Una gilipollez como un templo, una cosa amoral como pocas, y
más importante aún, coñazo como pocas. Y
mal contada, porque la sinopsis que yo alcanzo a entender –igual soy muy corto
de entendederas o presto muy poca atención, pero no creo- es la arriba mostrada
pero suceden muchas cosas más, sin embargo, en esencia, es eso.
José Luis Merino, uno de nuestros artesanos del género, coquetea
con el “Rape and Revenge” – o lo que él interpreta como “Rape and Revenge-”
y nos lo sirve en una época del cine español zetoso que me encanta; los
primeros ochenta. Consecuencia quizás de esta época, sea el hecho de que si te
dicen que esta película es de Jess Franco, tú te lo creas… porque, mientras la
veía pensaba que parecía una película de Jess Franco. Así que al final, y con estas películas como
muestra y ejemplo, lo que muchas veces consideramos un estilo personal, resulta
que no, que es de todo impersonal, y una pura consecuencia de la ausencia de
medios.
Reflexiones a parte, esta película no hay por donde cogerla,
y peor aún, no solo es aburrida sino eterna, acercándose a las dos horas de
metraje y a pesar de que pasan muchas cosas, hay muchos disparos y muchas
violaciones, finalmente, el dinamismo brilla por su ausencia, y queda una cosa
muy loca e insufrible.
Pero destaca su mentalidad “Exploitation”. Maravillosos
resultan el cartel, directa y descaradamente plagiado del de “Soldado Azul”, su
falta de escrúpulos a la hora de abordar el tema de la violación –vamos, que la
gachí pide más- o el bochornoso hecho de que, pretendiendo ambientar la película
en los Estados Unidos, como bien indica el título, se note tanto que están en España.
Una España, además, excesivamente cañí, a la cual tunean y donde hay un
chiringuito de prensa, sigue habiendo un chiringito de prensa, pero le ponen un
gran cartel, cutre a más no poder, que anuncie algo en Inglés. Más
maravillosamente bochornoso resulta cuando haciendo hincapié en que están en
los USA, ruedan en lugares tan reconocibles como La Zarzuela en Madrid, o vemos
pisos con cuadros, puertas y aspecto definitivamente español.
Quitando estas chorraditas que dotan a la película de cierta
gracia, por lo demás, es inaguantable. Vamos, para ver de aquella manera, y enviarla a la papelera de reciclaje (porque
si tienen el VHS o el Beta, algún zumbado, lo mismo les da 10 pavos por él).
En el reparto, destacan los nombres de Pilar Alcón (“¡Qué
gozada de divorcio!”, “Aquí huele a merto… ¡pues yo no he sido¡”) o Ricardo Palacios, cuya presencia siempre convence por su contundente corpulencia y
actitud. Aquí, hace de megalómano vistiendo túnica a lo Demis Rousos, y fumando
puros a los que rechupetea la punta, que da verdadero asco.