Obvia película para lucimiento del palmito y supuesta vis cómica de Elisabeth Banks, que en un principio se las antoja irreverente a costa de un puñado de chistes sobre tetas, culos, crack y putas, pero que, imponiéndose la más repugnante moralina americana, al final se convierte en una película para todos los públicos. Y la Banks, siempre en plano y guapa aunque la arrastren por el fango, posiblemente sea la culpable de que al final el desmadre no vaya a más. La película entera parece concebida para que, con una iluminación muy tenue, veamos a la actriz en ropita interior. El verdadero protagonista es el vestidito amarillo de putón —así se refieren al mismo en la película— que viste Elisabeth Banks y la mete en mil y un líos durante el viajecito a pie que realizará para atravesar la ciudad desde la cama del individuo que se la liga en una noche de fiesta, hasta el estudio de televisión donde trabaja.
Y es que Meghan (la Banks), una reportera pulcra y sin escándalos sexuales o de drogas, pierde el puesto de presentadora de noticias ante su única rival. En consecuencia, sale de de juerga por la noche para celebrar su fracaso y, a la mañana siguiente, en la cama de un desconocido, descubre que finalmente va a ser a ella a la que van a contratar para el puesto en lugar de su rival, con un pasado controvertido. De manera que sale de la casa de ese tío a mitad de la noche sin dinero, sin vehículo, y vestida únicamente con el vestido amarillo antes mencionado. En adelante, sufrirá todo tipo de vicisitudes (como que la confundan constantemente con una prostituta que la chupa a cambio de crack) hasta que llega a su destino.
“Vaya resaca” es del montón. Se deja ver, sin más, y se olvida antes de que termine. Puro “fast food” del "Wendi’s" (no del "McDonalds").
Durante una de las muchas desventuras que sufre nuestra protagonista, acaba en una casa de crack haciendo amistad con unos yonkies. Curiosamente, aparece el actor Alphonso McAuley interpretando a un adicto que recuerda ligeramente al que interpretó el cómico Chris Rock en “New Jack City” de Mario Van Peebles. Poco a poco, cuando vemos como suelta líneas de diálogo exactas a las que soltaba Rock en aquella película, nos damos cuenta de que se trata de un guiño paródico, y ya salimos de toda duda cuando llaman al personaje por el mismo nombre, "Pookie". Lo que sigo sin entender es por qué el guiño y a cuento de qué. Una bizarrada.
Sin mucho más que destacar, decir que el personaje de la Banks llega a sacar de quicio al espectador, pero no tanto como su partenaire masculino, James Mardsen, quien de puro meloso lamentamos que su muerte como "Cíclope" en “X-Men: La decisión final” sea solo una ficción.
El título original de la cinta me parece estupendo: “The walk of shame”, es decir, “El camino de la vergüenza”. Una vergüenza, sin duda, es también el título elegido para distribuirla en nuestro país.
Dirige el asunto Steven Brill, actor ocasional y responsable de insulsas comedias como, por ejemplo, “De perdidos al río”. Un director tan del montón, igual que la película recién reseñada, cuya filmografía ha llegado a España con cuenta gotas y para el mercado del vídeo, excepto si alguna de sus películas estaba diseñada al servicio de Adam Sandler.