Consecuencia de esto, Jacinto Molina se alejó una
temporadilla de su amado Fantaterror y se puso ha hacer otro tipo de películas.
Así que le salió la vena sensacionalista haciendo una serie de películas
controvertidas, solo porque ahora ya se podían hacer, y porque salían bien en
taquilla. De aquella etapa saldrían cosas interesantes como “El Francotirador” de
Carlos Puerto o “Comando Txikia (Muerte
de un presidente)”. No eran demasiado ostentosos los presupuestos, llamaban la
atención y llegaban casi al medio millón de espectadores. Ya quieran la mayoría
de las películas españolas hoy en día llegar a estas cifras. La que nos ocupa
es esta “El Transexual”, tema este, por aquél entonces –y ahora ¡que coño!- un
tanto desconocido para el gran público y, sin duda, sórdido.
Entonces, Molina se pone manos a la obra escribiendo al
alimón junto con el manazas de Juan José Porto y Antonio Fos, un guión que se
basaría en la historia real del travesti Lorena Capelli, que murió tras una
operación de cambio de sexo, dado que por aquel entonces esta era una operación
un tanto complicada. Jacinto Molina siempre hacía sus guiones pensando en él
para protagonizarlos ¿Quiere decir esto que en la película veremos a Paul Naschy haciendo un rol de travestido que se cambia de sexo? Nooooooo –de
travestido le veríamos, con menos sentido, en “El último Kamikaze”- no caerá
esa breva. Para sí mismo se reserva un papel de periodista que va tras la pista
de una transexual que le ha prometido un buen artículo para su revista. Esta
transexual la interpreta nada menos que Ágata Lys (¡que buena que estaba la hija de puta!) y
bueno, poco más que contar. Si no son demasiado tontos ya saben cual es el desenlace de esta historia.
La cosa está en que Paul Naschy no pega en esta película ni
con cola, no pinta nada y sin embargo tiene que protagonizar la cinta, amén de
la parte documental de la que hace gala la película. El resultado es un
batiburrillo de conceptos mal hilados, que ni termina de alimentar el morbo del
espectador más inquieto –de aquella época- ni despeja dudas del espectador más
curioso, con lo que la película se queda en tierra de nadie, añadiéndole
además, que la película en si es un rollazo de tres pares de pelotas. Una
película muy intrascendente dentro de la filmografía de Paul Naschy.
Me gustaría saber la opinión del público gay, tan agradecido con lo suyo, ya que a fin de cuentas la película es una
intrusión en su mundo. Vemos actuar a un icono en un templo, esto es; vemos a
Paco España hacer un show musical en el escenario del mítico “Gay Club” de
Madrid. Hasta ahí bien, pero el manazas del director no ha sabido sacar partido
al colorido del espectáculo homosexual –que es por lo que se caracteriza- y a
la alegría que desprende, siendo iluminadas estas actuaciones como si de una
película de velatorios se tratase, quedando
todo ello mas pulposo y grasiento que los sucios tugurios de “A la
caza”.
Por otro lado, tanto en su guión como en su “interpretación”
si que noto algo de condescendencia por parte de Molina a los gays y
transexuales. Dios me libre de acusarle de homófobo; de hecho de esta película
sacó grandes amigos del mundo gay –Pierrot, sin ir más lejos sería uno de
ellos- pero es la sensación que me queda.
Con todo, una película así en la época, le trajo problemas a
Naschy, como todas aquellas en las que por unos motivos u otros, se metía en
camisa de once baras.
Mala, mala a rabiar. Esa es la única e incuestionable
verdad, pero como todas las ponzoñas, curiosa e interesante, cosa esta que no
se puede decir de la mayoría de películas buenas. Ahí queda.
Junto a Naschy y Lys, completan el reparto Vicente Parra,
Sandra Alberti y Eva Robin.
El manazas del director del que antes hice mención, se
llama José Jara, que solo tiene un par
de películas más dirigidas. A saber quién cojones era.