Otros, acabaron en Europa porque, por su alcoholismo o su
drogadicción, directamente, fueron declarados “non gratos” en Hollywood. Eso
ocurría a finales de los ochenta y primeros noventa, justo cuando comenzó la
producción de esta “Nosferatu en
Venecia”, editada en vídeo en su momento en nuestro país con el título de
“Nosferatu, Príncipe de las tinieblas”. Por eso, la presencia de estrellas en
esta película.
Y es que, tras la versión de Werner Herzog, los Italianos
deciden contratar de nuevo a Klaus Kinski para que repita como Nosferatu (si,
otra peli de Drácula… va a ser verdad que es el personaje más adaptado al cine,
solo por debajo de Sherlock Holmes), pero como los italianos, italianos
son, se ahorran todo el maquillaje,
haciendo aparecer a Kinski, que ya estaba reseco, viejo y lleno de
arrugas, tan solo con los ojos pintados,
los colmillos característicos (en este caso paletos característicos) y su
plateada melena al viento.
La película es una basura de las que hacen época, un
desbarajuste de tomo y lomo, que hacen que esto no sirva ni para comida de cucarachas.
Porque, en primer lugar; desconozco los motivos, las peleas,
las desavenencias y los malos rollos en producción, pero en la dirección de
esta mierda, metieron baza , Lewis Coates, Mario Caiano (“Con la esvástica en
el vientre”), Mauricio Lucidi (la versión italiana de “El quijote de Orson
Welles” o “La venganza de Hércules”) e incluso el zumbado de Kinski, sin embargo,
el único acreditado de entre los directores es Augusto Caminito, que se
atribuye su total autoría. Así que yo creo que es una de esas películas que en
realidad se hacen solas.
Tras ver la película, de confusa (es una sucesión de escenas
sin mucho orden ni concierto) y mal montada, no alcanzo a hacer una sinopsis
precisa, así que recurro a Internet para ver
alguna, y veo que tampoco se han enterado demasiado quienes la han
hecho. Les puedo decir que el Príncipe de la tinieblas, Nosferatu, es
resucitado por parte de unos gitanos, y decide irse a Venecia a seducir a
una princesa, hasta que llega un cazador de vampiros para hacerse cargo de el.
Eso es todo.
Cuando digo que “Unos gitanos le resucitan”, es porque lo hacen unos gitanos… no Rumanos
¡Andaluces y con traje de faralaes! De hecho, aparece “La chunga” bailando el
flamenco que resucitará al vampiro.
Por otro lado, el cine de género italiano, a finales de los
ochenta y primeros noventa, sufre una total perdida de entidad; si en los
primeros ochenta los realizadores eran unos estetas consumados, en los noventa, quizás por
abaratar costes, la fotografía sufre una bajada de calidad, es como si las
imágenes de sus películas no fueran tratadas, revelando en bruto el negativo,
quedando una estética de lo más sosa y fría, como de telefilme. Eso pasaba en
“Bestia Asesina”, en “Mi novia es un zombie”, y ocurre, de manera desmesurada,
en “Nosferatu en Venecia”. Así que, para mí, una estética muy fea.
Abuso de transiciones, flash backs que nos confunden, montaje
descolocado, cero de ritmo, escenas sangrientas que no funcionan… una maraña de
cosas que hacen que debieran habernos pagado por visionarla.
Junto a Klaus Kinski, que tendría como actor todo el
prestigio del mundo, pero que aceptaba salir en cualquier película de mierda
para luego liarse a bocados con los directores, tenemos a Donald Pleasence,
habitual en el cine Italiano, ya fuera en cosas de género como la anteriormente
mentada “Bestia Asesina”, como en pelis de Bud Spencer y Terence Hill, y
Christopher Plummer como el Van Helsing de turno, quien, aunque le echa
entusiasmo al asunto, su recital de gestos acaban provocando la risa del espectador.
Mala hasta decir basta.