lo más soportable del cineasta, básicamente porque era un encargo que abordó aparcando un poco sus muchos tics y esa tendencia a dárselas de "auteur". Aquí Franco ejerció de artesano, gracias a dios. Siempre vigilado desde la sombra por el verdadero instigador del ambicioso proyecto, con el que por lo visto se llevó fatal, el legendario distribuidor René Chateau (al que envidio mucho porque fue ¿y es? pareja de Brigitte Lahaie)
Chateau avasalló a la prensa especializada regional para que dieran la murga con aquella película. Y así cumplieron todas, siendo "L´Ecran Fantastique" la que le dedicó más páginas y chicha. Justo ahí fue donde supe de su existencia, y quedé maravillado ante el hecho de que nuestro Jess Franco fuese el director ya que, en ésa época, le tenía en un pedestal -iluso de mí-. Aunque, honestamente, hubo un ingrediente que despertó aún más mis ansias de consumirla, el generoso mogollón de gore que prometía el material publicado, este que les dejo a continuación.
Tras mucha espera vi la película y, bueno, si quieren conocer mis impresiones, recurran a la reseña oficial. Gracias.
Tras mucha espera vi la película y, bueno, si quieren conocer mis impresiones, recurran a la reseña oficial. Gracias.
Y, a continuación, Jess Franco en acción, compartiendo
foto con Telly Savalas. Siempre me sorprendió verle mover
el atrezzo, eligiendo donde situarlo, ... ¿en serio era tan
quisquilloso con esas cosas? ¿y en serio había tanto dinero
invertido en el proyecto como para permitirse perder
el tiempo con semejante pijada?
foto con Telly Savalas. Siempre me sorprendió verle mover
el atrezzo, eligiendo donde situarlo, ... ¿en serio era tan
quisquilloso con esas cosas? ¿y en serio había tanto dinero
invertido en el proyecto como para permitirse perder
el tiempo con semejante pijada?
viernes, 16 de noviembre de 2018
LAS ORGÍAS INCONFESABLES DE EMMANUELLE
En verdad, Jess Franco nunca llegó a concebir en el papel un
exploit de “Emmanuelle” de Just Jaeckin. De hecho, “El último escalofrío”,
rodada prácticamente a la vez que el clásico del erotismo, aprovechó el tirón
del mismo una vez estaba la película ya montada y para estrenar y se estrenó en
algunos países anglo-parlantes bajo el título de “Tender & Perverse
Emmanuelle”, pero absolutamente nada tenía que ver con todo el universo de
Sylvia Kristel.
Y dentro de una de las épocas más desquiciadas de Franco —los
ochenta—, dando la casualidad de que la “Emmanuellexploitation” estaba en boga
dejando pingües beneficios a las taquillas de los cines más desprejuiciados de
medio mundo, Jesús Franco está rodando sin frenos y a toda pastilla toda suerte
de películas de corte —en menor o mayor medida— erótico, en la era de la
clasificación “S”.
Laura Gemser se convertía en un mito erótico de serie Z
gracias a su serie de películas de “Emanuelle Negra”, que a su vez suscitaron
toda suerte de copias y plagios de intenciones siempre mercantiles, que dejaban
el mito creado por Jaeckin y Kristel en un universo paralelo, menos popular que
sus explotaciones, y totalmente almibarado para lo que el cine europeo había
creado con estas mierdecillas para pajilleros de la era pre-porno. Hacer una
película sobre Emmanuelle, era una garantía de algo.
Con “Las orgías eróticas de Emmanuelle” (título que con sus
dos cojones mantiene las dos emes de “Emmanuelle”, mientras que para esquivar
los derechos, otros títulos le quitaban una eme
al nombre remarcando que no se trata del personaje de la Kristel), Jesús
Franco no trataba más que hacer una comedieta “S” sobre infidelidades y lesbianismo,
meter ahí algún elemento sensacionalista, y una crítica en forma de mofa a la
imagen del macho ibérico. Por otro lado, se marca por boca de Antonio Mayans un moderno discurso sobre
nuestras costumbres sexuales. En definitiva, se trata de una película más de
culos y tetas de Jess Franco.
Cuenta como un hombre de bien (Mayans) está casado con
Emmanuelle. Tras un montón de orgías e infidelidades, este la perdona y vuelve
con ella, hasta que un día, en plena discoteca, esta le humilla acostándose con
una mujer delante de todo el mundo. Comienzan así, las idas y venidas, las
violaciones, las combinaciones sexuales entre unos y otros y los chascarrillos humorísticos
made in Franco.
Bastante serena y sosita, no se encuentra entre los títulos
más desmadrados del Franco de los ochenta, el que opera en la costa en hoteles
y parquecillos.
Como ya he dicho, las
explotaciones de “Emmanuelle” dejaban dinero a espuertas y antes de pasar a la
postproducción, a los productores de Franco se les ocurrió que podían convertir
esa insulsa película de folleteo soft en una más sobre las aventuras de
“Emmanuelle”, así que, llamándose el personaje femenino principal Anne Marie,
lo sustituyeron por el de Emmanuelle en el doblaje, y ya estaba la estafa y el
negocio servidos. Se estrenó como uno más de las decenas de exploits
Emmanuellescos que pululaban por los cines de barrio aquél año 1982.
Con todo, es de las entretenidillas.
En el reparto, además de Antonio Mayans, tenemos a un
descacharrante Tony Skios cuyas soflamas en off sobre el poder del macho
español, bien hacen a “Las orgías inconfesables de Emmanuelle” merecedora de un
visionado, así como tenemos también a Muriel Montossé, quién a posteriori
tendría una carrera profesional en Francia presentando toda suerte de programas
televisivos.
De espectadores, 150.000 habituales de la clasificación “S”.
No es de las menos taquilleras del tío Jess.
viernes, 8 de marzo de 2013
EL OJETE DE LULÚ

Ahora bien: aunque las bases de datos otorgan la autoría de este film
a Jess Franco, los créditos dicen que la responsable es Candy
Coster, osea, Lina Romay, y me parece que en alguna ocasión le escuché decir que, efectivamente, la había
dirigido ella. Sea como fuere, no hay mucha diferencia en las maneras de cualquiera de los dos. Es más, yo juraría que efectivamente es de
Franco.
Y lo cachondo es que no es menos aburrida que
cualquiera de las películas de otros
géneros que filmó. Es porno, sí, pero tomado a cachondeo. De hecho, demuestra
aquí más originalidad que en muchas de las otras.
Cuenta la historia de un ojo del culo (el de Candy Coster)
que se lamenta de que su vecino el chocho goza de una vida sexual activa,
mientras que a él no se le presta atención.
La narración es, precisamente, Lina Romay manipulando el ano,
mientras una voz en off se adapta al ritmo de movimiento del ojete. La dueña del mismo no para de chupar rabos y ser follada
por una serie de señores, hasta que al final le petan el culo, y el ojete, lleno de semen, acaba feliz y contento. Que quieren que les diga, para ser
porno, un género que detesto, me aburre y ni considero cine, está más
que divertido.
Y es que Jess Franco es único hasta para filmar porno (en el
caso de que sea el director… si no, da igual). Ves unas escenas y sabes
que son suyas, principalmente por como están rodadas, por lo poco sexys que
resultan (tías de lo más corrientuchas, y pollas fláccidas que no se ponen
duras por mucho que las actrices chupen y chupen), primeros planos de Lina
Romay zampando rabos (blandos) con mucho entusiasmo y muy bien comidos, todo
sea dicho, mucho bello (incluido en el ojete de Lulú…) y una sordidez que hace
que, a rasgos generales, más que excitar le entren arcadas al espectador.
Ergo, Franco, haciendo porno, ¡hace anti-porno! (igual que, como dicen algunos eruditos, también hacía anti-cine... tanto "anti" da que pensar si no será una excusa zafia para parapetar, simplemente, la ausencia de capacidades)
Con todo, me quedo con los títulos de crédito. Aunque reconocemos
por ahí a Mabel Escaño, la mayoría lo componen nombres como Pepíto Tiésez, Mela Chupen, Jean Morcillón e Iluminado Lechez… ¿Quién da más?
Para Jess Franco el porno no es motivo de paja, sino de risa, de cachondeo, de
gente feliz…
lunes, 23 de septiembre de 2019
DRÁCULA BARCELONA

De la manera más formal posible, que es a base de
entrevistas a propios y ajenos, Carles Prats nos muestra las interioridades de
esas dos películas al igual que desglosa los puntos de conexión entre dos
realizadores tan opuestos como Franco y Portabella, que además eran buenos
amigos. Miembros del equipo de filmación de ambas películas, así como
estudiosos del cine con veneración hacia ambos directores, dan sus impresiones,
cuentan sus anécdotas y, en definitiva, nos explican como se realizaron esas
dos películas. Así, tenemos declaraciones de, por ejemplo, Jack Taylor, Jordi
Costa, Caglos Aguilag, Teresa Gimpera, Álex Zinéfilo, Esteve Rimbau o Jeannine
Mestre, pero, lo verdaderamente bueno es que también podemos escuchar las
versiones que dan sobre el asunto los propios Christopher Lee y Jess Franco,
aunque ya no se encuentren entre nosotros, y Pere Portabella.
El resultado es una película amena, agradable y, sobre todo,
interesante, que por otro lado, puede carecer de todo esto si el que se
enfrente a “Drácula Barcelona”, se la traen floja los desvaríos pop de Franco o
los experimentales de Portabella. Da la casualidad que por la parte que me
toca, me interesan ambos.
Por otro lado, ya que Jess Franco ha muerto, algunos de los
entrevistados no dudan en desmitificar
al director, no solo hablando “mal” de él, sino asegurando que nadie que
le conociera personalmente, podría hablar bien de él.
Por lo demás, absolutamente funcional. Para completistas.
martes, 27 de abril de 2010
PAULA-PAULA
Esto sí es apuntar alto.
De todas las películas que he visto de Jess Franco, la que más me ha gustado es precisamente esta última. Más que nada por la actitud del director y por su condición de anti-película.
Rodada en su propia casa y sin más artificios que un par de foquitos y un par de rollos de papel "Albal" estratégicamente colocados, Franco arranca ofreciéndonos lo que parece un thriller de tercera categoría, para pronto (ni cinco minutos) sacarnos violentamente de toda ficción y mostrarnos los bailecitos eróticos de ambas protagonistas intercalados (uno de ellos mostrado con abuso de cámara lenta y ese efecto que duplica la mitad de la pantalla, creando así un rollo psicodélico muy "jessfranquiano") para centrarse en el minuto treinta, y hasta el final de la cinta, en el plano eterno de las dos Paulas montándose un numerito erótico lesbo, tan agobiante como soso, tan pesaaaaado , y ¡ojo! tan anti-erótico incluso (esas dos no ponen cachondo ni de coña) que es imposible quitarse el sombrero ante este acto terrorista de Jess Franco.
¿Aburrida? Muchísimo, es una peli de Jess Franco. ¿Sorprendente? Muchísimo, es una película arriesgada, rara e incluso una chorrada si lo miramos desde según que punto de vista. ¿Cojones? Dos y bien gordos. Franco está con una cámara haciendo precisamente eso, lo que le sale de los cojones, en su casita y dándole completamente igual si la cámara y parte del minúsculo equipo se reflejan en un espejo, o si en una peli que se resuelve en menos de diez planos, hay cinco con errores de raccord.
Como ya he dicho, un acto terrorista y, en lo suyo, una obra maestra.
De todas las películas que he visto de Jess Franco, la que más me ha gustado es precisamente esta última. Más que nada por la actitud del director y por su condición de anti-película.
Rodada en su propia casa y sin más artificios que un par de foquitos y un par de rollos de papel "Albal" estratégicamente colocados, Franco arranca ofreciéndonos lo que parece un thriller de tercera categoría, para pronto (ni cinco minutos) sacarnos violentamente de toda ficción y mostrarnos los bailecitos eróticos de ambas protagonistas intercalados (uno de ellos mostrado con abuso de cámara lenta y ese efecto que duplica la mitad de la pantalla, creando así un rollo psicodélico muy "jessfranquiano") para centrarse en el minuto treinta, y hasta el final de la cinta, en el plano eterno de las dos Paulas montándose un numerito erótico lesbo, tan agobiante como soso, tan pesaaaaado , y ¡ojo! tan anti-erótico incluso (esas dos no ponen cachondo ni de coña) que es imposible quitarse el sombrero ante este acto terrorista de Jess Franco.
¿Aburrida? Muchísimo, es una peli de Jess Franco. ¿Sorprendente? Muchísimo, es una película arriesgada, rara e incluso una chorrada si lo miramos desde según que punto de vista. ¿Cojones? Dos y bien gordos. Franco está con una cámara haciendo precisamente eso, lo que le sale de los cojones, en su casita y dándole completamente igual si la cámara y parte del minúsculo equipo se reflejan en un espejo, o si en una peli que se resuelve en menos de diez planos, hay cinco con errores de raccord.
Como ya he dicho, un acto terrorista y, en lo suyo, una obra maestra.
viernes, 10 de abril de 2020
VAYA LUNA DE MIEL

Lógicamente, este descubrimiento se vuelve un acontecimiento
para los francófilos y la película se estrena en Febrero de 2019, con todos los
honores, como uno más de los actos de celebración de los 30 años en activo del
madrileño cine Doré como sede de la filmoteca Española. Y poco después de un
año, y coincidiendo con el estado de alarma por coronavirus que ha dejado a la
mitad de los españoles confinados en sus hogares, la filmoteca pone en su canal
de Vimeo la película para su visionado gratuito, de manera temporal, para
deleite de propios y extraños.
El caso es que cuando se encontró la película esta estaba en
perfecto estado, y aunque se desconocen los motivos de porqué permaneció oculta
todo este tiempo, se especula que el laboratorio donde se reveló el negativo,
Fotofilm, secuestró la película por impago de facturas por parte de Franco y
sus productores. Todo esto no deja de ser más que una especulación, máxime,
cuando se encuentra también un documento que prueba su envío para exhibición a
un cine de Barcelona. Sin embargo, no se encuentra ni una sola prueba de que
“Vaya luna de miel” llegara a estrenarse.
Como fuera, el privilegio de poder verla ya pasó a mejor
vida en el momento en que se compartió en Internet y cientos de usuarios
tiraron de páginas de descargas de vídeo para quedarse con su copia personal de
la película.
Al margen de esta historia, lo cierto es que “Vaya luna de
miel” no ofrece nada excepcional. Se trata de una de las primeras películas de
la etapa ochentera de Franco, etapa esta durante la cual rodó mil locuras y se
rodeó de un equipo de habituales compuesto de Lina Romay, Antonio Mayans y
otros tantos, y durante la cual se desata el Franco más loco y guerrillero.
Así, tenemos a una mujer que, tras un seguimiento, selecciona al muchacho más
rico de los que se encuentra en la playa y le seduce con malas artes. Se casan,
y se van de vacaciones a Bananas —exótico lugar que se soluciona aquí, poco
menos que filmando una costrosa feria o parque de atracciones de Alicante—. Allí,
y debido a un equívoco, el muchacho es confundido con un tal Simón con el que
comparte nombre, y en un enredo de padre y muy señor mío (para los
protagonistas y para el espectador) se meten en una trifulca de mafiosos,
tesoros, y un escarabajo de oro, en una comedieta medio slapstick, medio de
aventuras, que se convirtió en todo un antecedente accidental de cintas de
aventuras románticas al estilo de “Tras el corazón verde”, eso sí, rodada con el
presupuesto que tuvo Michael Douglas para tinte del pelo en aquella película.
Se trata de un título muy del montón en la filmografía de
Jess Franco, en el sentido que, ni es de las malas, malas (lo cual siempre
sería un motivo de festejo), ni es de las buenas (lo cual también merecería ser
festejado), si no todo lo contrario. Es una “de las otras” que diría Franco, de
aquellas que poseen planteamiento, nudo y desenlace y que por ser más convencionales, resultan a
todas luces mediocres.
La comedia funciona cuando es involuntaria (porque cuando es
voluntaria da vergüenza ajena) y, en general, tampoco es especialmente
aburrida, pero, desde luego, es uno de los títulos más insípidos de cuantos
rodó. Luego, escarabajos y joyas compradas en el chino, chinos interpretados
por españoles sin apenas maquillaje, esqueletos de plástico y mucha cochambre,
podredumbre y tercermundismo, aderezado por las carnes magras de una Lina Romay
ya fondona, que se lo pasa teta rodando este tipo de películas.
No posee nada especial,
de no ser porque ha aparecido en sus latas cuarenta años después de ser rodada.
Por lo demás, ni fu, ni fa.
Junto a Lina Romay en el reparto, tenemos a Max B. ("Cazar alnegro") doblado para la ocasión por, creo reconocer en la voz a Ricardo Palacios, Emilio Álvarez, que salía en “El fascista, la beata y su noviadesvirgada”, Antonio Mayans, o Susy Boulois (También presente en “Cazar al
negro”).
Los completistas la agradecerán.
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