Como amante del cine que soy, mis gustos y aficiones al respecto van más allá de mero visionado de películas o leer sobre las mismas. Una cosa que me fascina desde que tengo uso de razón y que va unida intrínsecamente al visionado de películas, es el lugar donde se exhiben. Soy un enamorado de los recintos, de los cines. Me he llegado a leer libros de arquitectura solo porque en ellos explicaban como estaban construidos algunos cines de la capital emblemáticos para mí. O al menos me leía las partes concernientes a los cines.
A lo que voy es que el cine en sí mismo, el recinto, es algo que me apasiona y, por supuesto, cuando hacen documentales que giran en torno a lo que es un cine o a la exhibición cinematográfica, corro a verlos, también por la parte que me toca puesto que durante más de media vida fui trabajador de cines en calidad de operador de cabina, pero llegando a vender palomitas, hacer de taquillero o acomodador si era preciso, porque aquello, cuando ya llevas muchos años trabajando en un mismo lugar, toma cariz de negocio familiar.
Entonces, “Próximamente últimos días” tenía un gran interés para mí, máxime cuando indirectamente me veo vinculado con lo que nos cuenta, puesto que el cine del que se habla, pertenece a la cadena de exhibición para la que yo trabajé durante casi 20 años, los míticos Cines Renoir.
En la línea de otro maravilloso documental sobre cines, “Paradiso”, “Próximamente últimos días”, quizás no tan brillante como aquél, parte de una estructura narrativa de ficción y esquiva los clichés del documental convencional para contarnos la siguiente historia.
En 2012, los cines Renoir Palma, en Palma de Mallorca, aquejados por una crisis galopante que llevaría a esa empresa a cerrar varios de sus recintos (incluido el “Roxy B” de Madrid donde trabajé y fui feliz), un grupo de espectadores, alertados porque con el cierre de los Renoir la ciudad de Palma se quedaría sin el único cine que ofrecía versión original con subtítulos y cine de autor, decide formar una cooperativa con la idea de asociarse y, mediante donaciones y cuotas de socio, tratar de salvar el cine de su cierre absoluto. Una idea romántica que saltó a la prensa nacional y que, a priori, por la novedad pareció funcionar. Sin embargo, el documental va a las entrañas para mostrarnos todo el proceso de cómo fue aquello. Obviamente, un cine conlleva una serie de gastos que sin una afluencia de público mínimamente aceptable son difíciles de sufragar. A eso hay que añadirle que los cines ya estaban muy viejos y necesitaban de un caro mantenimiento constante. “Próximamente últimos días” se centra en todo eso, mostrándonos el infierno que supone en realidad tirar para adelante con un cine de asociación que no da beneficios, cuando las deudas te asolan y cuando se va perdiendo a unos socios que se apuntan al proyecto por moda, pero que más adelante, cuando la cosa se va torciendo, dejan la membresía no sin antes poner una y mil pegas porque las cosas no salen como está previsto. La película también nos hace partícipes del sufrimiento y desilusión de los trabajadores del cine, que muchos de ellos empezaron el proyecto con ilusión y ganas, y en un determinado momento deciden acabar con esto de una vez por todas. También se nos muestra la particular fauna de espectadores (o no) que pululan por los alrededores y, en definitiva, mantiene el interés del espectador durante la escasa hora y cuarto de metraje.
La sensación que provoca el visionado es de agobio porque, aunque tiran para adelante durante años todo apunta a que no van a conseguir mantener abierto el cine mucho más tiempo, y el documental queda inconcluso, muy sabiamente, porque durante el transcurso de los años que nos muestra la película, se llega a la pandemia en un momento en el que los responsables se las ingenian para buscar financiación.
Con ese no-desenlace, uno se imagina que el proyecto de esta cooperativa, que rebautizó los viejos cines Renoir con el nombre de CineCiutat, con el coranavirus se verá afectado de pleno como ha ocurrido con un montón de negocios o establecimientos cara al público, sin embargo consultando Internet veo que esta gente le echa cojones y ganas al asunto. Los CineCiutat de Palma de Mallorca continúan operativos tras la pandemia, aunque también es verdad que he visto que, para sobre vivir, necesitan hacer otro tipo de actividades, además de la exhibición de películas, para continuar abiertos. Y yo me he llevado una alegría.
Recomendable y, como documental, curiosa propuesta, que nos ofrece una historia cuanto menos distinta y en torno a una gente que aunque tras verlos en su salsa en el documental he de reconocer que ni tan siquiera me han caído bien, al menos aman el cine lo suficiente como para meterse en un fregado como este. Yo también me metería… pero me temo que yo no tuve la suerte de contar con un puñado de espectadores entusiastas que se quedaran con el cine.
Dirige, con mucha mano, el documentalista sueco-español Miguel Eeck.