"La maldición de los Bishop" (el título original suena mucho mejor: "Vamos a asustar a Jessica hasta la muerte") es setentera hasta la médula, y aunque siempre ha permanecido un poco en la oscuridad, con los años se ha granjeado un culto y un respeto muy notables. Sobre todo porque, dicen, gasta una atmósfera notoria y da algo de acongoje. Por desgracia es esa una apreciación que nunca he compartido. Le puedo reconocer ciertos méritos, su ambientación, las estupendas interpretaciones, etc, pero no ha calado tanto en mí como para considerarla algo especial. Tal y como yo lo veo, "La maldición de los Bishop" guarda un soterrado encanto, pero no deja huella y se olvida con facilidad.
LA TORRE DEL DIABLO : Un grupo de jovencitos aficionados a la fiesta y el jazz van a pasar la noche a un islote solitario con la noble intención de fornicar sin descanso en su abandonado faro. Pero veinticuatro horas después aparecen todos terriblemente mutilados, salvo una superviviente. Concretamente, un chico ha sido ensartado con una espada de oro fenicia, lo que hace pensar a unos arqueólogos que tal vez exista un tesoro con tres mil años de antigüedad en la zona, listo para descubrir. Irán a por él y, lógicamente, se las verán con quien masacró previamente a los jovenzuelos.
Como es de ley en esta clase de productos, a medida que la trama avanza el efectismo desaparece y el sopor se impone, aunque nunca llega a hacerlo del todo y podemos alcanzar el "The End" sin habernos aburrido en exceso.