Hace unas semanas tuve la fortuna de poder pegarme un viaje a Roma, la ciudad eterna. Muy bien acompañado por mi querida pareja y dispuesto a gozar de todos sus grandes emplazamientos y monumentos. ¿El Coliseo?, la bomba. ¿La Capilla Sixtina?, tremenda. ¿La Fontana di Trevi?, preciosa. Todo ello iba apuntado en nuestro listado de preferencias. Todo ello y una cosita más, una que no suele ir incluida en las guías ni en los objetivos turísticos de muchos visitantes, pero que para mi era tan esencial como comer una pizza artesanal: Pasarse por "Profondo Rosso", la famosa tienda especializada en cine fantástico y aledaños inaugurada por Dario Argento a finales de los 80. Resulta que la jodía está situada camino del Vaticano, así que nos venía de perlas. Ese día salimos pronto del hotel con intención de pasar por tan sagrado lugar (y no me refiero a donde habita el Papa). Nomás distinguir su cantosa fachada del color de la sangre setentera, comencé a alterarme. Sabía perfectamente que lo de dentro no era gran cosa, ya me habían avisado, así que una vez cruzada la puerta no puedo decir que me sintiera defraudado ante lo que no deja de ser un establecimiento prácticamente dedicado a la venta de disfraces carnavaleros. ¿Libros?, un buen puñado, pero que yo recuerde todos en italiano, idioma que leído se me da mal. ¿DVD´s?, muy pocos, nada especialmente llamativo. Tenía fe en que localizaría alguna camiseta guapa, pero ahí sí me sentí sonoramente decepcionado, ya que eran simples fotocopias a color mal impresas en la tela y costaban 29 euros del ala. Como que no.
Con tanto rollo había casi olvidado la atracción principal de “Profondo Rosso”, ¡¡su sótano!!, un museo dedicado a las creaciones del universo cinematográfico de Dario Argento. Pillamos las respectivas entradas (cinco euros por cabeza) y nos dispusimos a esperar que de el saliera un grupo de amiguitos que habían entrado previamente. Antes, mi señora me compró una taza a modo de recordatorio, en la que destaca el cartel de "Creepshow" mutado a promo del mismo museo. Teniendo en cuenta las colaboraciones que Argento y George Romero han desarrollado en el pasado, supongo que tal mangoneo era lícito.
Finalmente pudimos descender. El muchacho le dio al “play” del acompañamiento sonoro y hala. ¡Que comience el show!. El "museo degli orrori di Dario Argento”, que así se llama oficialmente, es algo parecido a una mazmorra muy bien ambientada con luces de colores y efectos de sonido terroríficos como gritos, truenos y aullidos que acompañan al paliqueo del narrador (puedes elegirlo en inglés o en italiano, en este segundo caso es el mismo Argento quien le da al pico). Vas andando por un pasillo y vas viendo el contenido de diferentes celdas, todas ellas dispuestas con supuesto material genuinamente usado en títulos como “Demons” y secuela, “Phenomena”, “Opera”, “El engendro del diablo” o “Los ojos del diablo”. He oído acusaciones de cutre y chapucero, pero ¿qué quieren que les diga?, a mi me encantó. En serio. Me lo pasé bomba, hice un porrón de fotos y videos (te dan previo y expreso permiso para ello) y disfruté como un enano reconociendo los respectivos títulos antes de que la voz esputada por megafonía los desvelara (cada vez más tenue a medida que te alejas de la entrada). Me encantó visitar tan emblemático lugar, y eso puedo extenderlo a toda la tienda en sí. Hacía años que sabía de ella, y conocía gente que había estado allí (nuestro Víctor mismo), por lo que, para mí, como fan del género, ex-fan del horror italiano y simpatizante de Argento, era casi tarea obligada. Ahora ya había cumplido y documentado el sueño convenientemente.
Lo celebramos parando a sorber un super-capuccino que me entró de mil maravillas. Si algún día van a Roma, no olviden incluir entre su lista de tareas echar un ojo a "Profondo Rosso” y especialmente su "museo degli orrori". ¡Vale mucho la pena!.
Fotos del menda, tomadas por Marichochel.