Una de las cosas que hacen que esta secuela directa de la primera “la Noche de Halloween” sea
destacable, es que se pasa por el forro el resto de bazofias de la saga, e
incluso busca la manera de desmentir esa gran subnormalidad que se sacaron de
la manga en “Halloween H20”, que era el descubrimiento —totalmente absurdo y
estúpido— de que Michael Myers era en realidad hermano de Laurie Strode. Al
margen de esto, lo mejor sería la vuelta
de tuerca adulta y realista que se le da a la saga, algunas secuencias en las
que Michael hace lo que mejor sabe hacer en virtuoso plano secuencia, y el saber reestructurar (por parte de David
Gordon Green, director eminentemente de comedia) el slasher para que una peli
de acuchillamientos no chirríe en cuanto a tempo en pleno 2018. Por lo demás,
una nueva secuela de de “Halloween”, con sus clichés y sus tópicos —Laurie en
el desenlace de la película pasa a ser una amenaza para Michael Myers y no al
revés, con lo que sabemos a la perfección como va a acabar la película— y la
esencia de una saga que, contra todo
pronostico, ha logrado sobrevivir a
“Pesadilla en Elm Street” y “Viernes 13” y lograr cuajar en las plateas,
no solo las compuestas de cuarentones y cincuentones, sino también en las
millenials, convirtiendose, a día de hoy, en el Slasher más taquillero de la
historia.
En esta ocasión, han pasado 40 años desde la primera matanza
de la noche de Halloween, y Laurie Strode es una anciana traumada que se ha
pasado 40 años preparándose, y preparando a su descendencia, con el fin de un
hipotético nuevo encuentro con Michael Myers. Este, que se encuentra recluido
en una institución mental, va a ser trasladado a otra distinta custodiado por
un desquiciado discípulo del Dr. Loomis. Durante el trayecto, el autobús en el
que viajan sufre un accidente, por lo que los enfermos mentales que van en él,
Michael incluido, quedan sueltos. Así que no cuesta imaginar que Michael va a
buscar a su máximo rival femenino, y por el camino, terminan las cosas como el
rosario de la Aurora.
En definitiva la película está bastante mejor de lo que
cabía esperar, se agradece que no haya ni gota de humor (cosa de la cual dudaba
al estar Gordon Green detrás del proyecto) y si que es una puesta al día a un
género que se acabó prostituyendo en los 90, amén de conseguir que, a estas
alturas, Michael Myers vuelva a dar miedo.
Solo le pongo un pega; del autobús de enfermos mentales
quedan sueltos unos cuantos locos… ¿por qué no se vuelve a hablar de ellos en
toda la película? Y es una pena, porque, con Michael Myers por un lado, una subtrama con un montón de
locos desatados en una suerte de “Solos en la oscuridad”, hubiera estado muy,
pero que muy bien. Pero no. De hecho, queda ahí ese dato suelto.
Por lo demás, estupenda. Y más disfrutada durante cualquier
noche de todos los santos.