martes, 6 de agosto de 2013

EXPEDIENTE WARREN

Ayer mismo tuve una discusión sobre cual es la función del cine de terror. Hablábamos de una escueta franquicia muy reconocida entre aficionados que cuenta con una primera parte adulta, seria, sobria y escalofriante, y una fallida segunda parte que se aleja totalmente de los méritos obtenidos por su predecesora para sumarse a todo aquello que en los 90 contribuyó a que el género perdiera el norte: adolescentes protagonistas, exceso por exceso y preocupante falta de sentido del ridículo (a lo que contribuían ciertas dosis de inadecuado humor). Bien, contra la norma general, uno de los integrantes de la charla defendía la secuela, calificándola de superior y alegando para ello su apuesta por el "cachondeo y el descaro" por lo que, continuaba, le resultaba "más divertida". Déjenme que me replantee esas palabras: cachondeo, descaro y diversión. ¿Hablamos de cine de terror o... de comedia?. Que me tiren por los suelos una de miedo por ser mala, pase, pero que me la tiren por no ser divertida y cachonda, tiene delito. Y es que, lo crean o no (o les guste o no) este ha sido durante años un mal muy extendido entre todos aquellos que formaron su cinefagia durante los temibles noventa, coincidiendo con la cancerígena moda gore-casposa de estos lares y con, como decía, la tendencia del terror "mainstream" a complacer al público paleto por la vía fácil, recordemos: teenagers, humor, actitud cafre y, sobre todo, sustos (aaaay Freddy, cuanto daño hiciste!!), los sustos más baratos que uno pueda localizar en la tienda de saldos y, eso siempre, acompañados por una banda sonora bien estridente. Para mi, queridos lectores, eso es MUY triste. Porque el cine de terror, el cine de miedo, NO consiste en eso. O, al menos, no debería. Igual que la comedia hace reír y el melodrama hace llorar, el terror debería dar miedo, proporcionarnos escalofríos. No me extraña que en los 90 el público un poco más exigente dijera aquello de "Ya no se hacen pelis de miedo que den miedo". Vale, no se hacían entonces, pero sí se hacen ahora. De un tiempo a esta parte se han estrenado unas cuantas. Pueden ser buenas o malas, pero al menos se esfuerzan en acongojar y yo eso lo valoro, lo agradezco y lo respeto. Seguramente, el que se ha dedicado más a conciencia, y con mejores resultados, sea el dotado James Wan, que si hace no mucho nos sorprendía agradablemente con "Insidious", repite ahora con "The Conjuring", lanzada en nuestro país de subnormales como "Expediente Warren".
Pero ni "Insidious" ni "Expediente Warren" son las únicas veces que Wan ha intentado darnos escalofríos. Antes estuvo "Silencio desde el mal" que funcionó -zi!- mal en taquilla pero que, a pesar de no terminar de ser todo lo estupenda que podría, tiene algunos momentos genuinamente aterradores que le sirvieron al cineasta como campo de pruebas. Lo aprendido lo aplicó en "Insidious" por la vía correcta. Su merecido éxito le animó a rodar la inevitable secuela, sí, pero antes, prefirió algo distinto a pesar de los lógicos vínculos que unen "Expediente Warren" con la peli del demonio insidioso, empezando por ese actor que cada vez me mola más, Patrick Wilson.
Porque "Expediente Warren" casi cuenta lo mismo que "Insidious", pero al revés. Casa encantada, familia en peligro, investigadores de lo paranormal de por medio, solo que los verdaderos protagonistas de la función en este caso son los segundos, inspirados en una pareja real, Ed y Lorraine Warren, famosos por su condición de pioneros con respecto al legendario caso "Amityville" (tributado/guiñado en un diálogo del film que nos ocupa). Toda "Expediente Warren" se basa en supuestos hechos reales y, según los testigos vivos que han podido verla, resulta del todo fiel. La estupenda ambientación setentera hace el resto, para marcar diferencias con respecto a "Insidious" y para contribuir al logro general.
¿Mola "Expediente Warren"?... hombre, si molar es lograr que me haya cagado de miedo durante buena parte de su visionado, pues sí, mola y bastante. Lo sé, lo sé, soy un jiñao... y con pelis medianamente realistas e incluso para-científicas sobre fantasmas, más. Ténganlo en cuenta. Pero sí, tuve un porrón de escalofríos, ese miedo tan incómodo a la par que disfrutable. Y lo curioso es que la peli no aporta prácticamente nada nuevo, ni diferente, pero lo hace tan bien, con tanta clase, con actores tan buenos, personajes tan interesantes,  con tanto dominio del ritmo y, sobre todo, de los mecanismos del miedo que, en fin, funciona como un puñetero reloj Suizo. ¿Por dónde empiezo?.... no sabría. Su atmósfera, su escenografía, su controlada utilización del CGI, su apoyo en ruidos, sombras, crujidos, siluetas misteriosas... una muñeca que gira la cabeza, el balancín, la tormenta, el rayo que lo ilumina todo, la niña perdida en la noche o la oscuridad... hay una secuencia corta pero absolutamente acojonante en que, literalmente, la pantalla se queda en negro y no oímos más que el sonido. Brrrr!!!!!!!!!!!!!.
¿Algo que objetar?, bueno, ese desenlace un poco verbenero, típico de James Wan, pero también algo menos ruidoso que el que perpetrara para "Insidious". Algún día, los gerifaltes de Hollywood entenderán que no necesitamos bombos, platillos y panderetas al final para quedarnos contentos. "Expediente Warren" no es una obra maestra, pero una entretenidísima película de miedo de las que saben darlo muy bien, muy inteligentemente y adultamente. Es cierto que esto del acojone cinematográfico es algo muy subjetivo, pero yo tengo la suerte de que conmigo funciona, así que digo "Chapeau!".