Lo que si que es cierto, es que la premisa de esta película hubiera estado guay para una “mainstream” de gran presupuesto.
Unos traficantes de animales exóticos Chinos, se traen unos
monos a USA, para vendérselos a un
individuo que tiene una tienda clandestina. En el avión, por la noche, algo
mata violentamente al copiloto, y al resto de los animalillos exóticos.
Una vez en tierra, lo
único que queda en el avión es un pequeño y adorable mono.
Por otro lado, tenemos a una joven cuya relación con su
padre es de lo más turbulenta, por lo que, al llegar este tarde a la graduación
de la muchacha, para compensar, va a la tienda clandestina y le compra el mono.
Todo va bien, hasta que el mono por las noches se convierte
en un monstruo alado que despedaza a todo aquél que se pone en su camino.
Se traslada la acción a China, y allí, unos cazamonos nos
explicarán que esos monos, no son monos, sino “Xigos”, es decir unos monos que
por la noche se convierten en demonios. Si les disparas, se multiplican y para
matarlos hay que utilizar armas bendecidas. Para que estos mueran, tendrán que
matar al jefe de todos ellos, que da la casualidad que es el que ha comprado el
señor ese a la chica, a la que por otro lado, el mono no se carga porque le ha
tomado cariño.
No está mal. El problema que acarrea es su condición “Sy Fy Channel”. Y
eso que la nueva tecnología está en demasía avanzada, y con los “looks” de las
nuevas cámaras de vídeo, estas películas ya no parecen pobres producciones
rodadas en vídeo, puesto que no se distingue de los 35 mm. etalonados. Luego,
tiene toda ella look de producto Hollywoodiense, hasta que aparecen en
escena los putos monos de C.G.I., que causan vergüenza ajena… pero vamos, que
la historia no está mal.
A su favor, decir que estos monos hacen fluir de las
personas que machacan toneladas de sangre, que esta, afortunadamente, no está
generada por C.G.I. y que si somos permisivos, al final, te la ves del
tirón sin ningún tipo de problemas.
Además, se trata de un debut tras la cámara, el de Robert
Grasmere, quien antes de esto, además de hacer todos los oficios imaginables
del mundo del cine, se dedicó a supervisar los efectos especiales de películas
tales como “Perseguido”, “Salt”, “Demolition Man” o “El coleccionista de huesos”. Ya podría haber
supervisado también los de su propia película.