lunes, 29 de junio de 2020

RIENDO SE ENTIENDE LA GENTE

Según la carátula, esto se titula “Riendo se entiende la gente”, según los créditos, “El Show de Beatriz Carvajal”. En cualquier caso se trata de una cinta de vídeo del año 1986, un vehículo para el lucimiento de Beatriz Carvajal que se le encarga al director Ismael González. González, probablemente sea uno de los directores españoles de derribo más curiosos y extraños que tuvimos en aquella época, que lo mismo le pasaba factura a una cinta de vídeo como esta, que se rodaba toda suerte de documentales, que se casca unas cuantas películas “S”, subgénero este en el que facturó clásicos como puedan ser “Al Sur del Edén”, donde tiene un papel nuestro amigo Juan Pinzás, la archipopular “Los pornoaficionados” donde Emilio Linder se pone las botas o, finalizando con este título su filmografía, “Estas chicas tan putas”. Por otro lado, es el director de esa extraña (casi) apología del nazismo que es la película “I Love Hitler”, firmada, al igual que sus pelis “S”, bajo el pseudónimo de Félix Varón.
Tampoco tiene mucho que contar este vídeo más allá de lo atractiva que pueda resultar su mera existencia. Se vende un show de Beatriz Carvajal filmado en un estudio donde apenas han colocado un par de fondos de color, que combinado con sketchs y la actuación del cómico Kiko y la Vedette Carmen Valentzy, apenas llega a la hora de duración. La primera media hora la protagoniza la Carbajal haciendo sendos monólogos de la época, interpretados por dos de sus personajes más queridos, que ya interpretara en el “Un, dos, tres”. Loli, la puta gangosa y una folclórica que es la clara imitación que nos brinda Beatriz Carvajal de Lola Flores. De esa guisa, además, se canta una canción y recita unos versos. La siguiente media hora se la reparten Kiko y Carmen Valentzy. El primero, con una batería de chistes con un nexo de unión —vamos, lo que hoy conocemos como monólogo— y, la segunda, se canta un par de canciones de carácter picantón, para luego finalizar la cinta con un numerito cómico a dúo. Y no hay más tela que cortar, señores.
La gracia está en que de estos acompañantes de Carvajal, Kiko y Carmen Valentzy, a priori, pueden parecernos absolutos desconocidos, pero a poco que echemos un ojo y le dediquemos unos minutillos a su búsqueda en Internet, descubriremos que, por su parte, Kiko es en realidad José Luis Carbonell, perteneciente a la primera pareja cómica de la televisión española formando el dúo Kim y Kiko junto a Rafael Quevedo. Se trata de una pareja de humoristas que venían de patearse los teatros, donde nunca tuvieron demasiado éxito, que hicieron giras en Hispanoamérica, y que acabaron dando con sus huesos en los estudios de Televisión Española a mediados de los años 50, donde desempeñarían su labor de humoristas cuando nuestra tele estaba emitiendo en pruebas. Esto les granjeó popularidad y les otorgó cierta fama, hasta que a mediados de los 60, Kim falleció y Kiko se quedó solo. Desde entonces y hasta su muerte, su actividad artística quedó relegada al teatro y  las salas de fiestas y, de ahí, su intervención en esta cinta encabezada por Beatriz Carvajal.
Por otro lado, Carmen Valentzy es lo que en la época de la revista se denominaba “Súper Vedette”, que se diferenciaba de la Vedette a secas por el hecho de que, mientras que la Vedette únicamente bailaba y lucía palmito, cuando no, también cantaba, la Súper Vedette, además, podía actuar, y su mera presencia era el reclamo de la revista que tuviera a bien interpretar. Kiko y Carmen Valentzy en los ochenta se asociaron, formaron pareja, y dieron un sinfín de numeritos cómicos en teatros y salas de fiestas, lejos del mundo de la televisión y, por lo tanto, sólo serán reconocidos por los aficionados y expertos de la revista.
En cuanto al contenido de la cinta, puede que peque de rancio, obsoleto e incluso machista, pero yo siento mucha simpatía por el humor español clásico, por la revista, y por este tipo de espectáculos en general. Al margen de esto, Beatriz Carvajal, que a fuerza de chupar escenario se convirtió en una de nuestras mejores actrices en activo, como humorista y artista de variedades me parece una todo terreno y, verla aquí, en el punto álgido de su carrera, en plena forma, con su humor, se me antoja una experiencia de lo más satisfactoria. Descubrir, por otro lado, a Kiko y Valentzy, con un humor, si cabe, aún más rancio y abotargado, me ha resultado igualmente muy sugestivo, por lo que, sí, he disfrutado como un enano con esta cinta, aunque no se la recomiendo al neófito por razones obvias. Y el experto… ya sabe a lo que atenerse.

sábado, 27 de junio de 2020

MALEVOLENCE 3: KILLER

Sorprende, y no para bien, el caso de esta tercera y -al menos de momento- última entrega de la saga "Malevolence". Después de los notorios resultados de la segunda parte, desconcierta presenciar un auténtico paso atrás. Da la sensación que Stevan Mena (más pluriempleado que nunca: director, guionista, productor, editor y compositor de la banda sonora) hiciera un poco lo que Don Coscarelli cuando no consigue levantar el proyecto que quiere: Recurrir a aquella franquicia que sabe le funciona a la hora de atraer la atención de inversores, prensa y público. Sin importar si el presupuesto es menor, mucho menor, y si los medios y actores con los que ahora cuenta quedan por debajo del título precedente. En el caso de Coscarelli es "Phantasma", en el de Mena es "Malevolence". Y con ambos ejemplos, hablamos de un modo muy poco lustroso de jorobar tu propio legado.
"Malevolence 3: Killer" arranca justo donde terminaba la primera (no olvidemos que la segunda era una precuela). El asesino escapa de aquellos que quieren matarle y se dirige a su antiguo hogar, que ahora habitan un oportuno grupo de preciosas estudiantes a las que no les importa pasearse con poca ropa. Todo ello a la par que el "Dr.Loomis" de rigor lo persigue y, en el camino, se topa con la abuela del psycho killer, a la que da vida en plan guiño tremendo Adrienne Barbeau. ¿El resto? Pues unos cuantos crímenes y poco más.
Así pues, estamos ante un auténtico regreso al slasher más ortodoxo, y además de verdad, perfectamente recreado y sin odiosas postmoderneces. Por ejemplo, las escenas de asesinatos son intensas, sí, pero sin perder las formas, sin excesos, que es un mal muy común de todas aquellas pelis que se venden como homenajes a los clásicos. Sin embargo, eso que para muchos de ustedes puede ser una aspecto positivo, a mi ya no me vale. He deglutido demasiados slashers en mi vida como para encontrarle algo especial a este, tan aferrado a los dogmas del subgenero. Su misma cualidad es a la vez su mayor enemigo. Al menos no es tan aburrida como la primera entrega, aunque sí denota una cuantiosa falta de medios. Se ve un pelo más cutre.
Solo para fieles a la saga o adictos al slasher sin posibilidad de redención. Me quedo con "Bereavement". Pero de largo.
Si Mena fuese un tío listo, no haría una cuarta.

viernes, 26 de junio de 2020

DEAD LEAVES

Constantin Werner es uno de esos artistas completos que podían ser interesantes si no fuera porque su condición de artista total, de puro pedante, se me antoja una caricatura. El tipo, siempre con el halo de artista por bandera, es cineasta, escritor, pintor, productor, realizador de vídeo clips… pero su obra tampoco es que sea muy prolífica. Con todo, no deja de tener cierta gracia, al menos como cineasta.
A finales de los 90 sorprendió al público artie con este film rodado en 16 mm y en plan guerrilla, en que aprovechó un viaje en coche para ir filmando por el camino, en el mismo coche, en moteles y parajes naturales. Y, lógicamente, ganó premios en unos cuantos festivales de naturaleza más o menos marginal.
Lo que me llama la atención es ese fino hilo que separa lo artístico de lo cutre, porque “Dead Leaves”, con  todo el rollo pedante que se gasta, no deja de parecer un film amateur en el  que han puesto un poco de cuidado a la hora de sujetar la cámara. Desde luego, el look chungo que se gasta, con el granaco del 16, la imagen sucia, oscura y deprimente, resulta de lo más atractiva.
Cuenta la historia de una pareja que se quiere mucho, en la cual, él, acusa cierto grado de enfermedad mental. Ella tiene un accidente casero y muere al caerse desde una silla y él, incapaz de asumir la muerte de su amada, se la lleva consigo en coche a Nueva York. Carga con el fiambre y, mientras vemos como lo acuesta a su lado, le pinta las uñas y lo cuida, unos flashbacks nos transportan a los tiempos en que fueron una pareja feliz. Pero según va pasando el tiempo, el cadáver se va descomponiendo (cosa que al individuo le pone muy nervioso) y desencadenará un trágico desenlace.
Y bueno, no está mal la cosa, y el cómo está filmado, cómo se aprovecha de la precariedad con la que filma, resulta cuando menos sugestivo. El tío va rodando por el camino, sobre la marcha, allá donde se deja caer, y eso mola mucho. La improvisación está a flor de piel en cada fotograma. Así como lo cutre lo inunda todo.
¿Lo malo? Que por momentos se pasa de petulante. “Dead Leaves”, sin apenas diálogos y mucha voz en off, se hace acompañar de poemas de Edgar Allan Poe —entre otros— recitados mientras la cámara nos muestra momentos felices de la pareja. O cuando quiere acentuar algo, o hacer reflexionar a espectador sobre el amor y la muerte, poemita al canto. O le da por el surrealismo en escenas que no vienen a cuento, como uno de los flashbacks en el que ella le hace a él cambiar el nombre cada cinco segundos sin ningún motivo: “— Di: mi nombre es Michael. —No, Mi nombre es John. —No, di: Mi nombre es Michael. —Mi nombre es Michael”. Y así se tiran un rato largo.
Por otro lado, y esto no lo veo mal del todo, es muy curioso como en el mundo del cine artístico, el tirar por lo contemplativo es siempre algo recurrente y hasta resultón. Constantin se recrea en las imágenes durante minutos con paneos del mobiliario donde suceden algunas de las escenas o, incluso, filmando a un animal muerto del bosquecillo en el que le ha tocado filmar en ese momento.
Sin más, un film artístico con sus cosas interesantes, y sus cosas deleznables en busca del prestigio, el intelectualismo y la trascendencia. Vamos, una de esas películas que me despiertan sentimientos opuestos de amor y odio al mismo tiempo. En cualquier caso, bien merece un visionado.
Constantin Werner, diez años después rodó otra película, esta vez de época, pero también en plan guerrillero, titulada “The Pagan Queen” y, otros diez años después, un cortometraje en vídeo. Y con eso, sus cuadros, sus escritos y, en calidad de productor,  produciendo series de televisión de artes marciales en las que involucra incluso a Donnie Yuen (¿?) el individuo va tirando.

miércoles, 24 de junio de 2020

LOS FOTOCROMOS DE "DÍAS DE BODA"

Secuela directa de “Érase otra vez”, segunda película del dogma español y primera colaboración de Juan Pinzás con el, también amigo de la casa, Javier Gurruchaga. En ella,  vemos como Rosendo, protagonista de la anterior película, se casa con una señorita por puro interés ya que, en realidad,  Rosendo tira más hacia el homosexualismo. Entre unas cosas y otras, esa boda acabará como el rosario de la Aurora.
Estos son los fotocromos de su estreno en cines.










sábado, 20 de junio de 2020

BEREAVEMENT (MALEVOLENCE 2)

Tenía cuatro motivos de peso para ver esta película. Primero, porque es de terror. Segundo, porque es la secuela de "Malevolence" y, como dije en aquella reseña, el fin consistía en deglutir la trilogía al completo. Tercero... y cuarto, ¡las tetas de Alexandra Daddario! Protagonista femenina y una de las cositas más exquisitas y pajeables del panorama cinematográfico actual. "Bereavement" sigue a la peli que lanzó de verdad a la muchacha, "Percy Jackson y el ladrón del rayo", es decir, que podemos gozarla jovencita, mojable como un churro en chocolate y luciendo un "top" de esos ceñidos, de generoso escote y, encima, blanco. Vamos, que toca sobredosis de pezones erectos. Que se lo digan al propio director y guionista, Stevan Mena, responsable también de la primera parte, quien no dudó un segundo en explotar en el póster todo el potencial erótico de la zagala.
Dejando de lado apreciaciones masturbatorias, y centrándonos en lo que toca, hay que aclarar que "Bereavement" es una precuela. Narra los hechos acontecidos antes de "Malevolence", es decir, el origen del asesino, de cómo pasa de inocente infante a tremebunda máquina de matar. Así pues, mientras presenciamos toda esta parte, con el crío asistiendo a los horribles crímenes del tarado que lo adoptó por la fuerza, en paralelo nos van narrando el drama de la Daddario, la típica "chica diferente" que se ha instalado en casa de su tío y que, inevitablemente, terminará inmiscuyéndose en la rutina del clan criminal.
Hay que decir que se nota una generosa mejora con respecto a "Malevolence". En todos los sentidos. Más guita (un presupuesto de dos millones de dólares, diez veces el de la primera), una historia mucho más interesante y una ristra de personajes más ricos con los que es fácil empatizar y a los que dan vida un reparto notable. Junto a la Daddario encontramos a Michael Biehn y John Savage (quien nos reserva un epílogo que, en su sencillez, y sin mucha parafernalia, resulta de lo más triste). Brett Rickaby da vida a algo más que un psycho killer con máscara, este tiene "chicha". Y se agradece.
Las escenas de asesinatos son brutas, intensas y crueles.
Así pues, estamos ante ese raro ejemplo de secuela que supera, y con creces, a la peli de origen. Tampoco es que sea la mojama, ni un dechado de diversión, pero desde luego demuestra que disponer de más medios no siempre se traduce en perder la esencia o parir un producto más desangelado. Todo lo contrario.
Recomendable (y ni siquiera hace falta que hayas visto "Malevolence" para pillarle el gusto).

viernes, 19 de junio de 2020

I WANT MORE

Sexploitation de finales de los sesenta en plan falso documental con ciertas trazas de mondo sexual (trazas estas, probablemente inintencionadas), que en poco más de media hora nos muestra una serie de comportamientos sexuales depravados en la ciudad de Los Angeles, supuestamente inspirados en los anuncios clasificados reales que se publicaban en unos periódicos que se estilaban mucho en los sesenta y que ofrecían a los usuarios contactos sexuales. Así, un individuo, micrófono en ristre, se dirige a cámara para, en tono paternalista, hablar de la gran ciudad, denunciar la depravación sexual que hay en ella, y el tipo de relaciones carnales que solían mantener los anunciantes de estos periódicos. A partir de ahí, la película está compuesta de segmentos que nos muestran dichos comportamientos sexuales, mientras escuchamos voces en off que comentan las imágenes que vemos en pantalla, conversando entre ellos  y escandalizándose con lo que ven.
Una película denuncia como tantas hubieron en la época, que con la tontería nos muestra todo el folleteo que es lo que en realidad están vendiendo. Nada del otro mundo. Vemos desde tíos que se van de putas, a sexo en grupo en una ducha, pasando por unos moteros que echan pulsos y luego se frotan sobre unas tías en pelotas (y esas mismas tías dando vueltas en círculo con una moto) o un escultor que para realizar su obra, necesita recortarle los pelos del coño a una fresca que posa para él.
Aburrida, sosainas y con las escenas soft más anti lívido que se pueda echar uno a la cara. Eso sí, el puñetero blanco y negro hace lucir todo siempre muy bonito. Hace que películas malas como esta, parezcan artísticas.
Poco (o nada) más que decir.
Sin embargo, me ha hecho mucha gracia la reseña que sobre la película hizo un usuario  llamado lor_ en IMDB, que se despacha a gusto con “I Want More” y se indigna con el hecho de que se publicite como una protagonizada por Cathy Adams, cuando en realidad no aparece (puede ser debido a que la película cuente con varias versiones, una de media hora de duración, otra de casi una hora y, quizás, Adams, apareciera en el metraje recortado de alguna de las versiones, pero esto es algo que no he podido contrastar, tan solo una elucubración. No obstante, me encanta que este usuario se cabree tanto con esta cuestión) y, tras poner a caer de un burro la película, arremete asimismo contra los intérpretes y, más aún, contra la gente de Something Weird Video, que la editaron en DVD, incluyendo un audio comentario, y se ve que tiene algo personal contra ellos. Así, a uno de los comentaristas, al que tacha sarcásticamente de “historiador de cine” y de novato, le insulta llamándole directamente idiota y le acusa de no saber el precio real de los periódicos a los que se hace referencia. Todo con muy mala hostia y muy gracioso. Mejor que la propia película. Así pues, no vean "I want more", no vale nada, pero ¡Corran a IMDB a leer la reseña!
Por supuesto, el productor y director del film, Jack Beap, no dio señales de vida después de hacer esta cosa ignota y rara.

miércoles, 17 de junio de 2020

LOS FOTOCROMOS DE "ÉRASE OTRA VEZ"

La película más popular de Juan Pinzás, sin duda, es esta “Érase otra vez” con la que se coronaba abanderado español del “Dogma 95”.  Una historia de amores y desamores entre ex estudiantes de periodismo que se reencuentran años después en casa de uno de ellos. Por supuesto, los problemas aparecerán en el momento menos adecuado.
La película se tiró la tira de tiempo en las sesiones golfas de los cines Alphaville de Madrid, y tuvo un éxito fuera de precedentes en Moscú.
Aquí, sus fotocromos...











sábado, 13 de junio de 2020

MALEVOLENCE

"Malevolence" surgió en plena resaca del neo-slasher que atacó nuesas neuronas a finales de los 90. Seguramente si destacó y recibió un poco el trato propio que hoy reciben las pelis bendecidas (o maldecidas) por el fenómeno "hype", se debió a que se apartaba de los preceptos de la mentada corriente e intentaba recuperar sus orígenes. ¿Cómo? inspirándose en los clásicos. Es decir, un mucho, pero muuuucho, de "La noche de Halloween" y unas gotitas de "La matanza de Texas". Tanto como para que Stevan Mena, director + guionista, se currara también una banda sonora a base de sintetizadores a lo John Carpenter. Hoy ese dato sería explotado hasta el agotamiento, pero entonces no llamó tanto la atención.
Por todo ello, en su día tenía muchas ganas de verla. La alquilé cuando tuve ocasión. No me gustó nada, ni entendí tanta monserga, así que mi cerebro se encargó de olvidarla e ignorar las dos secuelas que esputó. Dieciséis años después me entra el mono de darle una oportunidad. A la saga completa. Y me agencio la trilogía.
Volví a ver la primera. De entrada agradecí muchísimo que no comenzara con un grupo de adolescentes chillones subidos a una furgo. Algo es algo. En este caso son unos ladrones que roban un banco, secuestran a una mamá y su hija y todos terminan en una casa abandonada a merced de un asesino encapuchado. Al origen de este le dan mucho bombo, tanto al principio como al final. Que si en los USA desaparece mucho crío y tal y pascual. Pero nada, chorradas, lo que aquí tenemos es un slasher que atufa a clasicorro en todos sus fotogramas. Está bien rodado, es sobrio, con momentos intensos y tal... pero la verdad es que, en esencia, resulta increíblemente aburrido. Lento hasta la desesperación. Una lentitud que, al carecer de atmósfera o de algo medianamente llamativo, fresco u original, se hace insoportable. Vamos, estuve toda la peli luchando contra el insistente descenso de mis pesados párpados. Al final me rendí, cerré la tele y fui a la cama. Al día siguiente la retomé, pero mis impresiones no mejoraron demasiado. Sigo pensando que es un coñazo. Habrá quien diga que, al fin y al cabo, en eso consistían los slashers de catadura clásica, en aburrirse. Pues sí, puede que solo sea la percepción negativa de un cuarentón nostálgico, porque a mi pareja le gustó, así que nunca se sabe. En cualquier caso, es lo que hay.
Me dije a mi mismo que, independientemente de todo ello, vería las tres y las reseñaría, así que en una semana podrán leer todo respecto a la segunda parte. De nada.

viernes, 12 de junio de 2020

DEATH DRUG

Con el éxito de la serie “Corrupción en Miami” y con el auge del vídeo doméstico, en pleno 1986 a una distribuidora llamada Academy Home Entertainment se le ocurre lanzar en alquiler una vieja película presumiblemente inacabada del director de blaxploitation Oscar Williams, responsable de “Hot Potato” y del guion de la archipopular “Truck Turner”, que, como único aliciente, cuenta con el protagonismo de Philip Michael Thomas cuando este todavía no era una estrella. Lo que pasa es que el metraje existente apenas llegaba a cuarenta minutos y era una tarea muy difícil llegar a la duración estándar de un largometraje con tan poco material, por lo que la compañía decidió contactar con el propio Philip Michael Thomas para ver que podían hacer. Así, la película, un drugsploitation de finales de los setenta, es remontada y alterada impunemente con el fin de llegar  a la hora de duración y tener en su catálogo una película protagonizada por el protagonista de la serie de moda en todo el mundo. Pero la cosa estaba, igualmente, en no gastarse más dinero de la cuenta. Entonces, la película incluye en su montaje comercializado, una introducción del propio Philip Michael Thomas filmado en vídeo, con un montaje y unos cortes a cholón espantosos, en el cual el actor, dirigiéndose a cámara, habla de su éxito gracias a la serie y avisa al espectador de lo perniciosas que son las drogas duras, poniendo especial atención en el crack o la droga protagonista de la película que vamos a ver, el polvo de Ángel. También dice haber aprendido mucho sobre lo destructivas que pueden llegar a ser las drogas gracias al rodaje de esta película y, a continuación, con gesto compungido, da paso a la misma que nos presenta unos títulos de crédito en teleprompter de lo más chungos.
El film cuenta cómo un fontanero con inquietudes artísticas (toca el piano y aspira a convertirse en un músico famoso) tontea con el polvo de Ángel fumándolo de cuando en cuando, hasta que desarrolla una fuerte adicción que le provocará alucinaciones, estado de euforia, paranoia y una violencia tal, que acabará incluso golpeando a su novia cuando esta se le acerca a preguntarle qué le pasa. Obviamente, y tras un intento de rehabilitación, el abuso de esta droga le pasará factura… muriéndose en consecuencia.
Bueno, un exploit entretenidillo, lleno de comedia involuntaria que hace que nos echemos unas muy buenas risas cada vez que a Phillip Michael Thomas le entra un ataque de paranoia, haciendo gala el muchacho de un nivel de sobre actuación muy a tener en cuenta.
Pero es la alteración de la obra lo que la vuelve verdaderamente delirante.
Para llegar a la hora de duración, no contentos con meter minutos y minutos de cámara lenta durante un ataque de paranoia que le da al protagonista en la recta final de la película, alargan la historia incluyendo unos insertos rodados para la ocasión, en los que un noticiario nos anuncia la muerte por abuso de polvo de Ángel de nuestro protagonista, pero la gracia está en que, mientras que la película está rodada en 35 mm, los insertos añadidos están rodados en costroso vídeo de los años ochenta, que se introducen en medio del material filmado sin disimular su condición de vídeo. Con dos cojones y un palito. Amén de usar tantos efectos de mezcladora arcaica de video como le es posible al montador.  Por otro lado, Phillip Michael Thomas en la cresta de su popularidad, y en un alarde de megalomanía, por aquél entonces le dio por grabar un L.P. de música discotequera/melódica titulado “Living the book of my life”  que funcionó medianamente bien porque el actor estaba de moda. El caso es que de este disco, grabó un vídeoclip muy hortera del sencillo “Just the Way I Planned It”, que ¡se introdujo en la película como parte de la trama! Con lo cual, vemos otro pegote ahí en medio, con el vídeoclip de Thomas apareciendo en las noticias como si se tratara de material musical de nuestro protagonista fontanero/pianista, en el que aparece como diez años más viejo y sin las patillas y pelo afro que luce en el material original filmado en los setenta.
No obstante, la película seguía quedándose corta, por lo que tras los créditos finales, vuelve a aparecer el bueno de Philip Michael Thomas en vídeo, esta vez jugando al billar, y parloteando de nuevo sobre lo perniciosas que son las drogas. Y después de esto ¡nuevos títulos para acreditar a la gente que ha trabajado en las introducciones y las insertos de vídeo! Un delirio absolutamente maravilloso.
El resultado de todo esto, es de lo más divertido. Verdaderamente, “Death Drug” sirve para pasar una hora y poco de puro desmelene.
La película, obviamente,  es rara de pelotas y difícil de encontrar en su versión original sin tan siquiera subtítulos (la verdad es que tampoco hacen mucha falta) pero yo juraría, sin poner la mano en el fuego, eso sí, que me suena que pudiese ser que esto saliera en vídeo en nuestro país con un título en castellano. Pero no he podido contrastar ese dato y puede que mi memoria, llena de referencias pasadas, presentes y puede que hasta futuras, me esté haciendo una jugarreta. Si alguien lo sabe con certeza, ya sabe, que nos escriba al correo y nos haga el favor de aclarar este tema.

miércoles, 10 de junio de 2020

LOS FOTOCROMOS DE "LA LEYENDA DE LA DONCELLA"

Probablemente la película más popular de Juan Pinzás y la que cuenta con más seguidores. También es la que cierra su etapa de cine industrial antes de verse inmerso en el cine de vanguardia como representante español del “Dogma 95” en el que estuvo involucrado durante casi una década.
“La leyenda de la doncella”, es una historia de meigas. Dentro de este entorno fantástico, Pinzás desarrolla tramas de poder y sexo, en la que es su película más ambiciosa hasta la fecha.
Con una visibilidad importante en salas en su momento,  estos fotocromos fueron los correspondientes a su estreno.


 








sábado, 6 de junio de 2020

SESIÓN DOBLE: THE WRETCHED (MADRE OSCURA) + DREAMKATCHER

THE WRETCHED : Aunque la habría terminado viendo de alguna u otra manera, "The Wretched" ("Madre Oscura" en España) llamó mi atención por la proclama que Bruce Campbell lanzó desde las redes sociales calificando a sus autores, Brett Pierce y Drew T. Pierce, como "la siguiente generación de chavales de Detroit que lo han conseguido", en evidente referencia a él y sus amigos Raimi y Tapert cuando parieron "Posesión Infernal". Difícil resistirse ante algo semejante si, como yo, eres fan del clásico. Claro que, luego, mirado con detenimiento vi donde residía la trampa. Ese apoyo incondicional del actor lo motivaba que Brett y Drew T. Pierce eran hijos de Bart Pierce, responsable de las escenas de stop-motion en "Posesión Infernal". Todo quedaba en casa. No obstante, la llama de la curiosidad ya estaba encendida, así que terminé agenciándome y deglutiendo "The Wretched".
Un jovenzuelo acude a pasar el verano a casa de su padre y, de paso, ayudarle en el negocio de alquiler de lanchas del que es dueño. La mala fortuna hará que se implique en un siniestro caso de brujería cuando una vecina sea poseída por un ente maligno que habita el bosque y al que le encanta devorar niños. Luchará contra viento y marea, y la incredulidad general, en parte motivada por la misma bruja y sus poderes, para detener a esta y evitar sus malas artes.
"The Wretched" hace gala de un buen acabado. La caracterización de la bruja/criatura diabólica está un rato bien (algo deudora de la iconografía japonesa) y hay momentos macabros y medianamente truculentos para ponerle a uno contento. Sin embargo, el protagonista es sumamente irritante -lo que elimina cualquier atisbo de empatía- y, en general, todo atufa a convencionalidad, a más de lo mismo. Las ideas mínimamente originales quedan ensombrecidas por el resto. Al terminar, te olvidas de ella con pasmosa facilidad.

DREAMKATCHER: Una familia se instala a vivir en una casa en medio del campo. Una donde la difunta esposa del padre fue en el pasado asesinada a hachazos por un niño. ¡Ya son ganas!. Y claro, pasa lo que pasa, que un terrorífico ente que habita el bosque contiguo tiene intención de poseer al crío del clan para que repita la hazaña. 
De entrada la trama nos invita a suponer que vamos a ver lo de siempre. Y sí, en cierto modo es exactamente así. Lo que pasa es que, al estar bien contado, haciéndolo medianamente interesante, no nos aburrimos demasiado. Incluso nos metemos en la historia, a pesar de su evidente previsibilidad. Y de este modo tan positivo terminaría la reseña si no fuese porque, llegado el clímax final, parece que sus responsables no saben cómo terminar. Lían la troca, nos cuelan escenas muy torpes y todo concluye del modo más deslucido y poco inspirado posible. Una pena. Ello no implica que, a pesar de los pesares, "Dreamkatcher" sea bastante digerible. La presencia en el reparto de Radha Mitchell y Henry Thomas contribuyen a ello. Mientras que la de Lin Shaye y Joseph Bishara aclaran las ya de por sí muy evidentes influencias. Hurgando en ambas filmografías localizamos una ralea de clarificadores títulos: saga "Insidious", saga "Expediente Warren", saga "Annabelle" y sendos refritos de estas como "El otro lado de la puerta", "Ouija: el origen del mal" o "La llorona". Más claro, el agua.

viernes, 5 de junio de 2020

PUBERTAD... ADOLESCENCIA, LA EDAD DIFÍCIL

La factoría Balcázar, sacando partido al cine adolescente de Summers y, en concreto, a “Adiós, cigüeña, adiós”,  en una película de idéntica finalidad, pero sin un ápice del talento que tenía el de Huelva. Por supuesto, si las películas de Summers eran un pelín sensacionalistas, esta ya riza el rizo.
Cutre, escabrosa y con un malsano y conservador punto de vista, cuenta la historia de una serie de adolescentes y sus tempranas experiencias con el sexo contrario. Mientras que en colegio se les educa para que sitúen todo lo relacionado con el sexo dentro del contexto del amor y la familia, Óscar, el protagonista, tiene ideas al respecto mucho más liberales. Tras una serie de experiencias sexuales y una sucesión de desprecios, acaba dejando embarazada a una chica. Como es un embarazo inadecuado, los padres de esta optarán por hacerle abortar, cosa esta que, en unos tejemanejes de los adolescentes, no llegará a suceder. Por supuesto, no faltarán imágenes de quirófano que nos mostrarán con todo lujo de detalles el sangriento nacimiento de un bebé.
Por supuesto, es su condición de película rara y casi extinta la que motiva el visionado, porque, como se podrán imaginar, sentarse frente a esta serie Z de corte lacrimógeno, es tan agradable como hacerlo frente a un pelotón de fusilamiento. Cero valor cinematográfico, cero interés general, pero interesante como subproducto raro, misterioso y desperado.
Por lo visto la película, rodada en  1975, permaneció en las latas hasta que finalmente pudo estrenarse en 1979, cuando estas películas de adolescentes que se hacen padres antes de tiempo y con los films intelectuales de la nueva comedia madrileña campando a sus anchas en los cines, ya no importaban un carajo. En consecuencia, fracasó en taquilla, teniendo posteriormente alguna ignota edición videográfica como toda constancia de su existencia. Ahora, gracias a Internet y sus inquietos usuarios, podemos localizar una cochambrosa copia sin que escarbemos mucho, y así podemos quitarnos el mono de rareza. Pero la magia de lo raro y oscuro, desaparece cuando le damos al play y comprobamos en propias carnes el por qué este tipo de películas permanecen ocultas; porque es donde mejor están.
Dirige el inefable Alfonso Balcázar, firmando la cinta esta vez con uno de sus seudónimos, Albagran, que  es una forma de hispanizar el otro pseudónimo con el que firmaba películas de posible tirón más internacional, Al Bagran. Se quedó a gusto.
El prota, Jaime Gamboa, es un clónico de Pedro Mari Sánchez pero con parálisis facial, incluso llegó a aparecer en unas cuantas películas más, pero pronto, al tiempo que esta película se estrenaba, abandonaría la interpretación para siempre. Es tan inexpresivo, que sabemos que en una escena en la que vacila a su profesor, se está haciendo el chulito porque el tono del actor de doblaje que suplanta su voz así nos lo hace ver, que por lo que a su interpretación se refiere, podía estar en un velatorio.
También tenemos por ahí, más perdido que un hijo puta en el día del padre, al coreógrafo y bailarín Nacho Duato, que asomaba su careto por primera vez en una película.
Ahora, si quieren, ya pueden borrar el archivo.

miércoles, 3 de junio de 2020

LOS FOTOCROMOS DE "EL JUEGO DE LOS MENSAJES INVISIBLES"

“El juego de los mensajes invisibles” probablemente sea la película más ignota de Pinzás y probablemente una de las más importantes. Basada en la novela de Álvaro Pombo “El hijo adoptivo”, la película cuenta con una enrarecida atmósfera para contarnos la historia de un anciano homosexual que un buen día recibe la visita de un individuo con el que tuvo que ver hace años, con consecuencias, digamos, sobrenaturales.
Antonio Ferrandis, José Luis López Vázquez, Eusebio Poncela o María Barranco, entre otros, protagonizan la segunda película de Juan Pinzás.
Aquí les dejamos los fotocromos.