No es ni de lejos la
mejor película de Summers, pero si que es una buena forma de hacerse un auto
homenaje – y un testamento al fin de al cabo- y de saciar el ego que todo
artista tiene, pegándose el gustazo de protagonizar su propia película,
haciendo de si mismo, y contando una anecdotilla de su vida. Claro, se pegó un
gustazo que, sin embargo, pasó del todo inadvertido ya que tan solo fueron a
ver la película a los cines 73.000 espectadores, que para una película española
del año 1986, era una miseria. Menos mal que luego se resarció con “Sufre Mamón” y “Suéltate el pelo”.
A mi me gusta el cine de Manuel Summers, y por lo tanto, me
gusta “Me hace falta un bigote”, pero también es cierto que, igual que me
parece una película originalísima, una machada de alguien con mucho oficio a
sus espaladas, me parece que en el momento que la película se vuelve rancio “flashback”
en blanco y negro, pierde el interés para mí. Porque amoríos de críos y
sexualidad temprana de la posguerra, ya lo contó muy bien en sus películas
pasadas, aquí lo que me interesa es toda la primera parte, con él rodando,
llamando a su hijo, comentando proyectos con Jorge Grau y todo lo referente al
“metacine” que ofrece toda esa parte inicial. Luego ya, incluso me aburro con
los críos vestidos de falangistas, calibrando qué es y que no, un pecado.
Sin embargo, me encanta como combina todos los elementos que
dotaron de personalidad sus películas.
En el reparto, además de la familia Summers tenemos a Luis Escobar, Jesús Hermida, el antes mentado Jorge Grau, Carlos Lucas o Juan José Alonso Millán.
Recomendable para completistas de Summers, si es que hay
alguno por aquí.