miércoles, 31 de agosto de 2022

GALERÍA DE ESCANEOS BONITOS 14: SUBPRODUCTOS YANKIS (PART FOUR, "CREEPOZOIDES")

Imágenes extraídas de las fermosas páginas de "Mad Movies", "L´Ecran Fantastique" y otras revistas franchutes que me alegraron la adolescencia por ahí los años 80/90....

Ya estaban avisados... ponemos punto y final a nuestro periplo estrictamente visual por los contornos de "Beyond Infinity Films" echando mano de su, posiblemente, película más famosa, "Creepozoides" (que, como ya deberían saber, casi tuvo una secuela). Delétiense con el material que sigue porque no tiene desperdicio.


Tal y como explicó Tim Kincaid, todos los productos
"Beyond Infinity..." comenzaban con un póster guapo -donde, como es
el caso, predominaban los elementos exploitation- que, luego,
había que convertir en película. Por eso rara vez estaban a la altura.


Aunque lo intentaban. Sexo y monstruos (a pesar
de que el de la imagen luzca un pelín menos
espectacular que en el póster)


Aquí peleándose con el héroe.



La peli también incluye ratas mutantes que, como
ven, se ceban con el reparto femenino.
La moza de arriba es, ¡yes!, Linnea Quigley.
La de abajo era la, normalmente, actriz porno Ashlyn Gere.



Arriba un esqueleto podrido, debajo su escena.

Lo que viene es una galería de fotos del monstruo estrella
de "Creepozoides", el bebé mutante....




Aquí con su orgulloso "padre", David DeCoteau quien, again, posa
debajo con el disfraz del bicho que aparece en las  imágenes del principio.
Sí, esta foto ya la publicamos en la primera 
entrada dedicada
a "Beyond Infinity Films" pero es que... 
¡¡es tan chula!!

lunes, 29 de agosto de 2022

UN SOLTERO CON MUCHA CUERDA

Co-producción hispanoestadounidense, rara, misteriosa y desperada,  cuya existencia no tiene demasiada razón de ser. Se trata de un film con mucha participación española en lo que es la parte técnica, productores y guionistas de lo más variopintos, semi-estrellas en la pantalla y una vida comercial prácticamente reducida a cero. Estas características me llevan a pensar que en realidad responde a algún chanchullo de tipo económico, váyanse ustedes a saber si por la parte española o la parte yankee. Un blanqueo de dinero, que coño.
Entonces tenemos en el reparto a dos guapos de Hollywood de poco caché porque están en clara decadencia (el bueno de Zach Galligan y Teri Hatcher), un secundario español como es Abel Folk y una trama de corte romántico totalmente desangelada y que no importa un pimiento a nadie.
Brian es un gerifalte de la industria musical que está a punto de casarse. Sin embargo es un mujeriego redomado incapaz de dejar el pajarito en la jaula, ni tan siquiera el día que va a comprar el anillo de compromiso. Aunque, esta vez, parece que el muchacho está dispuesto a sentar la cabeza. Sin embargo, su futura esposa acaba enterándose de sus continuas infidelidades y decide tomar represalias, pero en lugar de abandonarle o cualquier otro tipo de decisión racional, le secuestra con ayuda de unas amigas, le atan a una cama y le retienen contra su voluntad, ejerciendo sobre el muchacho eventuales torturas inofensivas. Por supuesto, la cosa acabará bien, pero por el camino no pasa absolutamente nada, y en consecuencia, nos aburrimos hasta la extenuación. Eso sí, una vez terminada nos quedamos con ganas de saber más acerca de esta extraña cosa en la que parece que todos quieren cobrar el cheque lo antes posible e irse para casita. Y descubrimos los curiosos profesionales que se encuentran tras su gestación. En primer lugar, produciendo la cinta y firmando el guion, tenemos a Isabel Mulá. Está claro que esta película es la puerta para entrar en el mundo de la producción internacional y de hecho, tras esta, la señora Mulá co-produjo “Malquise” y, más popular todavía, “Imaginin Argentina” con Antonio Banderas. Pero antes de esto, se encargó de la producción de filmes tales como “Apocalipsis Caníbal”o “Los nuevos curanderos” —que también dirigió— en los parámetros de la serie Z. “El Lute II: Mañana seré libre” en la parte del cine respetable, e incluso formó parte de la producción de “Scalps: Venganza india” de Claudio Fragasso y Bruno Mattei… ahí es nada. También llegó a dirigir una película “S”, “Depravación”. Desde luego, la carrera de esta Isabel Mulá no puede dejar a nadie indiferente.
Asimismo, y compartiendo un crédito de guion con Mulá, tenemos a Bob Madero, individuo del entorno de Ulli Lommel y con el que colaboró en la escritura de “Blank Generation” como también lo hizo en el guion de “Mausoleum”. Y que viva el eclecticismo.
Por su parte, en lo actoral, hemos nombrado antes al español Abel Folk, representando la piel de toro en la película. Hace las veces del amigo cachondo de Zach Galligan, un rol que parece concebido para James Belushi, pero que debía desempeñar algún español, supongo que por exigencias de la producción. Folk es un actor catalán prestigioso que, siempre de carácter secundario, ha llegado a aparecer en películas como “La teta y la luna” de Bigas Luna o “Vicky Cristina Barcelona” de Woody Allen. Aquí le tenemos poniendo caras y dando la réplica a Galligan, sin que eso parezca quitarle en absoluto el sueño.
Y por fin en las labores de dirección, John Mark Robinson, un director de carrera más bien corta que, en 1994, firma con esta su última película hasta la fecha. Anteriormente, había rodado films que también dan un poco lo mismo como “Kid” o “Taberna salvaje”.
Curiosamente, y por motivos que uno no llega a descubrir por más horas que le eche a la investigación, “Un soltero con mucha cuerda” fue lanzada directamente en vídeo en los Estados Unidos (se ve que Teri Hatcher todavía tenía el suficiente tirón como para considerar distribuir esta película) mientras que en España se estrenó de tapadillo en un par de cines donde pasó completamente inadvertida, del mismo modo que a su paso por los video-clubs, no serían muchos los que repararían en una cosa como esta.
En definitiva, una película muerta y concebida sin alma, váyanse ustedes a saber por qué motivo. Como sea, desde luego, se trata de una rareza.

sábado, 27 de agosto de 2022

CERCO MORTAL

Gracias a películas como "The Rejuvenator", "Infierno en Safehaven" (que recuerdo insufrible) y aquí la reseñada, Brian Thomas Jones iba para relevo generacional de los Fred Olen Ray y David DeCoteau del mundo libre. Pero la cosa se truncó cuando pasó a movidas más "aceptables" como las series "Monsters", "Las gemelas de Sweet Valley" y "BeetleBorgs" (una especie de explotación de "Power Rangers") o, especialmente, los largometrajes "The Haunted Heart" y "The Egg Plant Lady", de naturaleza mucho más babosa y... ¡ups! contenido religioso. Todo parece indicar que al amigo Thomas Jones le dio un ataque de cristianitis. ¿Pero qué coño le pasará a los yankis? Para cuando llegó 2004, por lo visto recuperó la compostura y regresó a ciertas esencias con una peli sobre lucha libre titulada "Slammed" La falta de continuidad en su carrera posterior nos lleva a deducir que, básicamente, dejó pasar el tren.
Sin embargo, viendo todo lo que parió a finales de los ochenta, conclusionamos que tampoco vale la pena llorarle. No nos perdimos nada. Y esta "Cerco Mortal", "Posed for Murder" en v.o., es otro ejemplo más... y de los gráficos.
Una modelo con la cara de Lea Thompson, pero unas tetas más gordas, sufre el acoso de un psycho-killer obsesionado con matar a todos aquellos que la rondan. Si tenemos en cuenta que, en medio de la escabechina, el único al que no se cargan es a su nuevo noviete, ¿podemos señalarle con dedo acusador?
Las escasas dosis de tetas y culo, así como los sangrantes crímenes -nada excesivo, tampoco se entusiasmen-, separan por unos pocos milímetros a esta cosita del mero telefilmismo. Todo es acartonado, visualmente elemental y sosaina. Cuando se ponen románticos les sale la vena pastelosa. Y la banda sonora haría las delicias de cualquier devoto del peor AOR.
¿Algo que salvar? Pues sí. Resulta que la prota quiere dejar lo de posar en tetas para convertirse en actriz. Obtendrá el rol protagonista en una película de terror de tercera regional. El supuesto director responde al nombre de Serge LaRue y gasta una filmografía con títulos tan impagables como "Mutante de alquiler", "Baño de sangre en el año 3000", "Caníbales de la luna", "Criaturas en bikini en la playa de Jones" y su obra maestra, "Esta es mi hacha y esta tu cabeza", de la que incluso veremos unos hilarantes extractos. Me puedo imaginar a Brian Thomas Jones disfrutando como un cochinillo durante el rodaje de esta parte (la cosa va de slasher cutre con duración extremadamente escueta, a tenor de lo poco que tarda en asomar el The End) Redondean la guasa cuando, apunto de concluir "Cerco Mortal", asistimos a la gestación del film protagonizado por la modelo, donde prima lo extremadamente ridículo y caótico. Es evidente que Thomas Jones se marcaba una mofa a costa de un mercado que conocía de primera mano (un poco como Fred Olen Ray en "Beverly Hills Vamp" o "Bad girls from Mars") Habría que sopesar el nivel de mala uva invertida considerando lo rápido que se apartó de todo aquello en cuanto tuvo ocasión.

viernes, 26 de agosto de 2022

AMITYVILLE IN THE HOOD

Tras la repercusión de su “The Amityville Legacy”, Dustin Ferguson continuó haciendo películas amateur como churros y a medida que se iba imponiendo el estilo idiotesco de “The Asylum” con los sharknados y demás, Ferguson, por demanda popular, fue idiotizando su estilo al mismo tiempo.  Eso no fue óbice para que le sacara partido a su preciosa maqueta de la casa de Amityville y al hecho de que podía hacer tantas películas sobre el tema como le apeteciera puesto que no había derechos que amparasen a la franquicia. Así que grabó una segunda, más exagerada y con más efectos especiales que la primera, titulada “Amityville: The Evil never dies” (también conocida como “Amitivylle Clownhouse”) en la que esta vez se disponía de un payaso como móvil de la endeble trama.
Pero claro, cada vez es todo más como el coño de la Bernarda y se empiezan a estilar toda suerte de crossovers extraños, lo que propicia que montones de directores SOV quieran sacar provecho del nombre de Amityville rodando variantes a cada cual más desquiciada. El amigo Mark Polonia se saca de la manga “The Amityville Exorcism” y, más alocada todavía, “Amityville in Space”, pero también tenemos cosas ya absolutamente ridículas como “Amitivylle Thanksgivin”, una cosa cuya caratula expone en primer plano a un pavo de acción de gracias y, en la lejanía, la casa de Amityville (?) dirigida por un tal Will Collazo Jr., “Amityville Bigfoot” del youtuber/actor Shawn C. Phillips y, ya el colmo de la desfachatez, “Amityville Cop” de Gregory Hatanaka.
“Amityville in the hood” responde a una de estas variantes estúpidas, y la cosa consiste en ambientar Amityville en el gueto. Nada nuevo por otro lado, esto ya se ha hecho con anterioridad en la franquicia Leprechaun que llevaba al duende a los suburbios negros en dos películas, e incluso en el cine mainstream se ha coqueteado con mezclar horror y gangstas en films como “Bones” o “El convento del diablo”.
Así tenemos un grupo de pandilleros que roban una partida de marihuana cultivada en la casa de Amityville (??) y la distribuyen en Compton, en la otra punta del país, y como la marihuana está poseída por espíritus malignos se arma la marimorena. Una excusa como otra cualquiera para mostrarnos un par negratas (solo un par, que en el ambiente de Ferguson no debe haber demasiados) diciendo mother fucker continuamente y poco más.
Se trata de una película absolutamente incompetente que pretende tener una continuidad con los Amityvilles originales y con los títulos pergeñados por Ferguson, pero el individuo esta vez solo tiene la idea loca, sin nada que contarnos. Así, se la toma a total cachondeo e incluye escenas humorísticas, como la inicial en que una prostituta suelta chascarrillos con un pandillero que quiere que se la chupe por 20 dólares, para acto seguido ser eliminada de un disparo por el jefe de la pandilla por chuparla mal (otra vez ??). Por otro lado tenemos un detective que conduce por Compton y de esta manera Ferguson se quita de encima como diez minutazos de metraje, solucionando esto con un viajecito en coche por el gueto, grabando desde el asiento del copiloto y mostrándonos la miseria del suburbio en una travesía en coche real. También usa mucho relleno de exteriores filmados con drones, donde se saca de la manga una bonita panorámica nocturna de la estatua de la libertad que no viene ni a cuento. Y para rematar, y al mas puro estilo Amityville, más de media hora de metraje se compone de flashbacks que nos recuerdan acontecimientos de las dos anteriores películas de Ferguson sobre la celebre casa encantada… pero todo es impostado, nada genuino y hasta esos flashbacks están ahí de manera homenajística, (sin duda Ferguson podría haber desarrollado más la trama y ahorrarse el cortapega… pero hace cortapega porque en las películas originales de la saga se hacía y eso mola…) así que no tienen valor trash alguno. En letra de molde: “Amityville in the hood” es una basura. Y una estafa.
Ferguson además debe ser incluso consciente de esto, porque aunque todo el que la ha visto sabe que es una película suya, decide firmarla bajo el seudónimo Dark Infinity, váyanse ustedes a saber por qué.
Y sin más… Como siempre digo, estas películas sirven para saciar la curiosidad de uno, pero en pleno 2022 ni siquiera algo tan marciano como llevar Amityville al gueto es original o gracioso. Esto es ya el exploitation del exploitation del exploitation… pero en malo, mal hecho y aburrido.
Y todavía algún gilipollas se atreve a asegurar en la prensa especializada que Dustin Ferguson es el Roger Corman del siglo XXI. Algún amigo suyo, supongo. O algún gacetillero con cierto retraso mental. O algún desgraciado. O váyanse ustedes a saber.

miércoles, 24 de agosto de 2022

MINUTOS MUSICALES 8: LIGOTAGE

Uno de los grupos más representativos de la futilidad y el aspecto puramente "fashion" del punk británico de los años ochenta fueron los "Vice Squad" y, muy especialmente su cantante, doña Beki Bondage. Aunque de sonido más o menos afín a la tendencia acelerada y monocorde del momento, los "Vice Squad" sonaban un pelín más "aceptables", especialmente gracias a la chillona voz de la chavala y, por supuesto, su presencia. En un mundillo donde predominaban los machos de, generalmente, aspecto grimoso, disponer de una pipiola con quince primaveras, más o menos de buen ver, ofrecía muchas posibilidades comercialmente hablando. Fue portada en todas las revistas musicales de la época y póster central, uno que reposaba colgado en los dormitorios de los punkitos británicos de muñeca nerviosa.
Tan en serio se puso la cosa, que los "Vice Squad" pasaron a firmar con la mutinacional EMI, decisión nada bien vista en su comunidad. Y, tal y como pasa en los biopics, la chica quiso aspirar a más, así, abandonó a sus colegas (quienes se buscaron una sustituta, rollo "Olé Olé"), exageró el lado sexy de su indumentaria y comenzó a sonar un pelín más jevillarra -lo que demandaba el mercado- con su nueva banda, "Ligotage" ("bondage" en franchute) Por supuesto, no funcionó como se esperaba y deseaba, sacaron un par de grabaciones y poco más, separándose en tiempo récord. Sin embargo, parieron una tonadilla bien maja, "Vanity", que les dejo al final del rollo. Probablemente no será mejor que aquello que facturaran los "Vice Squad", pero me gusta un rato.
Los siguientes pasos en la carrera de Beki Bondage siguieron cumpliendo a rajatabla con el dogma del astro de cierta música semi-marginal que, en su ascenso, pierde los papeles y destruye la esencia de lo que fue. Tras "Ligotage" llegaron "Beki & the Bombshells" o "The Bombshells", donde -según he leído- sonaban a new-wave/disco-rock. Así aguantó hasta que en los noventa, con el "boom" del nuevo punk gracias al fulminante éxito de "Green Day", dio el paso lógico: resucitar a "Vice Squad". Teniendo en cuenta que los músicos eran los mismos que "The Bombshells", básicamente lo que hizo fue cambiarles el nombre, sabiendo como sabía que siendo "Vice Squad" les iría un poco mejor, a pesar de sonar más AOR y menos disfrutablemente.

lunes, 22 de agosto de 2022

THE AMITYVILLE LEGACY

Desde que es vox populi que cualquiera puede hacer una película de Amityville, uno llega a perder  la cuenta de los títulos que se han facturado en el cine de bajo presupuesto y, sobre todo, en ese tipo de películas amateur que, al menos en los Estados Unidos, gozan de distribución comercial, antes en formato físico, ahora a través de las plataformas de streaming.
Lo curioso del asunto es que el fanatismo en USA muchas veces se presta a confundir velocidad con tocino y, una afamada web dedicada al cine de terror llamada 1428 Elm, elaboró un ranking con todas las películas de la saga Amityville, oficiales o no,  ordenándolas de mejor a peor y, dentro de esta, aparece en el puesto número 11 la que nos ocupa, “The Amityville legacy”, quedando por encima de otras oficiales como por ejemplo “La casa de muñecas de Amityville”. Tampoco es que quedar el undécimo de un ranking de quince títulos sea gran cosa, y menos en una página destinada a pajilleros, pero esto le sirvió al director de esta cosa, Dustin Ferguson, para adquirir cierta notoriedad dentro del fandom. Al fin y al cabo se trataba de una película bastante fiel, no ya a los títulos originales, si no al caso real centrado en la familia De Feo, y que llevó adelante con tremenda seriedad y presupuesto nimio; “The Amityville Legacy” —también conocida como “The Amityville Toybox”— es una película amateur con todas las de la ley.
Explica el caso real de los De Feo en un flashback para pronto trasladar la acción a la actualidad y situarnos en el hogar de una familia que, celebrando el cincuenta cumpleaños del cabeza de familia, le regalan un mono con platillos que él había tenido cuando era pequeño (el típico mono con platillos que aparecía en las viejas películas de casas encantadas tipo “El regalo del diablo” o “El desván”). Resulta que este monito provenía de la choza de Amityville y, por lo tanto, está poseído por un demonio. De este modo el caballero que cumple años acabará igualmente poseído y, escopeta en ristre, arrasará con unos cuantos miembros de su familia.
Por supuesto, la película no tiene nada de especial más allá de lo en serio que se toma a sí misma y la intención de ser una secuela más de la franquicia pero facturada con tan solo una cámara de vídeo. También hay que darle crédito a la chulísima maqueta de la casa original que utiliza Ferguson, así como la suerte de ser el propietario de uno de esos terroríficos monitos con platillos, pero más allá de eso, nada. Aburrimiento, aburrimiento y más aburrimiento. Añádanle eternas conversaciones sostenidas por actores no profesionales que no ayudan a que la hora y cinco que pase en un santiamén. Nada nuevo en el horizonte.
Tampoco la película ha de desmerecer ese undécimo puesto en la lista de películas sobre Amityville elaborada por 1428 Elm porque, en justicia, hay que decir que muchas de las originales son peores que esta.
Por su lado, Dustin Ferguson era un individuo apasionado del cine de terror que desde bien pequeñito tenía claro que quería ser propietario de un videoclub, y eso era a lo que se quería dedicar profesionalmente. Acabaría sus estudios y, después, abriría su propio establecimiento. Sin embargo para cuando se graduó en la universidad, los videoclubes estaban desapareciendo y, aunque tuvo una intentona, montar un videoclub ya no era una opción de futuro, así que lo desechó. Como hacía pequeños cortos en sus ratos libres, a partir de 2007 se dedicó casi en exclusiva a la manufacturación personal y casera de largometrajes para su explotación en vídeo. Y, paradójicamente, no le ha ido mal. Desde entonces ha editado más de 100 títulos de variado pelaje, todo homenajes a sus títulos favoritos y que van desde el culto al mondo con “Faces of Dyin” al rape & revenge con “I drip blood on your grave”, convirtiéndose en los últimos tiempos en uno más de esos directores mercenarios de distribuidoras que hace 15 años podían tener algo de gracia, pero que a día de hoy no tienen ninguna y facturan imposibles e irritantes híbridos mezclando conceptos como dinosaurios y ébola en “Ebola Rex”, arañas y tornados en “Arachnado” y demás morralla sin alma para que piquen, en la venta de vídeos o plataformas de streaming, todos esos incautos rednecks de la América profunda que gustan de visionar estas basuras carentes de originalidad alguna.
Sin embargo, Ferguson se ha hecho un pequeño nombre con esto, sobre todo gracias a “The Amityville Legacy” que es su película más popular, y, visto lo visto, puede que la mejor de su extensa filmografía.
No se quedó contento con un solo Amityville, y destrozó el concepto más adelante, como verán el próximo día…

sábado, 20 de agosto de 2022

DIRECT TO VIDEO: STRAIGHT TO VIDEO HORROR OF THE 90´S

Dustin Ferguson es uno de esos "filmmakers de la era digital" que, gracias a las nuevas herramientas económicas y las plataformas, producen películas de terror como rosquillas, entre diez y veinte al año. No le falta nada, tiene varias de tiburones que cantan y bailan, sendas seudo-secuelas de Amityville, la del payaso asesino, la de zombies, el retro slasher. Todas las tendencias habidas y por haber en el submundo del zetismo, y en riguroso orden, perfectamente dispuestas en sendas plataformas de streaming a la desesperada búsqueda del click ("clickxploitation" lo llamo, algún día les hablaré a fondo de ello). Del montonazo destacan varios documentales que delatan sus apetencias pero, también, sus carencias, entre ellas el acabado algo costroso y descuidado de "Direct to Video: Straight to Video Horror of the 90´s".
Resulta complicado valorar cualquier tendencia creativa surgida en los noventa. No fueron años de mucho esplendor, siendo el terror donde la cosa andaba más jodida. Pero, claro, ahora que es tan "cool" reivindicarlo absolutamente todo, hasta los vídeos de YouTube donde se explica cómo cocinar croquetas, pues resulta desconcertantemente normal que a alguien le de por decir que los productos de tercera destinados al vídeo-club paridos en aquellos tiempos merecen ser atendidos. Pos fale. De todo tiene que haber en este mundo. Yo, como degustador insaciable y curioso incurable, me moría por ver cómo coño se lo montaban para defender tanta basurilla. Además, la ristra de cabezas parlantes era atractiva (siguiendo el mismo orden de Imdb): Clint Howard, Kelly Maroney, Lloyd Kaufman, Brinke Stevens, Tiffany Shepis, Fred Olen Ray, (el auténtico "hero" de Ferguson, quien comenzó su andadura amateur pariendo una secuela casera de "Scalps"!!), Jim Wynorski, Debra Lamb, Kevin Tenney, Rolfe Kanefsky, Jeff Burr, C.Courtney Joyner y el gran Chuck Cirino. Gracias al bueno de Romerito ayer mismo pude desquitarme.
Realmente, mi gran temor antes de darle al "Play" era la sobredosis de "geekismo" descontrolado que hoy lo salpica todo. Donde la desmedida pasión por cualquier chuminada ciega a los que la defienden, impidiéndoles comportarse como personas justas y racionales. Y de entrada, dichos temores parecían justificados: Ver al inicio dos logotipos de sendas productoras, uno imitando el rollo "grindhouse" setentero, y el otro el rollo "vhs rancio", me acojonaron. Tampoco ayudó la inmediata presencia de dos mongos esputando las tonterías de rigor, especialmente el que vende la moto de su condición punk-skater, recurriendo a la cantinela del "chico solitario que alquilaba esas películas con las que era feliz", para luego afirmar, sin ruborizarse, que sus "amigos" en realidad eran los personajes que pululaban por las producciones "Full Moon" de la década.
Comenzaba a sentir deseos de subirme por las paredes, cuando la cosa se calma y Dustin Ferguson da pie a los que de verdad interesan, los creadores de todo aquel cine (o "cine") que le dan al pico que da gusto, contando mil batallitas. Algunas no especialmente interesantes, ni divertidas (por mucho que el entrevistado se descojone durante el proceso), pero en general amenas.
Entre medias, cuela trailers o momentos concretos de las películas comentadas, pero procede de modo bastante poco certero, muy bruscamente, haciendo gala de cierto patosismo caótico a la hora del montaje, sobre todo introduciendo avances sin que veamos el título y, por ende, cuando aparece el invitado hablando, todavía no sepamos de qué jodida película se trata. En general es todo como muy deslavazado, una mera acumulación de peña dándole a la sin hueso carente de trama interna, ni nada específico.
Aunque lo verdaderamente ofuscante fue que, a pesar de toda la información recibida, no me estaba divirtiendo. Ni emocionando. Ni nada. El aburrimiento iba ganando la partida a cada minuto que se sumaba (porque, como todo creador de la era digital, Ferguson es incapaz de contenerse. Lo mete todo, a lo bestia, y suma casi dos horas de documental) ¿Cuál sería la causa? ¿Tal vez que, hasta hace poco que me reconcilié con el cine de los 90, tenía un muy bajo concepto del mismo? Tras mucho reflexionar, lo entendí: el terror de baja estofa de ese periodo es demasiado malo, demasiado olvidable, realmente no hay NI UNA peli memorable en todo el documental... son todas malas, desalmadas, con ese look telefílmico, esos abusos de diálogos, esos pre-efectos infográficos tan mierdosos. Claro, así es imposible emocionarse ni un ápice.
Cuando salen a relucir algunos más o menos interesantes, te esperanzas... hasta que descubres que se está recurriendo a sus secuelas... las peores, además. El tercer "Night of the demons" y el cuarto "Ghoulies". Más fatídico es el caso de "El Dentista", que siendo uno de los pocos subproductos potables de la época (ni que sea por cuando lo vi en el Festival de Sitges, con toda la platea gritando en los momentos de truculencia dental), ¡resulta que se decantan por su horrible segunda parte!
Al final, "Direct to Video: Straight to Video Horror of the 90´s", como buen documental parido en una época de incontinencia y sobreproducción, deja la sensación de ser algo muy desaprovechado, en perfecta consonancia con las películas y -a rasgos generales- la década a las que dedica su contenido.
La providencia ha querido que para la semana entrante mi compañero Víctor haya reseñado dos películas del colega Dustin. Así, a lo tonto, este escrito pasa a ser el pistoletazo de salida de lo que podríamos llamar la "Ferguson Week". Que les sea leve.

viernes, 19 de agosto de 2022

EL BESO

En los años 60, estando en el Congo Belga, dos hermanas son separadas por problemas de salud yéndose una de ellas con unos miembros de la familia, y la otra con su tía. Justo en el momento de la separación, una vieja loca se cruza con ellos lanzándole improperios y maledicencias a la niña en un extraño idioma, en consecuencia, la tía de esta le planta un beso en la boca pasándole así una especie de maldición vudú. Acto seguido la acción se traslada a los años 80 y, a partir de ese momento, la película se convierte en un batiburrillo de rollos familiares y traspasos de maldiciones, que servirán para mostrarnos una serie de vistosos efectos especiales artesanales y eternas conversaciones insustanciales que, más allá de esclarecernos que es lo que en realidad pasa, nos confunden de tal modo que llega un momento que no sabemos quién es quién o que demonios quiere… eso sí, se van sucediendo las muertes de corte esotérico y aguantamos hasta el final.
“El beso”, película de presupuesto medio amparada para la distribución por una major como era Tri- Star Pictures, es en realidad mala de solemnidad, un aburrimiento sin precedentes que se ve desbordado únicamente por su lioso guion y una estética de transición entre los 80 y 90 que le otorga ese tono grisáceo y aséptico (como le pasaba a todo el terror de finales de los 80) tan característico de la época. Al igual que muchos títulos de entonces abalados por los estudios, "El Beso" ejerce de otro clavo más insertado en el ataúd del cine de terror, siendo especialmente aburrida y antipática, por mucho muñequillo animatrónico que endulce la cosa al final, algún que otro destete y bastante mala baba —a una tipa le trituran la cabeza unas escaleras mecánicas, por ejemplo—.
Como la cosa va de una maldición que se van pasando de tías a sobrinas y viceversa mediante besos, algún crítico, quizás con intención de marcar paquete, osó decir que en realidad la película trataba sobre el sida. Poco más que decir al respecto.
En la parte técnica tenemos los efectos especiales de Chris Walas y el guion corre a cargo de Tom Ropelewski y Stephen Volk. Volk, por lo que se ve, es experto en este tipo de guiones y atmósferas medio raras y sosainas, ya que suyos son también los libretos de “Gothic” de Ken Russell y “La tutora” de William Friedkin. Asimismo, el director Pen Desham no ha dirigido demasiada cosa destacable a parte de “El beso”, pero posteriormente se volvió un solvente productor de cine mainstream con cosas como “Robin Hood, El príncipe de los ladrones” a sus espaldas. A parte de esto, es también un guionista de tercera, habiendo firmado títulos tan populares como “Gnomo Cop”, la anteriormente mentada de Kevin Costner y hasta la historia para el lucimiento de Bill Murray con una elefanta en “Un elefante llamado Vera” ¿Quién da más?
El reparto lo encabezan las poco aprovechadas bellezas de Joanna Pacula y Meredith Salenger.
En cuanto a “El beso”, concluir diciendo que aunque pasó por salas de cine de manera más o menos discreta, esta era una película habitual en la sección de estrenos del año 89 en los videoclubs, aunque por algún extraño motivo no sentí interés por ella, hasta que treinta y pico años después, casi por casualidad, se cruza de nuevo en mi camino y decido verla para decirle a ustedes que me ha parecido.

miércoles, 17 de agosto de 2022

EL OTRO BAÚL DE TÍO VICENTE 15 - DECADENCIA ROSA

Desde las páginas de la revista "Casablanca" -Enero del 83-, un ofuscado Felipe Vega aprovecha el entonces reciente estreno de esa estafa enlatada que fue "Tras la pista de la Pantera Rosa" para dar un rápido repaso a la filmografía del "Inspector Clouseau" + "La pantera rosa" y, ya puestos, soltar un buen y merecido cachete a su responsable, Blake Edwards. Algo parecido a lo que nosotros mismos hicimos en este blog no hace tanto.
Para leer el berrinche en todo su esplendor: tecla Ctrl + boton izquierdo del ratón.
Para tener a Tío V. contento: ¡Graaaaacias ooootra veeeez tío Vicenteeee!




lunes, 15 de agosto de 2022

MAGIC

“Magic” es una estupenda película de finales de los 70 que, aun habiéndose estrenado en nuestro país en su momento, y por lo general, no ocupar el lugar que se merece a causa de ciertos problemas de distribución —la Fox solo contaba con una parte de los derechos— han relegado, a nivel internacional, al nicho televisivo, donde durante años se ha emitido con regularidad. En los USA, hasta su reciente aparición en Blu Ray, nunca había tenido edición en vídeo o DVD. En nuestro país, sin embargo, ha contado con varias de origen sospechoso; primero fue editada en VHS de mala manera por I.V.E y, veintitantos años después, lo fue en DVD por R&S distribuciones, que nos ofrecía una copia infecta en pantalla cuadrada y con una caratula cutre a más no poder. Además, llevaba un subtítulo no oficial por el que hoy es conocida la película: “El muñeco diabólico”, cosa del todo incomprensible si tenemos en cuenta que en su estreno por salas se lanzó simplemente como “Magic” -acompañándose por un pequeño subtítulo que rezaba: “Una historia de amor alucinante”- y por el más que obvio hecho de que ya existía una película extremadamente popular que llevaba ese título —la de Chucky, por supuesto—. Más adelante, con la fiebre del DVD pirata, se lanzaría una nueva edición totalmente fraudulenta que, sin embargo, respetaría su formato original de dieciséis novenos y una calidad de imagen mayor que la de las anteriores.
Como fuere, se trata de una perturbadora película a mayor gloria del talento de Anthony Hopkins que en su momento, ya solo el trailer, presentado por el muñeco de ventriloquia protagonista, Fats, aterró a las plateas de finales de los 70 de manera sorprendente, teniendo incluso que retirarlo porque provocaba ataques de nervios a los espectadores.
La película, que se basa en una novela escrita previamente por el guionista William Goldman —que recibió la friolera de un millón de dólares por los derechos para la adaptación al cine y la escritura del libreto— cuenta la historia de Corky, un joven mago al que no le va muy bien en sus incursiones en las “Open nights” de los locales de la ciudad. Para reforzar su espectáculo, lo mezclará con un numerito de ventriloquia en el que un muñeco a imagen y semejanza suya hará chistes obscenos a la par que interactuará con los juegos de magia. Y la cosa así, sí que funciona. De esta forma, un exitoso manager decidirá lanzarlo al estrellato presentando el número de Corky a la cadena de televisión HBO. La única condición que pone el canal, es someter al artista a un reconocimiento médico, cosa a la que este se niega irracionalmente, huyendo a su pueblo natal para no tener que oír hablar del tema. Allí se reencuentra con su novia del instituto, con la que mantendrá un affaire.
Cuando su manager se presenta allí de improviso sospechando el por qué de su animadversión hacia la prueba médica, comprobará que Corky tiene un severo trastorno mental, puesto que le pilla teniendo una acalorada discusión con su muñeco.
Todo se complicará cuando Corky, dominado por su propia marioneta, asesina al manager. Pero ¿es una enfermedad mental de Corky? ¿O es que el muñeco tiene vida propia?
Por supuesto se trata de una película con más de cuarenta años y el impacto que pudiera provocar al espectador en 1978 es considerablemente menor al causado hoy en día, pero, por encima de la capacidad para aterrarnos, queda la calidad de la obra, excelentemente rodada por Richard Attenborough que con un ritmo pausado, que se torna histérico en las secuencias de mayor tensión, consigue que el espectador se quede pegado a la butaca sin pestañear. Da gusto sentarse a ver una película como esta en los tiempos que corren.
Attenborough no era más que uno de los varios nombres que optaban a la silla de director, de hecho aceptó rodarla porque de esta manera se aseguraba la futura financiación para su proyecto sobre Gandhi, pero hubo varios antes que él que aspiraban a encargarse de “Magic”, entre ellos Spielberg, del mismo modo que se barajaron actores de la talla de De Niro o Jack Nicholson —cuenta la leyenda que rechazó el papel de Corky porque se le imponía usar bisoñé y no quiso...—. También se pensó en contratar a Gene Wilder para que pusiera voz al muñeco, pero el productor Joseph E. Levine se opuso rotundamente, alegando que no quería ningún cómico en la película, ya que consideraba acabaría con el tono eminentemente serio que debía llevar “Magic”. Con los años, se llegó a preguntar a Wilder en una entrevista si había algún papel que le hubiera gustado interpretar y respondió, tajantemente, que el de Corky en “Magic”, ya que estimaba podría haberlo efectuado estupendamente. Yo, casi le secundo.
“Magic” es un clásico relativamente olvidado, y uno de los títulos influyentes de la época. El propio Don Mancini asegura cuanto debe a “Magic” su creación “El muñeco diabólico” y, de hecho, en la reciente serie de televisión sobre Chucky, incluye una escena que homenajea directa y abiertamente a la película de Attenborough. Pero no solo Chucky bebe de esta; todas las de muñecos de ventriloquia asesinos posteriores la tienen bien presente, si bien tampoco es la primera dentro de lo que podríamos llamar un subgénero (otra destacable es "Devil Doll" dirigida por Lindsay Shonteff. Curiosamente conocida en España como ¡¡¡"El muñeco diabólico"!!!!). Lo que sí que es, sin duda, es la mejor.
Junto a Anthony Hopkins, tenemos en el reparto a un inmejorable Burgess Meredith, a Ann-Margret y Ed Lauter en el papel de su esposo, que acusa problemas mentales tan severos, o más, que los del personaje de Corky. Todos están geniales.
Una de las imprescindibles de los 70.

sábado, 13 de agosto de 2022

CALÍGULA

Por lo que a mi respecta, "Calígula" representa el epítome de la libertad y osadía del cine típicamente setentero. Solo en ese periodo tan fascinante podría haberse concebido semejante locura. Una película histórica sobre los desmanes de un emperador romano, producida por una revista para pajilleros ("Penthouse"), con un pastizal invertido en su creación (incluidos decorados enormes y barrocos), actores de categoría y un contenido hasta las trancas de sexo explícito, violencia y mucha mucha sordidez. Unas maneras ya no imposibles de ver una década previa, o
posterior (más enfocada al espectáculo despreocupado destinado a complacer al espectador), directamente impensable en los tiempos que corren. Solo por eso, merece considerarse... lo que no quiere decir, ni por el forramen, que estemos ante una obra de arte o algo así.
Obviamente, por todo ello, las historias en torno a la confección de "Calígula" son cientos. Podría pasarme horas desgranándolas aquí, pero no tengo ganas. Busquen en Imdb o cualquier fuente afín y podrán empaparse. Baste resumirlo en que, una vez terminada, algunos de sus actores, su director original (Tinto Brass), el autor del supuesto texto adaptado (el mega-reputado Gore Vidal), los críticos (Roger Ebert se piró del cine a media peli, cabreadísimo, ¡¡ja!!) e incluso parte del público (iba para exitazo, pero fue retirada de las salas en medio del subidón. Todavía sigue prohibida en algún lugar) echaron incontables pestes de ella, renegaron de su mera existencia, soñaban con desvincularse y salían por la tele pidiendo que nadie fuese a verla. Un super-escándalo.
Narrativamente la cosa no tiene mucho truco. Asistimos al ascenso y caída de Calígula como emperador. Entre medias, unas pocas intrigas palaciegas, muchas judiadas por la espalda, algo de truculencia y sexo, sobre todo muuuucho sexo. Tetas, coños, culos y una incontable cantidad de pollas. Pero hasta hartar. "Calígula" es pura lascivia. Desde el primer al último fotograma. Y repito, no solo hablo de erotismo, hablo de explícita pornografía. Vemos mamadas y comidas de coño (incluidas de naturaleza gay), corridas, alguna penetración y hasta una meada. Sin medias tintas. Todo ello envuelto en un aire como a peli de mucha categoría, incluso artística (con una bonita banda sonora, destacando el tema romántico y el que abre el film, de procedencia clásica). Claro, la mezcla es tremenda e irresistible para aquellos que adoren la rareza, el fruto prohibido, la arqueología de tiempos que no volverán. Por lo demás, no les voy a engañar, es un tostón. Larga, lenta y aburrida. Únicamente nos mantiene despiertos el elemento "sleaze". La acumulación de barrabasadas e instantes shock (donde también asistimos a un parto totalmente real), a cada cual más cafre. Aquellos estrictamente pornográficos fueron rodados e insertados por el mecenas de "Penthouse" a espaldas del reparto. De ahí los lógicos mosqueos. Este viene compuesto por nombres tan sorprendentes como los de Peter O´Toole o John Gielgud. Malcom McDowell haciendo del personaje titular, e ideal, teniendo en cuenta su habitual tendencia a interpretar tíos raros y chungos (razón por la que, justo después, aceptó un rol tan opuesto en la estupenda "Los pasajeros del tiempo"). La hermosa Helen Mirren, aireando sus dos enormes tetazas. Y en el apartado curiosidades, John Steiner, al que luego veríamos en chorromil exploitations italianos.
Naturalmente, tanta mandanga sensacionalista solo podía atraer a las moscas igual que lo hace la caca. Y en este caso fueron un puñado de cineastas de baja estofa y mentalidad explotativa que comenzaron a producir sucedáneos semi-pajeros con el nombre de "Calígula" en el título o, en su defecto, ambientación romana de tirón sexy, valga como ejemplo "Calígula y Mesalina" o "Roma: Orgía imperial" del inevitable Bruno Mattei, "Una virgen para Calígula" del "especialista" Jaime J. Puig -suyas son las dos entregas de "Bacanales Romanas", de donde "Una virgen para Calígula" recicla parte del material-, o "Roma. L'antica chiave dei sensi" del especialista en cine pajero Lorenzo Onorati, usando el nombre de Lawrence Webber. Tal vez el más destacado sea Aristide Massaccesi, que bajo el alias de David Hills se sacó de la manga "Caligola: La storia mai raccontata", 
titulada en España por José Frade muy sabiamente como "Calígula 3: la historia jamás contada" (lo que nunca he sabido es donde anda "Calígula 2", posiblemente se refiera a "Calígula y Mesalina", que era la más descarada del pack -incluso en su cartel, donde podemos hablar de plagio puro-) Pal caso, al emperador loco lo interpreta David Brandon, el histriónico director de teatro orejudo en "Aquarius". Y, justamente, el responsable directo de aquella, el gran Michele Soavi, se marca un papelito y, además, fue "secretario de montaje" durante su confección. Casiná.
Hoy se dice, se comenta, que toda la mala prensa acarreada por Calígula -el emperador romano, no la película- podría ser mentira. Que caía gordo al senado y, tras su muerte, se dedicó a escribir las trolas más enfermizas y despiadadas con intención de pintarlo como un monstruo de cara a la historia. Hicieron un buen trabajo, la verdad. Nunca sabremos si estaba así de pillao, pero desde luego resulta mucho más divertido pensar que sí. Tal ha sido su peso que incluso inspiró la creación de uno de los villanos más míticos de los tebeos de "Juez Dredd" -de cuando eran buenos- un juez supremo rubio, medio psicópata y que otorga un puesto de responsabilidad a un pez, igual que, se supone, Calígula hizo con un caballo al que nombró cónsul y sacerdote. Aquel personaje respondía al ingenioso nombre de "Juez Cal". Tampoco podemos pasar por alto la simpática canción que los "Dickies" le dedicaron en 1989.
Mi anécdota personal en torno a "Calígula" se sitúa a finales de los ochenta, estudiando primero de BUP. Eventualmente organizábamos pases de películas interesantes para el alumnado. Al ser yo responsable de seleccionarlas, cayeron "Curso 1984" y, obvio, la reseñada. Les aseguro que aquel pase fue un éxito de asistencia. Vinieron hasta los profesores. Y nadie habló ni, casi casi, se marchó durante el visionado. Me senté en primera fila, orgulloso de mi victoria, y a ratos echaba la vista atrás para inspeccionar las caras de asombro del personal. En un momento dado, una chica exclamó "¿Pero quién es el pervertido que ha puesto esto?" Supongo que algún profesor sería abroncado porque nunca hubo más proyecciones. ¿Se imaginan repetir tal hazaña en 2022?

viernes, 12 de agosto de 2022

AL BORDE DE LA LOCURA

“Al borde de la locura” llega en un momento en el que el cine de terror en general está en decadencia y comienzan a facturarse una serie de títulos de presupuesto medio / bajo que están cortados por el mismo patrón. Son los años en los que Brian Yuzna está en su apogeo, cercanos los 90,  y el género se vuelve un poco pegajoso y grisáceo. Las películas suelen ir al festival de Sitges primero y a cines de barrio después, siendo quizás el videoclub, el lugar donde languidecen —en taquillas españolas apenas alcanzó los 70.000 espectadores—. Y todas tienen ese tufillo pre-noventa que aunque hace unos años era sinónimo de mierdote, vistas en retrospectiva ahora ya no apestan tanto.
“Al borde de la locura”, que se pegaba la machada de tener a un Anthony Perkins terminal haciendo las veces del Dr. Jeckyll y Mr Hyde, fue considerada durante lustros una película muy mala. Vista en pleno 2022, y sin tirar ningún tipo de cohete, lo cierto es que no está tan mal.
Rodada casi íntegramente en Budapest por aquello de que salía baratito, se trata de la enésima revisión del mito de Dr Jeckyll y Mr. Hyde al que se le han añadido elementos propios de Jack el destripador, con lo cual tenemos aquí a un Jeckyll que, investigando con la morfina y las drogas duras, sufre una alteración de la personalidad al consumirlas, lo que le llevará a frecuentar burdeles donde, además de hacerles perrerías a las prostitutas, se fuma unos pipazos de crack que le vuelven turulato, así que tirará de cuchillo para quitarles la vida por pura maldad. No contento con esto, también hace experimentos dando de fumar a sus víctimas que asimismo se volverán malvadas y seremos testigos de secuencias lúdico-sexuales muy extrañas, que convierten a esta película de corte clásico en una cosa bastante insólita.
Por supuesto hay que destacar la sobreactuación de Perkins cuando es Mr Hyde, que entre alarido y alarido mete mano a las chicas mientras no para de hablar —algo muy común entre los cocainómanos, la incontinencia verbal— y la cosa, por excesiva, acaba haciendo gracia. Lógicamente, y por si aún cabía alguna duda, la obra de Robert Louis Stevenson es una metáfora continuada sobre la adicción a la cocaína y, con permiso de “Jeckyll & Hyde: Hasta que la risa nos separe” en la que esta metáfora se convierte prácticamente en apología, “Al borde de la locura” es la película sobre el Dr. Jeckyll que más claro lo deja. Vamos, es que de hecho, cuando aparece la pipa de la que fuma Mr. Hyde, la narración se recrea en ello.
Por lo demás, unas cantidades de sangre bastante generosas teniendo en cuenta el material que maneja (un clásico de la literatura), escenas sexuales bastante subiditas de tono, muchos momentos para el ridículo y, en resumidas cuentas, funcional entretenimiento. Resulta una película bastante curiosa. No menos curioso es su director, el gabacho Gérard Kikoïne que durante la década de los setenta se dedicó al cine porno para luego, en los ochenta, pasarse al cine convencional y, a finales de la década, realizar producciones internacionales de terror como esta o como “Emparedada”, que ya tuvo a bien reseñar mi compañero en su momento.
Como ya les he dicho, no está tan mal.

miércoles, 10 de agosto de 2022

GALERÍA DE ESCANEOS BONITOS 13: SUBPRODUCTOS YANKIS (PART THREE, "ESCLAVAS DEL ESPACIO")

Imágenes extraídas de las fermosas páginas de "Mad Movies", "L´Ecran Fantastique" y otras revistas franchutes que me alegraron la adolescencia por ahí los años 80/90....

Hace un par de semanas hablábamos de la inmortal "Beyond Infinity Films". Es posible que los más puestos echaran de menos dos títulos fundamentales de su catálogo, a saber: "Slave girls from beyond infinity" y "Creepozoids". Bien, a todos ellos anunciarles que tanto hoy, como en la siguiente entrega, nos centraremos en ambas, desplegando un generoso muestrario de imágenes afines. Y comenzamos con la primera, bautizada para las Españas "Esclavas del espacio" y debidamente reseñada por el menda.


Fabuloso (y engañoso) cartel que transpira explotación por
todos los costados. Es lo que pasa cuando te
lo curras antes que la película.



La hermosísima, y de bellas ubres, Elizabeth Kaitan.


Mostro inconfundiblemente creado
por el gran John Carl Buechler.



Ojo a la pinta de sábana tendida
que gasta el fondo.


Imagen promocional (esos robots tan toscos se supone que
son los mismos que salen en el cartel... a pesar de que ahí
lucen bastante más estilizados)


Chicas bonitas, monstruos y robots.
¿Se puede pedir más?... bienvenidos al
universo "Beyond Infinity Films".

lunes, 8 de agosto de 2022

EL AUTOESTOPISTA

Ida Lupino, actriz clásica de la era dorada de Hollywood y proveniente de una familia de artistas, se vio forzada a forjarse una carrera como intérprete con la cosa esta de mantener contenta a su familia, pero se ve que no le gustaba demasiado ponerse frente a las cámaras. Entre eso, y que en un acto de rebelión hacia el sistema de estudios hollywoodiense, ella y su marido Collier Young crearon una productora independiente llamada The Filmakers con el fin de producir su propio material al margen de los estudios haciendo películas de muy bajo coste, la Lupino acabó reciclándose en directora —pese a que en la búsqueda constante de dinero, no abandonó en absoluto su carrera como actriz—. La cosa le vino un poco de manera accidental puesto que su primera incursión detrás de la cámara fue para una producción propia, la película “Not Wanted”. Al director asignado, Elmer Clifton, le dio un infarto causando baja, por lo que la Lupino decidió terminar esa película. Y la cosa le gustó. De hecho, ella se quejaba de que en su etapa como actriz, durante los rodajes, en los descansos, se aburría soberanamente mientras que veía cómo el director se encargaba de todas las tareas divertidas. No tardaría en liarse la manta a la cabeza dirigiendo películas para su propia compañía y, en consecuencia, y por la temática de muchas de ellas, acabaría convirtiéndose en un icono feminista. Sin embargo, paradójicamente, la película con la que pasaría a la historia y que está considerada por muchos una obra maestra, es una historia ruda y cruda, y con un reparto eminentemente masculino, amén de ser la primera de género negro dirigida por una mujer. Para su elaboración, Ida Lupino se inspiró en la correrías de Billy Cook, un asesino en serie que operaba en California en los albores de 1950 y que, durante su periodo operativo, asesinó a varias personas, entre ellas los miembros de toda una familia. El autoestopista que da título a la película, sería un sosias cinemático de este asesino de la vida real.
Cuenta la historia de dos amigos que se van de putas a México —a sus mujeres les han contado una milonga— y de camino deciden llevar con ellos a un autoestopista que necesita ir a la gasolinera. Al poco de entrar en el coche resultará que este individuo es en verdad un fugitivo de la ley que les secuestra y que se dedicará, el resto de la película, a hacerles la vida imposible a nuestros protagonistas, casi en lo que supone una suerte de home invasion de carretera, con arquetipos que, más o menos —y cogiéndolo un poco con las pinzas— luego veríamos mucho más tarde en películas como “Ensalada Boudelaire” o mucho más tarde todavía, por supuesto, en “Funny Games”.
La película resultante es uno de esos clásicos incuestionables que tanto gustaron —y gustan— a los críticos del momento, y entiendo a la perfección la proeza que supone rodar algo como esto con un presupuesto de poco menos de 200.000 dólares y prácticamente al aire libre. Comprendo el entusiasmo generalizado a la hora de dirigirse a esta película y aprecio el intento por parte de Ida Lupino de hacer un pequeño emporio de buenas películas de bajo presupuesto, y “El autoestopista” finalmente resulta ser una cosa pequeña, tremendamente resultona y bien dirigida. Dios me librará de decirles que se trata de una mala película, no leerán eso aquí. También es cierto que me entró de un trago sin hacérseme en absoluto pesada. Pero ese discurso que afirma que es excelente, una obra maestra y bla,bla, bla, que repiten como loros y haciendo aspavientos de mono ciertos miembros de las —pseudo— élites intelectuales sólo porque es lo que toca y lo que está bien visto en sus círculos (si de verdad lo piensan o no solo lo saben ellos), me parece excesivo. “El autoestopista” es una buena película, sin duda, pero tampoco es para tanto. Al margen de si quien la dirigiera tenía coño o polla.

sábado, 6 de agosto de 2022

ASSAULT ON THE SNAKEMEN

Tratado "a fondo" el "fenómeno" Chris Seaver, llegó la hora de centrarse en alguno de sus imitadores. El más descarado y pionero de todos tal vez sea el gordaco Kevin Strange, que desde su imperio "Hack Movies" anduvo un tiempo fotocopiando todos los movimientos del clan "Low Budget Pictures". Sin embargo, hay otro que me llama más, ni que sea por su condición de auténtico "loser" entrañable -siento insana debilidad por estos especímenes-, el canadiense Adam Thorn.
Se le podría considerar más divulgador que videoasta, pero ha aportado su granito de arena también en este campo. Graba vídeos para YouTube, escribe críticas en redes sociales, organiza pases de "cine malo" en vivo -o a través de "Twitch"- y, de vez en cuando, pilla la cámara y hace mierdas... pero unas bien tochas. Bastante peores que las de Chris Seaver. Ya saben, la imitación de la imitación (que a su vez lo era de todo el monopolio Troma) no es más que una mala interpretación, deformada y ensuciada, de aquella.
Luego, cuando las visitas a sus vídeos no alcanzan cifras notables, o a sus proyecciones acuden los cuatro colegas de siempre, publica storys en Instagram donde se lamenta de todo, e incluso le dan lloreras. Pobre iluso. Es el típico fan que no entiende lo que dice adorar y, cuando lo aplica a sus propios video-churros, queda delatado. Bajo el nombre genérico de "Riot at the movies" da la barrila sobre cuanto le pone el "cine malo", que pal caso son basuras de tiburones pluriempleados, secuelas tercermundistas de Amityville, payasos asesinos en forma de boniato, etc, etc. Toda la agotadora roña surgida del posmodernismo auto-consciente propio de la era digital. El anti-"cine trash" que, equivocadamente, se jacta de serlo y mantiene a flote gracias a indocumentados como Adam, quien tiene el valor de tirar de las etiquetas "serie B" (la utiliza igual que si se tratara de un género donde cabe absolutamente todo, incluidas patéticas películas amateurs. Un error demasiado común), underground, cine casero o Do It Yourself. Dices adorarlas, pero las metes en el saco de lo "malo" únicamente porque el resultado no luce limpio, pulcro y perfecto como el cine mainstream. ¿Es "mala" una película únicamente porque se nota pobre? ¿porque su acabado no es perfecto? ¿porque no sigue las reglas del academicismo más rancio? ¿No es esa una visión, en esencia, muy conservadora y limitada?
Si al mejunje añadimos la semi obsesión que el tipo tiene con las maneras de Chris Seaver (en algunas ocasiones sale luciendo camiseta de "Warlock Home Video", el segundo proyecto de aquel tras "Low Budget Pictures"), entonces la movida se torna apocalíptica, ya que Thorn no se limita a la adoración, también a la mimetización. Verle poner muecas en sus vídeos resulta un juego lamentable (remarcar que Seaver le conoce y puso verde en un podcast, calificándolo de puto pesao)
Apliquen todo esto a su "cine". Adam comenzó tardíamente haciendo el tonto con sus amigos y una vídeo-cámara para parir dos cutre-películas sobre un alien invasor con aspecto de simio, "Personal Space Invader" y secuela. Luego, en redes, presume de lo horribles que son, lo mal paridas que están. Ya saben, el elemento "trash" forzado hasta hacerlo sangrar, lejos, muy lejos de la honestidad que es donde reside la verdadera gracia / esencia de toda esta movida. Total, que en 2020 el caballero (porque de chaval nada, ya gasta canas) se lanza con una especie de spin off de "Personal Space Invader", "Assault on the snakemen".
Resulta que la invasión del simio terminó, dejando como daño colateral una plaga capaz de convertir a las personas en serpientes dispuestas a dominar el mundo. El presidente de los USA encarga a un militar medio lerdo que acabe con la amenaza.
Adam Thorn pone unas baquetas de batería en la boca a sus colegas a modo de colmillos. Acentúa la incapacidad, la nulidad, en un todo vale sumamente irritante, haciendo de la vergüenza ajena una forma de estilo. Uno ya duda si los errores de montaje, las miradas a cámara o las risas inadecuadas son algo forzado o no. En un momento dado, y buscando el efecto cómico, puede funcionar. Pero se abusa de ello. Como se abusa de los cromas chungos, algún molesto efecto infográfico de quinta regional y chistes de metacine.
Si "Assault on the snakemen" se hubiese hecho en España, la odiaría hasta las trancas y no la incluiría en el blog. Si viniese facturada por cualquier otro individuo de habla inglesa, francesa, italiana o chiquitistaní, quizás le daría una oportunidad. Pero lo cierto es que he sufrido sus 50 minutos seguidos porque el gilipuertas de su responsable me cae en cierta (des)gracia.
Entre los implicados encontramos a Justin Decloux, colega de Thorn. Otro de esos incansables fricazos que se dedican a escribir reseñas, grabar podcasts y youtubismos, firmar libros autoparidos, editar películas oscuras y, obvio, facturar su propio "cine de terror" vídeo mediante. Pal caso se pone una hoja de papel de plata en la cara y da vida a un "Robocop" de risas.
Actualmente Adam Thorn acaba de terminar una de las pocas ideas genuinamente loables que ha tenido, parodiar la fiebre de secuelas chusqueras de Amityville con "Amityville Outhouse", sobre una letrina encantada. En estos momentos, entre mueca y mueca, o lamento y lamento, anda gestando "Rock and Roll Asylum". Veremos cuanto más dura.
Sobre "Assault on the snakemen" (editada por un minúsculo sello, en su sección destinada a cosas aún más insignificantes, "Basement Videos") no se puede decir que sea ni mala, ni buena, ni horrible, ni ingeniosa, ni patética, ni entrañable, ni vergonzante. Digamos que es una mezcla de todo eso y algo más. Indudablemente destinada a panolis perdidos como el mismo Adam Thorn o idiotas enfermizamente curiosos que no escarmientan nunca, like myself.

viernes, 5 de agosto de 2022

DIFERENCIAS IRRECONCILIABLES

Recuerdo perfectamente, siendo niño y con la fiebre de “E.T. El extraterrestre” todavía coleando de alguna manera, ir al cine de mi barrio, el Benares, a ver esta película por dos motivos muy concretos: La protagonista era Drew Barrymore, la niña de “E.T.” —de la que en mi adolescencia, y al ser ella también adolescente, estaba enamorado hasta el punto de colgar un póster de esta vestida de boxeador en mi taquilla de la mili— y el pensar firmemente que se trataba de una película de corte familiar/infantil. Que equivocado estaba. En realidad era un folletín absolutamente adulto del que yo no comprendía nada de nada, así que me fui del cine cuando ya iba por la mitad. Y aunque tuve constancia de ella en años posteriores, no fue hasta la otra noche que decidí de nuevo enfrentarme al toro casi cuarenta años después. Ahora sí comprendía todo, pero me aburría solemnemente. No mejoró mucho la cosa tras este nuevo visionado.
“Diferencias irreconciliables” da inicio con la improbable premisa de una niña que se quiere divorciar de sus padres. Esto da pie a una serie de flashbacks en los que el espectador es testigo de los problemas de pareja y/o familiares que arrastran los padres de la interfecta, la pareja formada por Shelley Long y Ryan O’Neal, y que llevan a la pequeña Drew Barrymore a querer divorciarse de ellos: Muchas trifulcas, cuernos, celos, egos desmedidos y ninguneo perpetuo hacia la niña, porque sus padres se dedican al negocio del cine y no le prestan la más mínima atención. Y así todo el rato. Un verdadero aburrimiento con estructura de telefilme, camuflado de alta comedia.
La -única- gracia del asunto estaría en que el argumento completo se basa veladamente —los nombres de los personajes están alterados, lógicamente— en la relación de pareja real que mantuvieron Peter Bogdanovich y Polly Platt y la aparición de una tercera persona que volvería loco de amor al director, como era Cybill Shepherd, a la que convertiría en su amante y que en esta ocasión interpretaría una jovencita Sharon Stone. En ese sentido, se ambientarían todas estas discusiones y trifulcas durante el ascenso y caída como director de Bogdanovich, por lo que tenemos también en la película a un productor que tiene bastante peso en la trama, que le pide al trasunto de Bogdanovich que arregle una película que acaba de producir y que vendría a ser el equivalente a Roger Corman, interpretado por Sam Wanamaker. Pero si no conocemos todos estos datos previamente, la película entera carece de gracia. Tampoco es que conociéndolos la cosa mejore.
Sin embargo, siendo un largometraje de bajo presupuesto que costó tan solo 6 millones de dólares (los actores aceptaron ir a porcentaje porque la producción no poseía liquidez suficiente para pagar sus cachés), logró duplicar su presupuesto en taquilla, amén de conseguir estupendas críticas en su momento. Por supuesto, la cosa gustó a gente que de un modo u otro conocía el entorno de Bogdanovich y satélites y, pronto, “Diferencias irreconciliables” se disiparía en el tiempo siendo a día de hoy una película completamente olvidada.
También cuenta su protagonista infantil, Drew Barrymore, que las trifulcas que retrata la película se trasladaron a la vida real y que aquél rodaje fue un autentico infierno, puesto que todo el equipo estaba discutiendo constantemente de manera muy agresiva y ella se marchaba a llorar a su trailer planteándose incluso dejar el mundo de la interpretación. Barrymore fue una de esas niñas ninguneadas criadas en ambiente cinematográfico y, en consecuencia, a los 12 años ya era alcohólica y adicta a la cocaína, motivo por el cual a los 14 se vio sometida a rehabilitación. Probablemente sea la actriz más joven en escribir sus memorias, y en “Little girl lost”, cuenta a su biógrafo todos sus problemas con las drogas. Quizás el mal ambiente de “Diferencias irreconciliables” fuera el detonante para su descenso a los infiernos, por lo que en cierto modo fue hasta profética en ese sentido.
Dirige Charles Shyer, que debutaría para la gran pantalla con esta película y que en adelante se especializaría en este tipo de comedias insustanciales para públicos maduros y tirando a rancios; “Baby, tu vales mucho”, las dos revisiones de “El hijo de la novia”, “Me gustan los líos” o “Alfie”, compondrían el grueso de una filmografía que tendrá sus seguidores, pero que a mí me deja frío, como si estuviese caminando en pelotas por algún inhóspito tramo nevado del polo norte.
Sin más. Revisada por pura vejez (que no nostalgia).

miércoles, 3 de agosto de 2022

EL CASTAÑAZO / MINUTOS MUSICALES 7: HANSON BROTHERS + SLAPSHOT

A un equipo de hockey sobre hielo de glorioso pasado, pero decadente presente, las cosas comienzan a irle mejor cuando incorpora grandes dosis de violencia en sus partidos. El decepcionado entrenador deberá lidiar con las locuras de sus jugadores y su propia crisis matrimonial.
"El Castañazo" es, en su aspecto visual hiper-realista y más bien feucho, una tragicomedia setentera hasta las trancas y un título de culto para muchos. Pertenece a ese momento del tiempo en el que Hollywood perdió miedo a los tacos y comenzó a explotarlos indiscriminadamente. La misma película casi se vendía gracias al abuso de ellos, lo que contribuyó a un velado escándalo (otra que me viene a la memoria es "El último deber", donde incluso el póster lleva unos cuantos censurados mediante onomatopeyas)
Siempre he pensado que, teniendo en cuenta su origen clásico, Paul Newman supo adaptarse muy bien al cine moderno (salvo su manifiesta aversión al nacimiento del "blockbuster"). Esta película, y muchas otras que la siguieron, lo atestiguan. Tampoco el director era manco, George Roy Hill, de sobrado reconocimiento gracias a "Dos hombres y un destino", "El golpe" (ambas con Newman) o títulos tan peculiares como "El mundo según Garp" o "La chica del tambor". Su última película fue una comedia a mayor gloria de Chevy Chase, "Aventuras y desventuras de un yuppie en el campo"
Algo más curioso es el caso de la guionista, Nancy Down. Muchas de sus aportaciones figuran sin acreditar. Y otras bajo seudónimo masculino, entre ellas "Chicas en pie de guerra", del 84, una comedia para lucimiento de Kurt Russell y Goldie Hawn o, sobre todo, "Ladies and Gentlemen, the Fabulous Stains", título de culto del 82 en torno al auge y caída de una banda punk liderada por una jovencita Diane Lane (que sale en pelotas siendo menor de edad) Down no ha escrito nada más desde 1989.
Sorprende su mano en una película repleta de testosterona pero, sobre todo, mucho humor políticamente incorrecto, destacando unas buenas dosis de machismo y bastante homofobia (brutal cuando Newman le suelta a una mujer que su hijo pequeño crecerá hasta hacerse todo un maricón) A ello añadan lo que, ciertamente, la ha hecho popular: Las escenas de interminables peleas entre jugadores. Todas duelen, la sangre corre y son un rato cafres. Dentro de este apartado brillan con luz propia unos personajes que han pasado a la historia, los hermanos Hanson, interpretados por auténticos jugadores de hockey (Jeff y Steve Carlson + David Hanson)
"El Castañazo" sirve para pasar el rato, no aburre en exceso y te ríes en algunas escenas. Sin embargo, lo que siempre me ha llamado la atención de ella es lo mucho que influyó en el punk y hardcore posteriores, cosa que nos lleva a mutar esta reseña en la séptima entrega de los minutos musicales.
Probablemente el caso más llamativo sea el de "Nomeansno", banda Canadiense de reconocido y reconocible sonido propio, para nada previsible. Sus integrantes eran fans de "Ramones" y les apetecía componer canciones del mismo estilo, directas, melódicas, simples y a base de letras tontas. Pero con "Nomeansno" no podían. ¿Qué hacer? crear un grupo paralelo. De esta guisa tuvieron la idea de su vida, convertir en carne y hueso a los hermanos Hanson de "El Castañazo", darles instrumentos con los que parir canciones sobre hockey, pizza, chicas y hostias. Así, se estrenan en 1992 con el muy decente y enérgico disco "Gross Misconduct", cuya portada imita/homenajea a lo que John Holmstrom y Gus MacDonald hicieran para "Ramones" en "Road to ruin". En el interior, un montón de temas pegadizos, aunque mi favorito es "Jack Off"...


El "problema" de "Hanson Brothers" fue, en cierto modo, el mismo de "Ramones". Eran un chiste que se alargó más de lo necesario. En el caso de los Canadienses peor, porque para su segundo disco habían perdido ya toda la gracia. Y nunca más se recuperaron.
El siguiente ejemplo también es un rato descarado. "El Castañazo" en versión original se titula "Slap Shot" y ese es, justo, el nombre de la banda de la que hablaré a continuación. Los "Slapshot" son el estandarte del hardcore más... eso, hardcore. Casi sin afiliaciones punkistas. Desde Boston lanzaron varios discos de sonido acelerado y letras contundentes. Sus integrantes eran unos tipos de aspecto intimidante a los que les gustaba visitar el gimnasio e, ideológicamente, pertenecían a la hornada Straight Edge. Si su deuda con el film que nos ocupa ya canta desde buen principio, en 1996 editan "Olde Tyme Hardcore", título del monótono E.P. y la canción que lo abre, precedida justamente por el speech que Paul Newman suelta a su equipo sobre jugar hockey al viejo estilo, "old time hockey" No es mi favorita de los "Slapshot", esa ya la colé en la primera entrega de los Minutos Musicales. Pero, por lógicos motivos, echo mano de ella que tampoco está mal. Y suena así...


En cuanto a la película de George Roy Hill, puede que algunos conozcan las inesperadas secuelas tardías que esputó bastantes años después, ambas directas para el mercado del vídeo. La gracia de todas es que cuentan con los genuinos y lógicamente envejecidos hermanos Hanson como reclamo. "El castañazo 2, Rompiendo el hielo" ("Slap Shot 2: Breaking the Ice") es del 2002 y acompañan a los tres gafudos Stephen Baldwin, Gary Busey y David Hemmings. En 2008 vino "Slap Shot 3: The Junior League" cuyos mayores atractivos son -Hanson brothers aparte- el significativo papelito segundón que se marca Leslie Nielsen y una banda sonora trufada de canciones de los Hanson punkeros (y también de "D.O.A.", otra banda canadiense del ramo aficionada al hockey), incluida una versión acelerada de "Right Back Where We Started From" según Maxine Nightingale, tema bien presente en la banda sonora de "El Castañazo". Obviamente no he visto ninguna de las secuelas, ni intención tengo.
A modo anecdótico, señalar que en 2011 Seann William Scott protagoniza otra comedia sobre hockey llena de tacos y hostias, "Goon", donde inevitablemente hay un guiño a los hermanos Hanson. Tuvo secuela tardía seis años después, "Goon: Last of the Enforcers", pero ¿¿a quién cojones le importa??