Y cuando una de estas películas no termina de llegar a
españa, malo. Siempre suele ser porque son una puta mierda. Y al comenzar el
visionado y ver ese logotipo de “Milleniun Films” (ya saben, “Nu Image”) hace
presagiar que lo que vamos a ver, no es ese producto mainstream de dos horas y
media que esta historia pedía a gritos, y que por otro lado, muy ingenuamente,
yo esperaba. Y efectivamente, “Lovelace” es ese tipo de biopic funcional que
omite montones de cosas, que suaviza los acontecimientos y que convierte a
Linda Lovelace, más tonta y ávida de dinero que otra cosa, en martir y santa,
cuando la única verdad, independientemente de lo que ocurriese con su marido
maltratador, es que le gustaba la fama más que a un tonto un lápiz, y que se
hizo famosa por ser la primera que se comía una polla hasta los huevos delante
de una cámara. Cuando ya comerse una polla entera no era una cosa exclusiva,
entonces se reconvirtió al cristianismo y luchó contra la pornografía hasta las
últimas consecuencias (yo creo que como medio de vida finalmente). Pero claro, Harry Reems ya se había corrido en su cara, y
ella se había relamido cuando le dio por luchar contra lo que le había
reportado la fama. “Quien vea la película está presenciando mi violación” Muy
exagerado todo.
Bien, pues de todo eso la película habla por encima. Su
reconversión al cristianismo extremo se
omite, su lucha contra la pornografía se
resuelve en los minutos finales, y la película tiene el infortunio de contarnos
la historia dos veces. Esta se centra en el periodo comprendido desde la
adolescencia hasta el estrellato de la actriz: por un lado nos cuenta como fue
esta historia desde el punto de vista popular, lo que la gente conoció acerca
de la actriz y la película que le dio la fama, y una vez llegada su noche de
gloria en el pase privado de “Garganta profunda” que dio el magnate Hugh Hefner
para famosos y demás, la película retrocede en el tiempo para contarnos lo
mismo pero desde el punto de vista de Linda Lovelace, lo que se resume en
paliza tras paliza que le propinaba su marido Chuck Traynor, que además, la
prostituía siempre que podía.
Esto hace a la película tremendamente reiterativa y convierte la funcionalidad que pretende tener
en una falta de ritmo más o menos palpable, que hace que la cosa decaiga. Pero
al final la película con una hora y veinte de duración se ve tranquilamente,
sin estridencias de ningún tipo, ni trasgresión alguna. Así que la mayor pega
que le pongo, es que, en mi opinión, habría que haberle echado más pasta a esta
producción. Luego ya, le falta un poco de mala baba al asunto, y por otro lado,
el casting no me parece muy acertado porque ¡¡¡Es todo el mundo muy guapo!!!
Y hay que recordar que la gente
implicada en “Garganta Profunda” era
toda bastante fea. La Lovelace, se comía las pollas como si hubiera nacido para
ello, pero era más bien feúcha, de
dientes pochos yde físico más bien discreto. Y Harry Reems, parecía Bigote
Arrocet. Aquí, hasta Gerard Damiano es guapo.
En resumidas cuentas, es un biopic, estos siempre son
agradecidos (si lo era hasta el telefilme sobre Anne Nicole Smith…), y se ve
perfectamente, pero es demasiado televisivo, demasiado plano y demasiado blanco
y políticamente correcto.
Las estrellas de la película, Amanda Seyfried (“Caperucita Roja: ¿A quién tienes miedo?”,
“La gran boda”) como Linda Lovelace,
Peter Sarsgaard (“Linterna
Verde”, “La llave del mal”) como Chuck Traynor, Hank Azaria ( “Los Pitufos”,
“Godzilla (1998)”) como Gerard Damiano, James Franco como Hugh Hefner ,
secundados por gente como Wes Bentley, Eric Roberts, Cloe Sevigni, Juno Temple,
Robert Patrick o Sharon Stone.
Los directores son Rob Epstein y Jeffrey Friedman, que no
han rodado nada que yo haya podido ver o que me haya podido interesar.
No obstante, si quieren saber bien, bien la historia de esta
actriz y de la película que estuvo a punto de llamarse “El Tragasables”, es
mucho mejor ver el documental “Inside Deep Throat” donde se ahonda en todo el
asunto, y en la vida de Linda Lovelace y todos los implicados en la película,
de manera sobervia.