
Un pringao descubre que es el hijo de un super-mega-asesino, casi con poderes sobrehumanos, cuando una secta le salva la vida y le encarga cepillarse al tipo que se cargó a su padre. Después de entrenarle a conciencia, se pone manos a la obra.
Bajo esta premisa, tenemos una peli de lo más vibrante, entretenida y divertida. Eso si, aquellos pimpollos que se escandalicen con las fantasmadas, que se ahorren verla, pues aquí las hay a porrillo, todas ellas genialmente construidas y de las que te hacen flipar bastante. Por lo menos a mi.
La verdad es que recuerda un poco a aquel despiporre titulado "Shoot´em Up!", pero intenta ser menos comedia, aunque el humor está bien presente y funciona, sobre todo en el primer acto, cuando el prota sale de su vida gris (genial el berrinche que le suelta a su jefa) y comienza a descubrir su verdadera identidad. El segundo acto flojea un poquito, quizás porque narrativamente es más clasicote. Pero el tercero, y desde la espectacular secuencia del descarrilamiento de un tren, se recupera perfectamente, y así hasta el final. Brillante masacre y redondo cierre.
James McAvoy encaja como un guante en su rol, y convence de sobras, además, en las entrevistas promocionales se pasaba por el forro las preguntas quisquillosas sobre la posible mala influencia de la generosa violencia presente en la peli (¡otro atributo!), decía “Es solo una película, es ficción”, y a otra cosa mariposa. Genial.
Y al dire, le perdono esa roña titulada "Los guardianes de la noche".
Me alegro que el film haya sido un exitazo, ¡lo merece!.