Gracias a la televisión
y a la proliferación de series de
dibujos animados japoneses, se exportaban a Europa desde países recónditos como
Corea o Taiwan, largometrajes de animación que en un afán por imitar el Manga
Japonés se acercaban lo máximo posible a este estilo de dibujo. Claro que en
España, sin ir más lejos, se omitía la procedencia de estas películas con la
intención de hacerlas pasar por largometrajes de los tan populares dibujos
animados japoneses de la época. Y picábamos.
A la ristra de dibujos
coreanos sobre robots gigantes, émulos descarados del archiconocido Mazinger Z,
hay que sumarle la famosa película de acción real “Tie Chao Ren” que se estrenó
en nuestro país como una adaptación del anime “Mazinger Z”, entonces de éxito
en la televisión y que, de procedencia también coreana, expoliaba una serie
televisiva japonesa a la que tunearon convenientemente con el fin de
convertirla en filme de hora y media de duración. El resultado en España se
tradujo en “Mazinger Z: El robot de las estrellas” también conocida en una de sus ediciones en vídeo bajo el título de
“The Iron Superman”.
De poco después sería
esta “Qi cai feng shen bang”, que con el extraño título castellano de “Tarzerix
en la historia de los dioses chinos” — ¿por qué Tarzerix?— se hacía pasar por
un manga de alta alcurnia con un reclamo de lo más sugerente; un sosias de
Bruce Lee (que es chino y no japonés) que aparecía a todo póster.
En realidad se trata de
un largometraje de animación taiwanés de muy baja ralea, con unos movimientos
torpes y bruscos, y un dibujo casi siempre descuidado y a medio camino entre el
anime y el cartoon checoslovaco. Pura morralla.
Lo que pasa es que toda
esta morralla, se me antoja fascinante al igual que la animación coreana (“Golden Batman”, por ejemplo) y a las
toneladas de nostalgia con las que me enfrento en recientes visionados (porque
las vi de pequeño) hay que sumarle los raudales de diversión que contienen
estas cintas, porque allí donde no alcanza la animación, estas producciones
andan sobradas de velocidad y entretenimiento. Sorprendentemente, estas
películas están francamente divertidas y se soportan estupendamente. La
diversión se intensifica con lo chabacano de la animación, tornándose, estos, productos de derribo de lo más destacables.
“Tarzerix en la historia
de los dioses chinos”, hasta dónde alcanza mi comprensión, cuenta una historia
de dioses, demonios y mortales que salen perjudicados entre sus caprichos
belicosos, Con un tiránico rey que tiene sometida a toda su plebe, en guerra con
otro clan. Finalmente, un héroe solitario y desconocido pondrá fin a toda esta
maldad haciendo un alarde de artes marciales y destruyendo enemigos, como por
ejemplo, ese pequeño demonio con una tuneladora en la cabeza, que recuerda
sospechosamente a una de las criaturas de “Puppet Master”, Tuneleer, que tiene
un diseño calcado.
“Tarzerix”, se estrenó
en salas de nuestro país a finales de los años 70, y como solía ser de recibo
en estas producciones taiwanesas y coreanas, y pasándose los posibles derechos de
autor por los santos cojones, este
estreno se hizo acompañar, y al igual que “Mazinger Z: El robot de las
Estrellas”, de toda suerte de merchadising fabricado para la ocasión como pueda
ser la colección de tebeos editada por Editorial Valenciana que resumía la
película en seis números (y que luego se editarían en un álbum), la colección
de cromos o el single en 7’ con dos de las canciones de la película traducidas
y grabadas al castellano.
“Tarzerix”, consiguió
movilizar a los cines a 143.000 espectadores, cosa no del todo muy destacable
pero que ya iba bien, siendo posteriormente un título perenne en las
estanterías de los videoclubes, en su sección infantil. La paradoja es que, aún
tratándose de una cinta destinada a los infantes, “Tarzerix” es una película
violenta y sangrienta como pocas he visto, incluyendo en su metraje
extracciones de corazones, deglutición de carne humana y acuchillamientos y
atravesamientos con espada varios.
La otra curiosidad
radica en que el héroe de la película, Tarzerix, no aparece hasta la recta
final de la misma.
Muy maja.
Adjunto una publicidad
del diario “La Vanguardia” de cuando se estrenó en salas allá por 1979.