En plenos años ochenta, Ramón Fernández, uno de nuestros artesanos y “Reyes de la comedia” que mejores resultados ha dado siempre en la taquilla, mas que por su firma por el producto que facturaba, recibe el encargo de filmar una película que aprovechara el “boom” de “La movida madrileña” que se estaba viviendo con intensidad, no solo en Madrid, si no en el resto de España también, y reuniera a lo más puntero del pop-rock nacional en un mismo film. Eso como principal reclamo, y como segunda intención, promocionar a un nuevo grupo recién salido a la palestra desde una discográfica pequeñita, y que usando en su música estilos tan dispares como el disco-funk o el rap, suponían un soplo de aire fresco para el panorama músical nacional. Ellos eran “Objetivo Birmania”.
Una vez reunidos los grupos, como suele ocurrir en este tipo de productos, la película era lo de menos, así que el argumento prácticamente brilla por su ausencia. Simplemente se cuentan situaciones protagonizadas por un grupo de veinteañeros que salen a la discoteca, follan mucho e indiscriminadamente, tienen un argot que nada tiene que ver con el que se usara en la vida real, y les pasa una serie de cosas en el instituto, en un ambiente muy de “teen movie” (de hecho adscribo esta película al sub-género sin ningún tipo de problema). Y sobretodo, van a conciertos. De esa forma se soluciona la presencia de los grupos contratados, con actuaciones en directo filmadas, que justifiquen su nombre en el cartel. Así vamos viendo por la pantalla a “Alaska y Dinarama”, “Aviador Dro”, “Nacha pop”, “Loquillo y los trogloditas”, “Derribos Arias”, “Golpes Bajos”, “Video” y “Gabinete Caligari”, así como salas de conciertos míticas de la época, como por ejemplo, el famoso “Rock-ola”.
También destacar la presencia de Cristina Torres, la “Desita” de VERANO AZUL, que nos muestra aquí sus escasas dotes interpretativas, y sus jugosas tetas. Porque no solo de música de nutre esta película. Hay tetas y poblados felpudos de adolescentes, casi tanto o más que numeros músicales.
Claro, que Ramón Fernandez (que para la ocasión, y en un alarde de modernidaz firma la película como “Tito” Fernández) no deja de ser un autor, así que , aunque seguramente la propuesta de trabajo, tan moderna y descerebrada, le repugnase, metió actores clasicos para sacar algo de su cosecha en una película tan impersonal. Por eso, sin que vengan en absoluto a cuento, tenemos en la cinta a Tip y Coll haciendo un par de papelitos, así como a una Rafaela Aparicio usando ese falso argot juvenil del que hace gala toda la película o un José Lifante que goza en el autobus, cuando una jovencita restriega sus nalgas contra su maltrecho paquete.
Todo ello en un mejunge de conceptos, alborotados y enloquecidos, donde lo que cuenta realmente son las actuaciones de los grupos, y servido todo a un ritmo endiablado, que hace que las pequeñas –y sin importancia- tramas de la película pasen inadvertidas. ¡¡¡A TOPE!!! Es como lanzar bolas de barro contra la pared.
Sin embargo, y a pesar de que yo odio el pop-rock español de los ochenta (por otro lado la música más representativa de nuestro país), me parece una película harto divertida, simpática, descerebrada y entretenida, que se pasa en un suspiro, y que es unica en el sentido de que una película así, solo podía haber sido rodada en españa, por el fenómeno que retrata, por su carácter “Xplotation” y porque si tienes a los personajes que venden entradas ¿para que molestarse en rodar algo con un mínimo de calidad?
Entrañable.