
Tocadas las doce de la noche, un jefe de estación de pueblo ve pasar un extraño tren que no está en el itinerario. Le cuenta el fenómeno al cura, que le aclarará que dicho tren pasa solo cuando alguien muere, y le advierte que con el mundo de los difuntos no se juega. Mientras lo investigan, el mismo cura intercede para que el jefe de estación se case con la zorra del pueblo, que no puede dejar su coño quieto.
Increíble. Lo que he sentido viendo esta película es justo la sensación que quiero sentir cuando me pongo una de esas soberanamente chungas.
Hay muy poquitos actores; los clásicos Rafael Hernández, como jefe de estación, y José Riesgo… si, el Julián de "Barrio Sésamo", haciendo de cura.
Hernández, un tipo calvo, siempre viejo, feo y un pelín grimoso, además es el galán de la función… ¿Cómo osan? Hay una escena en la que el cura, intentando llevar por buen camino a la zorra, le pregunta que con qué joven del pueblo le gustaría casarse, a lo que ella responde que con el jefe de estación. – “Muy buena elección”- contesta el cura. No es que la tipa sea el mega-pibón, pero ¿quién coño se puede creer que una moza de más o menos buen ver beba los vientos por Rafael Hernández? Hilarante.
Lo bueno de esta peli de 1980 es que trata de ser una de terror realista, que se estampa violentamente contra un muro y no consigue ninguno de sus propósitos: es más lenta que una tortuga asmática (en serio, no he visto película más eterna), los pocos efectos especiales de los que se dispone son tan malos, que siempre aparecen en pantalla desenfocados o en planos de menos de un segundo, por aquello de evitar lo pobre del asunto (como ejemplo, la escena en la que Hernández desentierra a una difunta y vemos muy de pasadillo el cadáver, verde, porque el muñeco debía ser de vergüenza ajena).
Se introducen en el guion gags propios del vaudeville de la época, que en absoluto vienen a cuento en una trama tan rural y tan seria, como por ejemplo, las varias confusiones del prota, que cree ver fantasmas cuando son vecinos, o uno muy celebrado: En sus apariciones, al tren lo acompaña una música de órgano totalmente crispante. En una conversación telefónica con el cura, el prota asegura oírla, y pronto viene el estúpido gag, cuando el cura le dice que no, que en realidad está escuchando una cinta de música de iglesia… ¡¡QUE ESTUPIDEZ TAN GRANDE!! La sola idea de meter ahí ese gag, lo convierte en una genialidad.
¿Y da miedo la peli? En absoluto... aunque consigue crear una atmósfera agobiante, agobiantísima, que acelera el corazón incluso (¡en serio!) gracias a la banda sonora, a base de ¿theremin? y órgano de iglesia, tocado fatal, como si le hubieran dejado los instrumentos a un retrasado mental. Y resulta ser lo mas efectivo de la película, pues, sin los artífices saberlo, consigue poner al espectador realmente nervioso… además, no deja de sonar.
En definitiva, que me ha encantado lo que he visto. Una peli española genuinamente de terror, tan, tan mala y tan, tan divertida (sin pretenderlo tampoco), que desde ya forma parte de mis chungadas favoritas. Una autentica joya, vaya.
Dirige Manuel Iglesias, caballero que no se ha prodigado mucho, llevan también su firma títulos que son puro arte: "Jóvenes Viciosas" o "La zorra y el escorpión".