Belice es un recóndito país de Centro América situado entre el norte de México y Guatemala donde la pobreza y los ambientes selváticos campan a sus anchas. Por eso es muy interesante descubrir que entre el sector estudiantil existen muchos alumnos con cierta inquietud por el cine, máxime teniendo en cuenta que en el lugar en cuestión no hay material alguno que les permita llevar a cabo ningún tipo de producción por pequeña que esta sea, ni salas de exhibición al uso. Entonces, de toda cinematografía emergente que pueda existir en América Latina, la beliceña es, sin ningún tipo de dudas, la más extrema y tercermundista de las muchas que existen desde el auge del vídeo y el mal llamado cine digital.
“2012: The curse of Xtabai” sería la primera película producida enteramente en el país de Belice y una de las más importantes de su cinematografía.
La producción, por supuesto, se adscribe al género de terror y no es muy distinta a otras obras cumbre de cinematografías vecinas como la regional peruana, y se basa, al igual que cosas como “Jarjacha, el demonio del incesto” o “El Tunche”, en el folclore local, focalizando su argumento en un grupo de jóvenes que luchan contra el monstruo comarcal, en este caso el Xtabai, una especie de brujo que transmite enfermedades mortales. El Xtabai de esta película no es más que una señora delgadita a la que le han puesto una careta y una peluca rubia, y la tosquedad de la película, en primera línea del amateurismo, no deja de sorprender al neófito que se acerque a ella. Todo muy rudimentario, sin medios y guerrillero. La película entera es un ir y venir de adolescentes y soldados por la selva beliceña, siendo masacrados por este Xtabai. A estas alturas nada nuevo dentro de las cinematografías emergentes, ni tan siquiera se trata de la película más demencial que nos pueda ofrecer América Latina. Sin embargo llama la atención el extraño inglés en el que está hablada, el inglés criollo, idioma oficial de Belice junto al español y un montón de dialectos locales. Un inglés tan extraño y pronunciado con tanta crudeza, que han tenido que subtitularlo para una completa comprensión de los diálogos.
Pero mejor que la película, como suele ser usual, es la historia que se esconde tras ella.
Matthew Klinck, joven productor canadiense natural de Québec, se instaló en Cayo, Belice, cuando en 2011 se dio cuenta de que un grupo de estudiantes estaba acumulando chatarra y fabricando con ella material cinematográfico. Con los restos de camiones viejos hicieron focos y cámaras que, muy a su pesar, jamás filmarían nada porque no eran más que carcasa. Pero a los chavales parecía llamarles la atención la parte técnica del cine (y de ahí su fallida intentona de fabricarse su propio material). A Klinck esto le llamó poderosamente la atención, así que se puso a trabajar con estos jóvenes dándose cuenta de que no tenían lo primordial para hacer cine, es decir, una cámara. De este modo, Klinck crearía una plataforma llamada Make-Belice Films, con la que proveería a estos jóvenes de la formación y el material necesario para realizar una producción. De este modo, y dirigida por él mismo, se rodaría la que es la primera producción enteramente beliceña de la historia, una película elaborada en su totalidad por equipo técnico y artístico nativo.
“2012: The curse of Xtabai” se iría proyectando de manera itinerante por muchas de las regiones de Belice en cuyas proyecciones se desplegaría una gran pantalla en los lugares habilitados para tal evento, consiguiendo así un gran éxito, llegando incluso a proyectarse en un gran cine de San Pedro lleno hasta la bandera, así como fue seleccionada como película de apertura en la edición de 2012 del Festival de Cine de Belice.
Gracias a este al beneplácito local, Matthew Klinck se encargaría de rodar un culebrón para la televisión beliceña titulado “La isla bonita”, compaginando esto con su proyecto Make-Belice Films con la idea de instaurar una pequeña industria cinematográfica en Belice, que sirviera para crear no solo trabajo, sino también una escena nacional.
Sin embargo en 2016 las buenas intenciones del canadiense se vieron truncadas.
Klinck vivía en un casuto de Selena, Cayo. Estaba instalado en casa de unos amigos que iban a estar un tiempo fuera y, así, cuidaría del hogar.
Un buen día fueron a visitarle unos compañeros que, al llegar a su casa, se encontraron que estaba la puerta abierta. Entraron, y una vez llegaron al patio trasero, se encontraron con el cadáver descompuesto de Matthew Klinck que había sido asesinado a puñaladas. Contaba con 14 heridas de arma blanca en el cuerpo, cuello y cara. Tenía tan solo 37 años de edad.
Se ve que Klinck guardaba un dinerillo con la intención de comprarse un terreno en Belice, se lo debió contar a alguien que no debía, y dos adolescentes de 16 y 19 años con los que él había tenido trato un par de años antes, se personaron en su domicilio con el fin de robarle ese dinero. Opuso resistencia y se lo cargaron a puñaladas.
¿De donde sacaron la información estos chavales? No se sabe, pero yo no descarto que se tratara de dos jóvenes con algún tipo de vinculación con el Make-Belice Films que Klinck creó, porque si dijo que guardaba algún dinero, lo tuvo que decir en algún ambiente en el que el cineasta se encontrara cómodo y confiado, y ¿donde iba a estar más cómodo que en su propio entorno?
A día de hoy ya hay un montón de películas beliceñas, algunas de las cuales tienen una pinta disparatada e irán pasando por este blog —si es que acabo dando con ellas—, pero como fuera, esta “2012: The curse of Xatabai” ostenta el honor de ser la primera, el pistoletazo de salida y, probablemente, una de las películas emergentes más aburridas que he tenido el honor (o la desgracia) de poder ver… pero como suele ocurrir con la mayoría de las películas malas, es mejor el relato que hay detrás que la propia película, como han podido ver. De hecho, la historia de Matthew Klinck bien merecería un biopic a la beliceña …