“Emmanuelle” más allá de ser un mito histórico en lo
referente al cine erótico, se ha convertido por derecho propio en un clásico
del cine en general, y de la cultura popular en particular. En “Dónde hay patrón…” de Mariano Ozores y
para lucimiento de Manolo Escobar, existe una escena en la que Mirta Miller se
aproxima de manera sugerente al tonadillero y este, como piropo, le espeta:
“¿Dónde vas? ¡Emanuele!”. El “Emanuele”, pronunciado tal cual lo escribo, viene
a decir que su actitud provocadora le está seduciendo, como lo hacía Sylvia
Kristel en la película que le dio fama internacional.
Se trata de una película cuyo morbo sigue latente hoy, 44
años después de su concepción, y que supuso un revulsivo para el feminismo
(aunque en el fondo es la película más machista que existe, paradójicamente),
que sirvió para que millones de mujeres se sintieran por fin representadas, o
al menos, que ansiaran ser tan libres como sugería la Emmanuelle de la
película. Porque, de estética arrolladoramente cínica, con visillos
trasparentes delante del objetivo y muy auto consciente de querer ser
sofisticada, en esencia, es una película erótica para mujeres. De hecho, de los
casi 9 millones de espectadores que fueron a verla solo en Francia, la mayoría
de ellos eran mujeres. En Japón, en una escena en la que Emmanuelle se coloca
encima de su marido, las señoras que asistieron a esos pases se ponían de pie a
aplaudir tal gesto, conscientes de que allí en Japón ponerse encima de su
marido para follar es una osadía.
Al tanto de todos estos atributos, a la Columbia Pictures,
casi en quiebra por culpa del fracaso financiero que supuso la película
“Horizontes perdidos”, no se le ocurrió otra cosa que comprar la película para
su distribución en los Estados Unidos. Menos adelantados en lo sexual que los
europeos, a la cinta se la clasificó X, motivo este que usaron a su favor para
el estreno con la frase comercial “X was never like this” —Las películas X nunca fueron así— sugiriendo
que esta no era una película X al uso, si no, algo más sutil y sofisticado.
Ganaron 11 millones de dólares con su exhibición y la Columbia se repuso del
fracaso de su anterior película.
Consecuencia, también, de “El último tango en París”, los
españolitos corrían con sus vehículos a
Biarritz, con la intención de ver furtivamente y fuera de su país “Emmanuelle”
con las consiguientes batallitas al respecto a su vuelta al carpetovetonísmo.
Consecuencia de este éxito comercial que ponía en el mapa el
cine erótico (y también el pornográfico), la película se prodigó como una de la
más expoliadas e imitadas de la historia del cine, teniendo una cantidad de
secuelas oficiales, a bote pronto, incalculables, así como una serie de
televisión y una verdadera colección de “exploits” donde destaca, por ser casi
más famosa que la original, la saga italiana de “Emanuelle negra”, en la que no
solo cambian el color de la piel a Emmanuelle si no que además, le quitan una
“M” al nombre, para no tener problemas con el copyright. Por otra parte, hasta
nuestro Jesús Franco se aprovechó del tirón, bautizando para su estreno una
película “S” de las que tenía con algo de erotismo como “Las orgías
inconfesables de Emmanuelle” cuando la película de marras no tenía nada que ver
con nada de eso. Pero el número de explotaciones y plagios a través del mundo
son incontables. Iremos desgranando por aquí, de vez en cuando, algunos de
ellos.
Igualmente interesante debe estar la novela que la película
adapta, de una novelista llamada Emmanuelle Arsan que se supone que contaba
retazos de su vida real en esos libros. Arsan era el pseudónimo de Marayat
Rollet Adriane, esposa del diplomático Francés Louis Jaques Rollet Adriane, del
que años después se supo que era él quién escribía las novelas, cediendo la
autoría a su esposa porque, sin duda, era un reclamo comercial y erótico mucho
mayor. No es lo mismo que unas novelas de corte erótico las escriba una
apetecible señorita asiática que un purulento y orondo hombre de negocios.
Dirigida por el fotógrafo Just Jaeckin, que debutaba en el
cine tras una larga carrera tras la reflex, este usó todo sus conocimientos en
ese campo para aplicarlos a la imagen en movimiento, motivo por el cual
“Emmanuelle” tiene esa estética tan particular y reconocible que tanto gustó a
las mujeres. Y aunque siguió dirigiendo cine erótico a posteriori, tras esta,
no quiso saber nada más de la serie “Emmanuelle”.
Por otro lado ¿recuerdan la escena en que una pequeña
asiatica se abre de patas en un escenario y se fuma un cigarrillo,
literalmente, por el coño? Pues cuenta Jaeckin que él no dirigió esa escena,
que no sabe nada al respecto. Tan solo, fue a ver su película el día del
estreno y se encontró esa escena ahí, con el consiguiente cabreo que aquello le
ocasionó porque, dicha escena tan poco acorde con el resto de lo rodado, directamente,
fulminó lo que había hecho. Fue idea del productor Yves Rousset Rovard que la
rodó por su cuenta en algún sucio show pornográfico de Bankog, y lo incluyó en
el metraje por sus santos cojones. A día de hoy, paradójicamente, y junto con
la famosa escena del avión, es una de las secuencias más recordadas y famosas
de la película.
Resulta curioso ver a día de hoy “Emmanuelle” y comprobar
que, por un lado, la película ha ganado calidad con el paso de los años.
Resulta ser una película dirigida con soltura e inventiva a la vez que, de puro
moderna que era en su momento, todavía resulta impactante y provocadora. Amén
de desarrollarse de manera exquisita y volviéndose fascinante a cada nueva
secuencia. Incluso hay un combate de Thai Boxing donde el premio es follarse a
Emmanuelle que para nada se diría filmada en los 70. Así que, estamos ante una
buena película. Un clásico del cine aunque naciera para alimentar los bajos
instintos de los pajilleros de la época.
Por otro lado resulta curioso como las escenas eróticas son
demasiado lights comparadas con cualquier cosa que podamos ver ahora ( o qué
podíamos ver hasta ahora, porque está la sociedad de un pacato que asusta…)
siendo, no obstante, cierto el tópico de que es mejor sugerir que mostrar; así,
puedo decir sin despeinarme, que la escena del avión en la que Emmanuelle se
insinúa sexualmente a un pasajero y este acaba penetrándole en el asiento de al
lado, logró excitarme y sorprenderme, porque encima es una secuencia que hemos
visto mil veces, sino en la película, en la televisión, mostrada siempre que se
hace alusión a la película. Por lo demás, la película no es tan fuerte como la
recordamos.
¿El argumento? Fácil. Una mujer casada con un individuo que
la insta a que viva su sexualidad libremente, se monta unos cacaos mentales
terribles que la llevan a desaparecer y montarse numeritos sexuales con toda
clase de individuos o individuas, a la par que su marido, por darle alas,
siente que la está perdiendo. Mientras, se folla putas. No hay más, porque el
resto es ritmo, dirección y estética.
Ha estado muy bien verla en 2018. Y me ha gustado, aunque al
final, en esencia, no es más que una tontería.