Posiblemente, “El Hereje (Exorcista II)” fue la primera película de terror que vi siendo muy chaval, y mucho antes que la primera. La maldita me dejó traumatizado. Tuve pesadillas, sentí la presencia del demonio en mi habitación y durante muchos años no volví a ver películas de terror, por su culpa. 28 años después, ya completamente olvidada, decido verla. Y es curioso lo que es la percepción de un niño ante según que temas oscuros, pues lo cierto es que “El Hereje (Exorcista II)”, no da ni pizca de miedo. En todo caso da risa.
Y es que estamos, a pesar de la buena prensa que trae consigo su director, John Boorman, ante la mayor estupidez que han tenido a bien filmar en celuloide, una secuela tan tonta que a día de hoy cuesta creer que exista. Mala es decir poco. La palabra que mejor la define es “chabacana”. Una jodida pantomima, un caricato, una vulgar parodia de si misma (y la previa).
Han pasado algunos años, y Regan está recluida en una institución para enfermos mentales. Allí han fabricado una estúpida máquina a base de bombillas a la que, si se conectan dos personas, ambas pueden ver las pesadillas de una de ellas (!!!) Paralelamente, un exorcista (inevitablemente tiene que salir uno), quiere conocer el caso más de cerca, así que acude para un bis a bis con la niña ex-poseída.
Y a partir de ahí, un montón de bla, bla, bla de lo más tontesco, un viaje a África que no sabemos muy bien si es astral o físico, James Earl Jones disfrazado de saltamontes, Max Von Sydow metido con calzador protagonizando unos flashbacks tan innecesarios como su presencia, una Linda Blair con enormes tetas que lo único que hace es poner cachondo al espectador, un Richard Burton en horas tan bajas que más que interpretar a un cura, parece interpretar a un alcohólico, planos descartados del primer "Exorcista", una langosta usada en las transiciones que parece extraída de un bazar chino, muchos paneles de cristal delante del objetivo para conseguir efectos especiales de lo más cutres, maquetas que se rompen, tribus de negros llenando metraje, el demonio Pazuzu haciendo de guía turístico por África al padre Phillip y discurriendo con lógica, y lo más importante, ni una sola posesión convincente y ni un solo exorcismo, solo algo que se le parece un poco.
Desde luego, todo un despropósito que hace perder dignidad a la primera entrega.
De hecho, si no entra dentro de la categoría “malas pero divertidas” se debe, simplemente, a que el aburrimiento al que nos sometemos durante su visionado es solemne. Únicamente a posteriori, recordando, sí que nos echemos unas risas.
Al final, lo que más retiene la psique del espectador son los rollizos mofletes de Linda Blair, y sobretodo, sus dos cacho tetazas. Muy apetitosa la moza con sus ya 18 castañas.
Menos mal que cuatro años después, Boorman se resarció con “Excalibur”, que si no…
Ahora, eso si; como pedazo de mierda del “¿cómo es posible?”, “El Hereje (Exorcista II)” hay que tenerla en cuenta y coleccionarla.
Desde luego, de niño debía ser muy cagueta o muy tonto, porque vamos, de terror, esto tiene más bien poquito.