"No pasa de ser una mediocridad muy al tono de nuestros tiempos (...) Demostración de la pobreza de argumentos que sufre Hollywood". ¿A qué película se referirán estas lapidarias frases?, ¿a la última epopeya de Michael Bay, quizás el nuevo vehículo de Will Smith o puede que a la nueva comedia gamberra llegada de la meca del cine?. En realidad no importa, al fin y al cabo estamos ya acostumbrados a leer esa clase de sentencias en la prensa cuando se habla del detestado -en términos generales- cine moderno. ¿Y quién te dice a ti que estamos hablando no ya de cine moderno, si no de tiempos modernos?. En realidad tan abrumadoras palabras fueron publicadas en la revista "Fotogramas" el año 1948, en relación a un film de la época, en concreto "Mi hijo Edward". ¿Qué significa ello?, pues que aguafiestas y nostálgicos retrógrados ha habido a lo largo de toda la historia (del cine, en este caso). Parece como que esa clase de anti-atributos, y sobre todo las referencias a la falta de ideas de Hollywood, así como la "mediocridad muy al tono de nuestros tiempos", son más típicos del siglo XXI (con mención especial a los 20 últimos años del anterior) que de una supuesta época tan dorada, intocable, repleta de clásicos maravillosos e inmortales como 1948. Ahora aquello de "Ya no se hace cine como el de antes" quizás no tenga tanto sentido, ¿verdad?.
Lo que vengo a decir es que pelis buenas y malas han habido siempre, lo que ocurre es que como más años acumulamos, más nos quemamos, y más echamos de menos el pasado. No queremos entender que el cine que nosotros consideramos mejor, el de los 70 y 80 en mi caso, fue muy mal visto en su momento por los que, entonces, añoraban los 50 y 60. Y que los niños y jóvenes recordarán con nostalgia y cariño dentro de 30 años, el cine que hoy consumen y que, a mi, puede parecerme peor que el que yo tragaba con pasión a mis 18 tacos (estos mismos jóvenes y niños echarán pestes del cine producido en el 2030, añorando el actual, ¿hacemos apuestas?).
El mundo avanza, las cosas cambian, y hay que aceptarlo. La nostalgia está bien, pero sin que peque de retrógrada, porque ello anula el valor del tiempo actual que nos toca vivir –por cojones, si cabe-, y aunque pese, incluso este también tiene sus cosas buenas. Además, vivir anclados a una etapa de la historia que ni nos pertenece ni conocemos de primera mano, es muy triste, al menos eso creo yo.
Rechazar los adelantos tecnológicos y los avances es de tontos. Hay quien critica el cine digital (es decir, el vídeo), o las pelis de animación 3D, sin darse cuenta de que el cine y la animación que ellos defienden en contraposición, en su momento también representaron un adelanto (del mudo al sonoro, del blanco y negro al color, la creación de los 16mm como formato más asequible a todo aquel que quisiera hacer pelis sin demasiado dinero... aunque aún podemos ir más atrás... a cuando la fotografía parecía que iba a sustituir al lienzo... o cuando la imagen en movimiento tenía las de ganar sobre la fija. Etc, etc), adelantos estos que, en su época, fueron rechazados por el fósil de turno, personaje este que no es otra cosa que la versión añeja de lo que hoy son estos que rajan.
A mi me parece maravilloso que se haga cine con cámaras de vídeo de alta definición (o baja!), me parecen estupendos experimentos en la animación como el de "Beowulf", incluso los CGI, con lo feos que los considero, también me parece de puta madre que existan (de hecho, gracias a ellos el cine catastrofista mola mucho más)... pero también me encanta el celuloide imperfecto lleno de grano, las maquetas, el látex, los dibujos en 2D o plastilina, la diferencia es que sé y acepto el mundo en el que vivo. Los 70 y 80 siempre estarán ahí, para cuando quiera revivirlos a través del dvd (invento moderno gracias al cual se recupera mucho cine perdido u olvidado), pero nadie me obliga a "consumir" el séptimo arte de la nueva era, lo puedo evitar si tanto me molesta, o lo puedo disfrutar sin miedo a que "sustituya" aquellas formas de hacer cine "mas puras" que tanto amo, porque estas siempre tendrán su hueco en mi corazón.