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El reciente empacho de caspillas insoportables me había vuelto un poco receloso. Traduciendo, me daba miedo enfrentarme a "Boogeyman 2" después de tantas decepciones. Pero el vicio es el vicio, y uno puede mantenerse prudentemente alejado de el, aunque a la larga sabe que volverá a caer (y más si se trata de uno tan sano y divertido como este).
Vista ya, puedo decir que incluso me resultó entretenida... vamos, que no está tan mal como pensaba, aunque probablemente ello se deba a que en realidad estamos ante un slasher de la vieja escuela, y ya sabéis como me pierden a mi esta clase de películos.
"Boogeyman 1" tenía la gracia de estar producida por Sam Raimi. Era una peli extraña, que se desarrollaba casi íntegramente con un solo protagonista, metido en una casa abandonada en la que las paredes crujen demasiado. Lástima de un final tan predecible, tan mal facturado y de un monstruo realmente cutre (esos CGI mal entendidos!!). Pero por lo visto la peli funcionó a su manera, y sus responsables decidieron llevar a la práctica esa costumbre tan golosa de currarse una secuela only para el mercado del dvd, incrementando los -pocos- elementos que funcionaron en la original y reduciendo presupuesto. Del clan Raimi solo dan la cara Robert Tapert en la producción ejecutiva y Joseph LoDuca en la banda sonora.
La acción de "Boogeyman 2" se sitúa en un sanatorio mental en el que han ingresado un grupo de chavalines con fobias varias, incluida la prota, eterna niña mona que de cría vio al supuesto Boogeyman cepillarse a sus padres (acompañada de su brother, ya curado del tema) y desde entonces arrastra el trauma de turno. Cómo no, poco a poco los pacientes comienzan a perecer en cruentas muertes que activan sus peores temores. Hummm, vamos a ver, ¿no os recuerda todo esto a "Pesadilla en Elm Street 3"?, ¡por supuesto!, de hecho, incluso hay una secuencia directamente fotocopiada de "Session 9" (la del chaval que corre por un pasillo al que, lentamente y en riguroso orden, se le van apagando las bombillas del techo. El tipo grita como un poseso, y se aferra a un leve resquicio de luz que entra por una rendija). Sin embargo, y ahí quería yo llegar, la amenaza de Boogeyman poco o nada tiene de sobrenatural, y poco o nada tiene que ver con el origen del monster de la primera parte, aquí solo hay un tipo con careta que va masacrando a la peña (encima, es de lo más fácil deducir de quién se trata), estamos pues ante un genuino slasher (y serio, ¡ya era hora!) y una genuina tomadura de pelo para aquellos que esperan una verdadera secuela... suerte que a mi la primera ni fu, ni fa.
A todo este cocktail añádanle la presencia de Tobin Bell, alias "Puzzle" en la infinita saga "Saw", una buena ración de gore (hay algún que otro crimen francamente bruto) y un poco de sexo y tetillas, para tener a todos contentos (¡ah!, y una duración no precisamente extensa, gracias a dios!!!).
El caso es que, como decía, "Boogeyman 2" a mi me resultó un film soportable, ameno dentro de su rutina. No me pregunten por qué, pero así fue. Quien quiera probarlo, que no se corte.
Siempre he sentido una incurable simpatía hacia Javier Gurruchaga. ¿Debo pedir perdón por ello?. Y no se trata de algo reciente, la cosa viene de cuando salía de la infancia para entrar en la adolescencia. Justo en ese punto descubrí a la "Orquesta Mondragón", que no tardó mucho en pasar a formar parte de mi nómina de grupos favoritos. Definidas ya del todo mis preferencias musicales, la "Mondragón" bajó muchos puestos, pero mi simpatía por su carismático frontman no se disolvió.
Hace poco, y empujado por una cada vez más preocupantemente habitual ataque de nostalgia, tuve oportunidad de repasar la discografía entera de la banda, y cual fue mi sorpresa al descubrir que su primer LP "Muñeca Hinchable" seguía siendo tan bueno y disfrutable como me lo parecía ya en mis años mozos. "Muñeca Hinchable" (magnífico título), editado en 1979, es un gran disco, y lo digo sin sarcasmo posmoderno que valga. Desde que lo he redescubierto, lo he escuchado ya innumerables veces (hasta más de una por día). Lo que sorprende de el es su festivo tono entre la pachanga incendiaria y el puro espectáculo de cabaret, o incluso circense, tan bien explotado por Gurruchaga y los suyos. Las canciones, de partitura burlesca, hacen gala de unas letras surrealistas, provocadoras (muchos tacos y referencias sexuales y escatológicas, algunas de orden muy muy políticamente incorrecto, rozando "la legalidad") y tremendamente inventivas que Don Javier, el vocalista ideal para semejante material, canta con lascivia y sutil mala uva. El tipo está en más que mejor forma, y suelta algunos chascarrillos que son, literalmente, de antología. Todo el puto disco es cojonudo, ni sobra ni falta, y no solo las canciones, también se llevan la palma ciertos interludios humorísticos. Escuchándolo, no me extraña que en aquellos tiempos, y gracias también al look que lucía el cantante en los escenarios, se asociara la "Orquesta Mondragón" al punk, ¡es que no era para menos!.
Todas estas virtudes se perciben todavía más cuando escuchas los siguientes vinilos. "Bon Voyage" mantiene aún vigente la magia presente en el disco de debut, aunque no en tan perfecto grado. Sin embargo, a partir del siguiente la cosa empieza a perder gasolina, pero de modo alarmante. Gurruchaga intenta actuar como un cantante normal, se desvanece el tono burlón y cabaretero, las letras son cada vez más tópicas (en los últimos discos se abusa de la temática romántica), se pone punto y final al elemento trasgresor y el sonido adquiere un escalofriante rollo AOR que, sinceramente, da verdadera grima. A veces aciertan intentando recuperar el fiesteo original, como en "Ellos las prefieren gordas", e incluso puntualmente con cosas más estandard como "I wanna dance", pero en general el aire almidonado se impone y acaba por aburrir de modo irreversible.
A la "Mondragón" la devoró el deseo de ser respetados y tomados en serio, dejaron de ser algo único y original y mutaron en más de lo mismo. Pero mientras podamos gozar de esa "Muñeca Hinchable", la mera existencia de la banda habrá merecido la pena más que mucho. Pasen y vean...
Sin un poco de lectura, mi aburrido ya ex-trabajo, hubiese sido mucho más insoportable de lo que era, y dado que el "Imágenes" y el "Fotogramas" juntos no llenan tantas horas, me hice socio de una biblioteca con el fin de poder leer libros sin pagar. La temática de los mismos, a poder ser, debía versar en todo aquello que me interesa, pero en especial cine, y muy concretamente el de género terrorífico. Hace unos días fui con la esperanza de encontrar algo de mi agrado, y entre aburridos repasos a personajillos petulantes de la cinematografía mundial o absurda teoría práctica, localicé exactamente el tipo de lectura amena, divertida e intranscendente que deseaba, "¡Malditas Películas!" de Miguel Ángel Prieto, dedicado a indagar en aquellos films a los que, se supone, acompaña alguna clase de maldición que ocasiona toda suerte de desgracias a sus responsables. Entre los varios títulos tratados, destaca uno por méritos propios, "El Exorcista" de William Friedkin, algo así como la madre de las pelis malditas. El caso es que dejándome sorprender por el increíble fenómeno social que supuso, recordé que recientemente un amigo me dejó una de las pocas producciones modernas de terror que todavía no había pasado por mi reproductor de dvd, "El exorcismo de Emily Rose", asegurándome que "Da más miedo que El Exorcista". Por ello, y por su propia condición, me puse a verla con toda la curiosidad del mundo.
"El exorcismo de Emily Rose" es una peli correcta, se deja ver, tiene sus escenas escalofriantes, algún logrado susto... pero ni por asomo supera al clásico con Linda Blair en miedo, y mucho menos como película. "El Exorcista" no da miedo solo por las increíbles secuencias de posesión diabólica. Lo que tiene esta peli que la ha hecho inmortal es que es inquietante desde el primer al último minuto, incluso en los momentos en los que, literalmente, no ocurre nada. De hecho, si me apuras, las escenas de mayor pavor son cuando a la Blair le hacen toda suerte de traumáticas pruebas en el hospital o la tremenda pesadilla de Jason Miller, donde con apenas nada, te eriza hasta el más insignificante vello del cuerpo.
La epopeya de Emily Rose hace gala de todos los defectos habituales del horror moderno, su look casi telefílmico, su incapacidad de crear atmósfera, el exceso pirotécnico de las secuencias más aterradoras y, como no, un abuso de efectos digitales. Que si, que la secuencia de los rostros siniestros tiene su qué, pero al mismo tiempo que me daba sustos me sentía muy decepcionado. Asustar es relativamente fácil, crear sensación de miedo no. "El Exorcista" posee entre sus miles de aciertos una fotografía tétrica y realista, una banda sonora imponente, interpretaciones más que convincentes (en realidad nada como un buen actor para causar escalofríos) y, resumiendo, maravillosos efectos especiales. Dice Friedkin que desde el principio tuvo muy claro que quería crearlos en directo durante el rodaje, no en post-producción, pues creía que así el verismo del film ganaría muchos puntos. Cuanta razón tenía, los artífices de "El exorcismo de Emily Rose" tendrían que haber tomado buena nota de ello.