martes, 29 de octubre de 2024

GEMIDOS EN LA OSCURIDAD / EL INVISIBLE

Sometida a infinidad de recortes, con una pifia de montaje importante y un guion férreo que no dejó de ser escrito y reescrito durante el rodaje por el director de la película, lejos de resultar un caos incomprensible, “Gemidos en la oscuridad” (rebautizada como “El Invisible” en su edición de vídeo de "Media Home Entertainment") es un pequeño clásico de terror ochentero adscrito a ese subgénero con niño-monstruo encerrado en el sótano. Portadora de una insana mala baba, contra viento y marea, resulta ser una película bastante eficaz.
Tres mujeres con aspecto de "Los Ángeles de Charlie", reporteras de profesión, viajan hasta un remoto pueblo para documentar un festival bávaro que se celebra allí. Naturalmente todos los hoteles están hasta la bandera, dando con sus huesos en un pequeño museo donde el propietario, un señor de mediana edad obeso y un tanto purulento, les ofrece su casa como alojamiento. Vive con su esposa, y el matrimonio guarda un pequeño secreto; tienen a una extraña criatura en el sótano a la que alimentan a base de pollo hervido encerrada. Dará cuenta de las pizpiretas reporteras, como es de rigor.
A estas alturas, para poder comentar la película, no queda más remedio que espoilearla, porque la gracia de la misma reside en su resolución, en la que descubrimos que el niño-monstruo del sótano no es más que un joven con síndrome de down, fruto de la relación sexual incestuosa entre el casero y su hermana (a la que ha presentado a las tres mujeres como su esposa).
La película, más cercana al drama que al terror propiamente dicho, con una ambientación diurna y luminosa, y una ausencia de sangre impropia para un film de 1980 de estas características, por momentos es incapaz de generar una atmósfera inquietante por mucho que lo procura, sin embargo, son tantos los eventos que se suceden (narrados en off, nunca filmados) en la vida del perverso casero y su traumatizada hermana, que la historia se sigue con interés, máxime cuando averiguamos que el monstruo del sótano es hijo suyo. El espectador está loco por verle.
Me resulta hilarante el hecho de que finalmente no se tratase de un monstruo, sino, de un inofensivo síndrome de down encerrado por su progenitores enajenados, sobreviviendo en condiciones inhumanas. Pero más hilarante es todavía cómo se nos le presenta en el póster español para cines  —el que adjunto—, con los ojos en blanco, babeando como una bestia y con síntomas de deformidad que, luego, en la película no son tan notables. Una que, más allá de eso, se disfruta sin demasiados aspavientos, quedando como correcta muestra del género y la época.
Mientras la veía, en el momento en el que descubrimos al síndrome de down del sótano, estuve convencido de que el papel había sido ejecutado por un down auténtico. Además la secuencia final se recrea especialmente en esta discapacidad, ofreciéndonos el muchacho un recital de gruñidos, gestos, muecas y dejes propios de las personas con cromosomas de más. De hecho, la recreación en esos aspectos llega a cotas ofensivas convirtiéndose, inevitablemente, en una comedia involuntaria. Justo al acabar, llega una sorpresa porque, inmediatamente después del plano final, aparece un crédito a toda pantalla que dice: “The Unseen as interpreted by Stephen Furst”, ya saben, "Lenguado" de “Desmadre a la americana”, que ofrece una interpretación absolutamente demencial amparado en el no del todo mal aplicado maquillaje de Marla Manalis, responsable también del aspecto de los “Humanoides del abismo”. Yo completamente convencido de que se había utilizado a un actor subnormal. Se pueden imaginar mi actitud en mi sofá ante esta idea…
Además del buen hacer actoral de Furst, tenemos otro actorazo de corte clásico como es Sydney Lassick, el entrañable "Cheswick" de “Alguien voló sobre el nido del cuco”, que da vida al atormentado casero que fue instado a acostarse con su hermana en la juventud quedando traumatizado por ello. A la hermana la interpreta otra excelente actriz, Leila Goldini, vista en “La invasión de los ultracuerpos” y chica Cassavetes. Finalmente tenemos a Barbara Bach, por entonces muy popular como chica Bond tras aparecer en “La espía que me amó”.
Como ya he dicho, el film es un desbarajuste técnico que partía de una idea de Stan Winston, traspasada a un guion escrito a seis manos que el director, Danny Steinmann, modificó a antojo. Por lo que terminó sin tener mucho que ver con la idea de partida. Es de suponer que Steinmann añadió, asimismo, toquecitos autobiográficos al introducir a un personaje, el novio de la reportera, que, al igual que el propio director, en el pasado fue un jugador de football americano, posteriormente retirado por culpa de un accidente.
Danny Steinmann no llegó a entenderse del todo con la producción, por lo que fue despedido de facto una vez completado el rodaje, sin acceso a la fase de montaje. No quedó muy satisfecho con el resultado final, así que firmó bajo el seudónimo de Peter Foleg.
“Gemidos en la oscuridad” sería la primera película comercial de Steinmann que, tras haber debutado dirigiendo el porno “High Rise”, comenzó una carrera que fructificó nada menos que con “Calles salvajes” y “Viernes 13 5ª parte: un nuevo comienzo”, además de haber sido propuesto para el guion y dirección de la secuela de “La última casa a la izquierda”, que nunca llegó a producirse. Poco después tuvo un aparatoso accidente en bicicleta que le dejó impedido, terminando así con su carrera cinematográfica. Fallecería en 2012.

sábado, 26 de octubre de 2024

LA TOUR

Hubo un tiempo en el que me reunía con amistades y mantenía alegres charlas cinéfilas. Justo, en una de las últimas, el ser humano al otro lado de la mesa habló de esta película. La había visto en un festival con resultados óptimos para él, pero no recordaba su título. Tampoco le culpen, ha vivido una existencia muy intensa a base de bebercios y demás sustancias insalubres, así que, probablemente, le fallen un poco las neuronas. No obstante, lo que me contó, dejó huella: Los habitantes de un edificio descubren con pavor que el exterior ha desaparecido, no hay nada, solo una oscuridad absoluta que, si osas traspasar, te cercena igual que mantequilla sufriendo los envites de una cortante hoja pre-calentada ¿¿A que suena chévere?? Nada más llegar a mi zulo, hurgué por las redes y di con los datos esenciales: "La Tour", producción franchute del 2022 firmada por un tal Guillaume Nicloux, que además de dirigir, escribe el guion. Raudo, revoloteé en mis fuentes habituales de cinefilia gratuita, y no di con ella. Tal vez más adelante. La espera se prolongó cerca de seis meses.
El argumento es justo el que les he contado. Y el que me explicó mi amigo. Siendo este como es no excesivamente aficionado al lado más palomitero / comercial del firmamento cinematográfico, con cierta inclinación a dar sermones político radicales de tendenciosa tendencia anarquista, hubiese sido lógico sospechar que "La Tour" estaría en las antípodas del género puro, respondiendo mejor al llamado arte y ensayo. Y así es. Una vez presentada la situación, lo demás consiste en cómo afecta al bloque de vecinos. Y ya se lo pueden imaginar, dado su origen francés. Entre las cuatro paredes habitan toda suerte de razas y credos. Malo, panfleto anti-racista. Es lo que me olí a los pocos minutos. Efectivamente, la cosa va un poco por ahí. Lo del velo negro que cubre el exterior pasa a ser bastante secundario, casi una excusa para regodearse en el drama. Y aquí entra en juego el asunto que comenzó a incomodarme hasta plantearme darle al "stop": La comida escasea... ¿Qué hacer? papearse a los animales disponibles, perros y gatos. Claro, es lo lógico, sí, pero... ¿a quién le apetece ver eso? Por fortuna ver, lo que se dice ver, no presenciamos el sacrificio de ninguna bestia, pero tampoco mola nada encontrárselos metidos en jaulas, cazuelas o colgando del techo, desangrándose.
¿Y por qué no la quité entonces? No sabría decir. Quizás fue curiosidad, descubrir hacia donde pensaba conducir aquello el Sr. Director. Estaba claro que no sería a un lugar más bonito. Pronto estallan las tensiones, humanas y raciales. Unos y otros marcan su territorio. Negocian. Intercambian. Siempre con malas maneras y reproches. Hay conflictos. Hay muertes. Y, poco a poco, las actitudes asalvajadas se incrementan, hasta el punto de preñar a las señoras.... para seguir disponiendo de alimento.
"La Tour" no es una película fácil. En cierto modo me ha recordado a otras dos: "A ciegas (Blindness)" (por lo incómoda, tanto como para ser sangrantemente despellejada en la interné) y aquella rareza titulada "Aniara", a la que le dedicamos un podcast en su día, donde se mostraban las consecuencias del despiadado aislamiento de un grupo de personas y sus terroríficas consecuencias, incluidos asesinatos, suicidios, locura, caos, devoción religiosa como respuesta a la desesperación y la cada vez más notoria ausencia de higiene y demás. Comparten también una serie de notables saltos en el tiempo (aunque de menor extensión) para mostrarnos el declive y la degeneración (¿¿más??) de todo ello.
El caso es que terminé de ver "La Tour". Rubricada, encima, por un final nada complaciente. Y, raudo, pillé el ordena y me puse a escribir esto. Así pues, podemos decir que estamos ante una película de esas que no dejan indiferente y exigen cierta predisposición. ¿La tienen ustedes?

martes, 22 de octubre de 2024

BIGFOOT SANGRIENTO

Durante los años 70, y siempre dentro de los parámetros del cine de "serie B", hubo una temporadilla en la que estuvieron en auge las películas adscritas al género de terror cuyo protagonista era esa leyenda urbana llamada Bigfoot. La titulada “Bigfoot” y dirigida por Robert F. Slatzer fue la primera. Más en la onda de la que nos ocupa tenemos ese monstruo de Frankenstein titulado “Curse of The Bigfoot”, o el documental “Bigfoot: Man or Beast?” y no podemos dejar de mencionar ese clásico de Michael Findlay que es “Shriek of the mutilated” entre toda suerte de subproductos. El tema tiraba lo suyo, pero sobre todo en la primera mitad de los 70.
En los últimos coletazos de esa fiebre, alrededor de 1978, al productor Jim L. Ball se le ocurrió poner sus dineros en una nueva película sobre el Bigfoot que dirigiría James C. Wasson —que tenía mucha wassa…— posteriormente conocido como Jim West, con tanto talento detrás de la cámara como el del amigo Ball (ninguno). Conciben así, en poco tiempo, y a base de primeras tomas, un despropósito titulado “The Revenge of Bigfoot”. Y la película se rueda, y luego cuesta lo suyo distribuirla.
Llegado 1983, no había encontrado todavía una distribución formal, así que, de nuevo, a Jim L. Ball se le ocurre “sanear” la obra que produjo cinco años atrás y que no importó a nadie, rodando, sin que el director asignado a priori, James C. Wasson, supiera nada sobre el asunto, una colección de insertos donde predomina la hemoglobina, los destripamientos y el gore más sórdido, en pro de los gustos de las plateas más barriobajeras de la época. Asimismo, Ball se da cuenta de que Bigfoot ya no está de moda ese 1983 (de hecho, cinco años atrás, cuando se rodó la película, tampoco), por lo que decide anular toda referencia al mismo y la película pasa a titularse “The Night Of The Demon”. Consiguió distribuirla en formato videográfico en no pocos países del mundo. Entre los insertos, y un montaje que ya de por sí es un desbarajuste de padre y muy señor mío, nos enfrentamos una película que es puro caos sin razón de ser, una cinta en la que hay que ser vidente para poder “adivinar” el argumento y en la que los diálogos ocupan más de un 70% del metraje. El otro 30% restante lo ocupan secuencias gore muy burras y retorcidas, pero el resultado final es atroz. Nos encontramos ante una genuina película mala.
La cosa (en teoría) va sobre unos jóvenes antropólogos que se van al bosque profundo con el fin de investigar lo que parecen ser asesinatos cometidos por un ser antropomorfo. Sin embargo, una vez metidos en harina, por allí pasan mogollón de cosas extrañas que pueden tener que ver con Bigfoot o no (muchas directamente tienen que ver más bien con ritos satánicos), hasta llegar a la conclusión de que se trata en realidad de un muchacho deforme y mongólico que ha tenido muy mala vida. El caso es que, en un tour de force de sangre y violencia, al final hay algo parecido a un Bigfoot dando cuenta de todo el personal de las maneras más desagradables, pero hasta entonces, lo cierto es que el espectador no se ha enterado de nada ¿Y se lo ha pasado bien? Quizás en uno o dos instantes; cuando a un individuo le arrancan la pilila y la acción se detiene en ese hecho durante algún que otro minuto con el tipo caminando y retorciéndose de dolor (vemos la minga amputada echando chorritos de sangre muy rojita) u otro en que el Bigfoot (o el niño subnormal) le arranca las entrañas a una víctima y ahí hay tal cantidad de vísceras que se podían hacer tranquilamente tres o cuatro barbacoas argentinas. El resto es pura bazofia, el más cruel de los aburrimientos hecho cine.
Por supuesto, tanta sangre y violencia no pasaría desapercibida en Reino Unido y la película obtuvo cierto renombre a posteriori, cuando se convirtió en uno de los 89 Video Nasties censurados por parte del gobierno británico. Y puede que sea de las más brutales de la lista, pero le eclipsa lo mala que es.
Lo cierto es que recientemente apareció un master que hasta hace poco estuvo perdido y, de esa forma, "Severin Films" pudo restaurar la copia existente con el fin de lanzar una edición de lujo en Blu Ray con dos discos a partir de un nuevo master en 2K. De esa forma, ha surgido una serie de coleccionistas que ha sentido interés por esta película, pero lo cierto es que durante lustros, tanto su master como su existencia, estaba completamente dejada de la mano de dios, con alguna edición previa en DVD sin importancia.
De esos mismos materiales pertenecientes a "Severin", la discutible "79 Edicions" ha licenciado la película para lanzarla en DVD dentro de su colección V79, que reúne toda suerte de películas trash, de terror o serie Z a unos precios francamente accesibles y con una calidad de imagen que quita el hipo.
Pero antes de toda esta fiebre, que tan solo afecta a cuarentones y cincuentones, en nuestro país “The Night of The Demon” llegó directamente a vídeo bajo el título de “Bigfoot sangriento” siendo una película que, de cualquier forma, no dejó mayor calado.
Una más de tantas.

sábado, 19 de octubre de 2024

CHAIN REACTIONS

No nos movemos del -ya concluido- Festival de Sitges 2024 para hablar de otro de los pases ineludibles: el documental "Chain Reactions" Pero, sobre todo, la consiguiente proyección de "La matanza de Texas" en 35mm. Vayamos por partes (que diría Leatherface... si hablara).
"Chain Reactions" es, como su ingenioso título indica, una reacción al clásico de Tobe Hooper. Y no por parte de su realizador, Alexandre O. Philippe, sino de aquellos a los que entrevista. Sí, es un documental de cabezas parlantes. Algunas muy ilustres. La lista es la siguiente: Patton Oswalt (actor, comediante y suertudo, considerando el aspecto rechoncho y achaparradito que gasta: Su señora es la tremenda Meredith Salenger), Alexandra Heller-Nicholas (ni idea), Takashi Miike, Stephen King y Karyn Kusama (filmmaker). Bien, debo decir, aún a riesgo de que me tilden de machista y demás monsergas, que en este partido las chicas salen perdiendo. Sus verborreas son las más desenfocadas, aburridas y sobreintelectualizadas, especialmente en el caso de Karyn Kusama, quien recurre a la matraca feministoide de turno o compara pasajes de "La matanza de Texas" con cuadros del Bosco, y planos de Bergman y Tarkovsky. Anda ¡no me jodas, Amparo! (se lo perdono por haber dirigido una película tan estupenda como "La invitación")
Afortunadamente, la porción masculina se centra en el aspecto fanatista. Cinefagia pura. Aunque solo el papá de "Carrie" resplandece -¡guiño, guiño!-, y con honores. Al fin y al cabo, de todos los implicados es aquel que tuvo una genuina relación profesional con Tobe Hooper. E incluso compartió escena con él en "Sonámbulos" (cosa a la que alude graciosamente) Lo de King no es únicamente centrarse en las trifulcas relacionadas con el clásico. Se saca de la manga un análisis muy interesante en torno al cine de terror y el cine de horror (marcando gráficamente las diferencias) y menta otros títulos de peso como "Posesión Infernal" o "El proyecto de la bruja de Blair". Delicioso. Solo por él vale la pena ver "Chain Reactions". Lo demás.... pssss.... un poco chapas, en realidad. Ya saben, esa clase de morralla encabezonada en dignificar algo de naturaleza eminentemente popular y que no lo necesita. Su reciente premio en todo un Festival de Venecia tendría que haberme preparado para el susto.
Justo, ese aspecto del documento quedó totalmente en bragas, diluido cual azucarillo, tras consumir la genuina estrella de la sesión. "La matanza de Texas" en una versión de maravillosos 35mm. Para un aficionado de mi porte, que toda la vida la había visionado vía VHSeses, DVDeses o Blu-Rayeses, era una oportunidad que no podía pasar por alto.
Debo decir que, previamente, hizo su introducción Kim Henkel, co-guionista. Dirigió en su día "La matanza de Texas: La nueva generación" alegando aquello de "me gustaría hacer otro tipo de películas, pero solo me dan dinero para esto" Tal vez por eso el hombre tampoco se mostró ni muy hablador, ni muy ocurrente, ni muy simpático. Más bien cumplió con la papeleta y hasta luego Lucas. Ya, ya, es un anciano... pero, no sé, si pudo pillar un avión + coche hasta Sitges... bien podría haber puesto un poco más de interés, oiga. Simplemente estará hasta la polla de tener que hablar de su aventura Texana. Eso es todo.
Antes de que arrancara esta en versión "celuloidíaca", me preparé para la típica remasterización en 45Kas y bla, bla. Cual fue mi agradable sorpresa al encontrarme con una copia localizada en el húmedo sótano de algún cine abandonado y, por tanto, en formato cuadrado, imagen desgastada, rayotes a punta pala, cortes y un sonido tosco de cojones. Dicho de otra forma: Una puta maravilla. Me encantó verla de aquel modo y, sí, creo que, por primera vez, conecté de verdad con ella. Fue como si no existieran las secuelas, los remakes, los cereales, las mantas, los muñecos y las corbatas propias del mierdchandising. Solo "La matanza de Texas" (versión original con subs en.... ¿¿mexicano??) pura, cruda y simple. Un pasote. Su suciedad y sordidez. Su audio medianamente petado. Todo contribuyó a que la experimentara como, supongo, lo hicieran en su día aquellos que la vieron cual novedad, dejándome aturdir por su demencia, caos y locura. Me entretuvo, me hizo vibrar y casi me saltan las lágrimas con ese desenlace seco y abrupto, brutal. Jamás estallé en unos aplausos más sinceros y apasionados.
En una ocasión escribí un artículo para un fanzine comentado lo importante que puede llegar a resultar el contexto a la hora de consumir una película. Y me centraba especialmente en aquellas que, por cuestiones de diversa índole, entonces únicamente eran accesibles a través de copias roñosas y en mal estado, incrementando así sus aspectos semi-oscuros, semi-prohibidos y semi-ignotos, haciéndolas doblemente efectivas. Es algo que se muestra en "Chain Reactions". Todos los perolos verborreantes comentan cómo se desvirgaron con "La matanza de Texas" y, justo, fuese cine, fuese vídeo, siempre se trataba de cintas roídas y cascadas que, como digo, multiplicaban la sensación de sentarse frente a, casi casi, cine "snuff". Por ello, no entiendo a esos espectadores que han puesto el grito en el cielo porque en el pase del festival la versión proyectada estaba tan hecha polvo y no era "la adecuada", reclamando una jodida remasterización en 567Kasnaranja. Para mí fue una decisión en perfecta consonancia con el documental. Disfrutar el clásico de Hooper tal y como sus testigos lo hicieron y, probablemente, tal y como debería disfrutarse al menos una vez en la vida.

martes, 15 de octubre de 2024

EL REY PERET

Biopic televisivo para "Radio Televisión Española" que, inspirado en las memorias del rumbero, repasa, por encima de su carrera musical, episodios de su vida personal e íntima desde un prisma blanco y suavizado para todos los públicos.
Se centra especialmente en sus trifulcas amorosas y sendos problemas familiares, es decir, su relación primigenia con una prostituta paya, su matrimonio con “La Santa” y la oposición de la familia de Peret a que este se ganase la vida cantando. La película abarca muy de puntillas pasajes que van desde sus inicios en los años 60, su éxito a nivel internacional en los 70, su conversión religiosa como pastor evangélico y su mastodóntica vuelta a los escenarios con una de las canciones oficiales de los Juegos Olímpicos de Barcelona 92.
El telefilme es lo que cabía esperar, una narrativa formal y para echar el rato sin sembrar polémica ni ensuciar un mínimo la imagen del cantante. Momentos importantes de su vida, como el accidente de moto que le dejó parcialmente impedido de una pierna, son suavizados hasta el punto que, si en la vida real Peret iba borracho como una cuba cuando se montó en su vehículo, aquí el accidente transcurre después de una acalorada discusión con su novia de entonces y sin una gota de alcohol de por medio.
Dos cosas destacables que hacen que “El Rey Peret” por momentos roce la comedia involuntaria; la mala elección en el casting, lleno de caras desconocidas, no porque los actores sean malos —son más bien regulares— si no porque, estando el entorno de Peret compuesto de gente más bien fea, aquí se pasan de guapos. El propio Peret, que puede que contara con el atractivo de la tarima, pero que en realidad era un hombre bastante poco agraciado y con bisoñé, esta interpretado, en su primera etapa, cuando es joven,  por Jordi Coll, actor con trazas de galán, mil veces más atractivo y que quizás daría el pego interpretando a Paquirri en un hipotético biopic, pero se parece al de Mataró como un duro a una peseta. Para más inri, lo aborda como si se tratara del apuesto protagonista de una telenovela. Todo mal.
El asunto está mejor sorteado siendo Peret ya un hombre mayor, dándole vida Pep Antón Muñoz, genial actor de doblaje que ha prestado su voz a astros de la talla de Hugh Grant o Christoph Waltz. Cuando se ponen frente a la cámara, los actores de doblaje son infinitamente mejores que los actores al uso. Sin embargo, pese a la caracterización y los buenos resultados, Pep Antón Muñoz es demasiado mayor y hace parecer a Peret un anciano, cuando en realidad en esa etapa aún no lo era. Aquí el tema de la belleza es más equitativo que en la primera parte de la película.
La otra cosa que me llama la atención es que, siendo todo el entorno de Peret de raza gitana, los actores que aparecen en el biopic son payos. Quizás haya uno o dos gitanos contados con los dedos, en el caso de que lo sean.
Más allá de eso, nos encontramos ante un telefilme formal, para pasar el ratillo que no trasciende más, y cuya baza más interesante y curiosa es que se centra en la vida de un cantante del que nunca esperaría un biopic. Entretenidillo y muy consciente de lo que es.
Dirige el tinglado Estebe Rovira de trayectoria meramente televisiva y con algún cortometraje a sus espaldas.

sábado, 12 de octubre de 2024

TERRIFIER 3

Sobre el comedido conflicto moral que tengo con la franquicia "Terrifier" ya hablé, y generosamente, hace nada. Así que evitaré repetirme.
En esa ocasión, y a modo de sabroso "cliffhanger", comenté mi asistencia al Festival de Sitges para ver la tercera entrega y, a ser posible, traicionar mis principios haciéndome una foto junto a "Art". Bien, ya las adelanto que no ocurrió. Y no porque a último segundo decidiera evitar caer en la tentación, simplemente porque la ocasión jamás se presentó. De hecho, una de las grandes decepciones de mi experiencia (sí, hubo otras) fue que el actor oculto tras el maquillaje blanco, David Howard Thornton, acudió sin el disfraz. Vestido muy elegantemente con traje y corbata. Claro, normal, el hombre debe estar hasta la polla de pasar por la tortura de su caracterización... pero, en fin, habría sido gracioso. No obstante, sí es cierto que durante la presentación se prestó a efectuar algunas cucamonas muy ocurrentes "al estilo Art". Entre ellas, básicamente, mandar a la audiencia a tomar por culo (¡¡es lo que habría hecho el payaso infernal!!). Aquella noche hubo ambientazo en el cine. Estaba hasta la bandera y la predisposición al gozo era total. Aplausos, aullidos, gritos.... incluso el director, Damien Leone, comentó lo maravillosa que le parecía toda aquella energía acumulada.
Comenzó la película con, obvio, un primer crimen bien truculento, por aquello de dar la requerida carnaza a la hambrienta e impaciente manada. Y funcionó. Esta estalló de puro gozo ante un "Art" masacrando a una familia al completo el día de Navidad (eso sí, sin atreverse a mostrar el "escabechinamiento" de los críos). Sale el título... comienza la película... y con ella, los problemas.
Pues eso. Ha llegado Santa Claus y todo son luces de colorines, abetos decorados y regalos. La "final girl" de la entrega precedente acude a casa de su ¿¿tía o hermana??? (no lo recuerdo) para celebrarlo. Por desgracia, "Art" regresará "de la tumba" dispuesto a tomarse la revancha. Suerte que el trecho hasta su objetivo es largo, y viene repleto de personajes listos para ser desmembrados, aplastados, quemados, cercenados, congelados, reventados y desollados.
Además del parimiento de un nuevo psycho-killer icónico, lo que ha logrado la saga "Terrifier" (muy especialmente la segunda y esta tercera dosis) es parecido a lo que "Viernes 13", "Re-Animator" o "Hostel" lograron en sus respectivos momentos, hacer llegar el gore a las plateas mainstream y profanas. En cuanto estas se habituaban a un "tipo de carnicería", venía otra película que incrementaba la explicitud y transgresión. Y la rueda volvía a girar, para sorpresa y gozo de una nueva generación. Con "Hostel", aquella clase de guarrerías que, hasta entonces, solo podíamos ver en producciones alemanas semi-amateurs grabadas con cámara de vídeo, a base de violencia sexual, sadismo y sordidez, llegaron a las grandes pantallas apadrinadas por el "hombre del momento", Quentin Tarantino, y fue todo un éxito (cojones, si hasta mi padre la vio únicamente porque el director de "Pulp Fiction" brillaba por encima del auténtico perpetrador de la jugada, Eli Roth). Con "Terrifier 3" ese sadismo y esa violencia sexual (me refiero a la escena de la sierra mecánica. Materia que podría considerarse la respuesta de Damien Leone a ciertas acusaciones de misoginia. Bien mirado, no deja de ser como el famoso aserramiento de coño de la entrega precedente, pero "al revés"), eso sí, sin la sordidez, llegan hasta los telediarios de canales generalistas, los móviles de medio mundo, los impresionables ojos teenagers y sus respectivas aplicaciones. Es el gore llevado a una cantidad, calidad, detalle y "explicitez" jamás vista por el espectador medio.
"Hostel" todavía incorporaba una trama en desarrollo, un "algo". "Terrifier 3" es puro "efecto porno". Todo el mundo sabe, asume y perdona que las escenas intermedias, aquellas que los intérpretes abordan con mayor interés, considerándolas un escaparate de sus genuinos talentos, y Leone -al que siempre le ha gustado mucho culebronear a base de dramas familiares-, con la ambición de demostrar sus capacidades como director de actores, importan un pimiento. ¡¡Y con razón!! Son mero relleno. Lo que queremos ver, lo que dejará huella, recorriendo el mundo a través de internet, aquello de lo que se hablará, son las escenas de Art mutilando alegremente. Por lo que duelen, pueden ofender, molar en su demencia... y, a lo tonto, tal vez, gracias al éxito de la franquicia, el efecto especial físico, a base de látex y goma, recupere su condición de estrella del espectáculo. Damien Leone está demostrando a las nuevas generaciones, acostumbradas al CGI, que el gore hecho a mano es mucho más efectivo y llamativo.
Lo curioso del caso, es que en el primer "Terrifier" ese "efecto porno" no se daba de modo tan descarado. Todo estaba bastante más cohesionado. Fue a partir del segundo donde comenzó a notarse. Entre su extensa duración y, como decía, los rollos lacrimógenos poco convincentes desarrollados entre "aparición de Art" y "aparición de Art", pues sí, nos aburríamos. "Terrifier 3" lo incrementa exponencialmente. Las partes molonas y las partes coñazo vienen perfectamente divididas y diferenciadas. Leone no ha sabido unificarlas. Y los Art moments podrían, sin la paja, editarse como corto o mediometraje desde luego bastante más satisfactorio. Supongo que debemos achacar ello a las prisas por parir el film, antes de que el fenómeno se diluyera.
Y la cosa ha salido de fenómenos. Al menos a nivel popular, mediático, "Terrifier 3" está cumpliendo con su cometido. Hay quien dice maravillas de ella, dejando que el gore le ciegue. No, amigos, no, "Terrifier 3" es muy muy mediocre como conjunto. Tirando más a palizas. Solo que, sí, cuando Art asoma, gana muchos enteros y "disfrutas" presenciando la ultra-salvajada de turno (se habla sin parar de los trucajes físicos, pero el audio tiene un papel super importante en esos buenos resultados). Ello provoca que, mucha parte de ese público, que jamás iría a ver una película como esta si no fuese porque todo dios habla de ella y sale un payaso malo estilo "It", acuda y se encuentre con semejantes barbaridades, tan brutalmente milimetradas, que le superan e invitan a salir por patas o incluso, dicen, echar la pota. Algo que, siendo la clase de producto que es, resulta harto beneficioso para su reputación.
Siendo justos, diré que, escenas cruentas aparte, funcionan también bastante bien aquellas un tanto surrealistas, casi Lynchianas, que nos presentan al payaso criminal en su "intimidad", acompañado por la tiparraca del rostro hecho puré. Son bastante inquietantes. Y mola mucho el momento en que Art "hiberna" en su balancín. Me recuerda a uno de los mejores momentos del primer "Terrifier", la escena de la pizzería con el asesino mirando fijamente a sus dos futuras víctimas. ¿Me estás viniendo con el cuento de que esa sutilidad, esa atmósfera, esa sensación de peligro y amenaza, supera en méritos a todo el gore que le sigue? ¿de verdad te vas a poner en modo "crítico rancio"?.... ¡¡naaaah!! por supuesto que la escabechina consiguiente está que te cagas pero, en fin, al menos remarcar que, cuando quiere, Damien Leone sabe parapetarse tras algo más que litros de hemoglobina. Y, si es necesario, pediré perdón por mi descarado atrevimiento.
No olvidemos mentar los cameos de las celebridades "cult" en "Terrifier 3", muy pensadas para los ojos del fan, siempre tan conformista si le das lo que se pirra por ver: Clint Howard, Daniel ("Los Tachuelas") Roebuck, Tom Savini + una que se me escapó, Jason Patric. Obviamente, ninguno se hubiese prestado a ello de no ser la franquicia el fenómeno que es hoy, uno del que no tengo muy claro aún los motivos pero, indiscutiblemente, funciona. Resulta muy difícil evitar sentir cierta simpatía por "Terrifier" y su peculiar universo. A pesar de los pesares. De momento, se ha llevado mejores críticas que la secuela de "Joker". Y habrá que ver cómo le va en su paso por salas, allí in the USA (se estrenó justo ayer). Como arrase, será la repolla. Que un producto tan radical, extremo, semi-marginal y de nicho se convirtiera en un "hit", sería lo -casi- nunca visto. Me imagino a los directivos de las grandes corporaciones rascarse la cabeza azuzados por la pura incomprensión. "Pero esto no podemos replicarlo, es demasiado violento" dirían. ¿Fichar a Damien Leone? ¿invertir capital en "Terrifier 34"? ¿rebajarle el ultra gore, cuando es su absoluta razón de ser? El director, consciente que el éxito depende totalmente de la fidelidad hacia su audiencia, ha sido lo suficientemente astuto como para esquivar esa imposición por parte de sendos estudios interesados en aportar montante a esta tercera entrega. ¿Hasta cuándo aguantará? No sé ustedes, pero a mi semejante culebrón me pone requetemucho.

miércoles, 9 de octubre de 2024

AL RICO PSYCHO-KILLER SANGUINARIO (UNA REFLEXIÓN)

Me sentí bastante defraudado con "De naturaleza violenta", el reciente fenómeno del llamado "horror indie" que lo estaba petando en festivales. "Es un slasher diferente" se decía. "Narrado en plan cine contemplativo". Podía ser curioso, así que, sí, le tenía ciertas ganas. El otro ingrediente atractivo era, según blogs y redes sociales (siempre extranjeros, válgame cristo), una ingente cantidad de truculencia, brutal y sucosa. Esto último se reafirmó el día que tuve acceso a un vídeo. Ya saben los peligros a los que el cinéfilo medio se enfrenta hoy día en internet. Si no has visto la película "cool" de rigor, ándate con ojo, porque en cuestión de quince jornadas te enterarás de todos sus secretos.
Bien, la secuencia en sí, donde el asesino masacraba a una pobre infeliz, estaba muy bien parida técnicamente. Era todo lo retorcida y exagerada que podías imaginar, pero... completamente inverosímil. Absurda. Imposible. Ello me descuadró levemente, ya que había asumido "De naturaleza violenta" como una película seria, realista, y ese asesinato hubiese encajado más y mejor en los primeros escarceos de Peter Jackson (o, dicho de otro modo, cuando Peter Jackson molaba).
Finalmente, la cacareada obra llegó hasta mis manos. La guardé para aquella misma noche. Me podía la curiosidad, pero procuraba contener las ansias. Los años me han enseñado que éstas únicamente dan pie al inevitable hostiazo. La decepción. Así que comencé y, sí, de entrada me estaba gustando. Ni que fuese por las maneras estéticas que su director, Chris Nash, empleaba para narrar la historia. El verdadero problema venía cuando, superados quince primeros llamativos minutos de largos planos fijos, de la cámara siguiendo al psycho-killer de rigor caminando por el bosque en eternos paseos, etc, etc, me percaté de que, tras tan vistoso envoltorio, simplemente había lo de siempre.
"De naturaleza violenta" no dejaba de ser un slasher del montón, con los ingredientes habituales, las salidas previsibles, los rigurosos clichés... lo único que cambiaba era el modo de mostrártelos. Pero incluso esta elección creativa perdía fuerza a medida que la trama avanzaba (muy lentamente) y dejabas atrás la sorpresa inicial. Me recordó un poco al caso de "Mandy", película que, en su momento, recibió toda suerte de halagos y lameculadas. A mí me aburrió soberanamente. La eterna historia de una venganza, solo que contada a ritmo de tortuga asmática mediante toda suerte de sobre-estilismos (mangados a Nicolas Winding Refn). Y, al final, el cine, por mucho que el acabado visual sea importante, que lo es (y las siguientes palabrejas puedan ofuscar a aspirantes a Brakaghes, Mekass y Angers), consiste en narración. Las luces de colores, los desenfoques, los planos eternos, los destellos... todo eso puede ser muy chulo, muy bonito de ver, pero difícilmente sostendrán noventa minutos de más de lo mismo.
Por supuesto, no olvidemos "el otro elemento" identitario con respecto a "De naturaleza violenta". Aquello por lo que, hasta cierto punto, existía: el gore. Efectivamente este resultaba extremadamente gráfico, brutal e impactante. Curiosamente, la escena que había visto previamente en redes sociales, tan absurda, resultó ser la excepción. El resto eran bastante más terrenales... y desagradables.
Llegamos a la parte en la que me siento obligado a matizar un poco mis palabras. Vale, reconozco que podría ser cosa de la edad. Los años tienden a reblandecerle a uno. Pero lo cierto es que, viendo la película de Chris Nash, me ofendí. La encontré enfermizamente detallada, sádica y cruenta. Impresiones incrementadas gracias a su realismo + excelentes trucajes. Algo se me escapaba ¿En qué consiste la gracia de todo esto, pues? díjeme ¿Ver del modo más realista posible cómo muere un ser humano? ¿recrearse en su sufrimiento y agonía, siendo testigo de hasta el último tendón cercenado? No sé, no lo entendí. Y ahí comenzaron las auto-preguntas.

Estas se multiplicaron cuando, días después, en redes se anunciaba una futura segunda parte de "De naturaleza violenta" (película que, en su espíritu casi "indie-arty", no parece la más adecuada para generar una franquicia, siempre motivada por intereses meramente crematísticos) y en las "Cons" de Estados Unidos ya podías ver al pintamonas de rigor disfrazado del asesino del film jugueteando con el personal. Todo ello me recordó demasiado a otro fenómeno reciente, "Terrifier" y su payaso asesino "Art".
A diferencia de "De naturaleza violenta", las películas de "Art" me funcionan un poco más. Mi preferida es la primera de todas, "La víspera de Halloween", cuando el personaje todavía no se había establecido como icono del horror (y, de hecho, lo interpreta otro actor) Su buena aceptación dio pie a un vehículo para él solo, que funcionó muy bien. Luego se estrenó la segunda parte, sorprendentemente bendecida por un éxito tremendo -para ser lo que es-. Y, más pronto que tarde, llegó la tercera (con una cuarta confirmadísima).
"Terrifier" y, por tanto, "Art", habían logrado aquello que muchos llevaban ya años intentando sin conseguirlo: Crear el nuevo psycho-killer sucesor de "Jason Voorhees" o "Freddy Krueger". Y con razón. El personaje gasta una caracterización cojonuda y chorrea carisma. Además, y como en el caso de "De naturaleza violenta", sus películas son extremadamente gráficas en cuanto a elemento sangriento. Muy salvajes... pero con un punto de fantasía, de gran guiñol, que las hace un pelo -y solo un pelo- más digeribles. Menos ofensivas. Destacan en ese sentido las víctimas de "Terrifier 2", cuya agonía se prolonga tanto en el tiempo que termina resultando casi cómico. Parecen no morir nunca, por mucho que "Art" las trocee, rebane, aplaste o machaque, y uno al final no puede evitar reír, porque casi parecen chotarse de esos mismos excesos, desesperados por alargar el tormento lo máximo con la finalidad de que el público disponga de tiempo suficiente para "disfrutar" recreándose en ello.
Lo que nos lleva a, justo, el asesinato más famoso de toda la franquicia, aquel en el que "Art" cuelga a una chica desnuda por los tobillos y procede a partirla por la mitad, vía coño, mediante una sierra manual oxidada. El truco es aceptable, aunque canta un poco el látex. No obstante, dejó huella y cumplió su función. A partir de ahí, ver no solo a tipos disfrazados de "Art" por las "Cons", sino a espectadorAs que, felices, posaban con él en las fotos, incluso haciendo el pino dispuestas a ser aserradas, se convirtió en una constante. Y todas desplegando una enorme sonrisa. La actriz protagonista de la escena, acorde a estos extraños tiempos que vivimos, escribió un artículo en una web justificando haber aceptado interpretar tal material, que algunas tildarían de misógino, asegurando sentirse orgullosa y, en fin, no sé cómo se lo montó, pero logró convertir su cruento aserramiento en, casi casi, una alegoría en favor de la mujer empoderada.
Retomando el hilo de las "Cons" y las "groupies" de "Art", comencé a sentirme algo desconcertado. Mi lado moralista de señor de mediana edad, afloró. Hasta qué punto tenía sentido celebrar así, de modo tan banal, a un asesino y, muy especialmente, un crimen TAN despiadado. Era como quitarle hierro, tomárselo a guasa. Daba la sensación de que el público parecía olvidar que semejante momento había sido confeccionado para horrorizar, perturbar, resultar desagradable... ¿o no? ¿estaba pecando de ingenuo? Ahí me planteé la posibilidad de que, contra pronóstico, en realidad fuese lo opuesto. Las fabrican para ser aplaudidas y coreadas con fervor por el fan medio, desprendiéndolas de su lado traumatizante.

Teoría esta completamente trasladable a "De naturaleza violenta". Ahora comprendía su popularidad y, muy especialmente, lo retorcido, exagerado e inverosímil del asesinato consumido / explotado en redes sociales. Estaba diseñado no para espantar, sino ser jaleado y convertir en "meme". Lo mismo que su psycho-killer.
El éxito de "Art" posiblemente abrió la veda a la búsqueda de nuevos asesinos del cine explotables como merchandising. Algo que, hasta cierto punto, intentó recientemente Eli Roth con "Thanksgiving" y su "John Carver", quien también cuenta con muñequito, "cosplays" y una secuela en camino, pero parece haber calado menos. ¿Tal vez porque sus asesinatos no son TAN bestias como los de sus dos competidoras? ¿o porque el criminal no tiene una identidad específica? No sé.
Y en mi reflexión, me di cuenta de cómo habían cambiado las tornas. Antaño, la función de los "monstros" de las películas de terror consistía en crearnos zozobra, intimidar, ser temidos. Llámalo "Jason", llámalo "Michael Myers", llámalo "Leatherface", llámalo "Freddy"... o no. Justo, el éxito mediático de este último, su aterrizaje en el mainstream, su conversión a mercadería, a muñeco, a disfraz de Halloween, etc (curiosamente, siendo como era un asesino de niños) hizo más aceptable la figura del psycho-killer cinematográfico. Dejamos de tenerles "miedo", para reírnos con ellos y aplaudir sus fechorías. El siguiente fue "Ghostface" de la saga "Scream", pero, como con "Thanksgiving", cuajó poco al carecer de una identidad. "Art" ha devuelto el río a su cauce. Ya tenemos uno con nombre propio, maneras propias, y que funciona. La diferencia es que ahora ya no nos acojonan. Ahora son "los buenos de la película". Aplaudimos y lanzamos felices vítores de aprobación cada vez que rebanan el cuello a alguien, y cuanto más explícito y real sea, mejor, más chocaremos nuesas palmas y con más fuerza berrearemos.

Sin embargo, aunque me sentía muy orgulloso de haber llegado a tales conclusiones, en mi fuero interno me torturaba la idea de poder estar hablando como uno de esos críticos moralistas, un Roger Ebert cualquiera, ofendido por la violencia en pantalla, lista para escandalizar a "viejunos" como yo. Decidí efectuar un viaje mental en el tiempo e ir hasta los años en los que gozaba viendo truculencia en películas, las de "mi época", y, muy específicamente, slashers. Y me hice otra pregunta más: "¿No es exactamente lo mismo?" De entrada, saqué la conclusión que todo aquel gore, el de "Viernes 13", "El Mutilador", "La quema" o "El asesino de Rosemary", era distinto. Estaba enfocado como algo que indujera a cerrar los ojos, espantado. Algo horrible. En ningún momento listo para complacerte. ¿Seguro? ¿y el "descorchamiento" de globo ocular en el tercer "Viernes 13", efectuado, además, en tres dimensiones para incrementar su condición de truco de feria / efecto gracioso?. Mierda. Aquel pensamiento me descuadró.
Es cierto que el cine de horror, y la violencia, siempre han inspirado a un sector de la audiencia a montar fiesta y cachondeito. La diferencia es que, antes, en los 70 y 80, era algo más propio de la escoria que acudía a los cines de la calle 42, lumpen desatado, muy ajeno a la naturaleza del fan tal y como la entendemos hoy. Pero fue el crecimiento e imposición de este último, la expansión del fandom del horror, su conversión a casi secta religiosa, lo que, poco a poco, ha ido desprendiendo de peligrosidad al cine que tanto les/nos gusta y haciendo de sus elementos más oscuros, y en apariencia reprobables, materia casi de pura comedia, inofensiva y ridiculizable.
No soy el único que se lleva semejantes impresiones. El mismo Rob Zombie en una entrevista comentó no entender aquel modo de tomarse la violencia, alegando que esta quedaba en las antípodas de resultar divertida y, como consecuencia, procuraba mostrarla tan cruda y desagradable en su cine, esperando así dejar mal cuerpo en el espectador, incitándole al rechazo. En ningún momento pretendiendo convertirla en un carnaval.
Terminé el artículo, dispuesto a darle unos cuantos vistazos y pulirlo, cuando me entero que "Terrifier 3" va a pasar por el entonces próximo Festival de Sitges. Y, además, vendrá representada por su director y algunos actores, entre ellos, ¡sí!, David Howard Thornton, el caballero oculto tras el maquillaje del terrorífico "Art". Instantáneamente, comencé a fantasear con lo mucho que molaría poder hacerme una foto junto a él, caracterizado con su llamativo atuendo. Así andaba yo, obsesionadísimo, hasta que súbitamente recordé la existencia del texto que acaban de sufrir. Y me replanteé todo. Tras echar pestes de la peña que posa con "Art", desvirtuando así su condición de sádico asesino, vas tu y casi pierdes los papeles, cual fan histérica adolescente arrodillada ante los atributos colgantes de Harry Styles, al saber que se te presentaba la remota oportunidad de situarte al lado del ínclito en una hipotética instantánea. Patético.
Y, efectivamente, acudí al festival para ver "Terrifier 3"... pero ¿hubo foto? Sobre todo ello, en breve.

martes, 8 de octubre de 2024

MOVIE MADNESS

Antes de entrar en esta cosa marciana que es “Movie Madness” (cuyo visionado es lo más semejante a mirar a través de un calidoscopio negro. Realmente la reseña de lo que es la peli se podía resumir en dos líneas), me gustaría hablar de su principal artífice, Phillip Penza, que me parece un tipo tan interesante como poco diestro a la hora de ejecutar cualquiera de sus producciones.
Penza, natural de Brooklyn, afroamericano, no dista mucho de cualquier cineasta adscrito a una corriente que, según moda y temporada, se estila mucho en nuestro país; la del  cine “independiente”, o como los modernos lo llamaron hace no demasiado, películas “low cost” (termino que como no devino en nada, pronto pasó de moda, gracias a dios). Hablando en plata; Phillip Penza es productor, guionista y director de películas semi-amateur de bajísimo presupuesto que no interesan a nadie. Pasa que Estados Unidos es muy grande y un tipo de las calles como él, sabe monetizar y sacar beneficio de su material. Nada raro, hay individuos como Sean Weathers que también se dedica a eso, por no hablar de Dustin Ferguson o el calvo, Shawn C. Phillips, que económica y evolutivamente están varios peldaños por debajo de Penza, y son distintos tanto en fondo como en forma.
Phillip Penza en realidad es un ex soldado del ejército de los Estados Unidos, además de boxeador y preparador físico. Montó negocios en torno al fitness y, de rebote, tomó contacto con lo audiovisual a raíz de aparecer en programas de la ABC en calidad de entrenador deportivo. Pero claro, vio las cámaras, cómo realizaban los programas y demás, y quedó enamorado del medio, lo que le llevó a plantearse una carrera audiovisual y/o creativa. Así que, su primer impulso, fue escribir novelas.
Un productor de cine y televisión, David A. Rosemont, coincidió una vez con Penza, y este le instó a que leyera una novela que había publicado no hace demasiado, “My name is nobody”. Un folletín semi autobiográfico en torno al mundo del boxeo. Rosemont no solo la leyó, sino que le dio feedback positivo al respecto. Y no, no decidió producir la película; tan solo sirvió de percutor para que el propio Penza decidiera hacerlo por su cuenta , poniendo en marcha así "Little Books, Little Films", productora bajo la que el hombre da rienda suelta a su mediocridad en forma de novelas y películas muchas veces guerrilleras. El modus operandi consiste en filmar con cámaras de gama media, muchas veces teléfonos móviles, equipo humano reducido y planes de rodaje adaptados a las necesidades de sus “estrellas”. El montaje suele ser de lo más discretito y, la música, de librería, libre de derechos. Una vez que Penza finaliza una película, la estrena a sala llena en algún cine local. No se amedrenta si no la consigue, y estrena en restaurantes si es preciso, y, una vez ha estrenado (acto este que solo le sirve para dar bombo y platillo a su película en ciernes en las redes sociales) la mueve por toda plataforma de streaming a la que le dejen subirla, además de colgar alguna de ellas en su web de manera gratuita. Y así el hombre, además de con sus otros negocios, va tirando.
Antes de embarcarse en la producción de estos "films", Penza tuvo la oportunidad de realizar un programa de entrevistas sobre estilos de vida saludables, donde se incluían a varias celebridades. De este modo, contactó con gente como Lorenzo Lamas o Eric Roberts, que no solo se unirían a los repartos de sus películas sino que, en alguna ocasión, incluso le ayudarían a financiarlas (como es el caso de Lamas, que co-produce aquella de la que les voy a hablar a continuación). Famosos venidos a menos como Vivica A. Fox (salía en alguna de Tarantino) también formarían parte de su elenco habitual, Pero, sobre todo, hizo buenas migas con la leyenda del rap Big Daddy Kane con el que trabajaría codo con codo en la mayoría de sus películas en calidad de co-productor, actor, e incluso de co-director. Es decir, que Kane y Penza, formaron tándem en esto del "cine" de bajo presupuesto, cosa que no deja de llamarme la atención porque, puedo entender que Big Daddy Kane, al igual que Lorenzo Lamas, estén en horas bajas económicamente hablando, pero meterse en embolados de este calibre que, obviamente, no les puede reportar mucho, es un acto de amor o de ingenuidad ¿Qué necesidad tiene Big Daddy Kane de firmar y financiar estas cosas? ¿Qué necesidad hay de hacer una serie de películas tan horrorosas?
Como sea, el caso es que estas celebridades en decadencia le permiten a Penza tener un cartel más o menos interesante con el que vender sus películas, unos créditos en los que aparecen como protagonistas pero, luego, sus actuaciones se reducen a lo mínimo, cinco o seis minutos en pantalla, con el grueso del largometraje compuesto de actores amateur cuyas interpretaciones desafían las leyes de la lógica.
“Movie Madness” sería una de estas películas de Phillip Penza. Junto a él, en la producción tenemos a Lorenzo Lamas y a Antonio Hardy (verdadero nombre de Kane), en la dirección figura el propio Penza codo a codo con Kane y, en el reparto, a todos ellos, además de otra vieja leyenda del rap, Christopher “Play” Martin de Kid –n- Play. Sus nombres salen en primer término en los títulos de crédito, pero tienen que pasar 48 minutos para que Lorenzo Lamas haga acto de presencia. Seguidamente aparece Kane, y luego desaparecen hasta llegado el final que vuelven a salir otro momento. El papel de Christopher Martin se reduce a cameo de menos de un minuto, insertado ahí con calzador para justificar su presencia. Le habla al teléfono sobre una serie de negocios en un único plano que, imagino, iría igual de bien aquí que en cualquier otra película de la casa.
Entonces, la cosa va de dos individuos que, ataviados de una forma muy extraña (vestidos de mujer, mascaras de carnaval y peluca), secuestran un cine (en el que están proyectando una película del propio Penza) y allí, organizan una masacre disparando a sangre fría a todo aquel que les lleva la contraria. Los criminales no tienen una motivación aparente para hacer hacer eso. Cuando ejecutan a casi toda la platea, deciden poner fin a sus vidas suicidándose. Pronto la policía (Lamas y Kane) irá al lugar de los hechos para averiguar que ha pasado. Y fin. Esa sería la sinopsis, pero, nada más comenzar, el espectador es testigo de una trama semigangsteril en la que uno de los protagonistas negocia algo relativo al cine donde van a suceder los hechos, en un arco que nunca llega a finiquitarse o a tener relación con la trama principal. Así mismo, a modo de epílogo (y después de otra escena anterior que ya servía de epílogo…) tenemos unas imágenes rodadas en plan guerrillero, probablemente con el móvil, en las que los hombres enmascarados interactúan con los viandantes (uno de ellos le da limosna a un mendigo, en lo que parece una acción real filmada a hurtadillas…) o se nos muestra la Torre Eiffel de arriba abajo y grabada con zoom desde lo lejos. Una forma como otra de alargar metraje o de aprovechar un viaje a París. Nada nuevo por otro lado. Nos lo sirven en el montaje de manera onírica y no desentona mucho, pero es tan cutre… y no solo cutre, es que no tiene absolutamente nada que ver con lo que estamos viendo, por mucho que los que se dan paseos por París sean los dos individuos que se cargan al cine entero.
Otra cosa digna de reseñar es que, una vez entran en el cine y comienza la función, todo se desarrolla a oscuras, por lo que más de un 70% no se ve… Como aquellas antiguas cintas VHS mal telecinadas, solo que esta vez, con los adelantos digitales, se debe a la absoluta incompetencia de la producción. O quizás esa mierda es una elección estética, váyanse a saber.
Pero la guinda del pastel llega justo al final, antes de dar paso a los créditos volvemos al patio de butacas y vemos, con la imagen en negativo, todo los cadáveres repartidos por los asientos y cómo un individuo apunta con una recortada hacia nosotros los espectadores, y dispara. Entonces, Phillip Penza rompe la cuarta pared y, dirigiéndose a nosotros, aparece soltando un discursito anti violencia, acusándonos de haber disfrutado de esta durante el visionado, en lugar de ser mejores personas con nuestros congéneres. También insta a que, si somos testigos de una de estas catástrofes humanas, en lugar de utilizar nuestros móviles para grabar, lo usemos para llamar a emergencias. Todo muy moralista, con un tufo evangélico-cristiano que tira de espaldas y no exento de vergüenza ajena. Además de hipócrita, porque menudo discursito se suelta después de haber hecho una película en la que solamente hay muerte y disparos, se sitúa el resto del reparto detrás de él, incluidos Kane y Lamas, y citan un lugar real en el que ha ocurrido alguna de estas matanzas, a saber; el 11 de Septiembre, la maratón de Boston, Columbine… o el cine donde un zumbado disfrazado del Joker se lió a tiros durante la proyección de “El caballero oscuro”. Para mear y no echar gota.
Todo esto hace a Penza sumamente fascinante. Pero claro, ver una película suya supone un sobre esfuerzo.  Supongo que iré consumiendo algunas poco a poco (además en todas sale Big Daddy Kane que ha debido cogerle el gusto a la mierda, porque, después de estas experiencias con Penza, le podemos ver metido hasta el cuello en otras producciones similares de otros realizadores baratos), pero sin demasiada fruición porque, al final, no son más que la mierda que podría hacer cualquiera de ustedes con un par de contactos, un par de actores en decadencia, y un par de cámaras y móviles de última generación: la nada más absoluta. No obstante, si les puede la curiosidad, Penza es responsable de títulos como “Real Blood”, “Boyz from the streetz” o “Water”.
Quizás el amigo aparezca de nuevo por aquí en el futuro. Pero no les aseguro nada.

sábado, 5 de octubre de 2024

LOS OJOS DEL MAL 2

Las hermanas Jen y Sylvia Soska comenzaron su andadura por estos mundos audiovisuales de dios colaborando interpretativamente en los desmanes de Lucifer Valentine, un tipo que a finales de los dos mil se obcecó en facturar las películas más repulsivas imaginables. De esas nacidas para provocar el mero "shock" a base de acumular imágenes extremas y desagradables sin una trama de base. En algunos casos, con la burda excusa del arte. Concretamente, él y las Soska coincidieron en una titulada "ReGOREgitated Sacrifice", lista para provocar la náusea... pero también el aburrimiento y algo de risa en su empeño por ofendernos.
Corren muchos rumores chungos en torno a Lucifer Valentine. Que si pederasta, abusador y acosador. Seguramente por ese motivo, las Soska decidieron borrarlo de sus filmografías, aunque tampoco ellas se libran de arrastrar un pasado turbio, relacionado con ciertas ideas ultra-derechistas, un jardín en el que no voy a meterme. Si quieren saber más, hurguen por la red.
En cuestiones de dirección, debutaron con "Dead Hooker in a Trunk", a la que siguió el pequeño "hit" "American Mary". Su buena prensa les ayudó a ascender un modesto escalafón, formando así parte del extenso elenco autoral de "The ABCs of Death 2" (inédita para mí como consecuencia de lo insufrible que me me resultó la primera parte). Presupongo que fue este el aval para que "Lionsgate" y "WWE" les confiaran la secuela tardía (con ocho largos años de diferencia), y directa para el mercado del dvd, de "Los ojos del mal".
Era la primera vez que las Soska curraban para un estudio profesional, totalmente alejado de sus primeros escarceos "indies / amateuristas" financiados por los papuchis. ¿Y qué pasa? pues que, o los gerifaltes presionaron mucho para que se ciñeran a lo establecido, o es que en semejantes condiciones las muchachas perdieron su identidad, porque el film resultante podría haberlo dirigido Manolo el del bombo y nadie hubiese notado la diferencia. Y no lo digo por falta de calidad, o cutrismo, o absoluta negación... para nada, cumple perfectamente con los mínimos exigidos. Lo digo porque, en fin, estamos ante un producto desangelado, muerto antes de nacer y que no rezuma ni pasión, ni absolutamente la más mínima característica distintiva.
Danielle Harris, quien se ha ganado un puesto de honor en el género por su intervención en las secuelas menos lustrosas de la saga "Halloween", es la forense encargada de dar un repaso a la ristra de cadáveres salidos de la entrega previa, asesino incluido, Jacob Goodnight (de nuevo encarnado por el wrestler Kane). Ello le obliga a anular su fiesta de cumpleaños, finalmente trasladada hasta la misma morgue por obra y gracia de su panda de colegas (entre los que figura la morbosamente atractiva Katharine Isabelle, adorada por el fandom gracias a su intervención en la saga "Ginger Snaps", así como un papelico secundario en "Freddy vs Jason") lo que nos prepara el escenario perfecto para que el psycho-killer se levante de la camilla y comience la escabechina.
Y sí, mucho me temo que, a rasgos generales, todo es tan previsible y coñazo como suena. Salvo por dos detallitos. Jacob Goodnight dudando de sus actos durante unos segundos (pero, ¿¿no se suponía que le iba sacar ojos de sus cuencas?? a tenor de lo visto en esta secuela, o se le ha olvidado, o ha cambiado de hobby) y el inesperado destino que le tienen reservado a cierto personaje. Por unos momentos parecía que las Soska habían decidido echarle ovarios, ignorando ciertos dogmas narrativos atados a la fórmula. Pero no, todo se queda en meramente anecdótico. Y, oiga, uno se ofusca... se ofusca porque, viniendo de dos pavas abiertamente declaradas fans del terror, y salidas de cierta escena "indie", podría acusarlas de haber desaprovechado la ocasión de aportar entidad y dignidad a un producto de pura naturaleza crematística, de esos que los estudios -y directores en busca de una primera y desesperada oportunidad-, desprecian y en los que invierten cero interés, echando mano de salidas narrativas vergonzantes e insultantes para el espectador / fan, básicamente tratándolo de imbécil (y, créanme, en "Los ojos del mal 2" hay unas cuantas de esas), limitándose a contentar sus supuestas pocas exigencias a base de sangre (encima, escasa), escotes (y digo escotes, porque de tetas, nada) y unos cuantos guiños / homenajes (cierta camisa azul igual a la del "Ash" de "Evil Dead" -no es un delirio mío, las mismas Soska así lo reconocen-) o referencias tan evidentes que duelen (en este caso, por lo de situar un slasher en un hospital donde llega el cadáver del asesino de rigor, tiraríamos de "Viernes 13 - 4" o "Halloween 2 / ¡¡Sanguinario!!") Contrariamente, Jen y Sylvia Soska se limitan a cumplir con la papeleta, sin esforzarse demasiado ni aplicar gota de su supuesta devoción por el formato. Claro que, visto lo visto, casi mejor así, porque cuando han dado libre albedrío a dicha pasión, les han salido 
remakes o secuelas tardías disfrazadas de tributo a pesos pesados como David Cronenberg / "Rabia" o George A. Romero / "La noche de los muertos vivientes". Y, créanme, consumir la primera de ellas fue peor que hundir mis peludas pelotillas en un estanque lleno de barracudas mutadas.
Me he hartado de vomitar a los cuatro vientos que no hay peor director para una película de terror que un auto-indulgente fan del género. Sobre todo los de última hornada, que solo viven por y para esa clase de cine, escasamente interesados en cualquier cosa no etiquetable como tal y nadan en chorreante felicidad acudiendo a las "Cons" para adquirir el muñeco de Freddy que se tira pedos o los mocasines de Chucky. El caso de las Soska vendría a ejercer de ilustrativo y doloroso ejemplo.

martes, 1 de octubre de 2024

LOS FANTASMAS NO PUEDEN... HACERLO

“Los fantasmas no pueden… hacerlo”, la última película del tándem formado por el matrimonio Derek (John y Bo), es también una de las consideradas —cómo no— peores películas de la historia del cine. Y con total justicia, no solo porque efectivamente es una mala película de principio a fin, sino que, en un alarde de megalomanía, John Derek, no contento con escribir y dirigir para completo lucimiento de su esposa Bo, se atreve también a montar… y aquí es donde la película se convierte en un descacharrante artefacto digno de tener en cuenta. Porque el director de fotografía es bueno, los encuadres están medidos y la factura técnica general es la propia de una película hollywoodiense de gama media; pero el montaje es lo más amateur que podrás ver en un film de recorrido comercial. De hecho, es tan torpe que no comprendo cómo consiguió pasar cualquier tipo de criba en una reunión de toma de decisiones, en el caso de que la hubiera.
A ese desastre técnico añadan un argumento demencial, escrito por alguien casado con una mujer muy hermosa, pero 30 años más joven que él, al que ya no se le pone dura; obtenemos una de las películas más grotescas de la historia. Y lo curioso es que, gracias a dios, “Los fantasmas no pueden… hacerlo”, quizás por encontrarse adscrita al género del drama romántico, no ha encontrado una legión de atolondrados fans del cine malo que la reivindiquen a día de hoy. Tanto mejor.
Un matrimonio de multimillonarios disfruta de sus vacaciones en la nieve, cuando al marido le da un infarto de miocardio. Se recupera, pero las posibilidades de continuar con salud son escuetas, así que decide pegarse un tiro, sembrando así la desolación sentimental de su esposa. No obstante, la relación de amor entre este hombre ya metido de lleno en la tercera edad y una joven lozana de no más de 30 años es tan pura, que el fantasma de él se le aparecerá a ella a los pocos días de morir. Y en esas apariciones, el matrimonio mantendrá largas conversaciones. La recién viuda continuará su vida normal de viajes y lujo, cuando deciden elegir a un joven efebo al cual el marido poseerá con el fin de regresar a la vida y hacerle el amor a su esposa, porque, por lo pronto, los fantasmas no pueden hacerlo… Así pues, urdirán un plan para asesinar al galán y que el fantasma del anciano pueda poseerlo.
Una absoluta locura con diálogos que parecen escritos por un niño de diez años y una planificación del todo incompetente. En definitiva, un delirio de lo más reivindicable.
Protagonizada por Anthony Quinn, además de por Bo Derek, lo cierto es que, aunque ambos tienen unas cuantas secuencias juntos, el 90 % de la aparición de Quinn en pantalla, como fantasma, está rodada sobre un fondo negro que, en montaje, John Derek distribuye a lo largo del metraje para que interactúe con ella. Un recurso chabacano y barato que pasaríamos por alto si se incluyese en una o dos secuencias… ¡pero es que lo hace durante todo el largometraje! con lo cual tenemos aquí una ensalada se planos inconexos donde el concepto de raccord no existe. Este es asesinado secuencia tras secuencia, igual que la narrativa que va un poco despendolada en según que momentos. Nos enteramos de lo que sucede porque el argumento es más simple que una cartilla Rubio, pero el espacio tiempo no es tenido en cuenta en la concepción de esta película. Eso sí, hay una secuencia absurda en la que Bo Derek baila bajo la lluvia de manera erótica, dejando que la ropa mojada resalte sus atributos. No es que esté en demasía bien rodada (nada en la película lo está), pero sí que está fotografiada y coreografiada con el suficiente gusto como para que la Derek la incluya en un video book en el caso de que lo tenga. Si ella sale guapa (que no lo sale porque está colorada como un cangrejo toda la puta peli), el resto importa una mierda.
Por supuesto, y como cabía esperar desde un principio, la película fue un fracaso mayúsculo que puso fin a la obra conjunta de John y Bo Derek, y casi a la carrera de la sex symbol. Después de esto, y aunque protagonizó un par de films menores, la actriz se prodigó poco en pantalla.
Por otro lado, “Los fantasmas no pueden… hacerlo” no pasó inadvertida para la gente de Golden Raspberry, que otorgó a nada menos que cuatro premios razzie a la peor película, peor dirección, peor actriz protagonista y peor actor secundario para ¡Donald Trump! De hecho, no era raro ver al ex-presidente de Estados Unidos haciendo pequeños papeles en el cine a finales de los 80 y primeros 90; apareció en “Solo en casa 2” o “Una pandilla de pillos”, así como su efigie fue altamente parodiada en “Gremlins 2”, pero aquí aparece con un papel destacado, con diálogos, que Trump soltaba poniendo morritos, dicen los estudiosos que emulando a Mussolini. La verdad es que te mueres de risa al verlo y al escuchar las frases que recita.
Bo Derek era un ícono cinematográfico y sexual en todo el mundo, en el año de producción de esta película, 1989, quizás un poco menos, pero eso no fue óbice para que “Los fantasmas no pueden… hacerlo” se lanzase en nuestro país con todos los honores, con un póster bastante más erótico de lo que es en sí la película, en cines de estreno (y no de barrio o de sesión doble, que ya estaban desapareciendo) donde fueron a verla 137.000 espectadores. Bastante poco para 1989, pero una cantidad considerable para cualquier película que se estrenara hoy en día, incluso antes de la pandemia.
Como fuere, el festival de risas que me ha proporcionado la película ha sido generoso, amén que, con toda la tontería, y como suele pasar con todas las películas de los Derek —mejores o peores—, está francamente entretenida. Por lo demás, es un desbarajuste tan enorme, tan desorbitado, que no entiendo como no se le procesa culto alguno. Desde aquí, la reivindico como “mala pero divertida”, muy fuertemente.