En el agradable pero poco vistoso audio comentario de la simpática/tontuna "Spaceballs, la loca historia de las galaxias", Mel Brooks explica, no sin cierto desencanto, que el éxito de "Sillas de montar calientes" fue su bendición y a la vez su maldición. Hasta entonces únicamente había dirigido dos películas de presupuesto modesto y que él consideraba "personales", "Los Productores" y esta de la que pasaré a hablarles hoy, "El misterio de las doce sillas". Un par de comedias no excesivamente desmadradas, con un cierto poso realista, lejos del elemento paródico, metacinematográfico, abiertamente bufo y referencial que sería una constante en casi todo el resto de su carrera a raíz de aquel peculiar western de guasa. El pequeño judío literalmente comenta que tras semejante éxito había "emprendido el camino equivocado" y que tendría que haberse mantenido fiel a sus primeras películas y "olvidarme de todo este asunto de tener que llenar asientos en los cines". Unas palabras muy reveladoras y que aclaran mucho la naturaleza de "El misterio de las doce sillas", extrañamente ambientada en la Rusia de los años 20 (y basada en una novela de idéntica procedencia).
Una aristócrata, caída en desgracia tras la revolución, confiesa el día de su muerte que ocultó todas sus joyas en el fondo de una de las lujosas doce sillas que amueblaban su antigua mansión. El yerno de la muerta, el cura golfo que la ha confesado y un joven vagabundo saldrán a la búsqueda de tan preciado tesoro, viviendo toda suerte de trifulcas más o menos graciosas.
Cuando era jovencito, y mi fanatismo por Mel Brooks se encontraba en pleno apogeo, consideraba "El misterio de las doce sillas" su película más aburrida y menos divertida. Y es cierto que puede ser así, pero ello no significa que sea la peor. Seguramente, desde un punto de vista cinematográfico y "autoral", son más malas algunas de las que hizo en los 90. Pero aún así, por estúpidas y chorriles, aquellas resultan incluso más amenas que esta tragicomedia en la que, como decía, tenemos a un Brooks bastante contenido, dispuesto a explotar cierto tono más de enredo antes que absurdista, añadiendo unas gotitas de slapstick, sobre todo por ciertas secuencias aceleradas. Sonríes a ratos, sí, pero la verdad es que no es una peli tremendamente divertida y, además, gasta un tono gris y cuenta con un final sutilmente amargo que de chaval no me gustó nada de nada (aunque el de la novela es peor, con un crimen de por medio).
El florido reparto lo componen Ron Moody, un debutante Frank Langella (papel que quería hacer Gene Wilder, pero Brooks se lo negó al considerar que no pegaba como galán/golfo, por lo que el rizado actor acabó rechazando salir en la peli) y un Dom DeLuise desatadísimo. Inevitablemente, el propio Brooks se reserva un papel secundario.
Vista hoy día, quizás mis impresiones han mejorado sustancialmente, pero no tanto como para incluir su dvd o blu-ray en mi colección. Será que tengo mal gusto, o que soy demasiado simple, pero sigo prefiriendo aquellas obras que Mel Brooks hizo después, destinadas a "llenar asientos en los cines".
sábado, 30 de mayo de 2020
viernes, 29 de mayo de 2020
EL CHOCOLATE DEL LORO
Dentro del cine español, con sus éxitos y, sobre todo, sus
fracasos, a veces se paren películas que aunque sea únicamente por la falta de
interés general que suscitan prácticamente desde el momento de su concepción,
ya se vuelven un producto exótico y sugerente, merecedor de, al menos, un
visionado. Este tipo de películas se daban mayormente en la década de 2000.
Llegaban a estrenarse una serie de títulos que tras un par de pases en salas
comerciales, desaparecían de la memoria popular como humo de un cigarrillo. No
me refiero a pequeñas producciones independientes cuyo estreno es parte de la
gracia de la película, que el estrenarse es casi un capricho que se pueden dar
los productores, no sin esfuerzo. Me refiero a películas con una distribución
estándar y producidas por profesionales del sector. Son películas que desde el
momento que se da la voz de acción, son susceptibles de no ser rentables de
manera comercial de ninguna de las maneras y, aun así, estas acaban
estrenándose aunque las vayan a ver cuatro gatos. Y esto me lleva a preguntarme
qué es lo que lleva a estos productores a estrenar estas películas que nacen
muertas. Supongo que serán tejemanejes extracinematográficos que tienen más que
ver con el eterno tema de las subvenciones y las evasiones de divisas que con
el mero hecho de hacer dinero con una película. Chi lo sa.
“El chocolate del loro” es un flagrante ejemplo de esto que
les digo. Producida por Enrique Cerezo y con una recaudación en taquilla de
283.000 euros aproximadamente según los datos del ministerio (no se lo creen ni
ellos), cuenta la historia de un joven opositor al que, como han cerrado la
biblioteca a la que iba a estudiar, se le fastidia la opción de estudiar
plácidamente hasta el momento de opositar. Como en casa no puede porque hay
mucho jaleo, a su madre se le ocurre que se vaya al chalet de su hermano en una
urbanización de lujo mientras este permanece de vacaciones, con el fin de que
este estudie tranquilo. Al final es peor el remedio que la enfermedad porque,
durante su estancia, todo se complicará en un enredo que propiciará que este
estudie menos todavía, debido a las distracciones externas.
No existe película más insípida que esta. Desde el minuto
uno, sabemos que el chaval no va a poder estudiar tranquilo, así como sabemos,
si me permiten el spoiler, que al final
aprobará las oposiciones. Esta previsión daría lo mismo si lo de en medio
funcionase o fuese divertido, pero es que precisamente lo de en medio es lo
anodino. Vamos, que al acabar de verla llegué a la conclusión de que esta
película da igual que exista o no. Porque es mala, pero no tanto como para que
lo que vemos se vuelva memorable por ser un despropósito, mientras que, por
otro lado, le queda muchísimo para ser buena. Es una película sin alma ¡Ojo! no
está mal hecha técnicamente, es funcional, realizada por profesionales… pero
que trabajan con el piloto automático. En cualquier caso, lo creativo es lo que
parece hecho sin ganas, sin esfuerzo. Si hay un talento, este tampoco aflora,
como si al propio director también le diera lo mismo la película. Pero
finalmente, su valor reside precisamente en eso, en que es una película
desalmada que existe, que se estrenó en cine y tuvo una posterior vida en vídeo,
sin tener ni un solo mérito para que eso fuera así. Naturalmente al público le
dio lo mismo y pasó inadvertida. Y si preguntas a cualquier cinéfilo de los
muchos que pululan por ahí, serán muy poquitos los que sepan de su existencia.
Ahí está el mérito.
Según me informo, la producción costó millón y pico de
euros, y no llegó a costar menos porque al final rodaron en España y no en
Argentina para abaratar costes como en un principio estaba previsto y, aun así,
y si su presupuesto no está inflado, me cuesta creer que en el momento que el
proyecto se llevó a cabo, no dudaran sus
productores que iban a gastar un dinero que ni de coña iban a recuperar.
Entonces ¿qué es lo que pasa? Es todo muy turbio… pero por suerte, ahí tenemos
una película, “El chocolate del loro”, para reforzar esta teoría.
Probablemente, el negocio ya estaba hecho antes siquiera de ponerse a rodar. No
en balde, el proyecto fue un encargo que le vino que ni caído del cielo a su
director, Ernesto Martín, tras ganar un premio con un cortometraje. ¿Martín
volvió a rodar? Sí, otro largo todavía más ignoto que este, “Perro flaco” en
2011. Pero después de eso un corto y poco más. “El chocolate del loro”, fue su
chocolate del loro y, probablemente, el director a día de hoy esté maldiciendo
el día que aceptó rodar esta película. Pero ahí está, para bien o para mal.
En el reparto, Borja Elgea tras un periplo de éxito
televisivo que duraría poco, Roger Pera en una de las peores y más desangeladas
interpretaciones que he visto en mi vida, Quique San Francisco y Miguel Rellan,
que tampoco están muy lúcidos. Y Paula Echevarría, que es muy mona.
Nada,
reseña testimonial.
miércoles, 27 de mayo de 2020
LOS FOTOCROMOS DE "LA GRAN COMEDIA"
La ópera prima de Juan Pinzás, amigo de este blog y al que
agradecemos la cesión de estos fotocromos, es una personal película de escueto
presupuesto, extraño sentido del humor y, sobre todo, la primera incursión el
el cine de Julián Pintos, el alter ego de Pinzás, que le ha acompañado, además
de en esta, en películas como “New York Shadows” y “El vientre de Europa”.
Aquí, el propio director da vida a un director de cine que
tiene que ganarse la vida en el mercado inmobiliario y que prepara un guion que
podría ser su gran espaldarazo en el mundo del cine. Cuando hace acto de
presencia su jefe, la cosa se enredará.
Una comedia de autor a reivindicar a día de hoy (Nota de Naxo: 😂)
En el reparto, los inconmensurables Luis Escobar y José Luis
López Vázquez.
Estos son los fotocromos de "La gran comierda" que en su día adornaron las
vitrinas de los cines en los que se estrenó.
lunes, 25 de mayo de 2020
CUMPLEAÑOS MORTAL
Clásico de la golden era del slasher, “Cumpleaños Mortal” es
una producción canadiense que se aprovechaba del tirón de “La noche deHalloween” siendo el enésimo film con una festividad en su título como excusa
para que un asesino de identidad anónima masacre al mayor número de jovencitos
posibles. Producido por John Dunning y
rodado a la par que otro clásico de la
época, “San Valentín sangriento” —también de Dunning—, aunque estrenado
después, “Cumpleaños Mortal” es una pequeña cinta de culto que está, a todo
efecto, sobre valorada por el fandom.
Tan rentables eran estas películas a principios de los
ochenta que la Columbia pictures no tuvo el más mínimo reparo en comprar este
pequeño film independiente, gastarse en publicidad lo mismo que costó rodarlo y
fracasar en el intento, recaudando al final de su carrera, más o menos, lo
mismo que habían invertido en su totalidad.
Así, tenemos a un grupo de estudiantes bastante pijos,
clasistas e irritables, que va falleciendo en un entorno académico a manos de
una figura misteriosa vestida de negro y con guantes de cuero. Por otro lado
tenemos a Virginia, virginal estudiante que regresa al colegio tras haber
estado convaleciente después de una operación cerebral y de la que se nos van mostrando, a través de
flashbacks, las circunstancias que la han llevado a estar donde está en esos
momentos. Todo ello nos sirve para que, entre unas cosas y otras, mientras el
espectador hace sus cábalas deduciendo quién es el asesino que de tan creativa
forma está haciendo morir a estos chavales, el guion nos vaya confundiendo
hasta que llegan un par de giros que desembocarán
en un final a la “Scooby Doo”, con el
verdadero malo quitándose la careta, que resulta un tanto lamentable.
Y es que aunque en la dirección tenemos al veterano J. LeeThompson, que venía de rodar clásicos como “Los cañones de Navarone” o “El cabo
del terror”, y pese a las trazas de película solvente que se gasta el film,
Thompson no se hace del todo con la película. Todo resulta confuso y tedioso, a
pesar de las ingentes cantidades de sangre en algunas de sus escenas —según
cuentan, J. Lee Thompson, la despilfarraba a cubos por el set de rodaje— y el
intento de ser una cosa dinámica y vistosa. El producto resultante, no es más
que un revoltijo de conceptos e ideas que no acaban de funcionar, que van
avanzando a trompicones a través de sus excesivas dos horas de metraje.
Thompson, y para darle empaque al producto, se trajo consigo
a otro veterano, Glenn Ford que realiza su papel mecánicamente y se lo ventila
en un par de sesiones que luego en montaje ya se irán estirando a lo largo de la película para que
parezca que está presente durante toda ella. En realidad, su presencia en esta es
irrelevante. Está ahí, pero si no estuviera daría exactamente lo mismo. Lo
bueno es que durante el rodaje de la película, Ford, estaba completamente
alcoholizado y dándose de hostias con todo el mundo en el set, motivo este por
el que hubo que paralizar el rodaje en alguna ocasión. Al final sus desplantes
violentos se solucionaron con diplomacia.
“Cumpleaños Mortal” se convertiría en un proyecto de
transición en la carrera de Thompson ya que, poco después, se especializaría en
productos al servicio de Charles Bronson, dando algunos de sus títulos más
populares, como por ejemplo “Yo soy la justicia II” o “Mensajero de la muerte”,
ambos de la era Cannon.
Por lo demás, un slasher flojíto, tan insípido como icónico
es su póster original, con ese muchacho a punto de ser trincado por un pincho
moruno. La anécdota está en que en la película, sí que hay una escena en la que
un muchacho es atravesado por un pincho moruno… pero no es el que aparece en el
póster.
Poco más. Sólo para completistas.
sábado, 23 de mayo de 2020
CBGB
Advertencia: "CBGB" no es un biopic sobre el nacimiento, auge y caída del famoso club neoyorquino. Ni tampoco trata a fondo el despertar del primigenio punk, que es por lo que todos lo conocemos. Esta película cuenta la vida, o una parte de ella, de su fundador y propietario, Hilly Kristal, estupendamente interpretado por el gran y ya fallecido Alan Rickman. Aclaro esto porque puede dar pie a decepciones. Tal vez esa sea la razón por la que el film arrastra tanta mala prensa. O tal vez se deba a las "libertades históricas" que se toma. No sé, en cualquier caso me sorprendía que, en general, se hablara tan mal de ella y que casi nadie supiera de su existencia. De hecho, nunca llegó a nuestras tierras. Sin embargo, y añadiendo una sorpresa más al pack, descubrir que por la red rulaba una versión con doblaje latino fue toda una alegría. Esa es la que he consumido. Pero antes de entrar en materia, dejen que me explaye con respecto a uno de los personajes secundarios que rulan por "CBGB" -la película-, rulaban por "CBGB" -el local- y que, lógicamente, tiene su parte de peso en todo esto: John Holmstrom.
Puede que muchos de ustedes conozcan a John Holmstrom por la cubierta de "Road to Ruin", el disco de "Ramones". Hay que decir que la paternidad de la misma no es totalmente suya, polémica esta que amarga un tanto al dibujante y sobre la que se pueden informar a fondo si buscan por la red. Pero tampoco vayamos a quitarle ahora méritos, también son de su paternidad -y en este caso, de verdad de la buena- la contraportada y las ilustraciones interiores de "Rocket to Russia", tercer LP de "Ramones", así como las cubiertas de otros tantos vinilos para otras tantas bandas, destacando las de "Artless" y "Murphy's Law". Aunque a mi, lo que realmente me tenía enamorado de Holmstrom, además de su estilo de dibujo tosco pero fresco y divertido, era su condición de co-fundador del mítico ¿fanzine? "Punk Magazine". Su influencia en toda la fanedición posterior es irrebatible, básicamente porque fue pionera en mezclar comics cafres con rock and roll callejero y una indiscutible devoción por toda clase de cultura basura. Andaba como loco con ella. Me fascinaba, me obsesionaba y no paraba de investigar al respecto allá donde podía.
Con la llegada de la red comencé a seguir el Facebook de John Holmstrom. Justamente ahí, tuve noticia de la existencia de la película a la que va dedicada esta reseña, "CBGB". El dibujante le daba mucha cancha y todo se prometía de fenómenos. Pasó un tiempo y me enteré que se había estrenado y estaba siendo muy mal recibida. Holmstrom hacía todo lo que podía para defenderla, pero no servía de mucho. ¿Por qué tanta dedicación? ¿nostalgia de sus años mozos? ¿un incontrolable deseo por proteger un documento audiovisual que se dedicaba a narrar el nacimiento de una movida de la que él formó parte? Pues no. Ahora que la he visto, puedo responder a la pregunta: Resulta que Holmstrom no solo aparece en la película como personaje, y con bastante presencia, es que, además, aporta un buen puñado de gráficos (y supongo que sirvió de "consultor" para mantenerse fiel a los hechos, aunque, visto lo visto, no hizo un gran trabajo). Casi podría decirse que "CBGB" da tanta importancia al local como a "Punk Magazine", porque buena parte de ella se desarrolla a base de viñetas, onomatopeyas e ilustraciones que cobran vida -o al revés-, casi casi como si estuviéramos leyendo un comic publicado en el legendario ¿fanzine?. Y, de hecho, el film arranca con la creación del mismo. Es más, se afirma que el uso de la palabra punk para identificar la movida nació en el sótano de la casa de los Holmstrom y que fue John el que lo sugirió. Y cuidao, no digo que no sea verdad porque sí lo es... en parte, al menos (se supone que fue idea de otro de los fundadores, Legs McNeil), solo que ahora comprendo la dedicación del dibujante a promocionar y, sobre todo, defender la película.
El argumento creo que ha quedado claro desde el principio, pero por si acaso lo resumiré de esta manera: Hilly Kristal es un empresario frustrado que se pirra por tener su propio local musical donde dar cancha a su querida música Country, BlueGrass y Blues (de ahí las siglas). En un último intento, se hace con un antro chunguísimo en un barrio chunguísimo y lo transforma en el "CBGB". Pronto se convierte en la meca del primer, genuino y único punk rock. Muchas de las bandas que dieron forma a este cristo, debutaron en el cochambroso local de Kristal que, a pesar de ello, seguía endeudado hasta el culo para mayor escarnio de su decepcionada hija. Al final todo se medio arregla y acaba la película, aunque no la historia del local. Siendo como es un largometraje de espíritu "indie", el interés por narrarnos las miserias de Hilly y la relación conflictiva con su retoño es una apuesta evidente. Lo que ocurre es que, siendo francos, a nadie le importa una mierda la vida del caballero. Alguien que, en el fondo, y a pesar del éxito, vivió siempre frustrado porque nunca pudo hacer lo que quería en realidad: tener un local dedicado al country, bluegrass y blues.
Lo verdaderamente interesante de la existencia del empresario, y de su sucio y apestoso antro, es que dio pistoletazo de salida a esa música revolucionaria que lo cambió todo. Y es cuando la peli se centra en ello que se torna genuinamente interesante, incluso apasionante. Vemos las primeras actuaciones de "Television", "Blondie", "Talking Heads" o los "Dead Boys". Al ser estos últimos el grupo del que Hilly Kristal fue manager, ganan un peso notable en una trama que, superada toda la parte del nacimiento del punk, desciende unos cuantos enteros, narrativamente y rítmicamente, por lo que, como consecuencia, deja de ser tan interesante y comienza a bordear el aburrimiento. Va avanzando a trompicones, con algún destello puntual, hasta que termina. Y la sensación que te deja es de que sí, no está mal. No es tan chunga como la pintan. Se deja ver perfectamente, aunque supongo que una historia como esta tendría que haber dado pie a una película mucho mejor. Elementos para ello no faltaban.
Luego están, como decía antes, las "cagadas y/o libertades históricas". Se echan de menos muchas presencias míticas. Otras aparecen brevemente. Otras únicamente son mentadas de pasada. Aunque quizás el caso más llamativo es el de "Ramones". Sí, están en la peli, no demasiado mal caracterizados, PERO no suena ni una de sus canciones famosas. Supongo que no pudieron disponer de los derechos correspondientes para utilizarlas. Todas estas trifulcas pueden molestar al purista, pero de ahí a cargarse la peli, tampoco.
Inevitablemente, ver cómo Holmstrom y McNeil conocieron a Mary Harron (futura directora de "American Psycho"). Cómo entrevistaron a Lou Reed. O cómo editaron y vendieron aquel mítico primer número de "Punk Magazine" en la barra del "CBGB", es la materia que más he gozado.
El reparto es harto curioso, destaca sobre todo Rupert Grint, el amigo pelirrojo de "Harry Potter", dando vida nada menos que a Cheetah Chrome, guitarra de los "Dead Boys".
Dirige Randall Miller, sin nada destacable en su filmografía salvo por unos cuantos capítulos de la serie "Parker Lewis nunca pierde".
En definitiva, "CBGB" es una peli regulera, visible pero sin mayores consecuencias que, sobre todo, recomiendo a aquellos devotos de la movida punkera original -y fans de "Punk Magazine"- con una mentalidad abierta y comprensiva. Los talibanes mejor que se mantengan bien lejos.
viernes, 22 de mayo de 2020
TUNNEL VISION
Neal Israel, el hombre detrás del guion de “Loca academia depolicía” y director de “Despedida de soltero”, debuta para la gran pantalla dirigiendo, junto a
Brad Swirnoff, esta comedia de sketchs de corte satírico.
La película se aprovecha de la actualidad del momento, 1976,
con el inicio de la televisión por cable que vaticinaba una programación más
libre (y sin censura) que las televisiones nacionales de Estados Unidos. Intuyendo
esto la película de antemano, la historia nos traslada a un futuro no muy
lejano, 1985, en el que el senado está juzgando un canal de televisión llamado
“Tunnel Vision”, en el que la programación está libre de censura y, por lo
tanto, goza del beneplácito popular, cosa que a los entes bienpensantes de la
américa blanca no les parece nada bien. Según palabras del director del canal,
“Tunnel Vision es popular porque la libertad es popular”. Así, en la pantalla
del juzgado, se da paso a la programación de dicho canal, que a su vez, da paso
al espectador a lo que es la propia película. Entonces lo que vemos es un
batiburrillo de sketches, muy en la línea del “Made in USA” de John Landis + ZAZ,
pero con mucha menos gracia e inventiva que los que pudimos ver en aquella.
Así, la cosa se compone de trailers de ficticias películas, spots de productos
imposibles y concursos de televisión que parodian otros de gran calado en la
cultura popular USA, si bien, se hace chanza de todo el politiqueo yankee de la
época o se mofa de los estereotipos raciales con muy mala baba. Por lo demás,
tonterías como Wrestling de celebridades, un anuncio sobre una pistola que al
ser disparada anula la voluntad de la víctima —y que un padre de familia
utilizará contra su hijo pequeño primero, contra su mujer después— o parodias
de todo tipo social.
Lo bueno es que la cinta apenas dura una hora y diez
minutos, con lo cual, y al ser una sucesión de sketchs que por separado no
llegan a alcanzar los tres minutos de duración, la cosa se deja ver
perfectamente, si bien, apenas esbozamos una sonrisilla de vez en cuando. No
resulta muy graciosa, en parte también porque es un producto muy de su momento
que usa, como motivo de su comicidad, personajes relevantes de aquella época de
carácter muy localista, que es muy difícil que como espectadores españoles que somos lleguemos a conocer. Pero
tiene sus momentos lúcidos.
Por otro lado, la película cuenta en su cast con
innumerables estrellas del cine y la televisión, con el aliciente de que, todos
ellos, todavía no habían alcanzado la popularidad masiva con la que unos años
más tarde contaron, por lo que tenemos intervenciones de gente muy famosa,
incluso, en calidad de extra. Así, además de poder ver en pantalla en calidad
de actores al propio Neal Israel o a su compinche a la máquina de escribir Pat
Proft, vemos desfilar a gente de la talla de John Candy, Howard Hesseman, Chevy Chase, Roger Bowen, Ron Silver o Betty Thomas, todos ellos muy primerizos e
inexpertos.
Neal Israel tendría su década de esplendor en los 80 gracias
a las películas míticas que todos conocéis para en las décadas siguientes
hacerse fuerte en la televisión, mientras que su co director, Brad Swirnoff,
apenas escribió guiones para un par de cosillas más, sin importancia, y
dirigió, un año después de esta, otra película de similares características
titulada “American Rapsberry”.
“Tunnel Vision”, no deja de tener interés y curiosidad pese
a ser una cosita menor e intrascendente.
lunes, 18 de mayo de 2020
TARDE DE FIESTA
Una de las cosas que hacían única —y entrañable— la era del
vídeoclub, era que, más allá de encontrar en Beta o VHS toda suerte de
películas de variado pelaje, de vez en cuando, podíamos ver otro tipo de
productos. Era muy común poder alquilar en vídeo obras de revista
protagonizadas por los más queridos cómicos españoles, así como películas
filmadas en primigenio vídeo que se concebían para ser explotadas única y
exclusivamente en formato casero. Y también, se podía ver entre los estantes,
cosas como el “Humor andaluz, final del III festival”, vídeo que reproducía el
tramo final de un concurso de chistes, o esta “Tarde de fiesta” por obra y
gracia del parapsicólogo (o mejor dicho, vendemotos) y cineasta chapucero
Sebastián D’arbó.
A priori, esta cinta de la que se distribuyeron dos
ediciones conocidas, era un misterio. Una de las carátulas sugería que nos
encontrábamos ante una película de ambiente circense, a juzgar por el crédito
que rezaba “Dirigida por Sebastián D’arbó”, mientras que la otra edición podía
parecer que se trataba de una película de dibujos animados. Pues ni una cosa ni
la otra. “Tarde de fiesta” en realidad es una filmación de un espectáculo de
circo portátil perpetrada bajo encargo por D’arbó, que con un par de cámaras y
un equipo técnico completito, se graba el show sin inmutarse y luego eso se
comercializa en vídeo de alquiler para sorpresa del que no supiera muy bien que
estaba eligiendo.
La filmación es de lo más extraña ya que el sonido es muy
nítido para lo que estamos acostumbrados en productos de esta índole y aunque a
veces detectamos sonido directo, también se detecta, en algunos extractos,
sonido doblado. Como fuere, la cosa es tan sencilla como ver un espectáculo de
circo al aire libre con su
mago/ilusionista, su contorsionista, sus jefes de pista que hacen las veces de
payasos, o el plato fuerte de la función, Kirman, el faquir tragafuegos, que
hace morir de miedo a uno de los niños del
respetable público. Todo muy a saco y sin seguridad ninguna, muy
ochentero y entrañable.
La grabación se llevó a cabo en la localidad de Vic en
Barcelona, y la compañía a filmar era el Circo Sémola. Ese grupo de artistas,
comandados por el ya fallecido Joan Grau i Roca y varios miembros de su
familia, a finales de los 80 se recicló en compañía de teatro haciéndose llamar desde entonces Teatro
Sémola y, hasta el fallecimiento de Grau,
se dedicaron a hacer toda suerte de obritas de teatro siempre de carácter
itinerante y muy local, no llegando nunca a ser una gran compañía que llenara los
complejos teatrales punteros, pero populares dentro del circuito de
aficionados. Por eso, lo que tenemos aquí es un documento seminal de la
compañía, ya que en sus inicios fueron una agrupación meramente circense y callejera que actuaban
al aire libre y sin una mala carpa en la que resguardarse, adornando el
espectáculo, eso sí, con una estupenda orquesta musical.
Lo curioso es que la cinta no está mal, es entretenida,
curiosa por la época que retrata, vemos como los mismos artistas hacen las
veces de malabaristas, payasos o presentadores y, si como a mí, os llama
mínimamente la atención el mundo del circo (y más este tipo de circos
pequeñitos y casi tercermundistas), pues estamos ante una grabación añeja de lo
más disfrutable. O al menos, sí que es mejor que las películas de D’arbó, o al
menos más honesta.
Producida y distribuida por Vadi Mon, sello que en los
ochenta operaba en los videoclubes con un logotipo fascinante, he de decir que
la cinta está disponible para su visionado en Youtube, y que la descubrí gracias
a la reseña que sobre ella hizo Domingo López en su Facebook (lugar de donde le
he chorizado la carátula para ilustrar esta entrada) ya que yo no tenía
conocimiento de ella y jamás la vi en las estanterías de los videoclubes que yo
frecuentaba en la época. Ha supuesto, para mí, todo un descubrimiento. Echarle
un ojillo no les va a costar ningún esfuerzo.
sábado, 16 de mayo de 2020
MADE IN U.S.A.
Con "Made in U.S.A.", "The Kentucky Fried Movie" en versión original, hablamos de una de las comedias determinantes de mi adolescencia. Entonces andaba como loco con John Landis y el "spoof" según las artes de Jim Abrahams, Jerry & David Zucker. Fue toda una revelación dscubrir que, antes de sus respectivos grandes "hits", habían colaborado en una película.
Estamos en 1977. Los ZAZ triunfaban con su teatro en el que parodiaban cine, televisión y anuncios (el "Kentucky Fried Theatre"), mientras que Landis llevaba cinco años inactivo tras debutar con "Shlock/El monstruo de las bananas". Fue el productor Robert K. Weiss el que los fusionó para una película que suponía el traslado a la gran pantalla del humor del trío judío (únicos responsables del guion). Sin saberlo, estaban dando el pistoletazo de salida a la nueva comedia norteamericana que tan buenos frutos aportó de ahí en adelante. Aquel sentido del humor, surrealista, provocador, algo transgresor y eminentemente gamberro fue un auténtico revulsivo. Rodada con evidentes pocos medios, funcionó de perlas. Y el resto, como se suele decir, es historia.
Centrarse en su contenido es tan absurdo como ella misma. Básicamente se trata de una sucesión de gags de variada temática y duración, en los que, tal y como solían proceder con el "Kentucky Fried Theatre", hacen mofa de la televisión, la publicidad y el cine. Los hay brillantes y los hay menos inspirados. Aunque la coña estrella es la ya mítica parodia de "Operación Dragón". Dura más que la mayoría e incluye algunas de las mejores ocurrencias (la "sirena humana" todavía consigue hacerme derramar lágrimas de risa), sin desmerecer de esa otra desternillante guasa a costa de las "películas/series de juicios", "Courtroom".
Motivados por el éxito, los ZAZ pensaron en parir una segunda parte de "The Kentucky Fried Movie" que incluiría otra "parodia central" de alguna película popular de la época. Pero el colega Weiss les convenció para que olvidaran el formato de acumulación de gags y se centraran en convertir dicho sketch en un largometraje. Aquel fue el gen de lo que poco después se convertiría en "Aterriza como puedas". Y el resto es... pues eso.
"The Kentucky Fried Movie" llegó a España cortesía de "Weekend Video". Inexplicablemente, la habían desprovisto de algunos sketches (e, irónicamente, una imagen de uno de estos lucía en la parte trasera de la estrambótica caratula). El doblaje interfería mucho, demasiado, con citas a Madrid y al Pisuerga... pero, curiosamente, también contribuía a hacerla más divertida. Imposible no partirse el ojal con aquello de "Entle nosotlos hay un chinito cablón". Cuando fue pésimamente editada en dvd, le quitaron todavía más material. Afortunadamente, la edición yanqui lo lleva absolutamente todo. El film es tratado con la pleitesía que merece y cuenta con un audiocomentario entre Landis, los ZAZ y Weiss, así como entrañables imágenes del rodaje tomadas con una cámara de 8mm.
A pesar de su condición modesta, pueden verse algunos rostros y nombres populares a lo largo de la proyección: Bill Bixby, George Lazenby, Henry Gibson o Donald Shuterland. Forrest J. Ackerman se marca un cameo. Uschi Digard luce sus inmensas ubres. Evan Kim, la versión coñera de Bruce Lee, luego haría de compañero de "Harry Callahan" en "La lista negra". Los propios Zucker, Abrahams, Zucker interpretan a bastantes personajes. Landis aparece protagonizando un "stunt" (cosa a la que se dedicaba en su juventud y también hizo en "Un hombre lobo americano en Londres") y, esta vez, dejó el disfraz de gorila para el colega Rick Baker.
Uno de los aspectos más reconfortantes de "Made in U.S.A." es su humor políticamente incorrecto. Gags como la familia que convive con el hijo muerto a pesar de su avanzado estado de descomposición, ese legendario "Negros de mierdaaaaa!" (que en versión original se reduce a "Niiiigroooos!"), la imagen de una angelical niña junto a un enorme hombre de color en la misma cama ("Catholic High School Girls in Trouble") o la guasa con la manera de hablar de los personajes asiáticos, seguramente hoy día serían pasto de agrias y estúpidas polémicas. También sorprendía la carga erótica, especialmente con el sketch en el que una pareja fornicadora es espiada con gozo desde la televisión por los responsables de un noticiario (tres de los cuales son los mismos ZAZ). En aquella época, me sirvió incluso para darle al manubrio alguna que otra vez.
Con los años, y la inevitable decadencia creativa, Robert K. Weiss con "Amazonas en la luna" y David Zucker con "The Onion Movie" intentaron repetir la jugada. Mientras esta segunda se saldó con resultados algo irregulares, tal y como expuse en su respectiva reseña, la de las "Amazonas..." aún tenía cierta gracia. Además, conservaba casi intacta la estructura de "Made in U.S.A.", con una guasa central a costa de un género, en este caso la ciencia ficción de serie B de los años 50.
Como anécdota personal, dejen que les narre la ocasión en la que, estando un poco de moda a nivel local aquello de programar películas "trash" en un centro cívico y/o bar, un amigo mío decidió proyectar "Made in U.S.A.". Podemos decir que el muchacho no parecía comprender la diferencia entre una película "mala pero divertida", en la que el humor surge de forma involuntaria, y un "spoof" cuya función consiste, salga bien o mal, en provocar la risa de manera expresa. Aquellos pases se caracterizaban porque el público presente, fuese o no numeroso, se pasaba todo el rato increpando a la pantalla, soltando sandeces, tacos, etc. Supuestamente tal actividad debía acompañar a la peli, formar parte de la fiesta, pero muchas veces únicamente se transformaba en una molesta pared de ruido carente de ingenio alguno. Y así ocurrió con la película de Landis que, primero, fue tratada como una basura cuando, a mi juicio, estaba lejos de serlo. Y segundo, la metralleta de hostiles berridos imposibilitaba pillar los muchos gags verbales, por lo que difícilmente iban a entender los presentes que aquello era una genuina buena comedia. Tanto me cabreé, que me piré de allí para no volver. Creo que la experiencia me hizo replantear la validez de esa clase de eventos, cosa que a la larga tendría consecuencias.
Recientemente me animé a revisar este clásico de John Landis + ZAZ. Una parte de mi estaba convencido de que ya no me iba a funcionar igual, que me daría cuenta de que en realidad era bastante mala. Sin embargo, y a pesar de algunos chistes poco acertados, la disfruté mucho, me partí de risa con sus mejores ocurrencias ("Es duro y desdentado") y, vamos, que lo pasé pipa.
"The Kentucky Fried Movie / Made in U.S.A." sigue siendo estupenda en lo suyo.
Estamos en 1977. Los ZAZ triunfaban con su teatro en el que parodiaban cine, televisión y anuncios (el "Kentucky Fried Theatre"), mientras que Landis llevaba cinco años inactivo tras debutar con "Shlock/El monstruo de las bananas". Fue el productor Robert K. Weiss el que los fusionó para una película que suponía el traslado a la gran pantalla del humor del trío judío (únicos responsables del guion). Sin saberlo, estaban dando el pistoletazo de salida a la nueva comedia norteamericana que tan buenos frutos aportó de ahí en adelante. Aquel sentido del humor, surrealista, provocador, algo transgresor y eminentemente gamberro fue un auténtico revulsivo. Rodada con evidentes pocos medios, funcionó de perlas. Y el resto, como se suele decir, es historia.
Centrarse en su contenido es tan absurdo como ella misma. Básicamente se trata de una sucesión de gags de variada temática y duración, en los que, tal y como solían proceder con el "Kentucky Fried Theatre", hacen mofa de la televisión, la publicidad y el cine. Los hay brillantes y los hay menos inspirados. Aunque la coña estrella es la ya mítica parodia de "Operación Dragón". Dura más que la mayoría e incluye algunas de las mejores ocurrencias (la "sirena humana" todavía consigue hacerme derramar lágrimas de risa), sin desmerecer de esa otra desternillante guasa a costa de las "películas/series de juicios", "Courtroom".
Motivados por el éxito, los ZAZ pensaron en parir una segunda parte de "The Kentucky Fried Movie" que incluiría otra "parodia central" de alguna película popular de la época. Pero el colega Weiss les convenció para que olvidaran el formato de acumulación de gags y se centraran en convertir dicho sketch en un largometraje. Aquel fue el gen de lo que poco después se convertiría en "Aterriza como puedas". Y el resto es... pues eso.
"The Kentucky Fried Movie" llegó a España cortesía de "Weekend Video". Inexplicablemente, la habían desprovisto de algunos sketches (e, irónicamente, una imagen de uno de estos lucía en la parte trasera de la estrambótica caratula). El doblaje interfería mucho, demasiado, con citas a Madrid y al Pisuerga... pero, curiosamente, también contribuía a hacerla más divertida. Imposible no partirse el ojal con aquello de "Entle nosotlos hay un chinito cablón". Cuando fue pésimamente editada en dvd, le quitaron todavía más material. Afortunadamente, la edición yanqui lo lleva absolutamente todo. El film es tratado con la pleitesía que merece y cuenta con un audiocomentario entre Landis, los ZAZ y Weiss, así como entrañables imágenes del rodaje tomadas con una cámara de 8mm.
A pesar de su condición modesta, pueden verse algunos rostros y nombres populares a lo largo de la proyección: Bill Bixby, George Lazenby, Henry Gibson o Donald Shuterland. Forrest J. Ackerman se marca un cameo. Uschi Digard luce sus inmensas ubres. Evan Kim, la versión coñera de Bruce Lee, luego haría de compañero de "Harry Callahan" en "La lista negra". Los propios Zucker, Abrahams, Zucker interpretan a bastantes personajes. Landis aparece protagonizando un "stunt" (cosa a la que se dedicaba en su juventud y también hizo en "Un hombre lobo americano en Londres") y, esta vez, dejó el disfraz de gorila para el colega Rick Baker.
Uno de los aspectos más reconfortantes de "Made in U.S.A." es su humor políticamente incorrecto. Gags como la familia que convive con el hijo muerto a pesar de su avanzado estado de descomposición, ese legendario "Negros de mierdaaaaa!" (que en versión original se reduce a "Niiiigroooos!"), la imagen de una angelical niña junto a un enorme hombre de color en la misma cama ("Catholic High School Girls in Trouble") o la guasa con la manera de hablar de los personajes asiáticos, seguramente hoy día serían pasto de agrias y estúpidas polémicas. También sorprendía la carga erótica, especialmente con el sketch en el que una pareja fornicadora es espiada con gozo desde la televisión por los responsables de un noticiario (tres de los cuales son los mismos ZAZ). En aquella época, me sirvió incluso para darle al manubrio alguna que otra vez.
Con los años, y la inevitable decadencia creativa, Robert K. Weiss con "Amazonas en la luna" y David Zucker con "The Onion Movie" intentaron repetir la jugada. Mientras esta segunda se saldó con resultados algo irregulares, tal y como expuse en su respectiva reseña, la de las "Amazonas..." aún tenía cierta gracia. Además, conservaba casi intacta la estructura de "Made in U.S.A.", con una guasa central a costa de un género, en este caso la ciencia ficción de serie B de los años 50.
Como anécdota personal, dejen que les narre la ocasión en la que, estando un poco de moda a nivel local aquello de programar películas "trash" en un centro cívico y/o bar, un amigo mío decidió proyectar "Made in U.S.A.". Podemos decir que el muchacho no parecía comprender la diferencia entre una película "mala pero divertida", en la que el humor surge de forma involuntaria, y un "spoof" cuya función consiste, salga bien o mal, en provocar la risa de manera expresa. Aquellos pases se caracterizaban porque el público presente, fuese o no numeroso, se pasaba todo el rato increpando a la pantalla, soltando sandeces, tacos, etc. Supuestamente tal actividad debía acompañar a la peli, formar parte de la fiesta, pero muchas veces únicamente se transformaba en una molesta pared de ruido carente de ingenio alguno. Y así ocurrió con la película de Landis que, primero, fue tratada como una basura cuando, a mi juicio, estaba lejos de serlo. Y segundo, la metralleta de hostiles berridos imposibilitaba pillar los muchos gags verbales, por lo que difícilmente iban a entender los presentes que aquello era una genuina buena comedia. Tanto me cabreé, que me piré de allí para no volver. Creo que la experiencia me hizo replantear la validez de esa clase de eventos, cosa que a la larga tendría consecuencias.
Recientemente me animé a revisar este clásico de John Landis + ZAZ. Una parte de mi estaba convencido de que ya no me iba a funcionar igual, que me daría cuenta de que en realidad era bastante mala. Sin embargo, y a pesar de algunos chistes poco acertados, la disfruté mucho, me partí de risa con sus mejores ocurrencias ("Es duro y desdentado") y, vamos, que lo pasé pipa.
"The Kentucky Fried Movie / Made in U.S.A." sigue siendo estupenda en lo suyo.
viernes, 15 de mayo de 2020
SOMOS LENGUA
Documental que nos presenta una colección de retratos sobre
raperos de la escena underground de México de marcado tono artístico y que
sirve para que, sobre todo, los neófitos de esa escena, conozcamos de primera
mano los motivos y circunstancias que llevan a cada rapero a desarrollar sus
raps.
Obviamente, cada escena es diferente y no es lo mismo la estadounidense, de la cual
ya todos conocemos la historia, sus orígenes en los barrios marginales, que la
española, impostada y desarrollada por jóvenes provenientes de la clase media
—salvo algunas excepciones— que hacen del rap una suerte de canción protesta
perpetrada por, la mayoría de las veces, chavales que no saben hacer ni la o
con un canuto. Por supuesto, descubrir la escena Mexicana no deja de ser interesante
y curioso en tanto a que, con motivaciones y estilos de vida marginales
deudores del rap USA, la forma en que han usado el rap se asemeja mucho a la
española, quizás, por una cuestión idiomática. ¿Qué quiero decir con esto? Pues
que si el rapero mexicano puede tener una vida jodida de pandillero en barrios
suburbiales, con sus problemas de drogas y armas (que de todo hay) similar a la
de los raperos yankees, su rap es tan intrascendente como el que hacen los
españoles. Es más, diría que muchos de ellos, toman como modelo el rap español,
cunado no, lo imitan directamente. Y al igual que sucede en España, la cosa
cambia de una ciudad a otra según su idiosincrasia. En ese sentido, es muy
curioso lo distinto que puede ser un rapero de Monterrey a uno de Jalisco, del
mismo modo que lo es uno de Barcelona de uno de Sevilla y, en ambos casos,
todos con retazos de toda la escuela americana de los 90.
Como película documental por otro lado, “Somos lengua”, es
todo un ejercicio estético que le sirve al director, Kyzza Terrazas, para jugar
con las texturas y los ambientes.
Más que entrevistas, Terrazas nos ofrece una serie de
retratos en los que los raperos cuentan lo que a ellos les viene en gana a la
vez que nos hacen demostraciones de su talento. Y todo eso está muy bien,
ilustra y entretiene, pero Terrazas no le encuentra un hilo conductor a todo el
material del que dispone. Claro, que la propuesta, casi artie, tampoco necesita
de un hilo conductor, no es un documental al uso y utiliza lo que le funciona. Pero
como espectador me quedo con las ganas de saber un poco de que va la historia,
saber por qué en una zona algunos raperos utilizan la estética de los “Batos”
de Los Ángeles, por qué otros tienen un
aspecto tan peligroso y desarraigado y otros, en contraposición, parecen
adolescentes recién salidos de un instituto bien que copian el estilo de
raperos españoles mediocres como pueda ser Nach Scratch. Vamos, que me falta
información.
Por otro lado, sutilmente, y con las intervenciones de un
par de artistas del medio, emparenta directamente el rap mexicano con los
corridos, dando a entender que ambos estilos, en las antípodas, resultan ser la
misma cosa.
Como sea, para el aficionado al rap siempre será interesante
ver como es la cosa en otros países, tan cercanos por el lenguaje, pero tan
lejanos en distancia y costumbres.
Kyzza Terrazas, niño bien universitario, queriendo ser
escritor, acaba siendo cineasta y estudiante de la universidad de Columbia en
Nueva York, se vuelve loco con el rap y tras hacer “El lenguaje de los
machetes”, documental con el que debuta,
se presenta en el festival de Venecia y adquiere cierto prestigio, se mete de
lleno en la comunidad Hip-Hop mexicana para dar forma y color a este extraño
proyecto. Como sea, y sin ponernos tiquis miquis, la cosa está bastante
interesante.
miércoles, 13 de mayo de 2020
lunes, 11 de mayo de 2020
ATRAPADA ENTRE DOS HOMBRES
John Cassavetes dejó muchos proyectos sin realizar antes de
su muerte. De hecho, “Atrapada entre dos hombres” (estúpido título castellano
para “She’s so lovely”) es una película que a finales de los 80 tenía previsto
rodar con Sean Penn, pero justo antes de ponerse manos a la obra, Cassavetes fallecía
aquejado de una cirrosis hepática.
El guion se quedó aparcado entre tantos otros proyectos
durante más de diez años durante los cuales, Nick, el hijo de John, se forjaba
como cineasta. Debutó en el cine con la su primera película, “Volver a vivir”
para después pasar a formar parte de la escudería de Miramax y rodar “Atrapada
entre dos hombres” bajo el auspicio de los hermanos Weinstein que en principio
recibieron el proyecto con los brazos abiertos.
Nick Cassavetes, ofreció rodar la película a Sean Penn, que
iba a haberla protagonizado con su padre y este aceptó de buen grado, aunque
debían esperar que su agenda le permitiese poder incorporarse al rodaje. Entre
tanto, Nick, adaptaba el guion al temperamento de los 90 y reescribia
parcialmente algunas cosillas.
Un matrimonio un tanto desarraigado con claras muestras de
trastorno mental por parte de ambos, se quiere con locura. Pero él es un
estafador y suele desaparecer de casa por periodos largos de tiempo durante los
cuales, debido a los celos y la impotencia, ella entra en crisis consumiendo
alcohol sin medida. En una de estas, un buen día, se pondrá a tontear con el
vecino que, emborrachándola, intenta tener sexo con ella. Esta al negarse, recibe una paliza. Esa misma noche
regresa su marido y verá que su mujer tiene la cara golpeada y, aunque ella le
dice que esos golpes son consecuencia de una caída, al día siguiente él se
imagina que ha sido cosa del vecino y entrará en una crisis esquizofrénica que propiciará que, enloquecido y buscándole para matarle, dispare accidentalmente
a un cuidador social que ha acudido tras la llamada de su mujer. Entonces, es
detenido e ingresado en un manicomio.
Pasan 10 años y ella ya ha rehecho su vida con otro hombre que la ha convertido
en una ama de casa convencional, pese a que ella desde el primer momento le ha
dicho que amaba a su marido que estaba ingresado. Sólo que ahora, su marido
está recuperado de su enfermedad y ha salido del sanatorio dispuesto a reunirse
con su mujer querida, cosa que al actual marido no le parece nada bien. Se
complicará la cosa.
“Atrapada entre dos hombres”, que en un principio levantó
gran expectación por tratarse de un guion no realizado de John Cassavetes que,
por primera vez, iba a ser filmado, fue maltratado por Harvey Wenstein que en
ese momento tenía proyectos que le interesaba más mover que esta pequeña
película del hijo de Cassavetes, por lo que tras someterle a diversos cortes
con el fin de reducir su duración, hizo con la película una autentica
escabechina. Y además fue un destrozo en balde puesto que, para cuando la
película se fue a estrenar, el desinterés era total y se estrenó en poquísimas
salas y sin apenas promoción. Digamos, que destrozó lo que podía haber sido una
de las mejores películas de los 90. No obstante, y con ganas de poder ver algún
día el corte del director, el resultado no se resiente demasiado en el sentido
que estamos ante una película estupenda. “Atrapada entre dos hombres” es una de
las historias de amor más bonitas y menos babosas de cuantas he visto, amén de
tratarse de una comedia negra, negrísima con momentos verdaderamente
hilarantes. Es comenzar su visionado y quedar embobado con esta extraña y
divertida historia de gente histérica.
La mano de Cassavetes padre se ve en todo momento, ya sea en
el retrato de esos personajes desquiciados, ya sea en la presencia de las
enfermedades mentales que solían ser recurrentes en su filmografía, ya sea en
su extraña estructura de dos bloques donde predominan las diálogos y donde se
dan muy poquitos detalles sobre los personajes.
En España, como todo lo de Miramax de la época, se estrenó
en cines, pero el maltrato al que la película fue sometida en los USA, de
rebote, alcanzó a la película por aquí también ya que se estrenó deprisa,
corriendo, de tapadillo y en apenas un par de semanas de exhibición tan solo
llegó a interesar a 149.000 paupérrimos espectadores del año 1998. Después
apareció en vídeo de alquiler y ya no ha vuelto ha tener una edición en
condiciones, quedando la película, hasta el día de hoy, inédita en DVD en
nuestro país. Una autentica pena.
El siguiente paso de Nick Cassavetes, lejos de abrazar el
cine independiente, fue abrazarse al sistema de estudios, facturando pequeños
bodrietes mainstream como la infame “John Q” o la rematadamente edulcorada “El
diaro de Noah”. Volvería a lo independiente con la correcta “Alpha Dog” y
después, digamos que Cassavetes se convirtió en un director impersonal que
facturaba toda suerte de peliculitas sin ninguna enjundia. No siguió los
derroteros marcados por papá.
Junto a Sean Penn, tenemos a su mujer Robin Wrigth, a la que
enchufó para la ocasión, un histriónico y descacharrante John Travolta, y las
presencias del gran Harry Dean Stanton, Debi Mazan y James Gandolfini
Muy, muy, muy recomendable.
sábado, 9 de mayo de 2020
ANOTHER EVIL
Al descubrir la presencia de fantasmas en su casa de veraneo -con uno de ellos luciendo un aspecto bastante terrorífico-, una familia llama a un pintoresco exorcista que, tras dar un repaso a la vivienda, les aconseja no echar a los espíritus del lugar, puesto que no los considera malignos. Pero al padre no le hace ni puñetera gracia, así que, a escondidas de la mujer, contacta con otro exorcista para que pase el mocho.
A partir de ese momento, y conviviendo ambos bajo el mismo techo, el cazador de fantasmas comenzará a revelarse como un individuo siniestro repleto de secretos sórdidos e inquietantes que harán pensar al padre que se ha metido en un buen lío. Y pueden apostar que sí.
"Another Evil" es una película de esas producidas de modo totalmente independiente (si no contamos la ayuda por parte del festival de Sundance) y que convierte la austeridad en toda una forma de estilo. La mayoría de la historia se desarrolla en la casa de veraneo con dos personajes que no paran de hablar. Sin embargo, y a pesar de ello, la cosa funciona, consigue mantenerte enganchado, interesado en cómo se van desarrollando los acontecimientos, inquieto por las escalofriantes batallitas que cuenta el personaje del exorcista y porque ves que, tras esa fachada educada y agradable, se oculta algo peligroso. Nunca la sencillez funcionó tan bien.
Ello se lo debemos al talento de sus dos actores principales (Mark Proksch y Steve Zissis) y a su director y guionista, Carson Mell, que tras varios cortos y trabajos como escribiente, debuta en el largo con "Another Evil".
Que esta película guarde ciertas similitudes con "Creep" no es accidental. Uno de los curres de Mell consistió en guionizar para Mark Duplass (y hermano), co-creador de aquella. Sería legítimo considerar que exista cierta influencia. Pero eso no quita méritos a "Another Evil", una película que sin tampoco ser nada revolucionario, se consume con agrado.
A partir de ese momento, y conviviendo ambos bajo el mismo techo, el cazador de fantasmas comenzará a revelarse como un individuo siniestro repleto de secretos sórdidos e inquietantes que harán pensar al padre que se ha metido en un buen lío. Y pueden apostar que sí.
"Another Evil" es una película de esas producidas de modo totalmente independiente (si no contamos la ayuda por parte del festival de Sundance) y que convierte la austeridad en toda una forma de estilo. La mayoría de la historia se desarrolla en la casa de veraneo con dos personajes que no paran de hablar. Sin embargo, y a pesar de ello, la cosa funciona, consigue mantenerte enganchado, interesado en cómo se van desarrollando los acontecimientos, inquieto por las escalofriantes batallitas que cuenta el personaje del exorcista y porque ves que, tras esa fachada educada y agradable, se oculta algo peligroso. Nunca la sencillez funcionó tan bien.
Ello se lo debemos al talento de sus dos actores principales (Mark Proksch y Steve Zissis) y a su director y guionista, Carson Mell, que tras varios cortos y trabajos como escribiente, debuta en el largo con "Another Evil".
Que esta película guarde ciertas similitudes con "Creep" no es accidental. Uno de los curres de Mell consistió en guionizar para Mark Duplass (y hermano), co-creador de aquella. Sería legítimo considerar que exista cierta influencia. Pero eso no quita méritos a "Another Evil", una película que sin tampoco ser nada revolucionario, se consume con agrado.
viernes, 8 de mayo de 2020
CORONA ZOMBIES
Charles Band, quien en otros tiempos fuera productor de
algunos de los títulos más míticos de la serie B, no solo está en las últimas
de su carrera como productor, sino que además está desesperado, e incapaz de
insuflarle algo de vida a su decadente compañía Full Moon, y supongo que más
con el fin de ponerse una medallita que con el de enriquecerse, para su última
producción tira de algo tan obvio y desfasado como es aprovechar el tirón
comercial que pueda tener algo como el Covid-19, que tiene en vilo a todo el
planeta, para marcarse un exploit a costa de la pandemia, algo con sentido del
humor. Pero lejos de hacer algo potable dentro de sus posibilidades, opta por
aplicar la ley del mínimo esfuerzo —y la mínima imaginación— y se factura en menos de 20 días, un truño monumental,
este “Corona Zombies”.
Cuando el Covid-19 fue declarado pandemia, Band vio el cielo
abierto y se le ocurrió lo de hacer una película sobre el tema. Rápidamente, y
con total desconfianza por si el tiro le salía por la culata, lo primero que
hizo fue elaborar un vistoso póster que colgaría en las redes y que, por
supuesto, llamaría la atención del fandom, muy dado a exclamar “Wooow!”, ante
iniciativas impostadas y para deficientes mentales como esta. El póster está
chulo, se vuelve viral y se empieza a hablar de la película. Es entonces,
cuando se asegura un mínimo de público, cuando decide hacer realidad esta
producción. Dada la situación que atravesamos en la que no es posible sacarse
de la manga toda una película, los más avezados comenzaron a sospechar que
podía tratarse de un simple reciclado, lanzar una película en propiedad
anterior y retitularla para la ocasión. Pero no, Band quiso ir más allá, y amparándose en
viejas (y respetadas) propuestas de material doblado en clave humorística,
como hizo Woody Allen en los años 60 con
“Woody Allen nº1 (Lily, La Tigresa)” —y cito esta porque es la que Band dice
tener como referencia—, Band, decide
coger una de las películas de las que posee sus derechos de explotación, para
doblarla y adaptarla al argumento que nos ocupa. Y lejos de escoger alguna
pieza más ignota u oscura, se decanta por un clásico de la carroña con fama
internacional como es “Apocalipsis Canibal”. Combina parte del metraje de esta
con el de otra película de su compañía, la infame “Zombies Vs. Strippers” y lo
dobla todo. Por supuesto, dentro de la poca coherencia que pueda tener una cosa
así, rueda material nuevo, pero estamos a inicios del confinamiento y el poco
metraje original que filma, lo filma en su puta casa con una actriz de tres al
cuarto. Ya tenemos “Corona Zombies”. Tras lanzar los trailers, y ver claramente
de lo que se trata, la estratagema no da muy buena espina, pero, igual la cosa
podía estar divertida ¿Quién sabe? Pues
no. El resultado de todo esto es poco menos que bochornoso.
La sinopsis global vendría a contar que las personas que
fallecen por Corona virus, pronto vuelven a la vida transformados en zombies
hambrientos. Para acabar con ellos el gobierno crea un escuadrón que los
aniquilará llamado Corona Squad. A partir de aquí solo vemos una combinación de
las dos películas fusiladas y el material original, con un doblaje lleno de
chascarillos y chistes de parvulario, haciendo referencia a los tópicos de las
mascarillas y el papel higiénico (sobre todo al papel higiénico) que sonrojarán
incluso al más curtido en estas lides. Nada. El papel higiénico lo necesitamos
para limpiar las pantallas donde osemos ver esta basura que, no ya es que se
cague en la serie B y en el cine de explotación, sino que, directamente, defeca
sobre el espectador.
Y lo peor es que Charles Band lo sabe. Y ni siquiera ha sido
original en la propuesta. Cuando lo de la gripe aviar, cuyas consecuencias para
nada se parecen a las de la presente pandemia y, por lo tanto, sin el mismo
tirón comercial, algunos desangelados cineastas se aprovecharon de la situación
lanzado infamias como “Gripe Aviar: Virus Mortal” de un tal Olivier Langlois, o
la extraña (por seria) “Flu Birds Horror” de otro tal Leigh Scott, pero aquellas
películas eran inofensivas y menos irritantes que esta, en primer lugar porque
hay detrás el esfuerzo de realizar una película por infame que esta sea, y en
segundo lugar, porque eran un producto exploit algo más genuino. Esta, como si
de una pandemia misma se tratase, hará al fan tonto volverse aún más tonto. Y
tontos es precisamente de lo que vamos sobrados (la prueba está en que, en cuanto se lanzó "Corona Zombies", varias páginas y blogs especializados en el género corrieron a apoyarla con sendas promociones, cegados por quien se encontraba tras ella, solo para formar parte de algo que, a la larga, casi se ha vuelto en su contra. Y sí, se incluyen aquí algunas páginas/blogs patrios).
“Corona Zombies” es como cuando un torpe hace un collage
para un ejercicio del cole, y en este le quedan tantos restos de pegamento y ha
recortado tan mal las estampas, que va el profe y te suspende. Lo que pasa es
que, para más inri, a este le han suspendido en séptimo de EGB cuando tenía
edad para estar en COU.
Por otro lado, decir que en la red rulan varias versiones
del doblaje de la película. Por comodidad, elegí la versión con doblaje latino
que, por lo visto, es aún más infame que el original en el sentido de que
cambia el sentido de los chistes y chascarillos haciendo un fusilamiento de la
versión original. Pero me confirma Naxo que, pese a eso, tampoco hace empeorar
mucho más el resultado.
Como fuere, lógicamente, la cosa es tan alocada que ha medio
funcionado, y ya se rumorea que en breve se estrenará una secuela. Esa no la
veremos.
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