William Peter Blatty, escritor de la novela en la que se basó “El Exorcista” y que tomo parte activa de la misma, siempre vivió un tanto al rebufo, más que de su creación, de la película que popularizó a Regan y a Pazuzu. O al menos de sus personajes. Por eso, cuando rodó su primera película “The Ninth configuration”, a el se le llenaba la boca diciendo que era una secuela de “El Exorcista”, basándose en un simple personaje secundario que aparecía en ambas películas.
Sin embargo, pasaron muchos años tras el fracaso de “Exorcista II (El Hereje)” y tuvo que pasar algo de hambre para volver a ponerse manos a la obra en nuevas historias sobre los extraños hechos de George Town.
Por eso, y con la mente en una nueva película, escribió una nueva novela, “Legion”, que es la secuela directa de “El Exorcista”.
Tras publicarla, se puso manos a la obra con los directivos de Warner para llevar a cabo la adaptación de la novela al cine, con lo que se retomaría la franquicia rodando este “El Exorcista III”.
Pero en 1990, una secuela de la película más terrorífica de Warner Brothers, no era garantía de nada, así que tras ser el proyecto rechazado por todo aquél director al que se le ofrecia, se decidió que fuera el propio Blatty quien la dirigiera. Y el resultado, obviamente, no superó al de la película de Friedkin, pero si que es muy superior a la película de Boorman. Pero la gracia está, en que “El Exorcista III”, en realidad es una película de psycho-killer…Aunque incluye un exorcismo, para justificar el título, por supuesto.
La película retoma al Padre Dyer y el teniente Kinderman de la primera parte, que son muy amigos y comparten cine y charleta. En una de estas se lamentan de la serie de asesinatos que está cometiendo un tal Géminis. Durante la investigación, detectan que las huellas dactilares del autor de los crímenes, pertenecen al difunto padre Karras… ¿Escalofriante, verdad?.
No está nada mal la cosa. Como una muestra de cine policiaco, funciona, como peli de psycho killer, que incluso en algunos aspectos se adelantó al éxito del año siguiente, “El silencio de los corderos”, también funciona, y como película de terror, funciona menos, pero tiene momentos verdaderamente escalofriantes, como ese maldito Jesucristo de madera que abre los ojos…
Con aíres telefilemescos, la película se deja ver la mar de bien, y deja a la franquicia en un buen lugar, no como las dos mierdas que se rodaron quince años después, y que traen cola en su confección, como fueron “El Exorcista, el comienzo” del inefable Renny Harlin o “El Exorcista, la versión prohibida” de Paul Schrader.
En el papel del asesino Géminis, tenemos a un excepcional Brad Dourif, que todavía hacía cositas antes de encasillarse de una vez por todas como “The voice of Chucky”.
Sorprendentemente, es una película muy maja.