El entrañable DeLuise encarna en esta ocasión a un personaje totalmente
hecho a su medida, a la altura tanto de su talento interpretativo como de su envergadura
física, hasta el punto de que podríamos considerar perfectamente al protagonista como un alter ego del propio actor. Así, DeLuise incorpora en “Fatso” a Dom DiNapoli,
un solterón de mediana edad de origen italiano, obeso, introvertido y obsesionado con
la comida desde su más tierna infancia: de hecho, en los primeros compases de
la película, aquellos que más en deuda están por cierto con el cine de Mel Brooks, se nos mostrará que la compulsión de Dom llega hasta el extremo de
devorar platos de espaguetis en la cama o de comerse una chocolatina justo
después de recibir la sagrada forma de la primera comunión.
Sin embargo, la vida de gordo de Dom, hasta entonces feliz y
despreocupada, dará un vuelco cuando su también obeso primo fallezca súbitamente a la edad de 39 años. A partir de ahí el protagonista recibirá un ultimátum
por parte de su hermana Antoinette, interpretada por una sobreactuada Anne
Bancroft, actriz que, al igual que DeLuise, también era de ascendencia italiana. De este modo, la vida de Dom cambiará a partir de
este trágico suceso y lo hará por partida doble ya que, además de tener que someterse a
una estricta dieta con el objetivo de no seguir los pasos de su finado pariente,
también conocerá a Lydia, una tímida joven italo-polaca con propensión a la
diabetes que se revelará como la perfecta media naranja del protagonista.
A pesar de contar con varios intérpretes habituales de la
escudería de Mel Brooks, y de tener un comienzo que en cierta manera podría remitir al característico
estilo spoof del director de “El jovencito Frankenstein” (sobre todo en ese prólogo en el que se nos detalla la
infancia del protagonista, así como en la escena del entierro de su primo, en
la cual se nos muestra un ataúd exageradamente grande como para albergar en su
interior a un ser humano), la película va encontrando poco a poco su propia voz
al combinar estos gags de índole más paródica con escenas totalmente realistas
e, incluso en muchos casos, con algunas de naturaleza exclusivamente
dramática.
Y es que la figura de Dom DiNapoli es en el fondo tan trágica, y la interpretación que de él hace DeLuise tan delicada, frágil y
sensible, que la conexión de empatía que se establece entre éste y el público
llega hasta el extremo de anular la efectividad de muchos de los gags, algo que
se hace especialmente evidente en el tramo final de la película: de esta manera,
y tras comerse en un momento dado la cena de toda su familia, Dom será
castigado por su hermana de una manera tan excesiva y violenta que el
espectador no podrá evitar que se le congele la sonrisa en los labios.
En cuanto a su empaque visual, y a pesar de estar filmada en
pleno cambio de década, “Fatso” se evidencia como una película absoluta y
totalmente setentera, y no sólo por cómo está rodada, de manera desmañada y
haciendo uso de la cámara en mano en su mayor parte: asimismo, el debut de Bancroft en la silla de director es un film de ritmo pausado (o, al menos, lo es para
ser una comedia) pero que jamás aburre, una historia más de personajes que de
situaciones que, antes que sobre la obesidad o la adicción a la comida, trata
en realidad sobre la soledad que deriva de la timidez crónica y del miedo a
hacer el ridículo, así como también aborda los beneficios psicológicos que
inevitablemente conllevan el aceptarse a uno mismo, con nuestras virtudes, defectos
y kilos de más. En cierto sentido, “Fatso” remite tanto a los antihéroes losers de
clase obrera con afán de superación de “Rocky” y “Fiebre del sábado noche” (no por
casualidad italoamericanos y también condicionados y agobiados por un fuerte
sentido de la unidad familiar) como a otro ejemplo más clásico de reafirmación
de la masculinidad como pudiera ser “Marty”, la oscarizada y conmovedora película de
mediados de los 50 en la que un casi cuarentón Ernest Borgnine conoce al fin el amor.
Aparte de la innegable humanidad que la interpretación de DeLuise consigue aportar a la película, lo más destacable de “Fatso” sería la equilibrada combinación de drama descarnado, de una desnudez casi teatral, con humor
e ideas más propias del cartoon o de un tebeo de la escuela Bruguera, como pudieran ser la
organización “Chubby Checkers” (una especie de Alcohólicos Anónimos para
gordos) o el hecho de que Dom obstruya la nevera con cadenas y un candado para evitar de esta manera caer en la tentación de saltarse la dieta.
Además de Bancroft y DeLuise en el reparto también nos podemos encontrar con otros asiduos del cine de Mel Brooks como Ron Carey (“Máxima ansiedad”) o el también guionista Rudy De Luca (“La última locura”), así como a
Estelle Reiner, madre de Rob y esposa de Carl, que aquí interpreta el papel más
extenso de su breve y ocasional carrera como actriz. En cuanto a “Fatso”, y
para que os hagáis una idea aún más aproximada de por donde van los tiros, es básicamente una película que de haberse rodado
una década más tarde hubiese representado el vehículo perfecto para alguien del calibre de John Candy, disfrutando así seguramente de mucha más popularidad de
la que gozó en su momento... o de la que goza a día de hoy. Y es que aunque no deje de ser una
excentricidad, ello no es óbice para que sea también un título injustamente
olvidado, una película modesta en intenciones que – sorprendentemente -
funciona y triunfa en su difícil y arriesgada conjunción de diferentes tonos, aunque en el momento de su estreno la crítica dijera justo lo contrario: en este sentido fue particularmente injusto Roger Ebert, el cual acusó a Anne Bancroft tanto de despistar al espectador con este cocktail genérico como de no contar con un enfoque suficientemente definido en lo que respecta a abordar el tema del sobrepeso. A pesar de las palabras de Ebert, y aún acusando cierta dejadez en el aspecto formal, “Fatso” es, en definitiva, toda una joyita a descubrir.