Una de mis películas de serie Z favoritas es esa maravilla llena de mocos, sangre y efectos especiales sorprendentemente efectivos que es “Despedazator”. Una película con cierto culto y con un director, Greg Lamberson, que no se prodigó en demasía hasta que en 2010 le dio por expoliarse a sí mismo, rodando una secuela de la película por la que era reconocido a nivel internacional, trayendo de este modo la muy fallida “Slime City Massacre”, que dentro de lo malo llamaba la atención por tratarse de una continuación con un tono demasiado serio, aunque era bastante mala.
Como fuere, desde “Despedazator”, Lamberson en realidad no ha parado quieto y ha ido combinando sus labores como novelista y director del Buffalo Dreams Fantastic Film Festival de Nueva York, con la realización de películas de bajo presupuesto que ha ido soltando con cuentagotas. Y por supuesto, aunque “Despedazator” fue una maravillosa odisea en 16 mm, Lamberson pronto sería, de manera coherente y natural, pasto del formato vídeo.
El caso es que yo le tenía por un director más o menos personal, con un estilo característico e incluso a tener en cuenta dentro del cine de horror de corte marginal, cuando haciendo un pequeño seguimiento de su persona para ver en qué se había metido en los últimos años, me topo con la presente “Killer Rack” de 2015 y le pierdo absolutamente el respeto; no es posible que el director de algo tan desagradable y oscuro como “Despedazator” se haya convertido en un directorcillo de cine gore de cachondeo, irritante, mongólico y discípulo directo de la Troma —de hecho “Killer Rack” cuenta con un papel principal para, como no, Lloyd Kaufman—.
Se trata de una película rodada prácticamente para contentar a seguidores y acólitos del Buffalo Dreams Fantastic Festival y de la que se hicieron una serie de pegatinas promocionales cuyos beneficios irían destinados a una asociación que lucha contra el cáncer de mama, cosa que suena totalmente a cachondeo porque el estúpido argumento de “Killer Rack” gira en torno a unos implantes de silicona asesinos. Sí, el bueno de Lamberson se apunta a esa tendencia absurda de hacer películas sobre objetos inanimados que asesinan gente. Lo peor a lo que se podría haber apuntado.
Así, “Killer Rack” cuenta la historia de una muchacha totalmente acomplejada (interpretada por una deliciosa actriz llamada Jessica Zwolack) que un buen día decide someterse a una operación de aumento de pecho. Aunque su médico el Dr. Foin (Lloyd Kaufman en su salsa y soltando toda suerte de chistes tontos) le recomienda que no lo haga, esta hace caso omiso y es intervenida por una cirujana llamada Cate Thulu, en realidad una especie de científica loca obsesionada con las criaturas de Lovecraft, que le pone dos tetas del tamaño de dos balones de reglamento. En consecuencia, la autoestima de nuestra protagonista crece y comenzará a seducir hombres, pero todo se torcerá cuando descubre que lo que le ha puesto la cirujana son dos implantes con sed de sangre que se comerán a todo aquel que ose juguetear con ellos. Todo servido de manera desenfadada, festiva y en tono de cachondeo, lanzando el mensaje de que uno debe aceptarse a sí mismo tal como es, y que las intervenciones estéticas no traen nada bueno.
Pues muy mal. Uno no llega a aburrirse del todo, pero la película entera es una colección de clichés, actores amateurs que sobreactuan de manera intencionada, chascarrillos fáciles y tonterías varias que sirven para contentar a ese tipo de espectador gordo, granudo y con olor a pipas de girasol, que pulula por las convenciones de cine fantástico y aplaude todo lo que contenga sangre e higadillos, aunque en esencia la película que los contenga sea una puta mierda. Y para colmo, “Killer Rack” tiene un par de guiños, lógicamente, a “Despedazator”, tan mal introducidos que incluso el espectador más avezado tendrá que hacer un esfuerzo para detectarlos.
Lo dicho, el peor tipo de película que podía haber hecho Greg Lamberson. Suficiente para que yo pueda perder el interés por este director de por vida.
Sin embargo, observo que Lamberson está como muy activo en la presente década y que ha rodado unas cuantas películas, todas de bajo —bajísimo— presupuesto, dentro de los parámetros del fantástico y no parece ser que se haya decantado únicamente por esta línea humorística-salvaje, sino que hay de todo, y su última película hasta la fecha, “Widow’s Point”, parece ser todo lo contrario a esta, una de fantasmas eminentemente seria.
La verdad es que encontrar una película de Greg Lamberson conlleva siempre cierta dificultad, pero pese al escollo este de las tetas asesinas, si encuentro alguna más, le daré una oportunidad al director, aunque solo sea porque “Despedazator” me cae muy bien.