martes, 14 de octubre de 2008

DRACULA, DE TRANSILVANIA A HOLLYWOOD

Creo que ya había confesado con anterioridad la poca simpatía que siento hacia los vampiros. Seguramente sea el monstruo que menos me gusta. ¿Por qué?, pues no sabría deciros, tal vez porque lo asocio a esa clase de terror estilizado y elegante que tanto gusta a cierta platea neo-gótica. El que se disfraza de Jason suele ser un cachondo... el que lo hace de vampiro, a veces incluso se lo toma demasiado en serio.
Sin embargo, de chaval tuve mi ración de obsesión con respecto a Dracula (y su polo... que rico está). Quizás por eso el otro día, visitando la biblioteca de mi barrio en busca de lectura interesante que llevarse al buche, agarré este libro en cuanto lo vi reposando en las estanterías. No hay nada que me guste más que leer sobre mi cine favorito.
De entrada "Dracula, de Transilvania a Hollywood" es tremendamente interesante, entretenido e instructivo. Te habla, con un lenguaje sobrio pero cercano, sobre las leyendas reales de chupa-sangres (increíble la ristra de nombres raros que enumeran), luego se centra en el personaje -una vez más, real- que inspiró el mito de ficción, Vlad el empalador (una verdadera lección de historia), y finalmente en aclararnos quién era en realidad el autor de la novela, Bram Stoker. Hasta aquí todo muy bien. El problema viene cuando nos adentramos en el terreno de las pajas mentales. Los autores analizan el libro desde todos los puntos de vista, políticos, sexuales, psicológicos... y ahí la cosa pierde fuerza.
Se recupera cuando entramos de lleno en aquellos terrenos en los que Dracula caló hondo e influenció: literatura, comic y cine. Naturalmente esta última parte es la que, al menos a mi, más me interesa. Es bastante completa, aunque los autores (a los que, por cierto, aún no había mencionado: Roberto Cueto y Carlos Díaz) cometan un error etiquetando de casi-porno al jodidamente aburrido "Blood" del jodidamente incapaz Andy Milligan, algo completamente erróneo (ya le gustaría a él).
Lástima del tramo final, donde reinciden en las pajas mentales, haciendo profundos, exagerados e innecesarios análisis estético-filosóficos de cuatro o cinco de las más celebérrimas adaptaciones de la novela vampírica a la gran pantalla.
Si le quitas los elementos onanistas, "Dracula, de Transilvania a Hollywood" es un libro más que bueno.