lunes, 31 de diciembre de 2018

THE MONSTER PROJECT

La de los años 10 del presente milenio, será la  década que se recuerde en los estudios sobre cine de terror cuando se haga referencia a ese subgénero que es el “found footage”. Y es que teniendo su auge en aquellos primeros años de la década con los éxitos de “Paranormal Activity” o “The Devil Inside”, en la actualidad estamos viviendo lo que claramente es el declive del género, que habiéndose hecho un hueco  destacable en la industria cinematográfica con películas que llenaban las salas, en pleno 2018 es un subgénero que ha quedado relegado a las plataformas digitales, el pay per view y el mercado del direct to video, o lo que queda de él.  Me atrevo a decir, que lo mejor del “found footage” ya está hecho (incluso ha tenido en la comedia un segundo aliado con films como “Project X” o el cine de acción  con “Sin Tregua”) y que ya lo poco que se haga —porque ya no se va a hacer mucho más—  va a ser material de tercera categoría, carente de interés y de imaginación.  Es el caso de la película que nos ocupa, un coñazo insoportable de buenas intenciones, cuyo principal defecto es el no saber aplicar las leyes no escritas del género, amén de de atormentarnos con una duración de hora y cuarenta minutos que no parece querer acabarse nunca.
 “The Monster Project” cuenta cómo dos Youtubers se ganan su buen dinerito haciendo vídeos “found footage”  falsos para la red. Y con las miras de ampliar el negocio se les ocurre hacer una nueva serie en las que ambos saldrán a entrevistar a monstruos reales, o que al menos, ellos crean serlo. Nuestros protagonistas son escépticos. Para ello, convocan un casting de monstruos on line. Una vez seleccionados los candidatos, los congregarán en un enorme caserón abandonado en medio de la nada y comenzarán las entrevistas a lo que es un hombre lobo nativo americano, o sea, un “Skinwalker”, una demonia y un vampiro. ¿Qué es lo que pasa? Que no se trata de tarados, sino de monstruos reales, por lo que el equipo de filmación se queda atrapado con ellos en el caserón, y mientras lidian con ellos, lo graban todo.
Es imposible hacer esto peor, máxime cuando el clímax de la película dura más de una hora. Quiero decir, que en el momento en el que los monstruos se transforman ante los ojos de los protagonistas, la película ya no da descanso, convirtiéndose la acción en un asedio hacia estos por parte de los monstruos, y por lo tanto el resto de la película se desarrolla a mil por hora  y sin descanso hasta que acaba. El resultado de esto es tan incompetente, que teniendo un escenario cojonudo a tal efecto, y la cámara de vídeo en función  infrarrojos, amén de unos estupendos efectos especiales infográficos, la película se ve truncada por una inapropiada banda sonora y efectos de sonido muy estándar y de película mala de terror, que en todo momento sacan al espectador de situación. No se me ocurre “found footage” peor ambientado que este. Por lo cual, en cuanto el espectador ve que la cosa no funciona a los 10 minutos de comenzar el acoso y derribo por parte de los monstruos, se aburre, se aburre y muere (de aburrimiento). Un absoluto espanto.
Sin embargo “The Monster Project” se me antoja perfecta como muestra de lo que es hoy el “found footage” que no es otra cosa que un género muerto. Todo lo que en sus inicios era innovador y terrorífico, hoy no es más que pura repetición de una formula y una colección de clichés. Sin embargo, se seguirán haciendo algunos “found footage”, sobretodo en los parámetros de la serie B/Z por lo barato que resulta rodar un film de estas características.
Como le pasó al “Slasher”, también a finales de su década de esplendor, los 80,  ya está todo dicho al respecto. Pero fue bonito mientras duró. Como será bonito vivir el revival que a buen seguro recibirá el género dentro de unos 20 años, calculo yo.
Dirige este engendro un tal Victor Mathieu, quien habiendo trabajado de todo en el mundo del cine debuta en el largo con esto, y se pasa a la tele ipsofacto.
Malísima.

viernes, 28 de diciembre de 2018

EL DERECHO DE COMER

La cinematografía emergente portorriqueña cuyo auge, al igual que el de la mayoría de las cinematografías de habla hispana, comienza a notarse con la llegada del video digital con el que los portorriqueños facturan sus películas por pocos duros y mucho ímpetu.
Sin embargo, durante la década de los 60, el cine portorriqueño tuvo unos años de bonanza durante los cuales se rodaron los títulos más exitosos de su cine. De esa década, en la que se sucedían las co-producciones con México y ciertos amaneramientos norteamericanos, surgen una serie de películas  de cine negro y comedia como géneros mayoritarios, que sitúan el cine puertorriqueño en un lugar de honor dentro de las exóticas cinematografías latinas.
Por otro lado, la idiosincrasia portorriqueña, tan asociada a la estadounidense en la actualidad, en los años 60 es bastante parecida a la española y  absolutamente pareja a la mexicana, por lo que la película que nos atañe, “El derecho de comer”, es una suerte de película de Cantinflas mezclada con el poperío propio de la época y que no nos costará identificar como deudora de las películas yeyés de Pili y Mili, Marisol o el Dúo Dinamico.
Y es que protagonizada por René Rubiella “Findingo”, cómico puertorriqueño,  y la cantante Lisette —de los que hay poquísima información en la red— “El derecho de comer” cuyo título en sí mismo no es más que una parodia en alusión a “El derecho de nacer”, telenovela folletinesca mexicana de gran éxito en la época, nos presenta los avatares de un par de vagabundos que se las tienen que ingeniar para echarse algo a la boca, mientras lidian con una cartera llena de dinero, de procedencia un tanto turbia,  que como pobres honrados que son deberán devolver a su legítimo dueño, mientras viven mil y una calamidades en torno a la comida y se suceden un par de numeritos musicales. Una comedia blanca, para toda la familia y muy de la época.
Lo que me llama poderosamente la atención, es el personaje de Findingo, un incuestionable sosias de Cantinflas, claramente inspirado en el arquetipo mexicano y que tantos “Exploitations” trae consigo en su país natal que, sin embargo, es la viva imagen de nuestro Carpanta, el entrañable personaje de cómic creado por Escobar. Y es que si de aspecto es exacto —de hecho es una recreación que me valdría como hipotética adaptación del personaje— no lo es menos en su modus operandi y al igual que el personaje de cómic, cuando Findingo parece que por fín se va a echar algo a la boca, siempre ocurre una desgracia que se lo impide truncando lo que parece que va a ser un triunfo culinario. Y para mayor acercamiento al personaje, Findingo, al igual que Carpanta, vive debajo de un puente.
Obviamente, el arquetipo es muy claro y obvio tratándose de un homeless que vive a la intemperie, pero los parecidos y coincidencias son tan escandalosos, que  yo diría que “El derecho de nacer”, es una adaptación apócrifa y latinoamericana de nuestro querido personaje. Ahora, cuanto hay de cierto en esta suposición es algo no nunca sabremos, por lo complejo de estas cinematografías olvidadas e ignotas, amén de que no tengo ni la más remota idea de si el personaje de Carpanta era popular en Puerto Rico, así que, lo dejamos en el aire.
De cualquier modo “El derecho de comer” es una extraña muestra de la comedia popular portorriqueña de los años sesenta, un tipo de cine prácticamente desconocido en todo el mundo y como tal, como absoluta rareza, bien merece la pena un visionado, que hoy todo está pululando por la red.
Al margen de su condición, la película está entretenida del mismo modo que lo estaba el cine popular de los 60 de nuestro país, sin mayor pretensión que la del entretenimiento, e incluso, podemos llegar a reírnos con algunas de las ocurrencias del tal Findingo.
Dirige Leo Fleider, que es una suerte de Ladislao Vadja a la portorriqueña —Fleider era Austrohúngaro— que hizo carrera en Puerto Rico realizando películas de los más varipintos géneros.

jueves, 27 de diciembre de 2018

S&MAN

Ya he comentado en otras ocasiones lo mucho que me fascinan las convenciones dedicadas al cine de terror que se celebran en Estados Unidos. Ese mundo plagado de actores en decadencia y aficionados que graban sus propias películas con la cámara de vídeo y tienen la oportunidad no solo de venderlas, también de convertirse en pequeñas estrellas. Es lo que se ha dado en llamar el "underground horror". Siempre me ha molestado mucho que se use la palabra "underground" para definir un tipo de producto acomodado que no busca nuevas vías de expresión ni es, simple y llanamente, libre. Obras que se aferran a las convenciones del cine standard. Incluso el llamado mainstream. Y especialmente a los dogmas del género del terror. Con su inicio, desarrollo y final, sus planos perfectamente académicos y sin el mínimo riesgo creativo. Eso para mí NO es "cine underground". Aunque puedo tolerar ese subapartado referido estrictamente al terror como un universo paralelo donde el fan de Jason Voorhees, "La matanza de Texas" y "Phantasma" puede acceder a un tipo de producto audiovisual que los grandes estudios, e incluso muchas compañías supuestamente más modestas como "Blumhouse", nunca le darían y donde podrá encontrar material extremo. Violencia brutal. Gore a raudales. Y sexo enfermizo. Esta es otra vertiente tan fascinante como inquietante. Que haya fans del género que se dejen los ahorros en pequeñas producciones caseras cuyo único reclamo sea ver cómo chicas de grandes pechos son asesinadas de formas cruentas. En ocasiones hablamos de auténticos vídeos fetichistas generosos en sordidez, como los del veterano y famoso sello "W.A.V.E. Productions" regentado por Gary Whitson. Mediometrajes y largometrajes grabados según las más elementales leyes de la creatividad audiovisual (es decir, planos generales y poca cosa más) en los que se muestran chicas siendo estranguladas, recibiendo balazos en zonas concretas del cuerpo (incluidas vaginas castigadas por los rayos surgidos de unas manos monstruosas ¿?) y siendo electrocutadas, de manera que al sacudir sus cuerpos nos recreamos a cámara lenta en el zarandeo de las ubres. Muy alucinante, más si tenemos en cuenta que mucho de este material está hecho por encargo. Es decir, la fórmula secreta del éxito de Whitson es que te ofrece la oportunidad de que mandes un guión con lo que quieres ver y ellos te lo producen, por lo que la veda queda abierta para que todo aquel tarado y pervertido pueda plasmar en imágenes y con chicas de carne, hueso y silicona su fantasía más retorcida.
A J.T.Petty toda esta morralla le flipaba tanto como a mí, por lo que decidió dedicarle un documental. O, mejor dicho, una docu-ficción. Para ello se puso a recorrer convenciones en busca del más retorcido "underground horror". Y aunque uno de los creadores a los que entrevista es el mismo Gary Whitson, prefiere centrarse en otros tres personajes, Bill Zebub, Fred Vogel y Eric Rost. Algo que no deja de resultar curioso si tenemos en cuenta que Petty es un profesional respetado, especialmente gracias a su primera obra,"Soft for Digging", seguida por títulos como "Mimic 3: El guardián", "The Burrowers" o "Hellbender".
Las intervenciones de Bill Zebub, videoasta del que hemos hablado largo y tendido, son las más divertidas del documental, tanto por las declaraciones que esputa ("Mírame ¿Tengo aspecto de saber hacer una película?") como por el momento en el que le vemos grabar uno de sus proyectos. A Fred Vogel le conoceréis por sus famosas e infames "August Underground", supuestos y muy verosímiles vídeos caseros perpetrados por un asesino en serie. Confieso que nunca me ha apetecido ver ninguna de ellas a pesar de que no me han faltado oportunidades. En cuanto a Eric Rost, pues ahí entramos en el apartado "ficción". Petty juega con una idea que no por manida resulta menos escalofriante, ¿y si uno de estos tipos fuese un auténtico psicópata y sus grabaciones caseras crímenes reales?.
Conocemos al tal Eric vendiendo
en las convenciones sus dvd's bajo mano. "S&Man" es el título genérico y en todos ellos acosa a una chica grabándola en vídeo mientras camina por la calle. Luego se cuela en su casa para practicarle vudú. Y finalmente la secuestra y la mata delante de la cámara. Ni que decir que el actor elegido para interpretar al tipo encaja muy bien en el aspecto del típico "nerd" regordete que vive en el sótano de casa de su madre y asegura que ver esos vídeos es un pequeño desahogo para aquellos que, como él, no tienen demasiado éxito con las chicas. Ya del todo metidos en lo propiamente peliculero, la obsesión de Petty por saber más del chaval y su "obra" acabará irremediablemente en tragedia.
A la par que todo esto se desarrolla, "S&Man" reflexiona sobre el "placer" de visionar imágenes de violencia extrema y misoginia,
con ayuda de algunos especialistas no excesivamente brasas, tocando incluso temas como el "snuff" o los vídeos de ejecuciones confeccionados por terroristas. El resultado final es bastante entretenido y sobre todo interesante. J.T. Petty sabe integrar muy bien la ficción dentro del meollo y recrear a la perfección, y de manera muy perturbadora, esos supuestos crímenes auténticos que presenciamos.
Y sí, al terminar te haces unas cuantas preguntas y te replanteas algunas cosas.
Recomendable.

viernes, 21 de diciembre de 2018

DEL PLAYA

Insulso slasher  con toques de thriller destinado al público Millenial y para las plataformas de vídeo bajo demanda, que cuenta la historia de un muchacho normal y corriente que tras ser rechazado por las chicas, ser víctima del buying en la universidad y ser maltratado por su padrastro en casa llegando este a desfigurarle la cara, decide un buen día ponerse una máscara comprada en una tienda de disfraces y emplear la violencia contra sus agresores como venganza. Lo que pasa es que se le va de las manos y todo acaba convirtiéndose en una espiral de violencia dónde el chaval da matarile a otros estudiantes de las maneras más creativas y diversas. Y ya esta. Nada nuevo en el horizonte ni nada que merezca ser visto de nuevo otra vez, amén de tener “Del Playa” ese tufillo medio moderno del que hace gala casi toda serie B del nuevo milenio, recursos estéticos que ya vienen por defecto en cualquier programa de edición preinstalado en cualquier computadora de gama alta y que se basan en desenfocarlo todo desde distintos ángulos, y una total ausencia de escabrosidad y atmósfera. El chaval mata, acuchilla, aplasta, destruye… pero el espectador se queda igual que estaba. Como si viera un vídeo de Karaoke. Mala es decir poco.
La gracia está en como se movilizaron los habitantes de Isla Vista en California, que creyeron ver en “Del Playa” una historia muy similar a la de Elliot Rodger, un joven que en la vida real se cargó en 2014 a seis compañeros de clase, así como hirió a otros catorce para, como todo subnormal que se lía a tiros en lugares públicos, pasar a suicidarse ante la estupefacción de los presentes.
Los responsables de la película dicen que en absoluto se están inspirando en la historia del tal Rodger e insisten que esto es solo una ficción —de hecho Rodger tan solo se lió a tiros; el prota de esta película se carga al personal con lo primero que pilla, pero nunca con arma de fuego—. Sin embargo, la publicidad de la película reza que está inspirada en eventos actuales, cosa que contradice lo anteriormente dicho. Así pues, estas explicaciones de poco sirvieron para las gentes de Isla Vista que hicieron oír su voz y crearon un Change.org  pidiendo firmas para evitar que esta película tuviera su lanzamiento, ofendidas por ofrecer una imagen sensacionalista de lo ocurrido allí un par de años atrás (sin tan siquiera haber visto la película). Consiguieron más de 30.000 firmas. Obviamente, los jueces se limpiaron el culo con estas peticiones como es normal y lógico. Por otro lado, lo que consiguieron es darle a la película una publicidad necesaria y gratuita que, sin ellos proponérselo, ha resultado eficaz incluso al otro lado del océano. ¿Por qué se creen que yo he visto esta película? Pues porque leí sobre el intento de frustrar el estreno de esta mierdecilla en alguna estúpida web americana.
Por lo demás, nada de nada. Un cero a la izquierda. Una cosa que si no se hubiera hecho nunca, yo creo que sería hasta mejor. Ya lo dice la frase promocional: Algunos monstruos nacen, otros se hacen.
Dirige y guioniza un tal Shaun Hart, pero eso es del todo irrelevante.

jueves, 20 de diciembre de 2018

D.O.A.

La diferencia vende. Los anuncios -especialmente los de coches- se pasan el día dándonos la murga con lo guay que es ser diferente de los demás. Y en los realitys de la televisión vemos auténticos esperpentos obsesionados con "no ser como el resto" a base de vestimentas y peinados ridículos o poses vergonzantes que no ocultan su verdadera condición. Muchos olvidan que la diferencia no está en el disfraz que luzcas, está dentro de uno. Lo eres o no lo eres. Punto. Y eso no tiene nada que ver con hacerse el extravagante. Total, después de todo formar parte de la normalidad tampoco es tan malo. Y es este un drama que, sobre todo, cala en la juventud, siempre tan perdida y confusa, buscando donde encajar y destacar. Parece un mal muy de los tiempos tecnológicos que vivimos, pero la verdad es que ha sido así desde que el hombre es hombre. Y el documental del que hablaré a continuación lo atestigua.
Su director, Lech Kowalski, seguramente es el único documentalista que guarda una genuina sensibilidad punk, por llamarla de alguna manera. Algunos de sus trabajos lo demuestran: "Hey! Is Dee Dee Home?" (sobre Dee Dee Ramone), "The Boot Factory" (sobre una fábrica de botas comandada por punks), "Born to Lose: The Last Rock and Roll Movie" (sobre Johnny Thunders) e "Historia de un junkie", docuficción explotada de forma equivocada -para variar- por Troma y que llegó a nuestro país vídeo mediante.
A finales de los 70, Kowalski estaba fascinado con aquella explosión de color, actitudes provocativas y rock and roll crudo a la que llamaban punk. Y quería inmortalizarla. Así que pilló varias cámaras de 16mm y, con el apadrinamiento de la revista para porreros "High Times", decidió seguir al grupo estrella del "movimiento" durante un tour por Estados Unidos -y que sería el de su despedida-, los "Sex Pistols". No solo filmaría a estos en acción, también a sus fans. Una puntual visita al supuesto origen del fenómeno -Londres- pondría la guinda. Lástima que, por lo visto, en esos tiempos el estadounidense Kowalski no considerara el hecho histórico de que el gen del punk se había originado en su propia tierra. Los ingleses simplemente lo habían adoptado, hecho más grande, más llamativo, pero también menos honesto, puro y genuino. Para cuando se rodó "D.O.A." (nada que ver con el legendario combo Canadiense), el punk era ya una moda totalmente impuesta a la que cualquier jovencito se apuntaba. ¿Por qué?, porque era lo "cool", era lo que había que hacer si pretendías personificar la ansiada y deseada diferencia de la que hablaba antes, aunque la compartieras con miles de chavales igual de ¿diferentes? que tu. Todos luciendo la misma estética, haciendo la misma música y soltando las mismas proclamas. Si has visto tantos documentales sobre punk como yo, te sabrás los tópicos recurrentes de memoria: La fanfarria pseudo profunda que esputan los intelectuales, la verborrea fácilmente ofendida de adultos, el lloriqueo de los jóvenes sin trabajo, sin rumbo y mucho tiempo libre y una interminable ristra de bandas mediocres encabezonadas en imitar a los "Sex Pistols". Porque aquello del "hazlo tú mismo" o "cualquiera puede, no necesitas ser un virtuoso" está muy guay, pero solo un rato. Al final las bandas que suenan como mierda son, eso, mierda. Y en "D.O.A." hay unas cuantas de ellas, destacando sin duda ese terrible grupo de melenudos caóticos luciendo un imperdible gigantesco o aquel otro con el cantante disfrazado de monja. Eso era el punk para los ignorantes que se habían subido al carro esperando alguna clase de beneficio: Hacer el payaso y escandalizar ingenua y patéticamente.
Y es que no hay documento visual sobre el punk que no desperdicie película contando las vivencias de un "punk cualquiera", un chavalillo que pasea por descampados, gasta una actitud apática, dice que no hay futuro y se sabe de carrerilla y sin pestañear el manual del buen punki. Tal y como yo lo veo, esos tipos solo son poseurs, hypsters del momento, peña que se apuntaba a la tendencia porque era la que más ruido hacía y salía en los medios sensacionalistas. Superada la moda, desaparecen sin dejar rastro.
Si algo abunda en "D.O.A." es pose. Muuuucha pose. Raro es el chaval que no se sitúa frente a las cámaras de Kowalski para poner la mueca de rigor, lucir el disfraz, escupir, insultar e ir de chungo, todos siguiendo a rajatabla los dogmas de esa nueva tendencia en la que encajar a cualquier precio. Incluso sacrificando dignidad y personalidad. Un auténtico festival de patetismo cuyo cenit lo pone el caricato de Sid Vicious, el monito de feria oficial del punk que protagoniza junto a su pareja Nancy las imágenes que han dado algo de inmortalidad a "D.O.A.", aquellas en las que les vemos pasados de rosca, totalmente ciegos e incapaces de -en el caso del bajista- articular palabra sin quedarse sopa.
En el aspecto positivo destacar las puntuales actuaciones de "X-Ray Spex", "Generation X", "Dead Boys", unos curiosos "Sham 69" y que los "Sex Pistols" suenan más crudos e intensos que nunca (no es una banda que me guste especialmente, pero debo reconocer que aquí molan más de lo habitual). Inevitablemente, los 16mm, la cámara tambaleante que no para quieta y el tufo "retro" de todo ello le otorga un encanto extra a "D.O.A.". Lech Kowalski logra aproximarnos al punk como moda insustancial más que ningún otro documento, consigue que formemos parte de ello, lo entendamos, y también que nos demos cuenta del poco sentido que tuvo una vez superado su auge. El punk murió cuando le tocaba morir y ahí tendría que haberse quedado. Todo lo que vino después es y ha sido un chiste alargado y mal contado. Divertido, sí. Disfrutable, también. Pero lejos del verdadero espíritu con el que nació.
Como dato final, comentar que la tipografía de los créditos se la debemos a un "viejo conocido", John Holmstrom, co-fundador de la mítica "Punk Magazine".

lunes, 17 de diciembre de 2018

SOLTERO Y PADRE EN LA VIDA

“Soltero y padre en la vida”, al margen de tratarse de un film alimenticio de tantos que realizó Javier Aguirre, que a su vez explotaba el tirón de otra película también de su autoría para lucimiento de Lina Morgan, “Soltera y madre en la vida”, dónde una señora tiene que cuidar un niño sin ayuda de padre alguno, es un film de consumo y uso absolutamente popular que nos presenta la geometría de un Javier Aguirre, artesanal, mercenario, en absoluta forma física. En esta vuelta de tuerca, un meapilas  interpretado por el estupendo José Sacristán pre-pedantismo, se enamorisquea de una hippie —con la cara y forma de Nadiuska— que vive en el piso de enfrente. Cuando esta trata de escapar, ya que es detenida junto con los hippies con los que vive, por escándalo público, se afincará en casa de este meapilas, teniendo con él una relación sexual. Queda embarazada, pero como es una hippie, decide largarse de allí dejando el bebé al cuidado del  hombrecillo, que como buen macho, no tiene ni idea de cuidar a un niño. Así que comienzan las descacharrantes peripecias de este hombre con un bebé.
Y se podría hablar del subgénero de “Papás solteros” con esta cinta y tantas otras que hay de semejante índole y que fueron un éxito de taquilla (a saber; “Las locas peripecias de un señor mamá”, “Tres solteros y un biberón”, “Un genio en apuros”…)
Por otro lado, la película refleja una España del franquismo en la que los hombres no sirven para cuidar niños y las mujeres traen esos cuidados de serie. El personaje de Florinda Chico, vecina cotilla del personaje de Sacristán, acude al rescate ya que aunque nunca ha tenido hijos, sabe exactamente que hacer porque, y cito textualmente, “las mujeres, ya se sabe”. Asimismo, el jefe del personaje de Sacristán, interpretado por un enorme Antonio Ferrandis, al que no se sugiere ninguna ideología política, pero que por su modus operandi suponemos de extrema derecha, es un acosador sexual de padre y muy señor mío que no hace más que soltar improperios —y vanagloriarse de ello— a cualquier fémina que se le pone a tiro durante toda la película. Todo esto, sin condenarlo, mostrándolo con cierta chufla, como si fuera normal.
No es para llevarse las manos a la cabeza siendo una ficción de 1972, lo triste es que este tipo de seres existen hoy en pleno 2018. Sin embargo es una actitud condenable de una película de otro tiempo dónde todo funcionaba de otra manera. Por ello a día de hoy se le critica. Bien, yo no quiero este tipo de seres en la vida real, pero en una película, son inofensivos. Lo fueron en los setenta y lo son hoy. Lo demás, son tonterías, así que, pasen páginas, señores defensores de los valores humanos, la moral y la corrección política.
Por otro lado, decir que si tuviera que poner un ejemplo de lo que entiendo por “Españolada”, uno de los que pondría, sería este “Soltero y padre en la vida”, que responde a la etiqueta como si la película hubiera sido concebida para ella.
Y sin más, tan solo decir que se trata de una película dinámica y divertida, con un pulso narrativo y cómico como solo podían tenerlo aquellas “españoladas” y que casi 50 años después de su concepción, esta película se disfruta ¡a las mil perfecciones!
Para pasar el rato, que es lo que yo pretendo cuando me pongo una peli, aunque esta sea de arte y ensayo, “Soltero y padre en la vida” es una película adecuadísima. Compruébenlo.

viernes, 14 de diciembre de 2018

COMPUTRON 22

Los italianos tienen un extraño concepto de comercialidad que lleva a un señor, que ha hecho del explotar la muerte y la barbarie su sello de identidad, a escribirse un guion de corte meramente familiar, como es el caso de este “Computron 22” cuyo libreto firma, sin ningún tipo de vergüenza, Franco Prosperi, uno de los más populares directores de documentales mondo, responsable de clásicos del subgénero como por ejemplo “Este perro mundo”.
A eso, hay que sumarle la no menor poca vergüenza de  su director, Giuliano Carnimeo que, como buen artesano, no mira en absoluto el material a filmar, sino que, sencillamente, lo filma independientemente de si se trata de un film de terror (“El hombre rata”), una comedia chusca (“Jaimito, médico del seguro”) o una película de corte post apocalíptico (“El exterminador de la carretera”), ya sea firmando bajo pseudónimo anglosajón, ya sea con su propio nombre.
En la otra mano, tenemos a un decadente Lolo García de 10 años de edad, que ya ve sus capacidades actorales mermadas y que, con esa edad, ya no interesa a nadie. Atrás quedaron los tiempos de trabajar a las órdenes de Antonio Mercero y de la bonanza en taquilla, motivo por el cual tiene el papel protagonista en esta película italiana.
Entonces, este “Computron 22” supuso la última película tanto del niño actor como del  director italiano, y no se me ocurre peor trozo de mierda para despedirse de la gran pantalla que este.
Concebida como episodio piloto de una serie televisiva que no llegó a rodarse, el material resultante de este piloto, llegó a estrenarse en salas italianas sin hacer demasiado ruido. Además, aunque se nos venda como una historia de ciencia ficción de corte infantil, en realidad se trata de una adaptación apócrifa y actualizada de “De los Apeninos a los Andes”, es decir, de “Marco”.
Un niño que vive con su potentado abuelo descubre, por medio de una computadora con el software adecuado, que su madre a la que cree muerta, está vivita y coleando en la Argentina. Así, obsesionado con su mamá, reúne algo de dinero y pone rumbo a esas inhóspitas tierras donde, mientras comienza la  búsqueda de su madre, es timado por rateros bien vestidos y esquiva toda suerte de  dificultades. En resumidas cuentas, tenemos una película infectada —de forma tercermundista— por el espíritu spielbergiano de los 80 del que, sin duda, mama, en el que Lolo García es un Marco de andar por casa que viaja lejos en busca de la madre con la ayuda de un Tamagochi de última generación (y de un niño Japonés… a lo Tapón). Cosa esta que no me parece mal, de no ser porque la película es un bodrio de padre y muy señor mío que no hay por donde cogerlo. Eso sí, se trata de una película profética en el sentido de que, en los cinco minutos finales, Prosperi y Carnimeo, vaticinan lo que será en un futuro la tecnología, en el sentido de que, el niño, se pone en contacto con su madre a través de Computron 22 , en lo que parece una versión antediluviana del Whatssapp.
Sin embargo, hay que satisfacer la curiosidad que suscitaba esta extraña película. Una vez satisfecha, lo más sensato —y sencillo— es olvidarla por siempre jamás.

lunes, 10 de diciembre de 2018

STRIPTEASE

Uno de los hits rompetaquillas de los 90 que, basado en un best seller de tres años antes de su rodaje, consiguió un “más difícil todavía” de las películas malas, que es camuflar una comedia involuntaria de voluntaria. O eso creo.
Supuestamente, “Striptease” se concibió como una comedia con toques de thriller, y durante el rodaje, Andrew Bergman, su director, puso especial empeño en las escenas cómicas. Sin embargo en un pase de prueba previo al estreno oficial, el director y el equipo de la película pudo comprobar en propias carnes como el público se reía… ¡pero en las escenas en las que no tocaba reírse, en las dramáticas! Es por eso que, según ese pase de prueba, se montó la película de nuevo alterando parte de los acontecimientos y rodando nuevas escenas deprisa y corriendo para las que Demi Moore debió ponerse una peluca, ya que en esa fase de la postproducción, esta ya estaba con la cabeza rapada y rodando “La teniente o’Neill”. El resultado de todo esto es el desbarajuste que se estrenó en las salas de nuestro país y que, pese a la banda sonora claramente cómica que acompaña el clímax final para remarcar que estamos viendo una comedia, no funciona como tal y sencillamente parece un mal thriller con aires de comedia involuntaria. “Striptease” ya era mala en el año de su estreno, 1996, pero deberían verla hoy, 22 años después, y comprobarán por qué los 90 eran tan nefastos cinematográficamente hablando. Pese a ello, y pese al aluvión de premios razzies que se llevó, la película logró ser un éxito sin precedentes, más concretamente en Europa. En España, sin ir más lejos, logró congregar la friolera de 4 millones de espectadores, lo que es un absoluto pepinazo. Claro que, seguramente, lo que el público estaba comprando eran las nuevas tetas de la Moore.
La historia, las dos tramas con las que cuenta la cinta, no son más que una excusa que sirven como hilo conductor para lo que realmente se vende que son las escenas de Striptease en las que vemos a Demi Moore tetas y culo cada cinco minutos. Además el argumento es una mierda que no hay quién se lo crea.
Una secretaria del FBI pierde su trabajo por tener un marido delincuente. Para más drama, durante el divorcio, este gana la custodia de la hija que tienen porque  es quien tiene trabajo, por lo que esta mujer tendrá que buscarse la vida como buenamente pueda. Entonces, como ser secretaria del F.B.I. no es tener un buen currículum, no le queda más remedio que mover el culo en un club de Striptease, dominando el medio en pocas semanas como si bailara en pelotas desde cría. En una de esas,  un senador con ciertos problemillas de índole sexual y bastante corrupto, se cruzará en su día a día con el fin de complicar más aún las cosas.
Mala a rabiar, lo único que podemos sentir es vergüenza ajena casi en cada uno de sus planos, con todos sus diálogos y con una Demi Moore que siendo una chica delgadita y encantadora en películas previas, aquí aparece hiper musculada y siliconada hasta el punto de no saber si estamos viendo “Striptease” o una adaptación al cine de “Hulka”. Por otra parte, le vino bien a la Moore rodar este pozo de estiércol, porque se convirtió en la actriz mejor pagada de la década al recibir nada menos que 12 millones de dólares. Ridículo resulta también  Burt Reynolds, quien se suponía que regresaba al cine por la puerta grande y quien, prácticamente, suplicó para poder obtener este rol protagonista y, suponiéndose que interpreta un papel divertido (un diputado que soba a las stripers y que en sus ratos de ocio se unta el cuerpo con vaselina) lo que consigue es parecer que es un malísimo actor. En cualquier caso, ninguno de los implicados parece estar haciendo una comedia.  ¿Quizá se decidió que “Striptease” era una comedia después de su estreno? A saber.
Por otra parte “Striptease” no es más que la consecuencia de esa moda desinhibida —y agradecida— de los 90 que resultó ser el thriller erótico, subgénero este, para el que “Instinto Básico” abrió la veda, ramificando por una corriente que murió tan pronto como empezó (con “Showgirls”) como era el thriller erótico ambientado en locales de Striptease.
Un mojón de caballo con tan poca gracia, que al final, si se la rebuscamos un poquillo, se la encontraremos. Eso sí, yo la he borrado de mi disco duro tras el visionado.
Dirige Andrew Bergman, que se ha ganado la vida algo mejor como guionista pero que, además de esta, dirigió cosas algo más potables como por ejemplo “Profesor a mi medida” o “El Novato”.
Puro fast food del malo, del podrido.

viernes, 7 de diciembre de 2018

T.T. EL EXTRATERRESTRE

Es muy curioso, que cuando una película de éxito más o menos modesto pasa por la disección del cine “exploit”, a esta le salen primos tontos más o menos dignos que con el paso del tiempo generan un culto incluso mayor que la película a la que expolia; el caso más claro lo tenemos en “Gremlins”, cuyos familiares retarder hoy en día son piezas de indiscutible culto tales como “Ghoulies”, “Critters”, “Munchies” o también cosas más de andar por casa descalzo como puedan ser “Hobgoblins”o “Esclavos del diablo”.
Sin embargo, películas de envergadura internacional, gordas como nutrias y que se ven en todo el mundo, tienen, además de esos primos tontos, otros que pasan hambre. Los casos más palpables serían los de “Star Wars” o sobre todo “E.T. El extraterrestre” que tiene la suerte de tener los “exploitations” más tercermundistas y pobres de la historia. No conformes con un “Amigo de las estrellas” o un “Mi amigo Mac”, que serían los “Exploits” más o menos dignos, tiene que soportar el mal aliento que desprendemos los españoles con “El E.T.E y el Oto”, el hambre africana de “Nukie”, o la lepra turca de “Badi”, donde solucionaron el E.T. poniéndole una almohada en la cabeza a un enano.
Pero los filipinos son palabras mayores porque tienen dosis más altas de cara dura y un sentido de lo bizarro que les viene de serie y que muchas veces no lo traen consigo otros países por exóticos que estos sean.
Por eso, de entre todas esas ponzoñas brilla con luz propia el “E.T.” filipino.
Recién editado por Trash-O-Rama distribuciones bajo el título de “T.T. El Extra Terrestre” pero conocida internacionalmente con el estupendo título de “Little Boy Blue: Tiny Terrestrial”, se esconde una película que más que ramalazos “exploit” los tiene de parodia. Digamos, que pese a su factura olorosa y tercermundista con actores desdentados que entran y salen, con exteriores que son poco más que descampados, destaca, por un lado, que el E.T de turno, además de ser azul, es una mezcla de E.T con un Mogwai del tamaño de un retrasado mental, que le fascina la imaginería católica con sus vírgenes y sus rosarios, y que emite unos sonidos y tiene un aspecto que son demasiado desagradables como para que el público empatíce con dicho extraterrestre. Casi estamos deseando que entre alguien y lo quite de en medio de un disparo. Por otro lado, el cuarteto protagonista formado por abuela extraña y tres niños, uno de los cuales agita sus brazos por encima se su cabeza cada vez que habla, en clara alusión a su discapacidad mental. También deseamos que les disparen a estos.
Lo que “T.T, El Extra Terrestre” hace, es mofarse de la de Spielberg, en tanto, los protagonistas son conscientes de la existencia de la película “E.T. El Extraterrestre” y en cuanto reciben la visita de este Little Boy Blue, le llaman T.T. en alusión al de la película. En ese sentido, los numeritos humorísticos se van sucediendo a la par que, de un modo u otro, va siguiendo la estructura narrativa de la película original.
Para acabar de hacerla un film de interés trash, “T.T. El Extra Terrestre” fusila la banda sonora original de “E.T. El Extraterrestre”, pero también la de “Regreso al futuro” y tantas otras, como es costumbre en todo este tipo de cine de derribo.
Entonces, pasa lo que pasa con la gran mayoría de films de naturaleza exótica; que habiendo visto ya tanto, esta no nos sorprende ni lo más mínimo. Con todo está simpática, y podía estarlo aún más de no ser porque la película se acerca peligrosamente a las dos horas.
Dirige Eddie Reyes, que aunque no volvería a dirigir hasta 2004 con una cosa titulada “Tukso Si Charito 2”, fue asistente del director de célebre títulos de la basura filipina tales como “Las locas aventuras de Batman y Robin”, de Tony Reyes del que puede que hasta sean hermanos.
Como curiosidad, se puede ver. Y hasta te echas unas risas.

jueves, 6 de diciembre de 2018

POPATOPOLIS

Damos por sentado que si eres asiduo de este blog conoces perfectamente quien es Jim Wynorski. Y los autores del documental que a continuación pasaré a reseñar, también. De ahí que limiten unos veinte minutos iniciales a narrarnos la vida y obra del individuo, sin duda uno de los reyes del actual cine de segunda y tercera regional, o del moderno exploitation si así lo prefieren. Wynorski ha dirigido un sinfin de películas (más que Martin SCORCESE, como afirma un texto nada más arrancar el film donde, sí, el apellido del célebre cineasta está así de mal escrito), y la mayoría de ellas no se pueden ver de un tirón sin bostezar indiscriminadamente. Tras una primera época más o menos digna con títulos como "Kill bots", "Deathstalker 2", "Vampiros del espacio" o "Transylvania Twist", las últimas décadas el muchacho se ha visto condenado a la realización de aburridos telefilms de monstruos costrosos para Syfy Channel o, mucho peor, softcores barriobajeros grabados en vídeo y que apenas estaban vivos antes de nacer. Justamente, el actor y realizador Clay Westervelt pensó que sería mazo de interesante centrar un documental en la confección de una de estas infra-películas, con el aliciente de que Wynorski pretendía facturarla en únicamente tres días. ¿El título?, "The Witches of Breastwick".
Aquellos que hayan visto el documental "Serie B: El lado oculto de Hollywood" ("Some Nudity Required" en v.o.) recordarán su enfermizo tono feminista y que, por ende, Jim Wynorski quedaba retratado como el auténtico villano de la función, un cineasta machista únicamente interesado en las ubres colosales. Pues bien, eso volvemos a verlo en "Popatopolis", solo que esta vez sin manipulacion vaginal intermedia, aquí es algo que queda gráficamente retratado cuando el tipo da los buenos días a una de sus escotadas actrices con un "Buenas tetas!" o tortura a algunas de ellas con discutibles métodos de dirección, presionándolas para que repitan al dedillo las absurdas frases del guión parido por un siniestro individuo que ronda el plató y que, según afirman las ultra-maquilladas y operadas actrices, "Esto lo ha escrito alguien que odia a las mujeres". Probablemente.
Y así van pasando los minutos, presenciando cómo Jim Wynorski, su actor guaperas, sus chicas quemadísimas (una de ellas dejó el "cine" tras esta experiencia) y un equipo técnico reducido a dos o tres tipejos y una cámara de vídeo profesional, ruedan 
a toda pastilla su absurda película. Pelean, ríen con las escenas eróticas y se meten de noche y sin permiso en un parque nacional montando una hoguera donde está totalmente prohibido encender ningún fuego.
Todo ello retratado de manera directa, cruda, honesta y sin evitar traqueteos. Montado con ritmo y logrando un documento que, además de interesante e hilarante, resulta bastante entretenido.
Al terminar se nos explica que "The Witches of Breastwick" recuperó la inversión y generó beneficios al distribuirse en dvd por diferentes países (lo que no me extraña dada su precariedad). No obstante, la sensación final que nos queda es triste, incluso deprimente, al ser testigos de esa decadencia creativa de la que hablaba al inicio de la reseña.
Asoman los caretos Roger Corman, un sorprendente Tom Savini y la madre de Jim Wynorski, que nos explica cómo el chaval pasó la adolescencia siendo un tipo solitario que leía mucha ciencia ficción y no lograba tener novia, características estas típicamente "nerds" y que no casan demasiado bien con el carácter irascible, borde, seguro de sí mismo y cruel que vemos desplegar al Wynorski adulto... claro que entre medias estuvo liado, por increíble que parezca, con Monique Gabrielle, y supongo que esas cosas le cambian a uno (también podríamos considerar dichas maneras encabronadas una "venganza" tardía del ex marginado, ahora poderoso, contra aquellas que le rechazaron en su día -porque mira que Jimmy es feo-, a saber).

lunes, 3 de diciembre de 2018

DOS POR DOS

“Dos por dos” es una extraña película noventera, deudora de la comedia madrileña de los ochenta pero incorporando el estilo imperante en la época, que pese a su estreno en cines (dónde tan solo la vieron  2.400 personas) y su posterior distribución en VHS, se ha quedado en el limbo de la distribución siendo a día de hoy una de las películas españolas más ignotas y difíciles de encontrar.
El caso es que yo recuerdo que en su momento fui a verla al cine y me llamó la atención la austeridad de su ejecución; en 1997 el cine se rodaba en 35 mm, pero al margen de esto, y rodada en escenarios naturales, da la sensación de que se rodó con lo puesto, es decir, un par de pisos, los actores y la cámara de 35mm. 21 años después vuelvo a verla y descubro que aquellos elementos que en su momento me llamaron la atención, y me dejaron buen recuerdo de la película, hoy no me dicen absolutamente nada y “Dos por dos” se prodiga, para mí, como una películita sosa e insípida a la que su condición misma la ha condenado al ostracismo. Más allá de la curiosidad que pueda provocar su oscurantismo, no tiene nada mejor que ofrecer que cualquier película más mainstream de aquellos años. Aunque despierta cierta simpatía su falta de pretensiones.
En cuanto a la austeridad con la que está rodada y a la que anteriormente hacía referencia, cuenta uno de sus protagonistas, Pablo Carbonell, en sus memorias, en las que habla muy por encima de esta película, que se trató de un film lleno de problemas financieros. Quizás por eso tiene ese aire tosco. Pero al querer contar al final una historia romántica, sin más, la cosa tosca no compensa en absoluto.
Cuenta como un par de compañeros de piso pasan un verano tonto observando con prismáticos a las dos jovencitas que se han mudado al piso de enfrente. Por un lado uno de ellos, estudiante de psicología, hace comparaciones entre el comportamiento sexual de las féminas con el de los pájaros, catalogando a las mismas como si fuesen especies de aves, mientras que el otro tan solo curra y ve el fútbol. Al principio piensan que son putas e incluso piensan en contratar sus servicios, luego, simplemente comenzarán a salir con ellas con los problemas conyugales que aquello acarrea.
Junto a Carbonell tenemos a Ernesto Alteiro, Álex Angulo y un buen puñado de actores desconocidos.
Dirige Eduardo Mencos, que con otro film anterior a sus espaldas se gana la vida como diseñador de jardines, como fotógrafo… con montones de oficios pero no con la dirección cinematográfica.
“Dos por dos” sirve, al menos, para matar el gusanillo de la curiosidad.