Con el éxito de la serie “Corrupción en Miami” y con el auge
del vídeo doméstico, en pleno 1986 a una distribuidora llamada Academy Home
Entertainment se le ocurre lanzar en alquiler una vieja película
presumiblemente inacabada del director de blaxploitation Oscar Williams,
responsable de “Hot Potato” y del guion de la archipopular “Truck Turner”, que,
como único aliciente, cuenta con el protagonismo de Philip Michael Thomas
cuando este todavía no era una estrella. Lo que pasa es que el metraje
existente apenas llegaba a cuarenta minutos y era una tarea muy difícil llegar
a la duración estándar de un largometraje con tan poco material, por lo que la
compañía decidió contactar con el propio Philip Michael Thomas para ver que
podían hacer. Así, la película, un drugsploitation de finales de los setenta,
es remontada y alterada impunemente con el fin de llegar a la hora de duración y tener en su catálogo
una película protagonizada por el protagonista de la serie de moda en todo el
mundo. Pero la cosa estaba, igualmente, en no gastarse más dinero de la cuenta.
Entonces, la película incluye en su montaje comercializado, una introducción
del propio Philip Michael Thomas filmado en vídeo, con un montaje y unos cortes
a cholón espantosos, en el cual el actor, dirigiéndose a cámara, habla de su
éxito gracias a la serie y avisa al espectador de lo perniciosas que son las
drogas duras, poniendo especial atención en el crack o la droga protagonista de
la película que vamos a ver, el polvo de Ángel. También dice haber aprendido
mucho sobre lo destructivas que pueden llegar a ser las drogas gracias al
rodaje de esta película y, a continuación, con gesto compungido, da paso a la
misma que nos presenta unos títulos de crédito en teleprompter de lo más
chungos.
El film cuenta cómo un fontanero con inquietudes artísticas
(toca el piano y aspira a convertirse en un músico famoso) tontea con el polvo
de Ángel fumándolo de cuando en cuando, hasta que desarrolla una fuerte
adicción que le provocará alucinaciones, estado de euforia, paranoia y una
violencia tal, que acabará incluso golpeando a su novia cuando esta se le
acerca a preguntarle qué le pasa. Obviamente, y tras un intento de
rehabilitación, el abuso de esta droga le pasará factura… muriéndose en
consecuencia.
Bueno, un exploit entretenidillo, lleno de comedia
involuntaria que hace que nos echemos unas muy buenas risas cada vez que a
Phillip Michael Thomas le entra un ataque de paranoia, haciendo gala el
muchacho de un nivel de sobre actuación muy a tener en cuenta.
Pero es la alteración de la obra lo que la vuelve
verdaderamente delirante.
Para llegar a la hora de duración, no contentos con meter
minutos y minutos de cámara lenta durante un ataque de paranoia que le da al
protagonista en la recta final de la película, alargan la historia incluyendo
unos insertos rodados para la ocasión, en los que un noticiario nos anuncia la
muerte por abuso de polvo de Ángel de nuestro protagonista, pero la gracia está
en que, mientras que la película está rodada en 35 mm, los insertos añadidos
están rodados en costroso vídeo de los años ochenta, que se introducen en medio
del material filmado sin disimular su condición de vídeo. Con dos cojones y un
palito. Amén de usar tantos efectos de mezcladora arcaica de video como le es
posible al montador. Por otro lado,
Phillip Michael Thomas en la cresta de su popularidad, y en un alarde de
megalomanía, por aquél entonces le dio por grabar un L.P. de música discotequera/melódica
titulado “Living the book of my life”
que funcionó medianamente bien porque el actor estaba de moda. El caso
es que de este disco, grabó un vídeoclip muy hortera del sencillo “Just the Way
I Planned It”, que ¡se introdujo en la película como parte de la trama! Con lo
cual, vemos otro pegote ahí en medio, con el vídeoclip de Thomas apareciendo en
las noticias como si se tratara de material musical de nuestro protagonista
fontanero/pianista, en el que aparece como diez años más viejo y sin las
patillas y pelo afro que luce en el material original filmado en los setenta.
No obstante, la película seguía quedándose corta, por lo que
tras los créditos finales, vuelve a aparecer el bueno de Philip Michael Thomas
en vídeo, esta vez jugando al billar, y parloteando de nuevo sobre lo
perniciosas que son las drogas. Y después de esto ¡nuevos títulos para
acreditar a la gente que ha trabajado en las introducciones y las insertos de
vídeo! Un delirio absolutamente maravilloso.
El resultado de todo esto, es de lo más divertido.
Verdaderamente, “Death Drug” sirve para pasar una hora y poco de puro
desmelene.
La película, obviamente,
es rara de pelotas y difícil de encontrar en su versión original sin tan
siquiera subtítulos (la verdad es que tampoco hacen mucha falta) pero yo
juraría, sin poner la mano en el fuego, eso sí, que me suena que pudiese ser
que esto saliera en vídeo en nuestro país con un título en castellano. Pero no
he podido contrastar ese dato y puede que mi memoria, llena de referencias
pasadas, presentes y puede que hasta futuras, me esté haciendo una jugarreta.
Si alguien lo sabe con certeza, ya sabe, que nos escriba al correo y nos haga
el favor de aclarar este tema.