De entre todos los trabajos alimenticios que realizó Javier Aguirre, que van desde el cine de terror a mayor gloria de Jacinto Molina, el
cine infantil al servicio de Parchís, o
la comedia pura y dura —no está nada mal
para un señor que lo que le gusta hacer es cine meramente experimental, lo que
el llama “anti-cine”—, de entre todos los palos que tocó durante el tardo franquismo, justo antes de la llegada del destape (al que Aguirre se acercó ya
en los años 90 con la desfasadísima “El amor sí tiene cura”), si existe una
película que yo utilizaría para mostrarle a un neófito lo que es la españolada,
puede que, con permiso de algún landismo recalcitrante, le hiciese ver esta “Ligeramente viudas” que
probablemente se encuentra entre lo peor de su director, pero que contiene
todos los clichés que ha de tener el subgénero en sí mismo. Porque tenemos un
par de individuos que se dedican a ligar guiris, tenemos dos viuditas que se
descocan para la ocasión, tenemos una trama de enredo que tarda en aparecer,
pero que cuando lo hace, lo hace con contundencia, tenemos picardías, corsés
y todo el contenido picante que una
película española podía tener en 1976, y tenemos a Saza (lo cual es un
aliciente), así como un poco de sainete, otro poco de vodevil, y el heterosexual
que para salvar una situación se hace pasar por mariquita. Un compendio de
todo. Filmes de los sesenta pueden carecer del elemento pseudo erótico así como
filmes de los setenta pueden carecer de cierta mentalidad mojigata por parte de
los personajes que, sin embargo, aquí sí tienen, entonces, siendo mejor o peor
película, lo que sí que es “Ligeramente viudas” es una españolada en toda
regla.
Cuenta la historia de dos mujeres de personalidades opuestas
que pierden a sus respectivos maridos en un accidente, así que deciden afrontar
juntas su nuevo estado civil. Pasado un tiempo prudencial, decidirán disfrutar de su recién adquirida libertad,
por lo que, para divertirse, deciden cazar a un par de solteros vividores y
“ligaguiris”, que para lo que ellas los quieren les sobra y les alcanza. Claro
que mientras que una tan solo se quiere pegar unos revolcones, la otra anda
pensando en tener una actitud más pasiva
con los hombres, lo que generará un sin fin de conflictos en lo que en realidad
es una carrera sin frenos hacia las segundas nupcias.
En realidad, nada
nuevo que no se hubiera visto en pleno 1976 nos ofrece Javier Aguirre en esta
cinta más allá del compendio de clichés, por otro lado tan manidos, de los que
antes les hablé, pero al igual que cualquier españolada, ver esto después de la
siesta en el sofá se convierte, sin duda, en una agradable y divertida
experiencia, máxime si le pilla a uno con la risa tonta.
Al margen de todo esto, especialmente reseñable me parece el momento en el que los protagonistas
van al cine y entran a ver “El asesino están entre los 13”, película que unos
meses antes había estrenado Aguirre. La gracia está en que entre nuestros
protagonistas y dos señores que hacen las veces de acomodadores, van comentando
lo que van viendo en la pantalla, acertando de pleno en las carencias de la
película con sus comentarios, esto es, que si no pasa nada, que si hablan mucho, que si tarda en
salir la sangre. Un ejercicio de metacine que se me antoja lo mejor de la
película, y muestra la capacidad que tiene el director para reírse de sí mismo.
Claro, que supongo que el hecho de odiar el cine alimenticio que hizo siempre
Aguirre, ayudaría a la eficacia del gag. Vamos, que probablemente Javier
Aguirre tan solo escribiera lo que pensaba sobre su anterior película mientras
redactaba el guion de esta.
En los papeles estelares, Esperanza Roy, María Kosti, Paco
Valladares, José Sazatornil “Saza” y Blacky.
Para echar un ratillo, alcanza de sobra.